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Sobre emociones y lenguaje

2009

res de diversas disciplinas se interesan por describir un dominio de fenómenos que suelen denominar emocionológico (Martín y Pérez, 1998; Evans, 2002). Este campo ha sido tradicionalmente muy controvertido, debido a que resulta difícil concebir una metodología objetiva que permita describir y comparar las emociones en el plano intersubjetivo e intercultural. Pese a esta dificultad innegable, en los últimos tiempos las emociones humanas han resurgido como un problema científico de gran relevancia y el tópico se ha constituido en un tema “en boga”. Este renovado interés por el estudio de las emociones coincidió en su origen con la celebración, en 1972, del centésimo aniversario de La expresión de las emociones en el hombre y los animales, de Charles Darwin (1872), obra precursora de los estudios evolutivos y universalistas de la emoción (neimeier y Sirven, 1997: viii). La gran cantidad de artículos, libros y reuniones académicas referidas a este tema tiene como rasgo común su naturale...

88 DESDE… El Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM Sobre emociones y lenguaje Gabriel L. Bourdin* DESDE... D esde hace unos treinta años investigadoaspectos universales involucrados en las mismas. res de diversas disciplinas se interesan En asociación con las preocupaciones de los por describir un dominio de fenómenos etnólogos, los lingüistas se han interesado en la que suelen denominar emocionológico (Martín y conceptualización de las emociones en las difePérez, 1998; Evans, 2002). Este campo ha sido trarentes lenguas del mundo. dicionalmente muy controvertido, debido a que Por la dificultad que implica su definición, resulta difícil concebir una metodología objetiva puede decirse que las emociones son comparables que permita describir y comparar las emociones con la idea del tiempo en las Confesiones de Agusen el plano intersubjetivo e intercultural. Pese a tín de Hipona: “¿Qué es, pues, el tiempo? Sé muy esta dificultad innegable, en los últimos tiempos bien lo que es, si no se me pregunta. Pero cuando las emociones humanas han resurgido como un quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo problema científico de gran relevancia y el tópico sé” (Confesiones XI, cit. en Berenzon y Calderón, se ha constituido en un tema “en boga”. Este 2008: IX). Las emociones presentan propiedades renovado interés por el estudio de las emociones ambiguas, como lo hacen los signos y los “lencoincidió en su origen con la celebración, en 1972, guajes” naturales. Son en cierto sentido difusas e del centésimo aniversario de La expresión de las emoimprecisas, en cuanto el espectro que conforman ciones en el hombre y los animales, de Charles Darwin se presenta como un contínuo juego de trans(1872), obra precursora de los estudios evolutivos formaciones. Pueden ser, sin embargo, al mismo y universalistas de la emoción (Neimeier y Sirven, tiempo, certeras y categóricas en lo que atañe a 1997: viii). La gran cantidad de artículos, libros y las vivencias del “experimentante”: no siempre, reuniones académicas referidas a este tema tiene como rasgo común su naturaleza interdisciplinaria. Es opinión consensuada por los especialistas que la única posibilidad de obtener resultados positivos en este dominio de investigación radica en los estudios interdisciplinarios. Las emociones no son fenómenos puramente fisiológicos o biológicos. La psicología tampoco puede describir por sí sola todas sus características. Desde una perspectiva filosófica, resulta muy importante averiguar si las emociones deben considerarse como una facultad independiente o si están entrelazadas de manera indiscernible con las capacidades y funciones lógico-racionales de la mente humana. Para la sociología, es importante indagar el papel de las emociones en la vida cotidiana y la forma en que los niños adquieren o desarrollan los conceptos emocionales, ya se trate de sentimientos innatos o de la “construcción social” de los mismos. En la perspectiva de la etnología, la principal cuestión es la comparación transcultural de las emociones y la investigación de posibles Tarasco. Santa Fe de la Laguna. * Instituto de Investigaciones Antropológicas-UNAM. Sobre emociones y lenguaje pero muchas veces, sabemos con bastante claridad lo que estamos sintiendo a propósito de algo o de alguien y podemos hablar de ello con mayor o menor precisión. A fines del siglo XIX el psicólogo William James se preguntaba ¿qué es una emoción? La respuesta a esta cuestión constituye una de las teorías tradicionales acerca del mecanismo y la naturaleza de las emociones, que las concibe como fenómenos psico-fisiológicos de índole universal. De acuerdo con dicha teoría, la experiencia subjetiva o psicológica de una emoción no es más que la percepción, esto es, en el plano mental o consciente, de ciertos cambios corporales. Tales cambios fisiológicos se presentan como respuesta a un determinado evento del mundo circundante. En la formulación de James, los principales cambios fisiológicos se producen en las vísceras u órganos internos. El suizo Carl Lange, contemporáneo de James, sostuvo una hipótesis parecida, que limitaba los mencionados cambios a reacciones del sistema cardiovascular. Se habla actualmente de la teoría de James-Lange sobre las emociones. Otros autores de la época explicaron las emociones atribuyéndoles diferentes “cajas de resonancia” corporales, ubicándolas principalmente en la respiración y sus cambios o en otros “factores viscerales”, como lo hizo Charles Darwin. James (1986) investigó lo que denominaba la esfera estética de la mente. En dicha esfera incluía las emociones, atribuyendo a las mismas un rol central. Propuso que sensaciones y emociones surgen de una misma raíz, formulando la hipótesis de que están localizadas, en parte, en los mismos puntos y centros del sistema nervioso. James llamó emociones “normales” a las que tienen expresión corporal manifiesta. Una emoción sin sensaciones o “sentimientos” corporales le parecía inconcebible. Sostuvo que, en última instancia, hasta los cambios más sutiles en el estado de ánimo implican algún tipo de sensación o reacción corporal, aunque la misma sea casi imperceptible. Proponía como prueba de ello un ejercicio introspectivo, consistente en imaginar una emoción carente por completo de modificaciones físicas. El contenido de ésta sería nulo, ya que los datos cognoscitivos referidos al contexto y a la causa de la emoción seguirían presentes, pero la emoción, sin sensaciones, ya no estaría allí. En lo que se refiere al proceso que genera o produce como efecto una experiencia emotiva, James propuso una secuencia que contradice al sentido común. De acuerdo con ella, la conciencia de las modificaciones fisiológicas es un requisito previo de la experiencia emocional: Nuestra forma natural de pensar sobre estas emociones normales es que la percepción mental de algún factor excita la afección mental llamada emoción, y que este último estado mental origina la expresión corporal. Por el contrario, mi tesis es que los cambios corporales siguen directamente a la percepción del factor excitante y que nuestra sensación de los mismos cambios, mientras ocurren, es la emoción (James, 1986: 298). De este modo los eventos emotivos estarían ordenados según vinculaciones del tipo: “sentimos tristeza porque lloramos (...) cólera porque atacamos, miedo porque temblamos”. La representación general de la serie de eventos sería la siguiente: Fase excitante (percepción) ⇒ cambios corporales ⇒ (sensación) ⇒ emoción (sentimiento) La forma invertida que presenta esta secuencia se funda en la idea de que las respuestas fisiológicas frente a los estímulos del medio circundante siguen patrones de naturaleza innata en el hombre y en los animales. James coincidía con la noción evolutiva de algunos zoólogos y etólogos de su época, pues pensaba que las reacciones de los animales anticipan los rasgos específicos del medio en que viven. Por ello, las “emociones básicas” son para este autor “anticipaciones nerviosas” propias de la especie, respuestas automáticas “preconstruidas”, heredadas, frente a las incitaciones y amenazas típicas que caracterizan a la vida humana. En tal sentido, James coincide con Darwin (1872), cuya obra merece un amplio comentario, por razones de espacio que no podemos incluir en la presente reflexión. En lo que hace al aspecto mental o cognoscitivo del fenómeno emocional, James incluye en el mismo un factor lingüístico de gran relevancia. Por medio de la introspección, afirma, pueden distinguirse dos fenómenos coincidentes, ambos referidos a la vivencia emocional. Por un lado, la introspección nos revela que somos capaces de experimentar una innumerable variedad de estados y sentimientos, en el sentido en que puede hablarse del “teclado de los sentimientos” como de un conjunto de variaciones posibles dentro de un mismo plano o registro, de modo semejante al espectro de los colores. Por otro lado, el ejercicio introspectivo muestra que las emociones constituyen un conjunto con fronteras externas e internas muy difusas, una suerte de nebulosa, donde las separaciones entre una vivencia particular y las demás carecen de verdadera nitidez. En este aspecto, las emociones se manifiestan como un continuo innumerable, no pueden contarse como entidades discretas porque no es posible distinguir con total nitidez entre una y otra. Sobre esta gama de variación continua, cada lengua impon- 89 DESDE... 90 drá siempre su particular rejilla interpretativa y clasificatoria: las diferencias en la percepción y en la emoción están codificadas en la lengua que hablamos. La contribución de James al estudio del lenguaje emocional consiste en haber llamado la atención sobre el hecho de que el vocabulario de la lengua que hablamos constituye el instrumento de toda introspección; de manera que el número de emociones que pudiéramos discriminar en cualquier ejercicio introspectivo tendría como instrumento y como límite interpretativo y clasificatorio el vocabulario con el que realizáramos dicho experimento, que sería normalmente el de nuestra lengua materna (Wierzbicka,1999). Paradójicamente, fue James –autor de una teoría clásica acerca de las emociones “básicas” (a las que llamó “normales”) como fenómenos psicofisiológicos basados en reacciones viscerales universales, derivados de la evolución– quien introdujo al mismo tiempo la otra noción, que abre la puerta a la relatividad lingüística y cultural; sobre todo la idea de que, en gran medida, discriminamos y concebimos las emociones de acuerdo con la lengua que hablamos. De manera que el conjunto que en lenguas europeas modernas se llama normalmente “emociones”, “sentimientos”, “estados de ánimo” o “pasiones”, está de algún modo sometido, como muchos otros conjuntos de fenómenos humanos, a la variación y principios de la relatividad lingüística y cultural. Las palabras, expresiones y demás estructuras que nombran o que hacen referencia a emociones pueden entenderse como “esquemas interpretativos”, pues son formas cognoscitivas culturalmente producidas cuyo propósito es apuntar hacia la experiencia emocional y codificarla con diversos fines teóricos y prácticos. El esquema interpretativo se superpone a la experiencia “en bruto” y participa en la producción del evento emocional (Harré, 1986). El estudio del “lenguaje emocional” tiene un papel fundamental en los actuales estudios emocionológicos. La metodología lingüística y se- Izard (1977) Alegría Ira Miedo Tristeza Sorpresa Desprecio Aflicción Interés Culpa Vergüenza Amor miológica aplicada a este campo es una vía que promete ser muy fructífera. Las emociones se vinculan al habla y a la lengua en sus diversos niveles y dimensiones: el léxico, la morfosintaxis, la prosodia, el discurso, las pautas pragmáticas, los modelos culturales y cognitivos implícitos en las figuras retóricas y en el habla cotidiana, etcétera. Tomemos, por ejemplo, el léxico de las emociones. Puede decirse, en primer lugar, que todas las lenguas poseen palabras o morfemas que designan “sentimientos” o “emociones”. Desde una perspectiva naturalista-universalista, tradicional en los estudios psicológicos de las emociones, se ha dicho que existe un conjunto limitado de emociones básicas o primarias, universales y posiblemente innatas. De acuerdo con esta idea, las diferentes lenguas dan nombre a las emociones básicas empleando formas que, obviamente son distintas, en cada caso pero cuyos referentes, sin embargo, son los mismos para cualquier grupo o sociedad humana. En esta visión del problema, las emociones básicas tienen un papel semejante al de los colores primarios en las teorías del color: son elementos simples, que como efecto de sus combinaciones dan origen a diversos compuestos o elementos secundarios. Como los colores primarios, las emociones básicas serían no-analizables, no susceptibles de ser desmembradas en componentes o unidades menores. La hipótesis de la existencia de un conjunto finito de emociones básicas involucra, sin embargo, una ironía sutil Si se trata de un conjunto limitado de experiencias o eventos que son espontáneos e idénticos en toda la humanidad, debería ser muy sencillo para cualquier persona hacer un listado de las mismas y éste sería idéntico, o muy semejante, al que pudiera hacer cualquier otra persona. Sin embargo esto no sucede, no hay acuerdo general entre los especialistas acerca de cuáles son efectivamente las emociones básicas. Distintos autores ofrecen listas bien diversas, fundadas en criterios clasificatorios también muy diversos (Le Breton, 1999:184; Evans, 2002: 22). Plutchnik (1980) Evans (2002) Ekman (1992) Alegría Ira Miedo Tristeza Sorpresa Asco Aceptación Previsión Alegría Ira Miedo Aflicción Sorpresa Repugnancia Alegría Ira Miedo Tristeza Sorpresa Asco Schwartz y Schaver (1987) Alegría Ira Miedo Tristeza Sorpresa Kemper (1987) Satisfacción Ira Miedo Depresión Sobre emociones y lenguaje Tarasco. Janitzio. ¿Existen en realidad “emociones básicas”? ¿Qué significan esas palabras con las que pretendemos designarlas? En primer término tenemos el problema de la traducción. En nuestro ejemplo las palabras están en español ¿Hasta qué punto significan lo mismo los términos españoles que los del inglés, el maya o de cualquier otra lengua con los que se los hace coincidir? Además está el problema de la distribución, de la discretización del dominio semántico en cuestión. ¿Cómo podemos establecer una distinción entre las emociones sin valernos de nuestra lengua materna? ¿A través de alguna metalengua semántica artificial, o natural? Con referencia a este fenómeno de variabilidad cultural y lingüística, Wierzbicka ha afirmado que no es posible decir que existan emociones universales, porque todos los conceptos emocionales están basados en la cultura. Por eso, lo que un inglés llama “anger” no es exactamente el mismo sentimiento que un italiano llama “rabbia”, por ejemplo (Neimeier y Dirven, 1997: IX). Al reconocer la diversidad léxica como un hecho básico, en la comparación intercultural estamos en condiciones de superar la concepción etnocéntrica asociada con la hipótesis de las emociones básicas. La semántica léxica con enfoque intercultural ofrece un método adecuado para la investigación del fenómeno emocional. Cuando se estudia el significado emocional en distintas lenguas y culturas, surge el problema de garantizar que la descripción no resulte distorsionada por el etnocentrismo. Un factor de etnocentrismo en la investigación transcultural de las emociones es la práctica de emplear los términos y definiciones propios de la lengua del investigador como si fueran descripciones neutrales de conceptos universales, libres de todo contenido cultural específico; esto es evidentemente falso. Para superar esta limitación metodológica, la vía más directa parece ser el establecimiento de un metalenguaje de descripción que esté libre (en la medida de lo posible) de un punto de vista cultural determinado. Anna Wierzbicka y colaboradores (Goddard y Wierzbicka, 1994; Goddard, 1998; Wierzbicka, 1999; Harkins y Wierzbicka, 2001; Enfield y Wierzbicka, 2002) han desarrollado un modelo lingüístico conocido como metalengua semántica natural, que está basado en el estudio teórico y empírico de “universales léxico-semánticos”. La idea de “primitivos” conceptuales fue propuesta por filósofos modernos como Descartes, Pascal, y especialmente Leibniz. La misma está referida a la posibilidad de hallar y describir un “alfabeto universal del pensamiento humano”, y coincide con la “unidad psíquica” de la especie humana que postularon los antropólogos evolucionistas clásicos. La principal conclusión de estas investigaciones es que todas las lenguas comparten un mismo núcleo semántico, esto es, un repertorio léxico de “primitivos” y una gramática semántica común. Dicho núcleo puede ser utilizado como base para un metalenguaje no etnocéntrico y no arbitrario, útil en la descripción de las diferentes lenguas y en el estudio de los procesos cognitivos y emocionales. Wierzbicka y sus colaboradores y discípulos se han dado a la tarea de establecer “explicaciones” semánticas de los conceptos emocionales (entre otros dominios) en una gran variedad de lenguas, especialmente australianas, papuásicas e indoeuropeas. El autor de estas líneas ha procurado aplicar dicho modelo al análisis del dominio emocional en el maya yucateco, en un trabajo de investigación de tesis recientemente concluido (Bourdin, 2008). Por último, si bien el análisis del léxico emocional y de sus propiedades semánticas es una etapa necesaria de la investigación, éste no abarca el conjunto de las relaciones existentes entre las emociones y las lenguas naturales. El estudio debe extenderse a las estructuras gramaticales y a otros niveles de la expresión lingüística de las emociones. Wierzbicka ha formulado un conjunto mínimo de hipótesis universales acerca de la predicación emocional; nos interesa una de ellas, referida a las construcciones con significado emocional: 91 DESDE... 92 “En todas las lenguas hay construcciones gramaticales alternativas para describir e interpretar los sentimientos.” (Wierzbicka, 1999: 276). Esta hipótesis supone que todas las lenguas establecen distinciones morfo-sintácticas en el terreno de las emociones, reflejando las diferentes perspectivas acerca de los sentimientos dentro de una cultura que se encuentran, por así decirlo, a disposición de los hablantes. Hasta el presente no sabemos si algunas de las construcciones gramaticales son universales. Sin embargo, resulta plausible la idea de que los hablantes disponen de varias formas alternativas para “conceptualizar” las emociones de acuerdo con las distinciones y construcciones morfo-sintácticas que su lengua les ofrece. En tal sentido, tienen gran relevancia los fenómenos de transitividad, causatividad, los patrones de ergatividad, acusatividad, etcétera. En cuanto a las clases gramaticales, el modo preferido de describir las emociones en diversas lenguas –entre ellas el inglés, probablemente el español, y aparentemente, también el maya colonial– es mediante el uso de adjetivos y participios; por ejemplo, en inglés los adjetivos angry/sad/happy/afraid; o los participios worried/disgusted/surprised/amazed (Wierzbicka, 1999: 302). El empleo de adjetivos y participios permite representar las emociones del experimentante como estados. Por ejemplo, si decimos: “ella ha estado triste”, implicamos que la tristeza es involuntaria, que ha estado “sucediéndole” al experimentante desde hace cierto tiempo, y que dicho estado o condición no han cesado. Otro ejemplo de la aplicación del análisis lingüístico al conocimiento de las emociones lo ofrece R. Dirven, en su estudio acerca de la “causalidad emocional” en relación con las expresiones preposicionales del inglés. Su artículo examina diversos aspectos de la conceptualización de las emociones relacionándolos con las concepciones espaciales. De acuerdo con este autor la causalidad emocional es conceptualizada mediante expresiones preposicionales que denotan interrelaciones entre emociones y causalidad. Dirven muestra que, en inglés, la conceptualización de las emociones como causa y de la causa de las emociones está determinada por las características específicas de los conceptos espaciales y, en consecuencia, que los conceptos espaciales asociados con las preposiciones inglesas determinan en gran medida el modo en que se estructura el dominio de la causalidad emocional (Dirven 1997: 55 y ss). Finalmente, el tratamiento lingüístico del fenómeno de las emociones humanas se encuentra en un estado incipiente en nuestro medio latinoamericano y de habla hispana. El área de intereses que nos ocupa representa un horizonte abierto a la investigación, particularmente en lo que se refiere al estudio de las lenguas y las culturas amerindias. El autor de la presente reflexión, interesado en el desarrollo de este campo de estudios, ha encontrado un ámbito de discusión y de reflexión plenamente propicio en el Seminario Interinstitucional de Antropología Lingüística, que forman investigadores y estudiantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia y de la Universidad Nacional Autónoma de México. Una amplia y promisoria tarea científica se presenta ante nosotros en el estudio de las emociones y el lenguaje. Referencias Berenzon, Boris y Georgina Calderón (dir.), Diccionario Tiempo-Espacio, México, UNAM /Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 2008. Bourdin, Gabriel, “ El léxico de las emociones en el maya yucateco”, tesis doctoral, Mérida, Facultad de Filosofía y Letras/IIA-UNAM 2008. Darwin, Charles, The Expression of Emotions in Man and Animals, Nueva York, Greenwood Press, 1972 (1872). Dirven, René, “Emotions as Cause and the Cause of Emotions”, en S. Niemeier y R. Dirven (eds.), The Language of Emotions, Amsterdam/Filadelfia, John Benjamins Publishing Company, 1997. Enfield, Nick y Anna Wierzbicka (eds.), The Body in Description of Emotion: Cross-linguistic Studies. Pragmatics and Cognition, Amsterdam/Filadelfia, John Benjamins, 2002. Evans, Dylan, Emoción. La ciencia del sentimiento, Madrid, Taurus, 2002. Goddard, Cliff, Semantic Analysis. A Practical Introduction, Oxford, Oxford University Press, 1998. Goddard, Cliff y Anna Wierzbicka (eds.), Semantic and Lexical Universals. Theory and Empirical Findings, Amsterdam/Filadelfia, John Benjamins, 1994. Harkins, Jean y Anna Wierzbicka (eds.), Emotions in Crosslinguistic Perspective, Berlín/Nueva York, Mouton de Gruyter, 2001. Harré, Rom, ‘An Outline of the Social Constructionist Viewpoint’, en R. Harré, (ed.) 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