Magia Mal de Ojo y Proteccion en La Anti

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MAGIC, EVIL EYE AND PROTECTION IN ANCIENT

ROME (2019)
Magia, mal de ojo y protección en
la Antigua Roma (2019)

Ane Urrizburu Jáuregui


Universidad de Navarra
[email protected]
Fecha de entrega: 06.05.19

Resumen Abstract
En este proyecto se analiza la presencia de This project analyzes the presence of curse
la maldición en la Antigua Roma, in Ancient Rome, focusing on necromancy
enfocándose en la nigromancia (goetia), (goetia), with the tabellae defixionum, and
con las tabellae defixionum, y en el mal de the evil eye, highlighting the protective
ojo, destacando el papel protector de los role of periapts (with special emphasis on
amuletos (con especial hincapié en los phallic ones). It presents the readressing of
fálicos). Se presenta el replanteamiento de the study paradigms and classifications so
los paradigmas de estudio y las far in force.
clasificaciones hasta ahora vigentes.

Palabras clave Key Words


Magia - Goetia – Tabellae defixionum – Mal Magic - Goetia – Tabellae defixionum – Evil
de ojo – Amuleto – Fascinum eye – Periapt – Fascinum
“La envidia es un mal, sin embargo, tiene algo de belleza: se come los ojos y el corazón de los
envidiosos1.”

1. Magia
1.1 Estudio

Los estudios sobre magia en la Antigua Roma, que empezaron a generar interés en los
’60 del siglo XX y se asentaron en torno a los ’80, han variado de enfoque a lo largo del tiempo.
En ocasiones han tenido un carácter más etnohistórico, comprendiendo la magia como
construcción social que surge de la adaptación de estereotipos culturales, como los de la
literatura, a la realidad. Esta perspectiva queda reflejada en las investigaciones de Julio Caro
Baroja2, centradas en la península Ibérica. Otras veces los estudios han tenido un carácter algo
más positivista, dedicándose al análisis y edición de textos epigráficos relacionados con la magia
(como, por ejemplo, las tabellae defixionum). Auguste Audollent3, historiador especializado en
epigrafía romana, fue uno de los precursores de esta tendencia de estudio. Más adelante otros
autores, como Emilio García Ruiz, se encargaron de completar su obra y actualizarla.

Lo que sí se mantuvo, hasta el cambio de paradigma de los ’90, fue la concepción dual
de la magia como religiosidad popular o como modelo subversivo. Tomando la primera
acepción, el adjetivo “popular” indica que la consideraban ignorancia doctrinal, fosilización de
rituales pasados o hibridación religiosa, y la asociaban a una expresión independiente y contraria
al discurso teológico de la cultura más elitista. El origen de estos prejuicios está en el siglo XIX,
cuando la magia se toma como un conjunto de prácticas que falsean la ley natural y van contra
la ciencia y el avance, algo propio de ignorantes que, llevados por el infortunio cotidiano y la
precariedad, realizan esta clase de prácticas antitéticas de la religión al uso. Años más tarde,
Isabel Velázquez Soriano, tratará la magia como un conjunto de creencias pseudorreligiosas
contrarías a la doctrina oficial pero que, al mismo tiempo, son coherentes y tienen un esquema
propio4.

Si nos centramos en la segunda acepción, la relativa a la magia como oposición al orden


establecido, tenemos que mencionar a la Escuela Sociológica Francesa. Ésta interpretó la magia
como una práctica contraria a la sociedad por sus intereses inmorales y alejados del bien común,
lo contrario a la religión y a los poderes establecidos. Así se aprecia en la figura de las sagae, en
la literatura de la época romana, que no sólo representan el mal sino también el
comportamiento femenino fuera de los límites establecidos por la sociedad patriarcal, como
explica Amparo Pedregal Rodríguez5. También es palpable en el tipo de magia que ejercían,
supuestamente exclusivo de su género, en el que expresaban un subsistema de valores al
margen de lo predeterminado6.

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1. Mosaico hallado en Beirut, Líbano. Actualmente en el Museo de Beirut.


2. J. Caro Baroja, Las brujas y su mundo, Madrid, 1961.
3. A. Audollent, Les Tabellae defixionum d'Afrique, París, 1905.
4. I. Velázquez Soriano, Intersección de realidades culturales en la Antigüedad Tardía: el
ejemplo de las defixiones y filacterias como instrumentos de la cultura popular, Antiquité
Tardive, 9, 2001.
Esta visión de la magia como oposición a la religión oficial y al modelo establecido se refuerza si
se estudia la Tardoantigüedad romana. Con la llegada del cristianismo muchas de las prácticas
de la religión pagana, como los sacrificios, y las prácticas mágicas, quedaron reformuladas o
desplazadas con el fin de eliminar cualquier resto anterior a la doctrina cristiana.

Ambas tendencias plantean un problema conceptual al tratar de separar la magia de la


religión cuando, tal y como la orientan los estudios actuales, la magia es un subsistema de
ésta, como lo son los sacrificios y otros ritos. Se aprecia con claridad en las tablas de maldición,
de las que se hablará más adelante, que no dejan de ser peticiones de execración a los dioses
infernales o locales, demostrando el sincretismo de religiones en provincias tras la conquista
romana7. Además, la arqueología ha demostrado que estas prácticas mágicas eran un rito más
en los templos romanos, al encontrarlas entre sus restos8.

En conclusión, a pesar del componente de riesgo que supone la magia, por su poder
execratorio en el mundo de la Antigua Roma, no es totalmente contraria a la religión o a los
valores de la sociedad romana. Incluso podría decirse que los representa, por su capacidad de
adaptación a las diferentes necesidades espirituales y capacidades de comprensión de la
colectividad. La magia, en definitiva, es un eco del poder y los valores romanos.

1.2 Definición del concepto

La magia es un conjunto de prácticas cuya finalidad es conseguir algo extraordinario o


sobrenatural. No hay que quedarse con la imagen “tradicional” y simplista del concepto,
pensando en calderos con extrañas pócimas. Para evitar esta visión, resulta acertada y
pertinente la definición que proporciona Julio Caro Baroja: “las acciones que son respuesta a la
sensación de desesperanza que tiene el hombre ”2. En el mundo de la Antigua Roma se podían
distinguir dos tipos de magia: la benigna o teurgia y la maligna, hechicería o goetia.

La teurgia requería de un conocimiento mayor, ya que se hallaba estrechamente


ligada a las religiones mistéricas9 y a la filosofía. Este tipo de magia no era perseguida por el
Estado ni estaba mal considerada socialmente dado que buscaba y, supuestamente, lograba
beneficios para la comunidad, además de que no alteraba ni la mos maiorum10 ni la pax
deorum11. Era practicada por los magi o magos, siempre hombres.

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5. A. Pedregal Rodríguez, Magas: la valoración negativa de la sabiduría femenina en el
período Altoimperial Romano, Hispania Antiqua, 22, 1998.
6. I. Núñez Paz, La mujer romana: aspectos mágico-religiosos y repercusión penal, Labeo,
44.2, 1998.
7. Tabellae defixionum hallada en Calvi Risorta (Campania, Italia) y datada en época
tiberiana. Defixio Cara A: Dii inferi C(aium) Babullium er fotr(icem) eius Tertia(m)
Salvia(m). Cara B: Quartae satiavi(t): recipite inferis, Dite, (d)omum tuam.
8. Tabellae defixionum de Baelo Claudia (Cádiz, España) encontrada en el templo de Isis.
9. Se considera religión mistérica a toda religión cuya doctrina no se establece de forma
racional o a través de la palabra sino completamente a través de la experiencia y de la
actividad ritual. La mayor parte de las religiones paganas, como la griega, son
religiones mistéricas.
La goetia, por el contrario, era un tipo de magia perseguida y castigada puesto que sus
conocimientos y prácticas nigrománticas se orientaban al beneficio individual o, aún peor, al
perjuicio de otros. Supuestamente era practicada por las sagae o hechiceras, cuyo rastro sólo
nos llega a través de la literatura androcéntrica y misógina. En ésta se les presenta, en
contraposición a los magus, como mujeres de aspecto desagradable cuyo objetivo es someter
a los hombres a sus oscuras voluntades. Realmente tanto mujeres como hombres consumían y
llevaban a cabo este tipo de magia, con diferencias en el rito según el sexo. Por supuesto, al
tratarse de magia negra, estas prácticas estaban penalizadas. Este tipo de magia, la goetia, es
la más interesante para este proyecto puesto que incluye las maldiciones o defixiones.

1.3 Tabellae defixionum

Las tabellae defixionum son una herramienta necesaria en el estudio de la magia en la


Antigüedad. Ya se daban desde época griega y continuaron en época romana. Son piezas de
metal de poco grosor utilizadas con fines sobrenaturales y para someter a alguien a la voluntad
del defigens (quien hace uso de ella). Su nombre proviene de la palabra defigere que
literalmente significa “clavar” aunque, por tradición, puede asociarse a entregar a alguien a los
dii inferni.

Su función oscilaba desde la petición de reposo para seres queridos que habían vivido
una mors immatura (niños, mujeres en el parto o jóvenes no desposados) y que, al haber sido
enterrados con el funus acerbum12, quedaban errantes por el Hades, hasta hechizos y conjuros
para conseguir el amor de un tercero (uso que no sólo le daban las mujeres sino también los
hombres, contra lo que se pensaba13). Sin embargo, su función principal era la de maldecir.

El rito consistía en que el defigens, o un profesional contratado por él, grababa una
execración en una placa de plomo (sinónimo de situaciones desafortunadas y de muerte),
estaño o cobre. Estos conjuros solían estar formados por series de fórmulas y palabras mágicas
que servían para invocar a las divinidades. Estas inscripciones suelen seguir un mismo orden,
aunque según la zona y el autor pueden variar. En primer lugar o en último, aparece la fórmula
Dii inferí en la que se menciona a los dioses infernales o locales14 a quienes se les encomienda
la tarea de la maldición.

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10. “La costumbre de los ancestros”, es decir, el conjunto de preceptos que un romano
que respetase la tradición debía seguir.
11. Base de toda la religión romana. Pacto entre dioses y hombres para preservar la
armonía y beneficiarse mutuamente.
12. Tipo de rito de funerario para quienes han tenido una muerte prematura. Se realizaba
con nocturnidad y con diferentes ajuares como juguetes, miniaturas u objetos
femeninos, desde elementos simbólicos del matrimonio hasta ruecas. En ocasiones era
aplicado a criminales, a quienes se enterraba de manera diferente, modificando su
postura y anclándolos al suelo cara abajo para que no levantasen cabeza, y cuyo
funeral no duraba más de una hora, cuando la duración habitual podía llegar a la
semana.
13. Tabellae defixionum hallada en Byzacena (Túnez, África). Vettia q[uam peperit Optata]
solum me in mente habeat, vigilans uruatur frigat… ardeat Vettia quam pepe [rit
Optata…a] moris et desiderri m[ei causa].
14. Ceres, Deméter, Hécate, Proserpina o Plutón suelen aparecer con cierta frecuencia.
A continuación, se ponen el praenomen y nomen del defixus (víctima del hechizo) acompañado
del nombre de su madre15, para concretarlo en la medida de lo posible. En tercer lugar, se
escribe la maldición correspondiente. Hay muchísimas fórmulas aplicables. Algunas pasan por
la enumeración, miembro por miembro,16 de cuanto se quiere execrar (con especial insistencia
en los órganos sexuales para caracterizar mejor al defixus). Otra fórmula es la del similia
similibus, según la cual se compara al defixus con un muerto para que corra su misma suerte17.
A continuación, la placa es atravesada por uno o varios clavos de hierro que hacen efectiva la
maldición. También se han encontrado, aunque no era lo más habitual, muñecos de diversos
materiales (cera, plomo, arcilla…) atravesados por clavos que servían para fortalecer la
execración, a modo de los muñecos vudú.

El emplazamiento de estas tabellae también era de gran importancia puesto que de ser
inadecuado podía dificultar el éxito de la maldición. Los emplazamientos más habituales solían
ser: las necrópolis, para aquellos que usan la fórmula simila similibu; las fuentes y los ríos,
asociados con el paso a la otra vida; los lugares próximos al hogar de la víctima, entre ladrillos
o enterrado en las cercanías; y los santuarios ctónicos, es decir, aquellos dedicados a los dioses
infernales18.

Protegerse de este tipo de maldiciones era prácticamente imposible puesto que la


maldición se hacía de palabra y sin necesidad de la presencia del maldito, de manera que, a
diferencia del mal de ojo, era difícil de contrarrestar.

2. Mal de ojo

2.1 Estudio y definición del concepto

En la Antigua Roma, el mal de ojo se percibía como algo habitual integrado en su día a
día. El mal de ojo es un tipo de maldición que provoca daño sólo con la mirada, incluso de
forma involuntaria, sin necesidad de la intermediación de las divinidades aun siendo una
manifestación sobrenatural. Si bien algunos seres míticos aojaban, como las gorgonas, todo
tipo de personas podía hacerlo sin ser profesionales de la nigromancia, aunque la conjura era
una de las funciones propias de los nigromantes. Según algunos escritos,19 podía ser una
cualidad hereditaria (familias effascinantium). El origen y el funcionamiento del mal de ojo han
sido muy debatidos. Según Empédocles, el mal de ojo consistía en efluvios o irradiaciones
eléctricas y átomos que se transmitían al mirar al aojado con envidia. Así lo consideraron
también Demócrito, Plutarco20 o Heliodoro, además de la población de la Antigua Roma.

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15. Tabellae defixionum hallada en Byzacena (Túnez, Túnez). Vettia, quam peperit
Optata…
16. Tabellae defixionum hallada en el Lazio (Roma, Italia). Rufa(s) Publica(e) manus
de(n)tes oc(u)los brac(h)ia vent[r]e(m) mamil(l)a(s) pectus os(s)u(m) m[e]rilas
vent[r]e(m) crus os pedes fronte[m] un[gue]s di[g]itos vent[r]e(m) um(bi)licu[m]
cun(n)u[m] (v)ulva[m] il(i)a<e> Rufas Publica(e) de (f)i[c]o in (h)as tabel(l)as.
17. Tabellae defixionum hallada en el interior de un sepulcro en la Vía Latina (Roma, Italia)
y datada en época de Augusto. Quomodo mortuos qui istic sepultus est nec loqui,
sermonare potest, seic Rhodine apud M.Licinium Faustum mortua sit nec loquic nec
sermonare possit.
18. N. Teja Reglero, Mujer y magia en el mundo romano occidental: la imagen femenina en
las tabellae defixionum eróticas, 4, 2014.
19. Plinio el Viejo, Historia Natural, VIII, 2, 16.
El mal de ojo tiene elementos en su definición que lo hacen muy particular y que han
dificultado su clasificación. ¿Se trata de magia, de superstición, de religión o es una nueva
categoría? Entendido como superstición requiere matizar si nos referimos al significado actual
del término o al de aquel entonces. Hoy en día la superstición tiene un matiz peyorativo,
dejando en inferioridad intelectual al supersticioso. Por otro lado, la palabra superstición tiene
su origen en la palabra superstitio que se traduce como adivinación, desviación de la religión
estatal o errónea religión practicada por los otros, según épocas históricas. En los siglos del I
a.C al II d.C, el término se refería a la desviación de la religión estatal y se relacionaba con el
miedo a los dioses o con la ignorancia, dando a la religión estatal un peso excesivo casi insano.
Esta percepción es errónea o al menos debatible dado que, como ya se ha mencionado, es una
de las pocas manifestaciones sobrenaturales que no requieren de intervención divina. Poco a
poco, con la llegada del cristianismo, empezará a utilizarse el término para designar a
religiones extranjeras o cultos no propios del Estado (como las prauae religiones), lo que para
ellos son creencias irracionales.

Durante muchos años el mal de ojo ha estado considerado como parte de la magia. Es
comprensible porque comparte con ella su índole sobrenatural, sin embargo, no tiene rituales
propios ni requiere de intervención divina o especialistas. En la Antigua Roma hay pocas
referencias de la asociación entre magia y mal de ojo, una de la mano de Ovidio22 y otra de Plinio
el Viejo23.

Actualmente el mal de ojo, en la época romana, se considera como expresión de


religiosidad o como categoría independiente en sí misma. Ambas interpretaciones continúan
siendo debatidas entre los historiadores pero, recientemente la teoría del mal de ojo como
expresión de la religiosidad va ganando más adeptos.

3. Protección

3.1.Formas de protección

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20. Plutarco, Moralia, Quaestiones convivales, II, 23.
21. Plinio el Viejo, Historia Natural, XXVIII, 39.
22. Ovidio, Amores, I 8,16
23. Plinio el Viejo, Historia Natural, VII 15-18: In eadem Africa familias quasdam
effascinantium Isigonus et Nynphodorus, quorum laudatione probata, arescant arbores,
emoriantur infantes, ese eiusdem generis in Triballis et Illyris adicit Isigonus…
24. Plinio el Viejo, Historia Natural, XVIII, 41: C. Furio Crésimo, un liberto, era envidiado y
había quien creía que se apropiaba de las cosechas de otros mediante magia, ya que en
un terreno muy pequeño él obtenía mucha más producción que sus vecinos con mayores
terrenos. Por ello fue acusado por el edil curul Sp. Albino. Temiendo una condena cuando
se requirió la presencia de las tribus para votar, él hizo traer al foro todos sus enseres
domésticos, junto a sus esclavos que estaban, según Pisón, bien atendidos y vestidos -y
sus herramientas de hierro, sus azadones y arados y grandes bueyes. Entonces dijo: Estos
son mis mágicos hechizos, conciudadanos, pero no puedo mostraros o traeros al foro,
mis tareas nocturnas, mis horas sin dormir, o mi sudor. Fue absuelto por voto unánime.
Así como todo el mundo podía aojar, todo el mundo podía resultar aojado. Los
individuos más sensibles a este tipo de hechizo eran los recién nacidos, las madres que acaban
de dar a luz, los niños y las personas con belleza o éxito, independientemente del estatus
social. Por el contrario, las personas que padecían minusvalías, desde ceguera hasta
deformidades, extranjeros o desfavorecidos no solían ser víctimas del oculus malignus porque
nadie les envidiaba.

Aquellos que podían resultar víctimas de este maleficio buscaban distraer la mirada del
aojador mediante gestos u objetos a los que atribuían un efecto apotropaico25. Estos objetos
eran muy variados dependiendo del poseedor y del lugar en el que se colocasen para tener
efectividad. Los más utilizados eran los mosaicos, las tintinnabulas, las lucernas y los amuletos26,
entre otros.

Al mal de ojo, por tratarse de un poder maléfico que podía arruinar a la persona en todos
los aspectos de su vida, los romanos trataban de alejarlo de su familia y de sus hogares a través
de mosaicos a la entrada de sus casas. En ellos podían leerse inscripciones como “La envidia es
un mal, sin embargo, tiene algo de belleza: se come los ojos y el corazón de los envidiosos”1, “Y
tú también”27 o “Para los envidiosos lo que ves. El bien para los buenos. El mal para los malos”28.
El objetivo es devolver las intenciones del visitante a sí mismo, sean positivas o negativas. En los
mosaicos con ilustraciones se aprecia una iconografía muy concreta que, como veremos,
también se presenta en amuletos y lucernas. Uno de los símbolos clásicos para representar el
mal de ojo y la envidia en general, además del ojo en sí mismo, es el dios griego Phtonos, un
anciano delgado que denota tristeza y enfermedad, y que se estrangula a si mismo 29. En los
mosaicos, Phtonos, suele aparecer siendo atacado por fieras, como leones, a fin de disuadir la
entrada de envidiosos a la domus.

Otros iconos recurrentes son los seres mitológicos grotescos, como demonios o gorgonas,
así como los animales considerados malignos, como las serpientes y los escorpiones. Los
romanos creían que rodeándose de figuras temibles conseguirían asustar al aojador y protegerse
de sus malas intenciones. Por eso cuanto más terrible, fea y patética fuese la expresión de sus
caras, más efectiva. La gorgona Medusa, ya usada desde la Grecia arcaica, es el ejemplo perfecto
con su triple efecto: petrifica con la mirada, protege con las serpientes y tiene el poder letal que
representan los nudos de su “cabello” (encadena a los mortales a la voluntad de los seres
sobrenaturales).

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25. Palabra de origen griego usada en el ámbito antropológico. Relativo al sistema de
protección mágica o sobrenatural presente en ritos, objetos o fórmulas, que trata de
alejar el mal.
26. M. Moliner Ruiz, Diccionario de uso del español: edición abreviada, 2008, 1: Talismán u
objeto al que se le atribuyen virtudes mágicas, que se lleva encima como portador de
buena suerte o como defensa contra cierto daño.
27. “Kaicy”. Mosaico hallado en Antioquía, Turquía. Actualmente en el Museo Arqueológico
de Hatay.
28. “Invidiosibus quod videtis b(onis) b(ene) m(alis) m(ale). Mosaico hallado en Themetra,
Túnez.
29. Silio Itálico, La Guerra Púnica, XIII, 579: La Envidia que se estrangula a sí misma con
ambas manos.
Los militares de todo rango tenían esta creencia muy arraigada por eso, además de en mosaicos,
se observa en prendas militares31.

No podemos olvidar uno de los aspectos más curiosos utilizados, en época


romana, como protección contra el mal de ojo, la sexualidad. Ésta se expresaba mediante gestos
profálicos como la mano fica (mano derecha cerrada en un puño con el pulgar entre el dedo
índice y el corazón) o el digitum impudicus32. También abundaban las representaciones del acto
coital en las lucernas33 (lámparas de aceite) y tintinnabulas34 (adorno pendiente de la
techumbre del que cuelgan unas campanillas piramidales que hacen un sonido metálico para
ahuyentar el mal de las casas y tiendas o atraer la buena suerte), y las representaciones fálicas
visibles en mosaicos, pinturas murales, relieves arquitectónicos (en sillares de puentes,
acueductos o murallas, para dar una protección colectiva), esculturas (que representan a Baco
o Príapo) e incluso en cerámica.

Uno de los objetos más estudiados por su abundancia y trascendencia son los ya
mencionados amuletos. Los amuletos suelen ser joyas, sobre todo anillos y colgantes, que
tienen diferentes representaciones que se adaptan a su función y a la persona portadora. Los
niños, especialmente si son varones, eran los más susceptibles al mal de ojo35 por lo que, desde
su nacimiento, se les protegía con colgantes como la bulla36. Ésta podía ser de oro (solo
disponible para hijos de senadores o caballeros), bronce, hueso o cuero (común entre los más
humildes), y su forma más habitual era la de unas placas metálicas unidas por una cadena o
cordel. Estas láminas convexas servían como cajita para hierbas, piedras o conjuros escritos, que
protegían a los menores. Cuando llegaban a la madurez se desprendían de ellos convirtiéndolos
en ofrenda para Hércules o los dioses lares, los hombres, o para Juno, las mujeres. Tras ello, lo
sustituían por uno nuevo que se adaptase más a sus nuevas necesidades. Las mujeres pasaban
a lucir lúnulas, colgantes de luna creciente, o amuletos fálicos. Los hombres optaban por anillos
esculpidos con imágenes monstruosas o de divinidades, aunque también podían llevar
colgantes.

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30. Mosaico de Medusa hallado en Tarragona, España, datado en época severiana.
Actualmente en el Museo Nacional Arqueológico de Tarragona.
31. Ovidio, Metamorfósis, IV: Que él, aun así, de la horrenda Medusa la figura había
contemplado en el bronce repercutido del escudo que su izquierda llevaba, y mientras
un grave sueño a sus culebras y a ella misma ocupaba.
32. Persio, Sátiras, II, 31-34: Mira cómo una abuela o una tía materna llena de
supersticiones levanta de su cuna a un niño y con el dedo infame y saliva lustral
empieza por purificarle la frente y los húmedos labios, pues es experta en conjuros
contra el mal de ojo.
33. Lucerna erótica hallada en Colonia, Alemania. Actualmente en el Museo Romano-
Germánico de Colonia.
34. Tintinnabula de mujer montando y coronando un falo de Pompeya, Italia. Actualmente
en el Museo Arqueológico de Nápoles.
35. Plutarco, Moralia, 680D: A personas que por mirar a los niños les causan muchísimo
daño, al ser dasviada y movida por ellos a lo peor su constitución a causa de su
humedad y debilidad, en tanto que los caracteres firmes y ya compactos padecen
menos.
3.2.Amuletos fálicos

Los amuletos fálicos merecen un apartado especial por la importancia que tuvieron en
su momento y porque el hallazgo de varios de ellos en la península Ibérica en las últimas
décadas, como el de Bilbilis en 2004 o el de Los Bañales en 2018, han revitalizado su estudio.

Durante muchos años estas piezas se ocultaron por pudor, al clasificarse como piezas
eróticas u obscenas37. Se crearon museos secretos como el de Nápoles o, de ser estudiadas, las
investigaciones se publicaron en lenguas clásicas, como el griego, para limitar su lectura. Como
consecuencia, el expolio de estas pequeñas piezas metálicas fue más sencillo al no estar
catalogadas. Actualmente muchas siguen en paradero desconocido, puede ser que en
colecciones privadas o en los almacenes de museos o archivos arqueológicos, haciendo que los
estudios sobre la materia se hayan visto retrasados o sean incompletos. A pesar de ello, algunos
investigadores del siglo XX han intentado elaborar corpus de este tipo de piezas. H. Rolland fue
uno de los primeros en hacerlo, publicando en 1965 su obra Bronzes antiques de Haute
Provence. En 1979, el arqueólogo español Galve38, modificó esa primera clasificación
abreviándola y nombrando a los bloques resultantes con letras. Nueve años después tres
autores, entre los que destaca Zarzalejos41, publicaron una actualización de las clasificaciones
previas, al igual que Javier del Hoyo lo haría en 1996 con Clasificación funcional y formal de
amuletos fálicos en Hispania.

El falo, en la sociedad romana, no era considerado algo obsceno39 ni cargado de


erotismo porque estaba integrado en el día a día a través de los ya mencionados relieves,
mosaicos, pinturas o esculturas. Sus funciones para atraer la fertilidad, alabar a la naturaleza
creadora y proteger del mal de ojo eran lo verdaderamente relevante para ellos.

Los amuletos fálicos o fascinum fueron uno de los remedios más utilizados y efectivos
contra el mal de ojo pues, al tratarse de un objeto tan extravagante, el aojador apartaba la
mirada. Son objetos de pequeño tamaño (entre los 2 y los 8 centímetros), ligeros y que
representan los órganos sexuales masculinos, testículos o pene. Se fabricaban en moldes pero
podían variar en el acabado, la técnica de fundición (por lo general se fundían en una sola pieza)
o los materiales (vidrio, oro, nácar, ámbar o bronce, que es lo más habitual). Por sus dimensiones
y referencias en los textos antiguos, se cree que eran comunes entre los niños pequeños40 y que,
al igual que con la bulla, dejaban de portarlo al entrar en la edad adulta (sobre los 17 años),
aunque también podían ser usados como adornos femeninos (concretamente los que se
encuentran tallados en anillos41).

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36. Macrobio, Saturnales, I, 8-9: De aquí se ha derivado la costumbre de que la praetexta y
la bulla fueran empleadas por los niños nobles, a modo de presagio y deseo de llegar a
adquirir un valor semejante al de aquel crío al que, en sus primeros años,
correspondieron tales recompensas.
37. H. Lewadonski, Las costumbres y el amor en la antigua Roma, 290: Los amuletos
fálicos han sido considerados por los observadores contemporáneos, que no conocen
su significado oculto, como la encarnación de todo lo obsceno.
38. R. Galve Izquierdo, Excavaciones arqueológicas en Varea (Logroño, Rioja): el
hipocausto romano. Cuadernos de Investigación. Historia, VI, 1-2.
Según Javier del Hoyo, los amuletos fálicos pueden clasificarse en colgantes y no
colgantes. Los que más abundan y se ajustan a nuestro concepto de amuleto son los colgantes,
pensados para ser colgados al cuello. Lo sabemos porque tienen una anilla de suspensión que
es una pequeña pieza circular, aunque no tiene por qué ser un círculo perfecto, a modo de
argolla. Por ella se pasaba una cadena o tira de cuero. Los amuletos fálicos colgantes se agrupan
en 6 bloques42: simple de frente, simple de perfil (que puede ser de martillo), doble (falo/falo o
higa/falo), triple (cum tunica manicata, cum scroto pubique, taurocéfalos, con ojos o con
representación de otros animales), múltiples y testículos.

4. Conclusión

Podemos finalizar diciendo que la maldición se encontraba presente en la Antigua Roma,


a través de la goetia y el mal de ojo, dejando huella en su civilización y cultura material (tabellae
defixionum, relieves en sillares, mosaicos o amuletos), al igual que el resto de los elementos que
han configurado las sociedades a lo largo de los siglos como la religión o el folclore.

Arqueólogos e historiadores deberían volver la mirada a estos temas, manchados de tabú


y tachados de esotéricos, pues dan información necesaria para entender no sólo la mentalidad
de las élites sino también la de los estratos sociales más humildes, pues se trata de un fenómeno
transversal. Quitar el velo que ha cubierto esta parte de su historia, por “pudor” o por
ignorancia, para poder estudiarla, comprenderla y, sobre todo, difundirla. Sería un terrible error
dejar que la magia, el mal de ojo y los elementos de protección queden en el olvido o en las tesis
doctorales de un par de personas. Estudiándolas y divulgándolas conseguiríamos crear una
conciencia social e identitaria, que fomentase la protección de estos materiales (haciendo que
se donasen o devolviesen aquellos amuletos que aún se hayan desaparecidos), la comprensión
de nuestra cultura mediterránea y que esa parte de nuestra realidad cultural (que hoy en día
sigue estando presente solo que de diferente modo) volviese a quién le pertenece: a la gente.

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39. H. Lewadonski, Las costumbres y el amor en la antigua Roma, 290: El conocimiento de
este significado implícito debe hacer que los investigadores prescindan de su
obscenidad.
40. Varrón, De lingua latina, VII, 97: Los llevan los infantes para prevenirse de los
maleficios.
41. M. Zarzalejos Prieto, Amuletos fálicos romanos inéditos de las provincias de Madrid y
Toledo, 303 (nota 6): Este juicio de Johns puede resultar algo restringido. Parece
probable que tan pequeños anillos, hubieran sido portados igualmente por dedos
femeninos.
42. J. del Hoyo, A. M. Vázquez Hoys, Clasificación funcional y formal de amuletos fálicos en
Hispania (1996), 453-457.
5. Bibliografía adicional

1. A. Alvar Nuño, 2009, Falsas consideraciones en los estudios sobre el mal de ojo en el
mundo clásico. Espacios de penumbra. Cartografía de la actividad mágico-religiosa en el
Occidente del imperio romano. 103-112.
2. A. Alvar Nuño, 2012, Envidia y fascinación: el mal de ojo en el occidente romano, 306.
Universidad de Huelva.
3. A. Alvar Nuño, 2017, Los estudios sobre magia en Hispania romana desde el cambio de
era (2000-2016).
4. C. Daremberg, E. Saglio. 1877-1919. Fascinum, Fascinus. En Dictionnaire des Antiquités
grecques et romaines (2.2, 983-987) Francia: Hachette.
5. J.C. Sáenz Preciado, M.D. Lasuén Alegre, 2004, El amuleto fálico de oro de Bilbilis
(Calatayud-Zaragoza), 4, 221-227.
6. N. Teja Reglero, 2014, Mujer y magia en el mundo romano occidental: la imagen
femenina en las tabellae defixionum eróticas.
7. (2018). Fascinum, amuletos contra el mal de ojo en la antigua roma. DOMUS ROMANA.
Blog de la vida familiar en la antigua Roma. Sitio web: https://domus-
romana.blogspot.com/2018/11/fascinum-amuletos-contra-el-mal-de-ojo.html
8. Supersticiones y sacrilegios. Patrimonio Romano de Aragón. Sitio web:
http://aragonromano.ftp.catedu.es/relsuper.htm

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