Al hilo de la reciente publicación en está pagina del
estudio de Santiago Zamarreño sobre sus hallazgos rupestres en la Meseta de Carpio, y con el animo divulgativo al que hace referencia en su introducción,
Nicolás Miñambres nos regala con un interesante artículo, que reproducimos en su integridad, en el que al tiempo que desmitifica la leyenda que rodea la figura de Bernardo del Carpio nos ofrece una síntesis de distintos espacios -físicos y literarios- con él relacionados.
GEOGRAFIAS DE BERNARDO DEL CARPIO
Por Nicolás Miñambres
Los tiempos que corren son tiempos de revisión científica, planteada desde diversas perspectivas. Al tiempo que se desmitifican ciertos acontecimientos históricos, otros renacen con fuerza nueva. Y lo que, en ocasiones, fue considerado como visión legendaria, pasa en muchos casos a convertirse en documento de rigor histórico. Un ejemplo de este rescate científico es el caso de Bernardo del Carpio. Las interpretaciones tradicionales no dudaban en considerar que el personaje medieval no era más que una invención de la épica española, afanosa por crear un mito que contrarrestara la popularidad de los caballeros de la épica francesa. De nada servía que en las tierras leonesas de Barrios de Luna o en las salmantinas de Alba de Tormes se conserven restos de castillos medievales y una rica tradición oral.
La publicación de Bernardo del Carpio y la batalla de Roncesvalles (Oviedo, Fundación Gustavo Bueno, 2007) del erudito asturiano Vicente José González García ha supuesto una revisión profunda del personaje de Bernardo del Carpio. A partir de esta obra, carece de sentido negar la existencia real del personaje. La abrumadora documentación es una prueba definitiva e indiscutible.
Frente a logros de semejante profundidad, estas líneas persiguen objetivos modestos: ofrecer una síntesis de los espacios reales y literarios de Bernardo del Carpio y glosar una obra desconocida, Bernardo del Carpio, escrita por Ambrosio, un escritor modernista catalán y ambientada en el castillo de León. No hay por tanto pretensiones eruditas, sino un mero afán divulgativo.
Espacios carpianos en Asturias y Castilla y León.
Míticos debemos considerar los espacios que refleja el Romancero, así como otros cantos épicos medievales que han ido aumentando y enriqueciéndose a lo largo de los siglos, hasta llegar al siglo XVIII, con obras como la Crónica de España Emilianense, de Berganza. La proyección “bernardiana” llega hasta los tiempos actuales incluso a las Islas Filipinas, donde es muy popular la representación gráfica en estampas o cromos de Bernardo del Carpio, según documenta José Vicente Ledesma, un buen conocedor de este mundo. No deja de ser curiosa la referencia a la Cueva de Bernardo que Inma Chacón reproduce en su novela Las filipinianas (2007) ambientada en las islas Filipinas en el siglo XIX. Las docenas de obras, de diverso enfoque y estructura que documenta Vicente José González en torno a la figura de nuestro héroe son un corpus relevante en torno a Bernardo del Carpio.
Aunque no sea el objetivo de estas líneas, no debe faltar el comentario sobre las aportaciones de José González García respecto a los lugares carpianos, centrados en doña Jimena, el Conde de Saldaña y Bernardo de Carpio. Con un quehacer arqueológico próximo a la tarea detectivesca, el investigador llega a la conclusión de que el monasterio de San Pelayo guarda el sepulcro de una doña Jimena, con toda probabilidad, la madre de Bernardo. Relacionado con el nombre héroe se encuentra el arrabal ovetense del Carpio. El Conde de Saldaña, padre de Bernardo, aglutina buena parte de los escenarios palentinos, especialmente Saldaña y el monasterio de Entrepeñas, donde la tradición lo considera enterrado. No hay que olvidar que en las Agüeras de Quirós se crió, según la leyenda, Bernardo y que en Becerril de Carpio tuvo su residencia. El documento más llamativo puede considerarse Aguilar de Campoo, en cuya cueva donde se guardó el Cristo milagroso, es tradición que fue enterrado Bernardo del Carpio.
Espacios leoneses y salmantinos.
El Castillo de los Barrios de Luna fue siempre considerado como un hito espacial de Bernardo del Carpio. Lo documentó con detalle don Pascual Madoz en su Diccionario y no se olvida de él Gil y Carrasco: “Hacia las lindes de este país y junto a un pueblo llamado Barrios de Luna se ven las paredes aportilladas por todas partes del castillo de Luna...”. La tradición la recoge también Víctor de la Serna en su Ruta de los foramontanos (1955).
Muy sugestiva resulta la información que aparece en Valles de leyenda (León, 1994) obra de don Florentino, Luis Mateo y Antón Díez. Mezclando erudición y recreación poética actual, los autores rescatan la leyenda del héroe y, sobre todo, la condición del castillo, en el capítulo “Luna, el Valle del Amor Cautivo”. La leyenda tiene su versión poética en “El romance de la pastora de Caldas”. El documento histórico se mezcla con la visión romántica: “No hace mucho se nos mostraban en la penumbra del viejo zaquizamí consistorial de Luna, entre arañas y carcomas – escriben los autores- los grillos `que habían atenazado las piernas de San Díaz´ en la berroqueña cueva del castillo, o los barrotes herrumbrosos del rastrillo, `que atrancó su vida y su amor´. Y en los hierros –se nos forzaba a mirarla, a palparla casi-, viva todavía en la tenaz ilusión aldeana, la sangre del traidor que se atrevió a escupir al héroe cuando penetraba en la cárcel”.
No falta la alusión al Monasterio de Santa María de Otero de las Dueñas, en las cercanías del Río Mayor de Luna. En él “aparecía un vetusto y austero sarcófago de piedra alabastrina y en él los guiñapos carcomidos de unas muy ricas y viejas telas `que habían sido la mortaja de Doña Ximena´, la amada de San Díaz, madre de Carpio”. Ello suponía una involuntaria pero clara rivalidad con el convento de San Pelayo de Oviedo, “el lugar de encierro monacal donde el Rey Casto hubo de poner a la infanta, su hermana, cuando sus amores con el conde de Saldaña fueron descubiertos”.
El Castillo de Bernardo del Carpio en tierras salmantinas no desmerece respecto a otros escenarios. Localizado en la población de Carpio Bernardo (una aldea perteneciente al partido judicial de Alba de Tormes) forma parte de la larga serie de poblaciones con esta misma denominación. No faltan entre ellas, además de las de Asturias y Castilla y León, poblaciones en Toledo, Córdoba e, incluso, en La Coruña.
La población salmantina de Carpio Bernardo es una de las más relevantes en relación con la presencia y la historia del héroe Bernardo del Carpio. La importancia de este emplazamiento viene avalada por un doble documento. El primero tiene que ver con las variadas descripciones de los restos de la fortaleza medieval, documentada por Pascual Madoz, que no excluye una vinculación legendaria en el emplazamiento: “Es tradición antiquísima que en este despoblado vivió una mora que por un camino secreto tenía comunicación con un moro que habitaba en Carpio Bernardo, con quien estaba en relaciones amorosas; mas esto no puede pasar de una fábula ridícula, si se atiende a que el río Tormes media entre Arapil y Carpio Bernardo”. La leyenda pierde aun más consistencia si consideramos que Carpio Bernardo era territorio cristiano. Como en tantos emplazamientos, antiguamente en Amatos de Alba se contaba la leyenda de la gallina de oro macizo que, acompañada de sus pollitos, yacía oculta en el susodicho pasadizo. El investigador salmantino Antonio García Boiza se ocupó con detalle del castillo en su Inventario de los castillos, murallas, puentes, monasterios...
Sin embargo, el emplazamiento de Bernardo carecería de relevancia si no existiera el Arapil de Amatos de Alba. Compuesto orográficamente por tres formaciones, en aquellas tierras se habla siempre de “Los Arapiles”. En el Arapil se localizan unos versos de gran popularidad en aquellos parajes salmantinos: Bernardo estaba en el Carpio / y el moro en el Arapil, / por estar el río en medio, / no pudieron combatir. Otra de las versiones indica... como el Tormes va crecido / no pudieron combatir. El río Tormes (cantado por múltiples poetas a su paso por Alba de Tormes y Amatos) se enriquece así con la Reconquista. Conviene advertir que la coplilla popular no es un mero recuerdo legendario. Alfonso X el Sabio localiza con precisión la construcción del castillo en la Crónica General de España: “Tormes ayuso contra Alba llegó Bernardo a un otero que es a tres leguas de Salamanca, arremetió con su caballo e subió en somo del otero, entró a toda prisa e vio toda aquella tierra tan fermosa y cumplida de todas las cosas que son menester al ome e fizo en aquel lugar un castiello muy fuerte e muy bueno, e pusol nombre Carpio et dallí adelante llamaron a Bernardo del Carpio”.
No son muchos los elementos de la fortaleza conservados, pero los grandes bloques de chinarros y cal, y el arco de herradura dan fe de su antigüedad y de su condición arquitectónica. Entre sus dueños, no faltan personalidades salmantinas eminentes, ni escritores vinculados a Carpio. Es el caso de Lope de Vega, apellidado también Carpio. Lope (autor de El casamiento en la muerte, obra basada en la vida de Bernardo de Carpio) era, curiosamente, sobrino del comendador de Villagonzalo, población muy próxima a Carpio Bernardo.
El castillo, castigado por el abandono y el olvido a lo largo de los siglos, empieza a recibir un justo reconocimiento. Los esfuerzos y el entusiasmo de la “Asociación Cultural Bernardo del Carpio”, con José Vicente Ledesma a la cabeza, están consiguiendo revitalizar la personalidad de este héroe legendario de la reconquista.