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Revista de Lenguas Modernas, N.

° 28, 2018 / 523-538 / ISSN: 1659-1933

Alicia en el país de las maravillas

Giovanni Peraldo Huertas

A
licia ya estaba harta de vivir –Ah, ah, ah, ah… niña. Estás di-
en ese mundo absurdo. La ciendo un sinsentido. Siempre lo extra-
oruga sabia y fumadora, las ño es maravilloso.
flores parlanchinas, el conejo con su –Y lo maravilloso es extraño. En
chistera y sus prisas infundadas, la loca ese momento el Sombrerero arrojaba
hora del té con el Sombrerero. Y esa bruja una taza de té a la cabeza de la rata
insufrible de la Reina de Corazones y su que se encontraba tranquilamente
sonsonete de “…que le corten la cabe- mordisqueando un panecillo mientras
za…”, ya la tenían al borde de la locura, esperaba a que su té se enfriara.
al borde del aburrimiento, al borde de… –¡Ves! Eso que hiciste es extraño–
al borde de… bueno, al borde del borde, y señaló a la rata que seguía mordis-
o como sea. Ya hasta empezaba a actuar queando su panecillo como si nada hu-
y a hablar como los habitantes de ese biera sucedido.
mundo desquiciado. ¡Volver a su mundo! –¡Y maravilloso, niña! De lo contra-
Era el principal anhelo de Alicia. rio para qué carajos quiere la cabeza esa
rata– y mostraba una amplia sonrisa a
–Pero lo absurdo es lo más normal Alicia, como para sacarla de quicio.
en el mundo, niña–, le decía el Sombre- –¡Eres imposible, Sombrerero!–.
rero mientras tomaba una refrescante Alicia movió la cabeza y suspiró
taza de té. profundamente. –Este mundo está
–¡En tu mundo! ¡Querrás decir en bien loco, Sombrerero–; en el acto
tu mundo! Sombrerero. Acá todo es ab- que decía esto, Alicia apoyaba can-
surdo. Todo es tan confuso. ¡La gente sinamente su barbilla en uno de sus
que vive acá no entiende que vive en brazos.
un mundo absurdo!–, tomó aire y conti- –¿Y qué cosa es la locura, Alicia?…
nuó, –¡En un mundo maravillosamente o ¿qué es estar cuerdo?–, preguntó el
extraño!–, dijo esto Alicia arrugando la Sombrerero, sin dejar de tomar el hu-
naricilla en un gesto de aburrimiento. meante té.
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–¡No sé! Comportarse correctamen- –¡Válgame Dios!… ¡Voy a llegar


te, supongo–, contestaba Alicia hacien- tarde!… ¡La duquesa!… ¡Ella no espe-
do un pequeño gesto de ignorancia. ra!...–. El conejo blanco parecía un figu-
–¿Y cómo sabes qué es lo correc- rín de esas revistas de costura, de fuer-
to?–, señaló el Sombrerero ofreciendo a te sombrero de copa, guantes blancos
Alicia un gesto de medida soberbia. y un esmoquin negro con rayas grises
–No sé, Sombrerero. ¡Me confun- verticales. Corría y corría desesperado,
des!– terminó la frase haciendo un gra- como asustado por llegar tarde. De-
cioso puchero. trás, Alicia lo seguía tratando de dar-
–Acá, mi querida niña, la loca eres le alcance para, con calma, preguntar
tú– y la señaló con sus largos y huesu- todo lo que no ha podido entender de su
dos dedos. mundo de fantasía y por qué siempre el
–¿Puede existir un mundo más señor conejo parecía tan, tan acongoja-
loco, más absurdo que este?–, pregun- do por llegar tarde.
tó Alicia, sin importarle el comentario ¿Por qué corre tanto ese lindo cone-
del Sombrerero. jito?, pensaba Alicia. Desde que llegué
–No lo sé, Alicia. Nunca he salido a este país no deja de tener prisa, co-
de él–, respondía mientras se encogía rre que te corre por todo el territorio.
de hombros. Pobre, su vida es una eterna tensión
por llegar tarde. El problema es que
Alicia se quedó reflexionando sobre nunca acaba por llegar al lugar donde
lo que el Sombrerero le dijo. Tomó un se le espera, de ser cierto que se le es-
sorbo de té. pere en algún lugar. En eso, el conejo
se escabulló en un hueco tipo madri-
–Sabes lo que más me intriga, Som- guera, por el que decididamente se
brerero: nunca he sabido por qué cara- metió también Alicia. Caminó y cami-
jos el conejo anda corre que te corre nó por la madriguera que se transfor-
todo el tiempo preocupado por llegar mó en un túnel, que estaba tapizado
tarde–, hizo una pausa, –¿Sabes por de estanterías repletas de botellas de
qué se comporta así?–. licor, carteles con anuncios de venta
–Evidentemente, porque está loco, y compra de vehículos usados. De acá
más loco que un político en campaña– y y allá colgaban pantallas planas con
en el instante arrojó un plato a la ca- programas insulsos sobre concursos
beza del lirón que con suma pereza se mediocres, ridículos juicios judiciales
agachó en el momento que el plato lle- televisados, noticiarios acartonados,
gaba a golpearlo. –Sí, está locoooo…– en fin con todo lo furris de la televisión.
apuntó el lirón con un largo bostezo. Otros carteles mostraban la naturale-
za virgen, en la cual se movía gente en
Alicia se levantó. Hizo un cansado el ápice de la felicidad. En fin, una se-
gesto de adiós con la mano y se alejó de rie de cosas variadas que no tenían ni
la mesa en el momento que todos cam- orden ni concierto. De pronto, el túnel
biaban de lugar para no tener que lavar se hacía cada vez más estrecho, al pun-
su taza de té. Había caminado un tramo to que la pobre Alicia tuvo que seguir
cuando vió al conejo que corría y decía: su recorrido a gatas. A la lejanía era
posible vislumbrar una claridad que
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posiblemente anunciaba el fin tan de- De un momento a otro observó al


seado del larguísimo agujero. conejo blanco que, esquivando los vehí-
Apresuró su gateo y por fin llegó al culos, seguía corriendo diciendo siem-
extremo del horrible túnel, se sostuvo pre su eterna cancioncilla de llegar
del borde del hueco en el que se había tarde, sintiendo pena, la duquesa no
transformado el agujero y sacó la ca- le perdonaría esa falta de puntualidad,
beza. Se encontraba en medio de una en fin que el pobre conejo había pasado
carretera atestada de vehículos que no de la preocupación al terror.
se podían mover del grado de conges-
tión que existía. La gente que viajaba –¡Espera, conejo! ¡Conejito!–.
dentro de los vehículos, generalmente
eran los conductores solamente, clara- Pero el conejo hacía caso omiso y
mente se veían perturbados, enojados. seguía corriendo, o mejor dicho brin-
Otros con una larga cara de preocupa- cando. ¡Se fue de nuevo! ¡Conejo insu-
ción y algunos gritando improperios frible! pensó Alicia que, decepcionada,
a medio mundo por estar detenidos siguió caminando por la orilla de la ca-
perdiendo tiempo en esa infernal pre- rretera. Espero que este nuevo país no
sa. Empezaron a sonar las bocinas de sea absurdo como el de donde vengo, se-
todos los vehículos y el escándalo era guía pensando Alicia. Ese terrible país
insoportable. ¡Había caído en un país donde reina esa mujer insoportable: la
de locos! ¡De dementes! Reina de Corazones. Que le corten la
Salió del hueco y agradeció, de mo- cabeza, que le corten la cabeza, solo eso
mento, los rayos del sol, pues el túnel sabe decir, reina mal humorada.
por el que había salido era húmedo y El atascadero de vehículos era inso-
frío. Un maravilloso día soleado como portable. Al fondo divisó otra carretera
hace mucho tiempo no contemplaba. A y otra y otra, todas ellas atestadas de
lo largo de la carretera y a sus márge- igual número infinito de vehículos. Al
nes una fila de árboles llenos de racimos seguir caminando por la larga y con-
de unas flores de forma acampanada, gestionada carretera llegó a un punto
vestían el árbol de tonos color rosado donde había un rótulo de un anuncio
pálido, otras de tono alba alegraban el que ofrecía préstamos fáciles para que
ambiente, eran la nota bella, pero pare- “Usted le de gusto a su familia al ad-
ce que nadie se tomaba su tiempo para quirir un bellísimo vehículo nuevo o
contemplarlos. Tampoco nadie se ente- usado, para que cómodamente se pueda
ró cuando Alicia salía del hueco, pues desplazar de su casa al trabajo o a esas
todos estaban concentrados tocando merecidas vacaciones que necesita. Ya
la bocina y lanzando madrazos al sis- no tendrá que tomar los molestos buses
tema, al presidente, a los conductores, interurbanos. VENGA YA Y LLÉVE-
a todo. Decidió que era mejor ponerse SE SU PRÉSTAMO INSTANTÁNEO
a caminar por la orilla de la atestada PARA QUE ADQUIERA EL VEHÍCU-
carretera, al paso lentísimo de los ve- LO DE SUS SUEÑOS. Una foto de un
hículos que se movían centímetros por conductor felíz enmarcaba el rótulo.
minuto. ¡La oruga fumadora del país
de locos de donde venía, se podía mover –¡Qué calor hace acá! ¡Me sofoco!–,
más rápido! ¡Qué desastre! decía Alicia y se limpiaba el sudor con
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su pañuelito rosado. Entonces, observó –Si le resto cuatro... Veamos… por


la puerta de uno de los vehículos y pen- el peso de los tornillos usados… Sí,
só que el hombre dentro del carro no se sí… a ver…. Si le sumo dos a la lon-
molestaría en que ella repose un ratito gitud del puente y luego le resto dos…
en la cómoda sombra del vehículo. Tími- ¡CLARO!… ¡Me da la longitud del
damente la abrió y se metió. Estaba tan puente!… ¡qué maravilla!...–.
fresquito y cómodo el asiento. No se ha- –Buenos días, señor–, le largó el
bía terminado de acomodar cuando oyó: saludo Alicia.

–¿Qué crees que estás haciendo? El hombrecillo dejó sus cálculos y


¿Quién te dio permiso para ingresar a observó atentamente por sobre sus an-
mi carro? ¡Niña malcriada!–, le gritaba teojos a Alicia.
un conductor furibundo.
–Es que estoy cansada de caminar. –¿Me puede decir donde estoy? Es
Además, solo usted está en el vehícu- que estoy perdida–.
lo; podría compartir el espacio con una –No, usted no está perdida. ¡Está
niña cansada de caminar…–, le soli- acá! ¡No puede pensar que está per-
citó Alicia con un poco de temor a ver dida! ¡Eso implicaría que todos acá
la cara descompuesta por la cólera del estaríamos igualmente perdidos!–, le
energúmeno conductor. dirigió una larga mirada. –¡Razona,
niña!–, le espetó el hombrecillo con
Un vozarrón la interrumpió. –¡ES cara de interrogación.
MI CARRO! ¡NADIE TE DIO PER- –¡Ustedes porque son de acá! ¡Yo no
MISO PARA METERTE. LARGO DE soy de acá!– le replicó Alicia.
AQUÍ O LLAMARÉ A LA POLICÍA– y –¿De dónde eres, pues?–.
señaló la puerta del vehículo. –¡Yo soy de otro lugar!–.
Entonces, ignorando al maleduca- –Pero entonces en ese otro lugar
do conductor abrió la puerta y salió. tampoco estarías perdida. Debo supo-
Lo curioso es que no volvió a la carre- ner que en ese lugar también hay gente
tera atestada sino a un paraje don- que NO ESTÁ PERDIDA–.
de construían un puente. Las filas de –Allá no estoy perdida, pues es mi
vehículos a ambos lados del puente lugar de habitación. ¡Acá si lo estoy!–.
eran kilométricas. –¡Bueno, bueno! No me vengas con
Observó a un hombrecillo flacucho, filosofías extrañas. Estoy muy ocupado
palidejo y pequeño que estaba hacien- resolviendo un problema mayúsculo y
do visajes y viendo atentamente un debo entregar su solución al gobierno
plano con una cantidad de rayas y ano- de la república, niña–, le gritó enojado
taciones que lo hacían casi ilegible. Se el hombrecillo quien volvía en ese mo-
llevaba las manos a la cabeza, se mi- mento a sus sesudos cálculos.
raba las manos y contaba con los de- –Está bien. Pero ¿me puede decir dón-
dos, mientras entornaba los ojos como de estoy?–, preguntó resignada Alicia.
recordando algo en verdad importante. –¡Tu estás acá! ¡Qué niña! No en-
Se acercó. tiendes nada de nada–, le volvió a insis-
tir el hombrecillo con cara de fastidio.
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–Sí, pero ¿dónde es acá?–. en este puente empezaron cuando mi


–Pues acá es acá. ¡No puede ser que bisabuelo se casó, sí, ¡cómo olvidarlo!
mi acá no sea tu acá! No es tu allá–. Fue en ese año, sí señor–, lo dijo con
–¡Ya se que no es mi allá y que es- una cara de felicidad absoluta por res-
toy acá! Solo deseo saber donde es acá. ponder una pregunta tan complicada.
¿Cómo se llama acá?–.
–Acá es acá. ¡No puede ser otro lu- Observó a Alicia con una mirada
gar! No entiendes nada de nada. ¡Eres neutra. –Bueno, era lo que me contaba
muy burra!– y el hombrecillo se frotaba mi abuelito cuando yo era chico, claro
las manos con frustración. está–, lo dijo mientras con timidez ju-
–¡Mire, tampoco me falte al respe- gaba con sus dedos.
to!–, le gritó Alicia enojada por el trato
del hombrecillo. –¿Tanto tiempo?–. Alicia no daba
–Es que me sacas de quicio, niña. crédito a lo que había escuchado.
Ya me has quitado mucho tiempo. –Bueno, es una manera de tener ocu-
¡Debo saber cuándo terminaremos este padas a las compañías constructoras–.
dichoso puente! Y tú me estás enfadan-
do, no me estoy concentrando. Debo Alicia mejor se alejó para interro-
terminar hoy mismo mis cálculos, pues gar otros empleados, pues realmente
debo informar a mi superioridad so- estaba preocupada, pues no sabía dón-
bre cuándo se terminará este dichoso de se encontraba y necesitaba volver a
puente. ¡Acaso no entiendes que es- su mundo. Este ya la estaba colmando.
toy ocupado y que debo concentrarme
en mis cálculos!–, le espetó enojado el –Señor, señor. ¡Deseo saber don-
hombrecillo de los grandes lentes. de estoy! ¿Puede decirme si no le
–Sí, sí, no se enoje. Disculpe por importa mucho?–, interrogó Alicia
interrumpir su sesudo cálculo–, le dijo a otro empleado que usaba un tubo
Alicia con un deje de altivez. para hacer palanca.
–Tampoco ironices, que no merezco
tal trato–, frunció el ceño el hombreci- –Eso depende–, le contestó el hombre.
llo y volvió a sus cálculos. –¿De qué depende?–.
–De que realmente me importe
Alicia lo observó. Le hizo gracia la mucho o poco. ¡Tu misma lo dijiste!–,
carilla de refunfuño del hombrecillo. le contestó el hombre encogiéndose de
hombros. –¡La verdad no me importa
–¿Y desde cuando están haciendo nada!–, volvió a responder el hombre
este puente?–. de la palanca.
–¿Este puente? ¡Ahora verás!–. El –Bueno y ¿qué pasa si le importa
hombrecillo entornó los ojos y comenzó mucho?–.
a hacer memoria. –Cuando yo ingresé a –Es que no me importa nada! Yo no
la universidad…. A ver…. Y nos pasa- estoy perdido. Yo me encuentro acá, en
mos de casa al barrio donde hoy vivo…. mi lugar de trabajo. Asumo que si yo
A ver… cuando mi mamá cumplió los no estoy perdido, tu tampoco –y siguió
quince años… ¡Sí, ya lo tengo!– dijo utilizando la palanca.
dando palmaditas. –Las reparaciones
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–¡Vuelve la burra al trigo! –dijo Ali- –¡No entiendo! ¡Usted me deja per-
cia entre dientes. pleja! Pero, en fín, me estaba diciendo
que ya tiene la respuesta de cuándo se
Se devuelve Alicia, resignada, a terminará el puente–.
seguir su camino, cuando observa al –Sí, claro, ¡lo tengo! ¡lo tengo! ¡El
hombrecillo del plano dando brincos gobierno se pondrá feliz con mi servi-
de la alegría. Gritaba y cantaba. Se cio! –volvió a la energía el hombrecillo
le acerca. olvidando la discusión del ascua.
–Entonces ¿cuándo terminará el
–¿Por qué la alegría, señor?–. puente según sus cálculos?–.
–¡Pues porque logré conocer la res- –El puente se concluirá, se concluirá
puesta sobre el término de este puente! cuando se termine! ¡Cuando se termine!
Que alegría. Hurra, yuppi–. ¡Es muy lógico!–. Observó a Alicia, que
–¡Cuál es la respuesta!–. apenas pestañeaba de la impresión que
le dio la respuesta. –Cuando se termi-
El hombrecillo puso cara docta. Se ne el puente, entonces se concluirá. ¿No
quitó el casco y de manera solemne em- lo entiendes? ¡Es muy lógico! –volvió a
pezó un discurso sobre cálculos y más mirarla con gesto de éxito. –Cuando se
cálculos. Que la raíz cuadrada del largo concluya el puente; entonces, se termi-
del puente dividido por el volumen de nará su construcción–.
los cimientos multiplicado por las ve-
ces que se mueve la rama del árbol que Alicia, no le dijo nada, lo miró con
está a cien metros de la estructura, da una profunda mirada, y siguió con lá-
que el puente… Toma aire, y continúa: grimas y desconsuelo… (No perdón,
eso es de “Los motivos del lobo” de Da-
–El resultado es que el puente se río). Alicia siguió caminando, caminan-
concluirá, se concluirá… es que estoy do, resignada a hacerse viejecita en ese
tan emocionado, niña, que no me puedo país de locos. Llegó a una ciudad igual-
contener, pues tengo ganas de llorar de mente atestada de vehículos. Motos, bi-
la emoción–. cicletas, camiones, buses, automóviles,
–Bueno, no llore, usted, pues me todos a un tiempo querían pasar por
tiene en ascuas–. una intersección pero no lo lograban.
–¡Mentira! ¡No te estoy queman- Estaban detenidos. La gente se hacía
do por ninguna parte! ¡Eres una niña vieja en el vehículo. La gente por las
embustera!–. Se le quedó mirando con aceras caminaba por esa congestiona-
una mezcla de preocupación, enojo y de da ciudad. Era gente sonámbula, como
extrañeza. –Cualquiera que oye lo que en trance. Todos observando sus celu-
dices pensará que este humilde servi- lares, llamando, poniendo mensajes,
dor tiene un ascua con el que te quema! en fín trataban de caminar al tiempo
–le espetó el hombrecillo con un mal di- que leían abstraídos en la pantalla de
simulado gesto de temor. los teléfonos. En los parques, la gente
sentada en los poyos no hablaba entre
El hombrecillo seguía mirando con ellos, sino que siempre con el celular
preocupación a Alicia y negaba a cada por amigo. Lo peor es que hasta los
rato que la estuviera quemando. conductores no veían por donde metían
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el vehículo, lo que les importaba era entendía que cada vez se convencía
usar constantemente su celular. ¡Era del absurdo de esa sociedad tan pero
una locura! El colmo fue una jovencita tan extraña. Al oír a las pantallas se
que por ir distraída usando su celular les acercó
se cayó en un hueco y quedó el celular –Hola, pantallas. Las oí sin que-
en el aire el tiempo suficiente para que rer lo que estaban comentando entre
un raterillo lo apañara y saliera cami- ustedes. Me parece tan extraño que la
nando despreocupadamente abstraído gente se comporte de esa manera –las
en la pantalla del teléfono, al punto observó con resignación.
que Alicia pensó si el síndrome ese era –¿Y tú? ¿Por qué no estás en la fies-
contagioso. ¡Qué terror! ta de las compras, como toda esa turba
de locos y locas? Es que no tienes dine-
En otro sitio de la atestada ciudad, ro –la observó con cierta malicia una de
la gente corría a comprar, comprar; sa- las pantallas.
lían de las tiendas cargadas con cajas, –En realidad, estoy perdida. Llegué
para enrumbar hacia las casas de em- a este país por accidente siguiendo a un
peño a pignorar lo que ya habían com- conejo a través de una gran madrigue-
prado, porque se quedaban sin efectivo ra–. Alicia se cayó por un momento y
para seguir en la fiesta comercial. luego sin dejar hablar a las pantallas les
preguntó: –¿Saben qué país es este?–.
–Señor, señor. Disculpe, pero qué es
lo que ocurre? La gente está como loca!–. Entonces, una de las pantallas se
–No me molestes, niña, que voy a volvió a la otra y comentó a media voz:
prisa porque me ganan la pantalla pla- –Qué miedo, una loca, se ve que esta-
na que está en el Almacén El Garrota- mos pal gato. Mejor no le hagas caso,
zo, y aún tengo que ir a la casa de em- mujer, que te puede quebrar de un gol-
peño a dejar esta pantalla que acabo de pe –y se quedó callada viendo para otra
comprar. ¿En qué país vives? ¡No sabés dirección.
que hoy y mañana son los días de colo- Alicia siguió caminando contem-
res! ¡Todo está a mitad de precio!–. Sa- plando con admiración lo que veía a
lió disparado para meterse al almacén cada paso que daba.
a pelearse las gangas que otras perso- Caminando, caminando, llegó a
nas también se disputaban. una carretera que era cruzada por una
–¡Sí, viste mujer! El hombresucho línea férrea. A ambos lados de la ca-
ese que me compró me va a llevar a la rretera se levantaban sendos cucuru-
casa de empeño, pues no tiene dinero. chos de chatarra. En la cima de uno de
Es tan estúpido –le decía una panta- ellos, aún se podía ver un vehículo todo
lla plana a otra que la oía con mucha arrugado en donde una de las llantas
atención. todavía giraba y del vehículo salía con
–Igual me pasó a mí. La mujer que dificultad un hombre todo golpeado.
me compró se enteró que se quedó sin Mejor no preguntó. No había recorrido
recursos, “harina” dijo ella; entonces, cincuenta metros cuando oyó la pitore-
se fue para la casa a empeñar unas jo- ta del tren que anunciaba su cercanía
yas para, agárrate, para seguir com- al cruce. A ella siempre le gustaron
prando… ¡No es una manía!–. Alicia los trenes, se volvió para verlo pasar,
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pero cuál fue su sorpresa que la calle –¿Mula? ¿Culpa de una mula? –Ali-
otrora vacía, lucía un embotellamiento cia no salía de su extrañeza.
espantoso, al punto de que el tren pasó –Sí, niña, de la tontoneca de la
llevándose dos vehículos que se insta- mulilla que tienen en el instituto de
laron justamente sobre la vía férrea. caminos para trazar las rutas de las
Ambos salieron volando y quedaron carreteras –mientras el hombre se ins-
sobre los cucuruchos de chatarra. La peccionaba las uñas despreocupado.
gente empezó a protestar que el tren –¿Tienen una mula que les traza
no tiene cuidado, que otra vez chocó los caminos? –preguntaba Alicia, en el
con los vehículos que intentaban pasar colmo de la consternación.
por un cruce de tren que no tiene seña- –Sí. ¿Cuál es la sorpresa? Así es
lización, que el tren no pitó anuncian- como debe hacerse, ¿o no?–. Se que-
do su fatídica presencia. En fin, mejor daba hilvanando la idea y proseguía.
Alicia siguió caminando, hasta llegar –Siempre que es menester la construc-
a la esquina que al doblarla, apareció ción de un camino se suelta una mula
como teletransportada a un sector de borracha–. La mulilla cercana con una
una carretera que iban a inaugurar en amplia sonrisa movía la cabeza en se-
ese momento. ñal de aprobación a la docta explica-
La carretera comunicaría en el mí- ción del hombre.
nimo tiempo posible las ciudades de –Pero ¿una mula… borracha?–.
Don Ramón con Pesada, o algo por el Aún Alicia no salía de su estupor. No
estilo. No obstante, observó que la tal se imaginaba una mula borracha mar-
carretera tiene una grieta impresionan- cando rutas para caminos.
te que la parte por el medio y a lo lejos –¡Es muy lógico! ¿O nó? La mula
se observa parte de la ladera izquierda borracha tiene que coger sendero por
caída sobre la vía. Se extraña, entonces donde no le cueste caminar, acuérdese
pregunta a un señor que la observaba. niña que la mula va caminando borra-
cha. Pero la tonta mula no se percató
–¿Están inaugurando una carrete- que el terreno por donde pasó estaba
ra con tal grieta por medio? Y con las flojo y entonces ocurrió esto…–. Y se-
laderas caídas–. ñalaba la gran grieta testigo mudo de
–Sí–. la incompetencia de la mulilla borracha
–¿No sería mejor que la arreglen que mandaron para abrir brecha. –Pero
primero? –le preguntó Alicia en el col- no te preocupes, pues después de que la
mo de la extrañeza. inauguren mandarán otra mula borra-
–Pero ¿no estás contenta con el cha para que rectifique el sendero por
desarrollo que muestra esta parte del el que ha de abrirse el nuevo camino–.
país? –le preguntó el hombre.
–Sí me alegro, pero ¡la carretera El hombre observó a Alicia, con
está toda rajada! –Alicia señala, asus- docta mirada, orgulloso de su sabia
tada, la gran grieta. explicación.
–Cierto! Está rota. Pero fue culpa
de la mula. ¡Condenada mula tonta! –y –Pero ¿una mula borracha? No veo
puso cara de circunstancias mientras que sea una solución adecuada. No se-
decía esto. ría mejor no inaugurarla para hacer
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las mejoras…–. Alicia fue interrumpi- Al volverse, Alicia se asustó tanto al


da por el hombre quien le comentó que ver tan cerca de ella una cabezota dien-
en el país se acostumbraba así y así te- tona que le sonreía al tiempo que comía
nía que ser. una zanahoria que perdió el equilibrio
y cayó por la ladera empinada del cer-
El hombre observó con fastidio a la cano río. Cayó en un plano cercano al
preguntona y cuestionadora niña que río mal oliente y lleno de basura. Las
tenía al frente. espumas, tales como albas palomas, se
elevaban y quedaban pegadas a las ra-
–¿Cuál es el problema? Así se han mas de los arbustos de las orillas. Pa-
trazado las carreteras en este país. En recían arbolitos de navidad blanquea-
una de esas carreteras que ya está en dos de nieve. Además, el cauce estaba
servicio, se usaron 27 mulas para trazar atestado de botellas plásticas, bolsas,
la ruta. El presidente estuvo de acuer- llantas, entre muchos otros desechos.
do y la inauguró antes de terminarla–.
La mulilla puso cara de circunstancias Las botellas cantaban alegres.
y movió la cabeza con resignación. El –¡Ay, ay ay! Que felicidad. Nos acerca-
hombre siguió su perorata. mos al lugar del descanso eterno. Un
–Ese mismo presidente era tan pero terreno de promisión en donde podre-
tan eficiente que incluso inauguraba mos ver y hablar con nuestros antepa-
las obras sin que estuvieran hechas –se sados –Alicia se acercó.
quedó mirando a Alicia con una mirada
de suficiencia. –¿En qué país los presi- –¿Ustedes tienen una tierra donde
dentes son tan eficientes que inaugu- verán a sus antepasados?–.
ran la obra antes de empezarla? Solo –Sí. Dicen que es una playa en la
en este, niña. Acá hay eficiencia –y se desembocadura de este río –intervino
sobaba las manos con gran orgullo. una diminuta botellita color azul chis-
–Pero ¿y los profesionales ¿qué di- peante. –Ahí seremos felices por siem-
cen al respecto? –preguntaba Alicia pre –decía otra que una vez contuvo
circunspecta. desinfectante.
–¿Quienes? –preguntaba el hombre –Pero no solamente es el paraíso
con cara de interrogación. –¿Qué son de ustedes, también el mío –interve-
pro… qué cosa? No niña, en este país nía con una voz cascada una vieja la-
eso de los pro... No sé dónde lo sacaste. vadora mientras esperaba la siguiente
Acá mandan los políticos, ellos son los crecida para avanzar hacia el paraíso
que deciden las obras que se realizan y de los desechos. –Habré de encontrar a
dónde. Nosotros los apoyamos porque mi abuelita que hace mucho tiempo la
hacen el mejor de sus esfuerzos para botaron a este río sus antiguos dueños
mejorar el país –dijo su discurso con –gritó esperanzada.
una cara de suficiencia para impresio- –Y tú. Niña, ¿por qué te botaron?
nar a Alicia. ¿Ya no sirves? –le preguntó el casarón
de un antiquísimo auto atascado entre
En eso estaban cuando una mula las piedras.
que estaba en las cercanías, llegó por –¡A mí nadie me ha botado! ¡Me caí
detrás de Alicia a olfatearle la espalda. al río que es diferente! –respondía Alicia
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–Ja, ja, ja, niña. Sigue durmiendo desesperada por abandonar ese país
de ese lado. Al principio, todos decimos extraño que también se lanzó de cabe-
lo mismo, y ya ves, somos desechos que za al hueco.
alguien en algún tiempo botó al río– in- Fueron instantes en que cayó como
tervino un colchón enredado en las ra- un fardo, veía pasar como en una pelí-
mas del cauce. cula todo lo visto ese día: gente furibun-
–Es en serio, señor colchón. Me caí. da comprando y vendiendo a mansal-
Me asustó una mula. Pero ya me voy. va, mezclada con millones de vehículos
Espero que todos lleguen a ese paraíso que seguían ordenadamente las mulas
que anhelan.- Todas las basuras se des- borrachas que abrían senderos en la
pidieron de Alicia, quien escuchó al ale- montaña virgen protegida por el esta-
jarse las botellas con su canto sin fin so- do, porque nos encanta la naturaleza,
bre su dichoso paraíso. Es en fín un país mientras tanto todos los choferes y
rarísimo, más complejo del que proven- gente de a pie en la gran ciudad bota-
go donde gobierna la Reina de Corazo- ban sus desechos en calles y ríos y es-
nes. Si estuviera oyendo a las basuras tos desechos felices por llegar al paraí-
de este río las mandaría a que les corten so de la basura en las playas del país.
las cabezotas, pensaba Alicia mientras Otros conductores reían diabólicamen-
subía por la empinada ladera. Resba- te mientras lanzaban sus vehículos al
laba debido a las pompas de jabón que encuentro con el tren lo que hacía que
la cubrían por completo. Por fin llegó al los cúmulos de chatarra llegaran hasta
término de la loma y llegó nuevamente el cielo y explotaran en una terrorífi-
a la carretera atestada de vehículos en ca erupción de latas, motores, llantas,
donde había empezado el recorrido por tornillos que al caer se convierten otra
ese extraño país. Frente a ella se alza- vez en los vehículos atascados en las
ba un rótulo publicitario con figuras de inmensas presas de ese extraño país.
animales, selva verde, ríos y playas azu- De un pronto a otro despertó en un
les, gente disfrutando de la naturaleza, prado donde las flores, ya preocupadas
y bajo la pintura una leyenda que de- por el sueño profundo en que cayó Ali-
cía: “EN ESTE PAÍS AMAMOS LA NA- cia, se preguntaban unas a otras qué le
TURALEZA”. Alicia mejor se mordió la pasará a Alicia. No despierta. Hay que
lengua para no replicar una blasfemia llamar a la oruga fumadora o al Som-
de tal jaez, más cuando venía de hablar brerero para que la examine. Entonces
con la basura acumulada en el río. cuando las flores se percataron del des-
pertar de Alicia respiraron tranquilas.
De momento observó otra vez al
conejo que corría, más loco que nun- –Hola, amiguitas, las veo preocu-
ca, desesperado por llegar al té de la padas –dijo Alicia mientras se restre-
condesa. Alicia lo siguió y observó gaba los ojos y luego daba un bostezo
que el conejo se detenía y se volvía a largo, largo.
observarla con una maliciosa mirada. –Es que tenías meses de no desper-
Luego, volvió a su rutina de correr a tar de ese sueño pesado –le contestó
todo lo que le daban las piernas y se doña Rosa, que en ese momento daba
lanzó de cabeza en un hueco de la ca- un moquete a la altiva Margarita que se
rretera. Alicia lo siguió y estaba tan burlaba de ella debido a sus feas espinas.
PERALDO. Alicia en el país de las maravillas. Poesías Desesperadas 533

–Soñé con un país muy bello, pero dormida, la Reina abdicó, dijo estar
con gente sumamente extraña y contra- cansada de dirigir el país y de cortar
dictoria –les contó Alicia, mientras se cabezas –tomó otro sorbito de té.
incorporaba y se sacudía sus enaguas –¿Te acuerdas de Donato Triun-
de las briznas de césped adheridas. fo?, el sobrino de color rojo de la Rei-
–¡Mucho más extraño y loco que éste!–. na. Pues en él cayó la sucesión al trono
–¿Y qué tiene nuestro país de ex- –dijo esto al tiempo que obsequiaba a
traño y loco, señorita? –le preguntó un Alicia con una mirada entre cómplice y
tanto enojada la Rosa del jardín. maliciosa. –El piensa que somos mala
–Disculpa rosa, no quise ofender- influencia para los demás en este país.
la–. Se despidió de las flores y corrió en Por ese motivo nos encerrará con un
busca del Sombrerero. muro. Pero ¡nos prometió que a cambio
lo pintará de color zanahoria! –volvió
Cuando llegó al paraje donde vive el a ver a Alicia con una amplia sonrisa–
Sombrerero, observó a unas comadrejas ¡No te parece de ilusión ese color!–.
que estaban construyendo algo que no –Pero ¡no podrían salir de este pre-
reconoció qué podría ser. Se acercó a la dio! ¿Qué van a hacer al respecto? –
larga mesa del té donde el Sombrerero, preguntó Alicia con un tono alarmado.
la señora Rata y el señor Lirón compar- –¡Nada! Seguir tomando el té –res-
tían el té de la tarde. –Hola a todos, ¿me pondió El Sombrerero encogiéndose de
puedo servir una taza de té?–. hombros. –Además, no queremos ver ni
oír a la Baronesa y su cerdito. ¡Gritan
–Bienvenida, Alicia, pensamos que mucho, como locos! Ya estamos cansa-
el hada de los sueños te había raptado dos de oírla y el muro nos separará de
para siempre. Siéntate y sírvete, es- tan ingrata vecina–.
tás en tu casa –la invitó el Sombrerero –Gritan muuuuchoo –dijo el Lirón
mientras le lanzaba una taza a la ca- entre un gran bostezo y se quedó nue-
beza del asueñado lirón que ni sintió el vamente dormido.
tremendo golpe que recibió.
Alicia no sabía qué pensar. Entre
Ante la mirada interrogadora de este mundo y el que conoció en sueños
Alicia ante la construcción, el Sombre- le quedaban tremenda incertidumbre
rero se adelantó: –Están construyendo si era ella la loca o los demás. ¡Ya no
un muro, dicen que para separarnos pensaba con claridad! Entonces, tomó
del resto de los habitantes. Dicen que un sorbo de té y el resto con toda y taza
estamos completamente locos. ¡Te lo se la lanzó al Sombrerero, quien se
puedes creer!–. apartó y como si nada siguió tomando
el té, no sin antes obsequiarle con una
–¿Por qué no reclaman a la Reina amplia y cómplice mirada.
de Corazones para que explique este Si no puedes con ellos, únete a ellos,
atropello? –le sugirió Alicia, visible- pensaba Alicia mientras le lanzaba la
mente molesta. azucarera a la cabeza de la rata que se
–Porque la Reina de Corazones ya encontraba cómodamente sentada al
no gobierna este país –tomó un sorbi- otro extremo de la larga mesa.
to de té y continuó. –Cuando estabas
534 Revista de Lenguas Modernas, N.° 28, 2018 / 523-538 / ISSN: 1659-1933

Poesías Desesperadas

Giovanni Peraldo Huertas

Reproche y la cama queda partida por ideático

S
serrucho.
ale el Sol de la esperanza,
cálido sin que queme, Te cuento que cuando viajo, camino y
luminoso sin que encandile, camino
hinchado de añoranza. se abre un mundo de mágico deseo.
Quiero volar al fin del universo, cual
El niño, con ojos de reproche mágico estornino,
lo observa y lo admira, y poseer una estrella con un mil
desde la ventana raída escarceos.
del tugurio de gangoche.
Te cuento que cuando viajo, y no te rías,
Coronado, noviembre de 2007 mi espíritu libre se siente
porque sabiamente presiente,
que llevo mi mochila llena de poesías.
Te cuento

T
(Valparaíso, Chile, 1.° de noviembre de 2008)
e cuento que cuando viajo, y no
te rías,
llevo la mochila llena de poesías, Catecismo

¿D
que desgrano cuando la oportunidad se
presenta ónde está el reino de la poesía?
y mi musa, de su dulce sueño despierta. En la lágrima de ternura
que la musa regurgita.
Te cuento que cuando viajo, camino y veo,
me pierdo en la realidad del ensueño. ¿Qué dimensiones tiene?
Cada sitio que veo, cada piedra que cu- Hasta donde crea el poeta que poesía
rioso manoseo es una norma.
es un tema de un monólogo cabildeo.
¿Con qué otros reinos limita?
Te cuento que cuando viajo, palpo y Con los sentimientos que se nutren de
escucho, armonía.
mi espíritu y mi musa hacen el amor
lujuriosamente; ¿De cuántas musas se conforma?
eyaculaciones de poesía se esparcen Del número de espíritus sensibles al
estrepitosamente amor eterno.
PERALDO. Alicia en el país de las maravillas. Poesías Desesperadas 535

¿Cuántos seres de maravilla lo habitan? Recién me siento noche.


Los que habiten en la sutil y febril Lágrimas de derroche
mente del poeta. oscuras, que queman,
noche eterna que siento.
¿Cómo hablan con nosotros desde la
poética región? Recién me siento noche,
Desde todo lo que nutre a la sensible tenebrosa como tumba,
melancólica pluma. pesada como el hierro,
por eso la saco del tintero.
¿Qué quieren de nosotros esos seres?
Muy simple: la poesía. Noche que siento noche...
Noche sin luna...
Coronado, 20 de noviembre de 2008 Noche sin noche…

Coronado, junio de 2009


Tristeza

¡S
í existe la sonrisa triste! Soledad

L
Es un sollozo disfrazado
o una lágrima esperanzada a soledad en mi alma
en un calvario en ristre. es pesada como el plomo viejo,
quema, como el hierro a la fragua.
¡Sí existe la sonrisa triste¡ Ensordece como un grito añejo.
es una tarde oculta por la angustia,
es la mirada aplastada de fracaso, La soledad en mi alma
desde un profundo y oscuro cielo. es la gárgola que me rasga,
que busca extinguirme
¡Sí existe la mirada triste! igual que el agua al rojo fuego.
es una lágrima travestida,
una mueca mal nutrida, Coronado, junio de 2009
una mancha de un sucio traste.

Coronado, junio de 2009 El grito

E
l grito, al galope, sale de mi boca,
Noche como caballo loco,

R
como gacela perseguida,
ecién me siento noche, cual fantasma que huye del averno.
sin luna, Es el grito encerrado por milenios,
sin estrellas, el padre eterno de los gritos,
noche oscura, perruna. el robusto grito de los gritos.
Recién me siento noche,
sin brisa, Coronado, junio de 2009
sin noche,
noche negra, sin prisa.
536 Revista de Lenguas Modernas, N.° 28, 2018 / 523-538 / ISSN: 1659-1933

Visiones y me elevé hacia las alturas de la pin-

A
che botella.
l terminar la última gota
me asomé al fondo de la botella. Pude ver el redondo cráter desde abajo
Vi feas enteramente bellas, cómo crecía, y esos deformes rostros,
ángeles y demonios. de políticos en celo
que evocan vileza y pecado,
Mi vida entera en el fondo de la botella. depravaciones de riqueza,
No contento con ello almas friéndose en el caldo del infierno,
me escurrí por el orificio estrecho. billeteras untadas de excremento.
En caída libre por entre etílicos vapores,
por entre sierras y llanuras Caras deformes, espectros burlones,
puse mi huella, trasnochadas modelos de pasarela,
la primera huella que la especie humana, el frío intenso de la hermana muerte,
por ser humana se da el lujo de poner de la santa maldita indiferencia,
por donde primero pisa. un frío que traspasaba los raquíticos
huesos
Ese día pisé fuerte, puse una servilleta de niños hambrientos,
por bandera de putas histéricas sin dinero.
y salí en galope hacia el horizonte;
a ese horizonte que oteaba en el hori- Pelucas trasvestidas en el pestífero
zonte de la botella. caño,
Horizonte horizontalmente vacío, borrachos pidiendo el alcohólico sobro.
había nada de nada, El escenario todo de una ciudad
todo estaba fuera de la botella. macilenta,
llena de degeneración, de deseo, de ri-
Alcé la vista y con espanto, sas dolientes,
el más grande espanto de los espantos de vértigo, de vómito fresco en el
pude ver mis más deformes visiones pavimento.
riéndose de mí, De linduras dichas con la hipocresía
ahí, fuera de la botella, más hedionda,
constelaciones de espectros, duendes, de zorras juntando monedas
caras confusas, besando rubios culos de reales familias.
sexos en escatológica orgía Abrí los ojos, claridad, solo claridad.
de la que surgían raquíticos órganos
sexuales Logré asirme al romo borde
en franco agotamiento. pero ya no pude ver nada más,
solo vacío, vacío eternamente vacío…
¿Cómo salir? Los buses, gente por la acera,
¿Cómo alcanzar el romo borde del re- rugiente marejada de voces,
dondo cráter? nubes arracimadas de una luminosa
mañana veranera.
Hasta que llegó el hada de la botella Cegome el candente brillo de una botella.
y con un erecto pincho
me roció esencia de estiércol, Coronado, marzo de 2011
PERALDO. Alicia en el país de las maravillas. Poesías Desesperadas 537

Canción en desarmonía Llego mudo y no digo la palabra que

¡O
no sale.
h, muerte, que te quiero lejos! No puedo proferir mi duda más profunda.
¡Oh, muerte, que te quiero Sacar mi miedo más oculto.
al fin! Ver la realidad desnuda.

Tú eres lo más afable de la existencia, Me conduce el sufrimiento.


pues deseas a todos por igual. Me detiene la hipocresía de la pléyade.
La paz que das a la vida, Me asusta la lágrima y el lamento,
se trueca en futuros renaceres. cadavéricos, mustios, fríos como el jade.

La más temida por la vida, ¿Dónde vamos después?


aunque sin ti, la vida pierde sentido. ¿Podremos encontrarnos?
Es la obsesión que acumula el viviente ¿Dónde se pudren nuestros huesos?
para descargarla en la Estigia oscura. ¿En qué lugar se añora el sufrimiento?

El manantial que todo lo iguala, ¿Dónde queda la lágrima vertida?


donde todos somos uno, ¿Quién recoge los ayes lastimeros?
absortos en la paz incorde de la tumba, ¿Dónde quedan los suspiros sinceros?
en la memoria oscura y rala. ¿En qué punto acaba nuestra propia
vida?
Tumba que destila vanidades
que nutren las lágrimas y el recuerdo. Preguntas que juegan con el miedo.
Lágrimas que riegan campos de que viajan al recuerdo.
vivencias, Recuerdo compartido en nuestra men-
en el anochecer del sufrimiento. te intacta,
en una sociedad que oculta se desgasta.
Sin embargo, ante el velorio y el difunto,
llego mudo, tenso, no sé qué decir. Nuestra sociedad cada día muere.
Ante el deudo, me atormento y la pala- Nuestro sentir se apaga en el sufri-
bra junto, miento.
y la fría distancia quiero medir. El afán de ser humano desaparece,
en un mañana de escatológico sortilegio.
La muerte me impresiona tanto.
Como la existencia misma, Recuerdos de lamentos obstinados
lo insondable del universo. que juegan en el cuerpo hecho alma,
Me veo como un cascarón macabro convergen en el recuerdo más profundo
y vacío. de los seres que vivieron hace tiempo.

Me impresionan los ambientes lóbregos. Mas ahora, la vida se nutre de muerte.


Tanto, como el tormentoso mar del su- Es el reflejo en el espejo
frimiento, del que a asomarse se atreve
como el beso de la novia, confusa, espe- para ver su imagen desdibujada.
ranzada,
o el grito que se pega en el silencio.
538 Revista de Lenguas Modernas, N.° 28, 2018 / 523-538 / ISSN: 1659-1933

La muerte viaja en el espejo.


Atemoriza a los que viven dentro
que esperan de su imagen de afuera,
la sentencia de viva, viva o muera,
muera.

Coronado, 20 diciembre de 2009

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