Nagel - Una Visión de Ningún Lugar (PP 252-271)

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LA ÉTICA LA ÉTICA

que ha comenzado a torcer el brazo del


4. DEONTOLOGÍA puerta del baño. ¿Lo haría usted?
Es difícil no ver la situación como un
Permítaseme ahora pasar al oscuro tema de las restt'ícciones deon­ torsión del brazo del niño es un mal mer
tológicas. Se trata de razones relativas al ageñte que no dependen hecho de que los heridos no puedan ser hi
de los fines o proyectos del agente, sino de las exigencias de los de­ obedece a que hay una razón especial para I
más. A diferencia de las razones autónomas, no son opcionales. Si modo sería obvio que el lector debería ele
existen, restringen el ámbito de lo que podemos hacer sirviendo a cede el brazo al niño.
metas relativas o neutrales. La intuición moral común reconoce Val
Vienen a complicar un cuadro que de suyo ya era complicado. ontológicas, de límites a lo que podríamc
Si hay razones de autonomía relativas al agente que no dan lugar o al trato que podríamos dades. Están las
a exigencias in~erpersonales neutrales respecto al agente, entonces creadas por pactos y promesas; las restricc
las exigencias de los demás deben competir con estas razones per­ traición; la prohibición de violar diverso
sonales en la determinación de lo que se debe hacer. Las restric­ como el derecho a no ser asesinado, herido
ciones deontológicas añaden al sistema nuevas razones relativas al amenazado, torturado, coaccionado, asalta
agente, razones para no tratar a los demás de cierta manera. No son imposición de ciertos sacrificios a alguiel
exigencias impersonales que se derivan de los intereses de los medios para algún fin; y quizá el caso es]
demás, sino demandas personales que gobiernan nuestras relacio­ que hace queveamos tan distÍnta la afliccié
nes con ellos. ción que se produce en la misma habitaci
No importa cómo se lese~plique, ocupan un lugar sobresalien­ dría haber también una exigencia deontol(
te entre las apariencias morales. He aquí un ejemplo en el cual cialidad o equidad en el trato que damos
podemos centrar nuestras intuiciones al respecto. debe distinguirse del valor impersonal qu
Imagine el lector que es víctima de un accidente automovilís­ dad en la distribución de beneficios y que
tico una noche invernal en un camino solitario. Los demás pasaje­ de la evaluación de los estados de cosas.)
ros se encuentran malheridos, el carro está inservible y el camino En todos estos casos parece como si las
desierto, todo lo cual lo hace empezar a caminar hasta que da con que existen, no pudieran explicarse simpler
una casa aislada. La casa resulta estar ocupada por una anciana que trales, ya que es esencial la relación parti
cuida de su pequeño nieto. No hay teléfono, pero sí un auto en la resultado. Se pueden pasar por alto las li
cochera, y el lector, luego que ha explicado la situación, pide con cuando se dispone de razones neutrales 11
desesperación a la anciana que se lo preste. Ella no cree la historia éstas no deben entenderse como expresión
que acaba de oír y, aterrorizada por la desesperación que advierte ninguna índole. Dada la forma en que fur
en el visitante, corre al piso superior de la casa a refugiarse en el evidente que no se les puede explicar COI
baño, dejándolo solo con el niño. El lector golpea violentamente violación de una limitante deontológica tie
la puerta sin obtener ningún resultado; después busca las llaves personal negativo. Las razones deontológi
del coche pero no tiene éxito. Se le ocurre entonces que la anciana der impidiendo que una persona haga. al)
accedería a revelar dónde se hallan guardadas las llaves' si viera que ocurra este hecho.
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que ha comenzado a torcer el brazo del niño al oúo lado de la


~. DEONTOWGÍA puerta del baño. ¿Lo haría usted?
Es dificil no ver la situaci6n como un dilema, aun cuando la
~ al oscuro tema de las restricciones deon­ torsi6n del brazo del niño es un mal menor si se compara con el
ones relativas al agente que no dependen hecho de que los heridos no puedan ser hospitalizados. El dilema
el agente, sino de las exigencias de los de­ obedece a que hay una raz6n especial para no hacer tal cosa. De otro
razones autónomas, no son opcionales. Si modo sería obvio que el lector debería elegir el mal menor y tor­
hito de lo que podemos hacer sirviendo a cerle el brazo al niño.
es. La intuici6n moral común reconoce varios tipos de razones de­
n cuadro que de suyo ya era complicado. ontol6gicas, de límites a lo que podríamos hacer a otras personas
)mía relativas al agente que no dan lugar o al trato que podríamos darles. Están las obligaciones especiales
tles neutrales respecto al agente, entonces creadas por pactos y promesas; las restricciones a la mentira y a la
lás deben competir con estas razones per­ traici6n; la prohibici6n de violar diversos derechos individuales
:i6n de lo que se debe hacer. Las restric­ como el derecho a no ser asesinado, herido, privado de la libertad,
den al sistema nuevas razones relativas al amenazado, torturado, coaccionado, asaltado; las restricciones a la
mear a los demás de cierta manera. No son imposic~6n de ciertos sacrificios a alguien sencillamente por ser
que se derivan de los intereses de los medios para algún fin; y quizá el caso especial de la inmediatez,
ersonales que gobiernan nuestras relacio­ que hace que veamos tan distinta la aflicci6n a distancia de la aflic­
ci6n que se produce en la misma habitación en que estamos. Po­
es explique, ocupan un lugar sobresalien­ dría haber también una exigencia deontológica de justicia, impar­
morales. He aquí un ejemplo en el cual cialidad o equidad en' el trato que damos a la gente. (Esta última
s intuiciones al respecto. debe distinguirse del valor impersonal que se adjudica a la igual­
es víctima de un accidente automovilís­ dad en la distribución de beneficios y que se considera un aspecto
~n un camino solitario. Los demás pasaje­ de la evaluación de los estados de cosas,)
ridos, el carro está inservible y el camino En todos estos casos parece como si las razones especiales, si es
hace empezar a caminar hasta que da con que existen, no pudieran explicarse simplemente como valores neu­
resulta estar ocupada por una anciana que trales, ya que es esencial la relaci6n particular del agente con el
too No hay teléfono, pero sí un auto en la resultado. Se pueden pasar por alto las limitantes deonto16gicas
o que ha explicado la situación, pide con cuando se dispone de razones neutrales lo bastante fuertes, pero
.a que se lo preste. Ella no cree la historia éstas no deben entenderse como expresi6n de valores neutrales de
:>rizada por la desesperación que advierte ninguna índole. Dad,¡¡. la forma en que funcionan tales razones, es
Jiso superior de la casa a refugiarse en el evidente que no se les puede explicar con la hipótesis de que la
l el niño. El lector golpea violentamente violación de una limitante deontológica tiene un elevado valor im­
ngún resultado; después busca las llaves personal negativo. Las razones deontológicas ejercen todo su po­
xito. Se le ocurre entonces que la anciana der impidiendo que una persona haga. algo, no sólo impidiendo
,e se hallan' guardadas las llaves' si viera que ocurra este hecho.
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Por ejemplo, si en realidad hay tales limitantes, parece que lo dos tienen una utilidad social considera
que viene a continuacióri es cierto. Parece que uno no debería rom­ esas reglas perderían mucho de su atracd
per una promesa ni decir una mentira buscando algún beneficio, Pero estoy convencido de que hay una
aun cuando no se nos pidiera que nos priváramos de un benefi­ nos indirecta, no estadística, que tambiéJ
cio comparable a fin de evitar que alguien más rompa una prome­ mitantes deontológicas y que subyace en
sa o diga una mentira. Y parece que uno no debería torcer el bra­ y más enigmáticas que se dan en este Cal
zo de un niño pequeño para conseguir que su abuela haga algo, duciría el sentimiento de estar frente a u
incluso algo suficientemente importante para que no nos viéra­ la adhesión general a las restricciones dt
mos orillados a renunciar a un beneficio comparable a fin de evi­ tentemente en contra de la utilidad im
tar que alguien más tuerza el brazo a un niño. Y tal vez tampoco no, este tipo de concepción es el que qu:
nos involucraríamos en ciertas clases de tratos discriminatorios in­ der. No tiene sentido tratar de demostn
justos (desem~ñando un cargo oficial, por ejemplo), ni aun para pueden surgir tales dilemas.
producir un biien resultado al que no tendríamos que renunciar a Una razón para resistirse a las limitaci<
fin de evitar que otros cometan iniquidades semejantes. son formalmente enigmáticas de un mo
Algunas personas podrían negar sencillamente que tales intui­ otraS razones que hemos analizado. Nos /
ciones morales sean aceptables. Otras podrían decir que es posible podrían derivarse las razones autónomas
explicar sutilmente su credibilidad apelando a valores imperso­ proyectos e intereses específicos de este
nales y que sólo parecen implicar algún tipo fundamentalmente entender cómo poddan derivarse las razo
distinto de razones para actuar si no se las analiza de manera ade­ resesde los demás, dando a cada uno de
cuada. Como ya dije, no quisiera detenerme aquí en revisar estas marlas en cuenta. Empero, ¿cómo pued
opciones. Puede que proporcionen la mayor esperanza de justifi­ para respetar las exigencias de los demás?
car racionalmente algo que tiene la ruda forma de un conjunto de razón para no torcer el brazo a alguien
restricciones deontológicas, pero si se ofrecen en calidad de expli­ una razón para evitar que alguien más se
caciones completas, me parecen esencialmente revisionistas. Aun El carácter relativo de la razón no pm
cuando desde ese punto de vista tuvieran de su lado buena parte te del carácter del interés que se está res]
de la verdad, no arrojan luz sobre las concepciones deontológicas mismo, sólo justificaría a una razón neu
independientes que pretender reemplazar. Hay que entender de terés. Y la razón relativa no proviene de
todos modos esas concepciones, aunque en otro momento se las del agente individual, pues no se halla con
rechace. agente~ Las restricciones deontológicas, e
En ocasiones, en particular cuando se implica en el caso a instl­ aplican a todos: son obligatorias S no es
ruciones y prácticas generales, hay una justificación neutral para como a las ambiciones o compromisos pe
lo que en un principio parece una restricción a la acción relativa Es difícil entender cómo puede habel
al agente. Y ayuda en verdad a aceptar las limitantes deontológi­ que las razones que se desprenden de los iJ
cas el hecho de que la adhesión general a ellas no produce resulta­ ran neutrales y no relativas. ¿Cómo es p
dos desastrosos a la larga. Las reglas que se oponen a la imposición que se basa en los intereses de otras pers(
de castigos y a la violación de los derechos ampliamente acepta- podrían infringirla directa o intencionalrr
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alidad hay tales limitantes, parece que lo dos tienen una utilidad social considerable; y si ya no fuera así,
¡ es cierto. Parece que uno no debería rom­ esas reglas perderían mucho de su atractivo moral.
ir una mentira buscando algún beneficio, Pero estoy convencido de que hay una forma de evaluación me­
,idiera que nos priváramos de un benefi­ nos indirecta, no estadística, que también opera en apoyo a las li­
~vitar que alguien más rompa una prome­ mitantes deontológicas y que subyace en las i!ltu~ciones centrales
{ parece que uno no debería torcer el bra­ y más enigmáticas que se dan en este campo. Esto es lo que pro­
para conseguir que su abuela haga algo, duciría el sentimiento de estar frente a un dilema si resultara que
lente importante para que no nos viéra­ la adhesión general a las restricciones deontológicas obra consis­
lr a un beneficio comparable a fin de evi­ tentemente en contra de la utilidad impersonal. Sea acertado o
rza el brazo a un niño. Y tal vez tampoco no, este tipo de concepción es el que quiero explorar y compren­
:iertas clases de tratos discriminatorios in­ der. No tiene sentido tratar de demostrar por anticipado que no
n cargo oficial, por ejemplo), ni aun para pueden surgir tales dilemas.
ado al que no tendríamos que renunciar a Una razón para resistirse a las limitaciones deontológicas es que
)metan iniquidades semejantes. son formalmente enigmáticas de un modo en que no lo son las
irían negar sencillamente que tales intui­ otras razones que hemos analizado. Nos es posible entender cómo
,tables. Otras podrían decir que es posible podrían derivarse las razones autónomas relativas al agente de los
credibilidad apelando a valores imperso­ proyectos e ,intereses específicos de este último, y nos es posible
1 implicar algún tipo fundamentalmente entender cómo podrían derivarse las razones neutrales de los inte­
actuar si no se las analiza de manera ade­ reses de los demás, dando a cada uno de nosotros razones para to­
) quisiera detenerme aquí en revisar estas marlas en cuenta. Empero, ¿cómo puede haber razones relativas
Clporcionen la mayor esperanza de justifi­ para respetar las exigencias de los demás? ¿Cómo puede haber una
lue tiene la ruda forma de un conjunro de razón para no torcer el brazo a alguien que no sea igualmente
cas, pero si se ofrecen en calidad de expli­ una razón para evitar que ~guien más se lo haga? .
parecen esencialmente revisionistas. Aun El carácter relativo de la razón ,no puede provenir simplemen­
de vista tuvieran de su lado buena parte te del carácter del interés que se está respetando, pues éste, por sí
luz sobre las concepciones deontológicas mismo, sólo justificaría a una razón neutral para proteger tal in­
tender reemplazar. Hay que entender de terés. y la razón relativa no proviene de un propósito o proyecto
pciones, aunque en otro momento se las del agente individual, pues no se halla condicionada a los deseos del
agente. Las restricciones deontológicas, en caso de que existan, se
[cular cuando se implica en el caso a insti­ aplican a todos: son obligatorias y no es posible renúnciar a ellas
lerales, hay una justificación neutral para como a las ambicioo,es o compromisos personales.
parece una restricción a la acción relativa Es difícil e.Gtender cómo puede haber algo así. Uno esperaría
~rdad a aceptar las limitantes deontológi­ que las razones que se desprenden de los intereses de los demás fue­
Ihesión general a ellas no produce resulta­ ran neutrales y no relativas. ¿Cómo es posible que una exigencia
l. Las reglas que se oponen a la imposición que se basa en los intereses de otras personas se aplique a quienes
ión de los derechos ampliamente acepta- podrían infringirla directa o intencionalmente de un modo en que
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no se aplica a aquellos cuyas acciones podrían conculcar ese mismo ciese de otras restricciones deontológicas. 1
interés tan indirectamente como los primeros? Después de todo, qué nos parece casi imposible considerarl:
no es peor para la víctima ser herida o asesinada de manera deli­ mente útil. Una ilusión implica un juicio 1
berada que por accidente o como resultado d~ un inevitable efecto
secundario de una peligrosa operación de rescate. De hecho, los
rasgos especiales de la acción que ponen en juego estas razones
podrían no añadir nada en absoluto a la maldad impersonal del
, gar, y no un puro impuiso motivacionaL I
co que debe ser explicado es que, en cada
que aprehendemos una razón relativa al a!l
rosa para no infligir daño a una persona inl
suceso. Para emplear un ejemplo de T. M. Scanlon, si hay que es­ .como la aprehensión de una verdad norn
coger entre salvar a una persona de ser asesinada y salvar a otra de una inhibición psicológica. Es menester al
morir en forma similar por accidente, y si no tenemos ninguna aceptarlo o rechazarlo según la explicaciót
relación especial con ninguna de las dos, parece que nuestra elec­ ción apropiada.
ción sólo deba depender de qué salvamento podamos intentar con Creo que el principio tradicional de dobJ
más probabilidad de éxito. Cierto es que la protervia de un asesi­ blemas que están implícitos en su aplic~
nato es algo malo, en algún sentido; pero cuando se trata de deci­ guía general sobre la extensión y el caráe
dir si hay más razones para impedir uno que el otro, un asesinato deontológicas; y creo también que, aun des
no parece un suceso mucho peor, considerando las cosas imperso­ cientes se han escrito volúmenes al respeCl
nalmente, que una muerte fortuita o accidental. Se debe echar ma­ verdadero punto de convergencia de los
no de algún tipo dt; valor enteramente distinto para explicar la idea nuestras intuiciones) Este principio dice q
de que no se debe matar a una persona ni siquiera para impedir restricciones deontológicas, se debe maltl
varias muertes accidentales: el asesinato no sólo es un mal que to­ manera intencionaL Este maltrato debe s(
do el mundo tiene razón pata impedir, sino un acto que todo el elige, ya sea como fin o como medio, más
mundo tiene razón para evitar. accion~s causan simplemente o que no al
En cualquier caso, aun cuando, vistas las cosas impersonalmen­ que no nos hemos propuesto.
te, fuera peor un asesinato que una muerte accidental, esto no ayu­ También es posible prever que nuestras .
daría a explicar la limitante deontológica en contra del asesinato. no impedirán un daño que- no queremos I
En efecto, tallimitante prohíbe el asesinato aun en el caso de que tal caso, no caen en el alcance de una restrie
fuese necesario para impedir otros asesinatos, y no sólo otras muertes. que de todos modos podrían ser objetable!
No cabe duda de que las ideas de esta clase forman una parte La forma precisa en que hay que trazar I
importante de la fenomenología moral común. Con todo, su aire materia de un amplio debate, en el cual se
paradójico induce a pensar que el fenómeno en su totalidad cons­ plos ingeniosos, como el deO una carreta d
tituye un tipo de ilusión moral que se origina en disposiciones psi­ cinco personas, a menos que el lector ~ o •• ;

cológicas innatas o en el crudo pero útil adoctrinamiento moral. sivos han de sustiruirse por diversas maner
Empero, antes de condenat al descrédito tal intuición, deberíamos cuales implican, de algún modo, la muer
tener una idea mejop de a qué se refiere. Sin duda es bueno que la voy a intentar demarcar con exactitud el al
gente presente una profunda inhibición ante la posibilidad de tor­
turar niños aun por razones muy poderosas; y lo mismo podría de­ 3 En Fried se encuentra una buena exposici6n de un
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yas acciones podrían conculcar ese mismo cirse de otras restricciones deontológicas. Pero ello no explica por
te como los primeros? Después de todó, qué nos parece casi imposible considerarla una inhibición mera­
a ser herida o asesinada de manera deli­ mente útil. Una ilusión implica un juicio o una disposición a juz­
o como resultado de un inevitable efecto
rosa operación de rescate. De hecho, los
cción que ponen en juego estas razones
en absoluto a la maldad impersonal del
, gar, y no un puro impulso motivacional. El hecho fenomenológi­
co que debe ser explicado es que, en cada caso individual, parece
que aprehendemos una razón relativa al agente en extremo pode­
rosa para no infligir daño a una persona inocente. Esto se presenra
ejemplo de T. M. Scanlon, si hay que es­ como la aprehensión de una verdad normativa, y no sólo como
)ersona de ser asesinada y salvar a otra de una inhibición psicológica. Es menester analizarlo y explicarlo, y
por accidente, y si no tenemos ninguna aceptarlo o rechazarlo según la explicación dé o no una justifica­
guna de las dos, parece que nuestra elec~ ción apropiada.
de qué salvamento podamos intentar con Creo que el principio tradicional de doble efecro, pese a los pro­
:0. Cierto es que la protervia de un asesi­ blemas que están implícitos en su aplicación, proporciona una
ún sentido; pero cuando se trata de deci­ guía general sobre la extensión y el carácter de las restricciones
Lra impedir uno que el otro, un asesinato deoniológicas; y creo también que, aun después de que en años re­
ho peor, considerando lascosas imperso­ cientes se han. escrito volúmenes al respecto, éste sigue siendo el
:e fortuita o accidental. Se debe echar ma­ verdadero punto de convergencia de los esfuerzos por atrapar
enteramente distinto para explicar la idea
nuestras intuiciones. 3 Este principio dice que, para transgredir las
: a una persona ni siquiera para impedir
restricciones deontológicas, se debe maltratar a alguien más de
.es: el asesinato no sólo es un mal que to­
manera intencionaL Este maltrato debe ser algo que uno hace o
l para impedir, sino un acto que todo el
elige, ya sea como fin o como medio, más que algo que nuestras
vitar:
acciones causan simplemente o que no aciertan a impedir pero
l cuando, vistas las cosas impersonal me n­
que no nos hemos propuesto. l . ..
) que una muerte accidental, esto no ayu­
También es posible prever que nuestras acciones causarán o que
nte deontológica en contra del asesinato.
no impedirán un daño que no queremos provocar o permitir. En
lrohíbe el asesinato aun en el caso de que
tal caso, no caen en el alcance de una restricción deontológica, aun­
lir otros asesinatos, y no sólo otms muertes.
que de todos modos podrían ser objetables por razones neutrales.
las ideas de esta clase forman una parte La forma precisa en que hay que trazar esta distinción ha sido
nología moral común. Con todo, su aire materia de un amplio debate, en el cual se presentan a veces ejem­
ar que el fenómeno en su totalidad cons­ plos ingeniosos, como el de" una carreta desbocada que matará a
moral que se origina en disposiciones psi­ cinco personas,a meQ,Os que el lector ... ; aquí los puntos suspen­
crudo pero útil adoctrinamiento moral. sivos han de sustituirse por diversas maneras de salvarlas, todas la
ar al descrédito tal intuición, deberíamos cuales implican, de algún modo, la muerte de otra persona. No
l qué se refiere. Sin duda es bueno que la voy a intentar demarcar con exactitud el alcance de este principio.
nda inhibición ante la posibilidad de tor­
.es muy poderosas; y lo mismo podría de­ l En Fried sé encuentra una buena exposici6n de una visión de esta clase.
LA ÉTICA LA ÉTICA

Aunque lo digo con cierto temor, creo que no tiene demasiada Este problema es un caso especial de i
importancia para mis propósitos, además de que sospecho que no' tos de vista subjetivo y objetivo. La cue
se puede hacer más que en forma aproximada: por lo menos, mis pectiva especial, personal de la agencia, .
intuiciones deontológicas comienzan a fallar uña vez rebasado cia en la determinación de lo que la gent
cierto nivel de complejidad. Pero un punto que vale la pena men­ decir, si, en virtud de esta perspectiva, .
cionar es que las restricciones se aplican tanto a un daño permiti­ suficientes para no hacer algo que, cons
do intencionalmente como a uno infligido de la misma manera. un punto de vista externo, sería mejor ql
Así, en nuestro ejemplo cabría el mismo tipo de objeción si, te­ bras, todo irá mejor, lo que suceda será m
niendo en mente el mismo objetivo, el lector dejara que alguna niño que si no lo hago. Pero habré hech
otra persona torciera el brazo al niño. Tendría que permitir que de raciones sobre lo que podría hacer, ju
ocurriera intencionalmente; yeso sería distinto de que el lector rrelativos que me hace mi víctima, pued<
fracasara en ilPpedir tal suceso por encontrarse demasiado embe­ al valor sustancial impersonal de lo que
bido en otra aétividad más importante. deberse a que, en el razonamiento prá,
agente goza de una importancia que se (
concepción en que el mundo es un lugar 4
5. AGENTES y VíCTIMAS nas y malas cuyo valor es independiente (
Ya he afirmado que el dominio de es!
Hasta aquí, esto no es más que fenomenología moral: no elimina los valores no es completo. No colma ni (
la páradoja. ¿Por qué deberíamos considerarnos mucho más res­ lativas que surgen de aquellos comprom
ponsables de lo que hacemos (o permitimos) intencionalmente que siones que, en algún sentido, son resulta
de las consecuencias de la acción que prevemos y decidimos acep­ el hecho de que se admita lo que he Ha!
tar pero que no forman parte de nuestros propósitos (ni interme­ no implica que sean posibles las razonel
dios ni finales)? ¿Cómo es posible que la conexión entre medios y otras son muy distintas. La peculiaridad
fines conduzca a la responsabilidad con mucha mayor efectividad gicas es que, si bien son relativas al agen
que la conexión entre previsión y evitabilidad? alguno la autonomía subjetiva del agent
Es como si cada acción produjese una única perspectiva norma­ ciones. La paradoja es que este respeto pa
tiva del mundo determinada por la intención. Cuandoruerzo in­ perspectiva por los intereses de los dem~
tencionalmente el brazo del niño, incorporo ese mal a lo que hago: a un respeto neutral en relación con el al
es mi creación deliberada y las razones que se derivan de ella se ven toda perspectiva. La perspectiva deontol
amplificadas e iluminadas desde mi punto de vista. Estas últimas incluso supersticiosa si se le ve en compa
oscurecen razones derivadas de males mayores que son más "dé­ nas en una etapa en el camino a la objet
biles" desde esta perspectiva porque no caen dentro del haz que puede ser tan importante lo que hacemoJ
intensifica mis intenciones, aun cuando sean consecuencia de lo gido?
que hago.
4 Scheffler, que tiene un análisis cuidadosamente e
Tal es el cuadro, pero ¿puede ser correcto? ¿No es una represen­
tológicas bajo el nombre de "restricciones centradas
tación normativamente distorsionada? esto.
LA ÉTICA LA ÉTICA 259

~rto temor, creo que no tiene demasiada Este problema es un caso especial de la colisión entre los pun­
apósitos, además de que sospecho que no' tos de vista subjetivo y objetivo. La cuestión es saber si la pers­
en forma aproximada: por 10 menos, mis pectiva especial, personal de la agencia, tiene legítima importan­
as comienzan a fallar una vez rebasado cia en la determinación de lo que la gente tiene razón de hacer, es
fado Pero un punto que vale la pena men­ decir, si, en virtud de esta perspectiva, podría yo poseer razones
'iones se aplican tanto a un daño permiti­ suficientes para no hacer algo que, considerando las cosas desde
mo a uno infligido de la misma manera. un punto de vista externo, sería mejor que hiciera. En otras pala­
I ~abría el mismo tipo de objeción si, te­ bras, todo irá mejor, 10 que suceda será mejor, si tuerzo el brazo al
¡mo objetivo, el lector dejara que alguna niño que si no lo hago. Pero habré hecho algo peor. Si las consi­
brazo al niño. Tendría que permitir que deraciones sobre lo que podría hacer, junto con los reclamos co­
nte; yeso sería distinto de que el lector rrelativos que me hace mi víctima, pueden tener un peso superior
suceso por encontrarse demasiado embe­ al valor sustancial impersonal de lo que ocurrirá, eso sólo puede
lás importante. deberse a que, en el razonamiento práctico, la perspectiva del
agente goza de una importancia que se opone al dominio de una
concepción en que el mundo es un lugar donde suceden cosas bue­
~GENTES y VíCTIMAS nas y malas cuyo valor es independiente de toda perspectiva.
Ya he afirmado que el dominio de esta concepción neutral de
1ás que fenomenología moral: no elimina los valores no es completo. No colma ni da cabida a las razones re­
eberíamos considerarnos mucho más res­ lativas que surgen de aquellos compromisos, ambiCiones y adhe­
mos (o permitimos) intencionalmente que siones que, en algún sentido, son resultado de una elección. Pero
la acción que prevemos y decidimos acep­ el hecho de que se admita lo que he llamado razones autónomas
parte de nuestros propósitos (ni interme­ no implica que sean posibles las razones deontológicas. 4 Unas y
es posible que la conexión entre medios y otras son muy distintas. La peculiaridad de las razones deontoló­
)nsabilidad con mucha mayor efectividad gicas es que, si bien son relativas al agente, no expresan en modo
'evisión y evitabilidad? alguno la autonomía subjetiva del agente. Son demandas, no op­
n produjese una única perspectiva norma­ ciones. La paradoja es que este respeto parcial y dependiente de la
nada por la intención. Cuando tuerzo in­ perspectiva por los intereses de los demás no debería ceder el paso
del niño, incorporo ese mal a lo que hago: a un respeto neutral en relación con el agente e independiente de
i y las razones que se derivan de ella se ven toda perspectiva. La perspectiva deontológica parece primitiva e
as desde mi'punto de vista. Estas últimas incluSo supersticiosa si se le ve en comparación; se convierte ape­
adas de males mayores que son más "dé­ nas en una etapa en...el camino a la objetividad completa. ¿Cómo
ctiva porque no caen dentro del haz que puede ser tan "¡mportante lo que hacemos en este sentido restrin­
nes, aun cuando sean consecuencia de lo gido?
4 Scheffier, que tiene un análisis cuidadosamente escéptico de las limitantes deon­
¿puede ser correcto? ¿No es una represen­ tológicas bajo el nombre de "restricciones centradas en el agente", hace hincapié en
distorsionada? esto.
LA ÉTICA LA ÉTICA

PermÍtaseme tratar de decir dónde radica la fuerza de la visión el mal puede orientarlos- hacia su elim
deontológica. Podríamos empezar por considerar un rasgo curio­ preservación. Tal es el significado del mal.
so de las razones deontológicas que no he destacado todavía. La in­ mal estamos nadando contra la corriente
. tención parece amplificar la importancia de los malos ptopósitos mento, la meta orienta nuestra acción l
en comparaci6n con los malos efectos secundarios de un modo en tralmente opuesta a aquella a la que apll
que no amplifica la importancia de los buenos propósitos en com­ Para decirlo de otro modo;, si persegui]
paración con los buenos efectos secundarios. Se supone que evita­ nuestros actos una función de él que, en
mos el empleo de medios malos para producir una buen fin, aun sitiva y no negativa. A cada momento, 1
cuando fuera permisible producir ese buen fin por medios neu­ es más que la función normativa invert
trales con efectos secundarios comparativamente malos. Por otro vista del agente, esto provoca un sentin
lado, dadas dos rutas a un fi~ legítimo, si una implica medios bue­ ción moral.
nos y efectos s~c;:undarios neutrales y la otra implica medios neu­ Si el lector tuerce el brazo al niño, su (
trales y efectos'secundarios igualmente buenos, no hay razón para loro De esta manera, el grito del niño (
elegir la primera ruta. Las razones deontológicas sólo nos dicen una objeción que apunta en un sentido d
que no persigamos el mal; no nos dicen que nos ptopongamos el la intención del lector. La súplica que uno
bien como medio. ¿Por qué habría de ser así? ¿Cuál es la relación que el otro se detenga es precisamente la
entre el mal, por un lado, y la intención o el propósito, por el otro, mo para continuar. Si no hubiera dolor, f
que los hace oponerse con tal fuerza? el brazo del niño o probaría con el otro.
Li respuesta surge al plantearnos la pregunta de qué es propo­ calumnia o un castigo justificado, por eje
nerse algo y en qué se disriñgue del mero hecho de producir el re­ sea intrínsecamente malo, pero éste no el
sultado a sabiendas. es inocente. El lector está actuando direct:
La diferencia es que la acción que apunta intencionalmente a tra de la fuerza normativa intrínseca de Sl
un objetivo es guiada por ese objetivo. Sea que el objetivo consti­ guía es la producción del dolor. Me par
tuya un fin en sí mismo o sólo un medio, la acción que se ha pro­ fenomenológico de las restricciones deOt
puesto esa meta debe ir tras ella y estar preparada para hacer ajustes mos que es peculiarmente erróneo en el
en caso de que un cambio en las circunstancias provocara alguna en forma intencional, aun cuando pudier
desviación, mientras que un acto que simplemente produce un es el esfuerzo impetuoso que se opone al '
efecto no lo persigue ni 'es guiado por él, aunque se haya previsto propósitos.
el efecto. He analizado un caso sencillo, pero pe
¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que proponerse el mal, aun nes, naturalmente. Una sería la posibilid
como medio, es dejar que el mal guíe nuestras acciones. Debemos metiera voluntariamente a cierto tipo de
estar preparados para ajustarlas a fin de asegurar que se produzca propio bien, ya en pos de algún otro fin il
el mal: una disminución en el nivel del mal que se desea se con­ caso, el mal particular que persigue el lec
vierte en una razón para alterar lo que hacemos con miras a que se vos más amplios de los propósitos deonta
restaure y se mantenga el mal. Pero la esencia del mal es que nos que no hemos de perseguir es el mal de
repele. Si algo es malo, nuestros actos deben orientarse -si es que un hecho malo en particular. Además, c
LA ÉTICA LA ÉTICA 261

~ decir dónde radica la fuerza de la visión el mal puede orientarlos- hacia su eliminación más que hacia su
; empezar por considerar un rasgo curio­ preservación. Tal es el significado del mal. Así pues, al perseguir el
>gicas que no he destacado todavía. La in­ mal estamos nadando contra la corriente normativa. En cada mo­
r la importancia de los malos propósitos mento, la meta orienta nuestra acción en una dirección diame­
nalos efecros secundarios de un modo en tralmente opuesta a aquella a la que apunta el valor de esa meta.
Irtancia de los buenos propósitos en com­ Para decirlo de otro modo: si perseguimos el mal, hacemos de
efectos secundarios. Se supone que evita­ nuestros actos una función de él que, en primera instancia, es po­
IS malos para producir una buen fin, aun sitiva y no negativa. A cada momento, la función intencional no
producir ese buen fin por medios neu­ es más que la función normativa invertida y, desde el punto de
larios comparativamente malos. Por otro vista del agente, esto provoca un sentimiento agudo de disloca­
1 fi~ legítimo, si una implica medios bue­ ción moral.
; neutrales y la otra implica medios neu­ Si el lector tuerce el brazo al niño, su objetivo es producirle do­
os igualmente buenos, no hay razón para lor. De esta manera, el grito del niño ("¡basta; me duele!") será
~as razones deontológicas sólo nos dicen una objeción que apunta en un sentido diametralmente opuesto a
il; no nos dicen que nos propongamos el la intención del lector. La súplica que uno esgrime como razón para
iué habría de ser así? ¿Cuál es la relación que el otro se detenga es precisamente la razón que tiene este últi­
, y la intención o el propósito, por el otro, mo para continuar. Si no hubiera dolor, el lector torcería aún más
o. tal fuerza?
el brazo del niño o probaría con el otro. Puede haber casos (una
plantearnos la pregunta de qué es propo­
calumnia o un 'castigo justificado, por ejemplo) en que el dolor no
,tingue del mero hecho de producir el re­ sea intrínsecamente malo, pero éste no es uno de ellos: la víctima
es inocente. El lector está actuando directa y esencialmente en con­
.a acción que apunta intencionalmente a tra de la fuerza normativa intrínseca de su objetivo, pues lo que lo
r ese objetivo. Sea que el objetivo consd­ guía es la producción del dolor. Me parece que éste es el nervio
o sólo un medio, la acción que se ha pro­ fenomenológico de las restricciones deontológicas. Lo que senti­
ras ella y estar preparada para hacer ajustes mos que es peculiarmente erróneo en el hecho de realizar el mal
io en las circunstancias provocara alguna en fQrma intencional, aun cuando pudiera dar lugar a algún bien,
e un acto que simplemente produce un es el esfuerzo impetuoso que se opone al valor interno de nuestros
es guiado por él, aunque se haya previsto propósitos.
He analizado un caSo sencillo, pero podría haber complicacio­
? Quiere decir que proponerse el mal, aun nes, naturalmente. Una sería la posibilidad de 'que alguien se so­
e el mal guíe nuestras acciones. Debemos metiera voluntariamente a cierto tipo de dolor o daño, ya por su
IStarlas a fin de asegurar que se produzca propio bien, ya en pos de algún otro fin importante para sí. En tal
. en el nivel del mal que se desea se con­ caso, el mal particular que persigue el lector cabe entre los objeti­
alterar lo que hacemos con miras a que se vos más amplios de los propósitos deontológicos. Así pues, el mal
:1 mal. Pero la esencia del mal es que nos que no hemos de perseguir es el mal de nuestra víctima y no sólo
les tras actos deben orientarse -si es que un hecho malo en particular. Además, cada individuo tiene una
LA ÉTICA LA ÉTICA

autoridad digna de tomarse en consideración al definir, para efec­ do impersonalmente como un lugar qUf
tos de esta restricción, lo que va a contar como un daño. 5 acciones, entre otras cosas. Se encuentra !
Todo esto deja todavía pendiente la cuestión de la justificación. va de TN, pues no observa el mundo de
En efecto, se objetará que si uno persigue el mal' sólo como un halle en su interior. Elige; y TN, su instr
medio, entonces, aun cuando estuvieran invoTucrados los intereses mos decir su agente, pone en práctica la
de varias personas, no sería el mal el que orientaría en realidad la que puede. Él podría estar persiguiendo el
acción de uno, sino el bien global, que incluye un balance de bie­ --desde un punto de vista impersonal­
nes y males. Por lo consiguiente, cuando el lector tuerce el brazo plicar la producción de buenos resultadoi
al niño, lo que lo guía es el objetivo de rescatar a sus amigos he­ dios malos. Empero, sólo estaría siguiend
ridos; y el bien que está implícito en este objetivo es superior al Ver la cuestión bajo esta luz es ver a u
mal que representa el dolor del niño. La inmediatez del hecho de ética consecuencialista, neutral respecto a
. que debe tratar de producir el mal como objetivo subsidiario es im­ traria de la ética deontológica,jelativa al
portante desde"un punto de vista fenomenológico; pero, ¿por qué cíal, objetiva, abarca tódo y proporciona 1
habría de ser moralmente importante? Aun cuando se añade el cos­ elección desde el cual pueden concordar 1
to que tiene personalmente para el lector, ¿por qué habría de ser de lo que debería ocurrir. Pero cada uno (
el origen de una prohibición? yo objetivo, sino una persona particular e
No creo que haya una respuesta definitiva. La pregunta es si ticular. Actuamos en el mundo desde e:
debo desatender la resistencia que encuentra mi propósito inme­ desde el punto de vista de una voluntad
diato de hacer lo que es malo para mi víctima en favor del valor y rechaza estados del mundo. Así, nuesen
global de los resultados de lo que hago. Cuando veo mi acto desde más elecciones de estados del mundo, sin,
fuera y pienso en él como resultado de una elección en que se ha ción es dos elecciones; y desde el punto d
considerado impersonalmente el estado del mundo en que ocurre, cución del mal por medio de la torsión e
me parece racional. Al pensar en el asunto de esta manera, abstrai­ mucha importancia. El objetivo inmedi:
go mi voluntad y sus elecciones de mi persona, por decirlo así, e dolor; y el hecho de que desde una pers
incluso de mis acciones, y elijo directamente entre diversos esta­ esté escogiendo la preeminencia del bielJ
dos del mundo, como si estuviera resolviendo un examen de op­ lance global no oculta del todo el hecho e
ción múltiple. Si la elección está determinada por lo que después intrínseco de su acción.
del balance resulta mejor desde un punto de vista impersonal, Me he concentrado en el punto de vist
entonces lo que me guía es el bien y no el mal. parece lo apropiado cuando se investiga u
Pero el yo que recibe esta guía es el yo objetivo que ve el mun­ agente. Pero también hay algo que decir;
de la víctima. Aquí también encontram(
j Lo mismo parece aplicarse, aun cuando es imposible el consentimiento infor­ que ver con la integración de los dos punt
mado (como en el caso en que le infligimos daño o sufrimiento a un bebé por su teria adicional para el análisis. Los princ
propio bien); sin embargo, podría darse aquí una inhibición residual: si imagina­ tringen a decir a los agentes qué pueden
mos en el caso descriro que la seguridad de/niño depende de que consigamos las lla­
ves del coche, ello no elimina la repugnancia del hecho de torcerle el brazo para También dicen a las víctimas qué clase (
conseguirlas. . no pueden objerar, rechazar o demandar.
LA ÉTICA LA ÉTICA 26 3

Irse en consideración al definir, para efec­ do impersonalmente como un lugar que contiene a TN y a sus
I que va a contar como un daño. 5 acciones, entre otras cosas. Se encuentra separado de la perspecti­
l pendiente la cuestión de la justificación. va de TN, pues no observa el mundo desde ningún lugar que se
ue si uno persigue el mal sólo como un halle en su interior. Elige; y TN, su instrumento, o quizá podría­
mdo estuvieran involucrados los intereses mos decir su agente, pone en práctica las instrucciones lo mejor
ría el mal el que orientaría en realidad la que puede. Él podría estar persiguiendo el mal, pues la opción que
en global, que incluye un balance de bie­ --desde un punto de vista impersonal- es la mejor podría im­
iguiente, cuando el lector tuerce el brazo plicar la producción de buenos resultados o buenos fines por me­
s el objetivo de rescatar a sus amigos he- dios malos. Empero, sólo estaría siguiendo órdenes.
implícito en este objetivo es superior al Ver la cuestión bajo esta luz es ver a un tiempo el recurso a la
.lor del niño. La inmediatez del hecho de ética consecuencialista, neutral respecto al agente, y la fuerza con­
:ir el mal como objetivo subsidiario es im­ traria de la ética deontológica"relativa al agente. La visión impar­
I de vista fenomenológico; pero, ¿por qué cial, objetiva, abarca tódo y proporciona un punto de vista para la
~ imporrante? Aun cuando se añade el cos­ elección desde el cual pueden concordar todos los electores acerca
nte para el lector, ¿por qué habría de ser de lo que debería ocurrir. Pero cada uno de nosotros no sólo es un
:ión? yo objetivo, sino una persona particular con una perspectiva par­
a respuesta definitiva. La pregunta es si ticular. Actuamos en el mundo desde esa perspectiva y no sólo
:enciil que encuentra mi propósito inme­ desde el punto de vista de una voluntad imparcial que selecciona
malo para mi víctima en favor del valor y rechaza estados del mundo. Así, nuestras elecciones no son nada
le lo que hago. Cuando veo mi acto desde más elecciones de estados del mundo, sino de acciones. Cada elec­
.0 resultado de una elección en que se ha ción es dos elecciones; y desde el punto de vista interno, la perse­
!lente el estado del mundo en que ocurre, cución del mal por medio de la torsión del brazo del niño cobra
!nsar en el asunto de esta manera, abstrai­ mucha importancia. El objetivo inmediato es la .producción del
!cciones de mi persona, por decirlo así, e dolor; y el hecho de que desde una perspectiva externa el lector>
y elijo directamente entre diversos esta­ esté escogiendo la preeminencia del bien sobre el mal en un ba­
estuviera resolviendo un examen de op­ lance global no oculta del todo el hecho de que éste es el carácter
:ión está determinada por lo que después intrínseco de su acción.
lr desde un punto de vista impersonal, Me he concentrado en el punto de vista del agente, ya que esto
es el bien y no el mal. parece lo apropiado cuando se investiga una restricción relativa al
~sta guía es el yo objetivo que ve el mun­ agente. Pero también hay algo que decir acerca del punto de vista
de la víctima. AquCtambién encontramos problemas que tienen
, aun cuando es imposible el consentimiento infor­ que ver con la ,j,ntegración de los dos puntos de vista, así como ma­
le infligimos daño o sufrimiento a un bebé por su teria adicional para el análisis. Los principios morales no se res­
Iría darse aquí una inhibición residual: si imagina­
tringen a decir a los agentes qué pueden y qué no pueden hacer.
~guridad del niño depende de que consigamos las Ha­
la repugnancia del hecho de torcerle el brazo para También dicen a las víctimas qué clase de tratamiento pueden y
no pueden objetar, rechazar o demandar.
LA ÉTICA LA ÉTICA

Si estuviera justificado el hecho de que yo mat~ra a un inocente que significa para su valor el hecho de ql
para salvar a otras cinco personas, entonces aquél no tendría dere­ to orientados en su perjuicio. lo que h.
cho a presentar ninguna objeci6n y, en una visi6n totalmente mente en contra de su bien: no s610 la da
consecuencialista, tampoco tendría derecho a resistirse. Por con­ Las cinco personas que podría salvar r
traste, las otras cinco personas tendrían derecho a presentar una cir lo mismo en caso de que yo desista.
objeci6n si yo no lo matara para salvarlas. Una moralidad comple­ reconocimiento objetivo del ,valor imper:
tamente impersonal requeriría que las víctimas, al igual que los una nimiedad, por supuesto, pero de t~
actores, estuvieran dominadas en sus juicios acerca de la forma en curso más débil que la protesta que podJ
que las tratan los demás por valores impersonales, neutrales res­ una protesta que no presentaría ante elle
pecto al agente. seedor de la vida que pretendo desttuir.
No obstante, ésta parece una exigencia excesiva para individuos Esto no hace más que corroborar la in
cuya perspectiva del mundo es inherentemente compleja e inclu­ tiva interna en la explicaci6n del contení
ye un fuerte cóinponente subjetivo. Desde luego, ninguna de las onto16gicas. N o prueba la correcci6n de (
seis personas que intervienen en este dilema quiere morir, pero s610 Empero, confirma que una moralidad pl
una de ellas se enfrenta a mi intento de matarla. A esta persona quiere que se suprima en general la persp
no se le permite, en una visi6n consecuencialista puramente neu­ tivaci6n moral, no s6lo en su rechazo de 1:
tral respecto al agente, suplica~ por su vida en contra de mi inten­ tonomía, sino también en su renuencia II
to deliberado de arrebatársela. Su posici6n especial de víctima deontol6gicas relativas al agente. No es
mía no le da ninguna categoría especial para apelar mi decisión. tricciones sean absolutas: se pueden ver c(
Por supuesto que la posición deonto16gica presenta un rasgo cierto peso que forman entre las fuentes
paralelo. En una visión deontológica, las cinco personas a las que la agotan. Al examinar de manera objet
podría salvar matando a la sexta no pueden suplicarme por sus vi­ nas, no parece irracional aceptar que talf
das en contra de mi renuencia a salvarlas. (Podrían apelar ante sus nivel básico, tanto dentro de la perspecti..
ejecutoJ:es, si tal es la naturaleza de la amenaza de muerte que se la de las víctimas.
derne sobre ellas, pero no ante mí.) Sin embargo, esto no hace que
las dos posiciones sean simétricas, pues hay una diferencia. La res­
tricci6n deontol6gica siempre permite a una víctima presentar 6. PROGRESO MOR

objeciones a quienes se han propuesto hacerle daño; y esta relaci6n,


cuando se ve desde la perspectiva personal de la víctima, posee el Esta exposici6n de la fuerza de las razoOf
mismo carácter especial de amplificación normativa que tiene cuan­ ton especial claridad a la restricción a Íl
do se ve desde la perspectiva personal del agente. Tal restricci6n medio para conseguir nuestros fines. Una
expresa la apelaci6n directa al punto de vista del agente desde el completa tendría que explicar los diversos
punto de vista de la persona en la cual recaen sus acciones. Opera vas a contrapelo de las cuales actuamos cu
por medio de esa relación. La víctima se siente agraviada al recibir promesas, mentimos, discriminamos inju
un daño deliberado, así sea por el bien superior de otros, no en a dar ayuda inmediata en una emergenci
raz6n de la magnitud del daño nada más, sino a causa del ataque además, de problemas relativos a la detel
LA ÉTICA LA ÉTICA 26 5

el hecho de que yo matara a un inocente que significa para su valor el hecho de que mis actos se hayan vis­
Jersonas, entonces aquél no tendría dere­ to orientados en su perjuicio. Lo que hago se dirige inmediata­
L objeción y, en una visión totalmente mente en contra de su bien: no sólo la daña de hecho.
ca tendría derecho a resistirse. Por con­ Las cinco personas que podría salvar matándola no pueden de­
rsonas tendrían derecho a presentar una cir lo mismo en caso de que yo desista. Sólo pueden apelar a mi
:a para salvarlas. Una moralidad comple­ reconocimiento objetivo del valor impersonal de sus vidas. No es
leriría que las víctimas, al igual que los una nimiedad, por supuesto, pero de todos 'modos parece .un re­
ladas en sus juicios acerca de la forma en curso más débil que la protesta que podría presentar mi víctima,
por valores impersonales, neutrales res- una protesta que no presentaría ante ellos sino ante mí como po­
seedor de la vida que pretendo destruir.
ce una exigencia excesiva para individuos Esto no hace más que corroborar la importancia de la perspec­
ldo es inherentemente compleja e inclu­ tiva interna en la explicación del contenido de las intuiciones de­
: subjetivo. Desde luego, ninguna de las ontológicas. No prueba la corrección de estas mismas intuiciones.
len en este dilema quiere morir, pero sólo Empero, confirma que una moralidad puramente impersonal re­
1 mi intento de matarla. A esta persona quiere que se suprima en general la perspectiva personal en la mo­
visión consecuencialista puramente neu­ tivación moral, no sólo en su rechaio de-las razones relativas de au­
plica~ por su vida en contra de mi inten­ tonomía, sino también en su renuencia a aceptar las restricciones
ársela. Su posición especial de víctima deontológicas relativas al agente. No es necesario que estas res­
tegoría especial para apelar mi decisión. tricciones sean absolutas: se pueden ver como razones relativas con
)osición deontológica presenta un rasgo cierto peso que forman entre las fuentes de la moralidad pero no
eontológica, las cinco personas a las que la agotan. Al examinar de manera objetiva las relaciones huma­
a sexta no pueden suplicarme por sus vi­ nas, no parece irracional aceptar que tales razones figuren, en un
encia a salvarlas. (Podrían apelar ante sus nivel básico, tanto dentro de la perspectiva de los agentes como en
:uraleza de la amenaza de muerte que se la de las víctimas.
I ante mí.) Sin embargo, esto no hace que

nétricas, pues hay una diferencia. La res­


:mpre permite a una víctÍma presentar 6. PROGRESO MORAL

.n propuesto hacerle daño; y esta relación,


'spectÍva personal de la víctima, posee el Esta exposición de la fuerza de las razones deontológicas se aplica
: amplíficadón normativa que tiene cuaQ­ con especial claridad a la restricción a infligir un daño como un
:tiva personal del agente. Tal restricción medio para conseguir nuestros fines. Una teoría deontológica más
:ta al punto de vista del agente desde el completa tend{fa qu;-explicar los diversos tipos de figuras normati­
)na en la cual recaen sus acciones. Opera vas a contrapelo de las cuales actuamos cuando rompemos nuestras
. La vÍCtima se siente agraviada al recibir promesas, mentimos, discriminamos injustamente o nos negamos
)ea por el bien superior de otros, no en a dar ayuda inmediata en una emergencia. Tendría que ocuparse,
. daño nada más, sino a causa del ataque además, de problemas relativos a la determinación de cuál es con
LA ÉTICA LA ÉTICA

exactitud la intención que se halla detrás de actos que pueden des­ lidad del progreso, con el efecto consigu
cribirse de distintas maneras. No obstante, creo que la clave para nuestra confianza en la irrevocabilidad é
comprender cualquiera de estas intuiciones morales es la distin­ ordinarias. 6
ción entre el punto de vista interno del agente o de la víctima y Es evidente que nos hallamos en una
el punto de vista objetivo, externo, que podrían adoptar tanto el arrollo moraL Aun los seres humanos m~
agente como la víctima. Las razones para actuar presentan un as­ ideas aleatorias de cómo vivir, cómo tratar
pecto diferente desde los primeros dos puntos de vista del que tie­ nizar sus sociedades. La opinión de que y
nen desde el tercero. básicos de la moralidad y de que los prob
Nos enfrentamos a una disyuntiva. Para los propósitos de la éti­ de interpretarlos y aplicarlos es una de la:
ca, ¿deberíamos identificarnos con la decisión impersonal, impar­ ciones de que se haya dejado persuadir n
cial, que elige resultados totales, y actuar con base en razones que cie. (La idea de que no puede hablarse d€
se determinan en concordancia con ella? ¿O es que esto significa este terreno si no podemos conocerla ca
negar lo que hacemos realmente y no querer aceptar la gama com­ presuntuosa.) No toda nuestra ignorancia
pleta de razones que se aplican a criaturas como nosotros? Se trata pero sí lo es una gran parte. Y la idea d
de un verdadero dilema filosófico que tiene su origen en nuestra greso moral es una condición esencial del
naturaleza, la cual contiene distintos puntos de vista sobre el mun­ es inevitable en absoluto.
do. Cuando nos preguntamos a nosotros mismos cómo debemos La búsqueda de la objetividad es sólo t
vivir, la complejidad de nuestro ser hace difícil dar una respuesta a la verdad. No hay garantía de que tenga
única. Creo que la dualidad humana de perspectivas es demasiado que en cualquier otro terreno, queda sien
profunda como para que nO'podamos esperar razonablemente su­ dcismo en torno a sus resultados específ
perarla en algún momento. La creación de una moralidad total­ lejos de las apariencias nos puede llevar.
mente neutral respecto al agente no constituye una meta humana dicalmente inaccesible de la misma mar
razonable. la verdad sobre el mundo físico. Posee vínc
Por otro lado, es concebible que, bajo la presión del conflicto perspectiva humana y con la capacidad m
con el punto de vista impersonal, se modificaran las restricciones que apunta a regular la conducta humal
deontológicas ampliamente aceptadas en la actualidad. No es dis­ día con día para gobernar nuestra vida d
paratado mostrar cierto grado de escepticismo en torno a nuestras hace la comprensión teórica del mundo f
intuiciones motales ordinarias a la luz de la importancia que tie­ preciso aceptar e interiorizar su trabajo n
nen para las creencias morales nuestros puntos de partida, así como que en terrenos donde el público está dis¡:
las influencias sociales que nos afectan y la confusión de nuestro de los expertos.
pensamiento. Si aspiramos a la verdad objetiva en este campo --esto Podría haber formas de moralidad ap
es, a la verdad que es independiente de nuestras creencias-, sería que fuesen inconmensurables con las nuel
atinado que consideráramos que nuestras concepciones son menos viéramos acceso por la misma razón que n
definitivas de lo que naturalmente nos inclinamos a creer. En éti­
ca, aun sin contar con el beneficio de muchos ejemplos claros, de­ 6 Véase Parfit (2), parte r; hay aqu{un repaso de a
beríamos abrirnos, como lo hacemos en otras áreas, a la posibi- semido común que se podrían revisar para acercarla 1
LAÉTICA LA ÉTICA 267

e se halla detrás de actos que pueden des­ lidad del progreso, con el efecto consiguiente de que se reducirá
eras. No obstante, creo que la clave para nuestra confianza en la irrevocabilidad de nuestras concepciones
le estas intuiciones morales es la distin­ ordinarias. 6
ista interno del agente o de la víctima y Es evidente que nos hallamos en una etapa primitiva del des­
o, externo, que podrían adoptar tanto el arrollo moral. Aun los seres humanos más civilizados tienen sólo
Las razones para actuar presentan un as­ ideas aleatorias de cómo vivir, cómo tratar a los demás, cómo orga­
primeros dos puntos de vista del que tie­ nizar sus sociedades. La opinión de que ya conocemos los principios
básicos de la moralidad y de que los problemas aparecen a la hora
1 disyuntiva. Para los propósitos de la éti­ de interpretarlos y aplicarlos es una de las más fantásticas presun­
arnos con la decisión impersonal, impar­ ciones de que se haya dejado persuadir nuestra presuntuosa espe­
totales, y actuar con base en razones que cie. (La idea de que no puede hablarse de que exista la verdad en
dancia con ella? ¿O es que esto significa este terreno si no podemos conocerla con facilidad no es menos
lmente y no querer aceptar la gama com­ presuntuosa.) No toda nuestra ignorancia en estos campos es ética,
Jlican a criaturas como nosotros? Se trata pero sí lo es una gran parte. Y la idea de la posibilidad del pro­
filosófico que tiene su origen en nuestra greso moral es una condición esencial del progreso moral. Éste no
le distintos puntos de vista sobre el mun­ es inevitable en absoluto.
amos a nosotros mismos cómo debemos La búsqueda de la objetividad es sólo un método para acercarse
nuestro ser hace difícil dar una respuesta a la verdad. No hay garantía de que tenga éxito; yen ética, al igual
lad humana de perspectivas es demasiado que en cualquier otro terreno, queda siempre lugar para el escep­
no podamos esperar razonablemente su­ ticismo en torno a sus resultados específicos. No está claro cuán
ltO. La creación de una moralidad total­ lejos de las apariencias nos puede llevar. La verdad no es aquí ra­
1 agente no constituye una meta humana dicalmente inaccesible de la misma manera en que podría serlo
la verdad sobre el mundo físico. Posee vínculos más .estrechos con la
:ebible que, bajo la presión del conflicto perspectiva humana y con la capacidad motivacional humana por­
personal, se modificaran las restricciones que apunta a regular la conducta humana. Se tiene que adaptar
lce aceptadas en la actualidad. No es dis­ día con día para gobernar nuestra vida de un modo en que no lo
;rado de escepticismo en torno a nuestras hace la comprensión teórica del mundo físico. Y para lograrlo es
laTÍas a la luz de la importancia que tie­ preciso aceptar e interiorizar su trabajo mucho más ampliamente
rales nuestros puntOS de partida, así como que en terrenos donde él público está dispuesto a acatar la opinión
lle nos afectan y la confusión de nuestro de los expertos.
; a la verdad objetiva en este campo --esto Podría haber formas de moralidad apropiadas para marcianos
ependiente de nuestras creencias-, sería que fuesen inc~nmensurables con las nuestras y a las cuales no tu­
lOS que nuestras concepciones son menos viéramos acceso por la misma razón que nos impide tener acceso a
lralmente nos inclinamos a creer. En éti­
beneficio de muchos ejemplos claros, de­ 6 Véase Parfit (2), parte 1; hay aqu{ un repaso de algunas formas de una moral de
I lo hacemos en otras áreas, a la posibi- sentido común que se podrían revisar para acercarla más al consecuencialismo.
LA ÉTICA
LA ÉTICA

las mentes de esas criaturas. A menos que podamos comprender debemos estar prevenidos contra el auto
desde dentro sus vidas, experiencias y motivos seremos incapaces en la presión de las exigencias personales
de apreciar los valores a los cuales responden en una forma que nos demandas morales. Por ejemplo, no sierr
permita objetivarlos con exactitud. La objetividad"necesita mate­ moralidad que deja un amplio espacio li
rial subjetivo para funcionar; y en el caso dela moralidad huma­ dual para la persecución de intereses pers.
na, éste se encuentra en la vida humana. fraz para la fOrma más simple de maldad: e
Cuánto podemos salir de nosotros mismos sin perder contacto gítimos redamos de los demás. Como tod
con este material esencial --con las formas de vida en que echan buenos.
sus raíces los valores y las justificaciones- es incierto. Pero yo creo Sospecho que si tratamos de desarrolla
que la ética, a diferencia de la estética, requiere más que la purifi­ que armonice las exigencias personales e
cación y la intensificación d,e las perspectivas humanas internas. aun cuando se reconozca que cada uno di
Exige un alejaJQiento de las perspectivas particulares y la trascen­ parte desde su propio pUntO de vista, hal
dencia de nuestro lugar y nuestro tie¡:npo. Si no poseyéramos esta se alteren los componentes personales. En
capacidad, entonces no habría en ética ninguna opción aparte del yan reconociendo, los reclamos de objetivi
relativismo. Y yo creo que la hay y que no es inevitablemente una mar parte cada vez más de la concepción (
forma de falsa conciencia. de sí mismo, amén de que influirán en el
Incluso el muy primitivo grado de desarrollo moral que hemos ambiciones personales, en las ideas de su
alcanzado sólo ha llegado después de un trayecto largo y difíciL más y en las exigencias que sé justifiquen I
Supongo que nos espera todavía un trecho mucho más largo, si es utópico esperar un desarrollo gradual de l
que sobrevivimos. Sería ilñ dislate intentar trazar por adelanta­ del respeto moral, una interiorización de l.
do los contornos de un método correcto para conseguir el progreso loga a la interiorización gradual del progrl
ético, pero parece razonable seguir en lo presente con la torpe bús­ ser un rasgo de la cultura moderna.
queda de objetividad aquí descrita. Esto no significa que un ale­ Por otro lado, no hay razón para espera
jamiento mayor nos acerque siempre más a la verdad. En oca­ ductivo, aunque aquí, al igual que en otr
siones, por supuesto, la objetividad nos hárá considerar erróneas se identifique con demasiada facilidad COI
nuestras inclinaciones originales, y entonces trataremos de susti­ plificación. Los distintos individuos sigue
tuirlas o de ponerlas entre paréntesis por ser irÍeliminables pero ilu­ la ética, y su gran variedad garantiza que ~
sorias. Sin embargo, sería un error tratar de eliminar enteramente pecto esencial de cualquier moralidad ade
la perspectiva de nuestra concepciór: de la ética, tanto como sería avanzada sea.
un error tratar de eliminar la perspectiva del universo. Esto se debe Tiene que haber principios de la razón,
". reconocer objetivamente. A pesar de que podría resultar igualmen­ tan tomar en cuenta valores que no campa
te tentador, no sería más razonable eliminar todas las razones para para otros debamos reconocer. En general,
actuar que no pueden incluirse en el sistema de valores más exter­ nar la enorme y dispar abundancia de raz<
no e impersonal, que eliminar todos los hechos que no pueden in-' tividad práctica, juntO con las razones sub;
duirse en la física. por un métOdo que nos permita actuar y e
Con todo, al defender la legitimidad de los principios relativos, senta dificultades gesalentadoras.
LA ÉTICA LA ÉTICA 269

nas. A menos que podamos comprender debemos estar prevenidos contra el autoengaño y el incremento
::xperiencias y motivos seremos incapaces en la presión de las exigencias personales para resistir las pesadas
os cuales responden en una forma que nos demandas morales. Por ejemplo, no siempre es fácil decir si una
. exactitud. La objetividad necesita mate­ moralidad que deja un amplio espacio libre en cada vida indivi­
onar; y en el caso de la moralidad huma­ dual para la persecución de intereses personales no es sólo un dis­
la vida humana. fraz para la forma más simple de maldad: el egoísmo frente a los le­
: de nosotros mismos sin perder contacto gítimos reclamos de los demás. Como todos sabemos, es difícil ser
11 --<:on las formas de vida en que echan buenos.
; justificaciones- es incierto. Pero yo creo Sospecho que si tratamos de desarrollar un sistema de razones
de la estética, requiere más que la purifi­ que armonice las exigencias personales e impersonales, entonces,
ón d~ las perspectivas humanas internas. aun cuandQ se reconozca que cada uno de nosotros debe vivir en
~ las perspectivas particulares y la trascen­ parte desde su propio punto de vista, habrá una tendencia.a que
y nuestto tiempo. Si no poseyéramos esta se alteren los componentes personales. En la medida en que se va­
babría en ética ninguna opción aparte del yan reconociendo, los reclamos de objetividad pueden llegar a for­
ue la hay y que no es inevitablemente una mar parte cada vez más de la concepción que cada individuo tiene
a.
de sí mismo, amén de que influirán en el espectro de propósitos y
tivo grado de desarrollo moral que hemos
ambiciones personales, en las ideas de sus relaciones con los de­
lo después de un trayecto largo y difícil.
más y en las exigencias que se justifiquen en ellas. No creo que sea
.todavía un trecho mucho más largo, si es
utópico esperar un desarrollo gradual de una mayor universalidad
l un dislate intentar trazar por adelanta­ del respeto moral, una interiorización de la objetividad moral aná­
nétodo correcto para conseguir el progreso loga a la interiorización gradual del progreso científico que parece
lble seguir en lo presente con la torpe bús­ ser un rasgo de la cultura moderna.
luí descrita. Esto no significa que un ale­ Por otro lado, no hay razón para esperar que el progreso sea re­
erque siempre más a la verdad. En oca­ ductivo, aunque aquí, al igual que en otros terrenos, el progreso
. objetividad nos hará considerar erróneas se identifique con demasiada facilidad con la reducción y la sim­
Iriginales, y entonces trataremos de susti­ plificación. Los distintos individuos siguen siendo los clientes de
re paréntesis por ser ineliminables pero ilu­ la ética, y su gran variedad garantiza que el pluralismo será un as­
ía un error tratar de eliminar enteramente pecto esencial de cualquier moralidad adecuada, no importa cuán
a concepción de la ética, tanto como sería avanzada sea.
lar la perspe¿tiva del universo. Esto se debe Tiene que haber principios de la razón práctica que nos permi­
:. A pesar de que podría resultar igualmen­ tan tomar en cuenta l;:alores que no compartamos pero cuya fuerza
s razonable eliminar todas las razones para para Otros debamos reconocer. En general, el problema de combi­
lcluirse en el sistema de valores más exter­ nar la enorme y dispar abundancia de razones que genera la obje­
minar todos los hechos que no pueden in­ tividad práctica, junto con las razones subjetivas que permanecen,
por un método que nos permita actuar y elegir en el mundo, pre­
, la legitimidad de los principios relativos, senta dificultades desalentadoras.
LA ÉTICA LA ÉTICA

Esto nos remite a una cuestión final. No puede haber ética sin gunos santos o místicos puedan mantene
política. Una teoría acerca de cómo deberían actuar los individuos ci9n. Las razones para actuar tienen que
requiere una teoría -una teoría ética, no sólo una teoría empíri­ los individuos; y se puede esperar que la!
ca- de las instituciones bajo las cuales ésto~..deber'.ían vivir, insti­ les conserven su importancia moral míen
tuciones que determinan de modo sustancial sus puntos de parti­ diversos seres humanos.
da, las elecciones que pueden hacer, las consecuencias de lo que
hacen y las relaciones entre ellos. Como el punto de vista de la teo­
ría política es necesariamente objetivo e imparcial, ofrece grandes
tentaciones de simplificar, tentaciones que es importante resistir.
Una sociedad debe organizarse en algún sentido en concordancia
con un único conjunto de principios, aun cuando las personas sean
muy diferentes.
Éste es un i~conveniente: podría parecer que la teoría política
debe estar basada en una naturaleza humana universal, y que si no
podemos descubrir esta última tenemos que inventarla, ya que la
teoría política debe existir. Para evitar tal desatino, es necesario
asumir la mucho más difícil misión de idear principios sociales
bastante uniformes para seres cuya naturaleza no es uniforme y
cuyos valores son legítimamente diversos. Si fueran demasiado
diversos, la misión podría: ser imposible -podría no existir nada
parecido a una teoría política intergaláctica-; empero, dentro de
la especie humana, la variación parece quedar dentro de límites
que no descartan la posibilidad de hallar por lo menos unasolu- .
ción parcial. Ésta tendría que ser algo aceptable, desde un punto
de vista externo hasta el de cada individuo particular, que reco­
nociera al mismo tiempo la pluralidad de valores y razones que
surgen dentro de todas esas perspectivas. Pese a que la moralidad
de la política es, con justeza, más impersonal que la moralidad de
la vida privada, es esencial reconocer la autonomía y los valores
personales incluso al nivel exigido por la mayor impersonalidad
conseguible.
Es imposible saber qué clases de trascendencia de la individua­
lidad resultarán a largo plazo de la influencia combinada del pro­
greso (o el declive) moral y político. Parece prematura una asun­
ción general de la vida individual desde la perspectiva del universo
o, incluso, desde la perspectiva de la humanidad, aun cuando al-
LA ÉTICA LA ÉTICA 27 1

. cuestión final. No puede haber ética sin gunos santos o místicos puedan mantener el control en tal situa­
:a de cómo deberían actuar los individuos cipn. Las razones para actuar tienen que ser razones a los ojos de
la teoría ética, no sólo una teoría empíri­ los individuos; y se puede esperar que las perspectivas individua­
bajo las cuales éstos deberían vivir, insti­ les conserven su importancia moral mientras sigan existiendo los
l de modo sustancial sus puntos de parti­ diversos seres humanos.
~eden hacer, las consecuencias de lo que
re ellos. Como el punto de vista de la teo­
lente objetivo e imparcial, ofrece grandes
lr, tentaciones que es importante resistir.
:lÍzarse en algún sentido en concordancia
e principios, aun cuando las personas sean

:nte: podría parecer que la teoría política


naturaleza humana universal, y que si no
LÍltima tenemos que inventarla, ya que la
tiro Para evitar tal desatino, es necesario
ifícil misión de idear principios sociales
. seres cuya naturaleza no es uniforme y
mamente diversos. Si fueran demasiado
ía ser imposible -podría no existir nada
lítica intergaláctica-; empero, dentro de
iriación parece quedar dentro de límites
bilidad de hallar por lo menos una solu- .
a que ser algo aceptable, desde un punto
l de cada individuo particular, que reco­
o la pluralidad de valores y razones que
:sas perspectivas. Pese a que la moralidad
:eza, más impersonal que la moralidad de
:ial reconocer la autonomía y los valores
rel exigido por la mayor impersonalidad

lé clases de trascendencia de la individua­


)lazo de la influencia combinada del pro­
Ll y político. Parece prematura una asun­
ldividual desde la perspectiva del universo
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