Bar de poca monta. Tasca. Boliche... Algo así. Mi acompañante y yo. Conversación más o menos intrascendente. De fondo, la tele. Como siempre, incapaz de callar, irreductible. (Cuánto necesitamos del silencio).
Tema del debate: sexología. La respuesta sexual de las mujeres con orientación lésbica.
Mesa
próxima en la pared de enfrente. Dos viejitos instalados en sus sillas,
bastón mediante. Bien atentos al asunto, cejas arqueadas y sonrisa
suficiente. Sin intervenir pero sin perder detalle.
Hasta que, por fin, surge la pregunta, insolente, exsultante, estentórea.
- ¿Entonces qué hacen? ¿Se refriegan?
Carcajadas.
Ya no estentóreas, lo siguiente. Ni se han preocupado de atender a las
reacciones a su alrededor. Ojipláticos todos, todas.
Et voilà.
Así son las cosas en 2024, una ciudad gallega, primer mundo que dirían
algunos. Uno se imagina a Rajoy, por ejemplo, en la situación, y se
pregunta cuál hubiera sido su reacción. La misma, lo juro. Precisa y
exactamente.
Después dirán que la presencia de las mujeres en las instituciones es un problema inventado. Así nos luce el pelo.
(Imagen de Freepick.es)
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