*Foto intervenida
La
calle era larga y estrecha, de casas con balcones de madera taraceada, que casi
se besaban. Los andenes tan altos, que prefirió caminar por un suelo de piedras
redondas que le maltrataban la planta de los pies, a pesar de los acolchados
tenis. Hacía calor. Sacó un pañuelo rojo
y se secó el sudor de la tarde de un sol abrasador.
Le
habían dicho, "el hombre vive en la última casa del callejón, no hay
pierde. Es la única que no tiene balcón, ahí termina la calle". La
puerta estaba abierta de par en par. Palpó la pistola en la pretina.. Pensó en
su padre, muerto a mansalva por el hombre que buscaba. Traspasó un largo zaguán,
en el fondo, en un patio sin plantas, estaba el hombre tendido en una hamaca,
escuchando tangos que salían de uno de los cuartos. y sintió por primera vez miedo, un miedo
cerval, que no había sentido desde que
andaba buscando al hombre, por cielo y tierra, para matarlo.