Después de unos aguardientes en la soledad de su cuarto de un tercer piso, le vino el recuerdo de ella, y sacó el saxofón del viejo estuche de madera. Las notas fueron desalojando morosas el riguroso silencio del cuarto, y al otra día lo encontraron, ahogado en un charco de corcheas y semicorcheas de nostalgia.
domingo, 29 de julio de 2012
jueves, 26 de julio de 2012
miércoles, 18 de julio de 2012
Desesperado
DESESPERADO
Entró al bar de vidriera a la calle. Se sentó cerca para observar el movimiento en el vasto andén, donde a esa hora (entrada la noche), se abarrotaba de estudiantes y oficinistas esperando el colectivo: La vio venir, abrazada, y dándose besos tiernos, con aquel hombre de barba entrecana y pelo largo -pintor de alto vuelo, decían sus amigos- por el cual lo había dejado. Cuando pasaron cerca a la pared de vidrio, nadie supo en qué momento, sacó la pistola y se voló los sesos, que esparcidos en la vidriera, dibujaron el abstracto del vitral de una de las más hondas tragedias de amor desesperado, que la ciudad tardaría en olvidar
lunes, 9 de julio de 2012
Pozo y brocal
No sé si estará dormida,
!qué importa¡
si despierta o en sueños
llego a ella,
con el espíritu de la brisa
y entro en su piel
y soy sus ojos asombrados
mirando los míos,
soy su boca que es beso carnadura
del durazno,
y me acuno en sus pechos
y ebrio de la vid de sus pezones
me alojo en su pubis estremecido
brocal de la gruta de su sexo,
donde corre agua fresca y salina,
y soy marea alta y baja entre sus playas
y rompientes.
domingo, 1 de julio de 2012
Mudanzas
Siempre habrá una nada que se hace magma mineral y orgánico,
crepitante y explosivo,
se deshace luego en un vacío sin fronteras,
vuelve y se oxigena,
para el periplo de la piel iridisada por el sol,
en sus estadios de lustre,
deslavazada en su periclitar agónico,
por las caricias,
baba que depreda y arrasa,
como la cáscara mudada por el tiempo,
los vientos y la lluvia de la sierpe.
crepitante y explosivo,
se deshace luego en un vacío sin fronteras,
vuelve y se oxigena,
para el periplo de la piel iridisada por el sol,
en sus estadios de lustre,
deslavazada en su periclitar agónico,
por las caricias,
baba que depreda y arrasa,
como la cáscara mudada por el tiempo,
los vientos y la lluvia de la sierpe.
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