UU2 - Aulagnier - La Violencia de La Interpretacion 1
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LA VIOLENCIA DE LA INTERPRETACIÓN.
La psique y el mundo se encuentran y nacen uno con otro, uno a través del otro; son el resultado de un
estado de encuentro. La inevitable violencia que el discurso teórico impone al objeto psique del que pretende
dar cuenta se origina en la necesidad de disociar los efectos de este encuentro, que aquel puede analizar sólo
en forma sucesiva y, en el mejor de los casos, en un movimiento de vaivén entre los espacios en los que surgen
tales efectos. Reconocer este «remodelamiento» del ser y del objeto que la teoría exige no lo elimina: la
concordancia exhaustiva entre el discurso analítico y el objeto psique es una ilusión a la que debemos
renunciar.
Decir que el encuentro inaugural ubica frente a frente a la psique y al mundo no explica la realidad de
la situación vivida por la actividad psíquica en su origen. Si con «mundo» designamos el conjunto del espacio
exterior a la psique, diremos que ella encuentra este espacio, en un primer momento, bajo la forma de los dos
fragmentos representados por su propio espacio corporal y por el espacio psíquico de los que lo rodean y, en
forma más privilegiada, por el espacio psíquico materno.
La primera representación que la psique se forja de sí misma como actividad representante se realizará
a través de la puesta en relación de los efectos originados en su doble encuentro con el cuerpo y con las
producciones de la psique materna.
El comienzo de la actividad del proceso primario y del proceso secundario partirá de la necesidad que
enfrentará la actividad psíquica de reconocer dos caracteres particulares del objeto cuya presencia es necesaria
para su placer: el carácter de extraterritorialidad, lo que equivale a reconocer la existencia de un espacio
separado del propio, información que solo podrá ser metabolizada por la actividad del proceso primario; y la
propiedad de significar, o de significación, que posee ese mismo objeto, lo que implica reconocer que la
relación entre los elementos que ocupan el espacio exterior está definida por la relación entre las
significaciones que el discurso proporciona acerca de estos mismos elementos.
Esta información no metabolizable por el proceso primario, exigirá la puesta en marcha del proceso
secundario, gracias a la cual podrá operarse una «puesta en sentido» del mundo.
El encuentro se opera, así, entre la actividad psíquica y los elementos por ella metabolizables que la
informan acerca de las «cualidades» del objeto que es causa de afecto.
Cualquiera que sea el sistema considerado, el término «representabilidad» designa la posibilidad de
determinados objetos de situarse en el esquema relacional característico del postulado del sistema: la
especificidad del esquema característico del sistema va a decidir cuáles son los objetos que la psique puede
conocer. Pero, en forma contrapuesta, para que la actividad psíquica sea posible, se requiere que pueda
apropiarse de un material exógeno. Ese material tiene que ver con las informaciones emitidas por los objetos
soportes de catexia, objetos cuya existencia, la actividad psíquica deberá reconocer. Por ello, la experiencia
del encuentro confronta a la actividad psíquica con un exceso de información que ignorará hasta el momento
en que ese exceso la obligue a reconocer que lo que queda fuera de la representación característica del sistema
retorna a la psique bajo la forma de un desmentido concerniente a su representación de su relación con el
mundo. Un ejemplo de este desmentido lo constituye la experiencia que puede realizar la psique del infans en
el momento en que alucina la presencia del pecho: se forja así una representación de la unión boca-pezón y
puede vivir la experiencia de un estado de privación.