LA TORRE DEL VIEJO SAN JUAN
José Luis Miñambres
Así se yergue la torre de San Juan, como mástil enhiesto, mirando desde el norte al mediodía. A todos los aires y a todos los vientos. Tal vez mirando al mediodía, sobre todo a las ventanas ojivales de la Basílica. Pero la mirada es un fondo artístico, abigarrado de la marca de todos los estilos; en esa solanera que también mira al sur, al mediodía de todos los tiempos. Quién sabe si el hastial no conserva restos del viejo hospital de San Marcos.
Torre, tejado, campanas sobre cuatro arcos, conforma un viejo rostro pétreo y variado. La pared de lanchas extraídas de las orillas del río (allá donde Amatos recoge su corriente entre las peñas); el tejado intuido, con los nidos de viejos pardales …Y, cerca, los árboles enhiestos en la variedad de sus verdes, domesticados en el suelo. Y abajo, en la tierra de hierba salvaje, en su misma delantera, una yuca plantada crece en la tierra, moderna, ajardinada, un poco rebelde Y, más adelante, de nuevo el universo de la basílica, lejana, distante en su fervor y próxima en su horizonte, provocando con sus sombras un tiempo lejano, camino de la vieja vía. Sin el tren, sin la estación.