Los dioses murieron ya y la belleza
es solo un nombre
en las manos de los otros.
Pero tú aun me esperas
y llegas en lucha contra todos
para coserme las alas tras el disparo
para sanarme del tiempo confundido
y de la apatía brutal de los relojes.
Dame el labio superior para la huida
dame la carne en movimiento
la luz que palpita en tu sueño
para que pueda salvarme.
Dame el motor y la lluvia
los alimentos que permanecen
en la noche en la que los cuerpos
atan sus envergaduras.
Volveremos al crujido de las pieles
cuando se juntan y frotan sus instintos
como sonámbulos ciegos
y el espejo
no nos devolverá la mirada.