Como Ulises (La Odisea: Canto XI) o Eneas ( La Eneida: Libro VI), Orfeo también visitó el infierno.
Hijo de Calíope - musa de la poesía - y Apolo - que como recordaréis era el dios de la música - nuestro personaje poseía el don de la música y era capaz de cautivar con su voz y con su lira a todos los seres de la creación. Tras la muerte de su esposa Eurídice, bajó a los infiernos para rescatarla. Hades, conmovido por su canto, le permitió llevársela a condición de no mirarla hasta haber abandonado el inframundo. Orfeo no fue capaz de superar la prueba y Eurídice volvió a morir, esta vez para siempre.
Esta historia mítica y trágica se convirtió en argumento operístico en más de una ocasión, no en vano, la ópera recurrío sistemáticamente a la mitología desde sus comienzos. Hoy vamos a escuchar dos momentos de Orfeo y Eurídice, con la que el compositor del clasicismo Christoph Willibald Gluck, pone en práctica una auténtica reforma del género dotándolo de mayor naturalidad y estableciendo una relación equilibrada entre música y texto.(Recordemos que a lo largo del Barroco los cantantes se habían ido haciendo dueños de la escena y de los argumentos, imponiendo sus exigencias y haciendo prevalecer sus acrobacias vocales sobre el texto en detrimento de la linea argumental y de la calidad dramática, de manera que las óperas se fueron convirtiendo en un medio para la exhibición virtuosística.)
La mencionada ópera se estrenó en 1762 en Viena, con el castrato Gaetano Guadagni en el papel principal y con enorme éxito.
Los episodios que nos ocupan, son dos claros ejemplos de la belleza y el equilibrio clásicos. El primero, instrumental, corresponde a la Danza de los espíritus bienaventurados, a los que Orfeo encontrará en su camino. Observad la estructura ternaria en la que la sección inicial (A) vuelve a repetirse, a modo de reexposición, tras el lírico tema central (B) protagonizado por la flauta. (A - B - A).
Cerrad los ojos .... y escuchad....
A los amantes de la danza os dejo - para ver - esta preciosa versión de Pina Bausch
Por último escuchemos la más famosa de las arias de Orfeo (acto tercero): Che fàro senza euridice (Qué haré sin Euridice) que ejemplifica la "hermosa sencillez" que Gluck declaraba buscar; aquí está, en la voz de Teresa Berganza - a quien conocimos en Don Giovanni como Zerlina - con ilustraciones que corresponden a distintas escenas de la historia pintadas por diferentes artistas de todas la épocas. Dice así:
¿Qué haré sin Euridice?
¿A dónde iré sin mi bien?
¡Eurídice! ¡Eurídice!
¡Oh, Dios! ¡Responde!
¡Todavía soy tu fiel!
¡Eurídice! ¡Eurídice!
¡Ah, no me llega
ningún socorro, ninguna esperanza,
¿Qué haré sin Euridice?
¿A dónde iré sin mi bien?
¡Eurídice! ¡Eurídice!
¡Oh, Dios! ¡Responde!
¡Todavía soy tu fiel!
¡Eurídice! ¡Eurídice!
¡Ah, no me llega
ningún socorro, ninguna esperanza,
ni del mundo ni del cielo!
Apuntes de mitología
La Odisea: Canto XI
La Eneida: Libro VI
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