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sábado, 22 de julio de 2017

Playa de las Catedrales y Mondoñedo.



La Playa de las Catedrales es un lugar sorprendente. En esta nuestra tercera visita, realizada el 14 de mayo pasado, nos acompañaron Eva y Frank. No siempre se puede acceder dado que solo es visitable cuando la marea esta baja y deja al descubierto su encanto y los espacios de playa y arena que te permiten pasear por ella. Por tanto es conveniente, para ir sobre seguro, consultar el horario de la bajamar, dado que algo antes de la misma es el momento más adecuado para la visita. Según la temporada el acceso es controlado o no, es decir, en verano se ha de pedir cita para la visita, pero en otros meses no. No obstante es aconsejable entrar en su página web e informarse de ese y otros detalles para hacer la visita con garantía y conociendo las normas que la condicionan. Este año el acceso está restringido desde el 7 de julio al 17 de septiembre.

Dado que habíamos salido de A Coruña a primera hora de la mañana y que la bajamar era a las 13,17 h. decidimos aprovechar la circunstancia y darnos un paseo por Mondoñedo para visitar la ciudad y hacer tiempo. Como ya sabréis, Mondoñedo es un municipio y localidad situado en la comarca de La Mariña Central, de la cual es capital, en el norte de la provincia de Lugo y tiene sede episcopal compartida con Ferrol, aunque el obispo reside en esta última. Fue capital de una de las siete provincias históricas gallegas hasta 1833.

Desde 1940 ha ido decreciendo el número de sus habitantes pasando de más de 8.000 a 3.820 en el último censo. No hablaré de su historia que es amplia y de significativa importancia en el devenir de Galicia y de España con importantes hechos históricos. En todo caso resalto, desde el punto de vista de su monumentalidad, la Catedral que fue construida en el siglo XIII y conserva la puerta románica primitiva e importantes elementos como las vidrieras barrocas, el rosetón y pinturas y obras de arte relevantes. Tiene una espléndida vista desde los soportales de la plaza de España, o desde donde se halla la relajada estatua sedente de Don Álvaro Cunqueiro, notable escritor y poeta hijo de la villa. No nos fue posible entrar a fondo en la visita, por lo que solo anduvimos paseando por la ciudad y conociendo sus calles y las fachadas de sus principales monumentos, como el Santuario de los Remedios, hospital de San Pablo, etc. Una hora, aunque sea larga, no da para mucho más.

La Playa de las Catedrales es otro mundo. La naturaleza, en su continuo combate entre sus distintos elementos, ha creado una maravilla natural sorprendente. La firme roca de la costa se fue resistiendo, a lo largo de la historia, a las tremendas acometidas de la mar embravecida, apoyada por los vientos marinos que la escoltan, en la eterna batalla entre el agua y la tierra; el agua no solo hostigó la roca desde el mar sino que, a través de torrenciales lluvias, la fue erosionando con su pertinaz y secular insistencia en las tierras gallegas. Si Finisterre era un monte agredido por la mar, esto es un corte vertical con que el mar hirió a la tierra. En el mismo fraguó sus oquedades y fue perforando las entrañas de las rocas hasta crear en su interior inmensas cúpulas y bóvedas semejando el interior de catedrales, de ahí su nombre. La roca, en su parte más blanda, le fue dejando entrar en la pleamar, sabedora de que era segura su huida en bajamar. Al final, esa agresión, se fue convirtiendo en un juego amoroso, donde el flujo marino penetra el interior de la roca en un placentero espectáculo de acometidas cargadas de la sensualidad, donde se conjuga el rugir apasionado de las olas con el suave reflujo del agua al retirarse, para gestar el milagro de la naturaleza, dando a luz a esa inmensa y esplendorosa costa de misteriosas oquedades en el vientre de la tierra.

Pasear por su blanca arena evitando, o pisando, las pequeñas lagunas que quedaron presas al retirarse las olas, mientras juegas a ir descubriendo las diferentes grutas y cavidades con su caprichosa forma, es un verdadero placer. Sorpresa de un admirado espectáculo aderezado con la suave caricia de la brisa y la monótona sinfonía de las olas al romper con su violencia contra la roca o con suavidad sobre la arena. Buscas fotos intentando apresar, inútilmente, las esencias del momento que solo las podremos reducir al impacto visual, sin poder atrapar las sensaciones musicales que conforman los ritmos naturales de la vida, el canto de las olas, el rugir del viento o el persistente graznar de la gaviota; o las esencias y el perfume de la mar deshaciéndose en las olas espumosas para entregar a la brisa mensajera los efluvios de su aroma y sabor marino.

Mientras vas paseando intentas descubrir cada rincón, otear desde los lugares más diversos para localizar distintas panorámicas, observar cómo la gente disfruta del momento. Te arriesgas, como hizo Eva, a subir peligrosamente a atalayas como el arco inmenso y caprichoso que las aguas fraguaron en la roca. Andar sosegadamente en este espacio, es como vivir el momento en otra dimensión. Abstraerse del ruido mundanal del urbanita, olvidar el rugir de los motores y el ajetreo estresante de una vida de locura esclava del tiránico reloj. Aquí, en este galaico lugar de meigas, si tapas tus oídos al infierno artificial creado por el hombre, viajarás a otra dimensión de la mano de la madre naturaleza y veras los milagros de la vida en equilibrio mediante la interacción de sus principales elementos presocráticos, como son: tierra, agua y aire, dejando el fuego como la ardorosa forma de expresar las sensaciones resultantes al contemplar la magia de ese juego.

Amigo lector, quisiera, sin abusar de tu atención, llevarte en volandas a vivir lo que he vivido, pero me quedaría corto si, a los placeres sensoriales del alma, no sumara los del cuerpo. Por eso, tras sentir las emociones que he descrito, buscamos, el yantar que llenara el vacuo estómago que empezaba a protestar ignorando la belleza que nos extasiaba. Por tanto, tomamos las de Villadiego y buscamos en Ribadeo un lugar donde comer que tuviera una oferta típica de los manjares de la zona… y allá que nos fuimos al mesón pulpería O Forno donde saciamos el apetito a base de variados productos de la tierra y el mar gallego. Eso sí, yo seguí condenado a beber agua y ver como mis acompañantes degustaban un albariño delicioso al que solo pude acceder para degustarlo en plan sommelier.

Después, con los riesgos que conlleva conducir recién comido, viajamos a Luarca, pero eso es otra cuestión que queda para otro momento… En todo caso, si puedes alguna vez, organiza la visita a esa Playa de las Catedrales para sentir, en vivo y en directo, todo lo que te he contado, mientras tanto y a modo de aperitivo te dejo unas fotos, algo es algo…


 

























lunes, 10 de julio de 2017

Finisterre, el fin del mundo...


Faro de Finisterre
El 13 de mayo salimos de A Coruña con la intención de ver por primera vez Finisterre, pues no habíamos ido ninguna de las veces que visitamos Galicia. Finisterre, era el fin de la tierra para los antiguos, donde acababa el mar y aparecían los monstruos abisales de un enigmático abismo en el que concluía el mundo conocido, un tenebroso y mítico lugar que no dejaba, ni deja, indiferente a ningún visitante.

Allá por el Siglo I, según cuenta Lucio Anneo Floro, “el victoriosos Décimo Junio Bruto, tras recorrer toda la costa del Océano, no regresó hasta contemplar, no sin cierto horror y miedo de cometer un sacrilegio, como el sol se precipitaba en el mar y una llamarada salía de las aguas”. Yo lo entiendo, porque el ocaso del sol en un inmenso océano, visto desde la altura de un monte como el que adorna el faro de Finisterre, no deja de ser un espectáculo sorprendente. El sol se pierde en el agua, se hunde y apaga dejando un inmenso resplandor que ilumina las nubes y tiñe los cielos de un rojo luminoso espectacular. Qué extraña fantasía afloraría en la mente de un sujeto que no sabe ni entiende de rotaciones terrestres, ni de las leyes y el orden astronómico que rigen en el universo. La visión crepuscular, de la puesta de sol, sigue extasiando al espectador, a pesar de su racional conocimiento de los fenómenos que la producen, y dada su imprevisible manifestación tan variada en función del estado del cielo en esos momentos, sigue embelesando aunque lo hayas visto más de una vez. Una inmensa bola roja va declinando lentamente y, en el momento de tocar el agua, parece que acelera y en poco tiempo se pierde, como si esa esfera candente se apagara al contacto con el agua dejando un cielo incandescente, cargado de tonos y matices con su resplandor.

Finisterre

En este sentido resalto el embrujo y la magia que nos embargan en las salidas y puestas de sol. Ya he referido algunas veces que el sol es el exponente más simbólico de la vida; tal vez por eso el hombre primitivo lo adoró como el dios máximo de la creación. Para ese hombre primitivo que exaltó al sol a nivel de divinidad, el ciclo del mismo representó la esencia de la propia vida: el amanecer es el nacer, el tránsito por la bóveda celestial es la propia vida y el anochecer u ocaso es la simbolización de la muerte. Después viene la penumbra de la noche, la oscuridad insondable que nos muestra el desconocimiento del más allá, con sus miedos y sus monstruos, sus fantasmas y los espíritus de los muertos que pululan buscando su aposento final. El sueño es lo más parecido a la muerte, nos ausentamos de la vida por momentos y no somos nuestros dueños, sino que estamos sometidos al influjo del ensoñamiento y a la indefensión ante el ataque de los depredadores y enemigos. Luego despertamos, amanecemos de nuevo a otro día que, en cierto sentido, es otra vida nueva anclada en las experiencias del pasado, a la vieja usanza de la concepción mística y religiosa que definen los budistas con sus reencarnaciones.

Parroquia de San Vecenzo do Duio
Pero dejemos esta elucubraciones y pasemos al relato. Antes de llegar, para que los amigos Frank y Eva asistieran a la misa de rigor, buscamos por internet un lugar próximo y en ruta donde se celebrara la eucaristía. La encontramos en un pueblecito perdido, una pequeña iglesia parroquial inserta en el cementerio del lugar, llamada San Vicenzo de Duio. Mientras ellos cumplían con sus deberes religiosos, nosotros, que no somos practicantes, nos dedicamos a recorrer la zona con el coche e ir descubriendo rincones originales de la Galicia profunda, sus verdes campos repletos de pasto para el ganado, sus casas con muros de piedra, sus calles estrechas, sus hórreos típicos de hasta 10 patas y sus caminos angostos. Bosques frondosos, verdes pastos, casas de piedra, agua, vacas y flora silvestre, junto a algún que otro perro que ladraba repeliendo la invasión del desconocido.
 
Entrada en hórreos
Experimentamos la visión de un mundo diferente, singular, que solo se puede palpar si te adentras en lo rústico y alejado del mundanal ruido. No sería yo capaz de vivir allá, con aquel clima y faena, pero no deja de ser un excelente lugar para un retiro puntual del ajetreo del urbanita estresado. Casas diseminadas, caserones de labranza, forraje para los animales y el colorido de un campo que eclosiona en primavera. Galicia, la singular Galicia, mostraba el verdor de sus campos y montañas, su peculiar orografía y sus casas, entre ráfagas de nubes y de lluvia en un eterno y bucólico baile de armoniosa vida secular.
 
Calle del pueblo
Cuando volvimos a buscar a los amigos, nada más aparcar el coche, un chucho chillón se deshacía en ladridos amenazantes desde una prudente distancia, como si me dijera: “Este es terreno mío y de mi amo, tú eres un intruso intolerable y debes abandonar este lugar, no nos fiamos de ti ni de tus intenciones; solo se admiten a los conocidos, fuera de aquí o probarás mis feroces fauces de can cabreado…” ¡Caray, al poco tiempo ya eran dos los que ladraban! Pasé de sentirme seguro a mostrar cierto reparo, que se fue convirtiendo en desasosiego tendente al miedo, mientras los chuchos acentuaban sus ladridos, posiblemente al oler ese miedo que afloraba. Al final, dado que estaban bloqueando el acceso al coche, decidí hacer un espaviento para amedrentarlos y conseguí romper el cerco.
 
Vista del campo
Dado que aún no había terminado la misa y que el minúsculo cementerio circundaba la pequeña y rústica iglesia, me dediqué a observar los enterramientos. Siempre me gustó verlos desde este lado de la vida, no sé cómo se verán desde el otro, si acaso se ven. Lo curioso es que el perro, cuando pasé al cementerio dejo de ladrar, posiblemente entendió que allí moraban los muertos y esos no son peligrosos, por tanto me debió dar por fenecido al traspasar la frontera de la vida y se fue triunfante a casa de su amo. Es a destacar cómo en los sitios más recónditos se explicita el culto a los antepasados, a los seres queridos, a los que se les rinde pleitesía dejando patente el recuerdo en las lápidas que adornan el panteón o nicho donde descansan sus restos. Vi distintas inscripciones donde se apreciaban edades muy variadas de abandono de esta vida, desde niños y jóvenes, hasta gente longeva, muy longevas… parece que quien supera la prueba y se inmuniza ante el mundo labriego tiene garantía de una larga vida.
 
Cruceiro antes de llegar a Finisterre
Pero vayamos a casos de más agrado en nuestra ruta turística. Nuestro objetivo era visitar el cabo de Finisterre, su faro y el entorno. Y sí, allí está el final de la tierra.  Agua y más agua conforman un horizonte desde la perspectiva singular de una abrupta zona montañosa, que lucha estoicamente con la mar para defender los límites de la tierra de las acometidas de las olas, en esa eterna pugna entre el agua y las rocas por ganar espacios propios, que la agreden en los días de mar embravecida. Mirando al fondo, ves destrozarse las olas contra el indeleble muro de las rocas, en una eterna batalla suicida, que ruge y emite borbotones, espuma y agua pulverizada hasta confundirse en el aire. Bello espectáculo de la naturaleza en la confluencia entre tres de sus elementos básicos: sólida roca, líquido elemento marino y aire de la atmósfera que los cubre. El viento, sabedor de su influencia sobre el alborotado mar, sigue jugando hasta picarlo llenándolo de enrabietada espuma, a la par que lame las laderas y barre el entorno del faro y el pequeño hotel que hay enfrente, con un soplido que suena a lamento amenazante y lúgubre.
 
Kilómetro cero
Gran espectáculo de luz y sonido natural, donde se conjuga la puesta de sol con la penumbra inquietante, el viento que ladra retador y el mar con su infinita danza de oleaje permanente. Allí, sentado, con la mirada perdida en el horizonte, se toma conciencia de la nimiedad del ser humano, de su finitud ante el poder de la naturaleza y de la injustificada soberbia que nos adorna. El sol, al igual que nosotros, también muere esta tarde, pero nos deja la esperanza de resurgir mañana, de resucitar para tener otra oportunidad de vida donde corregir los errores y elevar nuestro espíritu para que, desde esa conciencia de nimiedad, podamos comprender lo que somos y para qué somos, si ello es posible, dentro de nuestra limitada conciencia de vida y anclaje al entorno que nos sustenta.
 
Sobre la roca
Luego, dando un paseo por la zona, vas descubriendo lugares que te llaman la atención. Por ejemplo, existía una antigua costumbre de los peregrinos que venían hasta Santiago desde todo el universo católico, consistente en ir hasta el fin de la tierra para quemar determinadas pertenencias en una hoguera. La tradición obliga a quemar alguna prenda de ropa que se haya vestido durante las etapas del recorrido como símbolo de la renovación interior que todo peregrino sufre en el Camino de Santiago. Se quema lo viejo para dar cabida a lo nuevo. Allá se ve el lugar donde se realizaba esa práctica, hoy prohibida por convertir el lugar en un auténtico vertedero, que ha obligado al Concello a retirar cada año toneladas de basura.
 
Al borde del mar
Os sugiero dar una vuelta por el lugar, visitar el faro, subir por las veredas en torno a las escarpadas rocas, asomarse al abismo y disfrutar de las impresionantes panorámicas que nos ofrece. Reta al viento, sube a la roca y grita, deja que la melena (quien la tenga, claro, no es mi caso) baile mecida por el aire que, a veces, notarás como agresivo y otras acariciante. Es un reto: a los pies el precipicio, al fondo la mar brava, al frente el viento acometiendo y sobre tu cabeza el sol y las nubes en juegos y requiebros, y tú, retando a todo ello, inhiesto y espigado sobre la roca, implorando y despidiendo al dios Sol con los brazos abiertos y un grito o aullido primitivo testifical de tu presencia. ¡Qué maravilla, qué sensación más singular e indescriptible! Te sientes poderoso sobre la sólida roca, mientras a tus pies el mundo sigue su tránsito, el mar brama, el viento sopla y las nubes siguen jugando con el viento y un sol que se esconde y aparece en una danza imprevisible de luces y de sombras.
 
El mundo a tus pies

Después vuelve a la realidad de la vida, y te vas a tomar algo al bar del hotel para, desde allí, seguir disfrutando de unas excelentes panorámicas a cubierto, entre la penumbra del atardecer y la noche que se aproxima lenta pero inexorablemente. Ahora toca volver, pero antes no estaría de más una cena a base de productos de la tierra en el mismo Fisterra, ya tendremos tiempo de tornar a A Coruña para descansar. Por tanto, tomamos posesión de una mesa en la Sidrería A Cantina y degustamos un rico pulpo, mejillones y otros manjares acompañados de un buen albariño y cerveza, según el caso. El día ha concluido, solo falta la vuelta, y yo, conduciendo, he de renunciar al consumo de alcohol para regar las viandas… con ello también acaba mi relato, pero no mi recuerdo.
El baile de las brujas sobre la roca

jueves, 15 de junio de 2017

Visitando Berlín


El Reichsteg
Tras colgar algunas fotos en mi muro de facebook, he recibido la petición, por parte de amigos y amigas que nos acompañaron al viaje, para que cuelgue más, sin llegar a las más de mil que he hecho, por lo que me permito crear un álbum en facebook con algunas que abarquen el conjunto del viaje, desde la salida hasta el regreso, y dejar este relato en mi blog, enlazado desde el muro del Facebook, con algunas anotaciones sobre el propio viaje y referencia a los lugares visitados para una mejor ubicación de la foto.

El viaje a Berlín se realizó del 3 al 7 de junio a través de la agencia Ivaliz, de la mano del amigo Antonio Serón. Salida desde Málaga con Vueling y conexión en Barcelona para volar a Berlín. A mí siempre me gustó viajar en la ventanilla para tener desde arriba una perspectiva inmejorable de la superficie terráquea y constatar el milagro de la ciencia, que permite convertirnos en aves y, a través de los artefactos voladores que el ser humano ha creado, surcar los cielos y jugar con las nubes al amparo de los vientos; tal vez sea una frustración infantil o una megalomanía oculta que pretende comprender, desde mi tendencia holística, al conjunto y el entorno para contextualizar la nimiedad del ser humano desde su unicidad.

Plaza Sonny
Vuelo agradable con vista aérea de una Barcelona cuadriculada, en forma de tableta de chocolate, a la que Cerdá dio su impronta singular en el ensanche. Los Alpes nevados, con un Montblanc identificable desde el avión, que transitó por los cielos de Suiza mostrando sus lagos y ciudades ribereñas, que ya visitamos hace un par de años, cosa que facilitó su identificación. La llegada a Berlín sin incidentes, si bien el tiempo, acostumbrados a nuestra estabilidad, nos resultó impredecible dado que era un continuo juego entre nubes, sol y agua, aunque la temperatura no dejó nunca de ser agradable.
 
Puerta del mercado de Mileto
Tres días completos, descontando los de ida y vuelta, nos permitieron visitar la ciudad de la mano de guías cualificados de habla hispana. Mañanas programadas de intensa actividad, comida y alguna otra visita por la tarde, para luego descansar o disponer de tiempo libre para que cada cual obrara en plena libertad hasta la temprana hora de la cena. Ya se sabe que en Europa Central la cena es tempranera y no como aquí que cenamos a las tantas. El hotel Holliday inn excelente, aunque de habitaciones no muy holgadas, cerca de Alexanderplatz. Buen referente, para no perderse, era la torre de comunicaciones Fernsehturm (el pirulí berlinés), que con sus 368 metros de altura es visible desde cualquier lugar de la ciudad.
 
Cúpula del Reichstag
La visita panorámica nocturna nos fue descubriendo imágenes cargadas de luz y de contrastes. No es Berlín una ciudad iluminada a la usanza mediterránea, por lo que, comparativamente, se observa un déficit lumínico que se puede justificar en la evitación del derroche energético con todas sus implicaciones. No obstante, impresiona la cúpula de la sinagoga, la puerta de Brandenburgo, el centro Sonny construido en la zona abandonada o neutral existente entre los dos berlines de la posguerra, el Reichstag, la catedral evangélica, el memorial del holocausto, etc. Visto todo ello de noche te incita a visitarlos de día para observarlos en todo su esplendor desde la claridad.
 
Puerta de Istar
Como puntos más relevantes visitamos la isla de los museos, donde no pudimos ver, lamentablemente, el Altar de Pérgamo dado que siguen las obras de acondicionamiento del edificio para dar cobertura adecuada a su grandiosidad, pero sí la sorprendente Puerta de Istar de la antigua Babilonia o la puerta del Mercado de Mileto. No es menos impresionante la esfinge de Nefertiti, de una belleza sin par y perfección inusitada, donde se aprecian los rasgos faciales con total precisión en la faz de una bella mujer como, al parecer, fue ella (la foto que os pongo es sacada de internet, pues allí es imposible hacer fotos de esa imagen al estar totalmente prohibido). Por tanto, restos arqueológicos que dan testimonio del antiguo Egipto, de la cultura babilónica y las obras del gran Nabucodonosor II, de la Grecia clásica y de otras muchas culturas y etapas de la historia que requieren bastante más tiempo para ser vistos con detalle.

Puerta de Brandenburgo
En la Puerta de Brandenburgo nos encontramos con unos fastos que impidieron el acceso y nos debimos conformar con verla desde lejos, pasando a la plaza de la Gendarmenmarkt, el Monumento al Holocausto, o los restos testimoniales del muro de Berlín. La parte respetada del muro, a modo de recordatorio de la división, se ha convertido en un paramento donde artistas invitados de todo el mundo fueron dejando sus grafitis alegóricos a la paz, al entendimiento entre los pueblos y todo tipo de manifestación libre que facilite la convivencia. Reseño el beso fraternal entre Leonidas Breznev y Erich Honecker en 1979, al estilo ruso, al que alguno le llamó el beso de Judas por ser ese el momento en que Rusia va dejando de apoyar a Erich Honecker hasta que 10 años después cae el muro y el régimen de la RDA. A lo largo del muro podrás encontrar una considerable cantidad de dibujos sobre todo tipo de temas sociales que te pueden exigir un buen tiempo de dedicación.  El edificio del ayuntamiento en tiempos de la RDA es de ladrillo rojo con un friso alegórico al trabajo y una torre esbelta de planta cuadrada en la calle Rathausstraße, frente al monumento a Neptuno. En esta zona, además del referido monumento a Neptuno, podemos encontrar la iglesia evangélica de Marienkirche, con su campanario al que hace sombra la inmensa torre de comunicaciones, y algo más abajo el monumento a Lutero.


Ya cerca de la Isla de los Museos, encontraremos un conjunto escultórico, de considerables dimensiones, en memoria a Carlos Marx y Engels, justo al lado del muelle para darnos un paseo en barco por los canales que rodean parte de la ciudad al estilo parisino.
 
Torre bombardeada. La muela picada
La puerta de Brandenburgo, de día tiene otro aspecto y la gente se agolpa, no solo para verla, sino como lugar de encuentro, en este caso, para ver y disfrutar unos fastos deportivos de diversos grupos de jóvenes, por lo que, dado el atentado que se había producido en Londres, se tomaron medidas extraordinarias de control, lo que nos impidió transitar libremente por la zona.
 
Nefertiti
Hay otro lugar que nos impresionaron, sobre todo al poder visitar su interior, dado que Antonio Serón había conseguido el permiso para todo el grupo, eso sí solo vimos la cúpula diseñada por Norman Foster para su reconstrucción tras la unificación alemana. Estoy hablando del Reichstag o parlamento alemán. Habéis de saber que el edifico fue construido entre 1884 y 1894 por el arquitecto Paul Wallot en un estilo neorrenacentista. En 1933 fue víctima de un incendio provocado cuya autoría no llegó a esclarecerse del todo, aunque se sospecha como responsables a los nazis, que consideraban que no era necesario un parlamento democrático. No obstante, acusaron al comunista holandés Marinus van der Lubbe, por lo que fue condenado y decapitado posteriormente. Sin embargo, pronto se empezó a dudar de que fuese el verdadero culpable. El caso continuó durante años después de su muerte, y en 2007, Van der Lubbe fue finalmente absuelto de los cargos e indultado. Se dice que el incendio fue ordenado por Hermann Göring, ministro del gobierno nazi y presidente del Reichstag. La verdad es que este incendio benefició enormemente al partido nazi, que acababa de llegar al poder. Hitler culpó a los comunistas, declaró el estado de emergencia y ordenó la detención y encarcelamiento de los miembros de la oposición en todo el país, usándolo como casus belli contra los comunistas al acusarlos de terrorismo… ya se sabe como son algunos belicosos gobernantes que buscan o provocan agresiones contra sí mismos para usarlas como declaración de guerra al enemigo. Al final de la Segunda Guerra Mundial, durante la Batalla de Berlín, fue escenario de cruentos combates y resultó seriamente dañado.
 
Vista desde el Reichstag. Al fondo la Cancillería
Lo sorprendente de esta construcción mutilada es cómo se ha rehabilitado conjugando el modernismo arquitectónico y tecnología punta para conseguir un edificio funcional donde ubicar un parlamento moderno. La cúpula de acero y cristal, está formada por espejos y espacios lumínicos que aprovechan la luz natural para iluminar el interior, donde los parlamentarios realizan su actividad. Aparte de ello ofrece al visitante el espectáculo de una panorámica circular que abarca a toda la ciudad, por lo que se pueden apreciar sus edificaciones, avenidas, monumentos sobresalientes, parques, jardines y bosques periféricos y la propia Cancillería, donde habita la señora Merkel como canciller del gobierno.
 
Palacio de Bellevue
El parque Tiergarten acoge a un inmenso bosque ajardinado en el que campan a sus anchas multitud de pequeños animales en libertad; donde la gente se permite tomar el sol desnudos (ya sabemos el espíritu naturista de muchos alemanes) y donde encontramos algunos de los monumentos importantes conmemorativos de la grandeza del imperio alemán previo a la Primera Guerra Mundial, como la columna de la Victoria (Siegessäule) o el monumento a Bismarck-Nationaldenkmal y otras construcciones muy influenciadas por los aliados, dado que esta parte quedó en su lado. Por esta zona se localiza el palacio de Bellevue donde habita el presidente de la república y el pabellón americano que fue regalado a Alemania, al que apodan la sonrisa de Cartel, la silla de montar o la ostra preñada, dada su peculiar forma. Encontraremos también el gran zoológico de Berlín y no muy lejos localizamos el palacio de Charlottenburg, construido a finales del siglo XVII, que debe su nombre a Sofía Carlota de Hannover, segunda esposa de Federico I,  que se proclamó primer rey de Prusia allá por 1701. El palacio fue destruido por los bombardeos y en su reconstrucción se ha intentado la máxima fidelidad, aunque la ausencia de documentación sobre determinados frescos y obras no lo ha permitido en su totalidad.
 
Interior palacio Charlottenburg
A lo largo de la visita en autocar por las diversas calles y plazas de la ciudad se pueden ver interesantes construcciones y edificios oficiales, iglesias, etc. como el Budesrat o Consejo Federal que representa a los 16 estados federados de Alemania; la universidad de Humboldt por donde pasaron importantes científicos e intelectuales como Hegel, Karl Marx, el gran cirujano Johann Friedrich y el propio Albert Einstein, con un cómputo total de 29 premios Nobel. Frente a ella, en la antigua plaza de la Ópera, hoy Bebelplatz, se encuentra la Biblioteca; en esa plaza los nazis quemaron multitud de libros de los autores proscritos por su ideología el 10 de mayo de 1933. En su memoria, subterráneas y bajo cristales, se observan unas estanterías vacías, sin libros, a modo de denuncia por tamaña agresión al mundo de las letras, la filosofía y la ciencia. Algunas de las imágenes más impactantes como testimonio de los desastres de la II Guerra Mundial la podemos encontrar en el memorial de Holocausto, que te deja con una sensación de desasosiego, tristeza y el corazón encogido al recordar la barbarie de unos sujetos que se dejaron llevar por la ideología nazi; o la torre de la Iglesia neorrománica Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche, construida bajo el mandato del Káiser Guillermo II, que quedó destrozada por las bombas de los ataques aliados durante la II Guerra Mundial, aparentando su torre una muela cariada. Actualmente, esta torre se mantiene como testimonio de los efectos de los bombardeos.
 
Monumento a la Victoria 
Resalta, si acaso, la adusta, sobria y fría construcción de la Alemania comunista (RDA) con una arquitectura neoclásica y ornamental, de grandes fachadas y entradas porticadas con columnas y patios interiores.  Eran los edificios catalogados como palacios para el pueblo, donde habitaban, básicamente, las élites del partido y el funcionariado, sobre todo en la avenida Karl-Marx, donde algunos hablan de fósiles faraónicos comunistas para referirse a esas monumentales construcciones. Con la Avenida Karl-Marx se reproducía, en una sobriedad megalómana, el atractivo de una zona comercial capitalista en clara competencia con el Berlín de los aliados. Los bloques faraónicos, de hasta 13 pisos, eran propios de la grandeza de Moscú en una avenida más indicada para desfiles militares y conmemoraciones que pensados para el tráfico, y eso es lo que despierta en tu interior cuando la ves, una regresión al pasado de la guerra fría con la idea de los grandes desfiles y las exhibiciones de poder al que solo le falta un arco del triunfo a modo romano. Por otro lado era habitual una ornamentación exaltando al mundo del trabajo, con representación de diferentes actividades laborales en consonancia con su ideología, tal como se puede ver en un friso del antiguo ayuntamiento rojo, al que ya me he referido, o en un edifico próximo a la Alexanderplatz del que capté unas imágenes.
 
Memorial del Holocausto
Ahora bien, las residencias más comunes eran bloques de pisos de reducidas dimensiones, construidas mayoritariamente mediante un proceso de prefabricación y montaje posterior en obra, algo similar a los edificios que se construyeron en Bellvitge (Hospitalet de Llobregat) y otras ciudades europeas, en los años 60 y 70. El sistema de prefabricados tuvo mucho éxito en esos tiempos para construir viviendas sociales, de unos 60 metros cuadrados, y dar cobertura a los flujos migratorios tan intensos. En el caso de Berlín se siguen viendo, como es lógico, este tipo de viviendas, aunque las fachadas han sido tratadas para darles un toque de distinción singular, si bien la línea arquitectónica es inapelable.
 
Muro de Berlín. Grafiti con el beso de Breznev y Honecke
La visita a Potsdam fue también bastante interesante. El puente de los espías, donde se producía el intercambio de los mismos entre los aliados y los soviéticos; el palacio Cecilienhof, donde se firma el tratado de Potsdam entre los aliados para repartirse las zonas de influencia en la Alemania derrotada, el palacio y jardines de Sanssouci (que se puede traducir por: sin preocupaciones) construido en 1745-1747 como lugar de ocio y retiro del rey Federido el Grande, los lagos y los bosques de la zona y la propia ciudad de Potsdam con sus calles residenciales, su iglesia católica y otra puerta de Brandenburgo propia. Tiendas, bares y lugares de ocio hacen del lugar zona residencial para una vida tranquila y sosegada, con bonitos palacetes y construcciones que se han ido recuperando con la unificación alemana.

Jardines del Palacio Sanssouci
No debería olvidar los aspectos gastronómicos y las buenas cervecerías, como la HB (Hofbrau Munchen Berlin), con un excelente ambiente, música en directo, gente bailando y cantando sentados en bancos de madera, donde degustamos una excelente cerveza, tanto Pilsen como negra, y ofrecen un amplio surtido de salchichas y excelentes codillos, eso sí la patata, a la que llaman kartoffel, es omnipresente en todas las comidas y de muy variada condimentación. No me resultó especialmente atractiva la comida alemana, dejando claro que la oferta mediterránea es inmejorable, digan lo que digan los teutones, aunque el Strudent relleno de manzana me encantó como postre o para merendar.
 
Torre de comunicaciones
La vuelta, de nuevo vía Barcelona, se dio sin incidencias significativas, salvo el celo de la policía en los controles del aeropuerto tras el ataque terrorista a Londres, pero sin mayores consecuencias. Vuelo sobre Suiza de nuevo, con vistas a sus montañas y lagos y una muy especial a Ginebra que apareció con total nitidez a orillas del lago Lemán, con un caudaloso Ródano y vistas de diversas ciudades francesas hasta la aparición del golfo de León, la bahía de Rosas y la costa catalana que nos condujo a Barcelona. Un par de horas allá para tomar café y hacer pasar el tiempo, y vuelta a Málaga, pero, en esta ocasión, me tocó pasillo y no pude gozar de las vistas de mi pueblo y el embalse de Iznajar. Al final, nubes y agua en Berlín, sol y calor en Málaga… pero como la casa de uno no hay nada mejor.
 
Catedral evangélica
Bueno, dejo aquí mi relato, aunque material para comentar hay para rato, pero no debo desvelar demasiado y dejar que vosotros por propia iniciativa vayáis a vivirlo y visitarlo…

Volviendo. Ginebra desde el aire





Atrévete a pensar por ti mismo

  Opinión | Tribuna Por:  Antonio Porras Cabrera Publicado en el diario La Opinión de Málaga, el día 01 FEB 2025 https://www.laopinion...