domingo, 27 de febrero de 2011

El crepúsculo de los dioses.

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Siguiendo la pista de la pintada neorrabiosa, salgo a fotografiar en qué se han convertido hoy, mis cines de ayer.


Cine Azul

Cine Saboya


Cine Rialto



Cine Rex


Cines Casalta


Cine Condal


Cine Avenida


Cine Sindical


Cines ABCD


Cine Goya






miércoles, 23 de febrero de 2011

Temporada baja.

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La mujer del abrigo negro y las botas negras
sale del taxi y da un portazo
que resuena en los años que no serán más
esa nostalgia de cuando se miran las fotos.

El viento le recuerda que aún le quedan las ganas
de pisar los charcos tras la última tormenta.
Los neones en el agua pintados le guiñan
sus reflejos como un cómplice amigo inesperado.

En esta soledad de ahora se siente acompañada
pero ha perdido en la boca la calidad del labio,
el ebrio deseo de abrir la puerta y esperar
el abrazo advenedizo, la mirada urgente reflejada.

Abre la cancela del apartamento, y un olor
a temporada baja le saluda insolente.
Son las grietas con que el desamor se ha incrustado
en el vaivén extraño de estos meses.
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domingo, 20 de febrero de 2011

Un año ya.


El mar se llevó el polvo de tus últimas ficciones,
fue epitafio y epílogo,
abandono sin prisa
pero con el ansia urgente
por unirte al elemento que te dió
las alas de pescador, y el vuelo
de un fabuloso albatros.

No quisiste morir de mala muerte
en aquel húmedo callejón de la memoria
y fuiste sólo
llama, que indolora se apaga
con la brisa de ese mar que te reclama
con esa calma que nunca
habías guardado en tu almohada.

Fuimos padre e hijo,
actores de tercera interpretando malos papeles
que un día
jugamos a intercambiar nuestros oficios
-¿recuerdas
cuando decías: mañana,
ahora no me apetece?
con la mirada perdida en un coche
que cruzaba en diagonal por tu demencia-.

¡Cuánto lloré por tí, y cuánto
lo que no pude llorar!
¡Qué poco te conocí, y tanto
que no me supiste dar!

Hoy estás donde tú quieres,
en las olas -mar que habitas-
y en las rocas
junto a los cangrejos rojos que recogen
las últimas caracolas.

Allí, sí te conozco, allí
me abrazas donde las espumas rompen
y eres arena en los castillos de los niños.

Allí, el rumor fértil del océano
me seca las lágrimas no lloradas
y me siento más cercano a tí
que en los años largos
de padre
y de hijo.
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miércoles, 16 de febrero de 2011

Pleamar.

Tras las ventanas
la primavera podría ser un terco renacer,
una celeste euforia boca arriba,
la pureza de la lluvia en los linderos.

Los árboles del parque
reciben el sol en la oquedad
sucia del tiempo, la hendidura
que el abrazo del astro cauteriza.

Suena Nick Cave
como un mantra taciturno,
The Good Son, y su letanía
me interroga a la hora del almuerzo:

Father, why are all women weeping?
They are weeping for their men.
Then, why are all the men there weeping?
They are weeping back at them.
(1)

La vida se prolonga en los espacios
infinitos entre los libros
que pueblan los estantes
perfectamente catalogados.

De súbito, una nube, mancha
de gris la ilusoria imagen imposible
de un sueño diurno que no lo fue.

Y el bardo autraliano recita
tras las huellas dactilares del piano:

I don't believe in an interventionist God
But I know, darling, that you do
But if I did I would kneel down and ask Him
Not to intervene when it came to you
Not to touch a hair on your head
To leave you as you are
And if He felt He had to direct you
Then direct you into my arms
Into my arms, O Lord
Into my arms...
(2)


(1) Fragmento de la canción The Weeping Song del disco The Good Son (1990) de Nick Cave.

(2) Fragmento de la canción Into My Arms del disco The boatman's call (1997) de Nick Cave.

lunes, 14 de febrero de 2011

Sombra.

Un hombre camina
ajeno al rumor de la ciudad,
está leyendo un libro
de tapas negras y título ilegible
desde aquí.


¿Soy yo ese hombre o es una sombra
-la que me asignaron al nacer-
quien me camina y calza
mis botas Coolway de tela negra
-(since 1966 California)- y viste
el abrigo marrón made in Turkey
que me rescata del frío,
la que besa a la mujer que siembra osadías
en mi piel,
y acampa en sus paisajes
y le propone
excursiones guiadas a las simas insidiosas del placer,
la que abraza a mi hijo como yo
siempre he querido abrazarle,
la que me oxida y me habita
lunes a viernes de 8 a 3
y me confunde los días y me hace más hermético,
mendiga mi amor en los pasillos
y se crece
y me engulle
y se envilece?


domingo, 13 de febrero de 2011

Poetas de guardia: Insomnio, un poema de Gerardo Diego.

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Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño y por el mar las naves.

En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta tí las alas de mis naves.

Saber que duermes tú, cierta, segura
-cauce fiel de abandono, línea pura-,
tan cerca de mis brazos maniatados.

Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.
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.Gerardo Diego
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miércoles, 9 de febrero de 2011

Resistencia.

No asumamos la derrota como algo imperceptible.

No somos la huella, fugaz que perdió su paso,
el tiempo desandado, un teorema compacto,
somos azar, puro, soñándolo, un pequeño misterio
nunca antes refutado,
pero vemos
en las miradas circundantes
un resquebrajamiento de párpado, un aguijón
impune
que ensarta sus aristas en el triple papel de un calendario.


Este amor que somos hoy
no es una función gaussiana,
tiene una curva ascendente como agresión en la regla,
y se amotina, suicida impenitente,
amor paracaidista sin horas de vuelo,
amor salmón, amor tirano
que mutila la calma y la apatía,
amor contestatario.

Ya tragamos la llave que regula las mareas,
ya quemamos los restos del incendio
con el fuego que un día fue madera.

No miremos con los ojos blandos del que llegó para quedarse
con la flácida planicie de la vaca y del dulce,
con los ojos redondos, circulares perfectos.

No ceniza, sí puentes.
No armados, sí desnudos.
No dientes, sí labios.
No a la masa, sí al diluvio.
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lunes, 7 de febrero de 2011

de tí

detrás de cada lluvia, te construyes,
inventas un paisaje igual al tuyo
y recoges los espejos del naufragio

eres el manto que separa el frío del abrazo
la fuerza de las horas y de las olas, eres


te complace contemplarte cierta, indemne
a los lugares y las cosas cien mil veces convenidos

Y llegas con las naves ardiendo a la orilla del abismo
con la fuerza insolente que desatan tus preguntas,
con la imparable luz que evoca tu mañana
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domingo, 6 de febrero de 2011

Blogueando: Fritura de corazón descompuesto (Setas en desazón), un poema de Luisa Navarrete.

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Miedo me da tanto temblor de lienzo,
este vacío, esta pintura ajada,
esta agonía.
Apuntalando el techo hay seis pinceles
desafiantes en la sequía eterna
de nuestras dunas.


La mecedora gris al fondo... quieta.


¿Por qué las llagas en mis labios nuevos?
¿Por qué yo gato o liebre?
¿Por qué no siento las serpientes dentro?
¿Por qué me tiemblo tanto?
¿Por qué mis uñas llenas de termitas?
¿Por qué sangra mi vientre?


La mecedora gris al fondo... espera.

Luisa Navarrete

miércoles, 2 de febrero de 2011

placebo



nos marcaron al nacer
con el trueno en la palma de la mano

nos vendieron el pánico
como única moneda de cambio

nos restaron el tiempo
nos hurtaron los labios
nos diseñaron opacos
desenfocados

nos inyectaron sus números
para hacer más útil nuestro hastío
para ser cada vez más
filas
más columnas
mas hileras de filas y columnas

nos llenaron la trompa de palomas pútridas
nos vistieron con trajes
que no estaban pagados
nos cobraron por lo nuestro
y por lo suyo

escribieron que el amor era la forma
más perfecta del comercio

nos lo dieron todo
sin pedir permiso:

las máquinas brutales del último genocidio
las pantallas planas y el miedo
las diez horas al día cinco veces por semana
el placebo que es vivir
y saberlo

y aquí seguimos
con los dientes blandos
las camisas blancas blandas
las manos
blandas
mirando escaparates
con la desidia del que pasa
y no se queda