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Miranda y la inquisición

2006, Boletin Del Grupo De Investigacion Y Estudios Sobre Historia Antigua Y Medieval

Resumen Las ideas de Miranda sobre la libertad, germinadas en su Caracas natal y cultivadas mediante la constante lectura de los clásicos de la antigüedad y de la ilustración, a más de las enseñanzas tomadas del gran libro del universo, fueron motivo principal de la persecución de que fue objeto por el Tribunal de la Inquisición. En este ensayo analizaremos los orígenes de esta institución y su actuación en el caso mirandino.

Bolet ín del Gr upo de I nvest igación y Est udios sobr e Hist or ia Ant igua y Medieval I SSN 1690- 3374 v er sión im pr esa Boletín del Grupo de Investigación y Estudios sobre Historia Antigua y Medieval v.4 n.7-8 Mérida ene. 2006 Com o cit ar est e ar t ículo M ir a nda y la inquisición Guiller m o Pér ez M edina Resum en Las ideas de Mir anda sobr e la liber t ad, ger m inadas en su Car acas nat al y cult ivadas m ediant e la const ant e lect ur a de los clásicos de la ant igüedad y de la ilust r ación, a m ás de las enseñanzas t om adas del gr an libr o del univ er so, fuer on m ot iv o pr incipal de la per secución de que fue obj et o por el Tr ibunal de la I nquisición. En est e ensay o analizar em os los or ígenes de est a inst it ución y su act uación en el caso m ir andino. Palabr as claves: inquisición, her ej ía, m edioev o. I nt r oducción Fr ancisco de Mir anda es, sin lugar a dudas, uno de los per sonaj es m ás int er esant es y cont r ov er siales de la hist or ia em ancipador a am er icana. Viaj er o consum ado que r ecor r ió buena par t e del m undo, m ilit ar pr obado que act uó en cam pañas ar m adas baj o difer ent es bander as, lect or ávido que conoció m uy pr ofundam ent e las obr as m ás célebr es de la t r adición m edit er r ánea y gr an defensor de las ideas de liber t ad a las cuales dedicó buena par t e de su v ida, son sólo algunas de las car act er íst icas m ás conocidas de ese venezolano univ er sal que con t oda j ust icia ha sido llam ado el Pr ecur sor de nuest r a independencia. Gr an cant idad de est udios sobr e la figur a m ir andina no vacilan en ubicar , fundam ent alm ent e, a est e hom br e de singular es car act er íst icas, en lo que pudiér am os denom inar la t r ansición de la m oder nidad a la cont em por aneidad, o lo que es lo m ism o, consider ar lo en su esencia com o un pr oduct o bien acabado del siglo XVI I I . Bien sabem os que los años m il set ecient os, sobr e t odo en su segunda m it ad, r epr esent ar on t iem pos de convulsión y cam bios par a las est r uct ur as de vida y pensam ient o que im per aban en el cont inent e eur opeo. La décim o oct av a cent ur ia de nuest r a er a fue t est igo de gr andes t r ansfor m aciones ent r e las que podem os m encionar : En pr im er lugar , la pr ogr esiv a desapar ición y cr ít ica de esquem as de gobier no de base m onár quica que t enían m uchos siglos inst aur ados en la v ida eur opea y cuy o colapso sir v ió par a la cr eación de nuev os m odelos de or ganización cuy o m áxim o ex ponent e fue la República Fr ancesa. En segundo lugar , la ex pansión y consolidación de la denom inada Rev olución I ndust r ial en países com o I nglat er r a, y sus r espect ivos cam bios dent r o de la or ganización socio- pr oduct iv a de ent onces, dir ect am ent e asociados a la consolidación de los gr upos bur gueses. En t er cer lugar , la pr olifer ación de las ideas r ev olucionar ias, ilust r adas o v anguar dist as que, nacidas en el v iej o m undo, se ex pandier on r ápidam ent e y logr ar on capt ar gr an cant idad de seguidor es en ot r as r ealidades geogr áficas com o la Am ér ica colonial. En cuar t o lugar , y pr oduct o de est os cam bios, el inicio de lo que el hist or iador eclesiást ico Daniel Rops ( 1959) llam ó la er a de los gr andes hundim ient os, y que no fue ot r a cosa que la pr ogr esiv a decadencia de una de las inst it uciones de m ay or t r adición y poder del m undo occident al: la I glesia Cat ólica. Pues bien, fue en est e m undo en ebullición donde el Gener alísim o Fr ancisco de Mir anda alcanzó su plenit ud com o hom br e y , por consiguient e, t oda su v ida, for m ación, pensam ient o y acción no pueden ser consider adas aj enas al cont ex t o en el cual v iv ió el Pr ecur sor . Mir anda fue en esencia un pr oduct o cult ur al del siglo XVI I I , del siglo de los gr andes cam bios. La v ida de Mir anda est uvo siem pr e, al igual que la de ot r os im por t ant es hér oes de nuest r a independencia, com o Sim ón Bolívar y el gr an m aest r o Sim ón Rodr íguez, en ínt im a conex ión con la Eur opa agit ada. Concept os com o m onar quía absolut a, ilust r ación, im per io de la r azón, r epúblicas independient es y , por supuest o, cat olicism o cuest ionado, fuer on conocidos, m anej ados y com par t idos por est os per sonaj es que, sobr e la base de las ex per iencias pr opias y aj enas, const r uy er on una visión cr ít ica y una esper anza de cam bio que culm inó en el célebr e Pr oy ect o Em ancipador Am er icano. En est e pr oceso cont inuo de cont act o con las est r uct ur as de su época fue que se dio, casi de for m a desaper cibida, el encuent r o de Fr ancisco de Mir anda con una de las inst it uciones m ás conocidas y t em idas del m undo occident al: . La inquisición La Sant a I nquisición o el Tr ibunal del Sant o Oficio, com o er a fundam ent alm ent e conocido en España, fue una de las bases sobr e las cuales se const r uy ó el poder del pont ificado y de algunas m onar quías nacionales eur opeas desde los t iem pos m ediev ales, con los cuales quedó indisolublem ent e ligado. La I nquisición fue una par t e im por t ant e del cat olicism o baj o- m ediev al que logr ó sobr ev iv ir a los siglos del dom inio hum anist a, r efugiada t r as los m ur os de Rom a y en el car áct er fundam ent alm ent e cr ist iano de las sociedades eur opeas. Según Bohór quez ( 2002) est e Tr ibunal de fe puso sus oj os sobr e el Pr ecur sor posiblem ent e desde 1776 y logr ó ensam blar v ar ios expedient es en su cont r a por delit os cont r ar ios a la m or al, la fe y las buenas cost um br es. Según r efier e est a invest igador a, Mir anda fue hallado culpable de las falt as que le im put ar on, ent r e ellas la posesión de libr os pr ohibidos, de pint ur as obscenas y la pr esent ación de j uicios de índole r eligiosa v et ados a los laicos de ent onces. La I nquisición hispano- am er icana encont r ó ir r em ediablem ent e culpable a Mir anda de t ales delit os, habiéndole j uzgado en ausencia del m ism o y no pudiendo concr et ar ninguna sent encia en su cont r a. Est e pasaj e de la vida m ir andina, que desde el punt o de v ist a cr onológico ubica alr ededor de una década en su desar r ollo, es el punt o de inicio par a las siguient es r eflex iones que t ienen com o obj et iv o esbozar algunas car act er íst icas im por t ant es de los Tr ibunales I nquisit or iales que act uar on a lo lar go de la hist or ia eur opea y que t r as el pr oceso de im plant ación de la inst it ucionalidad cast ellana en Am ér ica llegó a est as t ier r as y se conv ir t ió en par t e act iv a de la vida del Nuev o Mundo. En pr im er lugar , debem os r eseñar que el cont act o de Mir anda con la I nquisición fue, sin lugar a dudas, el cont act o del hér oe con las r em iniscencias de t iem pos pasados, en los cuales la fe fue el ej e conduct or de la v ida m edit er r ánea y donde la I glesia Cat ólica r epr esent ó la inst it ución m ás poder osa y t r ascendent e conocida en t odo el Occident e m ediev al. En segundo lugar , debem os acot ar que par a com pr ender el pr oceso inquisit or ial desar r ollado cont r a Fr ancisco de Mir anda es necesar io conocer , aunque sea de m aner a m uy gener al, lo que fue est a inst it ución de la fe y el papel que j ugó dent r o del m undo cat ólico. Un pr im er acer cam ient o, ent onces, a la I nquisición pasa por int ent ar fij ar un posible inicio a su accionar , lógicam ent e dent r o del escenar io eur opeo. A est e r espect o, t odav ía hoy no hay acuer do en t or no al or igen de t an singular est r uct ur a de cont r ol r eligioso. Dur ant e m ucho t iem po se cr ey ó que la I nquisición había sido fundada por el Papa I nocencio I I I , uno de los pont ífices que en m ay or m edida cont r ibuyó a la consolidación de la t eocr acia cat ólico m ediev al. I nocencio I I I , nom br ado Papa en 1198, fue el gr an auspiciador y convocant e de la llam ada cr uzada cont r a los Cát ar os o Albigenses, una de las sect as cr ist ianas consider adas her ét icas por Rom a y cuya per secución y ex t er m inio inv olucr ó dir ect am ent e a la sede pont ificia y a los m ás v ar iados gr upos de caballer os nobles de la Eur opa occident al. Sabem os que dur ant e el Concilio I V de Let r án, en 1215, la I glesia Cat ólica, ent r e ot r os t em as que discut ió, condenó abier t am ent e al cr edo cát ar o, consider ado de fuer t e base m aniquea, y est ableció com o pena par a los delit os de her ej ía com pr obada la confiscación de bienes. Y es que la her ej ía había sido un pr oblem a gr av e que desde los m ism os or ígenes de la inst it ucionalidad cat ólica había est ado pr esent e a lo lar go y ancho del Medit er r áneo, obligando en r eit er adas ocasiones a la nacient e inst it ución eclesial a act uar en su cont r a desde el punt o de v ist a t eór ico, con el debat e t eológico y filosófico que incluy ó obr as com o las de San Agust ín, San León Magno, San Juan Cr isóst om o, ent r e ot r os, y desde el punt o de v ist a pr áct ico con la r epr esión y cont ención de dichas her ej ías m ediant e la act uación del Est ado secular y de la I nquisición, est a últ im a fundam ent alm ent e dur ant e el Medioevo. Según Llor ca ( 1999) , la I glesia siem pr e consider ó que t enía el deber de conser v ar int act o el depósit o de la fe cr ist iana, de ser la m aest r a de su v er dad, de no per m it ir que la r ev elación div ina se oscur ecier a o falsear a en la m ent e de los fieles y , por ende, m ant uv o siem pr e com o suy o el deber de at r aer y or ient ar , por cualquier m edio, a sus hij os ex t r av iados. Est as ideas que hoy en día pudier an ser fácilm ent e cuest ionadas o cr it icadas por m uchos, fuer on las bases no sólo de la act uación fundam ent al de la I glesia ent r e los siglos V y XV de nuest r a er a, sino que adem ás const it uy er on el cim ient o sobr e el cual se edificó la sociedad eur opea de ent onces. En consecuencia, el her ej e, desde t iem pos r em ot os er a consider ado un pr oblem a ser io que debía at ender se con pr ont it ud y fir m eza par a la salv aguar da del “ I m per ium Chr ist ianum ” , llám ese r om ano, r om ano- ger m ánico, car olingio, ot ónida o pont ifical. Par a Car o Bar oj a ( 1970) el her ej e er a una best ia v enenosa y pest ilent e, cuy a sola pr esencia segur am ent e r esult aba odiosa a los oj os de Dios y, por lo t ant o, según un dom inico cat alán de la época “ t odo lo que se hicier a par a conv er t ir a esos her ej es er a gr acia” . Est a afir m ación pr ov enía de Nicolau Eym er ic, un clér igo cat ólico que en 1376 escr ibió el “ Dir ect or ium I nquisit or um ” que habr ía de conv er t ir se en el m anual de usos y pr ocedim ient os m ás im por t ant es de la inst it ución inquisit or ial. Tal fue la t r ascendencia de est a obr a que Sala Molins ( 1996) r efier e que fue r eedit ada cinco v eces y com plet ada por or den pont ificia con los com ent ar ios de un canonist a español llam ado Fr ancisco Peña, del cual se sabe m uy poco hast a hoy . El pr oblem a her ét ico había hecho que la I glesia dedicar a gr an cant idad de t iem po dur ant e la Edad Media a t r at ar de conocer y at acar en pr ofundidad las desv iaciones del ideal or t odox o, y por ende, se conv ir t ió en hacedor a de libr os, algunos de los cuales han llegado hast a nosot r os. Fuer a del t ex t o de Ey m er ic que llegó a alcanzar r enom br e sin igual, exist ier on ot r as obr as com o las de Guillaum e Ray m ond, Pier r e Dur and y Jean de Saint Pier r e, t odas ellas asociadas al pr oblem a her ét ico. Tam bién es im por t ant e m encionar aquí la apar ición de la Pr áct ica del Oficio del I nquisidor de Ber nar do Gui, per sonaj e est e que llego a ser inm or t alizado en la lit er at ur a r ecient e al ser t om ado com o inquisidor m odelo par a la nov ela de Um ber t o Eco: “ El Nom br e de la Rosa” . Así m ism o la apar ición de t ex t os sobr e la cuest ión her ét ica e inquisit or ial no se lim it ó ex clusiv am ent e a los llam ados siglos del oscur ant ism o m edieval. Algunos años después apar ecer á, ya en t iem pos del ideal m oder no, una obr a que sir v ió de colofón a est e lar go pr oceso y que no fue ot r a que el “ Malleus Maleficar um ” , el Mar t illo de la Br uj as de Enr ique I nst it or , publicado en 1486 y , en t eor ía, com ent ado por Jacobo Spr enger , uno de los t eólogos de m ay or r enom br e de ese t iem po. Est e t ex t o y a no est aba dedicado al conocim ient o de la her ej ía sino de la hechicer ía o br uj er ía eur opea. Ahor a bien, ¿la condena de la her ej ía y su r espect iv o at aque por par t e de la I glesia Cat ólica y los poder es secular es en t iem pos de I nocencio I I I dier on efect ivam ent e or igen a la I nquisición Medieval? Par a algunos la r espuest a es negat iv a. Est a dem ost r ado que los r esult ados del I V Concilio de Let r án no cr ear on ninguna inst it ución inquisit or ial, sólo se lim it ar on a fij ar la im por t ancia de los m ov im ient os her ét icos de ent onces y a consider ar la necesidad im per iosa de r esponder cont undent em ent e fr ent e a ellos con las ar m as que hast a ent onces poseía la I glesia y que no er an ot r as que la ex com unión, la int er dicción y el apoy o sancionat or io de los sober anos y ej ér cit os secular es, que desde los t iem pos de Const ant ino el Gr ande, habían est ado al ser v icio de la r eligión cr ist iana. Algunos ej em plos int er esant es de la act uación vigilant e de la I glesia y el Est ado cr ist iano que pudier an est ar asociados a cier t a act iv idad pr e- inquisit or ial fuer on: En pr im er lugar , el m ism o em per ador Const ant ino, quien en su idea de r eunificación im per ial y consolidación de un nuev o est ado r om ano- cr ist iano per siguió, con gr an ent usiasm o y efect iv idad, a cualquier gr upo de indiv iduos que se opusier an a las ver dades de la nuev a fe que él m ism o había ay udado a const r uir y, en segundo lugar , el papel que desde t iem pos ant iguos desem peñar on los Obispos de la I glesia, quienes t uv ier on dent r o de sus funciones la pot est ad de conocer y decidir sobr e cuest iones de índole t eológica, siendo incluso est a capacidad fuent e de conflict os y hast a de her ej ías dent r o de la I glesia de los pr im er os siglos, por cuant o no se había pr oducido aún la consolidación del pr im ado r om ano, es decir , el Obispo de Rom a no er a consider ado aún la cabeza de la I glesia. Ej em plos de est os conflict os r eligiosos fuer on: a) el ar r ianism o, una doct r ina consider ada her ét ica por los pr im er os Concilios Ecum énicos que había sur gido de las r eflex iones t eológicas de un inv est ido de dignidad episcopal, Ar r io, sacer dot e de Alej andr ía y después obispo en Libia, y b) el nest or ianism o, t am bién consider ado her ej ía y que se había iniciado con las diser t aciones de fe de un m onj e alej andr ino conver t ido en Obispo de Const ant inopla. Ent onces, la act uación v igilant e y at ent a sobr e las cr eencias y pr áct icas r eligiosas del cr ist ianism o, la noción de her ej ía y la adopción de sanciones sobr e las m ism as son ant er ior es a Let r án y a I nocencio I I I y t ienden a ser hoy día asociadas al concept o de I glesia de Est ado der iv ado de los t iem pos de Const ant ino y Teodosio por una par t e, y por la ot r a a la m ism a función or ganizat iv a de la j er ar quía de la I glesia, com únm ent e llam ada gar ant ía obispal o función inquisit or ial episcopal. Ot r o per sonaj e asociado a los or ígenes posibles de la I nquisición Mediev al fue Lucio I I I , quién en 1184 y a había pr om ulgado dur ant e la Diet a de Ver ona un docum ent o en el cual or denaba buscar a los her ej es y cast igar los de for m a ej em plar . Aut or es com o Llor ca ( 1999) han consider ado que pese a la r ecom endación papal de r ealizar av er iguaciones sist em át icas sobr e el pr oblem a o ar t ículo her ej e, la Ad Abolendam de est e pont ífice sólo est a r efer ida a las at r ibuciones m ism as del Obispo, es decir , a la función inquisit or ial episcopal t r adicional, de ninguna for m a asociada a la idea de t r ibunales independient es ni ex t r aor dinar ios r espect o de la sede pr ov incial. Finalm ent e, ex ist e hoy cier t a inclinación a consider ar com o el v er dader o fundador de la I nquisición Mediev al, de base pont ificia y no episcopal, no t an benigna com o la pr im er a, al Papa Gr egor io I X, quien alr ededor del año 1231 inst it uyó una función de j ust icia r eligiosa ex t r aor dinar ia par a algunos de los dom inios de la Cr ist iandad, que t enía com o obj et iv o fundam ent al, según Llor ca ( 1999) , hacer inquisición y j uicio a los her ej es act uando en nom br e del Papa. La car act er íst ica fundam ent al de la nuev a función o inst it ución fue siem pr e su apego a las dir ect r ices em anadas de Rom a, de donde pr ov enían dir ect am ent e los nom br am ient os de est os funcionar ios llam ados com únm ent e “ inquisidor es” . Com o dat o cur ioso la nuev a r esponsabilidad r ecay ó sobr e det er m inados m iem br os de las ór denes r eligiosas, dest acándose par a est os car gos a los fr ailes pr edicador es, pr im er am ent e, y después a los dom inicos y fr anciscanos, dej ando a un lado a los m iem br os del cler o secular cat ólico. Par a 1232 y a ex ist ía un inquisidor en Lom bar día y uno en Alem ania y poco t iem po después uno en Fr ancia. Según Sala Molins ( 1996) , la act uación de los nuev os funcionar ios pont ificios t uv o un alcance ex t r aor dinar io, por cuant o su accionar ocupó t odo lo que en act os o palabr as, en gest os o int enciones, guar dar a algún t ipo de r elación dir ect a con una doct r ina o cost um br e condenada por Cr ist o, por los llam ados Padr es de la I glesia, por los Concilios Ecum énicos y por los Papas, es decir , su act uación cor r espondía a cualquier sit uación donde ex ist iesen anom alías, her ej ías y confusiones de índole r eligiosa que pusiesen en peligr o a la Cr ist iandad. Gr adualm ent e est as at r ibuciones se concr et ar on y t ipificar on, llegando la j ur isdicción inquisit or ial dur ant e la Edad Media a ser t an com plej a que incluy ó o act uó no sólo en pr oblem as her ét icos, sino t am bién en ot r os cam pos com o la t em er idad, los er r or es de fe que no er an her ej ía necesar iam ent e, los cism as, las adiv inanzas y hechicer ía, la dem onología, el conocim ient o de los ast r os, la bigam ia ( sancionada por las ley es civ iles t am bién) , las falt as a la m or al, la sim onía y el nicolaísm o de los clér igos, las r esponsabilidades polít icas, ent r e ot r as. Pese a est e escenar io t an am plio par a desar r ollar sus act iv idades de cont r ol, la I nquisición se t er m inó asociando ir r em ediablem ent e a las her ej ías, por cuant o sus obr as t eór icas m ás conocidas y sus pr ocesos m ás r ecor dados t uv ier on com o cent r o de at ención a est e, según el pensam ient o de la época, abom inable delit o cont r a la fe. Tal es así que, en casi ninguna obr a sobr e la j ust icia y los pr ocesos inquisit or iales falt a algún list ado de her ej ías fam osas, las cuales debían ser est udiadas con gr an at ención por los funcionar ios sobr e cuy as espaldas descansaba la pr ot ección y el fut ur o de la I glesia y de t oda Eur opa. Uno de los list ados m ás conocidos es el de Ey m er ic y Peña ( 1996) que logr ó aglut inar t odo un com pendio infor m at ivo sobr e los m ov im ient os condenados por la I glesia com o er r or es, desv iaciones y her ej ías com o la de los m enandr inos, nicolaít as, car pocr at ianos, nazar enos, ofit as, v alent inianos, adam it as, set it as, ar t ot ir it as, acuar ios, sev er ianos, t acianos, alogos, cát ar os, m aniqueos, hier aquit as, nov acianos, fot inianos, colucianos, flor ienses, cir conceliones, pr iscilianist as, j ovianist as, pelagianos, acéfalos, ent r e ot r os. Una list a en v er dad int er m inable. Par a poder m anej ar t oda est a infor m ación, el inquisidor debía ser una per sona inst r uida, bien for m ada t ant o en el cam po de la fe cat ólica com o en el cam po del Der echo, por cuant o hay que r ecor dar que la I nquisición adopt ó la for m a de un Tr ibunal bien est r uct ur ado, con j er ar quías, not ar ios, base económ ica de funcionam ient o, est at ut os, m anuales de pr ocedim ient os, ent r e ot r os. El inquisidor er a, pues, una especie de m ezcla ent r e la fe y las ley es, un per sonaj e cuy a exist encia condensaba, según Tur ber v ille ( 1954) , las funciones de fiscal acusador y j uez, y de padr e- confesor que int ent aba llev ar al ar r epent im ient o a los equiv ocados, par a salv ar los m ediant e la penit encia. La figur a del inquisidor papal se conv ir t ió pr ogr esiv am ent e en la bar r er a que la I glesia int er puso ent r e sus dom inios y los her ej es. Tem idos por m uchos y r espet ados por ot r os, los inquisidor es se adueñar on de Eur opa y con sus aut os de fe r epr im ier on la her ej ía sin v acilar , acudiendo incluso a m edios no necesar iam ent e espir it uales que incluy er on la t or t ur a. Una de las cr ít icas que con m ay or fr ecuencia se hace al cat olicism o r om ano es el uso de la v iolencia y la t or t ur a en pr ocesos asociados no solo a la I nquisición sino t am bién a sus Cr uzadas. Par a m uchos la idea de conciliar la v iolencia con el ev angelio r esult a odiosa e incom pr ensible y ha sido condenada de m aner a r eit er ada hast a nuest r os días. Ahor a bien, dent r o de la m ism a hist or ia del cat olicism o siem pr e exist ió un ser io debat e sobr e el uso de la violencia y la t or t ur a, per sonaj es com o San Am br osio y San Mar t ín de Tour s la condenaban, y ot r os t ant os, incluso al hablar de her ej es, consider aban que la agr esión y el asesinat o de est os er a r epugnant e y que por ello la I glesia no debía apoy ar sem ej ant es pr áct icas. Aún así, la violencia y la t or t ur a ex ist ier on y negar las ser ía hoy un gr av ísim o er r or hast a par a el m ás acér r im o defensor de la fe de Rom a. Est os t em as no deben negar se ni olv idar se, sino t r at ar los de com pr ender dent r o de su cont ex t o, dent r o de su espacio y t iem po, par a así poder der iv ar de ellos alguna enseñanza que facilit e o im pulse la t om a de conciencia y así ev it ar que est os t iendan a r epet ir se. Per o, en la Edad Media las pr áct icas m encionadas ant er ior m ent e est aban m ás que j ust ificadas. El her ej e er a un peligr o par a la sociedad y par a la fe, si la inst it ución eclesial no r espondía ant e ellos, t ar de o t em pr ano alguna ot r a inst it ución o poder lo har ía, bien fuese el Est ado secular o el m ism o pueblo, de allí que en cant idad de ocasiones la I nquisición com pr om et ida no sólo con el Papa sino t am bién con r ey es, em per ador es y con los piadosos cr ey ent es int ent ar a act uar de la for m a m ás r ápida y cont undent e posible, aún cuando en m uchos casos no com par t ier a la v isión de los ot r os m iem br os de la sociedad eur opea. Al ser los t r ibunales inquisit or iales con t odos sus ser m ones, inv est igaciones, sent encias y r esponsabilidades, suj et os com plej os que logr ar on m ant ener se anclados en la v ida y el pensam ient o del m undo cr ist iano, es m uy lógico cr eer que m uchos de los r ecuer dos e ideas sobr e el m ism o pr oceso pudier an est ar alt er adas, m odificadas r espect o de su cont ex t o or iginal y, por lo t ant o, inclinasen a cualquier a a ver una inst it ución com o la t em ida I nquisición con car act er íst icas m ás m ít icas que r eales. A est e r espect o afir m a Bohór quez ( 2002: 62) que a falt a de alguna j ust ificación ev ident e er a r azonable pensar que la m ano de la I nquisición se m ov ía det r ás de t odo ar r est o incom pr ensible, de t odo cast igo despr opor cionado o de cualquier sit uación negat iv a. Sem ej ant e plant eam ient o es aj eno a la m ent alidad cr ist iano- m ediev al e incluso se pudier a consider ar que t am poco se adecua a la r ealidad de la inst it ución inquisit or ial de los t iem pos m oder nos. La I nquisición no er a incom pr ensible ni negat iv a, a los oj os del m undo cr ist iano de ent onces er a una necesidad, lógica, coher ent e y que en m uchos casos act uaba con el apoy o y beneplácit o de las inst it uciones de su t iem po, t al es así que, de for m a paulat ina, m ucho t iem po después ot r as confesiones e I glesias cr ist ianas no cat ólicas com o la calv inist a y la anglicana cr ear an inst it uciones sim ilar es, bast a con m encionar el célebr e incident e de la quem a de br uj as en Salem Massachusset s, colonia de Nueva I nglat er r a, en el año 1692, com o ej em plo de la t esis de que no sólo el cat olicism o t uvo una facet a oscur a o r epr esiva. Sobr e el caso de Salem se conocen incluso los list ados de los 30 pr ot agonist as dir ect os y las sent encias que dict ar on sobr e los m ism os, oscilando t odas ent r e la pena de m uer t e en la hor ca, la cadena per pet ua y, en el caso de las m uj er es de or igen afr icano, su vent a en el m er cado de esclav os. A su vez quedar on r efer encias de los m ás de cuat r ocient os expedient es abier t os por br uj er ía en esa localidad de los act uales Est ados Unidos de Nor t eam ér ica. Tam bién es im por t ant e señalar que, si bien es cier t o hubo num er osas condenas a penas capit ales a lo lar go de la hist or ia inquisit or ial, en la m ay or par t e de los t er r it or ios donde est a funcionó, la hoguer a y el pot r o no fuer on elem ent os cot idianos ni hegem ónicos. A est e r espect o r eseña Llor ca ( 1999) unas cifr as de un est udio ant er ior llevado a cabo por Dov ais sobr e la act uación de Ber nar do Gui, uno de los inquisidor es m ás fam osos del m edioev o, y que r esum im os a cont inuación: En quince años com o inquisidor papal pr onunció 930 sent encias, de las cuales sólo 42 fuer on capit ales, no consum adas por la I glesia sino por los poder es secular es, lo que cor r esponder ía a un 4,5 por cient o de aj ust iciam ient os en su car r er a com o legado del Papa dent r o del Sant o Oficio. Los núm er os son, en est e caso, cont undent es, las v íct im as de la I nquisición m ediev al son cuant it at iv am ent e infer ior es a las de cualquier conflict o r egional o feudal de la Eur opa m ediev al, incluso son segur am ent e infer ior es en cuant o a las posibles fat alidades dej adas por las cor r er ías pr ot est ant es del siglo XVI que dest r uy er on incluso la ciudad de Rom a. ¿Ex ist e ent onces una hist or ia confusa o adult er ada sobr e la I nquisición? Es posible. Aún así, hoy podem os afir m ar que sea cual fuese efect iv am ent e el balance r eal de su act uación, la I nquisición m ediev al no desapar eció t r as el eclipsam ient o de los siglos que com ponen el m edioevo, por el cont r ar io, la inst it ución logr ó consolidar se y seguir en pleno funcionam ient o incluso después del t r iunfo del pensam ient o hum anist a dur ant e el siglo XVI . Sobr e est e punt o el ej em plo m ás em blem át ico que pudiér am os m encionar es el caso español, que después t endr á dir ect a r elación con el per sonaj e cent r al de est e Taller : el Gener alísim o Fr ancisco de Mir anda. La I nquisición inst it ucionalizada fue una obr a del m edioev o, de su pensam ient o y de sus necesidades. Cur iosam ent e en los t er r it or ios de Hispania, la inst it ución pr ot ect or a de la fe pese a que se conoció dur ant e ese m edioev o, no ej er ció ningún papel det er m inant e sino hast a m uy ent r ado el siglo XV, posiblem ent e est o debido a la lar ga guer r a de Reconquist a que se desar r olló en las t ier r as ibér icas. Tur ber v ille ( 1954) consider a que fue y a en las post r im er ías de la décim o quint a cent ur ia, específicam ent e en el año 1478, que el t r ibunal r eligioso pont ifical inició su v er dader a car r er a hacia el cont r ol t ot al de la España en pr oceso de unificación. Según r efier e, par a ese año, los Rey es Cat ólicos solicit ar on al Papa Six t o I V la inst aur ación de la I nquisición en Cast illa. Dos años después y a se habían nom br ado dos fr ailes dom inicos com o inquisidor es en la fut ur a España, en Sev illa en par t icular , or iginando en los m eses siguient es el desar r olló del pr im er Aut o de Fe público de la r egión, en el que las llam as t om ar on la v ida de seis per sonas. El obj et iv o de la inst it ución er a el m ism o de la Edad Media: m ant ener en la Cr ist iandad el or den, la unifor m idad y la obediencia, per o con una v ar iant e im por t ant e, la par t icipación act iv a y condicionant e de la cor ona dent r o de las act iv idades inquisit or iales. En el caso español quizá el per sonaj e que m ay or influencia t uv o dent r o de la consolidación de la I nquisición fue Tor quem ada, un indiv iduo de gr an celo r eligioso, que llegó a conv er t ir se en inquisidor t ant o de Cast illa com o de Ar agón, los r einos m ás im por t ant es de la península. Llegado el siglo XVI y pr oduct o de la r efor m a pr ot est ant e que se inició t r as el enfr ent am ient o de Mar t ín Lut er o, un fr aile agust ino, con la I glesia de Rom a, España se conv ir t ió en una de las plazas m ás fuer t es par a la defensa del cat olicism o y , por consiguient e, la I nquisición se am ar r ó aún m ás a esa sociedad. Est a no abar caba solam ent e los dom inios españoles en Eur opa sino t am bién las posesiones de ult r am ar , fundam ent alm ent e Am ér ica, t er r it or io donde se habían r eedit ado las car act er íst icas m ás im por t ant es de la sociedad cr ist iana eur opea. En est os años la I nquisición y a no es “ en España” sino “ española” y se conv ir t ió en la gar ant e de los int er eses de la I glesia y del nacient e Est ado que, desde el punt o de vist a r eligioso, fuer on consider ados equiv alent es o iguales. El Sant o Oficio en España m ult iplicó dur ant e la m oder nidad su poder y act uación, llegó a ser m ás t em ida que nunca y su accionar logr ó cont r olar los peligr os que los m or iscos, pr ot est ant es y m íst icos r epr esent aban par a la cat ólica t ier r a del Cid. I ndependient em ent e de est o, m uchos inv est igador es han llegado a afir m ar que el fanat ism o r eligioso de un Tor quem ada no est uv o pr esent e en ot r os gr andes inquisidor es españoles y que, en m uchas opor t unidades, la pr ecaución y el escept icism o condicionar on la act uación de los m ism os. Tur ber v ille ( 1954) m enciona por ej em plo a un t al Alonso de Salazar Fr ías, inquisidor en Navar r a dur ant e 1611 que en una declar ación im por t ant ísim a había llegado a afir m ar que los m ism os Edict os inquisit or iales de Gr acia lo que hacían er a acr ecent ar el m al, conduciendo a la gent e a j ur ar en falso y a m ult iplicar cr eencias en la br uj er ía por ej em plo que en la r ealidad no ex ist ían o er an im posibles de com pr obar . Est e pr oceder er a y a de por sí dist int o al que un inquisidor hubiese desar r ollado un par de siglos at r ás y en los cuales, a falt a de pr uebas concr et as se defender ía la t esis de que no había m ay or ar did por par t e del dem onio que conv encer a la gent e buena de su inex ist encia. En definit iv a, fuer on ot r os t iem pos par a la inst it ución. Más adelant e, con la llegada del Siglo de las Luces sur gier on, con m ás fuer za que nunca, los cont inuos cuest ionam ient os cont r a la I glesia Cat ólica, que, según Vicens Vives ( 1951) , fuer on pr oduct o de la int elect ualidad de esos años y que v eían en t odo lo t r adicional cier t os elem ent os cont r ar ios al int er és de los nuev os hom br es. Dur ant e el siglo XVI I I , la I nquisición act uó en cont r a de t odos aquellos indiv iduos que pudier an consider ar se peligr osos par a la inst it ución eclesial y par a el m ism o est ado. Est a act uación que er a, sin duda, her eder a de la desar r ollada en los siglos ant er ior es est aba, sin em bar go, or ient ada a ot r os cam pos, m enos cent r ados en la noción de her ej ía m ediev al. La inst it ución inquisit or ial se pr eocupó m ás dur ant e est os años por el cont r ol de publicaciones, act iv idad que sust ent aba en los list ados de obr as pr ohibidas que r eit er adam ent e se habían est r uct ur ado y publicado desde el siglo XVI I , siendo los m ás conocidos el “ I ndex Libr or um Pr ohibit or um ” y el “ I ndex Tr ident ino” . De igual for m a el t r ibunal r eligioso hizo suy o el cont r ol de la m or al, las cost um br es y los v alor es fam iliar es, las r eflex iones o com ent ar ios públicos, las sit uaciones escandalosas, los j uicios polít icos que pudier an t ener im plicaciones ant i- inst it ucionales, ent r e ot r os. Aún así, en t ant o las penas de confiscación de bienes y la cár cel er an los cast igos de r ut ina, la pena capit al siguió ex ist iendo al igual que en el der echo civ il y r epr esent aba una som br a o peligr o pot encial par a cualquier indiv iduo r ev olucionar io de ent onces. Llegam os así al siglo XVI I I , el siglo de Mir anda o donde los conocedor es de est e per sonaj e t ienden a ubicar lo, t ant o en ideas com o en acción. El llam ado Pr ecur sor fue uno de esos hom br es ilust r ados, cuy o pensam ient o vanguar dist a lo llev ó a enfr ent ar se con las inst it uciones de su t iem po, incluida la I glesia Cat ólica. Siendo Mir anda ent onces uno de los conocedor es y seguidor es del nuevo pensam ient o, de fuer t e base ant icler ical, lo lógico es que t ar de o t em pr ano se posase sobr e él el oj o de la I nquisición, per o no de la I nquisición m edieval, y a dem asiado ar caica par a el m om ent o, sino de la I nquisición m oder na española, m ás am plia, m enos condicionada por el Pont ificado y no dispuest a a ceder ant e la pr olifer ación del ideal ilust r ado. Según Bohór quez ( 2002: 59) Mir anda pudo haber se at r aído la at ención inquisit or ial desde el año 1776, t iem pos y a que augur aban la efer v escencia r evolucionar ia con la cual el ilust r e v enezolano desar r olló cont act o dir ect o. El hecho de que el Pr ecur sor fuese obj et o de una inv est igación cont inuada o un seguim ient o por par t e de la I nquisición nos lleva a plant ear algunas int er r ogant es int er esant es: ¿Fue r ealm ent e Fr ancisco de Mir anda un her ej e, un ant icat ólico? ¿En algún m om ent o el Pr ecur sor de la I ndependencia v ioló alguna nor m a r eligiosa, m or al o ét ica de la sociedad eur opeo- cr ist iana? La r espuest a es sí, y fue la m ism a conclusión a la que ar r ibó el t r ibunal r eligioso que elabor ó el expedient e en su cont r a. Mir anda, según Bohór quez ( 2002: 59) , fue acusado, com o dij im os al inicio del t r abaj o, de los delit os de pr oposiciones, es decir , de em it ir j uicios im pr opios sobr e t em as r eligiosos v et ados a los laicos, a su v ez r ecibió acusación por poseer libr os pr ohibidos y pint ur as obscenas, t odas ést as, falt as cont em pladas en la legislación inquisit or ial. A su vez la cer canía de est e hom br e a sect as secr et as com o la m asoner ía y a lo hacían de por sí sospechoso ant e el Sant o Oficio, por cuant o est as logias que se m ov ían en la clandest inidad er an m uy m al v ist as por la I glesia y Rom a t endía siem pr e a asociar las con el m aniqueísm o, doct r ina abier t am ent e her ét ica y fr ent e a la cual los Papas habían sido im placables. De hecho, los códigos inquisit or iales consider aban que hast a las r euniones clandest inas er an escenar io par a su act uación, por que ex ist ía la posibilidad de que en la m ay or par t e de est as asam bleas en oscur idad y anonim at o se est uv iesen v iolando las ley es t ant o r eligiosas com o civ iles, es decir , blasfem ando o conspir ando. Según el “ Dir ect or ium I nquisit or um ” , est as acusaciones est aban sin lugar a dudas r elacionadas con el delit o de her ej ía, oscilant e ent r e lo vehem ent e y lo gr av e, en at ención al ar t ículo v igésim o oct av o de dicha obr a. Sabem os adem ás que pese a t ener un pr oceso en su cont r a, Mir anda nunca se pr esent ó a los t r ibunales inquisit or iales, ni de Eur opa ni de Am ér ica, luego est e hecho lo conv er t ía de for m a dir ect a en culpable de lo que se le im put aba. En la Edad Media, un her ej e por cont um acia er a ent r egado al br azo secular en r elaj am ient o, es decir , par a que fuese segur am ent e aj ust iciado. En el siglo XVI I I , pese a que exist en r egist r os sobr e la quem a de her ej es en España, fundam ent alm ent e, según Car o Bar oj a ( 1970) , en Ller ena y Sev illa, est e t ipo de condena no se aplicar ía al caso m ir andino. Los delit os j uzgados por la I nquisición de ent onces se sancionaban con la confiscación de bienes ( incluidos los obj et os pr ohibidos o que causar an escándalo) , con la pr isión e incluso, en los casos m ás lev es, con las llam adas de at ención públicas y r eit er adas. En el pr oceso cont r a Mir anda, Bohór quez ( 2002) r eseña que la decisión del t r ibunal fue poner lo pr eso y quit ar le sus bienes, incluidos sus libr os y pint ur as. Sur ge aquí ot r a int er r ogant e im por t ant e: ¿Pudo haber t enido Mir anda conciencia de los peligr os de sus act uaciones y de un posible encuent r o con la I nquisición? La r espuest a es sí. Mir anda segur am ent e t endr ía infor m ación, no sólo de las pr ohibiciones est ipuladas por la I glesia y el Est ado im per ial español par a la fecha, sino t am bién de las act uaciones del m ism o Sant o Oficio. Así se encuent r a ev idenciado en su Diar io de Viaj es ( 1992: 106) en una anot ación del día 25 de ener o de 1786, en que podem os leer : Aquí fue el diablo par a dej ar m e pasar m is cofr es, por que en ellos v enían algunos libr os que no er an m ás que la descr ipción de v ar ias ciudades de I t alia que yo había com pr ado al paso. No hubo r em edio. Er a m enest er el per m iso del com isar io de la I nquisición par a ent r egar los. En fin, un billet e que se le escr ibió por el aduaner o a dicho com isar io, que por for t una est aba en casa, nos facilit ó el per m iso que no dej ó de cost ar t r es paolos par a el chocolat e del aduaner o y nos m ar cham os a buscar aloj am ient o siendo ya de noche. Est a inv est igación inquisit or ial en cont r a del Pr ecur sor que se había iniciado en España, se t r asladó en 1783 al Nuev o Mundo, a la dependencia del Sant o Oficio de Car t agena, la cual, una v ez conocido el ex pedient e em it ió las r espect iv as ór denes que a la lar ga no llegar ían a m at er ializar se. Conclusión Pese a que la I nquisición pr ocesó a Mir anda y lo halló culpable de var ios delit os, ent r e ellos la t r adicional her ej ía, no pudo concluir su act uación. Mir anda no fue apr esado por los t r ibunales de fe y, en m ucho, est o se debió segur am ent e, por una par t e, al est ilo de v ida nóm ada del ilust r e car aqueño que siguió una v ida er r ant e por v ar ios cont inent es, y en segundo t ér m ino, al v iolent o final que r eser v aban los años com pr endidos ent r e 1808 y 1813 a la I nquisición en España. Est a inst it ución fue supr im ida en 1808 por or den de Napoleón Bonapar t e, nuev o dueño de Eur opa y en 1813 por las Cor t es de Cádiz, culm inando así un lent o pr oceso de decadencia, ev idenciado en los j uicios negat iv os dados sobr e el Sant o Oficio por los m ism os inquisidor es com o Manuel Abad La Sier r a en 1794, Juan Ant onio Llor ent e en 1801 y Ram ón José Ar ce en 1808, sobr e una de las inst it uciones m ás t em idas de la hist or ia occident al. Pese a que con post er ior idad ex ist ier on int ent os de r eest ablecim ient o de la I nquisición, est a, en su for m a m ediev al y m oder na, había m uer t o. Bibliogr afía 1. Bohór quez M , Car m en. Fr ancisco de Mir anda. Pr ecur sor U.C.A.B.- LUZ. Car acas de las independencias de la Am ér ica Lat ina, ( 2002) . 2. Car o Bar oj a, Julio. ( 1970) . El Señor I nquisidor y ot r as Vidas por Oficio. Alianza. Madr id 3. Eim er ic Nicolau y Fr ancisco Peña. ( 1966) . El Manual de los I nquisidor es. Muchnik Edit or es S.A. Bar celona. Tr aducción, pr ólogo y not as de Luis Sala Molins. 4. Llor ca, Ber nar dino y ot r os. Hist or ia de la I glesia Cat ólica. La Edad Media. ( 1999) Madr id. Bibliot eca de Aut or es Cr ist ianos. 5. Mir anda, Fr ancisco de. Diar io de Viaj es. ( 1992) . Mont e Ávila Lat inoam er icana, C.A. Car acas. 6. Rops, Daniel. La I glesia de los Tiem pos Clásicos. ( 1959) . Luis de Car alt . Bar celona. 7. Tur ber v ille, A. La I nquisición Española. ( 1954) . 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