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miércoles, 15 de mayo de 2013

Restless


I, en la foscor dels nostres propis cossos, buscar la claror i escalfor que mai vam ser capaços de trobar. Imaginar que res va passar. I és que seria més fàcil, senzill, així. No vull recordar el tacte de la teva pell recorrent curiosa, al ritme dels teus dirs, la meva esquena.

Sabia que si despertava al dia següent al teu costat, tu culparies les cerveses de més que ara inundaven la teva taula, el teu terra, la teva mirada. Pero n'érem, de conscients. A cada moment. No sé què et va impulsar a tu a voler-me atrapar de nou entre els teus braços. Però jo, jo... Què va ser, la pena, la nostàlgia? La calidesa de les teves abraçades, que tant m'havia mancat? La llàstima de veure't de nou, tan oblidat? Vaig pensar que la soledat em faria forta, fins que vas trucar la meva porta.

Suposo que havíem deixat la nostra frase amb punts suspensius fins que els teus ulls, tan foscos en tota la seva blavor, van decidir fer d'aquell moment una coma més, entre tantes altres.

I tornar a la rutina, d'escapar-me a mitjanit, sense trobar-me a mi mateixa entre els solitaris carrers d'aquesta càlida ciutat, que, capritxosa, plora llàgrimes de primavera a les matinades, i em deixa sola amb els meus pensaments, desitjant, de nou, tancar els ulls i que, senzillament, tot desapareixés. Tu, jo, les nits, els dies. La foscor.



miércoles, 6 de marzo de 2013

Never ending city

 I'm gonna miss this city. The way it smells when it rains, the long avenue that takes you to the sea. How all those cafés where I like to go on Sundays remind me better days in Paris. But I need to get the hell out of here. Todo me asfixia. El ruido ya no es ninguna cosmopolita melodía. El tráfico me llena los pulmones de mentiras. Je dois partir, très loin d'ici. Where it rains everyday et la lune se lève à midi. 


Tengo que irme para encontrarme.

domingo, 13 de enero de 2013

Where is my mind?

 Miro nerviosa el reloj del móvil bajo el paraguas. Ahí está, sentado, en la misma mesa de siempre, la misma cafetería de siempre, con la misma mirada perdida de siempre. Entraré y nos daremos dos besos, ¿cómo te va la vida?, con una sonrisa que parecerá sincera con la luz cálida del lugar. Hace seis meses que no lo veo. Seis meses desde nuestro último encuentro. Encuentro de tantos otros encuentros fugaces que siempre acaban con cierto sabor a decepción y a recomfort. El corazón vuelve a latir en mi pecho con normalidad al pensar que esta vez no será distinta, que volveré a casa bajo un paraguas vacío mientras él corra a cojer rápidamente su moto para no llegar tarde a cenar. 


Y no podía estar más lejos de la realidad. Al entrar, mi garganta decide llevarse el diálogo ya aprendido a base de tanto repetirlo a mi estómago. Me quedo de pie, mirándolo con curiosidad, intentando adivinar qué hay bajo esa expresión de falsa melancolía en su rostro, que ahora sólo se fija en mí. Sacudo la cabeza con suavidad, y al fin logro pronunciar algunas palabras a tropezones. Me quito el abrigo, pido un capuccino en esta tarde de frío. Me siento sin descolgarme el pequeño bolso cruzado en mi tronco. Su mirada inquisitiva sigue pidiéndome algo que no sé descifrar, y el miedo me oprime el estómago. El silencio se apodera de esta mesa, creando una burbuja entre nosotros lejos de las conversaciones ajenas y voces chillonas del local.

Necesito aire, necesito escapar de sus ojos, su mirada, sus sentimientos. No sé qué hago aquí. Salgo corriendo hasta el fondo de la cafetería y pulso el botón que encenderá una luz automática durante unos minutos. Entro en el baño confundida, me miro al espejo. Apoyo las manos, una a cada lado de la pica, mientras suspiro. ¿Qué narices hago aquí?, me repito una y otra vez. ¿Por qué nos hacemos esto?

Cierro los ojos para que mis párpados retengan lágrimas llenas de furia. ¿Es posible sentir tantas cosas a la vez? Escucho la puerta corredera abriéndose tras de mí y veo por el espejo su alta silueta. Nos quedamos así, mirándonos en silencio, a través de un espejo que parece una muralla. Cierra la puerta a sus espaldas sin mirarla siquiera. 

 - ¿Qué...?

Y de mis labios no puede salir ninguna palabra más. Su mirada los ha sellado, ahogando mi voz. Y así permanecemos, un segundo, dos minutos, tres horas, siete vidas, mirándonos, con los ojos empañados de confusión y los iris teñidos de sentimientos escondidos. En un parpadeo percibo que se acerca, su pecho casi roza mi espalda y noto su inconfundible aliento en mi nuca casi desnuda. Siento un escalofrío que no llega a manifestarse en mi piel. Su cara es el pleno reflejo de la tristeza, pero el gesto en sus labios me indica que va a hacer algo que no quiere hacer. Algo que no debe hacer. Algo que sí quiere hacer. Estoy paralizada. Sus manos se posan sobre las mías y miro al suelo, como si desviando la mirada pudiera evitar algo. Y, sin darme cuenta, estoy de cara a él, con los ojos muy abiertos y las pestañas empapadas, después de que me haya dado la vuelta bruscamente con sus manos, y aprieta sus labios ferozmente contra los míos. Quiero escapar. ¿Pero dónde están mis fuerzas? Sus manos parecen de hierro sobre mis brazos de mantequilla y mis lágrimas empiezan a bañar nuestras mejillas. He estado tanto tiempo esperándote...

Me dejo llevar. Le respondo a ese beso con furia, con dulzura, con amargura. Le respondo con todas las palabras antes silenciadas, con todas las miradas de reojo y todo el orgullo de estos años. La luz automática del lavabo se apaga y casi ni me inmuto. Siento una explosión de algo indescreptible dentro de mí. Es como escuchar música psicodélica, como probar algo por primera vez, como bajar con fuerza en una atracción. Y es mucho mejor que las cosquillas en mi brazo después de una de sus caricias no intencionadas, mucho más fuerte que el dolor que me oprimía el pecho después de decirle adiós y volver a la cama vacía de mi casa.

Pero, al salir de esta cárcel de sentimientos inmortalizada en el lavabo de una gran cafetería, todo volverá a tener el mismo sabor a vacío de siempre. Saldré corriendo, y él no me seguirá. Se quedará en el oscuro recuerdo de lo que acaba de pasar, pasmado, intentado averiguar si ha sido verdad, tratando de pensar cómo lo sobrellevará en la rutina de los próximos días. Olvidaré, con las prisas, el paraguas, la chaqueta, mi vida. Mis lágrimas seguirán brotando contra las órdenes de mi orgullo, mientras piense en cuánto tardaremos en volvernos a hablar esta vez. Quizás esta vez haya sido la gota que colme el vaso, y al fin dejemos de fingir que no nos hacemos daño. ¿Significa esto que jamás volveré a ver su sonrisa, tan perfectamente grabada en mi memoria?

Y, al correr por las calles oscuras de la ciudad, empapándome de esta lluvia oportuna, me reprocharé la cobardía que ayuda a mis piernas a escapar de algo que he estado esperando todas las tardes de domingo de mi vida.


lunes, 3 de diciembre de 2012

Nocturnidades



Las distancias no miden lo mismo
de noche y de día.
A veces hay que esperar la noche.
 


                                   R. Juarroz





A veces duermes conmigo por las noches. Duermes en mis sueños, duermes en mi mente. Y las distancias son entonces inexistentes. Exploramos en Amazonas, nos bañamos en el Pacífico y volamos hasta el espacio para ver más de cerca las estrellas. Bajo mis finos párpados, todavía manchados de rímmel, contemplo las más grandes maravillas cuando suena el reloj a medianoche y la luna me espía desde la ventana.

Pasan cinco, seis, siete horas que se convierten en apenas un puñado de minutos al despertar. Qué amargo es abrir los ojos. Y mi cansancio aumenta, mis músculos se tensan, cuando siento tu lado frío de la cama. Y si me levanto, es por pensar "con suerte, en unas horas, volverás a ser mío..."

martes, 20 de noviembre de 2012

Y más fotos de Ámsterdam...

Hoy subo algunas de las fotos que tomé cuando estuve en Ámsterdam el pasado septiembre, y prometí que algún día subiría. Además, os dejo linkado a la última palabra del texto, una canción de The Drums que me gusta recordar mirando estas fotografías. En ellas veréis bicicletas, verde parques, preciosas casas, a mi amigo Gus en alguna que otra, una escultura de la estrella de David en honor a los judíos que sufrieron las fuerzas nazis en Holanda durante la Segunda Guerra Mundial, rincones escondidos de la ciudad con Coffe Shops... ¡Disfrutad!
























jueves, 4 de octubre de 2012

Los libros me enseñaron a pensar y el pensamiento me hizo libre...

Suena el despertador. Cinco minutos más... y a la ducha. Desayuno express, metro. Voy a la uni, hago mis clases, tomo mis apuntes, vuelvo al metro, llego a casa, hago la comida. Como, hago algo deberes, quizás una mini siesta, voy a francés o alemán, vuelvo a casa, ceno, algo más de estudio y fin del día. Después de horas de rutina, y antes de dormir, me gusta leer. Nunca faltan los libros en mi mesita de noche y, dependiendo del día, leo uno u otro, según el tipo de literatura que me apetezca.

Es algo que he aprendido a amar gracias a mi madre. Desde siempre la he visto leer, me ha llevado a bibliotecas y siempre me ha animado a hacerlo, no como deber, sino como hobby. Sé que no sería la misma si no hubiera leído desde niña, porque hoy no me interesarían los mismos temas e incluso ni siquiera me gustaría escribir, sean relatos cortos, redacciones o poesía.

Para mí no existen los libros mejores o peores, especialmente para niños, siempre que lean. Cada tipología o género de literatura tiene unas características, y, aunque como más variedad leas (creo que es) mejor, ninguna puede ser mejor que otra. Como hoy ha comentado un profesor en clase... En el fondo ¿Qué es tener la razón? ¿Qué es realmente mejor y qué es peor? En temas tan subjetivos, no existe punto intermedio. ¿Qué música es mejor? ¿Qué lectura es peor? Al final, supongo que todo acaba reduciéndose a lo que te hace sentir. Qué es aquello con lo que más te identificas, con lo que más te evades. En tiempos de crisis, la gente necesita ese tipo de evasión.

Sin embargo, no conozco mucha gente a la que realmente le guste leer, pero me da la sensación de que, con lo cara que se está volviendo la cultura, va a ser lo que nos quede. Los libros son caros, sí, en las librerías y grandes almacenes. Pero siempre quedarán los Encantes, los marchés aux puces, mercadillos, tiendas de segunda mano, e incluso puntos de reciclaje. Porque, en mi opinión, un libro jamás pasa de moda. Tiene un estilo o refleja una época quizás, pero una vez encuentras aquellos autores o estilos que más te gustan, puedes leer uno escrito hace 300 años como uno escrito hace 3 meses.

iguiendo esta filosofía, hoy he leído un artículo en el País (a parte de la noticia del momento sobre los Erasmus que seguramente acabe afectándome...) sobre una iniciativa en Madrid llamada "Libros Libres". Se trata de una librería en la ciudad en la que los libros ni se compran ni se venden, están ahí para todo el mundo, y todo lo que está dentro del local es gratuito. Piden una suscripción de 12 euros al año (¡un euro al mes por una cantidad ilimitada de libros!) aunque, si se quiere contribuir con algo más, mejor. Sin embargo, si no se puede pagar ese dinero, ni siquiera es necesario. Otras maneras de conrtibuir son llevar libros, café, comida... ¡Todo lo que se quiera y pueda!

La verdad es que me parece una fantástica idea. En una época en la que se exigen precios baratos y, además, muchos realmente los necesitan, tener acceso a libros, a cultura, historia, lenguas, etc. de manera gratuita puede fomentar la pasión por la lectura y hacer de nosotros, personas más ricas, más abiertas, más libres. Es, además, una organización que puede hacerse muy familiar y cercana, puede convertirse perfectamente en un lugar no sólo donde leer o tomar un café, sino en un local donde debatir sobre grandes temas, sacar conclusiones, soñar, crear, imaginar. Francamente, siento que el mundo cada vez se queda con menos imaginación, y cosas así son las que pueden ayudarnos a crecer, a madurar, a vivir. Y digo vivir, sí, porque, para mí, cada libro es una experiencia. Será una experiencia nefasta o una maravillosa, pero de cada libro aprendemos algo, aunque sea sólo que ese autor, ese género o ese libro en particular no nos guste.

Así que, sólo me queda pedir a mis lectores madrileños que, si les apasiona la lecura, apoyen esta iniciativa, ya que necesitan algunos suscriptores más para que resulte viable económicamente. Para más información, su página web es http://www.librerialibroslibres.org/

Librería Libros Libros de Madrid

Quizás si tiene éxito en la capital, ¡acaben haciendo algo similar en Barcelona! (¡Aunque conmigo se arruinaban, hehe!)
                                         
                                                ¿No sería genial?



PD: el título "Los libros me enseñaron a pensar y el pensamiento me hizo libre..." es una frase que le cojo prestada a mi artista favorito Santi, cuyo blog (http://lifadrim.blogspot.com.es/), por cierto, ¡recomiendo infinitamente!



     

martes, 18 de septiembre de 2012

Amsterdam experience

El viernes pasado, volví de Amsterdam. Y después de un finde de intercambio de fotografías y morriña del viaje, por fin voy a subir algunas de las fotillos que tomamos. Qué decir de Amsterdam... Como la mayoría de ciudades a las que voy, me dejó enamorada. Es una ciudad pequeña, tolerante, muy abierta y tremendamente preciosa.


Gracias a una exhaustiva búsqueda en internet, comparación de precios y paciencia, mucha paciencia, encontramos los mejores precios tanto de vuelo como de estancia. Nos alojamos en un albergue de la ciudad llamado "Hotel Amigo" (sí, así, en castellano). La verdad, es que por un precio tan barato como el que pagamos y por ser un albergue, esperábamos poca cosa. Sin ermbargo, me impresionó gratamente lo limpio que estaba todo, la facilidad de comunicación de la gente con la que compartimos la habitación y las facilidades de las que disponía el albergue. 

Respecto a los compañeros de habitación, conocimos a dos chicas de Corea del Sur que estaban de interrail, así como una neoyorquina llamada Princess que también estaba de interrail, pero había decidido viajar ella sola después de graduarse en Estados Unidos. Me impresionó lo divertida que era y, en cierta manera, hasta la "valentía" de viajar sola a través de todo un continente totalmente desconocido para ella sin nadie que la acompañara en caso que le sucediera cualquier cosa. Como en octubre vendrá a Barcelona, acordamos verla y enseñarle la ciudad. Por último, había dos chicos londinenses que, tras acabar su posgrado, habían decidido viajar hasta París y Ámsterdam para, en cierta manera, celebrarlo.

En cuanto a qué vimos de la ciudad, diré que en cinco días nos dio tiempo a verlo todo, o al menos prácticamente todo lo "indispensable". Gracias a que el primer día nos perdimos (algo así como que nos dirigíamos al centro de la ciudad y acabamos en la dirección totalmente opuesta, en la periferia) vimos calles y partes de la ciudad que se salían de lo turístico, y que nos permitieron ver más de cerca la esencia real de Ámsterdam. Por la noche, fuimos al Barrio Rojo, famoso por sus tiendas eróticas a cada dos pasos, entre ventanales donde las prostitutas se exhiben y los múltiples Coffeshops que se pueden recorrer a lo largo de las amplias calles (a pesar de que estaban en obras).

En los alrededores a la calle principal de rojas ventanas, estaba la famosa Condonería de Ámsterdam, en una larga calle en la que también se podían encontrar infinitos bares gays y más Coffeshops, entre ellos, el Hunter's, uno de los más famosos. En la Condonería había gran variedad de preservativos, francamente, jamás pensé que podría haber tantos. Tenían un gordo catálogo dividido por funciones y tamaños entre los que buscabas en más adecuado para ti y tu pareja, incluso te asesoraban abiertamente. Esa fue una de las cosas que también me encantó de la ciudad. La mentalidad tan abierta que tienen sus habitantes, tanto nativos como inmigrantes, y en todas partes. 

El tema de la sexualidad y las drogas está tan presente en la ciudad que parecía haber desaparecido en ella como tabú. Además, la gente te ve parada en la calle con el mapa en la mano y el sello TURISTA en la frente y en seguida se acercan a preguntarte si necesitas ayuda y guiarte, así como preguntarte sobre tu país y cultura. Claro que generalizar nunca me ha gustado, pero en base a las muchas experiencias de ese tipo que tuvimos com bastantes holandeses, no puedo hacer otro comentario acerca de ellos excepto remarcar lo realmente majos -no hay otra palabra- que son (eso siempre y cuando no ocupes todo su carril bici mientras andas a pie, debo decir).

El segundo día fuimos a una iglesia protestante del siglo XVII donde se hallaba la torre más alta de la ciudad, desde la cual antiguamente se vigilaba todo Ámsterdam para avisar en caso de fuego para que este no se propagara tan rápidamente. Subimos a ella en una visita guiada en la cual explicaban la historia de la torre y llegabas sólo hasta la mitad, pero desde donde ya se podía ver toda la ciudad que, por su homogeneidad en cuanto a edificios y estilo de viviendas y calles, se veía preciosa y llena de encanto a la orilla de los diferentes canales que la cruzan.

Por la tarde, fuimos a las famosas letras de "I amsterdam" situadas delante del Rijksmuseum y enfrente las cuales hay una enorme esplanada de hierba sobre la cual nos tumbamos a descansar, charlar, jugar con los perros que pasaban por allí junto con sus amos y, finalmente cenar pronto un sándwich a lo picnic en el parque. 

Mientras nos hacíamos fotos delante de las letras, nos encontramos, además, a nuestros compañeros de habitación británicos. Nos hizo bastante gracia y nos hicimos bastantes fotos juntos, y, además, nos dio la oportunidad de dejarles nuestra cámara para que tomaran una foto de los tres que viajábamos juntos. Al final no entramos al museo, porque nos recomendaron mejor en de Van Gogh, ya que muchas exposiciones estaban cerradas y el precio era elevado para el poco material que tenian en exposición entonces. Sin embargo, y aunque lo planeamos en un principio, tampoco acabamos yendo al museo Van Gogh...

El tercer día fuimos al mercado de las flores y al museo de Heineken, al cual llaman "The Heineken Experience". En el mercado de las flores podías encontrar gran variedad de tulipanes sobre todo, pero también muchas otras plantas de las cuales escogí una para mi madre, que teóricamente consiste en un bulbo que debes dejar a media luz (es decir, en un interior) y del que, sin agua ni tierra, sale una flor rosa de apariencia bastante exótica. Por ahora lleva dos días en el comedor y no ha empezado a abrirse aún, si al final crece ya compartiré alguna foto de la bizarra flor... 

En cuanto a la Heineken Experience, debo decir que los 17 euros de entrada quedaron amortizados a lo largo del recorrido. A pesar de que al principio puede ser una visita un poco más aburrida ya que es sólo historia de la cerveza, poco a poco se va volviendo más interesante. Primero, te explican cómo se elabora la cerveza, e incluso más adelante te permiten probar la primera mezcla que hacen de la cual surgirá la cerveza basada en agua y trigo cocinado. El sabor era ciertamente extraño, recordaba a la miel pero, en vez de ser dulce, era más bien amargo. También mostraban los materiales con los que se elaboraba la cerveza y, más adelante, te dan una pequeña cerveza con la cual te explican el por qué de su color y sabor y por qué la espuma blanca de la cerveza es tan importante. 

A partir de aquí, todo se vuelve más lúdico e interactivo, puedes hacerte videos y fotos con temática de Heineken y Holanda y enviarlas por e-mail, jugar a una especie de "Guitar Hero" pero a lo DJ, ver anuncios de diferentes épocas de la marca... Por último, tienes dos cervezas gratuitas antes de la salida las cuales puedes tomar en un espacio muy bien adaptado que crea un buen ambiente de local nocturno. A la salida, además, si vas en busca de la tienda de Heineken que está a unas manzanas de la fábrica, te regalan un abridor de Heieneken. De toda la experiencia, lo único que nos decepcionó fue que pensábamos que cogiendo el último tour, de las 5 y media, veríamos de sobras el museo, pero como cerraban a las 7, nos faltó tiempo para disfrutarlo mejor todo.

La mañana del cuarto día la pasamos entera en el mercado de antigüedades de Waterlooplein. No teníamos planeado ir, pero una de las veces que pasamos por delante con el tram me fijé y decidimos ir algún día porque tenía muy buena pinta. Había de todo, ropa (tanto nueva como de segunda mano, y a buen precio toda), bisutería y joyería, souvenirs, libros (¡los cuales costaban entre uno y tres euros!), entre los cuales, a pesar que, obviamente, la mayoría estaban en holandés, encontré bastantes en francés y alguno en castellano. De estos últimos me los había leído casi todos, excepto un libro de Ensayos y Artículos de Oscar Wilde que compré por tan sólo un euro. Pasamos toda la mañana allí porque había mucho por ver y, a pesar de que muchas de las "antigüedades" eran más bien trastos viejos, si sabías buscar y tenías paciencia encontrabas verdaderas gangas

Esa tarde hicimos otro picnic en Vondelpark, famoso parque de la ciudad que, como todos los demás, destaca por su amplio espacio y el verdor que lo rodea. Había muchos lagos y gran variedad de aves que campaban a sus anchas por el parque. De postre, unas frambuesitas y algo de lectura de la que habíamos adquirido por la mañana, y tumbados sobre el césped, bajo el sol que nos calentaba en un día más bien frío, veíamos la gente pasar, reír, disfrutar del día, fumando de una pipa, bebiendo y charlando, jugando con barcos en los lagos, leyendo, durmiendo... Todo el parque estaba envuelto de cierto aire bucólico que nos dejó prendados del lugar nada más entrar en él.


El último día compramos los souvenirs que nos faltaban y, a pesar de que teníamos planeado hacer un tour gratuito que empezaba en la Plaza Dam y recorría los lugares más relevantes de la ciudad, acabamos no yendo porque empezó a llover muchísimo y, encima a mí se me había perdido en paraguas...

Ese día, sin embargo, acabamos de disfrutar los últimos rinconces por descubrir o ya descubiertos de Ámsterdam y ya por la tarde, cogimos nuestras maletas del albergue y nos dirigimos finalmente hacia el aeropuerto, para volver a nuestra cálida Barcelona... (porque sí, hizo MUCHO frío, ¡incluso granizó una mañana!).


En resumen, Ámsterdam es una ciudad que recomiendo enormemente visitar, aunque, como ya digo, me cuesta ser objetiva, ¡prácticamente todos los sitios a los que voy me acaban encantando!

Quizás más adelante publique más fotografías del viaje y de la ciudad que tomamos a lo largo de esos cinco días.

Y ahora sí, goede nacht!

PD: Para ver las fotografías en grande, ¡sólo tenéis que clickar sobre ellas!           

martes, 4 de septiembre de 2012

Summertime and the livin' is easy

Summertime, summertime... Llega setiembre y el verano empieza a morir. Se acaban los días de largo sol y empieza a entrarnos la morriña otoñal.

Vacaciones en la playa, esa es la descripción de mi pasado agosto -a pesar de que, como dije anteriormente, estos últimos días estuve en la ciudad para estudiar- que tanto he disfrutado. Mar, gaviotas y el puerto de Segur de Calafell. Silencio a última hora de la tarde y sentir el sol tostando tu piel mientras estás tumbada en la playa, jugando con las olas, o leyendo algo nuevo. Con Judit, una amiga con la que suelo veranear en la zona, compartiendo sueños y quejándonos de esos temas de la universidad de los que siempre acabamos hablando.

Summertime, summertime... Como diría Rubén Darío de la juventud, ya te vas para no volver. Y es que cada verano es el único, está ahí y no se volverá a repetir. Sentimos en el aire (un aire casi estático además de sofocante en Barcelona, debo decir) algo que nos despierta los nervios a flor de piel como en la primavera y nos hace querer ser eternos como el otoño. Decidimos mitificar el tiempo y sentirnos jóvenes, porque, de eso va el verano, de ser jóvenes. De salir de noche, tomar algo, bañarse de noche, mirar la lluvia de estrellas de agosto, echarse una siesta, comer paella y migas con la mejor compañía, jugar con la arena, estirarse sobre la hierba, reír, olvidar, y coger fuerzas para los próximos nueve meses, hasta que una nueva estación de días eternos venga a nosotros.

Personalmente, no he hecho nada mientras he estado de veraneo en la playa. Leer, sobre todo, y tomar el sol. Sentía que necesitaba una desconexión absoluta del mundo exterior, apagar el móvil, tumbarme sobre la toalla, llegar a casa cubierta de sal marítima, dormir hasta tarde y después de comer, tomar helados sobre la arena y beber algún que otro cóctel por la noche en nuestro lugar favorito, el Sunset Beach Essence, donde, por cierto, tienen mi cerveza favorita, la Mongozo de Coco, tan difícil de encontrar. Nos pasamos horas en la terraza viendo la poca gente que queda de madrugada pasear antes de volver a casa escuchando los suaves rugidos nocturnos del mar.

Eso es lo bueno de Segur de Calafell. Que, a pesar de que a mediados de mes hay bastante gente, en general, durante todo el verano, es un lugar tranquilo. Por la tarde, pasadas las seis, ya casi no queda nadie en la playa. Y esa es mi hora favorita. Empieza a levantarse una suave brisa que hasta te hace tener frío (considerando que tu única prenda de vestir no es otra que el traje de baño), el mar está vacío y puede observárselo con tranquilidad. No hay apenas ruido y podrías pasarte la eternidad así, sentada frente a las olas, escuchando música melancólica y sientiendo el olor a salitre en tus labios.


El verano me ha dado ese tiempo necesario para parar y reflexionar. Escribir algo, tener más ideas para este blog, ponerme al día en ese montón de libros que tenía por leer (de los que, por cierto, quizás hable en el futuro), jugar con mi hermano pequeño y hasta aprender a hacerme trenzas de esas que tanto están de moda, las "trenzas de espiga" o "fishtail" de la cual me he enamorado y casi casi no me puedo deshacer.

Mañana, por fin, haré el examen de recuperación que tanto queiro quitarme de encima y, afortunadamente, tendré veinte días más de vacaciones antes de volver a empezar la universidad de los cuales pienso exprimir hasta el último instante: viajar a Amsterdam, celebrar las fiestas de la Mercè, pasar unos últimos días en la playa que, ahora sí, estará desierta, desierta para mí...
 











domingo, 1 de julio de 2012

la distance


Es domingo veraniego y llueve. Cómo no, Yann Tiersen juega a mi alrededor, fluyendo en este estático aire, navegando hasta mis tímpanos. Hace fresco en esta calle de París. El cielo gris ha vuelto monocromática la ciudad. Apenas unos pintorescos toques verdes de las macetas de los balcones hacen florecer el color en la solitaria calle en la que vivo.

Llueve más y más fuerte. Y quisiera salir, para jugar con las nubes y beber de esa dulce lluvia. ¿Cómo puede gustarme tanto un puñado de gotas de agua que bajan directas del cielo para morir en el suelo? O en mi piel, en mi pelo, en mis labios… 

Si saliera, el té de frutas del bosque que bebo se me enfriaría. Si saliera, me resfriaría. Si saliera… Te echaría de menos. Sólo tú veías la belleza de los charcos chapoteados, de las hojas que tiemblan con el agua, de mi sonrisa, por compartir momentos así contigo.

Y aunque sé que volverás, qué dolorosa es la distancia en este preciso instante. ¿Lloverá ahora en tus tierras del sur? ¿Pensarás ahora en mí?

Cierro los ojos y mi corazón se salta un latido. Vuelve, dice, vuelve aquí. París se vuelve un desconocido… Vuelve, vuelve conmigo.

La lluvia contra el asfalto grita tu nombre, mientras los truenos lejanos de esta cercana tormenta susurran, vuelve, vuelve aquí…