lunes, 2 de junio de 2014

Abdicación, un salvavidas del sistema ante la crisis.

El gran debate

Notición que, por su impacto, no dejaba de ser esperado. El rey ha abdicado… que no es lo mismo que dimitir. En este caso no es cuestionable quien le sustituirá, ya está definido y lo hace convencido de que da los bártulos y arreos de matar (permítaseme el símil taurino) ha su heredero. El cargo se ocupará, no por designación de elección democrática, sino por derecho de sangre. En fin, eso es lo que establece la tan vapuleada Constitución.

Pero vayamos por partes. La intención u objetivo, más o menos encubierto, debe ser rearmar la corona, hacer una transición política que obligaría a determinados cambios constitucionales para dar respuesta a la crisis que estamos viviendo. Tal vez una nueva, o modificada, constitución donde cupieran las aspiraciones de los pueblos que integran el Estado español. El rey andaba lacrado por los negocios y presuntas corrupciones de su yerno, por la sospecha de connivencia sobre la casa real, por el “perdón y el ya no volverá a suceder más”… y un amplio etc. que ha ido deteriorando el prestigio y la imagen del rey y la casa real, a la vez que se amplía el deseo republicano entre la ciudadanía.

Felipe VI (eso suena a anacrónico) podría representar el papel de su padre en la primera transición. Ahora, con el desencuentro ante determinadas comunidades, se produce una situación que demanda cambios importantes y que se ofrecen al nuevo rey como carta de presentación, como forma de consolidarse en su reinado con estilo propio, dejando en la cuneta la vinculación al pasado de su padre y la primera transición. Ser el artífice de un nuevo encuentro entre los distintos pueblos del Estado le daría fuelle para reivindicarse como garante de esa entente cordial entre las fuerzas políticas que representan, en mayor o menor grado, a la ciudadanía. Si, además, esa nueva situación se consolida mediante un referéndum, la monarquía se fortalece.

Han sido especialmente meticulosos en mantener la imagen del príncipe impoluta, libre de implicaciones en los tejemanejes de otros miembros de la casa real de los que procuraba apartarse mostrando su rechazo, en presentarlo como un hombre más cercano al pueblo, que se casa con una plebeya, que ha ido haciendo oposiciones al puesto de forma sistemática mediante viajes, actos y apariciones en busca de la aprobación del ciudadano. Ahora, lo que, bajo mi opinión, se oferta es la asunción, de nuevo, del papel aglutinador, de catalizador de las distintas posiciones y salvador del sistema, enfocando la situación hacia esa entente que refería.

No sé, por supuesto, al menos de momento, cual ha sido el detonante real de la decisión a pesar de lo que se diga, pero sigo pensando que un análisis serio de la situación, desde el punto de vista político, económico y social, acabará por despertar el olfato de cualquiera, llevándolo a valorar la influencia que ha tenido el batacazo de los dos grandes partidos, defensores de la monarquía, en las elecciones europeas; la demanda reiterada del Sr. Más y adláteres en el derecho a decidir como alternativa al desprecio del gobierno central a sus intereses; el conflicto vasco, donde persiste el lastre de ETA y sus presos (interesante situación para dar una amnistía a los presos, condicionada por la aceptación de una constitución y modelo nuevo de  relación entre Euskadi y el resto de España); la salida de la crisis económica y la reafirmación de la llamada marca España, tan deteriorada por la corrupción en general, que toca a la propia casa real y, por último, la amenaza de cambios importantes en la tendencia política de la ciudadanía, que ha sorprendido elevando a Podemos a los alteras de la representación.

Pero, también, una vez abierta la caja de pandora, abierto el melón, es normal que cada cual quiera llevarse su tajada… o lo que es lo mismo, que quieran plantear su derecho a decidir sobre el sistema o estructura democrática que prefieram para la gobernanza del Estado. Se aproximan tiempos convulsos, tiempos de debate, de encuentros y desencuentros, de confrontación política entre el modelo monárquico y el republicano para la jefatura del Estado e, incluso, del modelo de contrato social, aunque este anda muy condicionado a nuestra pertenencia a la UE. Ahora depende de lo que quieran plantear en el Congreso, de hasta dónde esté dispuesto a mover ficha D. Mariano y su habilidad e inteligencia para hacerlo. Y surgen las preguntas:

  1. ¿Modificamos los Estatutos y la autonomía en función de la historicidad y las peculiaridades de cada una?
  2. ¿Eliminamos o potenciamos el Senado?
  3. ¿Reconocemos o no el derecho a decidir de la ciudadanía respecto a su vinculación con el Estado?
  4. ¿Cuestionamos el derecho de la monarquía?
  5. ¿Hablamos de las listas abiertas y del sistema de representatividad?
  6. ¿Se cerrará la herida de la guerra civil y se reconocerá y se honrará a los muertos que lucharon por la democracia, o sea por el régimen que tenemos ahora, o seguiremos traicionándolos?


Todo ello se presta a un debate democrático profundo, que veremos cómo lo articulan los representantes políticos en su conjunto y el gobierno de turno en particular. Tiempos convulsos, pues, pero apasionantes. Esperemos que sean sosegados, responsables, clarividentes, con sentido de Estado y preservando y reforzando el papel de la soberanía popular.

Ahora solo queda esperar a que vayan moviendo ficha…


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