Fabulasliterarias Iriarte
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Language: Spanish
FÁBULAS LITERARIAS
DE
TOMÁS DE IRIARTE
EDICIÓN ARREGLADA
POR
JAIME FITZMAURICE-KELLY
EN LAS PRENSAS
DE LA UNIVERSIDAD DE OXFORD
1917
HUMPHREY MILFORD
PUBLISHER TO THE UNIVERSITY
Índice
FÁBULA
FÁBULAS LITERARIAS
PRÓLOGO
FÁBULA I
El Elefante y otros animales
(Ningún particular debe ofenderse de lo que se dice en común.)
Esta fabulilla,
Salga bien o mal,
Me ha ocurrido ahora
Por casualidad.
Cerca de unos prados
Que hay en mi lugar,
Pasaba un Borrico
Por casualidad.
Una flauta en ellos
Halló, que un zagal
Se dejó olvidada
Por casualidad.
Acercóse a olerla
El dicho animal,
Y dió un resoplido
Por casualidad.
En la flauta el aire
Se hubo de colar,
Y sonó la flauta
Por casualidad.
¡Oh! dijo el Borrico:
¡Qué bien sé tocar!
¡Y dirán que es mala
La música asnal!
Sin reglas del arte,
Borriquitos hay
Que una vez aciertan
Por casualidad.
FÁBULA IX
La Hormiga y la Pulga
(Para no alabar las obras buenas, algunos las suponen de fácil
ejecución.)
A orillas de un estanque,
Diciendo estaba un Pato:
"¿A qué animal dió el cielo
Los dones que me ha dado?
"Soy de agua, tierra y aire:
Cuando de andar me canso,
Si se me antoja, vuelo;
Si se me antoja, nado."
Una Serpiente astuta,
Que le estaba escuchando,
Le llamó con un silbo,
Y le dijo: "¡Seo guapo!
"No hay que echar tantas plantas;
Pues ni anda como el gamo,
Ni vuela como el sacre,
Ni nada como el barbo;
"Y así tenga sabido
Que lo importante y raro
No es entender de todo,
Sino ser diestro en algo."
FÁBULA XIV
El Manguito, el Abanico y el Quitasol
(También suele ser nulidad el no saber más que una cosa; extremo
opuesto del defecto reprendido en la fábula antecedente.)
Aunque renieguen de mí
Los críticos de que trato,
Para darles un mal rato,
En otra fábula aquí
Tengo de hacer su retrato.
Estando pues un Trapero
Revolviendo un basurero,
Ladrábanle (como suelen
Cuando a tales hombres huelen)
Dos parientes del Cerbero.
Y díjoles un lebrel:
"Dejad a ese perillán
Que sabe quitar la piel
Cuando encuentra muerto un can,
Y cuando vivo, huye de él."
FÁBULA XXIV
El Papagayo, el Tordo y la Marica
(Conviene estudiar los autores originales, y no los copiantes y malos
traductores.)
El Águila y el León
Gran conferencia tuvieron
Para arreglar entre sí
Ciertos puntos de gobierno.
Dió el Águila muchas quejas
Del murciélago, diciendo:
"¿Hasta cuándo este avechucho
Nos ha de traer revueltos?
Con mis pájaros se mezcla,
Dándose por uno de ellos;
Y alega varias razones,
Sobre todo la del vuelo.
Mas, si se le antoja, dice:
Hocico, y no pico, tengo.
¿Cómo ave queréis tratarme?
Pues cuadrúpedo me vuelvo.
Con mis vasallos murmura
De los brutos de tu imperio;
Y cuando con éstos vive,
Murmura también de aquéllos."
"—Está bien, dijo el León:
Yo te juro que en mis reinos
No entre más."—"Pues en los míos,
Respondió el Águila, menos."
Desde entonces solitario
Salir de noche le vemos;
Pues ni alados, ni patudos,
Quieren ya tal compañero.
Murciélagos literarios,
Que hacéis a pluma y a pelo,
Si queréis vivir con todos,
Miraos en este espejo.
FÁBULA XXVII
La Mona
(Hay trajes propios de algunas profesiones literarias, con los cuales
aparentan muchos el talento que no tienen.)
Un pintado Guacamayo
Desde un mirador veía
Cómo un extranjero payo
(Que saboyano sería)
Por dinero una alimaña
Enseñaba, muy feota,
Dándola por cosa extraña;
Es a saber, la Marmota.
Salía de su cajón
Aquel ridículo bicho;
Y el ave desde el balcón
Le dijo: "¡Raro capricho!
"Siendo tú fea, ¡que así
Dinero por verte den,
Cuando siendo hermoso, aquí
Todos de balde me ven!
"Puede que seas, no obstante,
Algún precioso animal;
Mas yo tengo ya bastante
Con saber que eres venal."
Oyendo esto un mal autor,
Se fué como avergonzado.
—¿Por qué?—Porque un impresor
Le tenía asalariado.
FÁBULA XXXIX
El Retrato de Golilla
(Si es vicioso el uso de voces extranjeras modernamente introducidas,
también lo es, por el contrario, el de las anticuadas.)
Un mudo a nativitate,
Y más sordo que una tapia,
Vino a tratar con un ciego
Cosas de poca importancia.
Hablaba el ciego por señas,
Que para el mudo eran claras;
Mas hízole otras el mudo,
Y él a obscuras se quedaba.
En este apuro, trajeron,
Para que los ayudara,
A un camarada de entrambos,
Que era manco por desgracia.
Éste las señas del mudo
Trasladaba con palabras,
Y por aquel medio el ciego
Del negocio se enteraba.
Por último resultó,
De conferencia tan rara,
Que era preciso escribir
Sobre el asunto una carta.
"Compañeros, saltó el manco,
Mi auxilio a tanto no alcanza;
Pero a escribirla vendrá
El dómine, si le llaman."
—"¿Qué ha de venir (dijo el ciego),
Si es cojo, que apenas anda?
Vamos, será menester
Ir a buscarle a su casa."
Así lo hicieron; y al fin
El cojo escribe la carta;
Díctanla el ciego y el manco,
Y el mudo parte a llevarla.
Para el consabido asunto
Con dos personas sobraba;
Mas, como eran ellas tales,
Cuatro fueron necesarias.
Y a no ser porque ha tan poco
Que en un lugar de la Alcarria
Acaeció esta aventura,
Testigos más de cien almas,
Bien pudiera sospecharse
Que estaba adrede inventada
Por alguno que con ella
Quiso pintar lo que pasa
Cuando, juntándose muchos
En pandilla literaria,
Tienen que trabajar todos
Para una gran patarata.
FÁBULA XLVI
El Pollo y los dos Gallos
(No ha de considerarse en un autor la edad, sino el talento.)
Un Gallo, presumido
De luchador valiente,
Y un Pollo algo crecido,
No sé por qué accidente
Tuvieron sus palabras, de manera
Que armaron una brava pelotera.
Dióse el Pollo tal maña,
Que sacudió a mi Gallo lindamente,
Quedando ya por suya la campaña,
Y el vencido sultán de aquel serrallo
Dijo, cuando el contrario no lo oía:
"¡Eh! con el tiempo no será mal Gallo:
El pobrecillo es mozo todavía."
Jamás volvió a meterse con el Pollo;
Mas en otra ocasión, por cierto embrollo,
Teniendo un choque con un Gallo anciano,
Guerrero veterano,
Apenas le quedó pluma ni cresta:
Y dijo al retirarse de la fiesta:
"Si no mirara que es un pobre viejo...
Pero chochea y por piedad le dejo."
Quien se meta en contienda,
Verbigracia de asunto literario,
A los años no atienda,
Sino a la habilidad de su adversario.
FÁBULA XLVII
La Urraca y la Mona
(El verdadero caudal de erudición no consiste en hacinar muchas
noticias, sino en recoger con elección las útiles y necesarias.)
A una Mona
Muy taimada
Dijo un día
Cierta Urraca:
"Si vinieras
A mi estancia,
¡Cuántas cosas
Te enseñara!
Tú bien sabes
Con qué maña
Robo, y guardo
Mil alhajas.
Ven, si quieres,
Y veráslas
Escondidas
Tras de una arca."
La otra dijo:
"Vaya en gracia;"
Y al paraje
La acompaña.
Fué sacando
Doña Urraca
Una liga
Colorada,
Un tontillo
De casaca,
Una hebilla,
Dos medallas,
La contera
De una espada,
Medio peine,
Y una vaina
De tijeras;
Una gasa,
Un mal cabo
De navaja,
Tres clavijas
De guitarra,
Y otras muchas
Zarandajas.
"¿Qué tal? dijo;
Vaya, hermana,
¿No me envidia?
¿No se pasma?
A fe que otra
De mi casta
En riqueza
No me iguala."
Nuestra Mona
La miraba
Con un gesto
De bellaca;
Y al fin dijo:
"¡Patarata!
Has juntado
Lindas maulas.
Aquí tienes
Quien te gana,
Porque es útil
Lo que guarda.
Si no, mira
Mis quijadas.
Bajo de ellas,
Camarada,
Hay dos buches
O papadas,
Que se encogen
Y se ensanchan.
Como aquello
Que me basta,
Y el sobrante
Guardo en ambas
Para cuando
Me haga falta.
Tú amontonas
Mentecata,
Trapos viejos,
Y morralla;
Mas yo, nueces,
Avellanas,
Dulces, carne
Y otras cuantas
Provisiones
Necesarias."
Y esta Mona
Redomada
¿Habló sólo
Con la Urraca?
Me parece
Que más habla
Con algunos
Que hacen gala
De confusas
Misceláneas
Y fárrago
Sin substancia.
FÁBULA XLVIII
El Ruiseñor y el Gorrión
(Nadie crea saber tanto, que no tenga más que aprender.)
En un jardín de flores
Había una gran fuente,
Cuyo pilón servía
De estanque a carpas, tencas y otros peces.
Únicamente al riego
El jardinero atiende,
De modo que entre tanto
Los peces agua en que vivir no tienen.
Viendo tal desgobierno,
Su amo le reprende;
Pues aunque quiere flores,
Regalarse con peces también quiere.
Y el rudo jardinero
Tan puntual le obedece,
Que las plantas no riega
Para que el agua del pilón no merme.
Al cabo de algún tiempo
El amo al jardín vuelve,
Halla secas las flores,
Y amostazado, dice de esta suerte:
"Hombre, no riegues tanto,
Que me quede sin peces;
Ni cuides tanto de ellos,
Que sin flores, gran bárbaro, me dejes."
La máxima es trillada,
Mas repetirse debe:
Si al pleno acierto aspiras,
Une la utilidad con el deleite.
FÁBULA L
Los dos Tordos
(No se han de apreciar los libros por su bulto ni por su tamaño.)
Cargado de conejos,
Y muerto de calor,
Una tarde de lejos
A su casa volvía un Cazador.
Encontró en el camino,
Muy cerca del lugar,
A un amigo y vecino,
Y su fortuna le empezó a contar.
"Me afané todo el día
(Le dijo); pero ¡qué!
Si mejor cacería
No la he logrado, ni la lograré.
"Desde por la mañana
Es cierto que sufrí
Una buena solana;
Mas mira qué gazapos traigo aquí.
"Te digo y te repito,
Fuera de vanidad,
Que en todo este distrito
No hay cazador de más habilidad."
Con el oído atento
Escuchaba un Hurón
Este razonamiento,
Desde el corcho en que tiene su mansión.
Y el puntiagudo hocico
Sacando por la red,
Dijo a su amo: "Suplico
Dos palabritas, con perdón de usted.
"Vaya, ¿cuál de nosotros
Fué el que más trabajó?
¿Esos gazapos y otros
Quién se los ha cazado sino yo?
"¡Patrón! ¿tan poco valgo,
Que me tratan así?
Me parece que en algo
Bien se pudiera hacer mención de mí."
Cualquiera pensaría
Que este aviso moral
Seguramente haría
Al Cazador gran fuerza; pues no hay tal.
Se quedó tan sereno
Como ingrato escritor
Que del auxilio ajeno
Se aprovecha, y no cita al bienhechor.
FÁBULA LIII
El Gallo, el Cerdo y el Cordero
(Suelen ciertos autores sentar como principios infalibles del arte
aquello mismo que ellos practican.)
Al eslabón de cruel
Trató el pedernal un día,
Porque a menudo le hería
Para sacar chispas de él.
Riñendo éste con aquél,
Al separarse los dos,
"Quedaos, dijo, con Dios.
¿Valéis vos algo sin mí?"
Y el otro responde: "Sí,
Lo que sin mí valéis vos."
Este ejemplo material
Todo escritor considere,
Que el largo estudio no uniere
Al talento natural.
Ni da lumbre el pedernal
Sin auxilio de eslabón,
Ni hay buena disposición
Que luzca faltando el arte.
Si obra cada cual aparte,
Ambos inútiles son.
FÁBULA LV
El Juez y el Bandolero
(La costumbre inveterada no debe autorizar lo que la razón condena.)
Ciertos animalitos,
Todos de cuatro pies,
A la gallina ciega
Jugaban una vez.
Un Perrillo, una Zorra
Y un Ratón, que son tres;
Una Ardilla, una Liebre
Y un Mono, que son seis.
Éste a todos vendaba
Los ojos, como que es
El que mejor se sabe
De las manos valer.
Oyó un Topo la bulla,
Y dijo: "Pues, pardiez,
Que voy allá, y en rueda
Me he de meter también."
Pidió que le admitiesen;
Y el Mono, muy cortés,
Se lo otorgó (sin duda
Para hacer burla de él).
El Topo a cada paso
Daba veinte traspiés,
Porque tiene los ojos
Cubiertos de una piel;
Y a la primera vuelta,
Como era de creer,
Facilísimamente
Pillan a su merced.
De ser gallina ciega
Le tocaba la vez;
Y ¿quién mejor podía
Hacer este papel?
Pero él, con disimulo,
Por el bien parecer,
Dijo al Mono: "¿Qué hacemos?
Vaya ¿me venda usted?"
Si el que es ciego, y lo sabe,
Aparenta que ve,
¿Quien sabe que es idiota,
Confesará que lo es?
FÁBULA LX
El Volatín y su Maestro
(En ninguna facultad puede adelantar el que no se sujeta a principios.)
Diabólica refriega
Dentro de una bodega
Se trabó entre infinitos
Bebedores Mosquitos.
(Pero extraño una cosa:
Que el buen Villaviciosa
No hiciese en su Mosquea
Mención de esta pelea.)
Era el caso que muchos,
Expertos y machuchos,
Con tesón defendían
Que ya no se cogían
Aquellos vinos puros,
Generosos, maduros,
Gustosos y fragantes,
Que se cogían antes.
En sentir de otros varios,
A esta opinión contrarios,
Los vinos excelentes
Eran los más recientes,
Y del opuesto bando
Se burlaban, culpando
Tales ponderaciones
Como declamaciones
De apasionados jueces,
Amigos de vejeces.
Al agudo zumbido
De uno y otro partido
Se hundía la bodega,
Cuando héteme que llega
Un anciano Mosquito,
Catador muy perito;
Y dice, echando un taco:
"¡Por vida del dios Baco...!
(Entre ellos ya se sabe
Que es juramento grave):
Donde yo estoy, ninguno
Dará más oportuno
Ni más fundado voto;
Cese ya el alboroto.
A fe de buen Navarro,
Que en tonel, bota o jarro,
Barril, tinaja, o cuba,
El jugo de la uva
Difícilmente evita
Mi cumplida visita;
Y en esto de catarle,
Distinguirle y juzgarle,
Puedo poner escuela
De Jerez a Tudela,
De Málaga a Peralta,
De Canarias a Malta,
De Oporto a Valdepeñas.
Sabed, por estas señas,
Que es un gran desatino
Pensar que todo vino
Que desde su cosecha
Cuenta larga la fecha,
Fué siempre aventajado.
Con el tiempo ha ganado
En bondad, no lo niego;
Pero si él desde luego
Mal vino hubiera sido,
Ya se hubiera torcido;
Y al fin también había,
Lo mismo que en el día,
En los siglos pasados,
Vinos avinagrados.
Al contrario, yo pruebo
A veces vino nuevo,
Que apostarlas pudiera
Al mejor de otra era.
Y si muchos agostos
Pasan por ciertos mostos
De los que hoy se reprueban,
Puede ser que los beban
Por vinos exquisitos
Los futuros Mosquitos.
Basta ya de pendencia;
Y por final sentencia
El mal vino condeno,
Le chupo cuando es bueno,
Y jamás averiguo
Si es moderno o antiguo."
Mil doctos importunos,
Por lo antiguo los unos,
Otros por lo moderno,
Sigan litigio eterno.
Mi texto favorito
Será siempre el Mosquito.
FÁBULA LXIV
La Rana y la Gallina
(Al que trabaja algo, puede disimulársele que lo pregone; el que nada
hace, debe callar.)
Batalla el enfermo
Con la enfermedad,
Él por no morirse,
Y ella por matar.
Su vigor apuran
A cual puede más,
Sin haber certeza
De quién vencerá.
Un corto de vista,
En extremo tal,
Que apenas los bultos
Puede divisar,
Con un palo quiere
Ponerlos en paz:
Garrotazo viene,
Garrotazo va;
Si tal vez sacude
A la enfermedad,
Se acredita el ciego
De lince sagaz;
Mas si, por desgracia,
Al enfermo da,
El ciego no es menos
Que un topo brutal.
¿Quién sabe cuál fuera
Más temeridad,
Dejarlos matarse
O ir a meter paz?
Antes que te dejes
Sangrar o purgar,
Ésta es fabulilla
Muy medicinal.
FÁBULA LXX
El Canario y el Grajo
(El que para desacreditar a otro recurre a medios injustos, suele
desacreditarse a sí propio.)
Hubo un Canario que, habiéndose esmerado en adelantar en su
canto, logró divertir con él a varios aficionados y empezó a tener
aplauso. Un Ruiseñor extranjero, generalmente acreditado, hizo
particulares elogios de él, animándole con su aprobación.
Lo que el Canario ganó, así con este favorable voto, como con lo
que procuró estudiar para hacerse digno de él, excitó la envidia de
algunos pájaros. Entre éstos había unos que también cantaban, bien o
mal, y justamente por ello le perseguían. Otros nada cantaban, y por lo
mismo le cobraron odio. Al fin un Grajo, que no podía lucir por sí,
quiso hacerse famoso con empezar a chillar públicamente entre las
aves contra el Canario. No acertó a decir en qué cosa era defectuoso
su canto; pero le pareció que para desacreditarle bastaba ridiculizarle
el color de la pluma, la tierra en que había nacido, etc., acusándole,
sin pruebas, de cosas que nada tenían que ver con lo bueno o malo de
su canto. Hubo algunos pájaros de mala intención que aprobaron y
siguieron lo que dijo el Grajo.
Empeñóse éste en demostrar a todos que el que habían tenido hasta
entonces por un Canario diestro en el canto, no era sino un borrico, y
que lo que en él había pasado por verdadera música era en la realidad
un continuado rebuzno. "¡Cosa rara! decían algunos; el Canario
rebuzna; el Canario es un borrico." Extendióse entre los animales la
fama de tan nueva maravilla, y vinieron a ver cómo un Canario se
había vuelto burro. El Canario, aburrido, no quería ya cantar; hasta que
el Águila, reina de las aves, le mandó que cantase para ver si en efecto
rebuznaba o no; porque, si acaso era verdad que rebuznaba, quería
excluirle del número de sus vasallos los pájaros. Abrió el pico el
Canario, y cantó a gusto de la mayor parte de los circunstantes.
Entonces el Águila, indignada de la calumnia que había levantado el
Grajo, suplicó a su señor, el dios Júpiter, que le castigase.
Condescendió el dios, y dijo al Águila que mandase cantar al Grajo.
Pero cuando éste quiso echar la voz, empezó, por soberana permisión,
a rebuznar horrorosamente. Riéronse todos los animales y dijeron:
Con razón se ha vuelto asno el que quiso hacer asno al Canario.
FÁBULA LXXI
El Guacamayo y el Topo
(Por lo general pocas veces aprueban los autores las obras de los
otros, por buenas que sean; pero lo hacen los inteligentes que no
escriben.)
Mirándose al soslayo
Las alas y la cola un Guacamayo
Presumido, exclamó: "¡Por vida mía,
Que aun el Topo, con todo que es un ciego,
Negar que soy hermoso no podría!..."
Oyólo el Topo y dijo: "No lo niego;
Pero otros guacamayos por ventura
No te concederán esa hermosura."
El favorable juicio
Se ha de esperar más bien de un hombre lego
Que de un nombre capaz, si es del oficio.
FÁBULA LXXII
El Canario y otros Animales
(Hay muchas obras excelentes que se miran con la mayor indiferencia.)
De su jaula un día
Se escapó un Canario,
Que fama tenía
Por su canto vario.
"¡Con qué regocijo
Me andaré viajando,
Y haré alarde, dijo,
De mi acento blando!"
Vuela con soltura
Por bosques y prados,
Y el caudal apura
De dulces trinados.
Mas ¡ay! aunque invente
El más suave paso,
No encuentra viviente
Que de él haga caso.
Una Mariposa
Le dice burlando:
"Yo de rosa en rosa
Dando vueltas ando.
"Serás ciertamente
Un músico tracio;
Pero busca oyente
Que esté más despacio."
—"Voy, dijo la Hormiga,
A buscar mi grano...
Mas usted prosiga,
Cantor soberano."
La Raposa añade:
"Celebro que el canto
A todos agrade;
Pero yo entre tanto
"(Esto es lo primero)
Me voy acercando
Hacia un gallinero
Que me está esperando."
—"Yo, dijo un Palomo,
Ando enamorado,
Y así el vuelo tomo
Hasta aquel tejado.
"A mi palomita
Es ya necesario
Hacer mi visita;
Perdone el Canario."
Gorjeando estuvo
El músico grato;
Mas apenas hubo
Quien le oyese un rato.
¡A cuántos autores
Sucede otro tanto!
FÁBULA LXXIII
El Mono y el Elefante
(Muchos autores celebran solamente sus propias obras y las de sus
amigos o condiscípulos.)
Cierto Poeta
(Que por oficio
Era de aquellos
Cuyos caprichos
Antes que puedan
Ponerse en limpio
Ya en los Teatros
Son aplaudidos)
Trágicos dramas,
Comedias hizo,
Varios Sainetes
De igual estilo.
Aunque pagado
De sus Escritos,
Pidió, no obstante,
A un docto amigo
Que le dijera
Sin artificio
Cuál de su aprecio
Era más digno.
Él le responde:
"Yo más me inclino
A los sainetes."
—"¿Por qué motivo?"
—"Tenga paciencia;
Voy a decirlo...
Óigame un cuento
Nada prolijo.
"Una Verruga,
Un Lobanillo
Y una Corcova,
¡Miren qué trío!
Diz que tenían
Cierto litigio
Sobre cuál de ellos
Era más lindo.
Doña Joroba,
Por lo crecido,
La primacía
Llevarse quiso.
Quiso, porque era
Don Lobanillo
Proporcionado,
Ser más pulido.
Mas la Verruga
Pidió lo mismo,
Porque su gracia
Funda en lo chico.
"Esta contienda
Oyó un perito;
Dióle gran risa,
Y al punto dijo:
¡Vaya, Verruga,
Que hablas con juicio!
Sois todos tres, a la verdad, tan buenos,
Que bien puedes decir: Del mal el menos."
PRINTED IN ENGLAND
AT THE OXFORD UNIVERSITY PRESS
NOTAS
Voz de que modernamente se valen los corruptores de nuestro idioma, cuando pretenden ridiculizar a los
que le hablan con pureza.
Alude a la fábula que escribe Esopo del Caldero y la Olla, disculpándose con este ejemplo la impropiedad
en que parece se incurre haciendo hablar, no sólo a los animales, sino aun a las cosas inanimadas, como son
el Manguito, el Abanico y el Quitasol.
Amor patriæ [ratione] valentior omni. (Ovid., Ex Ponto, epist. iii, lib. i.)
Los chinos estiman tanto la salvia, que por una caja de esta hierba suelen dar dos, y a veces tres, de té
verde. Véase el Diccionario de Historia natural, de M. Valmont de Bomare, en el artículo Sauge.
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