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domingo, 18 de enero de 2015

Pánico

Pánico es cuando crees que has destruido todo cuanto tenías. Todo por lo que luchas a diario, las esperanzas que pones en ese futuro por el que tanto te esfuerzas. De repente, los miedos que te has tragado durante meses te han intoxicado por dentro, han colapsado tu sistema. Nublado tu juicio, descontrolado tus palabras. El corazón te duele hasta de manera física. Crees que estás sufriendo un infarto, pero es más sencillo y menos irreversible que eso. Simplemente te estás rompiendo el corazón. Porque sí, tú eres la única culpable.
La única que podía destruir todo cuanto tenías.

V de victòria (fallida)

I si exploro el passat,
entre pors i anhels,
et trobo a tu.

El temps ha passat
i m'he adonat
que no puc ser
la poeta
que veies en mi.

"Ets massa maca",
vas dir.

I al final,
jo estava ferida.
Tant,
que no veia res més.

I al cap dels anys,
m'he adonat,
que potser vaig ser
la única culpable

de les meves ferides.

I en el trontollós camí
et vaig arrossegar
amb la meva innocència,
la meva ànsia
de soledat,
la meva por
a dependre massa de tu.

I explorant el passat,
entre pors i anhels,
t'he tornat a trobar.

Però (ara) ja no hi ets.



domingo, 27 de abril de 2014

Dosed (by you)



Antes escribía. Quizás no mucho, pero escribía. Y sentía que lo hacía a todas horas, a pesar de la falta de tiempo o el miedo a escribir porquería. Pequeños relatos carentes de estructura narrativa, cuentos fugaces, historias inventadas o basadas en amenos amantes. Pero fantasías, sobre todo. El sueño del día en el que despertara sonriendo para descubrirte tendido a mi lado, bajo las mismas sábanas que me hubieran arropado durante una fría noche. Abrir los ojos, tocar tus labios. Sentir tus brazos en mi espalda y hacerte el amor de esa manera tan íntima que sólo la lluvia británica en primavera puede provocar. Remolonear en la cama, desayunar fresas y tostadas y pasarse el resto del día bajo mantas, viendo películas que ya te sabes de memoria.

Los recuerdos del frío parquet bajo mis pies ahora se me hacen absurdos. El calinoso azul de las blancas paredes en mis pasillos, el deseo inefable de una extensión tan grande como el mar… ¿Cómo podía anhelar tanto una felicidad que era para mí tan desconocida? El miedo al fracaso, ni siquiera intentarlo. Basar mi rutina en una triste soledad a la que era adicta. Y me gustaba así, ¿sabes? Hay una increíble belleza en la tristeza que sólo aquellos que la saborean con intensidad saben apreciar. Ese era mi motor. La tristeza era mi musa, la soledad, mi realidad. Tú, mi ficción.

Y quién me iba a decir que el día menos pensado, frente a una fuente en un frío mes de Septiembre (no olvidemos que, a pesar de todo, soy una chica del sur), iba a plantearme todo un futuro que jamás antes había siquiera imaginado. Una canción, nervios. Auto-convencerme de cosas que son, pero temo que sean. Temblar disimuladamente al verte aparecer, con tu camiseta azul suave, y saber que ya todo ha cambiado. Y que ese instante, ese chispazo, el cambio, ha estado frente a mí todo el tiempo, como un velo invisible que me impedía verte y aferrarme a mis deseos. 

Y ahora, la incerteza. Poco más de treinta días y esa rutina previa a esta aventura volverá a ser palpable bajo mis manos, ya algo rotas por el frío. Con la diferencia, sin embargo, que determinará el resto. Tú.

martes, 25 de febrero de 2014

Mortal

Tus monstuos, mi ruido. Todo silenciado por el unánime estruendo de la lluvia británica sobre este grueso cristal Cierras los ojos, te miro. Me miras, cierro los míos. Sonreímos a caricias. Jamás fui capaz de decir tanto con tan poco. Cuando todo esto quede atrás, sólo los recuerdos me ayudarán a continuar.

Supongo que nunca sentí debilidad por o frágil lo sencillo. Y tú eres el ser más bonita y complicadamente tallado que haya podido conocer. Con tus ojos besas, con tu respiración hablas. Con tus labios acaricias y con tus manos escuchas aquello que está tan dentro de mí -en la más tenebrosa oscuridad- que ni siquiera soy yo capaz de oír.

La belleza de todo lo que nos rodea reside en su fin. ¿Por qué íbamos a ser una excepción?

miércoles, 5 de junio de 2013

Burbuja

Pues no. No te veré, no te buscaré. No me despediré de ti. Haré oídos sordos a tu voz, que sólo suena a hipocresía, no a tu nombre, no a tu recuerdo, no a las tardes de domingo. No.

No. Porque despedirse no significaría "hasta luego". No sería "adiós, hasta nunca" si quiera, por mucho que lo deseara. Sería un "idiota, te he echado de menos. Y ahora que me deshago de ti, que puedo sustituir tu recuerdo por el de la lluvia, no quiero grabar en mi mente el momento en que me despedí de ti".

Adiós no sería adiós. Me mirarías con la misma indiferencia que me has dedicado los últimos meses, fingirías una sonrisa triste y dirías que ahora que volvíamos a hablar, me voy. Como si hubiera algo por lo que sentirme culpable. Un adiós no sería adiós. Sería un "no te echaré de menos porque he agotado las existencias de ese sentimiento en mi cuerpo hacia ti".

No voy a escucharte. No voy a sentirme mal. Y si lo hago, sé que aún y así estaré haciendo lo correcto. Jamás fui tan curel contigo. Y si fui egoísta fue por tu cobardía.

Idiota.

No me voy a despedir de ti.

No. 
 

lunes, 1 de abril de 2013

sueño

Él me mordía la oreja. Yo me acercaba porque él me había hecho una señal para que me acercara con sigilo, tenía algo que decirme. Y cómo describirlo. Era tan erótico, tan repentino, que sentía mis entrañas arder. Mi reacción, sin embargo, era empujarlo hacia atrás. Pero hasta mi mano ardía en tocar su pecho. "¿Qué narices haces?".

Era confuso. Todos estábamos en un párking y corríamos, corríamos en círculo, tratando de escapar de algo, recorriendo com estúpidos la espiral de la rampa por la que no pasaban ni coches fantasma, sólo personas, personas que conocía y que ni siquiera me importaban.
Yo buscaba un coche, como todos, alguien que me acogiera, un lugar donde refugiarme y poder escapar a la vez, y seguía corriendo, sin saber por qué...

Recuerdo desembocar en una marea de gente mirando atemorizada a su alrededor, recuerdo a su amiga acercándose para hablarme, a sus amigos mirarme sin interés fingido, recierdo no verlo hasta oír pronunciar su nombre. Ella, su amiga, su amor platónico de la infancia, su falsa amiga, decía que había sitio en el coche, el mismo que él conduciría, y en el cual había guardado un asiento para mí. Me sentía ofendida, como si él ya supiera que nadie más iba a querer acogerme y tuviera que verse obligado, por pena, compasión, qué sé yo, a camuflarme entre sus amigos, aquellos que una vez tanto admiré y odié a la vez.

Pero él me miraba. Su mirada aparecía con su nombre, y llevaba el pelo corto, y sus labios seguían ahí, del mismo color rosa pálido de siempre, y su mirada insiniaba cosas y más cosas, cosas que yo prefería no entender. Y tras sus pícaros iris, sin embargo, se escondía un destello de preocupación algo confuso.


Me acercaba, flotando, sin pestañear, y entre tanto ruido, ese ruido ensordecedor de miles de personas chillando en silencio, arrimaba mi oreja a sus labios, esperando un susurro, con el corazón temiendo a cada latido por miedo a rozar su boca... Y él me mordía.

¿Por qué lo apartaba? Eso era lo que quería. Lo que llevaba tiempo queriendo. Pero no estaba bien. ¿Por qué delante de esos amigos de los que tanto había intentado esconderme?

"¿A qué narices viene eso?". Y huir. Chocar contra la multitud y seguir adelante con el alma más alborotada que el cabello. Me cogía de la muñeca, me paraba, me tocaba, me frenaba, me miraba, jadeaba. ¿Cómo podía saber yo que la sensación de caos se definía con su mano en mi cintura?
Y hablábamos. Sobre él protegiéndome. Sobre yo escapándome. Sobre él insistiendo. Sobre la atracción inevitable que, sin embargo, yo juraba no sentir. Sobre haberme enamorado de él. Pero ya no lo estaba. Ya no. Y por ello él ahora sí creía sentir algo. Quizás. ¿Por qué oía a través de sus manos lo que no tenía de decirme con sus labios? "¿Te aclaras?". "No soy tu maldito juguete".

"Tú nunca has sido nada mío". Siencio.
"Tú nunca has sido nada de nadie". Mis ojos en sus ojos, sus ojos en mis labios, mis labios en silencio.
"Tú nunca has sido siquiera tuya".

Despertar con resaca emocional, la sensación de su mano en mi nuca y su aliento acortando distancias con mi cara. Miro la ventana y veo que hace ya horas que es de día. Y oigo una oportuna canción a través de la ventana...

domingo, 13 de enero de 2013

Where is my mind?

 Miro nerviosa el reloj del móvil bajo el paraguas. Ahí está, sentado, en la misma mesa de siempre, la misma cafetería de siempre, con la misma mirada perdida de siempre. Entraré y nos daremos dos besos, ¿cómo te va la vida?, con una sonrisa que parecerá sincera con la luz cálida del lugar. Hace seis meses que no lo veo. Seis meses desde nuestro último encuentro. Encuentro de tantos otros encuentros fugaces que siempre acaban con cierto sabor a decepción y a recomfort. El corazón vuelve a latir en mi pecho con normalidad al pensar que esta vez no será distinta, que volveré a casa bajo un paraguas vacío mientras él corra a cojer rápidamente su moto para no llegar tarde a cenar. 


Y no podía estar más lejos de la realidad. Al entrar, mi garganta decide llevarse el diálogo ya aprendido a base de tanto repetirlo a mi estómago. Me quedo de pie, mirándolo con curiosidad, intentando adivinar qué hay bajo esa expresión de falsa melancolía en su rostro, que ahora sólo se fija en mí. Sacudo la cabeza con suavidad, y al fin logro pronunciar algunas palabras a tropezones. Me quito el abrigo, pido un capuccino en esta tarde de frío. Me siento sin descolgarme el pequeño bolso cruzado en mi tronco. Su mirada inquisitiva sigue pidiéndome algo que no sé descifrar, y el miedo me oprime el estómago. El silencio se apodera de esta mesa, creando una burbuja entre nosotros lejos de las conversaciones ajenas y voces chillonas del local.

Necesito aire, necesito escapar de sus ojos, su mirada, sus sentimientos. No sé qué hago aquí. Salgo corriendo hasta el fondo de la cafetería y pulso el botón que encenderá una luz automática durante unos minutos. Entro en el baño confundida, me miro al espejo. Apoyo las manos, una a cada lado de la pica, mientras suspiro. ¿Qué narices hago aquí?, me repito una y otra vez. ¿Por qué nos hacemos esto?

Cierro los ojos para que mis párpados retengan lágrimas llenas de furia. ¿Es posible sentir tantas cosas a la vez? Escucho la puerta corredera abriéndose tras de mí y veo por el espejo su alta silueta. Nos quedamos así, mirándonos en silencio, a través de un espejo que parece una muralla. Cierra la puerta a sus espaldas sin mirarla siquiera. 

 - ¿Qué...?

Y de mis labios no puede salir ninguna palabra más. Su mirada los ha sellado, ahogando mi voz. Y así permanecemos, un segundo, dos minutos, tres horas, siete vidas, mirándonos, con los ojos empañados de confusión y los iris teñidos de sentimientos escondidos. En un parpadeo percibo que se acerca, su pecho casi roza mi espalda y noto su inconfundible aliento en mi nuca casi desnuda. Siento un escalofrío que no llega a manifestarse en mi piel. Su cara es el pleno reflejo de la tristeza, pero el gesto en sus labios me indica que va a hacer algo que no quiere hacer. Algo que no debe hacer. Algo que sí quiere hacer. Estoy paralizada. Sus manos se posan sobre las mías y miro al suelo, como si desviando la mirada pudiera evitar algo. Y, sin darme cuenta, estoy de cara a él, con los ojos muy abiertos y las pestañas empapadas, después de que me haya dado la vuelta bruscamente con sus manos, y aprieta sus labios ferozmente contra los míos. Quiero escapar. ¿Pero dónde están mis fuerzas? Sus manos parecen de hierro sobre mis brazos de mantequilla y mis lágrimas empiezan a bañar nuestras mejillas. He estado tanto tiempo esperándote...

Me dejo llevar. Le respondo a ese beso con furia, con dulzura, con amargura. Le respondo con todas las palabras antes silenciadas, con todas las miradas de reojo y todo el orgullo de estos años. La luz automática del lavabo se apaga y casi ni me inmuto. Siento una explosión de algo indescreptible dentro de mí. Es como escuchar música psicodélica, como probar algo por primera vez, como bajar con fuerza en una atracción. Y es mucho mejor que las cosquillas en mi brazo después de una de sus caricias no intencionadas, mucho más fuerte que el dolor que me oprimía el pecho después de decirle adiós y volver a la cama vacía de mi casa.

Pero, al salir de esta cárcel de sentimientos inmortalizada en el lavabo de una gran cafetería, todo volverá a tener el mismo sabor a vacío de siempre. Saldré corriendo, y él no me seguirá. Se quedará en el oscuro recuerdo de lo que acaba de pasar, pasmado, intentado averiguar si ha sido verdad, tratando de pensar cómo lo sobrellevará en la rutina de los próximos días. Olvidaré, con las prisas, el paraguas, la chaqueta, mi vida. Mis lágrimas seguirán brotando contra las órdenes de mi orgullo, mientras piense en cuánto tardaremos en volvernos a hablar esta vez. Quizás esta vez haya sido la gota que colme el vaso, y al fin dejemos de fingir que no nos hacemos daño. ¿Significa esto que jamás volveré a ver su sonrisa, tan perfectamente grabada en mi memoria?

Y, al correr por las calles oscuras de la ciudad, empapándome de esta lluvia oportuna, me reprocharé la cobardía que ayuda a mis piernas a escapar de algo que he estado esperando todas las tardes de domingo de mi vida.


lunes, 19 de noviembre de 2012

La vie immédiate

Adieu tristesse
Bonjour tristesse
Tu es inscrite dans les lignes du plafons
Tu es inscrite dans les yeux que j'aime
Tu n'es pas tout à fait la misère
Car les lèvres les plus pauvres te dénoncent
Par un sourire
Bonjour tristesse
Amour des corps aimables
Pussiance de l'amour
Dont l'amabilité surgit
Comme un monstre sans cops
Tête desappointée
Tristesse beau visage.
La vie immédiate, P. Éluard


domingo, 18 de noviembre de 2012

"Oh, if you only knew..."


Últimamente no me siento muy inspirada y no me apetece escribir. Pero los domingos son diferentes, ¿no es así? Son como una brecha en el tiempo, parecen pasar más lentos hasta que ya es de noche y te das cuenta que el día ha pasado volando. Por más que te escondas bajo un grueso edredón o una pesada manta, el tiempo siempre te alcanza.

Hoy ha sido un día raro, como esos de Vetusta Morla. No hemos hecho nada y a la vez lo hemos hecho todo. Creíamos estarle haciendo tretas a las agujas del reloj cuando en realidad eran ellas las que nos engañaban. Como de costumbre, de la primera a la quinta canción, porque la última nos produce escalofríos y dolores de cabeza, Morning eats Saturn ha sonado todo el día. Al levantarnos siendo ya casi mediodía, al comer comida precocinada asiática un largo rato después. Incluso cuando mirábamos la televisión embobados, abrazados en el sofá, la canción sonaba dentro de nuestros corazones. Nos ha hechizado y, sin quererlo, nos hemos dejado llevar por la hipnosis de un tiempo acelerado que parecía estar ralentizado. Y resultaba que las ahogadas voces femeninas que oíamos en nuestras cabezas no eran más que el eco de la melancolía que nos invade los domingos. Quizás por eso necesitemos pasarlos juntos. Los domingos nos encantan, porque nos aterrorizan. Y por ello amamos todo lo que gire entorno a ellos: la lluvia, la fugacidad del tiempo, un té caliente, Tokio Blues, un suspiro, una risa ahogada en televisión.

Y, como de costumbre, antes de irte, te he abrazado, y he sentido el aroma de tu corto pelo en mi cuello. Pasarán otros siete días hasta volver a verte. "Te he echado de menos", me has dicho. "Oh, si tú supieras", he querido responder...


martes, 23 de octubre de 2012

Una lista

Una lista. ¿Cuál era su fin? ¿Con qué objetivo planeé mi vida?

 
Al final todo se reduce al instante en que decides cruzar en rojo en vez de esperar. De eso trata vivir. De tomar decisiones, una tras otra, esperando que todas sean la correcta. El azar nos aterra. Y por ello muchos suspiran por el destino. Tomes las decisiones que tomes, tu final será siempre el mismo. Quisiera no creerlo. Aunque es tentador soñar que tu vida está ya escrita y poder dejarte llevar, no puede reducirse sólo a eso.

Tengo entre mis manos una lista. Una lista de cosas que decidimos hacer algún día. Aunque ese "algún día" siempre fue aplazándose. Esto sería un triste per también bonito drama si dijera que jamás tachamos todos los lugares de este papel porque te perdí en un fatal accidente. O quizás yo podría ser el fantasma apenado de tu amor que quiere que sigas adelante. Sería una legendaria historia de amor si nuestras familias se apellidaran Montesco y Capuleto, o si hubiéramos debido partir lejos e uno del otro por alguna guerra, con nuestros sueños y esperanzas como único equipaje.

Pero las cosas no son así, ¿verdad?

Nuestra historia no será jamás relatada en ningún libro ni fue escrita con tinta plateada entre las páginas del destino. La lista quedó olvidada en un cajón de barnizada madera en el que escondíamos nuestras sonrisas fotografiadas, las mismas que quemé en aquella hoguera de verano cuando te dejé.

Te dejé, te dejé por una decisión. Pude haber decidido seguir engañándonos, pude haber decidido alejarme de ti nada más conocerte. Pero decidí. Decidí decidir, amar, sentir, perder, consumirme y dejarte.

Y nuestra historia les importa un bledo a las estrellas.

martes, 4 de septiembre de 2012

domingo, 2 de septiembre de 2012

blanc

El zumbido del aire acondicionado en la monotonía de esta sala llena de gente y vacía de personas me mantiene en un abismo de pensamientos del que no sé si quiero salir. El tintineo nervioso que alguien provoca en repicar el bolígrafo contra la blanca mesa de la habitación resulta hipnotizador, como un tic tac del que todo depende.

Hablan y hablan, pero yo sólo escucho el silencio de sus labios y el sonido al que suelen calificar de ruido de los objetos que me rodean. Miro sin ver a la nada de la mesa blanca, llena de papeles. ¿Era el blanco la perfecta combinación o la ausencia de color? Hace días que estoy ausente, y la gente que me rodea lo sabe. Pero no les importa. A mí tampoco me importaría. Resulta más fácil no preguntar para evitar así el compromiso de tener que escuchar.

Sin darme cuenta, veo un gesto, siento una punzada en el pecho que me lo atraviesa ardiendo. Algo tan sencillo como la manera en que cogías el vaso de repente se convierte en un fenómeno que detiene mi frágil universo. Ese universo que hace tiempo dejó de expandirse para hacerse cada vez más y más pequeñito, comprimiéndose en mi menudo corazón. Es imposible quitarte de mi mente cuando mi cuerpo entero se ha acostumbrado a ti. No puedo huir de tí, no puedo huir si sigues tan dentro de mí.

Mi mente vuela hasta aquella espantosa noche de agosto en la que el calor nos ahogaba y tú decidiste deshacer mi mundo. Entre susurros, invadiendo mi cuerpo, te atreviste a decirme esas dos palabras que tanto había temido y tratado de evitar. Y quise huir, correr, escapar y alejarme de ti para evitar el daño que siento ahora. Pero era tarde. El calor de tu cuerpo había calmado la frialdad de mi ánimo y ya no había vuelta atrás. Y todo el miedo, las peleas, los silencios, la vergüenza y el mal humor de los años nos hicieron más invencibles de lo que hubiéramos podido soñar.

Soñar, soñar... Soñar, hasta esa mañana de febrero en la que, yo descalza sobre el parquet, decidiste posar el vaso de agua sobre el mueble para dejarme atrás, con un sistema menos en mi universo y la mirada vacía.

domingo, 1 de julio de 2012

Porcelain

He soñado con un beso lento y dulce. El típico filtro blanco que llena de ternura e inocencia las escenas de algunas películas parecía cubrir, como un fino velo transparente de fragilidad, mi vista. Sentía que yo era ella, la chica besada que besaba, pero veía el beso desde otro punto de vista. Era la espectadora con mis ojos de lo que sentía con mi propia piel. Pero si yo era ella, ¿quién era él?

El chico de pelo castaño estaba delante de su cara. Una mano de piel olivácea separaba un mechón rebelde que escondía la femenina cara para guardarlo tras su oreja y acabar sobre su hombro desnudo. Mientras, su otra mano, la derecha, la cogía lentamente de la cintura para acercarla mejor a sí mismo. Él no lo sabía, pero el corazón de la chica empezaba a bombear la sangre con más ganas, más vitalidad. La robusta mano izquierda del chico viajaba hasta su cuello, sorteando la oreja con sus dedos, para poder así juntar mejor sus labios temblorosos con los de ella. Lo que ella tampoco sabía aún, era que el corazón del chico empezaba también a latir con más fuerza que nunca, a pesar de la falsa apariencia de calma externa. Cuando el beso se produjo, todo empezó a vibrar un poco. Con suavidad, como un murmuro, nada temblaba, pero el aire había decidido vibrar, como el dulce zumbido de una muda melodía que los llevaba a querer más de sí mismos poco a poco...

El beso inocente fundía pausadamente las dos bocas, cada una con sed de la otra, para irse transformando en una sola. La respiración de ambos era aún bastante tranquila, hasta el momento en que ella decidió dejar sus manos alrededor del cuello del chico, sobre el cual notaba una barba recién cortada, y descubría el acelerado pulso del corazxón que quería explorar.

Las pieles, a pesar de morenas, parecían de porcelana, contagiadas por la fragilidad de aquel primer beso...
                      

martes, 22 de mayo de 2012

voyage, voyage

 
Froid dans le train, 
hambre en el estómago.
Y esas ansias de viajar, 
viajar, conocer, soñar.


Tears on my eyes, 
lentillas sucias.
El privilegio de comprender
aquello que otros no sabrán ver. 




Luna de Coco