Presente y Pasado. Revista de Historia. ISSN: 1316-1369. Año 9. Volumen 9. Nº17.
Enero-Junio, 2004.
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Enero-Junio, 2004. Escuela de Historia, ULA. Mérida-Venezuela. Reseñas pp, 211- 223
MIRANDA, EL EXTRANJERO
Manuel Caballero, compilador
Monte Ávila Editores Latinoamerican UCLA 2003*
Por: Elda Mora**
Uno de los principales precursores de la independencia
hispanoamericana, reconocido como El criollo universal, que no ha
pasado desapercibido de la historiografía nacional a pesar de ser
considerado un extranjero en su patria, es Francisco de Miranda. Su
vida de viajero se ha traducido en ocupación constante para los
compiladores de la cultura americana y principalmente la nuestra.
Como notable intelectual, Miranda recorrió e indagó en otras
tierras y sistemas político-sociales, tras el apoyo y formación necesarios
para consolidar su más grande sueño: la unidad del continente
americano. Pretendía la emancipación de las colonias y conversión
del continente en un vasto imperio monárquico, que partiera desde el
Missisipi hasta Cabo de Hornos y que recibiría en nombre de
Colombeia (Colombia). Así el venezolano se convirtió en errante por
los principales continentes y militó en las fuerzas armadas de las más
reconocidas naciones europeas, España, Francia e Inglaterra,
haciéndose partícipe en los conflictos, que cambiarían el rumbo de la
historia universal, la independencia de EEUU, la Revolución Francesa
y la lucha por la libertad americana.
* Nota del comite de redacciòn: Reseña aprobada en marzo de 2003
**
Licenciada en Letras (ULA 2000). Cursante de la Maestría en Literatura Iberoamericana (ULA). Profesora en
el área de Lenguaje y Comunicación y Técnicas de Investigación en el Instituto Universitario Tecnológico de
Ejido IUTE. Profesora de Morfosintaxis en la Universidad Católica Cecilio Acosta UNICA. Autora del
espacio literario El boulevard de los libros publicado en el Diario Frontera, Mérida 2000-2003.
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Con el título de Miranda, el extranjero, Caracciolo Parra
Pérez, Germán Carrera Damas, Elías Pino Iturrieta, María Elena
González Deluca y Manuel Caballero, se ocupan nuevamente del
General y dan cuerpo a la última publicación de Monte Avila Editores.
El libro está compuesto de cinco ensayos que abordan la vida y obra
de Miranda desde fuera, principalmente desde la Revolución Francesa
y la independencia de Estados Unidos, sin dejar de lado la postura
política de Rusia y los enfrentamientos entre Africa y España por la
posesión de territorio.
Caracciolo Parra Pérez presenta un Francisco de Miranda
intelectual y militar, de carácter fuerte y autoritario, conocedor de
varias lenguas y hábil para enrolarse entre las más distinguidas
personalidades de la época. Para nadie es un secreto que el precursor de la independencia americana inscribió entre sus relaciones
sociopolíticas a hombres como Washington, John Adams, Rufus King,
Thomas Paine, Hamilton, Knox, el coronel Smith, ayudante de Washington, etc., sin dejar de mencionar las relaciones que en Europa sostuvo
con el Primer ministro de Inglaterra y en Rusia con la zarina Catalina
II y su corte de notables.
De igual forma, Parra Pérez, recorre las naciones y situaciones
que involucran a Miranda en su deseo de emancipación y que van
gestando en el Generalísimo sus intenciones monárquicas para
América. Digamos que el recorrido biográfico de Parra Pérez sobre
Miranda no se centra en su vida personal, aunque la muestra, sino en
sus relaciones sociopolíticas y en la influencia de éstas sobre la
intención independentista del venezolano.
Asimismo, Germán Carrera Damas vuelve sobre la Revolución
Francesa para fijar posición en cuanto a la influencia que ha mantenido,
desde su momento, en la transformación del pensamiento emancipador
venezolano, hasta ya entrado el siglo XX y sugiere el análisis de la
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independencia de Venezuela como una empresa ideológica cuyas bases
se sientan sobre la transformación de pensamiento que tuvo su origen
en la mencionada revolución.
Posteriormente, Elías Pino Iturrieta asume a Miranda bajo el
título de Ese admirable musiú nuestro, un venezolano diferente,
que “mientras los aritócratas criollos murmuran asuntos lugareños en
Chacao [...] vive la geografía volteriana”. Con esto, Pino Iturrieta
hace referencia a la desemejanza entre los venezolanos y el
venezolano, “como la que pudiera existir entre un extranjero de pura
cepa y los criollos comunes y corrientes...”. El ensayo se orienta así,
a mostrar la vida de Miranda dentro de la burguesía francesa, rodeado
de importantes personalidades, para presentarlo como “rara avis frente
a los próceres de nuestra independencia”.
Es decir, la paradoja de un hombre de pensamiento profundo,
que manejó las nociones de modernidad mucho antes que cualquiera
de sus compatriotas y puso su fe en el progreso ilimitado del hombre,
a partir de la preeminencia de la razón y el orden, propia de la ilustración,
como única garantía de bienestar y ascenso constante; pero ignorado
en su tierra, entregado por sus hermanos, ausente “en el monumento
de Carabobo” pero presente “en el arco de triunfo de París”, como
señala Pino Iturrieta.
Por otra parte, María Elena González Deluca descubre a Miranda
en los Estados Unidos de América, el capitán de los Reales Ejércitos
españoles, que bajo las órdenes del general Juan Manuel Cagigal,
acudía en auxilio a las fuerzas revolucionarias norteamericanas. En
ese recorrido González Deluca, ilustra los sucesos que involucraron
a Miranda y que marcarían su experiencia futura: ambiciones, buena
vida, acusaciones injustas, la cárcel, etc.; así como la incidencia de
los sucesos norteamericanos en los ideales independentistas que lo
inspiraban.
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El quinto y último trabajo de Miranda, el extranjero,
corresponde a Manuel Caballero, quien se acerca al General partiendo
de su lectura a la obra de Caracciolo Parra Pérez, Miranda y la
Revolución Francesa. Bajo el título de Miranda el afrancesado el
autor se propone, una vez justificada la existencia y lectura de la
mencionada fuente, exponer a Francisco de Miranda no como un
militar extranjero “que peleó en y por Francia, sino un general francés
de origen hispanoamericano”.
De esa manera, Caballero divide su ensayo en tres aspectos
importantes, que parten de la idea central en la obra de Parra Pérez,
Miranda como ciudadano francés, Miranda como general
revolucionario y Miranda ante la guillotina. Las aproximaciones que
hace Manuel Caballero, entonces, son como él mismo las ha llamado,
producto de la lectura transversal hecha al mencionado libro y
concluye, al igual que Pino Iturrieta, justificando la posteridad del
nombre de Miranda en el arco de triunfo de París.
Es pues, el entramado histórico sobre el Generalísimo, lo que
nos propone Miranda, el extranjero. El libro rebasa los límites del
tiempo para fijar nuevas posiciones, lejos de la mera historia biográfica,
sobre la realidad de un desconocido compatriota, cuya ideología sirviera
de base, posteriormente, para nuestro libertador. Los trabajos,
compilados por Manuel Caballero, examinan la actividad de Miranda
en Europa y Estados Unidos, así como las matrices ideológico-políticas
que se convirtieron en síntesis de un modelo constitucional soñado
para su “pobre patria accidental”.
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LOS INDIGENISMOS EN EL VIAJE Y DESCRIPCIÓN
DE LAS INDIAS (1539-1553) DE GALEOTTO CEI.
Universidad Central de Venezuela 2002*
Luciana de Stefano
Enrique Obediente Sosa
Escuela de letras, Universidad de Los Andes**
Luciana de Stefano, investigadora de la Universidad Central de
Venezuela, nos presenta en este libro una compilación de los
indigenismos que aparecen en un poco conocido documento del siglo
XVI, el Viaggio e Relazioni delle Indie – 1539-1553, una relaciónrecuerdos de viaje que hacia 1560 fue escrita por el florentino Galeotto
Cei, y cuya primera versión en español (con la que trabaja la autora)
es la publicada hace poco por José Rafael Lovera (Viaje y
descripción de las Indias (1539-1553). Caracas: Fundación Banco
Venezolano de Crédito, 1995).
Antes de presentar la colección de voces de origen amerindio
que reporta aquella relación, y que constituye la TERCERA PARTE
de la obra de de Stefano (Vocabulario de Indigenismos), la autora
nos introduce en el tema mediante un estudio preliminar en dos partes.
En la primera (La relación de un viajero italiano en la Venezuela
del siglo XVI) nos informa sobre la vida y obra de este italiano que
*
**
NOTA DEL COMITÉ DE REDACCIÓN: Reseña elaborada en mayo y entregada a presente durante ese
mismo mes para su evaluación.
Profesor Titular del departamento de Lingüística de la Escuela de letras de la Facultad de Humanidades
y Educación de la ULA. Fundador de la Maestría en Lingüística y actualmente Coordinador General de
postgrado de la Facultad de Humanidades y Educación. Autor de numerosos artículos sobre lingüística
diacrónica, fonética y fonología del español venezolano, así como del libro Biografía de una Lengua, que
en sus dos versiones narra magistralmente la historia del nacimiento y desarrollo del español, con un
importante aporte sobre el español de América.
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pasó momentos importantes de la historia de América en Santo
Domingo y parte de la actual Venezuela, país al que llega en 1545.
Aquí es testigo ocular del primer período de la conquista y colonización
de la Provincia de Venezuela, gobernada entonces por los Welser; es,
por tanto, el texto de Cei una fuente importantísima de primera mano
en el que “describe un período [...] poco conocido; los territorios que
atravesó apenas habían sido hollados por los españoles, y poco se
sabía de las poblaciones indígenas que tan exhaustivamente describe
nuestro viajero” (p. 8).
La autora nos comenta que la relación de Galeotto Cei no es
solo información basada en una experiencia personal “que lo lleva a
detenerse en la vida cotidiana de europeos e indios, y a describir con
mucho realismo y con un alto sentido de observación el mundo que le
rodea” (p. 9), sino al mismo tiempo una crítica de la manera como los
españoles entendieron y llevaron a cabo la “empresa americana”,
poco práctica y eficaz, a su juicio. En comparación con los escritos
de otros cronistas (oficiales o no) de Indias, el de este florentino no
fue redactado con una finalidad ideológica, ni para complacer a ninguna
autoridad y ni siquiera para incentivar a otros europeos a atravesar el
Atlántico. Por el contrario, Cei desmitifica la abundancia y riqueza
del Nuevo Mundo, él, que se embarcó hacia las Indias no para
conseguir riqueza fácil sino para obtener ganancias de actividades
mercantiles, actividades por lo demás obstaculizadas por las
autoridades coloniales que no veían en el comercio de ganado al que
Cei quería dedicarse una fuente de riqueza. El viajero florentino se
revela en su relación como un agudo y perspicaz observador, detallista
al extremo, y con tales características describe el mundo indígena
que está descubriendo (la naturaleza, el hombre y la obra de sus
manos), pero igualmente detiene su mirada en las nuevas realidades
culturales que van surgiendo en la medida en que avanza la conquista
y evangelización del Nuevo Mundo (por ejemplo, de Stefano nos dice
que es el primero en describir la faena de reunir el ganado llamada
rodeo). Nada se le escapa, todo lo describe y comenta y ello, según
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nos lo dice de Stefano, con sencillez y amenidad, desde la visión del
extranjero que vive una experiencia inédita pero que no se siente
partícipe de la obra que en ese momento está llevando a cabo la
corona de Castilla.
En la SEGUNDA PARTE (El léxico indígena)
Luciana de Stefano nos habla de la importancia léxica de la
obra de Cei, de la metodología utilizada en la elaboración del repertorio
léxico, y de algunos procedimientos que el viajero del quinientos utilizó
a la hora de describir y explicar la realidad americana que estaba
vertiendo en escritura. Dice la autora que “La importancia lexicográfica
de la obra de Cei reside en el gran número de voces indígenas que
registra, y en ser en muchos casos el primero en testimoniar muchos
de esos vocablos. Pero no sólo los registra sino que nos ofrece
exhaustivas descripciones de ese mundo americano” (p. 37), a veces
acompañadas con sencillas y esquemáticas ilustraciones. Así, por
ejemplo, en Cei se encuentra la primera descripción y el primer testimonio de la hayaca, así como el de la acepción figurada que tiene en
Venezuela la voz guacharaca (‘persona que habla mucho’); basta
ver las obras especializadas en las que se dan como primera
documentación fechas mucho más tardías; de guacharaca, por
ejemplo, se había dado el año de 1912, siendo que Cei, al hablar de
esta ave americana y de su grito ensordecedor, puntualiza que “los
indios a quien charla mucho lo llaman por el nombre de este pájaro”
(p. 83). Con la relación de Cei muchas cosas relativas a nuestro léxico
de origen amerindio deberán ser forzosamente revisadas.
Luciana de Stefano expurgó el texto de Galeotto Cei y obtuvo
187 voces indígenas de distinto origen (muchas de ellas aún en uso en
el español de Venezuela, otras ya desaparecidas) y las cotejó con una
obra fundamental para el estudio de los amerindismos: el
Amerikanistisches Wörterbuch de Friederici (1947), y con dos obras
contemporáneas de la de Cei: la Recopilación Historial de Venezuela de fray Pedro de Aguado y las Elegías de Varones Ilustres de
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Indias de Juan de Castellanos, ambas del último tercio del siglo XVI.
De tal cotejo la autora nos dice que de aquel número de palabras que
registra Cei, “76 faltan en Friederici” y que “son muchos los casos en
que Cei es el primero en registrar los vocablos indígenas que aquí se
estudian, lo cual hace evidente la importancia de esta obra que por
tanto tiempo se mantuvo inédita y que puede considerarse como una
fuente básica para el conocimiento de las voces propias de Venezuela” (p. 40).
Termina esta parte la autora con observaciones de carácter
ortográfico: Cei escribió su obra en italiano pero cuando transcribe
las voces indígenas mezcla grafías y morfología del español con las
de aquella lengua (v. gr. guacciaracca ‘guacharaca’, aiaccas
‘hayacas’), fenómeno que era de esperarse por las circunstancias
particulares de la experiencia vivida en las Indias y por el destinatario
de la relación. La ocasión es propicia para hacer aquí una observación
grafofónica que creo interesante: Cei, como se ha visto, escribe la
voz que designa el plato indígena con <i>: “aiaccas”, y no con <gli>,
combinación italiana equivalente al dígrafo español <ll>, con lo cual
ahora estamos seguros de que la pronunciación y, por consiguiente, la
correcta grafía es con <y> (hayaca) y no con <ll>, como muchos se
empeñan sin que haya ningún fundamento que la respalde.
Para concluir quisiera reproducir, a manera de ilustración, lo
que trae el texto sobre dos de las voces recogidas por Cei: una
desaparecida del uso (adubona) y otra de tanto uso en nuestro país
como es arepa, tal como están presentadas en la tercera parte de la
obra de Luciana de Stefano (p. 53 y 55, respectivamente), para que
el lector aprecie el trabajo (interesante y útil por demás) tanto de esta
investigadora como de aquel florentino que anduvo por nuestras tierras:
ADUBONA:
“Llevan [los piaches] atavíos distintos a los que usan los demás, y he
visto a algunos llevar, en vez de un calabacín, la verga envuelta en
una hoja de maíz, que llaman adubona” (p. 108).
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FRIEDERICI no la registra. Esta voz figura en el Vocabulario para
la lengua Aruaca del año de 1765: addobona / “ojas de árbol” y en
el Vocabulario de la lengua achagua de Neira y Ribero (1762);
también se registra abana / ‘hoja’ así como en aruaco: ubana / ‘hoja’
(ADAM, Lengua caribe, p. 22); estos testimonios nos hacen pensar
en un posible origen caribe.
AREPA:
“Hacen otra suerte de pan [con el maíz] a modo de tortillas, de un
dedo de grueso, redondas y grandes como un plato a la francesa, o
poco más o menos, y las ponen a cocer en una tortera sobre el fuego,
untándola con grasa para que no se peguen, volteándolas hasta que
estén cocidas por ambos lados y a esta clase llaman areppas y algunos
fecteguas” (p. 23)
Voz caribe. Podemos considerar a Cei como el primero en dar testimonio de arepa ‘pan de maíz’, palabra con tan larga vida en el español
de Venezuela. FRIEDERICI recoge como primer testimonio de la
voz al padre ACOSTA (1580), posterior a Cei. Aguado y Castellanos
no la traen. Vid. fectegua.
Esperamos que la obra de Luciana de Stefano tenga la
suficiente expansión en los ambientes académicos, particularmente
en los que tienen que ver con la historia y la lengua de nuestro país (y
de América en general), para un mejor conocimiento de nuestro pasado
y de nuestro presente. E igualmente sirva de incentivo para que muchos
estudiosos vayan a esa interesantísima fuente documental que
constituye el Viaje y descripción de las Indias de Galeotto Cei.
Enrique Obediente Sosa, Universidad de Los Andes
Mérida, 24 de mayo de 2004
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ROSTROS DE PARAGUANÁ
M ÉRI DA(V EN EZ U ELA)
Fundación Cultural Josefa Camejo. Grupo de
Investigación Sobre Historiografía de Venezuela
CDCHT-ULA. Grupo Tiquiba. 2002*
Isaac López
Teresa Bianculli**
Escuela de Historia. Universidad de Los Andes
Mérida- Venezuela
Isaac López tiene muchos años haciendo y rehaciendo la historia
de Paraguaná y del Estado Falcón. Licenciado en Historia por la
Universidad de Los Andes desde 1994, regresa por concurso de
oposición como profesor de planta a esta misma casa de estudios en
el año 2002. Como autor, coautor y compilador de textos, es
responsable de numerosas obras históricas sobre la región falconiana,
ésta, que recibimos en Noviembre de 2003, es su trabajo más reciente.
CUANDO LA HISTORIA NO ES TEDIO NI MERA ANECDOTA
EL RELATO
“Sé que mucho del interés por la historia se
lo debo a aquellos días en los cuales los tíos
visitaban a mi abuela, y pasaban largas horas
hablando de un tiempo distante y remoto. Sé
también que ellos amaron profundamente a
su padre...” (P. 105)
* Nota del Comitè de Redacciòn: reseña aprobada para su publicaciòn en junio de 2003
** Historiadora, profesora adscrita al Dpto. de Historia Universidad Fac. de Humanidades y Educaciòn
Universidad de Los Andes.
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Tal vez podamos achacarle al tiempo o al desempeño haber
alcanzado la gracia -o la sin razón- respecto de alguna que otra
comprensión sobre este oficio, tal vez no. Algunas ocasiones se
prestan para exponer lo comprendido, así, la de estas páginas de las
que dejo testimonio. He llegado a creer, hasta la raíz, que este asunto
de hacer historia no es inocuo y que la marca que deja es definitiva,
que involucra, configura al oficiante y lo vuelve de una sola pieza,
casi idéntica a aquello con lo que él construye su asunto, lo historiado,
pero no siempre sucede. Cuando el que cuenta no es él mismo su
historia, no nos está contando más que una ínfima parte, si acaso
nimiedades. Cuando además de faltarle más de la mitad, no se da
cuenta del imponderable de todo transmitir, peca el relato de ser soso
mascullar de predicados, sin verbo que realice gesta alguna y sin
sujeto que conduzca el habla a sus hogares primigenios, al eco que
connotan los poetas, el “alma” de un pueblo.
Otras veces, el oficio se desnuda de sus fines fútiles y de sus
verdades. Cuando la historia no es tedio ni mera anécdota el relato,
puede llegar a tocarnos algo tan certero como este legajo de
semblanzas que edita Isaac López. Un libro sobre una gente y una
tierra tan lejos de nosotros y tan cerca, que no parecen antiguos ni
pasados, que no son sólo recuerdo, aunque tampoco presente, que no
fueron en verdad hazaña alguna y que, sin embargo, como lo plasma
este texto, han sido fundación, son gesta,
...”Creo que todo eso bien vale un recuerdo, una
celebración, un brindis.” (p. 107)
Isaac narra, sí, hace historia, aunque parece que caminara en
alpargatas sobre mogotes de paja, con pasitos cortos, cuidadoso de
los senderos por donde se arrastraron desvelos, que le dejaron
memorias diseminadas en poemas y versos, como en las “Rosas”
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para Genoveva Castro y lo de Weffer, “poeta maldito”; música y
parrandas decembrinas, la de Eloísa Colman; relatos sobre hombres
y mujeres del sitio, así: Leon Calles y Elisa Moreno, o inmigrantes
como Miguel Geerman, reyertas heroicas, en la “Lección de Historia”
que deja Domingo Hidalgo. Nada más que recuerdos de mar y sal,
de amores y amoríos imposibles siempre entre imposibles amantes: la
tierra quebrada, la lluvia esquiva para el escaso gesto, la aridez en fin,
como santo y seña de un Nuevo Pueblo eterno, seco entre sol y playa.
“Siendo niño miraba siempre pasar por las
calles del pueblo un jepp Willis en el cual viajaba
un grupo de adolescentes sonrientes,
acompañados por un anciano de sombrero muy
grande. ... No sé por qué extraña razón esa
imagen se instaló en mí como el ideal de la
felicidad....” (Cursivas del autor. p. 73)
Isaac pone palabras en los papeles, pero no escribe. Parece
que enhebrara delicados caracoles en la tosca cabuya del maguey,
amansada en ancianas pantorrillas hasta volverse mecate, cordel fino,
guaral de papagayo, hilo tenue para atravesar la espiral de las
guaruras. No son noticias de antiguas cronologías lo que con él nos
llega, no son relatos sobre espíritus silvestres de tierras inhóspitas o
cultivadas ni arranques de emotividad telúrica, tamizada con el rigor
del trabajo historiográfico. Tampoco es la mera vida, ni es inventario
ecológico o de población -aunque en la península sería mejor hablar
de despoblado-, y no es tema de estudio ni pasión. Su cuento es collar
de historias ahileradas en la memoria afectiva, callados recuerdos y
remembranzas que requieren ser escritos para vivirlos otra vez, porque
ya en el corazón no caben y se aburren; que quieren ser confiados,
entregados simplemente, sin exhibición de artificios, mas, con oficio,
sin la censura metódica del bibliógrafo actualizado, mas con sentido,
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con buen criterio. La palabra apenas recorre con respetuosa solicitud
las reliquias familiares, esos amuletos de la tierra.
“Vuelvo al azul, al remanso inmenso de las
aguas... Vuelvo al azul para tratar de entender
las claves, las significaciones”. (pp. 62- 63)
De lo que se ama parece que no más se le puede hablar al que
de amores conoce, y así, lo mentado en este libro no se queda en
llegar a ser conversa ni diálogo; es historia, en el sentido en que sólo
puede descubrírsenos en verdad como historia propia la que no nos
requiere explicación anexa. “Yo mismo soy la verdad de lo que cuento,
en el esmerado y candoroso modo de contarlo. Sin calificar ni rechazar,
sin pretender ni reclamar. Sin dejar pedazos fuera, por bastardos. Sin
adornar lo que brilló una vez, sin recordarlo. Toda esa madeja me
conforma como el hombre que soy, y que ahora cuenta el modo en
que mi pecho fue forjado para que quede nada más en la memoria y
funde y forje en nuevos corazones remozada.”
Paraguaná, así cantada con palabras de tinta vulnerable a
pensamientos enamorados, puede ser ahora tradición transmitida. Su
lúcido morar entre nosotros descansa en la tierra de los hombres y
mujeres de antaño, ese vivo solar de rostros y de afanes que aún
sostiene en la posibilidad de sensatez para este ahora, en el que se
brega con el mismo sol y con la misma aridez calcinante, restrictiva.
Paraguaná, en estas voces de Isaac López, es transmisión sosegada
en el amoroso recuerdo.
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