lunes, 31 de mayo de 2021

INDULTAR

 

El historial de los indultos concedidos en España en las últimas décadas indica que si bien la justicia puede ser arbitraria, no menos arbitraria resulta la concesión de indultos por parte de un Gobierno, de modo que parece inevitable que nos movamos en esto –como casi en todo- en el terreno aleatorio de la tendenciosidad.

         El Gobierno se encuentra ahora, por una mera cuestión de supervivencia, y temeroso del coste electoral que pueda tener, ante el trago amargo de verse obligado a promover un indulto a los presos del procés tras haber asegurado el presidente Sánchez, en 2019, que cumplirían íntegramente su condena, promesa que tampoco sabe uno si resultaba ineludible y pertinente, ya que conviene tener claro que la realidad suele ser voluble y que no merece la pena dar una impresión complementaria de volubilidad en las apreciaciones personales. Por su parte, los independentistas catalanes, en su afán inamovible de tensar la cuerda, exigen no el indulto, sino la amnistía; es decir, la negación del delito, exigencia a la que se ha sumado UP, aunque la propuesta de tramitación de la ley de amnistía ha sido rechazada, por inconstitucional, en el Congreso.

         Al flamante presidente de la Generalitat debemos esta estimación: “La voluntad popular no puede estar limitada por las leyes. Nuestro límite es la voluntad popular”. Por su parte, ante el informe desfavorable del Supremo a la concesión de los indultos, el presidente congresual de UP-ECP ha arriesgado un dictamen mareante: “El tiempo de los jueces ha terminado y empieza el de la política”. Con lo cual parece quedar claro que la justicia no sólo está jerárquicamente por debajo de la voluntad popular con respecto a las leyes, sino que además puede estar sometida a la enmienda política de las leyes, según se avenga no al espíritu de las leyes en sí, sino según convenga a las estrategias políticas. Sánchez se ha limitado a optar por el tono bíblico: “Hay un tiempo para el castigo y otro para la concordia”.

         La sección socialista del Gobierno sabe de sobra que un indulto no atemperaría el conflicto catalán, y es posible que sospeche que lo potenciaría, por la interpretación entre épica y melodramática que el independentismo –conociendo como conocemos sus resortes victimistas- puede hacer de la aplicación de esa medida de gracia. Al margen de eso, y por si a alguien le quedaba alguna duda, el nuevo ejecutivo catalán ha reafirmado su voluntad de declarar a corto plazo la república, que no es tanto una quimera ensoñada como una meta imposible que, no obstante, se plantea como posibilidad única.

         Y piensa uno que no estaría mal, en fin, que de vez en cuando los políticos indultaran a la ciudadanía de la condena de asistir a estas pantomimas disfrazadas de asuntos de Estado.


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viernes, 21 de mayo de 2021

FRANCISCO BRINES

 






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Caballero Bonald y Francisco Brines fueron vecinos en Madrid. Han muerto con muy pocos días de diferencia.

Solemos aplicar con una generosa despreocupación la categoría de "gran poeta", y más aún cuando alguien acaba de morir. Pero Brines lo fue: su obra está a la altura de lo mejor de la poesía en lengua española de todos los tiempos.

Muchos tuvimos la suerte de tratarlo y de apreciar en él al maestro magnánimo y al amigo afectuoso, al alegre vitalista, al diligente noctámbulo enamorado de la naturaleza y de los cuerpos, al pensador profundo y gozador de los dones de la vida.

Tan bondadoso, además.

Cuando reunió en un volumen su poesía, nos ofreció a los amigos que eligiésemos un poema para dedicárnoslo, para que de ese modo estuviésemos vinculados para siempre a él.

Elegí este, este breve compendio de sabiduría vital:

 


LOS PLACERES INFERIORES

 

No desdeñes las pasiones vulgares.

Tienes los años necesarios para saber

que ellas se corresponden exactamente con la vida.

No reduzcas su acción,

pues si del breve tiempo en que consistes

las sustraes,

es todavía el existir más deficiente.

Descubre su verdad tras la apariencia,

y así no habrá falsía,

y no podrás mentir que fue razón de vida lo que sólo fue tránsito.

Mas ellas te evitaron el fiel aburrimiento de las horas.

Exigen lucidez, no en su experiencia

sino en su escaso ser;

valóralas exactas,

para lo cual has de saber lo que la vida vale,

y esa sabiduría hace tiempo que es tuya.

Si cometes error cuando las midas,

hazlo siempre en tendencia de la degradación.

Nunca mejores lo que vale poco.

y que no tengan nombre, ni tiempo detenido

y queden confundidas en su promiscuidad.

Sabes que tu memoria es débil, y te ayuda.

Todas son una sola,

como es una la vida.

Y las otras pasiones, que merecen un nombre

y el cobijo de un tiempo,

sálvalas lejos de ellas,

y siempre te recuerden lo que la vida no es.

Y agradece a la vida esos errores.


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martes, 18 de mayo de 2021

LA EVALUACIÓN

 Cuando nuestra vida en común recupere su plena condición de vida, de vida que merezca ese nombre, haremos recuento de muchísimas cosas desde una perspectiva aliviada, pero también extrañada, porque extraño está siendo todo, y la extrañeza suele exigirnos un proceso de interpretación, de dilucidación y de clarificación de la anomalía.

         Llevamos mucho tiempo instalados en el temor, pues lo que era cotidiano se ha convertido en peligroso y lo que era inocente ha pasado a ser culpable. A estas alturas, todos tenemos una difusa conciencia delictiva: ¿quién no ha se ha saltado el toque de queda, quién no se ha apuntado a una reunión clandestina en casa ajena o ha montado una celebración secreta en casa propia, quién se resistió a abrazar a sus mayores o allegados cuando aún la vacunación era una esperanza remota, quién no ha terminado por asumir miles y miles de muertes con la insensibilidad de quien recibe un mero dato estadístico?

¿Estamos al límite? En estos días, vemos a muchísima gente echarse festivamente a la calle no ya como si se hubiese acabado la pandemia, sino como si el mundo fuera a acabarse mañana mismo. Y es algo que censuramos, a la vez que, en el fondo, lo comprendemos: si resultaba difícil sobrellevar la realidad que solíamos considerar normalizada, ¿cómo vamos a soportar una irrealidad del todo anómala? Los políticos nos piden responsabilidad, pero ni siquiera ellos se atreven a sugerirnos que nos comportemos como héroes, porque en eso llevarían las de perder: somos lo que somos y como somos. Como podemos ser, y no más.

Cuando esto pase y analicemos este periodo extraño, tal vez nuestros gobernantes no salgan muy bien parados de la evaluación, y no por la manera inevitablemente errática en que están gestionando esta crisis, con tantos aciertos como errores, con tantas medidas efectivas como normativas absurdas, sino por su falta de altura no en la gestión, ya digo, sino en el concepto profundo de la política misma.

Y es que han pedido a la gente unos sacrificios que no se han aplicado a ellos mismos. El sacrificio, por ejemplo, de que desideologicemos esta catástrofe para ir todos en el mismo barco, a la vez que ellos han acentuado –e incluso enfatizado- sus disputas partidistas, conforme a esa especie de supramundo olímpico en que han decidido asentarse para ejercer la hostilidad mutua como norma irrenunciable.

En un clima social proclive a la crispación y al desánimo, la clase política ha decidido, en suma, fomentar la crispación y promover el desánimo. No parece, así de entrada, una buena estrategia para la reconstrucción emocional de una sociedad golpeada en su centro.

         Pero, como siempre, ellos sabrán mejor que nadie lo que nos conviene.

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lunes, 17 de mayo de 2021

lunes, 10 de mayo de 2021

CABALLERO PERPETUO

 (Publicado ayer en EL MUNDO)



Tenía 94 años, sí, pero nos habíamos hecho a la idea de que era inmortal, como se sospechaba que lo era el conde de Saint Germain, y que nos sobreviviría a todos.

No ha podido ser, aunque cuesta trabajo creerlo: ¿cómo que ha muerto Pepe, si ya lo difícil para él era morirse, después de haber sobrevivido a varios naufragios, circunstancia que, según una antigua superstición a la que él se acogía, otorga la inmortalidad a los mortales? Dábamos por hecho, en fin, que la metódica dama Muerte se había olvidado de llamar a su puerta, como si nuestro tío adoptivo Pepe se hubiese convertido en el personaje venturoso de una de esas fantasías paranormales de las Mil y una noches

Hasta el último momento estuvo lúcido, con el cuerpo rendido pero con la mente en estado permanente de alerta, con el pensamiento vivísimo y rápido, lo que en parte era un don y en parte una condena: consciente de su acabamiento progresivo, de la muesca que el paso de los días dejaba en su cuerpo castigado. Él, que siempre tuvo andares y hechuras de emperador de un país exótico, a prueba de madrugadas y de botellas vaciadas de manzanilla....

“Estoy caducado”, te decía, con el senequismo de un epicúreo. “Esto se acaba”. En los últimos meses, al otro lado del teléfono, presumía de que se le olvidaban las cosas, incluidas algunas palabras, pero, al mismo tiempo, soltaba una agudeza sorprendente, una divertida frase epigramática sobre algún personaje de actualidad, un juego afortunado de palabras en modo alguno olvidadas.

Presumía también de tener un carácter difícil, pero selectivo: podía ser impertinente con los impertinentes, pero fiel como ninguno a sus afectos.

Es muy raro esto de que se nos mueran los amigos, porque los amigos nunca se nos mueren: sólo morirán con nosotros, no en nosotros.

Muy raro esto de que no volvamos a reunirnos con Pepe y Pepa, su mujer, la pareja inseparable, en una venta a pie de playa, frente a una bandeja de huevos fritos con patatas de Sanlúcar, para hablar de todo en abstracto y de nada en particular, como si fuésemos inmortales, como si el tiempo fuese una mera ficción del pensamiento.

Como si la vida no tuviese al dorso, en fin, una implacable fecha de caducidad.


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lunes, 3 de mayo de 2021

LA HORA DEL VOTO

 

Mañana los madrileños irán a votar y el resto de los españoles descansaremos al fin de una campaña electoral especialmente crispada que, en un plano estrictamente territorial, ni nos iba ni nos venía, pero que se nos coló en casa gracias a ese centralismo informativo que sobrevive a la fragmentación autonómica, hasta el punto de que conocemos mejor a los candidatos de allí que a nuestros respectivos gobernantes regionales.

         De la campaña podemos concluir varias cosas, todas ellas tan desconcertantes como edificantes. Por ejemplo, que los madrileños, según la percepción de quienes se ven como afectados, son víctimas de una creciente madrileñofobia. Y es que si Cataluña disfruta –y nunca mejor dicho- de la catalanofobia, Madrid no podía ser menos: ¿qué región del mundo puede vivir sin una idiosincrasia y sin agravios a su idiosincrasia?

También se deduce, con arreglo a las proclamas de algunos candidatos, que Madrid atesora la esencia milenaria del españolismo, previa incluso a la existencia de España: algo así, no sé, como un bastión irreductible frente a la amenaza del comunismo, al que algunos combaten mediante la defensa de una especie de vitalista anarquismo de derechas, ideología parapolítica que defiende aspectos tan variados como pueden serlo la bajada de impuestos como método para garantizar los servicios públicos o bien el consumo de cerveza, en tiempos de pandemia, como un acto cívico de libertad y rebeldía identitaria. (No en vano la actual presidenta en funciones dejó claro en su día que a Madrid emigra lo mejor de las Españas, mientras que en el resto del territorio se supone que se queda la gleba improductiva y subvencionada, dato que ya conocíamos, no obstante, por boca de algunos líderes catalanes.)

         Por si faltaba algo, entraron en campaña las amenazas de muerte, lo que añadió una dimensión épica a lo que en principio estaba limitado a ser una mera trifulca. Un asunto desagradable, por supuesto, pero todo el mundo sabe –y mejor que nadie los políticos- que el peligro de verdad no está en que te amenacen de muerte, sino en que te maten sin amenaza previa, porque quien tiene decidido matarte, salvo que medie un chantaje previo, no suele practicar la cortesía de avisarte de sus intenciones, aunque ¿quién renuncia –y menos en campaña- al prestigio de lo dramático?

Todos nos llevamos una sorpresa al saber que el único identificado como autor de esas amenazas es un enfermo mental, cuando se supone que deberíamos dar por sentado que ese tipo de acciones las llevan a cabo las personas que están plenamente en sus cabales.

“Nuestra democracia está amenazada”, enfatizaron algunos, elevando la anécdota a categoría con la misma lógica con que podríamos deducir que, tras el atraco a una joyería de barrio, la industria joyera del país está al borde de la extinción.

         En estos casos, en suma, todo vale. Y mañana votarán. Y entonces, pase lo que pase, empezará allí el verdadero lío.


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