(Publicado en EL CULTURAL)
Yo antes me acordaba de las cosas y ayer entré en un cine.
Un hombre
corría por un túnel, perseguido por otros hombres que disparaban, y creo que el
hombre perseguido también disparaba, aunque no tanto, y entonces vinieron a
buscarme, que es lo que pasa últimamente porque dicen que doy dinero a los
desconocidos y que me pierdo por ahí y que no voy a encontrar el camino de
vuelta, aunque ellos, los que vienen a buscarme, también son desconocidos para
mí la mayoría de las veces, o a veces sí y otras no del todo, da igual, mi
hija, por ejemplo, y me sacan de los sitios y me dicen cosas que solo ellos
entienden y les pregunto que quiénes son y qué quieren y me dicen: venga, vamos
a casa.
Yo antes me acordaba de las cosas y
sabía distinguirlas, hasta que las cosas empezaron a ser misterios, cosas que
de repente se convertían en un enigma sorprendente. Ahora te preguntas qué es
esto y lo sabes y a la vez no lo sabes o no quieres saberlo, porque todo se
convierte en un enigma sorprendente. Cosas sorprendentes. Un vaso de agua que
antes estaba lleno y ahora está vacío es un enigma sorprendente y no sabes
quién se ha bebido el agua que estaba en el vaso que ahora está vacío y antes
estaba lleno. Una calle es un enigma sorprendente. Y quien te para por esa
calle convertida en un enigma sorprendente es también un enigma sorprendente y
te pregunta: ¿cómo estás?, y se trata de alguien sorprendente que te habla de
cosas sorprendentes. Cosas sorprendentes que dejan de serlo en cuanto te
olvidas de ellas porque nada permanece y eso es de esa manera y siempre será
así.
El médico que me ve me pregunta cosas
sobre las cosas. No estoy seguro, pero creo que siempre me pregunta lo mismo,
las mismas cosas, y a veces le respondo y otras no o le digo que me encuentro
bien y qué quiere que le diga, a pesar de que reconozco que hay veces en que se
me olvidan algunas cosas, como por ejemplo… No sé… Esas cosas –algunas, otras
no- que no son lo que eran y eso no es culpa mía ni de nadie sino de las cosas,
que tampoco tienen la culpa de ser como son.
Anoche, cuando me dieron una pastilla
y decidieron acostarme muy temprano porque habían invitado a cenar a una gente,
me dije: hoy no voy a dormir porque tengo muchas cosas que hacer. Y salí al
pasillo para espiar. Hablaban de cosas y de mí. Decía uno: está al principio,
lo que venga será peor. Decía otra: ya no se acuerda de las cosas.
Parece ser que lo fundamental de esto
son las cosas.
Yo antes me acordaba de las cosas y
me sigo acordando, pero el desorden de las cosas no está tanto en mí como en
las cosas. Habría que estudiar si lo que ha cambiado son las cosas o yo, porque
a mí lo de las cosas me da igual. Si las cosas se convierten en misterios, en
enigmas sorprendentes, ¿quién tiene el problema, las cosas o yo? Está claro.
Cuando yo era chico había menos
gente.
Ahora además
la gente se ha hecho vieja y eso es como si cada uno fuesen muchos y quién los
diferencia y te preguntan si sabes quiénes son y cómo vas a saberlo. Nadie es
el mismo y antes yo salía mucho a la calle y la gente todavía era quien había
sido, pero ahora también han cambiado mucho las calles.
Por ejemplo:
nunca me había fijado en que mi piso tiene dos balcones. Con uno ya era
suficiente, pero ahora tiene dos, aunque siempre me asomo al mismo y desde allí
veo a la gente. La gente cambia. Yo antes conocía a la gente pero la gente cambia
y en mi balcón tengo una maceta con un cactus que no sé de dónde ha salido y en
mis sueños veo caballos dorados que galopan por un campo de oro.
Ya no me dejan ir al cine. Yo antes
sabía los nombres de los directores y de los actores y hasta del peluquero de las
artistas y me acordaba. Pero de pronto hubo un día en que no supe qué película
estaba viendo, y eso me preocupó un poco, claro está, por esa cosa de que el
miedo está siempre ahí, pero no se lo dije a nadie, porque me gustaba entrar en
la sala, quedarme a oscuras y ver aquello sin entender nada de lo que estaba
pasando, pero ellos se preocuparon cuando supieron por el portero del cine que
yo invitaba a todos los que estaban haciendo cola en la taquilla. Yo de eso no
me acuerdo ni creo que sea verdad. Y entonces me llevaron al médico que me
pregunta. Empiezo a sospechar que el médico es siempre el mismo médico, no sé.
Eso es raro, porque lo normal es que ningún médico sepa de todo y es mejor que
te vean muchos médicos en vez de un mismo médico. Si es el mismo o no, el caso
es que una vez me metió en un tubo que hacía mucho ruido y yo dije: eh, esto
hace mucho ruido, y me dijeron que aguantara un poco y entonces me meé y me
salí. Del tubo.
Hace un rato vino mi padre a verme,
pero al momento mi padre era mi hermano, el que vende cosas. Me dijo: no soy
padre, soy yo, y le dije que sabía que era él, el que vende cosas, aunque un
momento antes mi hermano era mi padre, porque mi padre ya murió y mi hermano se
parece a mi padre y también va a morirse cualquier día.
Antes, cuando yo iba al cine y no me
sacaban de allí a la fuerza, las cosas que pasaban en la pantalla tenían un fundamento,
hasta que caí en la cuenta de que aquello era todo mentira y me daba por reírme
si mataban a alguien. Había espectadores que me chistaban para que no me riese
pero yo no podía remediarlo y después de reírme me entraba mucho miedo.
Me han quitado las llaves y la
cartera y ya no tengo el coche porque dicen que no me hacen falta y resulta que
ahora no tengo esas cosas y eso es peor y no puedo ir al cine porque el portero
dice que no puede dejarme entrar gratis y le digo que llevo muchos años pagando
entradas y que todo lo que pasa allí dentro es una mentira muy grande y que las
mentiras se regalan y el portero me dice: no se ponga usted violento. ¿Yo? Yo
creo que le han dicho al portero que no me deje entrar porque el médico recomendó
una vez a quien me acompañaba que me evitasen el contacto con los mundos
ficticios porque eso podía agravar las pesadillas esas en las que ellos dicen
que grito por las noches como si me estuvieran matando igual que matan a la
gente en el cine. Una muerte de mentira. Pero ayer cogí dinero, me escapé y fui
al cine, a otro cine.
Yo antes me acordaba de las cosas en
la medida en que uno se acuerda de las cosas y ahora no es que no las recuerde,
sino que las cosas ya no son lo mismo que antes. Ahora las cosas parecen tener
vida propia y suceden fuera de mí y yo las entiendo hasta donde pueden
entenderse, porque todo esto es imaginario y no sé qué pinto en medio de todas
esas cosas que ni siquiera se entienden a sí mismas. La gente también son
cosas, por supuesto. Me preguntan: ¿me conoces, sabes quién soy? Claro que sí:
no eres nadie.
Yo también me hacía la ilusión de ser
alguien hasta que las cosas cambiaron y me di cuenta de que ni tú tienes nada
que ver con el mundo ni el mundo contigo. No hay punto de contacto entre una
cosa y otra. El mundo está en una dimensión y tú estás en una dimensión
diferente y no hay punto de intersección entre esas dimensiones ni nada.
Por ejemplo: ayer me hice un corte
cuando me afeitaba y me han comprado una maquinilla eléctrica. Eso no había
pasado nunca.
Yo antes me acordaba de las cosas,
pero ya las cosas son las mismas mentiras que en el cine y ayer entré en un
cine.
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