(En primer lugar me gustaría pedir al lector su opinión sobre este blog. Al margen izquierdo encontrarás una encuesta a la que te ruego respondas si te apetece, claro está, para orientarme respecto al mismo. Gracias de antemano)
Las obras de arte que nos suelen resultar más
atrayentes, más completas y seductoras, suelen ser aquellas que nos permiten elucubrar
sobre ellas intentando comprender y aproximarnos al mensaje que el artista
pretende mostrar, siendo protagonistas de esa interpretación. La ambigüedad,
los mensajes subliminales, la simbología, etc. conforman un abanico de posibilidades interpretativas que
nos atrapan cuando queremos llegar al fondo de la obra. El enigma y la vaguedad
son retos a nuestra inteligencia que nos invitan a elucubrar, a discernir, a
establecer hipótesis interpretativas del mensaje para comprender mejor la obra
del artista. En todo caso, no estamos exentos de proyectarnos en la interpretación.
Ya sabemos que el ser humano establece su pensamiento y análisis, en la mayoría
de los casos, con una buena dosis de proyección personal donde se vuelca un
complejo entramado de conocimientos, sentimientos, experiencias, motivaciones, actitudes
y conductas mediatizadas por su personalidad y que condicionan su visión de las
cosas.
En piscología se intenta, incluso, llegar a un
diagnóstico del sujeto en función de la interpretación que hace de determinadas
figuras, como es el caso del Test de Rorschach, donde se entiende que, según su
personalidad, realiza una proyección interpretativa de la mancha que se le
muestra.
Cuando visito un museo de pintura, por ejemplo, me
gusta observar la imagen e interpretar lo que el artista quiso decir con la misma,
sobre todo cuando hablamos de arte abstracto, tendiendo a lo que entendió el
ruso Pável Filónov como arte analítico, buscando a través de la figura la esencia
de su interior, pero tratando su influencia como resonancia en mi interior de
la expresividad del artista. Qué es lo que me transmite, qué sensaciones
despierta en mi interior, qué emociones me provoca. Eso me pasa también con la
música: Me gusta escuchar a Bach, Mozart, Beethoven, Vivaldi, etc. incluso,
música pop, y entregarme a las emociones que despierta en mi yo profundo. La
belleza, como dijo alguien, y si no lo digo yo, no está en las cosas sino en
los ojos que las miran, en la capacidad de observar y comprender esa belleza.
Y ahora me dirás, a ver qué narices quiere decir hoy
este. Pues bien, todo viene a cuento de una foto que hice ayer. Una panorámica
que me dio que pensar. Era 28 de febrero, día de Andalucía. Y tal vez por eso, por
esa especial sensibilidad que se despierta en tan señaladas fechas, andaba
haciendo fotos de la zona de mi pueblo, un lugar en la Andalucía profunda,
rodeado de olivar, montes, oteros y huertas, al que suelo ir todas las semanas.
Se llama Cuevas de San Marcos, para más señas, ubicado en la parte norte de la provincia
de Málaga.
La verdad es que con el tiempo que hacía, nubes
intensas y amenazantes, claros a veces, lluvia en otros momentos, incluso mortífero
granizo, junto a juegos de luz y de sombra, con cielos de tonos variados entre
grises y verdes, coronados por claros que mostraban un azul celeste prometedor,
pero bajo un frio desacostumbrado por estos lares, el panorama no dejaba de ser
una continua sorpresa por la originalidad de las imágenes y la tonalidad que
nos mostraba.
Estos días, donde se celebran las fiestas de la
comunidad autónoma, se suele acompañar de algunas reflexiones sobre la tierra y
su gente, sobre el ayer y el mañana, sobre lo que fue y lo que nos gustaría que
fuera, sobre el tenebroso hoy y el incógnito futuro. Pero, claro, no podemos
negar que en ese momento estamos en excelente disposición para ver la parte
linda de la vida, de nuestra tierra, los aspectos más maravillosos que tiene, y
tendemos a loarlos. Parece que la lealtad nos obliga a venerarla ese día, a
verla como la tierra más maravillosa del mundo, sintiéndonos hijos agradecidos.
Tomé la foto que os presento, que para mí es bella y
conjuga una composición rica en matices, en expresión simbólica donde se
concatena la tierra con el cielo, el agua con la luz, los tonos de las luces
con las sombras… tranquilamente sentado me di a elucubrar, a buscar su
simbología interpretativa. Sígueme si te apetece y daremos una vuelta por la imagen.
Empieza a imaginarte que es un Test de Rorschach que nos ofrece este cuadro
para que lo interpretemos.
Sobre nosotros un cielo cubierto de nubarrones
amenazantes, que escapan a nuestro control y que nos tapan la savia que el sol
nos envía. Sin luz no hay vida, ni libertad para hacer volar nuestra mente al
cosmos buscando las estrellas que nos guíen al Belén de la esperanza. Al fondo
se vislumbra esa luz que descubre el perfil de la amenaza de las nubes, a la
par que las destroza o las diluye abriendo la ventana que nos lleva al
firmamento libre. Juega la luz perfilando con colores los bordes de las nubes y
atravesando su cuerpo, ya debilitado, con los rayos luminosos que se muestran
atrayentes como imanes de vida. Encima de nosotros oscuras nubes que amenazan,
al frente atrayente luz de lúcidas promesas, mientras en tierra observamos en
la oscuridad el camino serpenteante que nos conduce hacia el horizonte dominado
por la luz, lejos, lejos, lejos… ¿El viento azaroso será nuestro aliado para
despejar de oscuridad nuestro horizonte? ¿O acaso conducirá las pérfidas nubes
hasta ocupar el futuro en lontananza, matando la esperanza de encontrar aquella
luz que nos ofrece un futuro de optimismo?
¿Y no es eso lo que realmente está moviendo al
mundo? Negras nubes amenazan a los hombres. Los guías que nos llevan por el
camino no se aclaran, ni nos crean confianza, discuten entre ellos sobre la ruta
más adecuada para llegar a un destino final que no tenemos claro. Al fondo
vemos y sabemos cuál ha de ser ese destino, pero no se ve ni conocemos la ruta y puede que la tormenta nos arrastre a
la miseria antes de llegar a la meta. Sabemos lo que queremos, pero el conductor
nos engaña y nos lleva por senderos extraños, diferentes a la ruta que nos
prometió. Ante la tormenta nos cambia el sentido de la marcha justificándolo en
inundaciones y miserias, en amenazas de ladrones y salteadores del camino que
pudieran quitarnos lo poco que llevamos. Tal vez sean aliados y nos lleven a la
trampa, a su horizonte de negrura.
Al fondo está la luz, en la cima de la montaña se
esconden los bandidos de la banca, por el valle de lágrimas buscan su salvación
los refugiados que huyen de la amenazante guadaña de la guerra, nosotros
caminamos entregados al guía que nos conduce por tortuosas carreteras con
promesas de libertad y bienestar que desmientes los hechos del día a día.
¿Vendrán mejores tiempos donde la tormenta escampe, donde las nubes levante
vuelo y se diluyan en la nada, o ya estamos condenados a un nuevo mundo de
pobreza, injusticia y desesperanza?
¿Qué será de mi Andalucía y de su gente el día de
mañana? Tenemos la esperanza de la luz que se otea al horizonte, sabemos el camino
hasta llegar a ella y debemos mostrarlo a nuestros hijos; muchos de nosotros caeremos
antes de llegar a la tierra prometida, pero ese camino de futuro se fragua
educando a nuestros hijos en el ejercicio de la libertad y responsabilidad y
desarrollando su capacidad de discernir para que los falaces guías no sean
necesarios, para que ellos, por su propio pie y sus exigencias a los guías,
sepan alcanzar un mañana pleno…
Extraño panegírico el mío para celebrar un día de
Andalucía que se alboroza en festejos, pero esta no deja de ser otra forma de desear
lo mismo, al fin y al cabo, todos deseamos un mañana feliz a nuestros gente…