A la vuelta del camino todavía está la
casa.
Encallado su casco de azul desvaído,
entre los árboles.
Tras sus paredes sólo duermen
los perros del abandono
un sueño de ángeles.
Alguna lagartija desorientada se aventura
en sus paredes agrietadas
a la caza de un torbellino de moscas
y cucarrones
que se dan a la desbandada
cuando sienten su presencia.
En el solar que daba al barranco
sobrevive el guayabo.
Por entre sus ramas corre una brisa juguetona,
la misma que te alzaba las faldas
y te levantaba el pelo,
cuando de niña te subías
a coger guayabas verdes,
y a querer volar como los pájaros
Foto propia.