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DESDE… El Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM
Sobre emociones y lenguaje
Gabriel L. Bourdin*
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esde hace unos treinta años investigadoaspectos universales involucrados en las mismas.
res de diversas disciplinas se interesan
En asociación con las preocupaciones de los
por describir un dominio de fenómenos
etnólogos, los lingüistas se han interesado en la
que suelen denominar emocionológico (Martín y
conceptualización de las emociones en las difePérez, 1998; Evans, 2002). Este campo ha sido trarentes lenguas del mundo.
dicionalmente muy controvertido, debido a que
Por la dificultad que implica su definición,
resulta difícil concebir una metodología objetiva
puede decirse que las emociones son comparables
que permita describir y comparar las emociones
con la idea del tiempo en las Confesiones de Agusen el plano intersubjetivo e intercultural. Pese a
tín de Hipona: “¿Qué es, pues, el tiempo? Sé muy
esta dificultad innegable, en los últimos tiempos
bien lo que es, si no se me pregunta. Pero cuando
las emociones humanas han resurgido como un
quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo
problema científico de gran relevancia y el tópico
sé” (Confesiones XI, cit. en Berenzon y Calderón,
se ha constituido en un tema “en boga”. Este
2008: IX). Las emociones presentan propiedades
renovado interés por el estudio de las emociones
ambiguas, como lo hacen los signos y los “lencoincidió en su origen con la celebración, en 1972,
guajes” naturales. Son en cierto sentido difusas e
del centésimo aniversario de La expresión de las emoimprecisas, en cuanto el espectro que conforman
ciones en el hombre y los animales, de Charles Darwin
se presenta como un contínuo juego de trans(1872), obra precursora de los estudios evolutivos
formaciones. Pueden ser, sin embargo, al mismo
y universalistas de la emoción (Neimeier y Sirven,
tiempo, certeras y categóricas en lo que atañe a
1997: viii). La gran cantidad de artículos, libros y
las vivencias del “experimentante”: no siempre,
reuniones académicas referidas a este tema
tiene como rasgo común su naturaleza interdisciplinaria. Es opinión consensuada por
los especialistas que la única posibilidad de
obtener resultados positivos en este dominio de investigación radica en los estudios
interdisciplinarios. Las emociones no son
fenómenos puramente fisiológicos o biológicos. La psicología tampoco puede describir por sí sola todas sus características.
Desde una perspectiva filosófica, resulta
muy importante averiguar si las emociones deben considerarse como una facultad
independiente o si están entrelazadas de
manera indiscernible con las capacidades
y funciones lógico-racionales de la mente
humana. Para la sociología, es importante
indagar el papel de las emociones en la vida
cotidiana y la forma en que los niños adquieren o desarrollan los conceptos emocionales, ya se trate de sentimientos innatos o de
la “construcción social” de los mismos. En
la perspectiva de la etnología, la principal
cuestión es la comparación transcultural de
las emociones y la investigación de posibles
Tarasco. Santa Fe de la Laguna.
*
Instituto de Investigaciones Antropológicas-UNAM.
Sobre emociones y lenguaje
pero muchas veces, sabemos con bastante claridad lo que estamos sintiendo a propósito de algo
o de alguien y podemos hablar de ello con mayor
o menor precisión. A fines del siglo XIX el psicólogo
William James se preguntaba ¿qué es una emoción? La respuesta a esta cuestión constituye una
de las teorías tradicionales acerca del mecanismo
y la naturaleza de las emociones, que las concibe
como fenómenos psico-fisiológicos de índole
universal. De acuerdo con dicha teoría, la experiencia subjetiva o psicológica de una emoción
no es más que la percepción, esto es, en el plano
mental o consciente, de ciertos cambios corporales. Tales cambios fisiológicos se presentan como
respuesta a un determinado evento del mundo
circundante. En la formulación de James, los principales cambios fisiológicos se producen en las
vísceras u órganos internos. El suizo Carl Lange,
contemporáneo de James, sostuvo una hipótesis
parecida, que limitaba los mencionados cambios
a reacciones del sistema cardiovascular. Se habla
actualmente de la teoría de James-Lange sobre
las emociones. Otros autores de la época explicaron las emociones atribuyéndoles diferentes
“cajas de resonancia” corporales, ubicándolas
principalmente en la respiración y sus cambios o
en otros “factores viscerales”, como lo hizo Charles Darwin.
James (1986) investigó lo que denominaba la
esfera estética de la mente. En dicha esfera incluía las
emociones, atribuyendo a las mismas un rol central. Propuso que sensaciones y emociones surgen de
una misma raíz, formulando la hipótesis de que
están localizadas, en parte, en los mismos puntos y centros del sistema nervioso. James llamó
emociones “normales” a las que tienen expresión
corporal manifiesta. Una emoción sin sensaciones o “sentimientos” corporales le parecía inconcebible. Sostuvo que, en última instancia, hasta
los cambios más sutiles en el estado de ánimo
implican algún tipo de sensación o reacción corporal, aunque la misma sea casi imperceptible.
Proponía como prueba de ello un ejercicio introspectivo, consistente en imaginar una emoción carente por completo de modificaciones físicas. El
contenido de ésta sería nulo, ya que los datos
cognoscitivos referidos al contexto y a la causa
de la emoción seguirían presentes, pero la emoción, sin sensaciones, ya no estaría allí. En lo que
se refiere al proceso que genera o produce como
efecto una experiencia emotiva, James propuso
una secuencia que contradice al sentido común.
De acuerdo con ella, la conciencia de las modificaciones fisiológicas es un requisito previo de la
experiencia emocional:
Nuestra forma natural de pensar sobre estas emociones normales es que la percepción mental de
algún factor excita la afección mental llamada
emoción, y que este último estado mental origina
la expresión corporal. Por el contrario, mi tesis es
que los cambios corporales siguen directamente
a la percepción del factor excitante y que nuestra
sensación de los mismos cambios, mientras ocurren, es la emoción (James, 1986: 298).
De este modo los eventos emotivos estarían
ordenados según vinculaciones del tipo: “sentimos tristeza porque lloramos (...) cólera porque
atacamos, miedo porque temblamos”. La representación general de la serie de eventos sería la
siguiente:
Fase excitante (percepción) ⇒ cambios corporales
⇒ (sensación) ⇒ emoción (sentimiento)
La forma invertida que presenta esta secuencia se funda en la idea de que las respuestas
fisiológicas frente a los estímulos del medio circundante siguen patrones de naturaleza innata en
el hombre y en los animales. James coincidía con
la noción evolutiva de algunos zoólogos y etólogos de su época, pues pensaba que las reacciones
de los animales anticipan los rasgos específicos del medio en que viven. Por ello, las “emociones básicas” son para este autor “anticipaciones
nerviosas” propias de la especie, respuestas automáticas “preconstruidas”, heredadas, frente a las
incitaciones y amenazas típicas que caracterizan
a la vida humana. En tal sentido, James coincide
con Darwin (1872), cuya obra merece un amplio
comentario, por razones de espacio que no podemos incluir en la presente reflexión.
En lo que hace al aspecto mental o cognoscitivo del fenómeno emocional, James incluye en
el mismo un factor lingüístico de gran relevancia.
Por medio de la introspección, afirma, pueden
distinguirse dos fenómenos coincidentes, ambos
referidos a la vivencia emocional. Por un lado, la
introspección nos revela que somos capaces de
experimentar una innumerable variedad de estados y sentimientos, en el sentido en que puede
hablarse del “teclado de los sentimientos” como
de un conjunto de variaciones posibles dentro de
un mismo plano o registro, de modo semejante al
espectro de los colores. Por otro lado, el ejercicio
introspectivo muestra que las emociones constituyen un conjunto con fronteras externas e internas muy difusas, una suerte de nebulosa, donde
las separaciones entre una vivencia particular y
las demás carecen de verdadera nitidez. En este
aspecto, las emociones se manifiestan como un
continuo innumerable, no pueden contarse como
entidades discretas porque no es posible distinguir con total nitidez entre una y otra. Sobre esta
gama de variación continua, cada lengua impon-
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drá siempre su particular rejilla interpretativa y
clasificatoria: las diferencias en la percepción y
en la emoción están codificadas en la lengua que
hablamos. La contribución de James al estudio
del lenguaje emocional consiste en haber llamado
la atención sobre el hecho de que el vocabulario
de la lengua que hablamos constituye el instrumento de toda introspección; de manera que el
número de emociones que pudiéramos discriminar en cualquier ejercicio introspectivo tendría
como instrumento y como límite interpretativo y
clasificatorio el vocabulario con el que realizáramos dicho experimento, que sería normalmente
el de nuestra lengua materna (Wierzbicka,1999).
Paradójicamente, fue James –autor de una
teoría clásica acerca de las emociones “básicas”
(a las que llamó “normales”) como fenómenos
psicofisiológicos basados en reacciones viscerales universales, derivados de la evolución– quien
introdujo al mismo tiempo la otra noción, que
abre la puerta a la relatividad lingüística y cultural; sobre todo la idea de que, en gran medida,
discriminamos y concebimos las emociones de
acuerdo con la lengua que hablamos. De manera
que el conjunto que en lenguas europeas modernas se llama normalmente “emociones”, “sentimientos”, “estados de ánimo” o “pasiones”, está
de algún modo sometido, como muchos otros
conjuntos de fenómenos humanos, a la variación
y principios de la relatividad lingüística y cultural.
Las palabras, expresiones y demás estructuras
que nombran o que hacen referencia a emociones
pueden entenderse como “esquemas interpretativos”, pues son formas cognoscitivas culturalmente producidas cuyo propósito es apuntar
hacia la experiencia emocional y codificarla con
diversos fines teóricos y prácticos. El esquema
interpretativo se superpone a la experiencia “en
bruto” y participa en la producción del evento
emocional (Harré, 1986).
El estudio del “lenguaje emocional” tiene un
papel fundamental en los actuales estudios emocionológicos. La metodología lingüística y se-
Izard
(1977)
Alegría
Ira
Miedo
Tristeza
Sorpresa
Desprecio
Aflicción
Interés
Culpa
Vergüenza
Amor
miológica aplicada a este campo es una vía que
promete ser muy fructífera. Las emociones se vinculan al habla y a la lengua en sus diversos niveles y dimensiones: el léxico, la morfosintaxis, la
prosodia, el discurso, las pautas pragmáticas, los
modelos culturales y cognitivos implícitos en las
figuras retóricas y en el habla cotidiana, etcétera.
Tomemos, por ejemplo, el léxico de las emociones. Puede decirse, en primer lugar, que todas las
lenguas poseen palabras o morfemas que designan “sentimientos” o “emociones”. Desde una
perspectiva naturalista-universalista, tradicional
en los estudios psicológicos de las emociones,
se ha dicho que existe un conjunto limitado de
emociones básicas o primarias, universales y posiblemente innatas. De acuerdo con esta idea, las
diferentes lenguas dan nombre a las emociones
básicas empleando formas que, obviamente son
distintas, en cada caso pero cuyos referentes, sin
embargo, son los mismos para cualquier grupo o
sociedad humana. En esta visión del problema, las
emociones básicas tienen un papel semejante al de
los colores primarios en las teorías del color: son
elementos simples, que como efecto de sus combinaciones dan origen a diversos compuestos o
elementos secundarios. Como los colores primarios, las emociones básicas serían no-analizables,
no susceptibles de ser desmembradas en componentes o unidades menores. La hipótesis de la
existencia de un conjunto finito de emociones
básicas involucra, sin embargo, una ironía sutil
Si se trata de un conjunto limitado de experiencias o eventos que son espontáneos e idénticos
en toda la humanidad, debería ser muy sencillo
para cualquier persona hacer un listado de las
mismas y éste sería idéntico, o muy semejante,
al que pudiera hacer cualquier otra persona. Sin
embargo esto no sucede, no hay acuerdo general entre los especialistas acerca de cuáles son
efectivamente las emociones básicas. Distintos
autores ofrecen listas bien diversas, fundadas
en criterios clasificatorios también muy diversos
(Le Breton, 1999:184; Evans, 2002: 22).
Plutchnik (1980)
Evans (2002)
Ekman (1992)
Alegría
Ira
Miedo
Tristeza
Sorpresa
Asco
Aceptación
Previsión
Alegría
Ira
Miedo
Aflicción
Sorpresa
Repugnancia
Alegría
Ira
Miedo
Tristeza
Sorpresa
Asco
Schwartz y
Schaver (1987)
Alegría
Ira
Miedo
Tristeza Sorpresa
Kemper (1987)
Satisfacción
Ira
Miedo
Depresión
Sobre emociones y lenguaje
Tarasco. Janitzio.
¿Existen en realidad “emociones básicas”?
¿Qué significan esas palabras con las que pretendemos designarlas? En primer término tenemos
el problema de la traducción. En nuestro ejemplo
las palabras están en español ¿Hasta qué punto
significan lo mismo los términos españoles que
los del inglés, el maya o de cualquier otra lengua
con los que se los hace coincidir? Además está
el problema de la distribución, de la discretización
del dominio semántico en cuestión. ¿Cómo podemos establecer una distinción entre las emociones sin valernos de nuestra lengua materna? ¿A
través de alguna metalengua semántica artificial,
o natural?
Con referencia a este fenómeno de variabilidad cultural y lingüística, Wierzbicka ha afirmado
que no es posible decir que existan emociones
universales, porque todos los conceptos emocionales están basados en la cultura. Por eso, lo
que un inglés llama “anger” no es exactamente
el mismo sentimiento que un italiano llama “rabbia”, por ejemplo (Neimeier y Dirven, 1997: IX).
Al reconocer la diversidad léxica como un hecho
básico, en la comparación intercultural estamos
en condiciones de superar la concepción etnocéntrica asociada con la hipótesis de las emociones básicas. La semántica léxica con enfoque
intercultural ofrece un método adecuado para la
investigación del fenómeno emocional. Cuando
se estudia el significado emocional en distintas
lenguas y culturas, surge el problema de garantizar que la descripción no resulte distorsionada
por el etnocentrismo. Un factor de etnocentrismo en la investigación transcultural de
las emociones es la práctica de emplear los
términos y definiciones propios de la lengua
del investigador como si fueran descripciones neutrales de conceptos universales,
libres de todo contenido cultural específico;
esto es evidentemente falso. Para superar
esta limitación metodológica, la vía más
directa parece ser el establecimiento de un
metalenguaje de descripción que esté libre
(en la medida de lo posible) de un punto de
vista cultural determinado. Anna Wierzbicka
y colaboradores (Goddard y Wierzbicka,
1994; Goddard, 1998; Wierzbicka, 1999; Harkins y Wierzbicka, 2001; Enfield y Wierzbicka,
2002) han desarrollado un modelo lingüístico conocido como metalengua semántica
natural, que está basado en el estudio teórico y empírico de “universales léxico-semánticos”. La idea de “primitivos” conceptuales
fue propuesta por filósofos modernos como
Descartes, Pascal, y especialmente Leibniz.
La misma está referida a la posibilidad de
hallar y describir un “alfabeto universal del
pensamiento humano”, y coincide con la
“unidad psíquica” de la especie humana que postularon los antropólogos evolucionistas clásicos.
La principal conclusión de estas investigaciones es que todas las lenguas comparten un
mismo núcleo semántico, esto es, un repertorio
léxico de “primitivos” y una gramática semántica
común. Dicho núcleo puede ser utilizado como
base para un metalenguaje no etnocéntrico y no
arbitrario, útil en la descripción de las diferentes
lenguas y en el estudio de los procesos cognitivos
y emocionales. Wierzbicka y sus colaboradores
y discípulos se han dado a la tarea de establecer “explicaciones” semánticas de los conceptos
emocionales (entre otros dominios) en una gran
variedad de lenguas, especialmente australianas,
papuásicas e indoeuropeas. El autor de estas
líneas ha procurado aplicar dicho modelo al análisis del dominio emocional en el maya yucateco,
en un trabajo de investigación de tesis recientemente concluido (Bourdin, 2008).
Por último, si bien el análisis del léxico emocional y de sus propiedades semánticas es una
etapa necesaria de la investigación, éste no abarca
el conjunto de las relaciones existentes entre las
emociones y las lenguas naturales. El estudio
debe extenderse a las estructuras gramaticales y
a otros niveles de la expresión lingüística de las
emociones.
Wierzbicka ha formulado un conjunto mínimo
de hipótesis universales acerca de la predicación
emocional; nos interesa una de ellas, referida a
las construcciones con significado emocional:
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“En todas las lenguas hay construcciones gramaticales alternativas para describir e interpretar los
sentimientos.” (Wierzbicka, 1999: 276).
Esta hipótesis supone que todas las lenguas
establecen distinciones morfo-sintácticas en el
terreno de las emociones, reflejando las diferentes
perspectivas acerca de los sentimientos dentro
de una cultura que se encuentran, por así decirlo,
a disposición de los hablantes. Hasta el presente
no sabemos si algunas de las construcciones gramaticales son universales. Sin embargo, resulta
plausible la idea de que los hablantes disponen
de varias formas alternativas para “conceptualizar” las emociones de acuerdo con las distinciones y construcciones morfo-sintácticas que
su lengua les ofrece. En tal sentido, tienen gran
relevancia los fenómenos de transitividad, causatividad, los patrones de ergatividad, acusatividad,
etcétera. En cuanto a las clases gramaticales, el
modo preferido de describir las emociones en
diversas lenguas –entre ellas el inglés, probablemente el español, y aparentemente, también el
maya colonial– es mediante el uso de adjetivos
y participios; por ejemplo, en inglés los adjetivos
angry/sad/happy/afraid; o los participios worried/disgusted/surprised/amazed (Wierzbicka, 1999: 302). El
empleo de adjetivos y participios permite representar las emociones del experimentante como
estados. Por ejemplo, si decimos: “ella ha estado
triste”, implicamos que la tristeza es involuntaria,
que ha estado “sucediéndole” al experimentante
desde hace cierto tiempo, y que dicho estado o
condición no han cesado.
Otro ejemplo de la aplicación del análisis
lingüístico al conocimiento de las emociones lo
ofrece R. Dirven, en su estudio acerca de la “causalidad emocional” en relación con las expresiones
preposicionales del inglés. Su artículo examina
diversos aspectos de la conceptualización de
las emociones relacionándolos con las concepciones espaciales. De acuerdo con este autor la
causalidad emocional es conceptualizada mediante
expresiones preposicionales que denotan interrelaciones entre emociones y causalidad. Dirven
muestra que, en inglés, la conceptualización de
las emociones como causa y de la causa de las
emociones está determinada por las características específicas de los conceptos espaciales y, en
consecuencia, que los conceptos espaciales asociados con las preposiciones inglesas determinan
en gran medida el modo en que se estructura el
dominio de la causalidad emocional (Dirven 1997:
55 y ss).
Finalmente, el tratamiento lingüístico del
fenómeno de las emociones humanas se encuentra en un estado incipiente en nuestro medio
latinoamericano y de habla hispana. El área de
intereses que nos ocupa representa un horizonte
abierto a la investigación, particularmente en lo
que se refiere al estudio de las lenguas y las culturas amerindias. El autor de la presente reflexión,
interesado en el desarrollo de este campo de
estudios, ha encontrado un ámbito de discusión
y de reflexión plenamente propicio en el Seminario Interinstitucional de Antropología Lingüística,
que forman investigadores y estudiantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia y de la
Universidad Nacional Autónoma de México. Una
amplia y promisoria tarea científica se presenta
ante nosotros en el estudio de las emociones y
el lenguaje.
Referencias
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Tiempo-Espacio, México, UNAM /Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 2008.
Bourdin, Gabriel, “ El léxico de las emociones en el
maya yucateco”, tesis doctoral, Mérida, Facultad de
Filosofía y Letras/IIA-UNAM 2008.
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Niemeier, Susanne y René Dirven (eds.), The Language
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Wierzbicka, Anna, Emotions Across Languages and Cultures: Diversity and Universals, Oxford, Oxford University
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Otomís. Huixquilucan.