Las tres Silvas de romances
Las tres
de
Silvas
Romances
Estudio introductorio
Vicenç Beltran
Edición,
notas e índices
Massimo Marini
frente de afirmación hispanista, a. c.
méxico, 2018
T
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FR EN
E A F IR M
AC
ED
S
.
N IS T A , A
C.
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PA
Las tres Silvas de romances
© textos: Massimo Marini y Vicenç Beltran
Coordina la edición:
José J. Labrador Herraiz
© de la edición:
FRENTE DE AFIRMACIÓN HISPANISTA, A. C.
MÉXICO 2018
Castillo del Morro 114, 11930. México D. F.
www.hispanista.org/
Isbn: 978–84–09–00188–0
Depósito legal: PO 111–2018
Diseño y maquetación: Jesús C. Cassinello
Imprime: Gráficas Dehon (Torrejón de Ardoz)
Queda permitida la reproducción total o parcial
de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
siempre que sea sin ánimo de lucro, y con la cita explícita
y completa de estos créditos:
Marini, Massimo y Beltran, Vicenç, Las tres
Silvas de romances, Frente de Afirmación
Hispanista, A. C. México, 2018.
Índice *
•
19
Las tres partes de la Silva de varios romances. . . . . xx
Criterios de edición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xx
35
Orden de la edición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xx
41
Romances amorosos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xx
45
1. Romance de Lanzarote
Nunca se vio caballero / de damas tan bien servido
(241III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
2. Otro romance
Cabalga doña Ginebra / y de Córdoba la rica (243III)
. .
3. Romance de Galiarda
Misa se dice en Roma / en el altar de Santiago (313III)
xx
47
xx
49
.
xx
51
Galiarda, Galiarda, / oh quién contigo holgase (314III) .
xx
52
4. Otro romance de Galiarda
5. Otro romance de Galiarda
Esta noche caballeros / dormí con una doncella (315III). .
xx
53
6. Romance
En Castilla está un castillo / el cual dicen Roca
Frida (406III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
xx
55
* Los romances van numerados progresivamente y están divididos
por tema, según se explica en el apartado «Orden de la edición» del
estudio introductorio a este volumen. Las rúbricas van en cursiva,
los primeros versos en redonda. Los números entre paréntesis remiten a la página del facsímil de las Silvas donde empieza el texto
original, los números romanos volados (I,II,III) indican el tomo.
7
7. Romance de Melisenda
Todas las gentes dormían / en las que Dios tiene
parte (440III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
58
xx
8. Romance de Marquillos
Cuán traidor eres Marquillos, / cuán traidor de
corazón (438III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
9. Romances de historias
Cuando vós nacistes, hijo, / triste no dormía yo (240III) .
10. Romance de Girineldos
Levantose Girineldos, / el rey dejaba dormido (374III) .
xx
60
62
xx
xx
64
11. Romance de doña Teresa
Casamiento se hacía / que a Dios ha desagradado
(304II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
12. Romance de un caballero enamorado
Sí se está mi corazón / en una silla asentado (442III) . . .
xx
66
xx
68
Romances de aventuras caballerescas
13. Romance de don Belardos
El cielo estaba nubloso, / el sol eclipse tenía (245III) . . .
14. Romance de Gaiferos
Estábase la condesa / en su estrado asentada (409III). . .
15. Síguese el segundo romance
Vámonos – dijo – mi tío / en París esa ciudad (414III) . .
xx
69
xx
72
77
xx
16. Romance de Gaiferos
Medianoche era por filo, / los gallos quieren
cantar (468III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
xx
81
17. Romance de Durandarte
Oh, Belerma, oh Belerma, / por mi mal fuiste
engendrada (435III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
xx
84
18. Romance de Montesinos
Muerto queda Durandarte / al pie de una gran
montaña (437III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
8
xx
86
19. Romance del rey Marsín
Domingo era de Ramos, / la Pasión quieren decir (451III) .
20. Romance de don Roldán
En Francia la noblecida, / en ese tiempo pasado (453III)
xx
88
.
xx
90
.
xx
106
21. Síguense los romances que tratan de historias espa-
ñolas: y este primero es de cómo el conde don Ramón
de Barcelona libró a la Emperatriz de Alemaña que la
tenían para quemar
En el tiempo que reinaba / y en virtudes florecía (243II)
22. Romance de la reina de Irlanda
Cartas van por todo el mundo / dolorosas de
contar (443III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
xx
23. Otro romance
En los reinos de Castilla, / en los tiempos ya
pasados (280II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122
xx
Romances sobre materia antigua
24. Romance de Ascanio
En el tiempo que Mercurio / en el Oriente reinaba
(295III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
xx
25. Romance de la muerte de Hércules
Ardiendo se estaba vivo / Hércules el esforzado (339III) . 130
xx
26. Romance de Leandro y Ero y cómo murió
El cielo estaba ñublado, / la luna su luz perdía (448III). . 133
xx
27. Romance de la reina de las Amazonas
Por los montes de Carasco / que están en el
mediodía (342III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136
xx
28. Romance de la reina Dido y Eneas
Por los bosques de Cartago / se salen a montería
(307III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
xx
29. Romance de Horacio
El gran fundador de Roma, / que Rómulo se decía
(298III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144
xx
9
30. Otro romance de la misma historia
Cuando Horacio en Roma entró, / como el pueblo
le seguía (304III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150
xx
31. Romance de Aníbal
Cartago florece en armas, / África muy loca
estaba (356III). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
xx
32. Romance de Escipión
África estaba llorosa, / el pueblo muy alterado (249III) . 156
xx
33. Romance de César
Junto a Lérida está César, / que viene con gran
poder (247III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
xx
Romances históricos de tema
épico o legendario
34. Romance del rey don Rodrigo
Amores trata Rodrigo, / descubierto ha su cuidado
(497III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161
xx
35. Romance de la Cava
Cartas escribe la Cava, / la Cava las escribía (498III) . . . 163
xx
36. Romance del conde don Julián
Ya se sale de Toledo / el conde don Julián (501III) . . . . . 165
xx
37. Romance de cómo el conde don Julián vendió a España
En Ceuta está Julián, / en Ceuta la bien nombrada
(504III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168
xx
38. Romance de la destruición de España
Cuán triste queda Castilla, / sin ventura,
desdichada (506III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
xx
39. Romance de la Cava
Gran llanto hace la Cava / con gran dolor y
amargura (507III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
xx
40. Romance del rey don Alfonso y del conde de Saldaña
Reinando el rey don Alfonso, / el que Casto se
decía (295II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 174
xx
10
41. Romance del rey don Alonso
Andados los años treinta / que reinaba Alfonso el
Casto (370III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
xx
42. Romance de Bernaldo del Carpio
Hueste saca el rey Orés, / rey de Mérida llamado
(371III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
xx
43. Romance de Bernaldo del Carpio
Las cartas y mensajeros / del rey a Bernaldo van (333II) . . 184
xx
44 Romance del conde Fernán González
El conde Fernán González / cabe la villa de Lara (341II)
.
xx
189
45. Otro romance del conde Fernán González
Preso está Fernán González / el buen conde
castellano (345II). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
xx
46. Romance de don Rodrigo de Lara
Ay Dios, qué buen caballero / fue don Rodrigo de
Lara (284II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 198
xx
47. Otro romance
Saliendo de Canicosa / por el val de Arabiana (288II) . . 202
xx
48. Otro romance consecutivo
Pártese el moro Alicante / víspera de San Cebrián (291II) . 205
xx
49. Romance del infante don García
Libre era ya Castilla / y en ella infantes había (338II) . . . 210
xx
50. Romance de cómo un hijo del rey don Sancho
acusó de alevosía a la reina su madre
Un hijo del rey don Sancho / que se llama don
García (319III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213
xx
51. Romance del rey don Sancho de Castilla
Rey don Sancho, rey don Sancho, / ya que te
apuntan las barbas (268II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 218
xx
52. Romance de los reyes don Sancho de Castilla y don
Alonso de León
Entre dos reyes cristianos / hay muy grande
división (301II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
xx
11
53. Romance de Zamora
Junto al muro de Zamora / vide un caballero
erguido (271II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 224
xx
54. Romance de Diego Ordóñez
Riberas de Duero arriba / cabalgan dos zamoranos
(272II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
226
xx
55. Romance del Cid Ruy Díaz
Por el Val de las Estacas / el buen Cid pasado
había (259II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229
xx
56. Romance de los condes de Carrión
Yo me estando en Valencia, / en Valencia la mayor (265II). 231
xx
Romances históricos de carácter erudito
57. Romance del Rey don Sancho de Castilla
Rey don Sancho, rey don Sancho, / cuando en
Castilla reinó (257II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235
xx
58. Romance del Rey don Ramiro de Aragón
Don Ramiro de Aragón, / el rey Monje que
llamaban (253II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 238
xx
59. Romance del engaño que usó la reina doña María de
Aragón para que el rey don Pedro su marido durmiese
con ella y de lo que sucedió
Angustiada está la reina / y no sin mucha razón (487III)
.
xx
240
60. Romance de cómo el rey don Jaime de Aragón
ganó a Mallorca con las otras islas circunvecinas y
después a Valencia
Ese buen rey de Aragón / que don Jaime se decía
(492III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245
xx
61. Romance del rey don Alonso
El triste rey don Alonso / viviendo a más andar (365III) . 250
xx
62. Romance del infante don Enrique
Ese infante don Enrique, / con el temor que tenía
(509III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 253
xx
12
63. Romance del prior de San Juan
Don Rodrigo de Padilla, / aquel que Dios perdonase (351II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257
xx
64. Romance del rey don Pedro
Por los campos de Jerez / a caza va el rey don
Pedro (320II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261
xx
65. Romance de doña Blanca de Borbón
Doña María de Padilla, / no os mostredes triste,
no (255III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 264
xx
66. Romance del rey don Pedro
Teniendo el rey don Pedro / su real fortalecido (359III) . 266
xx
67. Romance de la muerte del rey don Pedro
Estando el rey don Pedro, / la su espada ensangrentada (324II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 270
xx
68. Romance de la muerte del rey don Pedro
Encima del duro suelo / tendido de largo a largo (362III) 273
xx
69. Romance del conde de Luna
El rey don Juan el segundo / dijo un día andando
a caza (363III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 274
xx
70. Romance del moro santón de Granada
En las Sierras de Granada / un moro santón vivía
(351III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 276
xx
71. Romance de la muerte de Albayaldos
Santa Fe cuán bien pareces / en los campos de
Granada (306II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281
xx
72. Romance del Maestre de Calatrava
Ay Dios, qué buen caballero / el Maestre de
Calatrava (311II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287
xx
73. Romance del moro Alatar
De Granada parte el moro / que Alatar se llamaba
(312II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
xx
288
74. [Sin rúbrica]
La mañana de San Juan, / al tiempo que alboreaba
(315II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
13
291
xx
75. Romance de Hernandarias
Buen alcaide de Cañete / mal consejo habéis
tomado (368III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293
xx
76. Romance de la destrucción de Rodas
Llorando está el Gran Maestre / sin poderse
confortar (261II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295
xx
77. Romance de la presa de Túnez
Estando en una fiesta / en los baños de Cartago (378III) . 297
xx
78. Romance del Turco
A caza salió el Gran Turco / de Constantinopla la
llana (334III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 300
xx
79. Romance del Sofi
El Gran Sofí y el Gran Kan / y el Gran Calife un
día (326III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 305
xx
Romances genealógicos
80. Romance del rey Abarca
Por los más espesos montes / y lugares de Navarra
(316III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313
xx
81. Romance del conde Vélez
Alabose el conde Vélez / en las cortes de León (294III)
.
xx
317
.
xx
318
82. Romance del conde don Pero Vélez
Alterada está Castilla / por un caso desastrado (324III)
83. Romance de Garci Pérez
Estando sobre Sevilla / el rey Fernando tercero (290III) . 320
xx
84. Romance de la venganza de doña Isabel
El rey don Juan Manuel, / que era de Ceuta y
Tanjar (331II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 323
xx
85. Romance que dice «Entre la gente se dice»
Entre la gente se dice, / y no por cosa sabida (275II) . . . 326
xx
86. Romance
Yo me fui para Vizcaya / donde estaban los
hidalgos (292III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 332
xx
14
87. Romance de don Enrique de Guzmán
Dadme nuevas, caballeros, nuevas me querades
dar (327II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 334
xx
88. Romance de don Álvaro de Luna
El rey se sale a oír misa / a Santa María Santa (262II) . . 336
xx
89. Romance de la duquesa de Berganza
Un lunes a las cuatro horas / ya después de
mediodía (326II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339
xx
Romances religiosos
90. Romance de la muerte de Absalón
Los vados del río Jordán / Absalón había pasado (239II) . 341
xx
91. Romance de Salomón
Cuando el gran rey Salomón / en Jerusalén
juzgaba (233II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 345
xx
92. Romance de la reina de Saba
La gran reina de Saba, / de las princesas dechado
(344III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 347
xx
93. Romance del Santísimo Nacimiento de Nuestro
Señor Jesucristo
La sacra y divina noche, / noche más clara que el
día (206III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 355
xx
94. Otro romance para la Natividad de Nuestro Señor
En el tiempo que Octaviano / en el imperio regía
(235III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 358
xx
95. Romance de los tres Reyes Magos (Mateo, ii capítulo)
Ya cabalgan los tres Reyes / que los Magos se
decían (193II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 362
xx
96. Romance sobre las tres tentaciones que el enemigo de
naturaleza humana hizo a nuestro Redentor
Helo, helo por do viene / con muestra disimulada
(223III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 365
xx
15
97. Romance que trata de la mujer Samaritana
(Johannis, iiii)
Vino Cristo a una ciudad / de Samaria que llamada
/204II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 371
xx
98. Romance de la mujer viuda (Lucæ, vii capítulo)
En aquel tiempo el Señor / iba a una ciudad
llamada (213II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379
xx
99. Romance de la conversión de la Magdalena (Lucæ¸vii capítulo)
En aquel tiempo rogaba / un fariseo al Señor (215II) . . . 381
xx
100. Romance que trata de la mujer que sanó Cristo de
flujo de sangre (Lucæ, viii)
En aquel tiempo un varón / que era Jairus llamado
(199II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
xx
385
101. Romance evangélico sacado del Evangelio de San
Mateo, capítulo xv, sobre la mujer cananea
En aquel tiempo partiendo / el Señor para Sidón (201II) . 388
xx
102. Romance que trata de la mujer adúltera (Johannis,
viii)
Allegó el Señor al monte / que Olivete se decía (197II) . . 391
xx
103. Romance evangélico sacado del Evangelio de San
Lucas, capítulo xiii, sobre la mujer endemoniada
En aquel tiempo Jesús / al pueblo enseñando
estaba (211II) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 394
xx
104. Romance del hijo pródigo sacado a la letra del Evan-
gelio de San Lucas
Pensativo está el buen viejo / no podía reposar (181II) . . 397
xx
105. Romance de la resurrección de Lázaro
En el castillo de Betania / grande llanto se hacía (186II)
.
xx
402
106. Romance muy devoto en contemplación de la Pasión
de nuestro Redentor Jesucristo
Por los campos de tristura / y veredas de pesar (219II) . . 407
xx
107. Otro romance contemplativo
Retraída está la reina, / madre de Dios eternal (222II) . . 411
xx
16
108. Otro romance
En Betania estaba sola / la reina celestial (231II) . . . . . . 419
xx
109. Romance de la Resurrección
Venid, venid oh cristianos, / venid todos muy de
grado (229III) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 422
xx
110. Romance de cómo Nuestro Señor apareció a sus
apóstoles
Llorando estaba San Pedro / su pecado sin cesar (231III) . 425
xx
Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Índices de las tres Silvas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Índice de primeros versos . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Índice de rúbricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Índice de estudiosos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Índice de pliegos sueltos . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Índice de manuscritos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Índice de Romanceros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Índice de autores antiguos e impresores . . . . . . .
Índice de personajes antiguos. . . . . . . . . . . . . . . .
Chistes y canciones (Primera y Segunda parte
de la Silva). Índice de primeros versos . . . . . . . .
Índice de primeros versos de los romances de
este volumen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
17
429
449
451
473
493
509
517
521
527
537
547
549
Las tres partes de la
Silva de varios romances
Vicenç Beltran
D
ecía Karl Popper que las ciencias se han conformado y diferenciado por la combinación de dos factores: acotando un campo de trabajo y desarrollando unos
métodos específicos. Una observación a primera vista
banal tiene sin embargo consecuencias muy gravosas
pues la realidad es muy compleja y cuando se delimita
un campo quedan fuera de nuestra atención fenómenos
que quizá nos afecten; tampoco los métodos son inocentes, pues orientan nuestra visión hacia unos problemas
dejando inevitablemente otros en la sombra. Las tres
partes de la Silva fueron conocidas desde muy antiguo:
aunque su selección partió del Cancionero de romances,
Jacobo Grimm, el fundador de estos estudios, tomó de
ellas el título para su antología1. Sin embargo en aquellos tiempos solo era conocida la Primera parte, que en
gran medida era reimpresión de aquella edición de Martín Nucio, suscitándose la gran cuestión: la cronología
relativa de ambas colecciones; Georges Ticknor había
dado la primicia a la primera Silva (de la que conocía la
1
Véase el facsímil y mi estudio preliminar en Silva de romances
viejos, publicada por Jacobo Grimm, Vienna de Austria: en casa
de Jacobo Mayer y Comp., 1815, prólogo y notas de José J. Labrador Herraiz, Ralph A. Di Franco, biografía de Jacobo Grimm por
José Manuel Pedrosa, estudio de Vicenç Beltran, México, Frente
de Afirmación Hispanista, 2016.
19
Vicenç Beltran
rarísima impresión de Barcelona, 1550, cuyo único ejemplar hoy registrado se conserva todavía hoy en la British
Library)2 pero ya Ferdinand Wolf fijó en su Primavera y
flor su relación correcta a través de un cotejo filológicamente impecable3.
Aunque de esta se conservan más ejemplares, la Segunda y Tercera parte de la Silva solo se conocieron en
1888, cuando el Marqués de Jerez de los Caballeros tuvo
la fortuna de comprarlas a un librero berlinés4. Ambas
se incorporaron al acerbo erudito ya desde la Antología
de Marcelino Ménendez y Pelayo5; sin embargo, la venta de esta biblioteca a Archer Huntington cuatro años
más tarde hizo que la última desapareciera de la circulación hasta que ambas fueron localizadas por Antonio
Rodríguez-Moñino en noviembre de 19586.
2
Georges Ticknor, History of Spanish Literature, vol. 3, New York,
Harper and Brothers, 1849, pp. 33-34. Fernando José Wolf y Conrado Hofmann, Primavera y flor de romances, Berlin, Asher y
Comp., 1856, p. lxvii, decían que de ella «se ha hallado recientemente un ejemplar en Alemania», refiriéndose con seguridad a la
edición original de Zaragoza.
3
Ob. cit., p. lix-lxvi.
4
Antonio Rodríguez-Moñino, La ‘Silva de romances’ de Barcelona,
1561. Contribución al estudio bibliográfico del romancero español
en el siglo XVI, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca,
1969, que cito según la reimpresión de 1997, p. 140.
5
Véase la nota que incluye en su Antología de los poetas líricos castellanos, vol. 12, Tratado de los romances viejos, vol. 2, Madrid, Libreria de la Viuda de Hernando, 1890-1919, que cito por la edición
digital de la Fundación Larramenti, p. 4886.
6
A. Rodríguez-Moñino, La ‘Silva de romances’ de Barcelona, 1561,
p. 141 nota.
20
Las tres partes de la Silva de varios romances
Más afortunado fue el Cancionero de romances, del
que se conservaban más ejemplares y que, por feliz iniciativa de Ramón Menéndez Pidal, vio reimpresa en
facsímil su primera edición en 1914 y de nuevo cuarenta años más tarde7. Siendo el Cancionero el pionero en
la edición de romances y su fuente más asequible, los
estudios se basaron en él y las Silvas fueron dejadas de
lado; resulta más sorprendente que el estudio bibliográfico que a sus múltiples ediciones dedicó Antonio
Rodríguez-Moñino y la transcripción completa que
dio a luz al año siguiente8 no bastaran para cambiar
este estado de cosas; me limitaré a un ejemplo: en 1990
vio la luz un magnífico estudio sobre los romances del
Conde Claros por J. Seeger9 que, a pesar de haber trabajado en los magníficos fondos de la Fundación Menéndez Pidal, no incluyó un romance contenido en la
Tercera parte, «Cuando vós nacistes hijo»10; cierto que
el romance no cita el nombre del protagonista, pero
7
Cancionero de romances impreso en Amberes sin año. Edición facsímil con una introducción por R. Menéndez Pidal, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1914, reimpreso en Madrid, Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, 1945.
8
Silva de romances (Zaragoza, 1550-1551), ahora por vez primera
reimpresa desde el siglo XVI en presencia de todas las ediciones,
estudio, bibliografía e índices por Antonio Rodríguez-Moñino,
Zaragoza Ayuntamiento, 1970.
9
Judith Leland Seeger, Count Claros: study of a ballad tradition,
New York, Garland, 1990.
10 Tercera parte dela Silua de varios romances, México, Frente de
Afirmación Hispanista, 2017, f. xviijv. Me ocupé de los romances
del conde Claros en mi «El romancero en la encrucijada: ‘Medianoche era por filo’ y el Conde Claros de Montalbán», en las actas
del congreso de la AHLM de Catania, 2016, actas en prensa.
21
Vicenç Beltran
su desarrollo argumental resulta inconfundible. Las
inercias son siempre muy difíciles de vencer y, además,
muy disculpables en el proceloso mar del romancero.
Y sin embargo, como pusimos de manifiesto en los
estudios con que acompañamos la Segunda y la Tercera
parte de la Silva de varios romances11, su editor realizó
una aportación fundamental a la historia del romancero pues una parte considerable de sus romances no
había sido nunca impreso como luego veremos. Y no
solo eso: el romancero de Nucio (dejando de lado los
romances trovadorescos, casi siempre herederos del
Cancionero general) se apoyaba fuertemente en los
romances históricos y carolingios, con un porcentaje
alto de novelescos. Esteban de Nájera, que no descuidó
este acerbo, incorporó nuevos romances juglarescos y
aportó dos grandes bloques que carecían de precedentes o apenas habían llamado la atención de los estudiosos por su escasa entidad: me refiero a las numerosas
composiciones de historia aragonesa y a los romances
genealógicos.
La vida social de los Siglos de Oro giraba en torno
a los grandes linajes aristocráticos, primeros beneficiarios de la expansión política de la casa de Austria y
sus colaboradores en el gobierno del país y en la ges11
Retomo aquí conceptos que desarrollé en mi estudio de ambos
volúmenes, Tercera parte dela Silua de varios romances y Segunda
parte dela Silua de varios romances, México, Frente de Afirmación
Hispanista, 2017, continuación del que dediqué a los problemas
generales de estos volúmenes en el estudio preliminar a la Primera parte dela Silua de varios romances (...), México, Frente de
Afirmación Hispanista, 2016.
22
Las tres partes de la Silva de varios romances
tión de sus posesiones; sin desestimar la capacidad de
captación directa de la corona, la vida de los literatos
y artistas giraba en torno a ellos pero una y los otros
compartían en gran medida una misma cosmovisión y
unos mismos intereses12. Las campañas de promoción
de ciertas familias y la dura competencia entre ellas
dieron lugar a un número importante de romances13;
entre los que incluimos en esta edición se hallan «Entre la gente se dice» (nº 20), «El rey se sale a oír misa»
(nº 15), «Dadme nuevas, caballeros» (nº 34), «Estando
sobre Sevilla» (nº 87), «Yo me fui para Vizcaya» (nº 50),
«Alabóse el conde Vélez» (nº 51), «Alterada está Castilla» (nº 52), «Un lunes a las cuatro horas» (nº 33) y «Por
los más espesos montes» (nº 53). Si recordamos los criterios utilizados para incluir los romances de la presente edición, basta el número para dejar constancia de su
12
Véase por ejemplo Françoise Cazal, «L’idéologie du compilateur
de ‘Romances’: remodélage du personnage du Cid dans le ‘Romancero e Historia del Cid’ de Juan de Escobar (1605)», L’Idéologique dans le texte (Textes hispaniques). Actes du IIè Colloque
du Séminaire d’Études Littérarires de l’Université de Toulouse-Le
Mirail, Toulouse, Université de Toulouse-Le Mirail, 1978, pp.
197-209, Charles V. Aubrun, «Romances y opinión pública en el
siglo XVI», Essays on Narrative Fiction in the Iberian Peninsula
in Honour of Frank Pierce, Oxford, The Dolphin Book, 1982, pp.
1-14 y Georges Martin, «Sur la genèse, l’architecture et les fonctions du premier Romancero historique», Le Romancero Ibérique.
Genèse, architecture et fonctions. Colloque organisé par l’École des
Hautes Études en Sciences Sociales et la Casa de Velázquez avec le
concours du CNRS (Madrid, 9-11 mai 1991), ed. C. Bremond y S.
Fischer, Madrid, Casa de Velázquez, 1995, pp. 53-71, Collection de
la Casa de Velázquez, 25.
13
Véase el estudio preliminar a la Segunda parte, pp. 156-159 y el de
la Tercera parte, pp. 66-68.
23
Vicenç Beltran
peso específico en la colección, quizá resultado del inmenso poder político y social de la nobleza aragonesa
entonces ya muy integrada entre los linajes españoles.
Para ejemplificar este apartado, recordaré que el
primero relata una leyenda sobre el origen de la casa
Enríquez, Almirantes de Castilla y emparentados con
la Corona desde que Juana II de Aragón casó con Juan
Enríquez, madre de Fernando el Católico; oficialmente
descendía de un hermano de Pedro el Cruel pero al
parecer elevaron más el tiro atribuyéndolo a adulterio
con Blanca de Borbón, la esposa del rey. El recién nacido habría sido entregado a una judía o conversa para
que lo criara, pero la tradición denigratoria la creía su
verdadera madre14; de ahí la tacha de conversos que
cayó perennemente sobre su familia y, por ende, sobre
el propio rey. Los tres últimos romances están relacionados con las dos ramas de una familia que alcanzó
los más altos niveles del poder político en tiempos del
Emperador, los Guevara y los Ladrón de Guevara, y no
es fácil decidir si los tres son laudatorios o si en los dos
primeros se expresa una mala nota15. Es de esperar que
14
Véase el estudio introductorio a la Segunda parte, pp. 66-69, y
las referencias allí contenidas, especialmente Juan Bautista Avalle-Arce, Cancionero del Almirante don Fadrique Enríquez, Barcelona, Sirmio-Quaderns Crema, 1994, pp. 15-17 y los cap. II y III.
15
Véase el estudio a la Tercera parte, pp. 67-72. Estos poemas fueron
estudiados por Diego Catalán, «El conde don Pero Vélez. Influencia del teatro en la tradición oral», en Por campos del romancero.
Estudios sobre la tradición oral moderna, Madrid, Gredos, 1970,
pp. 167-185 y por Giuseppe Di Stefano, «Ámbitos cancioneriles y
romances viejos. Algunas sugerencias», Estudios sobre el Cancionero General (Valencia, 1511): poesía, manuscrito e imprenta, ed.
24
Las tres partes de la Silva de varios romances
en el futuro se estudie mejor este grupo de romances
pues resultan muy significativos para reconstruir el entorno social en el que vivió el género durante los siglo
XVI y XVII16 y seguramente también antes.
No es menos importante la aportación de Nájera
a nuestro conocimiento del romancero aragonés. No
olvidemos que las primeras noticias sobre romances,
tanto tradicionales como juglarescos, procede de la
Corona de Aragón17, sin que este reino suela ser tomado en consideración cuando hablamos de la génesis
o la historia del romancero. De entre los numerosos
M. Haro Cortés, R. Beltrán, J. L. Canet y H. Hernández Gassó,
Valencia, Publicacions de la Universitat de València, 2012, vol. 2,
pp. 633-652, esp. pp. 633-643. No me extiendo más en fuentes que
el lector interesado puede localizar en el lugar indicado. Aunque
atribuir a un Vélez la desfachatez que se nos relata en estos romances parece más una sátira que un elogio, no olvidemos que el
origen de Bernardo del Carpio se atribuía a una aventura semejante y que el propio linaje, como subraya el estudio de D. Catalán, incluyó estas leyendas como nota ennoblecedora.
16
Llamé la atención sobre estos problemas en mis artículos «El ‘Romance de Fajardo’ o del juego de ajedrez», Estudios de literatura
medieval en la Península Ibérica, coord. por Carlos Alvar, San Millán de la Cogolla, CiLengua, 2014, pp. 289-301, «‘Los cinco maravedís’: épica, linajes y política en el desarrollo del romancero»,
Miscelánea de estudios sobre el romancero. Homenaje a Giuseppe
Di Stefano, Sevilla, Universidad de Sevilla-Universidade do Algarve, 2015, pp. 75-94 y «La memoria del linaje y la emergencia
del romancero: los Manrique de Lara», en prensa en Abenámar,
2, 2017.
17
Remito a la visión de conjunto que esbocé en mi El romancero: de
la oralidad al canon, Kassel, Reichenberger, 2016, pp. 5-19.
25
Vicenç Beltran
ejemplos que imprimió en las tres partes18, publicamos
aquí «Don Ramiro de Aragón» (nº 11), «En el tiempo
que reinaba» (nº 10), «Angustiada está la reina» (nº 91),
«Ese buen rey de Aragón» (nº 84) y «Por los más espesos montes» (nº 53, la primitiva historia de Navarra era
común a los dos reinos); esto sin tener en cuenta que
Fernando el Católico era considerado, naturalmente,
rey aragonés, lo mismo que Carlos V, por lo que todos
los romances relativos a su reinado (incluyendo los relativos a la guerra de Granada) se podían considerar de
interés para este Reino. También podían ser considerados de interés propio los romances relativos a La Cava,
al rey Rodrigo y a la pérdida de España, común a todos
los reinos, o romances relativos a la historia antigua
de la Corona de Aragón como «Junto a Lérida está el
César» (nº 45). Incluso, apurando mucho, las andanzas
del Cid por la ciudad de Valencia se podían considerar
parte de la historia de esta ciudad y, por tanto, atractivas para los nobles aragoneses, que allí tenían intereses
históricos.
Muchos fueron los romances que las Silvas incluyeron sobre sucesos de los dos últimos reinados, Fernando y Carlos V. Véase por ejemplo en esta selección
«Llorando está el gran Maestre» (nº 14) sobre la donación de Malta a la orden del Hospital y «Estando
en una fiesta» (nº 63) sobre la expedición a Túnez; la
mayoría de estos, vinculados con la propaganda oficial,
18
Véase mi estudio sobre la Segunda parte..., pp. 41-65 y el de la
Tercera..., pp. 48-51, 70-72, 85-89 y 93-95.
26
Las tres partes de la Silva de varios romances
habían sido objeto de ediciones en pliegos19, de ahí
que no los hayamos incluido en nuestra selección; en
las Rosas de romances de Joan Timoneda ocuparían el
último volumen, la Rosa real20. Encontramos también
numerosos romances puramente publicitarios, como
las profecías apocalípticas a favor de la casa real «En
las sierras de Granada» (nº 59) y «A caza salió el Gran
Turco» (nº 94); este tipo de composiciones se había
puesto de moda en Castilla, procedentes de la Corona
de Aragón, durante la guerra civil entre Pedro el Cruel
y su hermano Enrique y proliferaron durante los Reyes
Católicos y Carlos V21.
Había pasado hasta ahora desapercibida la importancia de las Silvas en la promoción del romance erudito,
una auténtica novedad en aquel momento. Las primeras
19
Véase por ejemplo mi ‘Triste estaba el Padre santo’, en Guerra y
violencia en la literatura y en la historia, ed. F. Carmona Fernández y J. M. García Cano, coord. J. J. Martínez García, Murcia, Universidad de Murcia-Museo de la Universidad de Murcia-Centro
de Estudios del Próximo Oriente y Antigüedad Tardía. 2018, pp.
55-72.
20 Pienso ocuparme de ellos en el estudio correspondiente de la edición en marcha en el Frente de Afirmación Hispanista.
21
La bibliografía es laberíntica; citaré solo Alain Milhou, Colón y su
mentalidad mesiánica en el ambiente franciscanista español, Valladolid, Casa Museo Colón-Seminario Americanista de la Universidad de Valladolid, 1983, Richard Kagan, Lucrecia’s dreams.
Politics and Prophecy in Sixteenth-Century Spain, Berkeley, University of California Press, 1990, Marjorie Reeves, The Influence
of Profecy in the Later Middle Ages: a Study in Joachimism, Notre Dame-London, University of Notre Dame Press, 1993 y Paola
Guerrini, Propaganda política e profezie figurate nel tardo Medioevo, Nápoles, 1997.
27
Vicenç Beltran
ediciones conocidas de sus dos máximos exponentes,
Alonso de Fuentes (Cuarenta cantos) y Lorenzo de Sepúlveda (Romances nuevamente sacados de las crónicas
antiguas de España)22, datan, como la Segunda parte, de
1550, por lo que se trata de una auténtica primicia y remachan, por si hiciera falta, la capacidad de Esteban de
Nájera para captar la evolución de la poesía española de
su tiempo, magistralmente reflejada en su edición del
Cancionero general de obras nuevas23. En este sentido
son muy significativos los tres romances emparentados
con las versiones del «Caballero cesáreo» («Por aquel
postigo viejo», «Cartago florece en armas» y «El triste
rey don Alfonso»), misterioso personaje cuya producción incluyó Nucio en la edición de Sepúlveda publicada en este mismo año. Si no nos engañamos en nuestra
identificación24, dicho caballero puede identificarse con
Gonzalo Pérez, de origen aragonés, bien relacionado en
este reino y un personaje de primera fila en la administración imperial, de ahí, probablemente, que Nájera hubiera podido tener acceso a los materiales que él manejó.
22 Están en prensa en el Frente de Afirmación Hispanista las dos
ediciones paralelas de Amberes, Martín Nucio y Juan Steelsiio,
1550, con estudios preliminares de Mario Garvin y Alejandro Higashi.
23
Véase la edición de Carlos Clavería, Cancionero general de obras
nuevas (Zaragoza, 1554), ed. Carlos Clavería, Barcelona, Delstre’s,
1993.
24 Me ocupé de ello en mi «Los autores de los romances», ponencia
de clausura del XVII congreso de la AHLM, Roma, 26 al 30 settembre 2017, actas en prensa. Mario Garvin, en el estudio de los
romances de Sepúlveda, reconstruye un inmejorable retrato robot
de este enigmático personaje.
28
Las tres partes de la Silva de varios romances
Otro punto de interés de las Silvas deriva de su vinculación con la vida musical del momento. A lo largo
del estudio de las dos últimas partes me he ocupado
repetidamente de este problema, creo que poco considerado con anterioridad. A medida que avanzaba el s.
XVI se impusieron los grupos de música instrumental,
los ministriles25, que consiguieron ser aceptados en las
funciones solemnes de las catedrales y grandes colegiatas y se convirtieron en el núcleo de las fiestas de
sociedad, los saraos, puestos de moda en la época de
Carlos V probablemente por su esposa, Isabel de Portugal26. En el estudio de las variantes se me impuso repetidamente la convicción de que eran bastantes las versiones que debieron vivir cantadas, seguramente entre
estos grupos, de quienes parecen proceder cancioneros
como el de Wolftenbüttel; en ellos el romance pasa del
repertorio polifónico (representado sobre todo por el
Cancionero musical de Palacio) al de los artesanos del
canto que seguramente amenizaban las veladas de la
aristocracia, muy aficionada a sostener estos grupos de
músicos profesionales. El estudio que con posterioridad he dedicado a la Rosa de amores y la Rosa gentil
de Joan Timoneda me ha ratificado en esta convicción,
que he podido desarrollar en algún estudio específico27.
25
Segunda parte..., pp. 78-80, 132-155 y Tercera parte..., pp. 188-201.
26 Segunda parte..., pp. 124-134.
27 «‘Caballero, si a Francia ides’: versiones musicales y construcción
del romancero», en vías de publicación en las actas del V Congresso Internacional do Romanceiro | V Congreso Internacional del Romancero, Universidade de Coímbra, 22-24 de junio de 2017; otro
buen ejemplo se puede encontrar en el romance de Moriana, cuya
29
Vicenç Beltran
Esta constatación permite también suponer que fueron
precisamente los ejecutantes de los romances quienes
pudieron promover su publicación llevando el texto a
la imprenta; desde mediados del siglo XVI sabemos que
se erigieron en promotores editoriales de los pliegos
que ellos mismos vendían en sus actuaciones, una actividad que ejercerían los ciegos hasta su desaparición
hace medio siglo.
Todas estas consideraciones coinciden en un haz de
rasgos del romancero que apenas habían sido tomados
en consideración para el estudio del género, pero que
hoy se nos manifiestan del mayor interés. Este contiene un sector que remonta a tradiciones muy antiguas,
incluso hasta los cantares de gesta, y otro (a veces parte
de este) que se incrusta luego en la tradición folklórica hasta que en el s. XX fue recuperado por la escuela
de Ramón Menéndez Pidal. Su metodología salvó un
océano de versiones de valor inestimable, pero dejó
en la sombra aspectos de su vida social durante el siglo XVI que nuestra investigación ha puesto en primer
plano. Más allá de una tradición de carácter popular
y folklórico, que debía proceder de la Baja Edad Media (la que propició, por ejemplo, la conservación del
romancero épico y fronterizo) debió existir otra más
viva socialmente hablando, la que conservaban y transmitían los músicos profesionales, los últimos juglares
y algunos letrados que vivían a la sombra de los poderosos aristócratas y de las clases ciudadanas cuyos
transmisión he analizado en mi estudio de la Rosa de amores de
Joan de Timoneda, Frente de Afirmación Hispanista, en prensa.
30
Las tres partes de la Silva de varios romances
ocios llenaban con productos de calidad media, pero
muy vinculados con sus intereses; estos propiciaron
la aparición o el desarrollo de otra forma de tradición
oral y esta es la que hemos podido detectar entre las
Silvas y las Rosas de romances. También esta tradición
dejó su huella en el folklore pero, sobre todo, fue en su
seno donde se pudo desarrollar el romancero nuevo:
bastó que los nobles pusieran a los mejores escritores
del reino (Lope sería el arquetipo) a trabajar junto a
los músicos de sus casas para que el romance saliera
de una producción de consumo y se elevara hasta el
Parnaso, en certera expresión de Giuseppe di Stefano28.
Naturalmente, las Silvas son también muy ricas en
romances épicos, de historia española, novelescos y carolingios, los que han caracterizado en primer lugar el
éxito del romancero desde el romanticismo. De todos
ellos encontrará ejemplos el lector. Fueron también
prolíficas en la conservación de romances amorosos de
tipo tradicional, entreverados muy a menudo de erotismo y hasta subidos de tono: véanse por ejemplo el
de Galiarda («Misa se dice en Roma», nº 55), o el pícaro
de Lanzarote, que calentando sus manos bajo el vestido
de doña Ginebra «pellizcárale en el muslo / y ella reído
se había» («Cabalga doña Ginebra», nº 43). Es una veta
poco divulgada29, pero sin duda de mucho éxito entre
los ambientes libertinos del primer Renacimiento.
28 Guiseppe Di Stefano, «El Parnaso y el romancero», Bulletin Hispanique, 109, 2007, pp. 385-400.
29 Véase Colin Smith, «On the Ethos of the ‘Romancero Viejo’», Studies of the Spanish and Portuguese Ballads, ed. N. D. Shergold, London, Tamesis, 1972, pp. 5-24; hoy estos aspectos han sido analizados
31
Vicenç Beltran
Otro contenido característico de las Silvas son sus
romances religiosos. Tienen todos una hechura claramente clerical y erudita, basados muy a menudo en el
relato bíblico (otra característica renacentista y hasta a
veces reformista). Por algunas características que puse
de relieve en los estudios precedentes, tengo por seguro
que Nájera bebió en las fuentes de su ciudad de Zaragoza. No eran en sí mismos una novedad, basta recordar los ejemplos de fray Íñigo de Mendoza y, sobre
todo, de Ambrosio Montesino; sin embargo creo que
es la primera vez que se les dedica una sección en una
antología de poesía no religiosa: eran géneros temáticos que solían correr separados hasta Juan del Encina
y el Cancionero general de 1511, los primeros que iniciaron una compilación esencialmente profana con una
sección de poemas religiosos. En esto, Nájera sería un
caso aislado pues en los romanceros posteriores volvieron a separarse. La mayoría son realmente hermosos.
Hay un componente de las Silvas que hemos dejado de lado: los chistes, que cerraban las dos primeras partes. Se trata de un género de entretenimiento,
típicamente renacentista, caracterizado por su forma
(combinaciones de octosílabos y quebrados pareados)
que a veces entraba en lo ocurrente, divertido y hasta
obsceno, pero que contenía generalmente composiciones serias e incluso religiosas. Son productos muy de
época, que ni siquiera en su tiempo lograron ser integrados en el canon literario. Por otra parte, ya Blanca
en relación con algunos ciclos protagonizados por mujeres, como
en Marjorie Ratcliffe, Mujeres épicas españolas: silencios, olvidos e
ideología, Woodbridge (Suffolk)-Rochester (NY), Tamesis, 2011.
32
Las tres partes de la Silva de varios romances
Periñán30, su mejor estudiosa, publicó una antología
muy estimable donde el lector interesado podrá encontrar los productos más característicos. Muchos de
ellos resultan inéditos para nosotros pero no sé si encontrarían su lugar idóneo en una antología basada en
romances, el gran logro de Esteban de Nájera.
No quisiera extenderme más. Cuando el consejo
editorial del Frente de Afirmación Hispanista decidió
incluir las Silvas y, en general, las colecciones de romances de los Siglos de Oro en su programa de publicaciones apostó firmemente por un sector de la poesía
hispánica que, habiéndose centrado los historiadores de
la literatura en el romancero nuevo y los continuadores
de Menéndez Pidal en los romances estrictamente tradicionales, había quedado algo a desmano de los estudios literarios; los estudiosos de este campo quedamos
en deuda con el por el impulso que ha dado a este tipo
de investigaciones. Tras la publicación de las tres partes
de la Silva juzgó nuestro promotor (con magnífico criterio, si nos es permitido decirlo) que un tesoro como el
que nos ocupa no había de quedar reducido a un grupo
de especialistas y que convenía preparar una edición de
más amplia circulación que pusiera de relieve su gran
aportación al conocimiento del acerbo romanceril.
30 Blanca Periñán, Poeta ludens: disparate, perqué y chiste en los
siglos XVI y XVII. Estudio y textos, Pisa, Giardini, 1969 y, más
recientemente, «Algo más sobre la ‘forma-chiste’», Aura Poesis.
Estudios para Begoña López Bueno, Córdoba-Sevilla-Huelva,
Universidad de Córdoba - Universidad de Sevilla - Universidad
de Huelva, 2014, pp. 37-60.
33
Vicenç Beltran
A petición suya, con la inestimable colaboración y
el entusiasmo juvenil de Massimo Marini, decidimos
abordar la edición de los romances cuya emergencia a
la imprenta podemos atribuir a Esteban de Nájera, sea
porque nunca habían sido publicados con anterioridad
sea porque, a tenor del estudio que les dedicamos en
los volúmenes de facsímiles, no resultaba fácil aceptar
la prioridad de los pliegos sueltos que los habían acogido. El resultado es esta edición de ciento diez poemas, una magnífica antología donde el lector curioso
podrá encontrar un ramillete de preciosos romances
estimables por la variedad de los temas y del estilo, por
su altísima calidad media y por la escasa atención que,
en muchos casos, habían merecido de los estudiosos.
Esperamos así contribuir a su difusión y al interés por
mejorar nuestros conocimientos y dejamos que el lector juzgue la validez de nuestras conclusiones.
Dado que este resulta ser, al menos en parte, un
volumen complementario de los tres facsímiles y sus
respectivos estudios, nos ha parecido útil aprovechar
la oportunidad para incluir un completísimo juego de
índices de cuantos aspectos de interés contienen las Silvas: primeros versos de romances y chistes y canciones,
por separado, rúbricas, investigadores citados en los
tres estudios, pliegos sueltos analizados, manuscritos
y romanceros impresos utilizados, autores antiguos e
impresores, personajes. Esperamos que este aparato de
referencias pueda ser útil a cuantos deseen continuar
estudiando el patrimonio textual de las tres antologías
romancísticas de Esteban de Nájera.
34
Las tres partes de la Silva de varios romances
Criterios de edición
Como queda dicho esta edición nació con el fin de difundir entre un público amplio los contenidos que las
tres partes de la Silva de varios romances aportaron al
acervo romancístico español; no está por tanto pensada
para especialistas, ni siquiera para un público escolar,
sino para el hispano-hablante de cultura literaria media que desee acceder a este sector del romancero en
general mal conocido. En estas condiciones, no tendría
sentido ni una anotación exhaustiva ni la aplicación de
criterios filológicos rigurosos que, por otra parte, no
suelen ser aplicados a los textos de los Siglos de Oro.
Sin embargo es necesario comenzar advirtiendo
que los romances acogidos en este volumen, como todos los de las Silvas en general, son lingüísticamente
muy heterogéneos. Podemos encontrar un sector (digamos, simplificando, que el caso es muy frecuente en
los romances trovadorescos y religiosos) con una lengua muy estandarizada y relativamente cuidada junto
a otros de características muy distintas; los romances
tradicionales de tema histórico o épico suelen ofrecer
una lengua con muchos arcaísmos y algunos entre los
novelescos (en especial los pseudocarolingios) están
plagados de descuidos propios de una dicción oral,
juglaresca, poco cuidada y no menos arcaizante. Por
otra parte, el género mismo imponía un cierto arcaísmo a diversos niveles: por ejemplo, los imperfectos de
indicativo no siempre se pueden escandir con hiato, a
la moderna, que seguramente era la solución ya dominante en el castellano culto (decía, había, etc.), sino
que por razones métricas habría que acentuar segu35
Vicenç Beltran
ramente en la vocal abierta («deciá, habiá»). Tales y
otros arcaísmos son más frecuentes en los romances
que, por ejemplo, en la obra de los grandes escritores
del canon. En estas condiciones, la modernización de
la grafía choca con dificultades que obligan a ciertos
compromisos.
Como criterio general, la grafía ha sido modernizada en lo que se refiere a su veste ortográfica; en el
período en que se imprimieron estos romances, una
parte de la evolución fonética del español hacia su estado moderno ya se había consumado y el resto estaba
en plena ebullición. En un documento como este, miscelánea de textos cuyas diferencias en cuanto a modernidad o arcaísmo de la lengua saltan a la vista del lector
más distraído, no tiene demasiado sentido la conservación a ultranza de sus características ortográficas y
menos aún en una edición como la que presentamos.
En aplicación también de este criterio se restablecen según el uso moderno las vocales suprimidas por
haplografía («que a hablar» donde Nájera imprime
«que hablar») o por elisión, a no ser que se introduzcan alteraciones métricas: en tal caso, se resuelven mediante un apóstrofo («l’emperador», «no quiso seguir
l’alcance»). Aunque la escansión silábica del romance
suele ser incierta en este período, no parece procedente
incrementar el número de los problemas de cómputo
silábico; en este sentido, hemos procurado darle al texto una veste legible sin alterar las características básicas
del discurso.
36
Las tres partes de la Silva de varios romances
En aplicación del mismo criterio modernizamos
sistemáticamente los grupos consonánticos cultos (-ct, -pt-, -gn-, etc.) y con mayor razón todavía las grafías
latinizantes del tipo de «promptamente», adoptando
en cada caso la grafía actual y, por ende, adaptándola a
la pronunciación moderna.
Se modernizan también las vacilaciones en el timbre de las vocales átonas («muchacho» en lugar de
«mochacho», «quisiste» en lugar de «quesiste», «enarbolado» en lugar de «enerbolado»). De la misma manera, se regularizan también algunas grafías de fonética
dudosa y poco frecuentes como «mexía» por «mesías»,
de los que las bases de datos ofrecen pocos ejemplos
y cuyo mantenimiento podría dificultar la lectura de
quien no esté familiarizado con los usos medievales.
Ni qué decir tiene que resolvemos sin especificarlo las
escasas abreviaturas encontradas.
Advertimos de que hemos modernizado siempre la
conjunción copulativa en su forma «y», así como el adverbio de negación «no» y las formas «se lo, se la», etc.,
rechazando las que entonces aún eran frecuentes aunque estaban quedando fuera de la lengua culta «non»,
«gelo», etc.
Punto particularmente difícil es el de la onomástica antigua: ¿qué hacer cuando alternan libremente «Renaldos / Reinados» en el mismo romance? En
este caso hemos optado por respetar la forma original
pues alternan en general en la tradición romancística y
narrativa sobre este personaje. Ni qué decir tiene que
respetamos la forma antigua en «Alonso», plenamen-
37
Vicenç Beltran
te integrada incluso en la lengua actual; sin embargo,
hemos optado por modernizar «Jaco» en «Jacob» pues
podría haber quedado irreconocible para el lector.
También hemos respetado las formas como «tan /
tanto», «mientra / mientras», «cualquier / cualquiera»,
«san / santo», «tan / tanto», etc., cuya alternancia está
hoy sometida a reglas que estonces no eran tan claras o
no existían. También hemos conservado las formas arcaicas de adjetivos y pronombres demostrativos como
«aqueste» cuando concurren.
Como es lógico mantenemos rigurosamente los
rasgos morfológicos como, por ejemplo, las combinaciones de verbo y pronombre átono con metátesis:
«catalde» por «catadle», «desatalde» por «desatadle»,
«prendelda» por «prendedla»; siendo usuales todavía
en los siglos de oro, las respetamos como un rasgo de
época.
Con más motivo conservamos todos los arcaísmos
léxicos, términos propios de la lengua antigua que han
desaparecido de los diccionarios; su modernización
implicaría de hecho una traducción al castellano moderno que carece de sentido y que, además, eliminaría
todos los rasgos estilísticos que caracterizan al romancero clásico. Conservamos por tanto términos como
«Sinoga» por «Sinagoga» o «priado» que el lector normalmente no encontrará en un diccionario corriente.
Este principio, sin embargo, nos sitúa en una zona de
grises que obliga a tomar decisiones ad hoc donde hemos procurado mantener en el máximo nivel de generalidad y coherencia. Especificaremos algunas.
38
Las tres partes de la Silva de varios romances
Cuando los textos ofrecen formas anticuadas que
tienen un equivalente próximo en la lengua moderna
y resultan plausibles en este contexto («ogaño / hogaño», «celebro / cerebro», «atorgar / otorgar», «comigo
/ conmigo», «mostrar / amostrar», «tan / atan», «mesmo» / «mismo», «recadar / recaudar / recabdar» -de
significados a veces muy próximos que alternan en el
texto-, «ansí / así»), las respetamos como están cuando
aparecen registradas en el diccionario académico; a veces podemos considerarlas propias del género pero, en
cualquier caso, modernizarlas implicaría una evidente
pérdida de sabor y de personalidad.
En otros casos, como «conortar», podríamos haber
adoptado la forma «conhortar», registrada en el diccionario académico, pero hemos preferido restituirla en
la forma hoy vigente, «confortar»: aunque implica un
evidente cambio fonológico, parece impropio corregir
la palabra original dejándola en una forma distinta
de la usual. Otro tipo de problemas plantea la forma
«hovo»: aplicar la norma y modernizar la grafía habría
dado «hobo», forma lógica pero irreconocible, de ahí
que hayamos optado por la modernización completa,
«hubo». Sin embargo no hemos hecho lo mismo para
otras formas que alternan la vocal tónica, como «trujo», que nos abstenemos de modernizar en «trajo».
Como decíamos al principio, no era posible adoptar
una norma sencilla de aplicación general: en un extremo nos habríamos visto obligados a reescribir los romances, una empresa carente de sentido, en el otro, habríamos respetado todas las formas antiguas, incluso,
en el caso más extremado, las ortográficas, anulando el
39
Vicenç Beltran
objetivo divulgador que pretendemos y que no puede
legítimamente excluirse en una edición del romancero
antiguo. Se trata de un género literario de fácil acceso para los lectores de nuestros días, máxime cuando
muchos de aquellos rasgos arcaicos forman parte de
sus características estilísticas, como el uso de los adjetivos determinativos («ese») con valor de artículos;
modernizarlo es matarlo. Nos perdonará el lector por
la aplicación de una norma tan compleja como un mal
menor al que el editor ha de acogerse por necesidad.
Advertimos por fin que en la edición de los textos
hemos transcrito fielmente el texto transmitido por la
Segunda y Tercera parte de la Silva de diversos romances que habíamos seleccionado. En algunos casos, pocos, nos hemos visto obligados a intervenir para subsanar errores y, sobre todo, erratas, tan frecuentes en
estos subproductos de la impresión alimenticia de su
tiempo; en las notas (localizables mediante el número
dle poema y del verso, pero sin llamada en el texto)
el lector encontrará las explicaciones pertinentes. Ante
lecturas particularmente difíciles de interpretar pero
correctas o aceptables hemos optado también por anotarlas. Quede claro sin embargo que esta no pretende
ser una edición anotada, que habría exigido otro planteamiento, otro calendario de trabajo y un público más
interesado por los pormenores eruditos.
40
Las tres partes de la Silva de varios romances
Orden de la edición
Esta edición ha sido resultado de un trabajo en equipo.
Hemos partido de los estudios preliminares a las ediciones de las tres Silvas como estado de la cuestión y
aplicando sus conclusiones hemos seleccionado, como
queda dicho, los romances que con seguridad no hemos documentado antes y también los que, transmitidos en pliegos o manuscritos de datación incierta,
con un grado elevado de probabilidad no pueden ser
considerados fuentes de Nájera por la inexistencia de
errores de transmisión que lo demuestren.
Los ciento diez romances así reunidos no respetan
el orden por el que aparecen en las Silvas. Para no despistar al lector actual hemos optado por una ordenación por argumento, individuando siete ejes temáticos,
dentro de cada cual los poemas van ordenados cronológicamente según el tema tratado.
Tenemos, pues, un primer grupo de romances
amorosos, donde aparecen los de la materia de Bretaña, algunos de los carolingios, uno de asunto leonés, el
Romance de doña Teresa («Casamiento se hacía / que
a Dios ha desagradado»), sobre el matrimonio con un
rey moro de la hermana del rey de León don Alfonso
Bermúdez el Noble, y el trovadoresco Romance de un
caballero enamorado («Si se está mi corazón / en una
silla asentado»), falto de referencias cronológicas y, por
lo tanto, colocado en última posición.
El siguiente conjunto trata de aventuras caballerescas: aquí aparece otra serie de asunto carolingio junto
con tres romances de argumento español que presentan
41
Vicenç Beltran
cierta afinidad temática; en los primeros dos el conde
de Barcelona Ramón Berenguer se encarga de defender
el honor de la emperatriz de Alemania y de la reina de
Irlanda, y en el tercero la emperatriz de Constantinopla
pide a Alfonso X ayudas económicas para rescatar a su
marido, cautivo de los moros.
En el apartado de romances sobre materia antigua
seguimos las mismas pautas: primero los mitológicos,
después los relacionados con la historia de Troya y, por
último, los de historia romana.
Los romances históricos representan el conjunto
más numeroso y, por eso, nos pareció mejor dividirlos en dos secciones, a su vez organizadas cronológicamente por asunto tratado: los romances históricos de
tema épico o legendario y los de carácter erudito. Entre
los primeros figuran las leyendas sobre la destruición
de España y los grandes ciclos épicos castellanos (Bernardo del Carpio, Fernán González, los Infantes de
Lara, el Cid), mientras que los eruditos abarcan un periodo que va desde la Edad Media, con romances tanto
de asunto aragonés como castellano, seguidos por los
romances fronterizos sobre la guerra de Granada, para
llegar a la época de Carlos V, con los poemas que celebran las victorias del Emperador contra los otomanos.
El Romance del rey don Sancho que encabeza esta sección («Rey don Sancho, rey don Sancho, / cuando en
Castilla reinó») se coloca en posición inicial por tener
una cronología incierta, mezclándose en él las referencias a más de un soberano con este nombre, como se
42
Las tres partes de la Silva de varios romances
apunta en el estudio introductorio a la edición de la
Segunda Parte de la Silva31.
En el grupo de romances genealógicos los sucesos
históricos representan el punto de partida para resaltar
el papel decisivo entonces jugado por este o aquel linaje, o también para atribuirle algún ancestro de renombre. También para este tipo de romances seguimos la
sucesión temporal de los hechos narrados.
El último grupo es el de los romances de tema religioso, para cuya ordenación nos hemos servido de
las Sagradas Escrituras. Es este un caso en el cual la
adecuación a un criterio cronológico ha planteado problemas: se ha determinado la dispersión de una serie
de romances religiosos que en la Segunda Parte de la
Silva aparecen juntos, cuya característica principal es
la de presentar en las rúbricas la referencia exacta al
pasaje evangélico del que cada uno deriva, delatando
así su probable procedencia de un único cuaderno. No
obstante, hemos preferido separarlos por razones de
coherencia: además, nada nos permite excluir que al
organizar de esta forma el material no hayamos separado también otras series menos evidentes de romances
con un origen común; por otra parte, decidimos dar
prioridad a las exigencias del lector moderno antes que
a las cuestiones textuales, dejando en cualquier caso
constancia aquí del cambio aportado a la estructura
original de la Silva.
31
Segunda parte..., pp. 69-71.
43
Vicenç Beltran
Obra de Massimo Marini ha sido la transcripción
y anotación, en su mayor parte lingüística y especialmente compleja como el lector podrá juzgar; también
se ha encargado de la confección de los índices, trabajando en ambos casos bajo mi supervisión. Esperamos
que esta publicación sirva, como es nuestro objeto,
para redimensionar los estudios sobre esta colección;
Estaban de Nájera, por estas y otras producciones, fue
un editor pionero en muchos aspectos32 y las Silvas, a
pesar de la función alimenticia que solían tener estas
publicaciones, marcó un antes y un después en la publicación de romances.
32
Además de lo dicho en el estudio preliminar a la Primera parte...,
pp. 109-114, véase el de Carlos Clavería al Cancionero general de
obras nuevas (Zaragoza, 1554), Barcelona, Delstre’s, 1993, los de
Juan Montero, «Sobre imprenta y poesía a mediados del XVI (con
nuevos datos sobre la princeps de Las obras de Jorge de Montemayor)», Bulletin Hispanique, 106, 2004, pp. 81-102 y «La poesía
del Siglo de Oro en sus antologías impresas: El Cancionero General de Obras Nuevas (Zaragoza, Esteban de Nájera, 1554)», En
torno al canon. Aproximaciones y estrategias, ed. Begoña López
Bueno, Sevilla, Grupo Paso- Universidad de Sevilla, 2005, pp.
413- 438, Giovanni Caravaggi, «Esteban Godines de Nájera y Juan
Coloma», Poesía y corte: entre filología y pragmática, número monográfico de la Revista de Poética Medieval, 28, 2014, pp. 177-187 y
‘Década de la pasión’. ‘Cántico de la resurrección’ de don Juan Coloma conde de Elda y virrey de Cerdeña. Añádese en apéndice su
poesía profana y el epistolario diplomático con don Juan de Zúñiga,
edición de Pedro M. Cátedra y Javier Burguillo con la colaboración de Laura Mier, Salamanca, SEMYR, 2015.
44
Romances
Romances de aventuras caballerescas
Romances de aventuras
caballerescas
1
Romance de Lanzarote
5
10
15
Nunca se vio caballero
de damas tan bien servido
como fuera Lanzarote
cuando de Bretaña vino:
doncellas curaban de él
y dueñas del su rocino;
esa dueña Quintañona,
esa le escanciaba el vino;
la linda reina Ginebra
se lo acostaba consigo.
Estando al mejor sabor,
que sueño no habían dormido,
la reina a Lanzarote
un pleito le había movido:
«Lanzarote, Lanzarote,
si antes fueras venido
no dijera el orgulloso
las palabras que hubo dicho,
que a pesar de Lanzarote
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Massimo Marini
20
25
30
se acostaría comigo».
Lanzarote que lo oyó
gran pesar ha recibido,
armose de todas armas,
de la reina es despedido,
va a buscar el orgulloso
hallolo debajo un pino,
combátense de las lanzas
a las hachas han venido.
Ya desmaya el orgulloso,
ya cae en tierra tendido,
cortárale la cabeza
sin hacer ningún partido.
Tornose para la reina
donde fue bien recibido.
48
Romances de aventuras caballerescas
2
Otro romance
5
10
15
20
Cabalga doña Ginebra
y de Córdoba la rica
con trescientos caballeros
que van en su compañía.
El tiempo hace tempestuoso,
el cielo se escurecía
con la niebla que hace escura
a todos perdido había
sino fuera a su sobrino,
que de riendas la traía.
Como no viera a ninguno
de esta suerte le decía:
«Toquédes vós, mi sobrino,
vuestra dorada bocina
porque lo oyesen los míos
que estaban en la montiña».
«De tocalla, mi señora,
de tocar sí tocaría,
mas el frío hace grande,
las manos se me helarían
y ellos están tan lejos
que nada aprovecharía».
«Metéldasvos, mi sobrino,
so faldas de mi camisa».
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Massimo Marini
25
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35
40
«Eso tal no haré, señora,
que haría descortesía
porque vengo yo muy frío
y a vuestra merced helaría».
«De eso no curéis, señor,
que yo me lo sufriría,
que en callentar tales manos
cualquier cosa se sufría».
Él, de que vio el aparejo,
las sus manos le metía
pellizcárale en el muslo
y ella reído se había,
apeáronse en un valle
que allí cerca parecía.
Solos estaban los dos,
no tienen más compañía,
como ven el aparejo
mucho holgado se habían.
50
Romances de aventuras caballerescas
3
Romance de Galiarda
5
10
15
20
Misa se dice en Roma
en el altar de Santiago,
por la puerta del perdón
gran caballería ha entrado;
entran duques, entran condes,
señores de grande estado,
entraba el conde de Lemos
con un doncel de la mano.
Desque lo vio Galiarda
con los guantes le ha llamado,
de rodillas por el suelo
presto iba a su mandado:
«¿Qué me queréis mi señora?
¿para qué me habéis llamado?»
«Que me llevases, Florencios,
que me lleves de la mano».
«Pláceme – dijo –, señora,
pláceme – dijo – de grado,
que en llevaros yo, señora,
yo soy el que en ello gano;
terneme por muy dichoso
y por bienaventurado».
Andando por el camino
en amores van hablando.
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Massimo Marini
4
Otro romance de Galiarda
5
10
15
20
«Galiarda, Galiarda,
oh quién contigo holgase
y otro día de mañana
con cien moros lidiase,
si a todos no los venciese
luego matar me mandases
porque con tan gran favor
grande esfuerzo tomaría».
«De dormir dice, Florencios,
de dormir sí dormiréis,
mas vós sois niño y muchacho,
luego vos alabaréis».
Miró hacia el cielo Florencios
y la su espada sacó:
«A esta muera yo, señora,
si de tal me alabo yo».
Aquella noche Florencios
con Galiarda durmió;
otro día, de mañana,
en las cortes se alabó.
52
Romances de aventuras caballerescas
5
Otro romance de Galiarda
5
10
15
20
«Esta noche caballeros
dormí con una doncella
que en los días de mi vida
yo no vi cosa más bella».
Todos dicen a una voz:
«Cierto Galiarda es esa».
Oído lo había un su hermano,
un su hermano que era della:
«Por Dios te ruego, Florencios,
que te casases con ella».
«No quiero hacer, caballeros,
para mí cosa tan fea
en tomar yo por mujer
la que tuve por manceba».
Aún bien no acabó Florencios
de decir aquella nueva
cuando todos a una voz
dicen luego: «Muera, muera,
muera el que ha deshonrado
a Galiarda la bella».
Desque Galiarda lo supo
grande enojo recibiera:
«Pésame, mis caballeros,
hagáis cosa tan mal hecha:
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Massimo Marini
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lo que aquel loco decía
no era cosa creedera,
hasta saberlo de cierto
no le habíades de dar tal pena»
54
Romances de aventuras caballerescas
6
Romance
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10
15
20
En Castilla está un castillo
el cual dicen Roca Frida,
el castillo llaman Roca,
a la fuente llaman Frida.
Las almenas tiene de oro,
paredes de plata fina:
entre almena y almena
está una piedra zafira;
tanto relumbra de noche
como el sol desque salía.
Dentro estaba una doncella
que llaman Rosaflorida,
siete condes la demandan,
tres duques de Lombardía;
a todos los despreciaba
tanta era su lozanía:
enamorose de Montesinos,
de oida que no de vista.
Allá a la medianoche
gritos da Rosaflorida;
oído lo había Landino,
el ayo que la tenía:
«¿Qué habedes la infanta?
¿Qué habedes Rosaflorida?
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Massimo Marini
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O tenéis mal de amores
o estáis loca perdida».
«Que ni tengo mal de amores
ni estoy loca perdida,
mas llevédesme unas cartas
a Francia la bien guarnida.
Darlas heis a Montesinos,
que venga a la Pascua florida;
darle he yo mil marcos de oro
y dos mil de plata fina;
darele treinta castillos
todos riberas de Hungría
y si muchos más quisiese
muchos más yo le daría;
darle hía este mi cuerpo
siete años a su guisa;
si otra más linda hallase
que me dejase escarnida,
que en todos estos reinos
no la hay otra más linda
sino es una mi hermana
que de mal fuego sea ardida;
si ella me lleva en cuerpo
yo a ella en lozanía.
Mal lo usara Montesinos
para haberme por amiga
que a cabo de siete años
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Romances de aventuras caballerescas
fuera a buscar otra amiga;
y así yo por buen amor
quedé burlada y perdida».
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Massimo Marini
7
Romance de Melisenda
5
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Todas las gentes dormían
en las que Dios tiene parte,
no duerme la Melisenda
la hija del Emperante;
de amores del conde Ayuelo
no la dejan reposar,
salto diera de la cama
como la parió su madre,
vistiérase una alcandora
no hallando su brial,
vase para los palacios
donde sus damas están.
Dando palmadas en ellas
las empezó de llamar:
«Si dormides, mis doncellas,
si dormides, recordad;
las que sabedes de amores
consejo me queráis dar,
las que de amores sabedes
tengádesme puridad:
amores del conde Ayuelo
no me dejan reposar».
Allí hablara una vieja,
vieja es de antigua edad
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Romances de aventuras caballerescas
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«Agora es tiempo, señora,
de los placeres tomar;
si esperáis a la vejez
no vos querrá un rapaz,
que otro tanto hice yo
cuando era de vuestra edad,
al tiempo que fui criada
en casa de vuestro padre».
Desque esto oyó Melisenda
no quiso más esperar;
iba a buscar al conde
en los palacios do está.
Topara con Fernandillo
un alguacil de su padre
«¿Qué es aquesto, Melisenda?
¿Esto qué podría estar?
El rey piensa que dormís
en su cámara real,
vós andáisos por las calles
a picos pardos buscar».
Tomárala por la mano
a casa la fue a tornar.
59
Massimo Marini
8
Romance de Marquillos
5
10
15
20
Cuán traidor eres Marquillos,
cuán traidor de corazón,
por dormir con tu señora
degollaste a tu señor.
De que tú le hubiste muerto
quitástele el chaperón,
fuéraste al castillo fuerte
donde está la Blancaflor.
«Abridme, linda señora,
que aquí viene mi señor;
si no lo queréis creer,
veis aquí su chapirón».
Blancaflor desque lo viera
las puertas luego le abrió;
echole los brazos al cuello
allí luego la besó,
abrazándola y besando
en un palacio la metió:
«Marquillos, por Dios te ruego
que me otorgases un don:
que no durmieses comigo
hasta que rayase el sol».
Marquillos, como es hidalgo,
el don luego le otorgó;
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Romances de aventuras caballerescas
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como viene tan cansado
en llegando se adurmió.
Levantose muy ligera
la hermosa Blancaflor;
tomara cuchillo en mano
a Marquillos degolló.
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Massimo Marini
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Romances de historias
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«Cuando vós nacistes, hijo,
triste no dormía yo,
cuando murió vuestro padre
a mí vos encomendó
que mirase por vuestra honra
y os pusiese con señor:
pusiéraos yo con el rey,
no hallando otro mejor.
Vós, hijo, de mal mirado,
hicístesle traición
que dormistes con la infanta
hija de vuestro señor.
Sentenciado estáis a muerte
por ello, con gran razón:
que cualquiera que tal hace
merece por galardón
que le corten la cabeza
sin ninguna dilación.
Ya pues lo habéis hecho, amigo,
encomendaos a Dios
que perdone vuestras culpas
y perdone vuestro error».
«No hayáis lástima, señora,
no hayáis lástima, no,
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Romances de aventuras caballerescas
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que en morir por tal infanta
con muy grande gozo vo;
antes vive que no muere
quien por tal caso murió».
La infanta, que lo ha sabido,
a su padre se volvió,
las rodillas por el suelo
de esta suerte le habló:
«Merced os pido, el rey,
mercedes os pido yo,
que me dedes por marido
al que matáis por traidor
si no queréis que yo muera
ante que él que es mi señor».
El rey que aquello oyera
muy bueno le pareció:
despósanlos luego a entrambos
con muy gran placer y honor.
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Massimo Marini
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Romance de Girineldos
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Levantose Girineldos,
el rey dejaba dormido,
fuérase para la infanta
a do estaba en el castillo,
los zapatos en la mano
porque no fuese sentido:
«Ábrasme – dijo – señora,
ábrasme, cuerpo garrido».
«¿Quién sois vós, el caballero,
que llamáis a mi postigo?».
«Girineldos soy, señora,
vuestro tan querido amigo».
Tomáralo por la mano,
a un palacio lo ha metido,
besándolo y abrazando
Girineldos se ha dormido.
Recordado había el rey,
recordó muy pavorido:
«Girineldos, Girineldos,
diésesme tú del vestido».
Tres veces lo ha llamado
y nunca ha respondido.
«Girineldos, Girineldos,
mi camarero polido,
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si me andas en traición
háceslo como enemigo,
que dormías con la infanta
o me has vendido el castillo».
Toma la espada en la mano,
fuérase para el castillo;
las puertas halló cerradas,
no hallaba cómo abrillo;
por una ventana pequeña
entrado había en el castillo,
fuérase para la cama
donde a Girineldos vido.
Él lo quisiera matar
mas criolo de chiquito:
sacara luego la espada
y entre entramos la ha metido,
porque desque recordase
viese como era sentido.
Recordado había la Infanta,
la espada había conocido:
«Girineldos, Girineldos,
que ya érades sentido,
que la espada de mi padre
yo me la he bien conocido:
¿qué será de ti, Girineldos?
¿qué será de tus servicios?».
«Lo que ha de ser, señora,
que nos casemos yo y tigo».
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Massimo Marini
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Romance de doña Teresa
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Casamiento se hacía
que a Dios ha desagradado,
casan a doña Teresa
con un moro renegado,
rey que era de allende
por nombre Abdalla llamado.
Casábala el rey su hermano
por mal juicio guiado;
perlados ni ricos hombres
que sobre ello se han juntado
no ha sido ninguno parte
para que fuese estorbado,
a todos responde el rey
que está muy bien ordenado.
La infanta, desque lo supo,
gran sentimiento ha mostrado:
las ropas que traía vestidas
de arriba a abajo ha rasgado,
su cara y rubios cabellos
muy mal los había tratado.
«¡Ay de ti! – decía la infanta –
¡Cómo te cubrió mal hado!
Tu mocedad y frescura,
¡qué mal la has empleado!».
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Romances de aventuras caballerescas
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Aquestas palabras diciendo
por veces se ha desmayado;
echado le han agua al rostro,
sus damas en sí la han tornado.
Desque ya más reposada
un poco en sí había tornado
de hinojos en el suelo
de esta manera ha hablado:
«A ti señor Dios me quejo
de tan gran desaguisado
que, siendo yo sierva tuya,
con un moro me han casado.
Tú sabes que esto es fuerza
y contra todo mi grado;
mi hermano es el que lo quiere
y el que lo ha ordenado.
Miémbrate Señor de mí,
no me hayas desamparado;
mira el tan gran peligro
que a mí está aparejado».
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Massimo Marini
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Romance de un caballero enamorado
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Sí se está mi corazón
en una silla asentado,
circundado de pasión,
de firmeza coronado,
¡tristes de mis pensamientos
que le tenían cercado!
Al uno llaman desdicha,
al otro llaman cuidado,
al otro gran desconsuelo
para mí desconsolado,
que una señora que sirvo
mis servicios ha olvidado
y si yo muero señora
no me entierren en sagrado:
háganme la sepultura
en un verdecico prado
y dirán todas las gentes:
«¿De qué murió el malogrado?
¿Si murió de calenturas
o de dolor de costado?».
No murió de calenturas
ni de dolor de costado
mas murió de mal de amores
que es un mal desesperado.
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Romances de aventuras caballerescas
Romances de aventuras
caballerescas
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Romance de don Belardos
5
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El cielo estaba nubloso,
el sol eclipse tenía
cuando el conde don Belardos
de la batalla salía,
treinta caballos de diestro
que en ella ganado había;
el quinto da al Emperador
que de derecho le venía
de los otros, el mejor
para sí se lo escogía.
El Emperador, muy triste,
de esta suerte le decía:
«Trocaríamos, mi sobrino,
ganancia por la perdida
si viniese Baldovinos,
por aquí no parecía:
volveldo vós a buscar
por la parte que os cabía».
«¿Cómo volveré, señor,
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que hablar no me quería
por un neblí muy preciado
que me dio la infanta Sevilla?
Mas si a mí me dio el neblí
a él le dio una sortija.
La propiedad del neblí
es que caza no se le iba,
la gracia de la sortija
es de muy mayor valía,
que a herida que tocase
luego se restañaría.
Mas en todo esto, mi tío,
quiero hacer lo que debía».
Ya cabalga don Belardos,
a buscárselo volvía.
Por el camino que va
ve venir caballería:
en hombros de caballeros,
todos de espada guarnida,
viene herido Baldovinos
de una muy mala herida;
cubiertas vienen las andas
de la hoja de la oliva
encima de un paño negro
y una letra genovisca.
Baldovinos con pasión
de aquesta suerte decía:
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«Apeadme, caballeros,
en este trébol florido:
descansaredes vosotros
pacerán vuestros rocinos.
Menear me hían los vientos
de Francia do fui nacido:
¡si se acordara mi madre
de un hijo que había parido!
¡Si se acordara Sevilla
de Baldovinos su amigo!».
Diciendo estas palabras
delante se le ha venido:
«Baldovinos, Baldovinos,
corazón y alma mía,
nunca holgastes conmigo
sino una noche y un día:
sépalo el Emperador
que de vós quedo encinta».
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Romance de Gaiferos
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Estábase la condesa
en su estrado asentada,
tijeras de oro en su mano
su hijo afeitando estaba,
palabras le está diciendo
que al niño hacen llorar:
«Dios os deje crecer, hijo,
y llegar a barragán;
Dios os dé barba en el rostro
y en el cuerpo fuerza grande;
Dios te dé ventura en armas
como al paladín Roldán,
porque vengaseis, mi hijo,
la muerte de vuestro padre.
Matáronle a traición
por casar con vuestra madre:
ricas bodas me hicieron
en las cuales Dios no ha parte;
ricos paños me cortaron
la reina no los ha tales».
Aunque era pequeño el niño
bien entendido lo ha;
allí respondió Gaiferos
bien oiréis lo que dirá:
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«Así lo ruego a Dios del cielo
y a Santa María su madre».
Oído lo había el conde
en los palacios do está:
«Calléis, calléis, la condesa,
boca mala sin verdad,
que yo no matara el conde
ni lo hiciera matar.
Mas tus palabras, condesa,
el niño las pagará».
Mandó llamar escuderos,
criados son de su padre,
para que lleven el niño,
que lo lleven a matar.
La muerte que él dijera
mancilla es de escuchar:
«Córtenle el pie del estribo,
la mano del gavilán;
sáquenle ambos ojos
por más seguro andar
y el dedo y el corazón
traédmelo por señal».
Ya lo llevan a Gaiferos,
ya lo llevan a matar;
hablaban los escuderos
con mancilla que de él han:
«¡Oh, válasme Dios del cielo
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y Santa María su madre!
Si este niño matamos,
¿qué galardón nos darán?».
Ellos en aquesto estando,
no sabiendo qué harán
vieron venir una perrica
que era de la su madre.
Allí habló el uno de ellos
bien oiréis lo que dirá:
«Matemos esta perrica
por nuestra seguridad;
saquémosle el corazón
y llevémoslo a Galván;
cortémosle el dedo al chico
por llevar mejor señal».
Ya toman a Gaiferos
para el dedo le cortar:
«Vení acá vós Gaiferos
y querednos escuchar:
vós idos de aquesta tierra,
que no parezcáis más».
Ya le daban entre señas
el camino que hará:
«Irvos heis de tierra en tierra
a do vuestro tío está».
Gaiferos, desconsolado,
para un monte se va;
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los escuderos se volvieron
para do estaba Galván;
danle el dedo y el corazón
y dicen que muerto lo han.
La condesa que esto oyó
empezara gritos dar,
lloraba de los sus ojos
que quería reventar.
Dejemos a la condesa
que muy grande llanto hace
y digamos de Gaiferos
y del camino que hace,
que de día ni de noche
no hace sino caminar,
hasta que llegó a la tierra
adonde su tío estaba.
Dícele de esta manera
y empezole de hablar:
«Manténgaos Dios, el mi tío».
«Mi sobrino, bien vengáis.
¿qué buena venida es esta?
Vós me la queráis contar».
«La venida que yo vengo
triste es y con pesar,
que Galván con grande enojo
mandome a mí matar
mas lo que vos ruego mi tío
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y lo que os vengo a rogar
que vamos a vengar la muerte
del buen conde mi padre;
matáronlo a traición
por casar con la mi madre».
«Soseguéis, el mi sobrino,
vós queráis asosegar,
que la muerte de mi hermano
bien la iremos a vengar».
Y ellos así estuvieron
dos años y aún más
hasta que dijo Gaiferos
y empezara de hablar.
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Síguese el segundo romance [de Gaiferos]
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«Vámonos – dijo – mi tío
en París esa ciudad
en figura de romeros,
no nos conozca Galván;
que si Galván nos conoce
mandarnos hía matar;
encima ropas de seda
vistamos las de sayal,
llevemos nuestras espadas
por más seguros andar;
llevemos sendos bordones
por la gente asegurar».
Ya se parten los romeros
ya se parten, ya se van
de noche por los caminos
de día por los jarales,
andando por sus jornadas
a París llegado han.
Las puertas hallan cerradas
no hallan por dónde entrar:
siete vueltas la rodean
por ver si podrán entrar
y al cabo de las ocho
un postigo van a hallar.
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Ellos que se vieron dentro
empiezan de demandar;
no preguntan por mesón
ni menos por hospital:
preguntan por los palacios
donde la condesa está.
A las puertas del palacio
allí lo van a demandar
y allí estaban los escuderos,
empezáronles a hablar,
vieron estar la condesa
y empezaron de hablar:
«Dios de salve la condesa».
«Los romeros bien vengáis».
«Mandédesnos dar limosna
por honor de caridad».
«Con Dios vades, los romeros,
que no os puedo nada dar,
que el conde me había mandado
a romeros no albergar».
«Desnos limosna, señora,
que el conde no lo sabrá;
así la den a Gaiferos
en la tierra donde está».
Así como oyó Gaiferos
comenzó de sospirar:
mandábales dar del vino
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mandábales dar del pan.
Ellos en aquesto estando
el conde llegado ha:
«¿Qué es aquesto la condesa?
¿aquesto qué puede estar?
¿No os tenía yo mandado
a romeros no albergar?».
Y alzando la su mano
puñada le fuera a dar
que sus dientes menudicos
en tierra los fuera a echar.
Los romeros que esto vieron
empezaron de hablar:
«Por hacer bien la condesa
cierto no merece mal».
«Callédesvos, los romeros,
no hayades vuestra parte».
Alzó Gaiferos su espada,
un golpe le fue a dar
que la cabeza de los hombros
en tierra la fuera a echar.
Allí habló la condesa
llorando con gran pesar:
«¿Quién érades, los romeros,
que tal cosa osáis hablar?».
Allí respondió el romero
tal respuesta le fue a dar:
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«Yo soy Gaiferos, señora,
vuestro hijo natural».
«Aquesto no puede ser
ni era cosa de verdad
que el dedo y el corazón
yo lo tengo por señal».
«El corazón que vós tenéis
de persona no fue a estar;
el dedo bien es aqueste,
catad aquí la señal».
Mostrole luego la mano
y el caso le fue a contar;
la condesa que lo oyera
empezole de abrazar,
la tristeza que ella tiene
en placer se fue a tornar.
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Romance de Gaiferos
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Medianoche era por filo,
los gallos quieren cantar,
cuando el infante Gaiferos
salió de cautividad.
Muerto deja el carcelero
y cuantos con él están,
vase por la calle abajo
como hombre mundanal,
hablando en algarabía
como aquel que bien la sabe.
Íbase para la puerta,
la puerta de la ciudad;
halló las puertas cerradas,
no halla por do botar.
Desque se vido perdido
empezara de llamar:
«Ábrasme la puerta, moro,
sí Alá te guarde de mal:
mensajero soy del rey,
cartas llevo de mensaje».
Allí hablara el moro
bien oiréis lo que dirá:
«Si eres mensajero, amigo,
cartas llevas de mensaje:
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esperases tú a el alba
con los otros salirás».
De que esto oyera Gaiferos
bien oiréis lo que dirá:
«Ábrasme la puerta, el moro,
sí Alá te guarde de mal:
darte he tres pesantes de oro
que aquí no trayo más».
Oído lo había una mora
que en altas torres está;
dícele de esta manera
empezole de hablar:
«Toma los pesantes, moro,
que menester te serán:
la mujer tenías moza
hijos chicos de criar».
De que esto oyera el moro
recio se fue a levantar
las puertas que están cerradas
abriolas de par en par.
Acordósele a Gaiferos
de una espada que trae:
la cabeza de los hombros
derribado se la hae.
Muerto cayó el morico,
en el suelo muerto cae;
de que esto vio la morica
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empieza de gritos dar,
Ella los daba tan grandes
que al cielo quieren llegar:
«¡Abrasmonte, Abrasmonte
el señor de este lugar!»
Cuando acuerdan por Gaiferos
ya estaba en la cristiandad.
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Romance de Durandarte
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«Oh, Belerma, oh Belerma,
por mi mal fuiste engendrada,
que siete años te serví
que de ti no alcancé nada;
ahora que bien me querías
muero en esta batalla.
No me pesa de mi muerte
aunque temprano me llama,
mas pésame que de verte
y de servirte dejaba.
Montesinos, Montesinos,
una cosa os demandaba,
que cuando yo fuere muerto
y mi ánima arrancada
vós llevéis mi corazón
a donde Belerma estaba
y dalde todas mis tierras
las que yo señoreaba
que pues yo a ella pierdo
todo el bien con ella vaya
y servilda en mi lugar
como de vós se esperaba
que tenga de mí memoria
una vez en la semana
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y decilde que se acuerde
que tan cara me costaba.
Socorredme Montesinos
que el corazón me desmaya,
que el brazo tengo cansado
y la mano del espada;
la vista tengo perdida,
mucha sangre derramada;
los extremos siento fríos
y quítaseme la habla;
ojos que me vieron ir
nunca me verán en Francia,
pues que quiere la ventura
que nuestro deudo se parta.
Abrazadme, Montesinos,
que a mí sáleseme el alma».
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Romance de Montesinos
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Muerto queda Durandarte
al pie de una gran montaña,
un canto por cabecera,
debajo una verde haya.
Todas las aves del monte
alrededor le acompañan,
llorábale Montesinos
que a su muerte se hallara;
hecha le tiene la fuesa
en una peñosa cava,
quitándole estaba el yelmo,
desciñéndole la espada,
desarmábale los pechos,
el corazón lo sacaba
para enviarlo a Belerma
como él se lo rogara;
y desque le hubo sacado
su rostro al suyo juntaba
tan agramente llorando
mil veces se desmayaba.
Y desque volvió en sí
estas palabras hablaba:
«Durandarte, Durandarte,
Dios perdone la tu alma,
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y a mí saque de este mundo
para que contigo vaya».
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Romance del rey Marsín
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Domingo era de Ramos,
la Pasión quieren decir,
cuando moros y cristianos
todos entran en la lid.
Ya desmayan los franceses,
ya comienzan de huir;
¡oh cuán bien los esforzaba
ese Roldán paladín!
«Vuelta vuelta, los franceses,
con corazón a la lid:
más vale morir por buenos
que deshonrados vivir».
Ya volvían los franceses
con corazón a la lid:
a los primeros encuentros
mataron sesenta mil.
Por las sierras de Altamira
huyendo va el rey Marsín,
caballero en una cebra
no por mengua de rocín;
la sangre que de él salía
las yerbas hace teñir;
las voces que iba dando
al cielo quieren subir:
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«¡Reniego de ti Mahoma
y de cuanto hice en ti!
Hícete cuerpo de plata,
pies y manos de marfil,
hícete casa de Meca
donde adorasen en ti
y por más te honrar, Mahoma,
cabeza de oro te hice;
sesenta mil caballeros
a ti te los ofrecí;
mi mujer Abraima mora
te ofreciera treinta mil».
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Romance de don Roldán
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En Francia la noblecida,
en ese tiempo pasado
cuando el Emperador Carlos
la tenía a su mandado,
cuando florecía Reinaldos
y Roldán el esforzado,
cuando cuasi todo el mundo
de moros era ocupado,
en la ciudad de París
gran fiesta se ha celebrado,
la cual dicen de San Jorge
patrón de Aragón llamado,
hácela el Emperador
porque tan bien le ha ayudado,
manda llamar a los grandes
cuantos tiene a su mandado,
que cada uno viniese
según fuese su estado.
Allí vino Oliveros
y Roldán el esforzado
que de atavíos y galas
este era el más señalado,
también Beltrán Salazar
con su pompa y su estado
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y vinieron don Estolfo
y don Salanio su hermano
y vinieron tantos grandes
que es imposible contallo.
Cuando todos fueron juntos
la fiesta se ha celebrado;
nunca vino don Renaldos
que en Montalbán no se ha hallado.
Cuando el falso Galalón
de esto fue certificado,
fuese al Emperador,
de esta suerte le ha hablado:
«Oh señor Emperador,
Dios que prospere tu estado.
Bien has visto y conocido
quién está a tu mandado:
todos los que están en Francia
han venido a tu llamado
sino aquese don Reinaldos
que te ha menospreciado,
que el mandamiento tuyo
muy poco lo ha estimado,
por que te ruego señor
que luego le des el pago
y que en presencia de todos
por traidor él sea dado».
Allí habló el Emperador
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y tal respuesta le ha dado:
«Pláceme, don Galalón,
eso haré yo de buen grado
por hacer a vós placer
porque quede castigado».
Allí en presencia de todos
por traidor le había dado:
mucho pesara a los grandes
que en la sala se han hallado.
Cuando aquesta triste nueva
por París se ha divulgado
fuese luego Oliveros
y a don Roldán ha hablado:
contole la traición
que Galalón había armado.
Cuando el fuerte don Roldán
de esto fue certificado
descabalgó de una mula,
en un caballo ha cabalgado,
por las calles de París
malamente va enojado.
Fuese para el Emperador,
de esta suerte le ha hablado:
«Mucho me pesa señor
de esto soy muy enojado,
que a Reinaldos en ausencia
tan mal le hayáis tratado;
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por consejo de traidor
no merecía tal pago;
debiéraseos acordar
de aquese tiempo pasado
cuando estábades perdido,
de amores apasionado
de la infanta Belisandra,
mora de muy gran estado
y cuando él os vido herido,
de amor apasionado,
puso su vida por vós
hasta haberos remediado
y pasó a los sus reinos
y a su padre había matado;
mató también tres gigantes
que la estaban guardando;
mató muchos caballeros
que en su nao habían entrado
y a pesar de todo el reino
a la infanta se ha llevado,
púsola en vuestro poder
por quitaros de cuidado.
Y allá en Córdoba la llana
recordaos lo que ha pasado,
que si no fuera por él
quedárades cautivado,
mas con sus ingenios y artes
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él os hizo libertado;
mató a madama Ruanza,
reina de tan gran estado;
muchas cosas os ha hecho,
de todas le dais mal pago.
Mas el falso Galalón
que tal os ha consejado
antes que venga mañana
de mí recibirá el pago».
El Emperador, con enojo,
un bofetón le había dado
diciendo: «Mal caballero,
vós habéis de ser osado
en la presencia del rey
hablar tan desmesurado.
Yo os juro por mi corona
que vós seáis castigado».
El bueno de don Roldán
malamente se ha enojado;
en un altar que allí había
un juramento ha jurado
de jamás entrar en Francia
hasta que fuese vengado.
Estas palabras diciendo
echó el escalera abajo,
fuérase para su casa,
malamente va enojado;
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demandó presto sus armas
y muy apriesa fue armado;
sin poner pie en el estribo
en el caballo ha cabalgado;
ya se sale de París,
malamente va enojado;
por sus jornadas contadas
en España fue allegado;
andando por sus caminos
su ventura va buscando.
Encontró con un morico
que la mar está mirando,
guarda era de una puente
que nadie deja pasar
si no por fuerza o por grado
con él ha de pelear,
porque su señor el rey
así lo fuera a mandar:
hombre que viniese armado
no lo dejase pasar
o que dejase las armas
si en el reino quería entrar.
Don Roldán con gran enojo
que lo había de escuchar
háblale muy denodado,
tal respuesta le fue a dar,
que por tal hombre como él
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las armas no ha de dejar,
que en el mundo no es nacido
quien las haya de llevar.
Respondiérale el moro
tal repuesta le fue a dar:
«Si así quieres, caballero,
luego se haya de librar,
que yo te las quitaré
o yo quedaré con mal».
Luego abajaron las lanzas
y se fueron a encontrar
y a los primeros encuentros
las lanzas quebrado han;
echan mano a las espadas
de priessa, no de vagar;
tan fuertes golpes se daban
que era cosa de mirar;
alzó el moro su espada,
a don Roldán fuera a acertar
encima de su cabeza
que le hizo arrodillar.
Don Roldán que aquesto vido
un tal golpe le fue a dar
con el tajo de su espada
que el cuerpo le fue a cortar.
El moro que así se vido
con herida tan mortal
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dábale tan grandes golpes
que a Roldán hacía temblar.
Cuando Roldán esto vido
comenzara de hablar:
«Oh, maldito sea el hombre
que no sentía su mal:
tiene las tripas colgando
y quiere más pelear».
Respondiérale el moro,
tal respuesta le fue a dar:
«Bien veo que mi vivir
no puede mucho durar,
mas tu vida y la mía
juntas tienen de acabar».
Bájase a adobar la espuela
que se le quería quitar;
de que fuera abajado
no se pudo levantar,
murió luego prestamente
sin más palabra hablar.
Quítale luego las armas
el bueno de don Roldán
y quitole los vestidos,
los suyos le fue a dejar
y vistióselos al moro
y de sus armas le fue a armar
y con un su pajecico
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en Francia le fue a enviar,
que le dijese a su esposa
que era su esposo Roldán
y que muy solemnemente
le hiciese enterrar.
El bueno del pajecico
hizo luego su mandar
y llevolo para Francia
a casa de don Roldán
y dícele la embajada
que Roldán le fue a mandar,
con palabras lastimeras
le empezaba de hablar:
«Este es el cuerpo, señora,
de aquel que no tenía par,
el que moros y cristianos
nunca pudieron sobrar».
Desque la triste doña Alda
el cuerpo fue a mirar
conoció luego el sayo,
las armas otro que tal,
pensó que era su esposo,
el esforzado Roldán.
Los llantos que ella hacía
dolor era de escuchar,
dentro de muy poca hora
por París se fue a sonar.
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Por él lloraban los doce,
el Emperador otro que tal,
lloraba toda la corte
y el común en general
y en unas solemnes andas
le llevaban enterrar;
arzobispos y perlados
cuantos en la corte están
con gran pesar y tristeza
lo llevan a enterrar.
Don Roldán, muy bien armado
de las armas que fue a tomar,
fuérase para la armada
do el rey moro suele estar.
El rey moro era mancebo,
ganoso de pelear:
con los doce Pares de Francia
sus fuerzas quería mostrar;
pensó que era el moro valiente
que los reinos solía guardar,
díjole que buenamente
había muerto a don Roldán
y que a la noble de Francia
su cuerpo fuera a enviar.
El rey moro de alegría
hízolo su capitán,
diole luego tanta gente
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cuanta él quiso tomar,
enviole luego a Francia
que fuese a París acercar;
los moros que van con él
pensaban en su pensar
que era el esforzado moro
que los reinos solía guardar.
Andando por sus jornadas
a París van a llegar,
ponen luego su asiento,
asentaron su real;
enviaron mensajeros
que luego se hayan de dar
y si esto no quisiesen
que salgan a pelear,
que él haría así de todos
como hizo de Roldán.
Respondió el Emperador
tal respuesta le fue a dar
que le placía de buen grado
de salir a pelear.
Otro día de mañana
sálese de la ciudad,
con él iba don Urgel
con él iba Merián,
con el salían los doce
que a la mesa comen pan,
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los caballos van holgados
empiezan de relinchar.
Con una furia muy grande
en los moros van a dar
haciendo tan cruda guerra
que es maravilla mirar;
mas los moros eran tantos,
gran gente van cautivar
y muchos de los doce Pares
que a merced fueron tomar.
El Emperador que esto vido
empezara de llorar
mesando de sus cabellos,
de su barba otro que tal.
Mandó llamar su consejo,
todo lo hizo juntar;
díjoles de esta manera,
empezoles de hablar:
«Parientes y amigos míos,
a lo que os hice llamar
es que os demando consejo
que me queráis consejar
qué haré de tan gran daño,
cómo se ha de reparar».
Allí respondieran todos
y le fueron a consejar
que enviase por Reinaldos
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y lo hiciese llamar
y que él bastaría solo
para París descercar
y que le haga mercedes
y lo haya de perdonar.
L’Emperador, muy contento,
enviáralo a llamar;
contábale todo el hecho
y cómo fuera a pasar
y que el moro valïente,
mató a su primo Roldán.
Ya se sale don Renaldos
con los moros pelear,
consigo lleva a doña Alda
la esposa de Roldán,
mas bien sabía Reinaldos
bien sabía la verdad
que aquel moro valïente
era su primo Roldán,
que un tío que tenía
le dijera la verdad:
por arte de nigromancía
él lo fuera a hallar
que don Roldán era vivo
y que estaba en el real
y el cuerpo que a París trujeron
era un moro que él fue a matar.
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Cuando estuvo cerca del campo
Reinaldos empezó a llamar:
«Que salga el moro esforzado
todo solo a pelear».
A los primeros encuentros
los dos conocido se han,
conociéronse entrambos
en el aire del andar;
cuando iban a encontrarse
las lanzas van a bajar
y vanse con mucho amor
los dos primos a abrazar
y, desque se vieron juntos,
los moros mandan llamar
y, desque los tuvo juntos,
empezoles de hablar:
«Esforzados caballeros
vosotros os queráis tornar
y decilde al rey Marsín
que yo era don Roldán
y que yo maté al moro
que era su capitán».
Los moros, desque oyeron
tan triste nueva hablar,
lléganse unos con otros
y hacen un capitán,
dicen que los prisioneros
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que se los han de llevar,
todos se ponen en armas
para matar a Roldán.
Reinaldos que aquesto vido
comenzó de pelear
y Roldán por otra parte
muy crudos golpes les dan
mas los moros eran tantos
que el sol querían quitar.
Haciendo muy fiera guerra
los presos van a soltar,
tomaban de aquellas armas,
comienzan de pelear;
dentro de muy poca hora
todos los van desbaratar,
que están señores del campo
que no hay con quién pelear.
Cuando vido doña Alda
a su esposo don Roldán
de gran placer que tenía
comenzara de llorar.
Cuando el Emperador supo
toda la certinidad,
sálelos a recibir
con mucha solemnidad.
Abrazaba a don Reinaldos,
abrazaba a don Roldán,
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diciendo que tales dos
no hay en el mundo su par;
y de esta manera entraron
con gran fiesta en la ciudad.
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Síguense los romances que tratan de historias
españolas: y este primero es de cómo el conde
don Ramón de Barcelona libró a la Emperatriz
de Alemaña que la tenían para quemar
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En el tiempo que reinaba
y en virtudes florecía
ese conde don Ramón,
flor de la caballería,
en Barcelona la grande
que por suya la tenía
nuevas ciertas de dolor
de un extranjero sabía:
que allá en Alemaña
grande llanto se hacía
por la noble Emperatriz
que en virtud resplandecía,
que dos malos caballeros
la acusan de alevosía
ante el gran Emperador
que más que a sí la quería,
diciendo: «Sepa tu alteza,
gran señor si te placía,
que nosotros hemos visto
a la Emperatriz un día
holgar con su camarero
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no mirando que hacía
traición a ti, señor,
y a su gran genealogía».
L’Emperador, muy turbado,
de esta suerte respondía:
«Si es verdad, los caballeros,
esa tan gran villanía,
yo haré un tal castigo
cual conviene a la honra mía».
Mandola luego prender
y en prisiones la ponía
hasta ser cumplido el plazo
que la ley lo disponía.
Búscase dos caballeros
que defiendan la su vida
contra los acusadores,
que en el campo se vería
la justicia cuya era
y a quién Dios favorecía.
Pues sabida por el conde
esta nueva dolorida,
determina de partir
a librarla, si podía,
con no más de un escudero,
de quien él mucho se fía.
Andando por sus jornadas
sin parar noche ni día,
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llegado es a las cortes
que el Emperador tenía
para dar la gran sentencia
de allí a tercero día
de quemar la Emperatriz,
cosa de muy gran mancilla,
pues no había caballero
en tan gran caballería
que por una tal señora
quería aventurar su vida,
por ser los acusadores
de gran suerte y gran valía.
Pues el conde ya llegado
preguntó si ser podría
hablar con la Emperatriz
por cosas que le cumplía;
supo que ninguno entraba
do estaba su señoría
sino es su confesor,
fraile de muy santa vida.
Vase el conde para él,
de esta suerte le decía:
«Padre, yo soy extranjero
de lejos tierras venía
a librar, si Dios quisiese,
o morir en tal porfía,
a la gran Emperatriz
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que es sin culpa, yo creía.
Mas primero, si es posible,
gran descanso me sería
hablar con su majestad,
si esto hacer se podía».
«Yo daré orden, señor,
– el buen fraile respondía –
tomará vuestra merced
un hábito que yo tenía
y vestirse ha como fraile
e irá en mi compañía».
Ya se parte el buen conde
con el fraile que lo guía;
llegados que fueron dentro
en la cárcel do yacía,
las rodillas por el suelo,
el buen conde así decía:
«Yo soy, muy alta señora,
de España la noblecida
y de Barcelona conde,
ciudad de gran nombradía.
Estando en la mi corte
con solaz y alegría,
por muy cierta nueva supe
la congoja que tenía
vuestra real majestad,
de lo cual yo me dolía,
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y por eso yo partí
a poner por vós la vida».
La Emperatriz que esto oyera
de gozosa no cabía:
lágrimas de los sus ojos
por su linda faz vertía,
tomárale por las manos,
de esta suerte le decía:
«Bien seáis venido, conde,
buena sea vuestra venida.
Vuestra nobleza y valer,
vuestro esfuerzo y valentía
ya me hacen ser muy cierta
de mi honra y vuestra vida.
Mi inocencia os librará,
pues que Dios bien la sabía,
de la falsa acusación
que contra mí se ponía».
Ya se despide el buen conde,
ya las manos le pedía
para haberlas de besar
mas ella no consentía.
Vase para su posada
y, ya que el plazo se cumplía,
armado de todas armas
bien a punto se ponía;
y él, como era muy dispuesto,
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¡oh, cuán bien que parecía!
Su escudero iba con él
bien armado, que salía
en un caballo morcillo
muy rijoso en demasía.
Yendo para la gran plaza
con el orgullo que traía
encontró con un muchacho
que de vello era mancilla,
en ver que luego murió
sin remedio de su vida.
L’escudero, que esto vido,
con temor que en él había,
comenzó luego a huir
cuanto el caballo podía
y quedó el conde solo,
mas no de esfuerzo y valentía;
y como era valeroso,
no dejó de hacer su vía.
Puesto ante los jüeces
dijo que él defendería
ser maldad y traición,
ser envidia y ser falsía
la acusación que le ponen
a su alta señoría
y que salgan uno a uno,
pues está sin compañía.
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Estas palabras diciendo,
ya el acusador venía
con trompetas y atabales,
con estruendo y gallardía.
Parten el sol los jueces,
cada cual tomó su vía;
arremeten los caballos,
gran encuentro se hacía;
del acusador la lanza
en piezas volado había
sin herir a don Ramón
ni menearlo de la silla.
Don Ramón a su contrario
de tal encuentro lo hería
que del caballo abajo
derribado lo había.
El conde que así lo vido
del caballo descendía:
va para él con denuedo
donde le quitó la vida.
El otro acusador,
que vio tanta valentía
en l’extraño caballero,
gran temor en sí tenía
y, viendo que falsamente
él acusación hacía,
demandó misericordia
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y al buen conde se rendía.
Don Ramón, con gran nobleza,
de esta suerte respondía:
«No soy parte, caballero,
para yo daros la vida:
pedilda a su majestad,
que es quien dárosla podía».
Y preguntó a los jueces
si más hacer se debía
por librar la Emperatriz
de lo que se le imponía.
Respondieron que la honra
él ganada la tenía,
que en su libertad estaba
de hacer lo que quería.
Desque aquesto oyera el conde
del palenque se salía,
vase para su posada,
no reposa hora ni día,
mas encima a su caballo
desarmado se salía;
el camino de su tierra
en breve pasado había.
Tornando al Emperador,
grande fiesta se hacía:
sacaron la Emperatriz
con muy grande alegría;
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con los juegos y las fiestas
toda la ciudad se hundía,
todos iban muy galanos,
cada cual quien más podía.
L’Emperador, muy contento,
por el vencedor pedía,
para hacerle aquella honra
que su bondad merecía.
Desque supo que era ido
gran dolor en sí sentía;
a la Emperatriz pregunta
le responda, por su vida,
quién era su caballero
que tan bien la defendía.
Respondiérale: «Señor,
yo jurado lo tenía
no decir quién era él
hasta el tercero día».
Mas, después de ser pasado,
ante muchos lo decía
como era el gran conde,
lor de la caballería,
señor de Cataluña
y de toda su valía.
L’Emperador, que lo supo,
de contento no cabía,
viendo que tan gran señor
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de su honra se dolía.
La Emperatriz determina
y l’Emperador lo quería
de partirse para España
y así luego se partía,
para ver su caballero
a quien tanto ella debía.
Con trescientos de caballo
comenzó a hacer su vía,
dos cardenales con ella
por tenerle compañía,
muchos duques, muchos condes
con muy gran caballería.
El buen conde que lo supo
gran aparato hacía
y cerca de Barcelona
a recibirla salía
acompañado de los grandes
de su grande señoría.
Y una legua de camino
(y otros más dicen que había)
mandó poner grandes mesas
de comer muy bastecidas.
Pues recibida que fue
con muy grande cortesía,
entraron en Barcelona,
la cual estaba guarnida
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de muy ricos paramentos
y de gran tapicería.
Hacen justas y torneos
y otras fiestas de alegría.
De esta manera el buen conde
a la Emperatriz servía
hasta que para su tierra
de tornarse fue servida.
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Romance de la reina de Irlanda
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Cartas van por todo el mundo
dolorosas de contar
por la reina de Irlanda
que la quieren degollar.
Su marido el rey lo manda
que le fueron a informar
de una mala sospecha
que le osaron levantar:
y es que habló con un infante
en sospechoso lugar.
Dos años le dan de plazo
quien la quiera defensar;
el uno ya es pasado
y el otro para acabar.
Ruegan por ella los grandes
cuantos en la corte están
y ruegan santas personas,
nada puede aprovechar
porque es dada la sentencia,
no se puede revocar.
Ya hacen el cadahalso
donde la han de degollar,
cubierto de paños negros
que es dolor de lo mirar.
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Ya sacan la triste reina,
toda llena de pesar
y con ella treinta damas
que no cesan de llorar.
Volviose la triste reina
para las aconsolar:
«No lloréis, hijas y hermanas,
no queráis tanto llorar,
que la culpa es de dolerse
y el pecado es de llorar.
No me pesa de mi muerte
como sea natural
mas pésame que sin culpa
el rey me manda matar.
Oh, mundo desventurado,
nadie en ti debe fiar
que el que más subido tienes
gran caída le haces dar».
En decir estas palabras
toda se fue a desmayar
porque vio el cadahalso
do la habían de degollar.
Las rodillas por el suelo
empezó de gritos dar,
palabras está diciendo
que a todos pone pesar:
«Oh, Santa María, señora,
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no me queráis olvidar:
en este paso de muerte
esfuerzo me queráis dar
y ruega por mis pecados
a tu hijo singular;
pues que yo muero sin culpa,
milagro queráis mostrar».
Y diciendo estas palabras
una voz oyó gritar
y es de un fraile francisco,
que viene sin más tardar
diciendo: «No muera, tate,
que la quiero confesar».
En oyendo el rey aquesto,
a todos manda apartar;
hizo que se confesase,
absolución le fue a dar.
Demandó licencia al rey
y el rey se la fuera a dar,
hace como quien se vuelve
apriesa y a más andar.
Quitose los sus vestidos,
de un arnés se fue a armar,
cabalgó en un caballo,
rucio era y no alazán,
tomó gruesa lanza en mano
para haber de pelear,
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dio de espuelas al caballo
corriendo sin más parar.
Llegó do estaba la reina
y la fue mucho a esforzar
diciéndole que no tema
que la viene a defensar
porque ha oído decir
que aquesto es gran maldad.
Fuese a do estaba el rey,
el campo le fue a demandar,
que saliesen los falsarios
para con él pelear.
El rey mandó hacer un pregón
para haber de asegurar
las personas y las vidas,
pues la han de defensar.
Fuese el uno para el otro
para haber de pelear;
a los primeros encuentros
el uno en tierra está
y el otro le dio a huir
y a merced le fue a tomar.
Diolos en poder del rey,
que los mande castigar
y el rey que aquesto viera
todo espantado se ha
diciendo que el caballero
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en fuerzas no tiene par.
Demandole de merced
se quiera manifestar,
respondiole el caballero:
«Yo cumpliré vuestro mandar».
Y ansí vido el señor rey
ser hombre muy principal
y que era hombre de salva
y de nación catalán.
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Otro romance
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En los reinos de Castilla,
en los tiempos ya pasados,
reinando el rey don Alonso
el deceno así llamado,
hijo del tercero rey
don Hernando el muy nombrado
cuyo cuerpo está en Sevilla
y el alma del cielo ha gozado,
que ganó el Andalucía
como valiente esforzado.
Aqueste su hijo Alfonso
de quien habemos hablado
fue muy católico rey,
prudente, muy avisado,
muy esforzado en las armas
y de letras adornado;
hizo las Siete Partidas,
que es libro muy señalado,
y la General Historia,
que no es menos memorado,
y las Tablas alfonsinas,
que este rey hubo ordenado.
Hubo muy grandes victorias
contra moros, de su grado:
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ganoles muchos lugares
como rey muy esforzado.
El cual, estando en Castilla
con sus grandes ayuntado
en las bodas de su hijo
por ser el tiempo llegado;
don Fernando de la Cerda,
por milagro ansí llamado,
casaba con doña Blanca,
hija del canonizado
el bendito San Luis,
rey de Francia ansí llamado.
Allí estaban los delfines
que a las bodas se han juntado
y el infante de Aragón,
el cual don Pedro es llamado,
también el de Inglaterra,
generoso y esforzado;
muchas justas y torneos
entre ellos se han concertado.
Grande es el placer del rey
y muy mucho lo que ha dado:
a todos hace mercedes
por placer tan sublimado;
con vasallos y extranjeros
grandes grandezas ha obrado;
con todos está gozoso,
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a todos oye de grado
cuando en aquestas bodas
con placer tan ensalzado
de la gran Constantinopla
la Emperatriz ha llegado.
Treinta dueñas y doncellas
vienen con ella de grado,
todas cargadas de luto
por un caso desastrado.
Salió el rey a recibilla
con sus infantes y estado;
en su palacio real
a la reina ha aposentado.
La reina doña Violante
a la Emperatriz ha hablado
que se sentase a comer
en su lugar deputado.
Respondió la Emperatriz
con rostro muy sosegado:
«No me sentaré a la mesa,
ni me será bien contado».
La reina le preguntó
qué era lo que había pasado
la Emperatriz le responde
con corazón lastimado:
«Mi señor Emperador
moros me lo han cautivado,
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en poder del gran soldán
está muy aprisionado.
Mal se asentará a la mesa
quien tal dolor ha gustado;
jamás tomaré reposo
hasta ver lo deseado
o a lo menos esperanza
que lo veré libertado».
La reina lo dice al rey
siendo del caso informado
y luego la confortó,
poniendo en ello recado,
dándole esperanza cierta,
ofreciéndole su estado.
Demándale del rescate,
la suma de lo apreciado;
la Emperatriz le responde,
bien oiréis lo que ha hablado:
«Por diez mil marcos de plata
lo tengo ya concertado;
tanto quiere el gran soldán
y tanto me ha demandado.
Viendo mi reino perdido,
mi marido cautivado,
fuime para el Padre Santo:
la tercia parte me ha dado,
y la otra el rey de Francia,
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ambos a dos de su grado.
Soy venida a tu excelencia
por las nuevas que me han dado
que eres príncipe en el mundo
sobre todos sublimado».
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Romances sobre materia antigua
Romances sobre materia
antigua
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Romance de Ascanio
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En el tiempo que Mercurio
en el Oriente reinaba
hubo en Venus su mujer
un hijo que mucho amaba.
Púsole por nombre Ascanio
porque muy bien le cuadraba,
criábanselo las diosas
en la montaña troyana.
Era tal su parecer
que a todos embelesaba,
su lindeza y hermosura
las damas enamoraba.
Deseando ver el mundo
las amas desamparaba,
fuérase de tierra en tierra
por ver lo que deseaba
y, pasando por un valle
cuando ya el sol declinaba,
hallose en un verde prado
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de verdura muy lozana
donde vido una laguna
de arrayanes muy cercada,
acompañada de flores
que allí la humedad criaba.
Posada era de una diosa
que Sálmacis se llamaba,
la cual de allí no salía,
mas su tiempo allí gastaba,
ni iba con sus compañeras
las otras diosas a caza
ni tomaba el arco corvo
ni los goldres ni la aljaba
ni al sahueso de traílla
ni al suelto ciervo tiraba
ni era codiciosa de ello
ni se pasaba de nada;
todo su ejercicio era
reposar en su morada,
peinar sus lindos cabellos,
componer su linda cara
y meterse entre las rosas
y hacer de ellas guirnalda
para poner con sus manos
en su cabeza dorada.
Ella ocupada en aquesto,
Troco que sobre ella daba
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con su parecer tan bello
que el sentir enagenaba;
como Sálmacis lo vido
luego fue de amor llagada
que no pudo resistirse
ni quiso verse librada,
deseando verle preso
en el amor que ella estaba,
ni quiso salir a verlo
hasta ponerse galana.
Después de haberse compuesto
salió e hízole esta habla:
«Tan gentil eres, mancebo,
y tu gentileza es tanta
que no sé determinarme
si eres dios o cosa humana.
Si eres dios eres Cupido,
el que de amores me llaga
o si eres hombre dichoso
o lo fue el que te engendrara.
Con todo, de ti querría
alcanzar sola una gracia:
y es que me digas verdad
si sufres pena por dama,
porque si de amor no sabes
yo seré tu enamorada».
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Romance de la muerte de Hércules
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Ardiendo se estaba vivo
Hércules el esforzado
dentro de aquella camisa
que Licán había llevado
por mandado de Yamira
a quien Neso la había dado.
«Ay qué lástimas – decía –
siendo de yo enamorado
desque de la diosa Juno
a Júpiter se ha quejado».
Contando estaba sus hechos
dentro en fuego abrasado,
su porra por cabecera
en las llamas reclinado:
«¿No só yo – triste decía –
el que Acheloso he descornado
quitándole el cornucopia
en tres formas transformado?
¿No soy yo aquel que maté
a Busiris el malvado?
¿No soy el que al can Cerbero
con mis cadenas he atado?
¿No soy el que a todo el cielo
he en mis hombros sustentado?
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¿No só el que al toro marino
conquisté y he degollado?
Y el que a la cierva de Lidia
con mis manos he domado?
¿No só yo aquel que a Fineo
he las harpías quitado?
Y al león de Calidonia,
¿no só yo quien le he amansado?
¿No só yo aquel que vencí,
con mi ánimo afamado,
a las fuertes Amazonas?
¿No só yo aquel que he ganado
las manzanas de Atalante
y a su dragón superado?
¿No só el que maté la Hidra
y sus cabezas cortado?
¿No soy el que a los centauros
maté siendo convidado?
También al puerco de Arcadia
y a Domedros el tirano
y a aquel Caco tan famoso,
¿yo mismo no le he ahogado?
¿No vencí yo a Gerión
con sus fuerzas trasdoblado?».
Estas palabras diciendo
vio a Licán el desdichado
que llevara la camisa
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con que el triste fue quemado,
al cual como canto en honda
a una peña arribado,
que la peña de Licán
hasta hoy día se ha llamado
y al fin Hércules murió
sin poder ser remediado.
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Romance de Leandro y Ero y cómo murió
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El cielo estaba ñublado,
la luna su luz perdía,
los vientos eran tan recios
que el mar espanto ponía
cuando la hermosa Ero
muy penada se sentía.
Aguardando está Leandro
a quien más que a sí quería;
asomose a la ventana
de la torre do vivía:
los ojos levanta al cielo
por ver qué tiempo hacía.
Nocturna y muy tenebrosa
la noche le parecía,
los truenos con sus dislates
mucho miedo le ponía.
Su corazón se desmaya
con el temor que sentía,
la seña, que era la lumbre,
l’aire no la consintía:
púsola dos o tres veces,
tantas en tierra caía.
Viendo tan triste señal
por augurio le tenía.
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Con una voz delicada
de esta manera decía:
«Oh, dioses, ¿y qué es aquesto?
¿por qué robáis mi alegría?
Oh, mis hados, ¿y en tal punto
mostráis vuestra tiranía?»
Con estas lamentaciones
la media noche venía;
cansada se siente Ero
mas por eso no dormía;
con temor está aguardando
hasta que viniese el día.
Mirando al pie de la torre
por ver si algo vería
un bulto vido en la arena
pero no lo conocía;
el corazón se lo dice
mas ella no lo creía:
mirando de hito en él
muy claro lo conocía.
Conoció que era Leandro,
por quien pena padecía;
el corazón se le aprieta,
el alma se le salía,
la color del fresco gesto
pura tierra parecía,
sus manos muy delicadas
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de rato en rato torcía.
Con este tormento fuerte
mil veces se amortecía
desque, ya en sí tornada
¡oh, qué llanto que hacía!
Maldice su desventura
y la vida en que vivía;
hablando está con el cuerpo
como si tuviera vida:
«Dime cuerpo, ¿qué es del alma
do partiste compañía?
¿qué es de la fe que me diste
cómo dejaste la mía?
¡Oh, mi leal amador
do la lealtad vivía
no quiero vivir sin ti
que el vivir muerte sería;
recíbeme allá contigo
y ansina descansaría!».
Estas palabras diciendo
de la torre se caía.
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Romance de la reina de las Amazonas
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Por los montes de Carasco
que están en el mediodía
vi asomar una bandera
de incomparable valía:
de raso verde y morado
trenada de argentería,
con unas franjas de oro,
también la cordonería;
el asta era de marfil,
a donde puesta venía
con rubíes y diamantes
sembrado de bajo arriba
y en mitad de la bandera
una doncella venía
con un mote rodeada
que de esta suerte decía:
«Donde falta la ventura
no aprovecha valentía».
Trescientas damas de guarda
esta bandera traía
con sus flechas y carcajes,
tocadas de gallardía
con unas escofias de oro
a guisa de Lombardía.
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Las sayas de tela eran
poco más de a la rodilla,
en trescientos unicornios
cabalgando a la su guisa.
Tras estas vienen sus damas
siguiendo aquesta devisa,
de altibajo ataviadas
ansí como convenía,
encima de dromedarios
con muy grande flechería.
Y en mitad de las mil damas
Pantasilea venía,
reina de las Amazonas,
la cual iba en la conquista
de los griegos y troyanos,
la cual a Héctor seguía,
con un arco y un escudo
más que el sol cuando salía
y una guirnalda de aljófar
trazada con pedrería.
La cual como llegó a Troya,
Troya con mucha alegría
a ella y a todas sus damas
con Paris la recibía,
la cual hizo tantas cosas
que a penas las contaría
aquel gran poeta Homero
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que de esta guerra escribía;
aunque nada aprovechara
su ardid y valentía,
pues do la fortuna falta
el esfuerzo fallecía.
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Romance de la reina Dido y Eneas
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Por los bosques de Cartago
se salen a montería
la reina Dido y Eneas
con muy gran caballería,
Ana, hermana de la reina,
y Julio Ascanio los guía
a la dehesa de Juno
donde la caza se cría.
Preguntando iba la reina
al niño qué tal venía,
si se le acuerda Troya,
si vio cómo se perdía.
Su padre toma la mano,
de esta manera decía:
«Pues mandáis, reina y señora,
renovar la llaga mía,
ya os conté que a Troya vi
que por mil partes ardía;
vi las doncellas forzadas,
muerta la caballería;
la triste reina troyana
que nadie la socorría;
los sus hijos todos muertos,
Priamo no parecía,
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a la triste Policena
muerta cabe sí tenía;
a Helena que quedó viva
mil veces la maldecía».
Ellos en esto hablando
un ciervo que parecía,
metió la mano a la aljaba
una saeta le tira:
el golpe le dio en soslayo,
el ciervo mucho corría,
espárcense los monteros
síguele quien más podía.
Eneas y Elisa Dido
quedaron sin compañía,
tomárala por la mano
con suspiros le decía:
«Oh reina, cuán mejor fuera
en Troya perder la vida,
los tristes campos de Troya
fueran sepultura mía
con Paris, Troilo y Héctor
fuera la mi compañía.
Oh reina Pantasilea,
flor de la caballería,
más envidia he de tu muerte
que deseo la vida mía».
Estas palabras diciendo
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muchas lágrimas vertía.
La reina le dijo entonces:
«Confortaos por cortesía,
que los muertos sobre tierra
resucitar no podían:
ya es perdida la ciudad
llorar pro no vos ternía».
«Que me escapé de los griegos
y en las tus manos moría
que tu gracia y hermosura
es de mi muerte la guía».
«Pago es de tu atrevimiento
– la reina le respondía –.
Eneas, vete a tus naos
pues sigues esa porfía:
la fe que debo a Siqueo
yo no la quebrantaría».
Ellos en aquesto estando
el cielo se revolvía,
las nubes cubren el sol,
gran oscuridad hacía;
el granizo es muy crecido,
con gran fuerza descendía,
los relámpagos y truenos
grande espanto les ponían.
La reina, con el temor,
del palafrén se caía;
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Eneas bajó tras ella,
con su manto la cubría,
mirando por todas partes
una cueva vio vacía,
tomándola entre sus brazos
dentro de ella la metía.
El aposento es estrecho
que muy juntos los tenía,
mientras la reina en sí torna,
cuán bien se desenvolvía:
apartalle paños de oro,
lo de lino le encogía.
Cuando ella en sí tornó
hallose de amor herida,
ya no tiene qué le dar
que él tomado se lo había.
Echó los brazos a Eneas
de esta suerte le decía:
«Oh, traidor, cuál has tratado
la fama y honra mía
y has hecho a tu voluntad,
y olvidar me has otro día.
Si tal ha de ser, Eneas,
yo misma me mataría».
Eneas, que tal le oyó,
aquesto le respondía:
«No permitan tal los dioses,
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ni os venga tal fantasía,
que antes que yo tal hiciese
mil muertes recibiría».
Salido se han de la cueva
con soberana alegría;
si Eneas va glorioso
ella más leda yacía
y así se van mano a mano
a buscar su compañía;
desque la hubieron hallado
a Cartago se volvían.
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Romance de Horacio
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El gran fundador de Roma,
que Rómulo se decía,
poco tiempo la gozó,
que llegó al fin de su vida.
En la hora de su muerte
en el sol eclipse había;
matáronlo senadores,
aquellos que él hecho había.
Y por dorar su pecado
dicen que subido había
a descansar con los dioses,
que de uno de ellos venía.
En la gran ciudad de Roma
muy gran llanto se hacía.
Viéndose el pueblo sin rey
elegir uno querían:
eligieron a Pompilio,
el que Numa se decía;
con cuarenta años reinados
acabó el fin de su vida.
Tulio Hostilio entró a reinar,
que fue escogido aquel día.
En tiempo de Hostilio Roma
con Albania mal se había
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y así con muy cruel guerra
los campos le destruía.
Los de Albania hacen lo mesmo
en tierra de romanía;
su capitán, que era Mecio,
poníales gran osadía,
mas al fin de entrambas partes
la batalla se pedía.
Hostilio la concedió,
Mecio a Hostilio así decía:
«Cada cual piensa vencer
y llevar la mejoría:
no quieras que tanta gente
muera por nuestra porfía,
pues todos somos parientes
y de una genealogía.
Concluyamos esta guerra
por otra más sana vía:
pon tres hombres de tu parte
yo pondré tres de la mía
y si vencieren los míos
será nuestra el alegría,
quedaremos vencedores,
libres de vuestra porfía;
y si vencieren los tuyos
y fortuna así lo guía,
quedaremos tus vasallos
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mientra durare la vida.
Y para que esto se cumpla
hagamos tal pleitesía
que tengan seguridad
los que hubieren mejoría».
Hostilio, como esto vio,
respondió que le placía
con que fuese la batalla
sin ventaja y demasía,
que los seis fuesen iguales
y nacidos en un día.
Y plugo a Dios que se hallaron
como Hostilio lo pedía,
que tres nacidos de un vientre
en Albania hallado habían:
Curiacios eran llamados
que esta era su nombradía.
Contra estos hubo en Roma
otros tres de aquella guisa,
que eran de un vientre nacidos,
en un día y hora misma
que los otros tres de Albania
por providencia divina.
Las voluntades conformes,
señaláronles el día
el cual, desque fue llegado,
la gente el campo cubría.
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ya salen los tres mancebos
con romana compañía
para meterse en el campo
que aplazado les tenían
cuando ya por la otra parte
los tres albanos venían
con ánimos de varones,
tras sí gran gente traían.
Cuando todos son en campo
unos a otros se miran:
sus armas eran martillos
de que bien herir sabían
y espadas y coseletes
que mucho bien relucían.
Luego llamando a sus dioses
todos oración hacían
y desque hubieron rezado
tres a tres arremetían.
Diéronse tales encuentros
que en las carnes los sentían,
dábanse tan grandes golpes
que herreros parecían,
andaban tan enredados
que apenas se conocían.
Los de Albania a los de Roma
a maltraer los traían,
porque mataron dos de ellos
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y tres al uno seguían.
Desque Horacio se vio solo
mucho más en sí se anima:
con ánimo valeroso
mucho sus fuerzas ponía
en vencer sus enemigos
y así fingió que huía
porque por irle siguiendo
alguno se apartaría.
Acertó en el pensamiento,
que el uno que le seguía
no volvió a sus compañeros,
mas dejó su compañía;
los otros le van siguiendo,
cada uno cual más podía;
pero a poca pieza Horacio
ambos a dos los vencía:
uno a uno los mató
con saber y valentía.
Desque se vio vencedor,
con victoriosa alegría
desnudó a sus enemigos,
que en costumbre se tenía
y echose la ropa al hombro,
que era muy honrada insignia
con la cual por Roma entró,
que todo el pueblo lo vía,
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haciéndola ser señora
de Albania y su señoría.
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Otro romance de la misma historia
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Cuando Horacio en Roma entró,
como el pueblo le seguía,
una su hermana carnal
que desposada tenía
con uno de los vencidos
vio la ropa que traía,
conoció ser de su esposo
las cosas que más quería.
Con ira y saña mortal
estas palabras decía:
«Horacio, hermano cruel,
muerte de la vida mía
¿por qué mataste mi esposo,
mi amor y mi alegría?
Los dioses te den el pago
de tan grande alevosía:
no goces de esta victoria,
con mal se acabe tu vida,
tu alma esté sin reposo
y para siempre perdida».
No pudo Horacio sufrir
maldición de tan gran ira:
arremetió a su hermana
aunque mucho la quería
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y diole tal estocada
que allí la dejó tendida,
diciéndole: «No te pese
de ser Roma guarecida
de la sujeción de Albania
que por mí está sometida».
Horacio fue luego preso
que al rey enojado había;
a muerte fue condenado
como la ley lo decía.
Su padre con triste lloro,
que esfuerzo le fallecía
ante el rey y con grandes voces
aquel hijo le pedía
diciendo que era contento
de la muerte de su hija
y que de los otros muertos
tampoco le desplacía,
por haber muerto por Roma,
su patria y su señoría;
mas que si a aquel le mataba
él se desesperaría
pues no teniendo otro hijo
mal consolar se podía.
Y dijo al rey que mirase
lo que el hijo hecho había
que, pues que libró su patria,
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no le quitasen la vida.
El rey, movido a piedad,
la razón del padre oía
y habiendo lástima de él,
y atento lo que decía,
la pena que era de muerte
en otro la convertía.
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Romance de Aníbal
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Cartago florece en armas,
África muy loca estaba
por Aníbal su caudillo,
que siempre afiló su espada
contra el nombre de romanos,
que muy soberbio estaba.
En los olímpicos fuegos
a Marte sacrificaba
con solemne juramento
de más honra de su patria
de ser cruel enemigo
de aquella gente romana
como lo fuera Amílcar
el padre que lo engendrara.
Y así a las puertas de Roma
llega a romper su lanza
o en fin ponellas Cartago
o el perderse con África
y ayunta muchos navíos
y flétalos para España.
Al dios Neptuno suplica
que no le ensañe las aguas,
Neptuno tiempla sus mares
Eolo no le olvidaba,
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que sus veloces caballos
en su fervor enfrenaba.
Con gentes innumerables
el cartaginés se embarca
por alta mar navegando,
se encomienda mucho a Palas,
al dios Neptuno por puerto
con agonía reclama.
A Venus no la conoce,
no curó de hacelle salva:
la diosa que es vengativa
reciamente lo amenaza.
Y después en un gran llano
su gente le desembarca,
va la vía de Sagunto
que ahora Monvedre se llama;
aunque muy bien se defiende
al fin la tomó por armas.
En Roma por este tiempo
prodigios tristes andaban,
las puertas del templo Jano
de guerra y paz se quemaban.
Aníbal pasa la Francia
para Italia caminara,
el tiempo hace muy frío
en los Alpes de Toscana;
allí perdió mucha gente
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y él no menos peligrara,
que el ojo derecho suyo
en las nieves lo dejara.
Abajados a lo llano
su ejército repara;
con animoso concierto
hacia Roma caminara
y a la puerta principal
llegara a romper su lanza.
Los romanos afrontados
ordenáronle batalla,
en la desdichada Cannas
se dio bien ensangrentada;
allí venció a los romanos
y volviose luego a Capua,
allí desarmó romanos,
aquí amor los desarma:
a quien romanos vencía
mujer embota la espada.
Marte y Venus son discordes
esta vez Venus ganara,
porque bajos pensamientos
Aníbal acivilara.
Los africanos por vicios
hanse penado las armas
y Escipión los desguarnece,
de toda Italia los saca.
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Romance de Escipión
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África estaba llorosa,
el pueblo muy alterado
por Aníbal su caudillo,
que dicen que es ya finado.
Venciéralo Escipión,
ese famoso romano
el cual dicen que venía
para todo sojuzgallo.
Trae mucha gente de guerra,
trae muy lucido campo,
él viene muy orgulloso
en un robusto caballo;
de armas muy relucientes
viene gentilmente armado,
una gruesa lanza lleva
y un lindo hierro dorado,
un escudo ante sus pechos
con el dios Marte pintado
que por dios de las batallas
siempre fue sacrificado.
Las trompetas y atabales
dulcemente van sonando,
sus banderas y estandartes
por el aire revolando:
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en ellas muchas historias,
batallas que habían pasado,
todo muy bien esculpido,
todo muy bien dibujado,
y otras muchas que ganó
en trances que ha sojuzgado.
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Romance de César
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Junto a Lérida está César,
que viene con gran poder
a sojuzgar las Españas,
que las quiere poseer.
Trae tanta gente de guerra
como en Roma pudo haber;
entre ellos hay muchos buenos
y hombres de gran saber,
experimentados en guerra
y en cosas de gran poder.
Vienen asaz muy lozanos
con gran codicia y poder;
piensan ganar muy gran honra
y volver con grande haber.
Ya que están junto al lugar,
comienzan a descoger
los ardides y pertrechos
que hay para tal menester,
ya que asientan el real
y quieren fortalecer
las instancias y lugares
donde se han de defender.
De junto a Lérida salen
dos con muy grande poder
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para defender a César
lo que pensaba hacer:
Afranio y Petreyo son,
dos hombres de gran valer,
en linaje son entrambos
hombres de gran merecer;
son tan fuertes y animosos
que a todos hacen temer.
Estos salen contra César
y allí muestran su poder;
muéstranlo de tal manera
que los hacen retraer
y abajar el orgullo
que traían de defender
su gente y mostrar su esfuerzo
por no haberse de perder.
Mas todo nada les presta
porque lo han a mi ver
con quien Dios muestra sus fuerzas
y en quien muestra su poder
en hacellos tan robustos
y en tanto esfuerzo tener
que solo los dos bastaban
para poder defender
a Lérida y su comarca
sin en ello atrás volver.
En fin hacen como buenos
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de en arrisco se poner
por defender a su patria
y a los suyos defender.
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Romances históricos de tema épico o legendario
Romances históricos de tema
épico o legendario
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Romance del rey don Rodrigo
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Amores trata Rodrigo,
descubierto ha su cuidado,
a la Cava se lo dice
de quien anda enamorado:
«Mira Cava, mira Cava,
mira Cava que te hablo,
darte he yo mi corazón
y estaría a tu mandado».
La Cava, como es discreta,
en burlas la había echado,
respondió muy mesurada
y el gesto muy bajado:
«Como lo dice tu alteza
debe estar de mí burlando,
no me lo mande tu alteza
que perdería gran dictado».
Don Rodrigo le responde
que conceda en lo rogado.
«Que de este reino de España
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puedes hacer a tu mandado».
Ella hincada de rodillas,
él estala enamorando,
sacándole está aradores
de las sus jarifas manos.
Fuese el rey a dormir la siesta,
por la Cava había enviado,
cumplió el rey su voluntad
más por fuerza que por grado,
por lo cual se perdió España
por aquel tan gran pecado.
La malvada de la Cava
a su padre lo ha contado,
don Julián que es traidor
con los moros se ha concertado
que destruyesen a España
por lo haber ansí injuriado.
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Romance de la Cava
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Cartas escribe la Cava,
la Cava las escribía
a ese conde don Julián
que allende residía.
No eran cartas de placer
ni eran cartas de alegría,
sino de tristeza y lloro
para España y su valía.
Lo que en las cartas escribe
de esta manera decía:
«Muy ilustre señor padre,
el mayor que hay en Castilla,
trujístesme a la corte
como hija muy querida
para servir a la reina
y estar en su compañía
con otras hijas de grandes
y dueñas de alta cuna.
Ese gran rey don Rodrigo,
no mirando qué hacía,
enamorose de mis ojos
y de mi gran lozanía.
Muchas veces me lo dijo
con amor y cortesía,
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que mi hermosura y gala
para un rey pertenecía
y que diese yo lugar,
pues en mí estaba su vida,
de cumplir su mal deseo
y su tan loca porfía.
Mas a cuanto él me hablaba
yo jamás le respondía
por ser hija de quien soy
y de castidad ceñida.
No después de muchos días
que esta plática sería,
sin saberlo yo, cuitada,
entró donde yo dormía
y con fuerza muy forzosa
deshonra la honra mía.
Debéis de vengar señor
esta tan gran villanía
y ser Bruto el gran romano,
pues Tarquino él se hacía.
Si no, yo seré Lucrecia,
la que dio fin a su vida.
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Romance del conde don Julián
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Ya se sale de Toledo
el conde don Julián:
él y su hija la Cava
muy mal enojados van.
El conde está muy sañudo,
cuanto no puede ser más:
piensa de vender a España
con falsía y con maldad
porque pague todo el reino
lo que el rey fuera a pecar
en deshonrar a la Cava,
la su hija natural.
Por hacer mejor su hecho
y su traición ordenar
fuérase al rey don Rodrigo,
dice le va a consejar.
Las palabras que le dice
son fundadas en gran mal:
«Rey Rodrigo, rey Rodrigo,
mi buen señor natural,
sé que estáis muy alcanzado
de moneda y de cabal;
vós dais muy grande partido,
no lo habéis menester dar,
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a mucha gente de guerra
que en las fronteras están:
sesenta mil caballeros,
todos comen vuestro pan;
más de cuatro mil castillos
tenedes que sustentar
sin habello menester
ni habello necesidad.
Si tomas, rey, mi consejo
muchos haberes tendrás;
tendrás tantos de tesoros
que en el mundo no haya más.
Mandaréis a los soldados
que se vayan sin tardar
a sus tierras y lugares,
que no le queréis dar más
y también, porque las gentes
no se quieran guerrear,
mandad deshacer las armas
cuantas en el reino hay
y que nadie sea osado
ningunas armas guardar:
y así estaréis sin sosiego
y así viviréis en paz».
Al rey le parece bien,
ansí lo fue a mandar
que nadie de allí en un mes
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pueda más armas tomar
so pena que por traidor
le mandarán ahorcar.
Todos maldicen al rey
y al que el consejo fue a dar,
porque bien ven que no pueden
sino en gran mal redundar.
Mas, como son apremiados,
no podían hacer más:
todos deshacen las armas,
nadie las osa guardar
las espadas hacen sierras
para madera cortar,
los yelmos y los escudos
hacen rejas para arar;
de las otras armas hacen
azadas para cavar,
unas echan en los pozos,
otras lanzan en la mar.
Qué mal consejo que diste
¡oh, maldito Julián!
Maldito fuera aquel día
en que te fuiste a engendrar;
más valiera que en naciendo
te lanzaran en la mar,
que no echaras a perder
a toda la cristiandad.
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Romance de cómo el conde don Julián
vendió a España
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En Ceuta está Julián,
en Ceuta la bien nombrada,
para las partes de allende
quiere enviar embajada.
Moro viejo la escribía
y él la carta notaba;
después de habellas escrito
al moro luego matara.
Embajada de dolor
era para toda España:
las cartas van al rey moro,
en las cuales le juraba
que si le daba aparejo
le dará por suya España.
Madre España, ¡ay de ti!
en el mundo tan nombrada,
de las tres partes del mundo
la mejor y más galana,
donde nace el fino oro
y la plata no faltaba,
dotada de hermosura
y en la nobleza estimada.
Por un perverso traidor
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todas eres abrasada,
todas tus ricas ciudades
con su gente muy lozana
las señorean los moros
por nuestra culpa malvada,
sino fueran las Asturias
por ser la tierra tan brava.
El triste rey don Rodrigo
sale a la campal batalla
el cual, con grave dolor,
enseña su fuerza brava;
mas tantos eran los moros
que vencido han la batalla:
no parece el rey Rodrigo
ni nadie sabe do estaba.
¡Oh, dolor sobremanera
y cosa nunca pensada!
Que por causa de un traidor
España fue sujetada
al gran poder de Mahoma,
cosa fue jamás pensada.
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Romance de la destruición de España
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Cuán triste queda Castilla,
sin ventura, desdichada
después que el rey don Rodrigo
se perdió en la gran batalla.
No quedó bandera enhiesta,
la noble gente asolada,
que el traidor don Julián
con don Horpas se acordaba
en hacer gran traición
a bandera desplegada.
Muy grandes daños se hacen,
cruda cosa es la que pasa,
que a cuantos pueden haber
pasan a filo de espada.
Matan mujeres y niños
que ninguno les quedaba.
Las sin ventura doncellas
cada cual se las forzaba,
muchas reniegan la fe,
cualquier mora se tornaba.
Y lo que más se sintió
y que más pena causaba
era ver cualquier iglesia
de moros vituperada.
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Allí ensalzan a Mahoma
y la su secta malvada,
un martirizar obispos
y otra gente consagrada.
Ver de tanta cristiandad
tanta sangre derramada:
daban gritos y gemidos
cada cual según estaba.
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Romance de la Cava
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Gran llanto hace la Cava
con gran dolor y amargura,
desque vio la perdición
y la crueldad tan dura
y que fue ocasión de ello
la su grande hermosura;
a grandes voces decía:
«¡Oh, mujer de gran locura!
Nunca hubieras nacido
ni se viera tu figura,
pues que tanto mal causaste
y tanta mala ventura.
Todos pasan a cuchillo,
que no queda crïatura;
hasta las monjas sagradas
les vino su desventura.
Tú eres perdición de España,
fuego que todo lo apura;
de ti quedará memoria
para siempre en escritura.
Unos te llamarán diablo,
otros te llamarán diablura,
otros te llamarán demonio,
otros que eras su hechura.
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Yo soy mal aconsejada
y lo hice sin cordura;
¡oh día para mí tan triste,
mucho más que noche oscura!
¡Oh tú, gran rey don Rodrigo,
grande fue tu desventura!
El día que tal hiciste
hubo fin tu gran altura;
asaz pagas con setenas
tu osadía y travesura:
mucha ponzoña gustaste
con muy poquita holgura».
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Romance del rey don Alfonso y del conde
de Saldaña
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Reinando el rey don Alfonso,
el que Casto se decía,
andados diecisiete años
del reinado que tenía,
cuéntase de él en su historia
que este noble rey había
una muy hermosa hermana
que como a sí la quería
llamada doña Jimena,
la cual, mientras él hacía
mil bienes y santas obras
con que mucho a Dios servía,
dicen que se casó a hurto
con el conde Sancho Díaz
que era conde de Saldaña,
de gran linaje y valía.
Hubieron ambos un hijo
el cual Bernaldo se decía
mas, como lo supo el rey,
pesole en gran demasía.
Hizo en León sus cortes
y al conde llamar envía
con dos valerosos condes
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de quien no poco se fía.
El uno es don Arias Godos,
que este renombre tenía,
el otro era don Tibalte
y a los dos el rey decía:
«Diréis al conde que venga
con muy poca compañía».
Pártense los mandaderos,
para Saldaña se iban.
Después de haber recadado
aquello por que ido habían,
todos de consuno juntos
para León se volvían.
Y cuando hubieron llegado
donde el rey los atendía
vio el conde mala señal
en que no lo recibían,
ca solíanlo hacer
cuando a la corte venía.
De esto pesó mucho al conde
por la ruin señal que vía
y luego que supo el rey
que el conde era en la villa
mandó armar sus caballeros,
a todos apercibía;
también dijo a sus monteros
que a su servicio cumplía
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que estuviesen bien guisados
para lo que les mandaría,
y es: «Cuando sea en palacio
venido el conde Sancho Díaz
echad mano todos de él
y prendeldo por tal guisa
que no se vaya ni pueda
soltar por ninguna vía».
Después que guisados fueron
y el conde venido había
no hubo ninguno que hubiese
para prenderle osadía.
Cuando vio el rey que dudaban,
dándoles voces decía:
«Varones, ¿por qué dudáis
que no le prendéis aina?».
Cuando ellos vieron que al rey
de todo en todo placía,
todos juntos de él trabaron
y allí ante el rey le prendían.
Desque el conde se vio preso
dijo con cuita que había:
«Señor, ¿en qué vos erré,
o qué culpa fue la mía
por que me mandas prender?».
Al cual el rey respondía:
«Asaz hicistes, el conde,
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que ya el hecho se sabía
de vós y doña Jimena,
que encubrir no se podía;
por ende os prometo y juro
que en días de vuestra vida
de aquesas torres de Luna
no salgáis tan solo un día».
El conde le dijo entonces
con gran cuita que sentía:
«Mi señor sois, y haredes
lo que más bien os vernía
y pido vós por merced,
pues es tal la dicha mía,
mandéis criar a Bernaldo
que en las Asturias yacía».
Luego le meten en fierros
que el rey así lo quería
y en el castillo de Luna
al conde preso ponían
y a doña Jimena el rey
luego en orden la metía.
Después de haber esto hecho
a las Asturias envía
por Bernaldo su sobrino
y en sus palacios lo cría,
al cual tanto el rey amaba
y tan gran amor había
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como si fuera su hijo
porque ninguno tenía.
El cual, desque fue mancebo,
muy esforzado salía
de gran corazón y seso
e ingenioso a maravilla,
de hermoso cuerpo y cara
que nada le fallecía;
daba muy buenos consejos
a quien menester lo había,
hombre de buena palabra
y de buen donaire y guisa.
Pagábanse mucho de él,
amábanle en demasía
todos los hombres del mundo
que por caso le veían.
Sobre estas buenas maneras
otras dos gracias tenía:
que era gran cabalgador
si en todo el reino lo había,
gran lanzador de tablados
ca mucho bien lo hacía.
Tenía muy buenas armas,
obraba caballería
tan altamente con ellas
que todos temor le habían.
Nunca se halló en batalla
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que de ella bien no salía;
en todo fue muy dichoso,
solo tuvo por desdicha
la larga prisión del padre,
que de ella nada sabía.
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Romance del rey don Alonso
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Andados los años treinta
que reinaba Alfonso el Casto
en la era de ochocientos
y más cuarenta y siete años,
cuenta la historia que el rey,
después que se vio cargado
de canas y grandes días,
en poridad ha enviado
a Carlos sus mensajeros
con su mensaje y mandado,
que era rey de los franceses
y Emperador de Romanos,
que si quisiese venir
con sus gentes a ayudarlo
en las batallas que había
con los moros de su grado,
que le daría su reino
y en él quería renunciallo,
pues no había ningún hijo
a quien pudiese dejallo.
Estaba el Emperador
con los moros ocupado.
ca teniendo con él guerra
el reino le habían entrado.
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Romance de Bernaldo del Carpio
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Hueste saca el rey Orés,
rey de Mérida llamado,
con la gran gente que lleva
va muy soberbio el pagano.
Entrado se ha por la tierra
del rey don Alfonso el Casto,
en llegando a Benavente
cerco a la villa ha asentado.
El Casto rey que lo supo
muy buena gente ha juntado
y luego fue sobre el moro
donde con él ha lidiado.
La batalla fue muy cruda,
sangrienta de cada cabo,
por donde Bernaldo andaba
los suyos ganaban campo;
mas los moros que eran muchos
al rey tenían cercado;
si no llegara Bernaldo
mal lo hubieran llagado,
empero como llegó
luego al rey ha descercado.
Entonces le dijo el rey
que le demandase algo,
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que su palabra le daba
de dárselo de buen grado.
Pidió Bernardo a su padre,
el buen rey se lo ha otorgado;
Bernaldo con el placer
por los moros se ha lanzado
y tantos mataba de ellos
que era espanto de mirallo.
Aquí fue el rey Orés muerto
y todo el campo robado,
muchos moros le mataron
y muchos le han cautivado.
Cogiendo el rey el despojo
se volvió rico y honrado,
empero desde ha mucho
un moro se ha levantado
que era rey de Badajoz,
por nombre Alzamán llamado.
Aqueste cercó a Zamora
mas empero a su daño
que habiéndolo el rey sabido
muy bien se hubo apoderado;
así, yendo luego sobre él,
muy brava lid han trabado.
Los moros que muchos eran
mantenían bien el campo,
tanto que una parte de ellos
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al rey han mal afrentado,
que aunque bien se defendía
con el espada en la mano,
según los que le herían
pudiera haber peligrado
si por Bernaldo no fuera,
que llegó por aquel lado,
que haciendo maravillas
desbarató los paganos,
sacando al rey de peligro
en que lo había hallado,
siendo muchos moros muertos
y el campo desbaratado
y muerto el rey Alzamán
después del trance pasado,
fueron siguiendo el alcance
de los que el campo han dejado,
do mataron tantos de ellos
que pocos han escapado.
Aquí también quedó el rey
de dar su padre a Bernaldo,
pero nunca se lo dio
ca no era tal su hado.
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Romance de Bernaldo del Carpio
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Las cartas y mensajeros
del rey a Bernaldo van,
que vaya luego a las cortes
para con él negociar.
No quiso ir allá Bernaldo,
que mal recelado se ha:
las cartas echó en el fuego
los suyos manda juntar.
Desque los tuvo juntados
comenzoles de hablar:
«Cuatrocientos sois los míos,
los que coméis el mi pan;
nunca fuisteis repartidos,
agora os repartirán.
En el Carpio queden ciento
para el castillo guardar
y ciento por los caminos,
que a nadie dejéis pasar;
doscientos iréis comigo
para con el rey hablar:
si mala me la dijere
peor se la entiendo tornar».
Con esto luego se parte,
y comienza a caminar,
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por sus jornadas contadas
llega donde el rey está.
De los doscientos que lleva
los ciento mandó quedar
para que tengan segura
la puerta de la ciudad;
con los ciento que le quedan
se va al palacio real:
cincuenta deja a la puerta
que a nadie dejen pasar;
treinta deja a la escalera
por el subir y el bajar;
con solamente los veinte
a hablar con el rey se va.
A la entrada de una sala
con él se vino a topar:
allí le pidió la mano
mas no se la quiso dar.
«Dios vos mantenga, buen rey,
y a los que con vós están.
Decí a qué me habéis llamado
o qué me queréis mandar
las tierras que vós me distes
porque me las queréis quitar».
El rey, como está enojado,
aún no le quiere mirar;
a cabo de una gran pieza
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la cabeza fuera a alzar:
«Bernaldo, mal seas venido
traidor, hijo de mal padre,
dite yo el Carpio en tenencia
tomástelo en heredad».
«Mentides, buen rey, mentides,
que no decides verdad
que nunca yo fui traidor
ni lo hubo en mi linaje.
Acordárseos debiera
de aquella del Romeral,
cuando gentes extranjeras
a vós querían matar.
Matáronvos el caballo
a pie vos vide yo andar.
Bernaldo, como traidor,
el suyo vos fuera a dar;
con una lanza y adarga
ante vós fue a pelear.
Allí maté a dos hermanos,
ambos hijos de mi padre,
que obispos ni arzobispos
no me quieren perdonar.
El Carpio entonces me distes
sin vos lo yo demandar».
«Nunca yo tal te mandé
ni lo tuve en voluntad:
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prendeldo, mis caballeros,
que atrevido se me ha».
Todos le estaban mirando
nadie se le osa llegar;
revolviendo el manto al brazo
la espada fuera a sacar:
«Aquí, aquí, los mis doscientos,
los que coméis el mi pan,
que hoy es venido el día
que honra habéis de ganar».
El rey, como aquesto vido,
procurole de amansar:
«Malas mañas has, sobrino,
no las puedes olvidar:
lo que hombre te dice en burla
a veras lo quieres tomar.
Si lo tienes en tenencia
yo te lo do en heredad
y si fuere menester
yo te lo iré a segurar».
Bernaldo, que esto le oyera,
esta respuesta le da:
«El castillo está por mí,
nadie me lo puede dar.
Quien quitar me lo quisiere
procurar le he de guardar».
El rey, que le vio tan bravo,
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dijo por le contentar:
«Bernaldo, tente en buen hora,
con tal que tengamos paz».
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Romance del conde Fernán González
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El conde Fernán González
cabe la villa de Lara
mientra la gente se junta
sálese a buscar la caza
dentro en los robles del monte.
Un puerco se levantara,
tras él arremete el conde,
de los suyos se alejaba,
como el puerco corre mucho
el conde le va de zaga.
En la mayor espesura
con una ermita topara,
cubierta estaba de yedra,
de muy gran tiempo olvidada.
Por una pequeña puerta
el puerco dentro se entraba;
no puede el conde seguirlo
que el caballo le estorbaba:
era tan espeso el monte
que apenas se meneaba.
Saltando el conde en el suelo
metió mano en la espada,
revolvió su manto al brazo,
dentro en la ermita se entraba,
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mas el puerco se acoge
cabe un altar que allí estaba;
no quiso el conde herirlo
mas de hinojos se hincaba.
Estando oración haciendo,
un monje viejo asomaba
con un rosario en la mano
y una vestidura blanca:
la barba tiene crecida,
pelada tiene la calva
descalzos lleva los pies
y arrimado a una cayada,
palabras que al conde dice
pena le dan en el alma:
«Buen conde Fernán González
el rey Almanzor te aguarda:
déjate de montear
vete a darle la batalla,
que será muy bien herida
mucha sangre derramada;
ciento trae para uno,
Dios sea, conde, en tu guarda.
Lo que en ella te viniere
sonará por toda España;
solo te sabré decir
que es mucha tu buena andanza.
Una señal verás, conde,
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que te temblará la barba;
sabe que tus caballeros
desmayarán en mirarla.
Dos veces has de ser preso,
tu muger llamarse ha Sancha.
Vete buen conde a los tuyos,
que por ti lloran en Lara:
si bien vinieren tus hechos
acuérdate de esta casa».
El conde, que al monje escucha,
no le responde palabra
mas, despidiéndose de él,
a los suyos se tornaba.
Recíbenlo alegremente,
mételos en ordenanza
y allega el rey Almanzor
para darle la batalla.
El conde cuenta su gente,
muy poco número halla;
poniéndola en un tropel
a los moros esperaba
cuando un caballero suyo
delante todos pasaba
arremetiendo el caballo
en ristre pone la lanza,
corriendo va por el campo
ambas huestes lo miraban.
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La tierra se abrió con él
y dentro de sí lo traga:
luego se tornó a juntar
como si nada pasara.
De que esto el buen conde vido
sus caballeros miraba:
todos los vio desmayados
el más fuerte flaco estaba.
El conde que los vio así
de esta manera les habla:
«Caballeros castellanos,
¿Cómo el corazón se os falta
por un agüero como este?
Vergüenza es ver que os desmayáis:
pues la tierra no nos sufre
¿quién nos sufrirá en batalla?
A ellos, amigos míos,
ninguno no se nos vaya».
Da de espuelas al caballo,
entre los moros se lanza,
tanto hizo con los suyos
que vencedores quedaban;
en el despojo del campo
muchos tesoros hallaban.
Su parte dio el conde al monje
para que una iglesia hagan
la cual se hizo después,
que fue San Pedro de Arlanza.
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Otro romance del conde Fernán González
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Preso está Fernán González
el buen conde castellano,
prendiolo el rey don Ordóñez
porque no le ha tributado.
En una torre en León
le tienen a buen recaudo;
rogaban por él al rey
muchas personas de estado
y también por él rogaba
el monje fray Pelayo,
mas el rey, con grande enojo,
nunca quisiera soltallo.
Sabiéndolo la condesa
determina ir a sacallo;
cabalgando de una mula
como siempre lo ha usado
consigo lleva a dos dueñas
y dos escuderos ancianos;
lleva en su retaguardia
trescientos hijosdalgo
armados de todas armas
cada uno buen caballo;
todos llevan hecho voto
de morir en demandarlo
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y de no volver a Burgos
hasta morir o librarlo.
Caminan para León
contino por despoblado
mas cerca de la ciudad
en un monte se han entrado;
la condesa, como es sabia,
mandó ensillar un caballo
y mandole a un escudero
que al conde quede aguardando
y que, en siendo salido,
se lo dé y le ponga en salvo.
La condesa con las dueñas
en la ciudad se ha entrado;
como viene de camino
vase derecha al palacio.
Así como el rey la vido
a ella se ha levantado:
«¿A dónde bueno, condesa?»
«Señor, voy a Santiago
y víneme por aquí
para besaros las manos.
Suplícoos me deis licencia
para al conde visitare».
«Que me place – dijo el rey –
pláceme de voluntade:
llévenla luego a la torre
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donde el conde preso está».
Por amor de la condesa
las prisiones quitado le han;
desde a rato que llegó
la condesa le fue a hablar:
«Levantaos luego, señor,
no es tiempo de echado estar
y vestíos estas mis ropas
y tocaos vos mis tocados
y junto con esas dueñas
os salí acompañado,
y en saliendo que salgáis
hallaréis vuestro caballo;
iros heis para el monte
do está la gente aguardando:
yo me quedaré aquí
hasta ver vuestro mandado».
Al conde le pareció
que era bien aconsejado:
vístese las ropas de ella,
largas tocas se ha tocado.
Las dueñas son avisadas,
a las guardas han llamado;
las guardas estaban prestas,
quitan de presto el candado;
salen las guardas y el conde,
nadie los había mirado.
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Dijo una dueña a las guardas
que la andaban rodeando:
«Por tener larga jornada
hemos madrugado tanto».
Y así partieron de ellas
sin sospecha ni cuidado.
Luego que fuera salieron
halló el conde su caballo,
el cual tomó su camino
para el monte señalado.
Las dueñas y el escudero
hasta el día han aguardado;
subido se han a la torre
do la condesa ha quedado.
Las guardas, desque las vieron,
mucho se han maravillado:
«Decí: ¿a qué subís, señoras?
¿háseos acá olvidado algo?»
«Abrí, veréis lo que queda,
porque llevemos recaudo».
Como las guardas abrieron
a la condesa han hallado.
Como la condesa vido
que las dueñas han tornado:
«Id, decid al señor rey
que aquí estoy a su mandado:
que haga en mí la justicia,
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que el conde ya está librado».
Como aquesto supo el rey
hallose muy espantado:
tuvo en mucho a la condesa
saber hacer tal engaño.
Luego la manda sacar
y dalle todo recaudo
y enviola luego al conde,
muchos la han acompañado.
El conde, desque la vido,
holgose en extremo grado;
enviado ha a decir al rey
que, pues tan bien lo ha mirado,
que le mandase pagar
lo del azor y el caballo,
si no que lo pediría
con la espada en la mano.
Todo por el rey es sabido,
su consejo ha tomado;
sumaba tanto la paga
que no pudo numerallo.
Así que, todo bien visto,
fue por el rey acordado
de le soltar el tributo
que el conde le era obligado:
de esta manera el buen conde
a Castilla ha libertado.
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Romance de don Rodrigo de Lara
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Ay Dios, qué buen caballero
fue don Rodrigo de Lara,
que mató cinco mil moros
con trescientos que llevaba.
Si aqueste muriera entonces,
qué gran fama que dejara:
no matara a sus sobrinos,
los Siete Infantes de Lara,
ni vendiera sus cabezas
al moro que las llevaba.
Ya se trataban sus bodas
con la linda doña Lambra;
las bodas se hacen en Burgos,
las tornabodas en Salas.
Las bodas y tornabodas
duraron siete semanas:
las bodas fueron muy buenas
mas las tornabodas malas.
Ya convidan por Castilla,
por Castilla y por Navarra:
tanta viene de la gente
que no hallaban posadas
y aún faltan por venir
los Siete Infantes de Lara.
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Helos, helos por do vienen
por aquella vega llana;
sálelos a recibir
la su madre doña Sancha:
«Bien vengades, los mis hijos,
buena sea vuestra llegada».
«Norabuena estéis señora
nuestra madre doña Sancha».
Ellos le besan las manos,
ella a ellos en la cara:
«Huelgo de veros a todos,
que ninguno no faltaba,
y más a vós, Gonzalvico,
porque a vós mucho amaba.
Tornad a cabalgar, hijos,
y tomedes vuestras armas
y allá iréis a posar
al barrio de Cantarranas.
Por Dios os ruego, mis hijos,
no salgáis de las posadas
porque en semejantes fiestas
se urden buenas lanzadas».
Ya cabalgan los Infantes
y se van a sus posadas;
hallaron las mesas puestas
y viandas aparejadas.
Después que hubieron comido
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pidieron juego de tablas
sino fuera Gonzalvico,
que su caballo demanda.
Muy bien puesto en la silla
se sale para la plaza
y halló a don Rodrigo
que a una torre tira varas:
con una fuerza crecida
a la otra parte pasa.
Gonzalvico que esto viera
las suyas también tirara;
las suyas pesan muy mucho
a lo alto no llegaban.
Cuando esto vio doña Lambra
de esta manera hablara:
«Adamad, dueñas, amad
cada cual de buena gana,
que más vale un caballero
que cuatro de los de Salas».
Cuando esto oyó doña Sancha,
respondió muy enojada:
«Callédesvos, doña Lambra,
no digáis la tal palabra:
si los Infantes lo saben,
ante ti lo mataran».
«Callases tú, doña Sancha,
que tienes por qué callar,
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que pariste siete hijos
como puerca en muladar».
Gonzalvico que esto oyera
esta respuesta le da:
«Yo te cortaré las faldas
por vergonzoso lugar;
por cima de las rodillas
un palmo y mucho más».
Al llanto de doña Lambra
don Rodrigo fue a llegar:
«¿Qué es aquesto, doña Lambra?
¿Quién te ha quesido enojar?
Si me lo dices, yo entiendo
de te lo muy bien vengar,
porque a dueña tal cual vós
todos la deben honrar».
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Otro romance
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Saliendo de Canicosa
por el val de Arabiana
donde don Rodrigo espera
los hijos de la su hermana,
por campo de Palomares
vio venir muy gran compaña,
muchas armas reluciendo,
mucha adarga bien labrada,
mucho caballo ligero,
mucha lanza relumbraba,
mucho estandarte y bandera
por los aires revolaba;
la seña que viene en ellas
es media luna cortada,
Alá traen por apellido
a Mahoma a voces llaman;
tan altos daban los gritos
que los campos resonaban,
lo que las voces decían
grande mal significaban:
«¡Mueran, mueran – van diciendo –
los Siete Infantes de Lara!
Venguemos a don Rodrigo,
pues que tiene de ellos saña».
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Allí está Nuño Salido
el ayo que los criara,
como ve la gran morisma
de esta manera les habla:
«Oh, los mis amados hijos
quién vivo no se hallara
por no ver tan gran dolor
como agora se esperaba.
Si no os hubiera criado,
no sintiera tanta rabia,
mas quiéroos tanto, mis hijos,
que se me arrancaba el alma.
Ciertamente nuestra muerte
está bien aparejada:
no podemos escapar
de tanta gente pagana.
Vendamos bien nuestros cuerpos
y miremos por las almas:
peleemos como buenos,
las muertes queden vengadas;
ya que lleven nuestras vidas,
que las dejen bien pagadas.
No nos pese de la muerte
pues va tan bien empleada,
pues morimos todos juntos
como buenos en batalla».
Como los moros se acercan
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a cada uno por sí abraza;
cuando llega a Gonzalvico
en la cara le besara:
«Hijo Gonzalo González,
de lo que más me pesaba
es de lo que sentirá
vuestra madre doña Sancha:
érades su claro espejo,
más que a todos os amaba».
En esto los moros llegan,
traban con ellos batalla;
los Infantes los reciben
con sus adargas y lanzas.
«¡Santïago, Santïago!»
a grandes voces llaman,
matan infinitos moros
mas todos allí quedaran.
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Otro romance consecutivo
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Pártese el moro Alicante
víspera de San Cebrián,
ocho cabezas llevaba
todas de hombres de alta sangre.
Sábelo el rey Almanzor,
a recibírselo sale,
aunque perdió muchos moros
piensa en esto bien ganare.
Manda hacer un tablado
para mejor las mirare;
mandó traer un cristiano
que estaba en cautividade.
Como ante sí lo trujeron
empezole de hablare;
díjole: «Gonzalo Gustos,
mira quien conocerás,
que lidiaron mis poderes
en el campo de Almenare».
Sacaron ocho cabezas,
todas son de gran linaje.
Respondió Gonzalo Gustos:
«Presto os diré la verdade»,
y limpiándoles la sangre
asaz se fuera a turbar.
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Dijo llorando agramente:
«Conózcolas, por mi mal:
la una es de mi carillo,
las otras me duelen más;
de los Infantes de Lara
son, mis hijos naturales».
Así razona con ellos
como si vivos hablasen:
«Dios os salve, el mi compadre,
el mi amigo leal:
¿adónde son los mis hijos
que yo os quise encomendar?
Muerto sois como buen hombre,
como hombre de fiar».
Tomara otra cabeza
del hijo mayor de edad:
«Salveos Dios, Diego González,
hombre de muy gran bondad,
del conde Fernán González
alférez, el principal:
a vós amaba yo mucho,
que me habíades de heredar».
Alimpiándola con lágrimas
volviérala a su lugar.
Y toma la del segundo,
Martín Gómez que llamaban:
«Dios os perdone el mi hijo,
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hijo que mucho preciaba:
jugador era de tablas
el mejor de toda España;
mesurado caballero,
muy buen hablador en plaza».
Y, dejándola, llorando
la del tercero tomaba:
«Hijo Suero Gustos,
todo el mundo os estimaba:
el rey os tuviera en mucho
solo para la su caza;
gran caballero esforzado,
muy buen bracero, a ventaja,
Ruy Gómez vuestro tío
estas bodas ordenara».
Y, tomando la del cuarto,
lasamente la miraba:
«Oh, hijo Fernán González,
nombre del mejor de España,
del buen conde de Castilla
aquel que vos bautizara,
matador de puerco espín,
amigo de gran compaña:
nunca con gente de poco
os vieran en alianza».
Tomó la de Ruy Gómez,
de corazón la abrazaba:
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«Hijo mío, hijo mío,
¿quién como vós se hallara?
nunca le oyeran mentira,
nunca por oro ni plata;
animoso, buen guerrero,
muy gran heridor de espada:
que a quien dábades de lleno
tullido o muerto quedaba».
Tomando la del menor
el dolor se le doblara:
«Hijo Gonzalo González,
los ojos de doña Sancha:
¿qué nuevas irán a ella
que a vós más que a todos ama?
Tan apuesto de persona,
decidor bueno entre damas;
repartidor en su haber,
aventajado en la lanza:
mejor fuera la mi muerte
que ver tan triste jornada».
Al duelo que el viejo hace
toda Córdoba lloraba;
el rey Almanzor, cuidoso,
consigo se lo llevaba
y mandó a una morica
lo sirviese muy de gana.
Esta le torna en prisiones
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y con hambre le curaba:
hermana era del rey,
doncella moza y lozana.
Con esta Gonzalo Gustos
vino a perder su saña,
que de ella le nació un hijo
que a los hermanos vengara.
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Romance del infante don García
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Libre era ya Castilla
y en ella infantes había;
hincaba por heredero
ese infante don García.
Con la infanta de León
casamiento se hacía,
ricas bodas se aparejan
en León un cierto día:
allá se iba el infante
que de nadie se temía.
Los hijos del conde Vela,
que él desterrado había,
armada tienen traición,
conciertan alevosía.
El infante anda de fiestas
de sí cura no había;
estando un día holgando
fingen una gran rencilla:
prendido han al infante
donde su esposa lo vía.
La infanta, con grande enojo,
tales palabras decía:
«Alevosos sois, los condes,
sin virtud ni cortesía
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en prender vuestro señor
que por suyos vos tenía».
Los traidores, con enojo,
a la infanta mal traían:
danle una gran bofetada
en su hermosa mejilla;
palabras muy injuriosas
les hablaba don García.
Los traidores viendo aquesto
tal respuesta le decían:
«Preso estáis agora, infante,
aquí acabaréis la vida».
Con ira se van a él,
danle una mortal herida.
Por la muerte del señor
huérfana queda Castilla;
aquese Fernando el Casto
a gobernalla venía,
a la misma viuda infanta
por esposa se la había:
«No me besarás, Fernando
ni yo a ti llegaría,
si tú no me la vengases
la muerte de don García.
Matáronmelo traidores
sin me catar cortesía.
Fernando, si tú me vengas,
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yo más que a mí te querría».
«Pláceme – dijo – señora
y yo así os lo prometía».
Partido se ha de León
y fuese para Castilla,
juntando sus caballeros
a buscar los condes iba.
Allá los fuera a hallar
en los montes do yacían
donde, prendiéndolos luego,
a Carrión los traían,
adonde públicamente
justicia de ellos hacían.
Después que aquesto fue hecho
a su esposa se volvía,
la cual viéndose vengada
mucho bien lo recibía.
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Romance de cómo un hijo del rey don Sancho acusó de alevosía a la reina su madre
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Un hijo del rey don Sancho
que se llama don García
pidió a su madre un caballo
que el rey en mucho tenía.
La reina, con buen consejo,
dijo que no le placía;
don García, muy sañudo,
a su hermano lo decía:
«Acusemos a la reina
que al rey hace alevosía
con un camarero suyo,
por quien tan mal nos quería».
Don Fernando fue contento,
fuese al rey con don García,
dijeron cómo la reina
le hacía alevosía
con un camarero suyo
por quien ella se regía
y que ellos mantendrían este
porque la verdad decían.
El rey oyendo sus hijos
por cierto dado lo había;
luego los tomaron presos
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y en prisiones los ponía,
a la reina por su parte
y al camarero en la cija
por si habría caballero
que tomase esta conquista,
que defendiese a la reina
si algún derecho tenía.
Mas no hubo caballero
que aventurase su vida
ni pusiese su persona
contra la de don García.
Venido el día del plazo,
la reina sacan vestida
con luengas ropas de luto,
muy gran fuego le hacían.
Lloran dueñas y doncellas
cuantos en la corte había
maldiciendo a los infantes
que a su madre en tal ponían.
Puesta ya en el cadahalso
un caballero venía
el cual era don Ramiro,
mozo de gran osadía,
hijo bastardo del rey,
virtuoso a maravilla.
Este retó a los infantes
y les dijo que mentían,
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que la reina era leal
y así lo defendería.
A grandes voces los llama,
que vengan a la conquista
el uno o los dos juntos
porque en nada los tenía
porque en ser ellos traidores
gran ánimo le ponía,
y que así tiene esperanza
de vencer en aquel día
o se desdirán en campo
de maldad tan conocida.
Cuando los infantes vieron
lo que el caballero decía
(que habían dicho maldad
de quien culpa no tenía)
demandaron tiempo al rey
de lo que responderían.
Fuéronse a un monasterio
de monjes de santa vida,
descubrieron su maldad
diciendo que ellos mentían
y que la reina era buena
y que perdón le pedían.
Cuando lo supiera el rey,
tomó muy gran alegría
que amaba mucho a la reina
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y en extremo la quería:
mandola luego traer
con mucha caballería.
Quiso saber luego el rey
qué caballero sería
el que defendió la reina
de tan gran alevosía
como le habían levantado
don Fernando y don García.
Don Ramiro se descubre,
que nadie le conocía,
pues como venía armado
no sabían quién sería.
Besó las manos al rey
y a la reina se arrodilla,
al rey habló en alta voz:
«Oiga vuestra señoría
hijos que deshonran su padre
ved qué penas merecían
y al buen hijo que le honraba
cuánto el padre le debía».
Respondió luego la reina,
de esta manera decía:
«Desheredo yo mis hijos
de aquello que dar podía
y heredo a don Ramiro
de aquello que merecía,
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que hijo más verdadero
reparó la honra mía:
doyle el reino de Aragón
para después de mi vida».
Luego el rey hizo lo mismo
porque muy bien le quería.
Así fue rey don Ramiro
por su bondad y valía
de los reinos de Aragón
donde mucho lo querían.
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Romance del rey don Sancho de Castilla
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Rey don Sancho, rey don Sancho,
ya que te apuntan las barbas,
quien te las vido nacer
no te las verá logradas.
Aquestos tiempos andando,
unas cortes ordenara
y por todas las sus tierras
enviaba las sus cartas:
las unas iban de ruego
las otras iban con saña;
a unos ruega que vengan
a otros amenazaba.
Ya que todos son llegados
de esta suerte les hablara:
«Ya sabéis, los mis vasallos,
cuando mi padre finara
cómo repartió sus tierras
a quien bien se le antojara:
las unas dio a doña Elvira,
las otras a doña Urraca,
las otras a mis hermanos.
Todas estas eran mías
porque yo las heredaba;
ya que yo se las quitase
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ningún agravio aquí usaba,
porque quitar lo que es mío
a nadie en esto dañaba».
Todos miraban al Cid
por ver si se levantaba
para que responda al rey
lo que en esto le agradaba.
El Cid, que ve que le miran,
de esta suerte al rey habla:
«Ya sabéis, rey mi señor,
como cuando el rey finara
hizo hacer juramento
a cuantos allí se hallaban
que ninguno de nosotros
fuese contra lo que él manda
y que ninguno quitase
a quien él sus tierras daba.
Todos dijimos: «Amén»,
ninguno lo rehusara,
pues ir contra el juramento
no hallo ley que lo manda.
Mas si vós queréis, señor,
hacer lo que os agradaba
nós no podemos dejar
de obedecer vuestra manda.
Mas nunca se logran hijos
que al padre quiebran palabra
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ni tampoco tuvo dicha
en cosa que se ocupaba.
Nunca Dios le hizo merced
ni es razón que se la haga.
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Romance de los reyes don Sancho de Castilla y don Alonso de León
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Entre dos reyes cristianos
hay muy grande división,
don Sancho rey de Castilla
y don Alonso de León.
Don Sancho dice que el reino
le viene por sucesión;
don Alonso le defiende
y estase en la posesión.
No les pueden poner treguas
cuantos en la corte son,
perlados ni ricos hombres,
ni monjes de religión.
El hecho se pone en armas
y con esta condición:
que el reino pierda el vencido
sin haber más redención.
Ya juntadas las batallas,
ya trabada es la cuestión,
juntáronse en las vegas,
en las vegas de Carrión.
Los leoneses pelean
como hombres de razón;
los castellanos van malos,
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venido han en perdición.
Todos iban de huida
sin ninguna ordenación.
Don Alonso es piadoso
de su misma inclinación,
no quiso seguir l’alcance
movido de compasión.
Ellos en aquesto estando
asomado había un pendón,
todo de seda bermeja
y de oro la guarnición,
una cruz en medio verde
que traía por devoción;
castellanos eran todos,
castellanos de nación:
el Cid y toda su gente
era aquella guarnición
que no se halló en la batalla
porque tuvo ocupación.
Don Sancho, desque lo vido,
tomado ha consolación:
dan sobre los leoneses
que están sin avisación;
prendieran al rey don Sancho,
metido le han en prisión.
Llevándolo ansí preso
llegó el Cid a la sazón,
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habló como caballero
muy allegado a razón:
«Escuchadme, caballeros,
sea esta la conclusión:
dadnos nuestro rey vosotros
y con buena bendición
y vos daremos el vuestro
luego, sin más dilación».
Los leoneses no quisieron
con grande orgullo y presunción
temiendo su rey ser muerto
y que aquello era traición.
Entonces el Cid en ellos
hizo grande destruición:
a su rey ha delibrado
y a ellos puso en confusión;
preso llevan al rey don Alonso
que era verle compasión,
metido lo han en grillos
sin más consideración.
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Romance de Zamora
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Junto al muro de Zamora
vide un caballero erguido,
armado de todas piezas
sobre un caballo morcillo
a grandes voces diciendo:
«Vélese bien el castillo,
que al que hallare velando
ayudarle he con mi grito
y al que hallare durmiendo
echarle he de arriba vivo,
pues por la honra de Zamora
yo soy llamado y venido.
Si hubiere algún caballero,
salga a hacer armas conmigo
con tal que no fuese el Cid,
ni Bermúdez su sobrino».
Las palabras que decía
el buen Cid las ha oído:
«¿Quién es ese caballero
que hace el tal desafío?»
«Ortuño me llamo, Cid,
Ortuño es mi apellido».
«Acordársete debría, Ortuño,
de la pasada del río,
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cuando yo vencí a los moros
y Babieca iba conmigo:
en aquestos tiempos tales
no eras tan atrevido».
Ortuño, de que esto oyera,
de esta suerte ha respondido:
«Estonces era novel,
agora soy más crecido
y usando, buen Cid, las armas,
me he hecho tan atrevido.
Mas no desafío yo a ti
ni a Bermúdez tu sobrino,
porque os tengo por señores
y me tenéis por amigo.
Mas si hay otro caballero,
que salga a hacer armas conmigo,
que aquí en el campo lo espero
con mis armas y rocino.
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Romance de Diego Ordóñez
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Riberas de Duero arriba
cabalgan dos zamoranos
en caballos alazanes
ricamente enjaezados;
fuertes armas traen secretas
y encima sus ricos mantos
con sendas lanzas y adargas
como hombres enemistados.
A grandes voces oímos
estándonos desarmando
si habría dos, para dos
caballeros zamoranos,
que quisiesen tomar lid
con otros dos castellanos.
Y los que las voces daban
padre e hijo son entrambos:
padre e hijo eran los hombres,
padre e hijo los caballos.
Dicen que es don Diego Ordóñez
y su hijo don Hernando,
aquel que retó a Zamora
por muerte del rey don Sancho
cuando el traidor de Vellido
le mató con un venablo.
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Y aún al pasar de la puente
padre e hijo van hablando:
«No sé si oísteis, hijo,
las damas que están mirando».
«Bien las oí yo, señor,
lo que quedan razonando,
que las ancianas decían:
«Oh, qué viejo tan honrado»,
y las doncellas decían:
“Oh, qué mozo tan lozano”».
Palabras de gran soberbia
son las que ellos van hablando:
que si caso se ofreciese
y hubiese ruido en campo
que se matarían con tres
y se matarían con cuatro
y si cinco les saliesen
que no les huirían el campo,
con tal de que no fuesen primos
ni menos fuesen hermanos
ni de las tiendas del Cid
ni de sus paniaguados;
de la casa de los Arias
salgan seis más esforzados.
No falta quien los ha oído
lo que ellos van razonando:
Oído lo ha Gonzalo Arias,
hijo de Arias Gonzalo.
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Siete caballeros vienen,
todos siete bien armados,
cubiertos de sus escudos
las lanzas van blandeando
y traen por apellido
a San Jorge y Santiago.
«¡Mueran, mueran los traidores!
¡Mueran y dejen el campo!».
A recibírselos sale
don Ordoño y don Hernando,
a los primeros encuentros
don Ordoño mató cuatro,
don Hernando mató dos
y el otro les huyó el campo;
por aquel que se les iba
las barbas se están mesando.
Preguntara el padre al hijo:
«Di, hijo, si estás llagado».
«Eso os pregunto, señor,
que yo no estoy sino sano».
«Siempre lo tuvistes, hijo:
mozo y flojo en el caballo,
cuando habéis de cabalgar
cabalgáis trasero y largo.
Yo, viejo de los sesenta,
a mis pies he muerto cuatro;
vós, mozo de veinticinco,
matáis dos, váseos un gato».
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Romance del Cid Ruy Díaz
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Por el Val de las Estacas
el buen Cid pasado había
a la mano izquierda deja
la villa de Constantina,
en su caballo Babieca
muy gruesa lanza traía:
va buscando al moro Abdalla,
que enojado le tenía.
Travesando un antepecho
y por una cuesta arriba
dábale el sol en las armas,
¡oh cuán bien que parecía!
Vido ir al moro Abdalla
por un llano que allí había,
armado de fuertes armas,
muy ricas ropas traía.
Dábale voces el Cid,
de esta manera decía:
«Espéresme, moro Abdalla,
¡no muestres tu cobardía!».
A las voces que el Cid daba
el moro le respondía:
«Muchos tiempos ha, el Cid,
que esperaba yo este día,
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porque no hay hombre nacido
de quien yo me escondería,
porque desde mi niñez
siempre hui de cobardía».
«Alabarte, moro Abdalla,
poco te aprovecharía:
mas si eres cual tú hablas
en esfuerzo y valentía,
a tiempo eres venido,
que menester te sería».
Estas palabras diciendo
contra el moro arremetía,
encontrole con la lanza
y en el suelo lo derriba:
cortárale la cabeza
sin le hacer cortesía.
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Romance de los condes de Carrión
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Yo me estando en Valencia,
en Valencia la mayor,
buen rey, vi yo vuestra seña
y vuestro honrado pendón.
Saliera yo a recibirle
como vasallo a señor;
enviástesme una carta
con un vuestro embajador
que diese yo las mis hijas
a los condes de Carrión;
no quería Jimena Gómez
la madre que las parió
por cumplir vuestro mandado
atorgáraselas yo.
Treinta días duran las bodas
treinta días, que más no
y un día estando comiendo
soltárase un león;
los condes eran cobardes,
luego piensan la traición;
pidiéranme las mis hijas
para volver a Carrión;
como eran sus mujeres
entregáraselas yo.
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¡Ay en medio del camino
cuán mal paradas que son!
Hallolas un caballero
dele Dios el gualardón,
a la una dio su manto
y a la otra su ropón;
hallolas tan mal paradas
que de ellas hubo compasión:
si el escudero quisiera
los condes cornudos son».
Allí respondieran lo condes
una muy mala razón:
«Mentides el Cid, mentides
que no éramos traidores».
Levantose Pero Bermúdez
el que las damas crio
y al conde que esto hablara
diole un grande bofetón.
Allí hablara el rey
y dijera esta razón:
«Afuera, Pero Bermúdez,
no me revolváis cuestión».
«Otórganos campo rey,
otórganosolo señor,
que con muy gran dolor vive
la madre que las parió».
Ya les otorgaba el campo,
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ya les partían el sol:
por el Cid va Nuño Gustos,
hombre de muy gran valor,
con él va Pero Bermúdez
para ser su guardador.
Los condes como lo vieron
no consienten campo no;
allí hablara el buen rey
bien oiréis lo que habló:
«Si no otorgáis el campo,
yo haré justicia hoy».
Allí hablara un criado
de los condes de Carrión:
«Ellos otorgan el campo
mañana en saliendo el sol».
Allí hablara el buen Cid,
bien oiréis lo que habló:
«Si quieren uno a uno
o si quieren dos a dos,
allá va Nuño Gustos
el ayo que las crió».
Dijo el rey: «Pláceme, Cid,
y así lo otorgo yo».
Otro día de mañana
muy bien les parten el sol:
los condes vienen de negro
y los del Cid de color;
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ya los meten en el campo,
de vellos es gran dolor;
luego abajaban las lanzas,
¡cuán bien combatidos son!
A los primeros encuentros
los condes vencidos son
y Gusto y Pero Bermúdez
quedaron por vencedores.
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Romances históricos de carácter erudito
Romances históricos de
carácter erudito
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Romance del Rey don Sancho de Castilla
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Rey don Sancho, rey don Sancho,
cuando en Castilla reinó
le salían las sus barbas
¡y cuán poco las logró!
A pesar de los franceses
los puertos de Aspa pasó,
siete días con sus noches
en campo los aguardó
y viendo que no venían
a Castilla se volvió.
Matara el conde de Niebla
y el condado le quitó,
y a su hermano don Alonso
en las cárceles lo echó
y después que lo echara
mandó hacer un pregón
que el que rogase por él
que lo diesen por traidor.
No hay caballero ni dama
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que por él rogase, no,
sino fuera una su hermana
que al rey se lo pidió:
«Rey don Sancho, rey don Sancho,
mi hermano y mi señor,
cuando yo era pequeña
prometístesme un don:
agora que soy crecida
otórgamelo, señor».
«Pedildo vós, mi hermana,
mas con una condición:
que no me pidáis a Burgos,
a Burgos ni a León
ni a Valladolid la rica
ni a Valencia de Aragón.
De todo lo otro, mi hermana,
no se os negara, no».
«Que no os pido yo a Burgos,
a Burgos ni a León
ni a Valladolid la rica
ni a Valencia de Aragón
mas pídoos a mi hermano,
que lo tenéis en prisión».
Pláceme – dijo – hermana,
mañana os lo daré yo».
«Vivo lo habéis de dar, vivo,
vivo, que no muerto, no».
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Romances históricos de carácter erudito
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«Mal hayas tú, mi hermana,
y quien tal te aconsejó,
que mañana de mañana
muerto te lo diera yo».
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Romance del Rey don Ramiro de Aragón
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Don Ramiro de Aragón,
el rey Monje que llamaban,
caballeros de su reino
mucho lo menospreciaban
porque era manso y humilde
y no sabidor en armas,
muchos se burlaban de él
y su mandar no guardaban.
Sintiéndose deshonrado
un mensajero enviara
al abad de Santi Ponce
que fuera el que lo criara
para que le dé consejo
que todos le desacatan.
El abad que sabio era
el mensajero tomara
y entrole en una huerta
sin le responder palabra;
y afilando un gran cuchillo
las ramas altas cortaba,
aquellas que eran mayores
que a otras sobrepujaban.
Díjole que se volviese,
que más respuesta no daba.
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El mensajero, sañoso,
al rey así lo contara
como el abad de San Ponce
de su letra no curara.
El rey bien pensó en aquello
que tal respuesta le daba,
luego hizo llamamiento
so pena de la su saña
que cualquiera hombre rico
venga luego a la su casa,
porque quiere juntos todos
hacer una gran campana
que se oyese en todo el reino
y sonase en toda España.
Venidos los ricos hombres
de él escarnían y burlaban
y siendo allí todos juntos
uno a uno los tomara
y cortó quince cabezas
que eran las más estimadas
y amostrolas a sus hijos
que a sus padres aguardaban
diciendo haría lo mismo
a cuantos no le acataban:
ansí fue temido el monje
con el son de la campana.
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Romance del engaño que usó la reina
doña María de Aragón para que el rey
don Pedro su marido durmiese con
ella y de lo que sucedió
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Angustiada está la reina
y no sin mucha razón
porque el noble rey don Pedro
su marido y su señor
no hacía caso de ella
más que si fuera varón,
no le pagaba la deuda
que tenía de obligación,
antes con otras mujeres
era su delectación;
lo que más la fatigaba
y le daba más pasión
no era por el deleite
de la tal conversación
mas por ver que estaba el reino
sin legítimo señor
porque, muerto el rey, se espera
en el reino confusión.
Contempla la noble dueña
la revuelta y turbación
que podría padecer
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Cataluña y Aragón,
pues dice en el Evangelio
Cristo nuestro Salvador:
«Todo reino en sí diviso
será puesto en perdición».
Vueltos los ojos al cielo
con muy grande devoción
suplicaba a Jesucristo
por su sagrada Pasión
que a su señor y marido
le pusiese en corazón
que se ayuntase con ella
para haber generación.
No dejaba monasterio
ni casa de religión
que no mandase hacer
todos días oración.
Estando la noble reina
con esta santa intención
vínole al pensamiento
una loable invención,
y es que supo por muy cierto
y por vera relación
que el rey era enamorado
y amaba de corazón
una mujer muy hermosa,
de gentil disposición.
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Habló con el camarero,
sin aguardar más sazón,
que al rey solía servir
en la tal negociación:
«Si me tienes en secreto
de mí habrás buen galardón:
tú has de dar a entender
al buen rey nuestro señor
que esa mujer que el festeja
vendrá sin más dilación
a dormir con su alteza,
mas con esta condición:
que en la cámara no haya
candela ni resplandor,
porque es mujer de manera
y puesta en reputación
y tiene empacho y vergüenza
de dormir con su señor».
El camarero lo hizo
como ella le mandó;
porque era hombre avisado
hízolo con discreción.
Concertado con el rey
la cosa se concluyó,
el camarero a la reina
en la cámara encerró.
El rey estuvo con ella
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esa noche a su sabor,
pensando estar con la otra
el engaño no sintió;
la reina en toda la noche
palabra no le habló;
ya que el día quería venir
el buen rey la despidió:
«Ya es hora de levantar,
buena dueña, anda con Dios».
Respondió entonces la reina:
«Eso no lo haré yo;
no so yo la que pensáis
antes vuestra mujer so.
Vós haced lo que quisierdes
que no me iré de aquí, no,
hasta que gentes honradas
me vean aquí con vós
porque si Dios me ha otorgado
lo que con gran devoción
le he pedido, haya testigos
de haber dormido los dos».
El rey quedó del engaño
con muy grande admiración
pero como era discreto
por ello no se enojó
y mandó que le llamasen
luego sin más dilación
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dos caballeros honrados,
hombres de reputación,
para que fuesen testigos
de todo lo que pasó.
Quiso Dios por su bondad
que a la reina le otorgó
lo que tanto deseaba
que es fruto de bendición,
porque el noble rey don Jaime
esa noche se engendró
y fue uno de los mejores
que ha reinado en Aragón,
como aquel que fue alcanzado
por lágrimas y oración.
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Romance de cómo el rey don Jaime de
Aragón ganó a Mallorca con las otras islas
circunvecinas y después a Valencia
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Ese buen rey de Aragón
que don Jaime se decía,
como siempre fue esforzado
y valiente a maravilla,
noche y día estaba pensando
en cómo acrecentaría
la fe de la cristiandad
y los moros destruiría;
mandó llamar a los grandes
cuantos en su reino había,
arzobispos y perlados
también la caballería
que se hallen en Zaragoza
sin falta para tal día;
cuando todos fueron juntos
de esta suerte les decía:
«Yo tengo un grave dolor
que en el alma lo sentía,
que la ciudad de Mallorca
esté en poder de morisma
y cesa el culto divino
y el Alcorán se predica
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y la ciudad de Valencia
tan noble, viciosa y rica,
conquistada por el Cid
y por su muerte perdida
yo estoy muy determinado
de ponellas en conquista
y tomarlas a cobrar
o me ha de costar la vida;
tengo confianza en Cristo
y en la Virgen sin mancilla
que nos dará la victoria
como yo se lo pedía;
a esto o hube llamado,
a esto fue vuestra venida
para que me consejéis
la orden que se tendría».
Todos responden a una
con extremada alegría:
«Hágase en nombre de Dios
lo que su alteza decía,
que en empresa tan honrosa
cada uno se esforzaría
y no podemos faltar
con las haciendas y vidas».
De común consentimiento
de hecho se concluía;
vierais los aragoneses
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los aparejos que hacían:
los de la casa de Luna
cómo se desenvolvían,
los Urreas y los Castros
cada cual quien más podía,
Heredias, Gurreas y Espeses
a osadas que no dormían
aparejando caballos
con ricas jaecería,
Boleas, Cerdanes, Garceses,
los Abarcas ya caminan.
Quien viera los catalanes
cómo ya se apercibían:
Tarragona con Tortosa,
Lérida también camina,
Rosellón, la Pusardán,
con Girona y la marina,
de todo el campo de Urgel
llevaban trigo y harina
a Barcelona la grande
do la armada se hacía
para hacer los bizcochos
y otras cosas que cumplía.
Estando ya todo a punto
que nada no fallecía
juntáronse en Barcelona
el rey con su compañía,
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embarca toda la gente
con extremada alegría,
embarcaron los caballos,
las armas y artillería;
cuando todo estuvo a punto
que nada no fallecía
embarcó después el rey,
con él la caballería.
Otro día de mañana
ya que el sol salir quería
vierais sonar las trompetas,
disparar la artillería,
comienzan de navegar
con grandísima alegría,
sus banderas y pendones
por el aire revolvían
de una parte un crucifijo,
de otra la Virgen María;
al glorioso San Jorge
por apellido traían
que es el patrón de Aragón
y siempre los socorría.
Cuando son en alta mar,
¡oh cuán bien que parecían!
Las galeras van a remo,
las naos a vela tendida,
las damas están mirando
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de Montjuic donde subían;
mil bendiciones les echan
que Dios les de buena vía,
no se bajaron de allí
hasta perdellos de vista.
Cuando son cerca Mallorca
los moros que lo sabían
ya estaban apercibidos
y a la marina corrían:
hubieron grandes batallas
y muy sangrientas heridas
mas con la ayuda de Dios
y su esfuerzo y valentía
fue ganada la ciudad
con todas aquellas islas;
después se volvió a Aragón
con gran honra y alegría.
Después de haber reposado
la gente algunos días
caminan para Valencia
con esfuerzo y valentía,
diéronle grandes asaltos
y terrible batería
hasta tomalla por fuerza
con el ayuda divina.
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Romance del rey don Alonso
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El triste rey don Alonso
viviendo a más andar
su hijo el rey don Sancho
desheredado lo ha;
con lágrimas de sus ojos
estas trovas fue a trovar:
«Santa María Señora
no me queráis olvidar,
caballeros de Castilla
desamparado me han
que por miedo de don Sancho
no me osan ayudar;
ha hecho darme sentencia
no seré para reinar,
véome viejo y cano,
flaco para pelear;
haré una galera negra
que denote mi pesar
e sin gobierno ninguno
me porné por alta mar
navegando de contino
por las venturas buscar,
que ya se hiciera otro rey
para haber de gobernar;
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Apolino fuera aqueste
yo fuera otro que tal».
Y acabadas las sus trovas
un criado fue a llamar:
diérale la su corona
y que la fuese a empeñar,
que don Sancho el Deseado
no le había dejado más,
y la llevase allende
al rey moro Abenaraf.
Viendo el moro la corona
hubo mucha pïedad;
llamara sus caballeros
así les fue a hablar:
«Sabed, los mis caballeros,
una grande novedad:
que don Sancho a don Alonso
desposeído lo ha.
Envíame su corona
que le dé con qué pasar:
¿qué os parece, los mis moros?
en esto me aconsejad».
Allí habló un moro viejo,
viejo y de mucha edad:
«A tal hombre como Alonso
bien le debéis de ayudar,
que muy caro se te vende
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quien se te va a encomendar».
Él tomó el buen consejo,
mandó al cristiano llamar,
diole sesenta mil doblas
sin la corona tomar.
Díjole: «Dirás a Alonso
mucho se quiera esforzar
cincuenta mil de caballo
le pasarán a ayudar
y si estos no son parte
yo enviaré muchos más».
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Romance del infante don Enrique
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Ese infante don Enrique,
con el temor que tenía
a su hermano el rey Alfonso,
pasárase a Berbería.
Sabiéndolo el rey de Túnez
mucha honra le hacía
porque supo que era hijo
de rey que mucho valía.
Diole mucho de lo suyo
con amor que le había;
cuatro años está el infante
haciéndole compañía
y en peleas y contiendas
que el rey de Túnez tenía
con los moros sus vecinos
el infante le servía,
mostrando su gran valer
y prez de caballería.
Gran fama tiene el infante
en toda la morería.
Conociendo ya los moros
lo que el infante valía
y las muchas voluntades
que ganaba cada día,
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tomaron sospecha de él
por el poder que tenía;
y hablando con el rey
diciéndole que no vía
el poder de aquel cristiano
hasta dónde se extendía,
cobrando los corazones
de toda la morería
y con amor y temor
la tierra le obedecía
y también tantos cristianos
como consigo tenía,
que mirase cuánto daño
y peligro se ofrecía,
que le enviase del reino
y se fuese a su Castilla,
que ellos no eran poderosos
si el infante no quería
de hacelle ninguna fuerza
por el poder que tenía.
Y aunque al rey mucho pesó
de aquello que se decía
por lo mucho que le amaba,
mas ál hacer no podía
cataba alguna manera
cómo de sí le echaría,
mas recelábase de él
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por el poder que tenía
o se pasase a los moros
enemigos que él había.
En fin acuerdan los moros
matalle por otra vía,
con que le llamase el rey
para hablalle algún día
y se entrasen a un corral
solos y sin compañía
y soltasen dos leones
que en un apartado había:
el rey se pornía en salvo
el infante moriría.
El rey, tomando el consejo,
por el buen infante envía;
ya que le tiene el rey moro
en la parte que quería
dice al infante que aguarde
que en aquel punto vendría.
Ansí como el rey salió
por otra puerta que había
entraron los dos leones,
muy fieros a maravilla.
Cuando los viera el infante
derechos a ellos se iba,
su espada desenvainada,
que esta siempre la traía.
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Temiéronle los leones
viendo su gran osadía;
el infante que esto viera
por la puerta se salía
y mientras que esto pasaba
prenden su caballería.
El infante se ve solo,
el rey ver no le quería,
el infante envía a pedir
que suelten su compañía;
el rey manda que la suelten
los que él trujo a Berbería,
mas que los otros cristianos
que se estén como solían.
El infante se embarcó
y a Roma hace su vía
donde halla los romanos
contra Calis en conquista;
allí hizo grandes hechos
dignos de gran nombradía.
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Romance del prior de San Juan
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Don Rodrigo de Padilla,
aquel que Dios perdonase,
tomara al rey por la mano
y apartolo en puridade:
«Un castillo está en Consuegra
que en el mundo no lo hay tale:
más vale para vós el rey
que para el prior de San Juan.
Convidédesle, el buen rey,
convidédesle a cenar;
la cena que vós le diésedes
fuese como en Toro a don Juan:
que le cortéis la cabeza
sin ninguna piedad;
desque se la hayas cortado
en tenencia me la dad».
Ellos en aquesto estando
el prior llegado ha:
«Mantenga Dios a tu alteza
y a tu corona reale».
«Bien vengáis vós, el prior,
el buen prior de San Juan.
Digádesme, el prior,
digádesme la verdad:
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el castillo de Consuegra,
digades, ¿Por quién está?»
«El castillo con la villa
está todo a tu mandar».
«Pues convidoos, el prior,
para conmigo a cenar».
«Pláceme – dijo el prior –
de muy buena voluntad;
deme licencia tu alteza
licencia me quiera dar:
mensajeros nuevos tengo
ir los quiero a aposentar».
«Vais con Dios, el buen prior,
luego vós queráis tornar».
Vase para la cocina
donde el cocinero está;
así hablaba con él
como si fuera su igual:
«Tomes estos mis vestidos,
los tuyos me quieras dar;
ya después de mediodía
saliéseste a pasear».
Vase a la caballeriza
donde el macho suele estar:
«De tres me has escapado
con esta cuatro serán
y si de esta me escapas
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de oro te haré herrar».
Presto le echó la silla
comienza de caminar.
Media noche era por filo
los gallos quieren cantar
cuando entra por Toledo,
por Toledo esa ciudad;
antes que el gallo cantase
a Consuegra fue a llegar.
Halló las guardas velando
empiézales de hablar:
«Digádesme, veladores,
digádesme la verdad:
el castillo de Consuegra,
digades, ¿por quién está?»
«El castillo con la villa
por el prior de San Juan».
«Pues abrádesme las puertas,
catalde aquí donde está».
La guarda, desque lo vido,
abriolas de par en par:
«Tomédesme allá este macho
y de él me queráis curar;
dejadme a mí la vela
porque yo quiero velar.
¡Velá, velá, veladores,
que rabia os quiera matar!
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Que quien a buen señor sirve
este galardón le dan».
Y él estando en aquesto
el buen rey llegado ha;
halló a las guardas velando
comiénzales de hablar:
«Digádesme, veladores,
que Dios os quiera guardar:
el castillo de Consuegra,
digades, ¿por quién está?»
«El castillo con la villa
por el prior de San Juan».
«Pues abrádesme las puertas:
catalde aquí donde está».
«Afuera, afuera el buen rey,
que el prior llegado ha».
«Macho rucio, macho rucio,
¡muermo te quiera matare!
Siete caballos me cuestas
y con este ocho serane.
Abridme el buen prior,
allá me dejéis entrar:
por mi corona te juro
de nunca te hacer mal».
«Harelo eso el buen rey,
que ahora en mi mano está».
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Romance del rey don Pedro
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Por los campos de Jerez
a caza va el rey don Pedro,
allegose a una laguna,
allí quiso ver un vuelo:
vio salir de ella una garza,
remontole un sacre nuevo,
echole un neblí preciado,
degollado se le ha luego;
a sus pies cayó el neblí,
túvolo por mal agüero,
sube la garza muy alta
parece entrar en el cielo.
De hacia Medina Sidonia
vio venir un bulto negro,
cuanto más se le allegaba
poniéndole va más miedo.
Salió de él un pastorcico,
llorando viene y gimiendo,
con un bastón en sus manos,
los ojos en tierra puestos,
sin bonete su cabeza,
todo vestido de duelo,
descalzo, lleno de espinas,
de traílla trae un perro,
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aullidos daba muy tristes
concertados con su duelo.
Sus cabellos va mesando,
la su cara va rompiendo,
el duelo hace tan triste
que al rey hace poner miedo.
A voces dice: «¡Castilla,
Castilla, perderte has cedo
que en ti se vierte la sangre
de tus nobles caballeros!
Mátaslos contra justicia,
reclaman a Dios del cielo».
Los gritos daba muy altos,
todos se espantan de vello,
su cara llena de sangre.
Allegose al rey don Pedro,
dijo: «Rey, lo que te digo
sin duda te verná presto,
serás muy acalumniado
y serás por armas muerto;
quieres mal a doña Blanca,
a Dios ensañas por ello,
perderás por ello el reino;
si quieres volver con ella,
darte ha Dios un heredero».
El rey fue mucho turbado,
mandó el pastor fuese preso,
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Romances históricos de carácter erudito
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mandó hacer gran pesquisa
si la reina fuera en esto;
el pastor se les soltara,
nadie sabe qué se ha hecho.
Mandó matar a la reina
ese día a un caballero,
pareciéndole acababa
con su muerte el mal agüero.
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Romance de doña Blanca de Borbón
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«Doña María de Padilla,
no os mostredes triste, no,
si me descasé dos veces,
hícelo por vuestro amor
y por hacer menosprecio
de doña Blanca de Borbón;
a Medina Sidonia envío
que me labren un pendón:
será de color de sangre,
de lágrimas su labor.
Tal pendón, doña María,
se hace por vuestro amor».
Llamara a Alonso Ortiz
que es un honrado varón
para que fuese a Medina
a dar fin a la labor.
Respondió Alonso Ortiz:
«Eso señor no haré yo
que quien mata a su señora
es aleve a su señor».
El rey no le respondiera,
en su cámara se entró,
enviara por dos maceros
los cuales él escogió;
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estos fueron a la reina,
halláronla en oración.
La reina, como los viera,
casi muerta se cayó
mas después que en sí tornara
esforzada les habló:
«Ya sé a qué venís, amigos,
que mi alma lo sintió;
aqueso que está ordenado
no se puede excusar, no.
Oh Castilla, ¿qué te hice?
No por cierto traïción
¡Oh Francia, mi dulce tierra,
oh mi casa de Borbón!
Hoy cumplo dieciséis años
a los diecisiete muero yo;
el rey no me ha conocido
con las vírgenes me vo.
Doña María de Padilla,
esto te perdono yo,
por quitarte de cuidado
lo hace el rey mi señor».
Los maceros le dan priesa
ella pide confesión,
perdonáralos a ellos
y puesta en su oración
danle golpes con las mazas
y ansí la triste murió.
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Romance del rey don Pedro
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Teniendo el rey don Pedro
su real fortalecido
en esa tierra de Nájera,
en campo que Azofra es dicho,
contra el conde don Enrique
por mal querencia que ha habido.
Un día estando en su tierra
un clérigo allí ha venido,
dice le quiere hablar
en puridad y escondido.
El rey don Pedro con él
en una pieza se ha metido;
el clérigo con esfuerzo
estas palabras le ha dicho:
«Rey don Pedro, rey don Pedro
si supieses lo que he sabido
no estarías tan descansado
ni ternías de ti olvido.
Sabe que por revelación
del señor Santo Domingo
he sabido que estás tú
en grandísimo peligro,
porque ese conde tu hermano
gran traición te ha urdido
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y si no te vengas de él
no puedes escapar vivo,
porque él mesmo con sus manos
te dará cruel martirio.
Mira bien lo que te digo
y no lo eches en olvido
porque asina te verná
si no haces lo que digo:
y es que con muy gran presteza
ordenes sea prendido
y tenle en tus prisiones
hasta que haga paz contigo.
Mira bien que no le sueltes,
que no hagas con él partido,
no pares hasta hacer paces
o habelle destruido.
Mira que te verná mal
si no haces lo que he dicho;
ten en mucho este consejo,
ten en mucho este aviso,
que no es menos que librarte
tornarte de muerto vivo.
Ya ves en el gran peligro
en que tú estabas metido,
no podías escapar
si no fueses socorrido.
No desprecies el aviso
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que del cielo te ha venido».
Don Pedro, desque lo oyó,
algo se hubo estremecido,
mas con disimulación
en muy poco lo ha tenido,
piensa: «El clérigo lo dice
por armar algún ruido».
Después que un rato ha pensado
en lo que el clérigo ha dicho
llama a sus altos hombres,
los que allí han venido.
Después de todos juntados,
estas palabras les dijo:
«¿Qué os parece, caballeros,
de este caso acontecido?
Gran traición me estaba armada
Dios vivo me ha socorrido
oíd lo que dice el clérigo
oiréis un gran peligro,
mas yo creo ciertamente
que ello es todo fingido
y que el clérigo lo dice
por armar algún ruido».
Manda luego sin tardar
que cuente lo que ha sabido
por la revelación
del señor Santo Domingo.
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Romances históricos de carácter erudito
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Después que lo hubo contado
lo mandó llevar asido:
pensando mucho en el caso
por burla lo ha tenido.
Mandó que sin dilación
el clérigo sea metido
en una grande hoguera
lo ha mandado quemar vivo
porque el rey siempre creyó
que todo era fingido.
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Romance de la muerte del rey don Pedro
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Estando el rey don Pedro,
la su espada ensangrentada
de sangre de muchos buenos
que muy poco le han errado,
después que en ellos los filos
de su espada había embotado
matando un caballero
que llamaban Garcilaso
y a don Fadrique el Maestre,
el Maestre de Santiago,
y a don Juan y a don Diego
sus dos pequeños hermanos,
y al infante de Aragón
aunque era su primo hermano,
y también a don Fernández
caballero muy preciado,
y a don Luis de Alburquerque
que era mozo muy lozano,
y a Perálvarez Osorio
que nada le había errado,
y a la reina de Aragón
de quien su padre era hermano,
y a la reina doña Blanca
con quien era desposado,
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y a doña Juana y doña Isabel
señoras de lo asturiano,
y a Gutiérrez de Toledo,
y al arzobispo su hermano,
y a don Íñigo Orozco
que se le rendió en el campo,
y al buen perlado don Suero
arzobispo de Santiago,
y al Bermejo de Granada
teniéndole encomendado
y, sin estos, otros muchos
caballeros e hidalgos,
ese conde de Trastama
por Castilla se le ha entrado.
Sabiéndolo el rey don Pedro
en Toledo le ha cercado;
don Pedro partió de Untel
do hubieron batalla entrambos,
donde Pedro fue vencido
y en el castillo se ha entrado
y don Beltrán de Claquín
quiso al rey poner en salvo.
Sintiéndolo don Enrique
los tomó en su tienda entrambos:
diérale de puñaladas
don Enrique al rey su hermano
en venganza de la sangre
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que el rey había derramado
y tomó a toda Castilla,
que de todos era amado.
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Romance de la muerte del rey don Pedro
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Encima del duro suelo
tendido de largo a largo
muerto yace el rey don Pedro,
que le matara su hermano.
Nadie lo osa alzar del suelo,
nadi quiere sepultallo,
antes la gente plebeya
querían despedazallo.
Por ser hombre tan cruel
y tan mal complexionado
ninguno llora por él,
nadie hace por él llanto.
Todos lo tienen por bien,
huelgan de velle finado,
bendicen a don Enrique
que es el que lo había matado.
Todos decían a una:
«Oh buen rey Enrique honrado,
Dios te dará galardón
por el bien que has causado
en apartar de este mundo
a un tan cruel tirano».
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Romance del conde de Luna
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El rey don Juan el segundo
dijo un día andando a caza
al infante don Fadrique,
que conde de Luna se llama,
que a don García Fernández
le fuese a ver a la cama.
No le plugo de esto al conde,
que él ya se lo sospechaba;
el conde de Castañeda
a su casa lo llevaba,
desque fueron dentro en ella
hiciéronle mala habla:
«Sed preso, conde de Luna,
que el rey por mí os lo manda,
porque os alzáis con Sevilla,
con Sevilla y con Triana
y robáis los mercaderes
que por esa tierra pasan
y forzáis vós las doncellas
esas que más os agradan».
«El rey bien puede prenderme,
mas de mí mal se informara,
que no he revuelto a Sevilla
ni nunca dueña forzara».
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Mas el rey dende a dos días
a Alfonso González manda,
que lo lleven luego a Olmedo
hasta ver que de él se haga
y le pongan en Braezne,
que el castillo así se llama.
Hízolo Alfonso González
como el rey se lo mandara
y la hacienda que él tenía
luego se la se restaban,
a Ixara y Millarán
el conde lo enajenara.
Esa condesa de Nieva
vino al rey, que era su hermana,
a suplicar perdone al conde,
mas el rey no hizo nada:
«Acabe el conde de Luna
en la prisión donde estaba».
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Romance del moro santón de Granada
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En las Sierras de Granada
un moro santón vivía
en una pobre mosquea
que nós llamamos mezquita.
Viejo de más de cien años,
muy anciano en demasía,
el cual había más de ochenta
que su barba no hacía,
la cual tenía tan cana
que una nieve parecía,
larga de más de una vara
que casi se la ceñía.
La cabeza trae pelada
que cabellos no tenía,
con una calva de fuera
que él nunca jamás cubría:
bien como una calavera
al sol y agua la traía.
Con las pestañas y cejas
ambos sus ojos cubría,
velloso como un salvaje
ninguna ropa traía
sino un cuero de un camello
con que sus carnes cubría.
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Los pies traía descalzos,
la cara muy amarilla,
el cual dormía en una cueva
encima de la tierra fría,
un canto por cabecera
do su cabeza ponía
y en todo estos cien años
otra cosa no comía
sino era leche y miel
tan solo una vez al día
que otros moros le llevaban
contino de una alcaría
por mandado de los reyes
de toda la morería
que entonces había en Granada
cuando Mahoma vivía.
Aqueste moro santón
por tan santo se tenía
entre toda la moraima
de toda el Andalucía
que tenían por Alcorán
cuanto hablaba y decía
y después de Mahomad
este era su profecía.
El cual un día, predicando
de dentro de su mezquita,
dijo a los moros y reyes
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hablando en algarabía:
«Cuando viéredes juntar
a Aragón con Castilla,
sabed cierto que Granada
entonces se ganaría
y el rey que la ha de ganar
sabed que se llamaría
F., que es la primera letra
que el proprio nombre tenía
la cual quiere decir fe,
pues entonces reinaría
caridad, fe y esperanza
en toda su monarquía.
Y la reina su mujer
I. por nombre tomaría,
que quiere decir igual
al marido en valentía,
en ánimo y fortaleza
y en fe que ella manternía,
y tanto que la fe sola
en sus tiempos reinaría.
Estos han de echar de España
a toda la judería
y pornán Inquisición
que a los malos quemaría.
Estos ganarán tres reinos
y conquistarán la India,
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aquestos ternán un nieto
el cual se coronaría
por Emperador de Alemania
y el otro por rey de Hungría.
Ganarán la Casa Santa
con toda la Berbería,
prenderán al Padre Santo
en Roma donde yacía
y a las tres flores de Francia
en el parco de Pavía
con sus grandes capitanes
y, en fin de esta romería,
de tres leyes que hay agora
una sola ley sería,
la cual ley, según yo hallo,
comenzará de una pila
con agua santificada
y ha de acabar en la crisma,
pues la secta de Mahoma
mil años no duraría
sobre la faz de la tierra,
porque antes se acabaría.
Ochocientos son pasados,
muy presto fenecería.
Gran tristeza dio a Granada
aquesto que el moro decía,
mas ansí como él lo dijo
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poco a poco se cumplía,
siendo casi otro Balán
el moro en su profecía.
Y al fin se cumplirá todo,
placiendo a la Virgen María.
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Romance de la muerte de Albayaldos
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Santa Fe cuán bien pareces
en los campos de Granada
que en ti están duques y condes,
muchos señores de salva.
En ti estaba el buen Maestre
que dicen de Calatrava
este a quien temen los moros,
esos moros de Granada,
y aquese que los corría
picándolos con su lanza
desde la Puente de Pinos
hasta la Sierra Nevada.
Y después de bien corrida
da la vuelta por Granada:
hasta las Puertas de Elvira
llegó a hincar su lanza.
Las puertas eran de pino,
de claro en claro las pasa;
sacábales los cautivos
que estaban en la barbacana;
tómales los bastimentos
que vienen para Granada.
No tienen ningún moro
que a demandárselo salga
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sino fuera un moro viejo
que Penatilar se llama,
que salió con dos mil moros
y volvió huyendo a Granada.
Sabido lo ha Albayaldos
allá allende do estaba:
hiciera armar un navío,
pasara la mar salada.
Sálenselo a recibir
esos moros de Granada,
allá se lo aposentaban
en lo alto de la Alhambra.
Íbaselo a ver el rey,
el rey Alijar de Granada:
«Bien vengades, Albayaldos,
buena sea vuestra llegada.
Si venís a ganar sueldo,
daros lo he de buena gana
y si venís por mujer,
dárseos ha mora lozana,
de tres hijas que yo tengo
dárseos ha la más gallarda».
«Mahoma te guarde, el rey,
Alá sea en la tu guarda,
que no vengo a ganar sueldo,
que en mis tierras lo pagaba,
ni vengo a tomar mujer,
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porque yo casado estaba;
mas una nueva es venida
de la cual a mí pesaba
que vos corría la tierra
el Maestre de Calatrava
y que sin ningún temor
hasta la ciudad llegaba
y que por la Puerta de Elvira
atestaba la su lanza
y que nadie de vosotros
demandárselo osaba.
A esto vengo yo, el rey,
a esto fue mi llegada,
para prender al Maestre
y traelle por la barba».
Allí habló luego un moro
que era alguacil de Granada:
«Calles, calles, Albayaldos,
no digas la tal palabra,
que si vieses al Maestre
temblar te hía la barba,
porque es muy buen caballero
y esforzado en la batalla».
Cuando lo oyó Albayaldos
enojadamente habla:
«Calles, calles, perro moro,
sino darte he una bofetada,
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porque yo soy caballero
y cumpliré mi palabra».
«Si me la das, Albayaldos,
serte ha bien demandada».
El rey, desque vio esto,
el guante en medio arrojara:
«Callédesvos, alguacil,
no se os debe dar nada:
que Albayaldos es mancebo,
no miró lo que hablaba».
Allí hablara Albayaldos,
al rey de esta suerte habla:
«Dédesme vós dos mil moros
los que a mí me agradaban
y a ese fraile capilludo
yo os le traeré por la barba».
Diérale el rey dos mil moros,
los que él le señalara,
todos los toma mancebos
casado no le agradaba.
Sabido lo ha el Maestre
allá en Santa Fe do estaba;
salióselos a recibir
por aquella vega llana
con quinientos comendadores,
que entonces más no alcanzaba.
A los primeros encuentros
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un comendador a pie anda:
Avendaño había por nombre,
Avendaño se llamaba.
Punchándole anda Albayaldos
con la punta de la lanza
a grandes voces diciendo
con su lanza ensangrentada:
«Date, date, capilludo,
a la casa de Granada».
«Ni por vós, el moro perro,
ni por la vuestra compaña».
Ellos en aquesto estando,
el Maestre que allegaba
a grandes voces diciendo:
«¡Santiago y Calatrava!»
álzase en los estribos
y la lanza le arrojaba:
diole por el corazón,
salido le había a la espalda.
Como ovejas sin pastor
que andan descaminadas
ansí andaban los moros
desque Albayaldos faltara,
que de dos mil y quinientos
treinta solo se escaparan,
los cuales vuelven huyendo
y se encierran en Granada.
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Bien lo ha visto el rey moro
de las torres donde estaba:
si miedo tenía de antes,
mucho más allí cobrara.
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Romance del Maestre de Calatrava
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Ay Dios, qué buen caballero
el Maestre de Calatrava;
cuán bien que corre los moros
por la vega de Granada.
Desde la Puerta de Elvira
hasta la de Bibarambra,
con su brazo arremangado
arrojara la su lanza.
Aquesta injuria que hace
nadie osa demandalla,
cada día mata moros,
cada día los mataba
vega abajo, vega arriba
– oh, ¡cómo los acosaba! –,
hasta a lanzadas metellos
por las puertas de Granada.
Tiénenle tan grande miedo
que nadie salir osaba;
nunca huyó a ninguno,
a todos los esperaba
hasta que a espaldas vueltas
los hace entrar en Granada.
El rey, con grande temor,
siempre encerrado se estaba,
no osa salir de día
de noche bien se guardaba.
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Romance del moro Alatar
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De Granada parte el moro
que Alatar se llamaba,
primo hermano de Bayaldos
el que el Maestre matara.
Caballero en un caballo
que de diez años pasaba,
tres cristianos se le curan
y él mismo le da cebada;
una lanza con dos hierros
que de treinta palmos pasa,
hízola aposta el moro
para bien señorealla,
una adarga ante sus pechos;
toda muza y cotellada
una toca en su cabeza
que nueve vueltas le daba,
los cabos eran de oro,
de oro y seda de Granada;
lleva el brazo arremangado
sola la mano alheñada.
Tan sañudo iba el moro
que bien demuestra su saña
que mientras pasa la puente
jamás a Darro mirara.
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Rogando iba a Mahoma
y a Alá le suplicaba
le demuestre algún cristiano
en que sangriente su lanza.
Camino va de Antequera,
parecía que volaba.
Solo va, sin compañía,
con una furiosa saña.
Antes que llegue a Antequera
vido una seña cristiana;
vuelve riendas al caballo
y para allá le guiaba,
la lanza iba blandiendo,
parecía que la quebraba.
Sáleselo a recibir
el Maestre de Calatrava,
caballero en una yegua
que ese día la ganara
con esfuerzo y valentía
a ese alcaide del Alhama.
Armado de todas armas
hermoso se divisaba:
una veleta traía
en una lanza acerada.
Arremete el uno al otro,
el moro gran grito daba:
«Por Alá, perro cristiano,
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te prenderé por la barba».
Y el Maestre entre sí mesmo
a Jesús se encomendaba,
ya andaba cansado el moro,
su caballo ya cansaba;
el Maestre, que es valiente,
muy gran esfuerzo tomara:
acometió recio al moro,
la cabeza le cortara.
El caballo, que era bueno,
al rey se lo presentara,
la cabeza en el arzón
porque supiese la causa.
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[Sin rúbrica]
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La mañana de San Juan,
al tiempo que alboreaba,
gran fiesta hacen los moros
por la vega de Granada,
revolviendo sus caballos
y jugando de las lanzas:
ricos pendones en ellas
broslados por sus amadas;
ricas marlotas vestidas
tejidas de oro y grana.
El moro que amores tiene
señales de ello mostraba
y el que no tenía amores
allí no escaramuzaba.
Las damas moras los miran
de las torres del Alhambra;
también se los mira el rey
de dentro de la alcazaba.
Dando voces vino un moro
con la cara ensangrentada:
«Con tu licencia, el rey,
te diré una nueva mala:
el infante don Fernando
tiene Antequera ganada;
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muchos moros deja muertos
yo soy quien mejor librara;
siete lanzadas yo traigo,
el cuerpo todo me pasan;
los que comigo escaparon
en Archidona quedaban».
Con la tal nueva el rey
la cara se le demudaba:
manda juntar sus trompetas,
que toquen todos alarma;
manda juntar a los suyos,
hace muy gran cabalgada
y a las puertas de Alcalá,
que la Real se llamaba,
los cristianos y los moros
una escaramuza traban.
Los cristianos eran muchos
mas llevaban orden mala,
los moros, que son de guerra,
dado les han mala carga:
de ellos matan, de ellos prenden,
de ellos toman en celada.
Con la victoria los moros
van la vuelta de Granada,
a grandes voces decían:
«La victoria ya es cobrada».
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Romance de Hernandarias
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Buen alcaide de Cañete
mal consejo habéis tomado
en correr a Setenil,
hecho se había voluntario.
Harto hace el caballero
que guarda lo encomendado:
pensasteis correr seguro
y celada os han armado.
Hernadarias Sayavedra,
vuestro padre os ha vengado
ca acuerda correr a Ronda
y a los suyos va hablando:
«El mi hijo Hernandarias
muy mala cuenta me ha dado;
encomendele a Cañete,
él muerto fuera en el campo;
nunca quiso mi consejo,
siempre fue mozo liviano
que por alancear un moro
perdiera cualquier estado;
siempre esperé su muerte
en velle tan voluntario,
mas hoy los moros de Ronda
conocerán que le amo».
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A Gonzalo de Aguilar
en celada le han dejado,
viniendo a vista de Ronda
los moros salen al campo.
Hernandarias dio una vuelta
con ardid muy concertado
y Gonzalo de Aguilar
sale a ellos denodado,
blandeando la su lanza
iba diciendo: «¡Santiago!
¡A ellos, que no son nada!
Hoy venguemos a Fernando».
Murió allí Juan Delgadillo
con hartos buenos cristianos,
mas por las puertas de Ronda
los moros iban entrando;
veinticinco traía presos,
trescientos moros mataron,
mas el buen viejo Hernandarias
no se tuvo por vengado.
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Romance de la destrucción de Rodas
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Llorando está el Gran Maestre
sin poderse confortar
la mano en su mejilla
en San Juan cabe el altar
lágrimas tintas en sangre
que es lástima de mirar.
Todos los comendadores
lloran con él a la par
la gran pérdida de Rodas
que a todos hace llorar.
Llorando la gran traición
de aquel traidor singular
que, por ser comendador,
no le quiero aquí nombrar,
peor que Vellido Dolfos
ni que el conde don Julián.
Lloran el artillería
que el Turco les fue a ganar,
lloran la profanación
de la iglesia de San Juan,
lloran los muchos cautivos
que ven allí cautivar,
lloran los muchos pecados
de toda la cristiandad.
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Lloran también el partido
hecho por necesidad,
la cruz cubierta de luto
comienzan de caminar
cantando aquel triste Salmo
que acá solemos cantar:
In exitu Israel de Aegypto,
ya que se van a embarcar
para la isla de Malta
que les dio su Magestad,
do una gran fortaleza
comienzan a edificar
de do puedan a los turcos
de contino guerrear
hasta que Dios su gran ira
quiera de todos quitar.
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Romance de la presa de Túnez
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Estando en una fiesta
en los baños de Cartago
caballeros mil heridos
me han venido apresurados:
«¿Qué hacéis aquí señor?
No es tiempo de estar holgando:
Barbarroja rey de Argel
os tiene a Túnez ganado».
Oyendo yo la tal nueva
apriesa pedí un caballo
allí habló un moro viejo
que en Argel se había criado:
«No os mováis así señor,
que seréis desbaratado,
que es poderoso en la tierra
y en la mar es gran cosario,
mas lo que habéis de hacer
si queréis muy bien vengallo,
enviad embajadores
a ese Emperador Carlo,
porque la gente española
es belicosa en el campo
y el mesmo rey animoso
y a la guerra voluntario».
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Bien me pareció el consejo
hícelo sin dilatallo.
Un día en la mañana
andando yo campeando
vi venir el mar cubierto
de la armada de cristianos
y aunque muchos les resisten
por fuerza han desembarcado.
Salen muchos caballeros
en muy lucidos caballos;
salió gente muy hermosa
y hartos buenos soldados.
Un lunes por la mañana
dan a la Goleta saco,
murieron cinco mil turcos
por armas y en el estanco.
Siete días más adelante
a Túnez ha caminado
Barbarroja, con gran gente,
la batalla ha presentado,
mas viendo tan buen ejército
apriesa se han retirado.
Aunque la sed era mucha
hasta Túnez han llegado,
en las torres del alcázar
banderas han desplegado.
Eran quince mil cautivos
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que a ventura se han librado,
entran dentro sin batalla
que se les dieron a saco.
Carlos me volvió mi reino
quedando yo su vasallo.
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Romance del Turco
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A caza salió el Gran Turco
de Constantinopla la llana
con treinta mil caballeros
todos de espuela dorada,
los veinte mil de caballo
eran todos de su guarda,
los diez mil eran señores
muy preciados y de salva,
con albornoces de tela
encima de su almalafa,
otros llevan capellares
muy finos de fina grana
con sus tocas y almaizares
de seda Cambray y Holanda;
las lanzas llevan tendidas
y al lado izquierdo la adarga
y el Turco en la mitad de ellos
con una ropa chapada
cabalgando en una yegua
hermosa, rucia rodada.
De dos en dos van hablando
en lo que más le agradaba:
unos razonan de Hungría
otros hablaban de Austria
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otros hablan de Venecia
otros platican de Francia
otros hablan de Sicilia
otros de Apulia y Calabria
y otros de la Lombardía
otros de Roma e Italia
otros de Nápoles cuentan
y otros de la Toscana
otros de Inglaterra
y de Bohemia y Romania;
otros hablan de Portugal
otros hablaban de España
y otros juegan de boca
al ajedrez por usanza,
otros las tablas sin dados
solamente con su habla,
al tocadillo y las donas
como gente muy cursada;
otros hablan en amores
y otros en la guerra brava,
otros hacen la zalá
con la cabeza inclinada,
sino era el rey Vaivoda
que con el Turco hablaba
junto a su lado derecho
en los vuelos de la caza
y en raleas de halcones
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con que el Turco se holgaba,
cuando un catarriberas
de rodillas se hincaba
diciendo: «Sepa tu alteza
que yo he hallado una garza
muy hermosa y en buen lance
aquí junto cabe el agua».
«Suso, suso – dice el Turco –
suso vamos a volalla»,
y un girifalte torzuelo
diciendo aquesto tomaba,
muy hermoso a maravilla
que de seis mudas pasaba
el cual más que a una ciudad
ese Gran Turco estimaba,
porque a todas las raleas
con muy buen aire volaba.
Pues como la garza vieron
remontar se la mandaba
y lanzando un tagarote
al cielo la remontaba.
«Suelten, suelten – dice el Turco –
que ya no se divisaba».
Sueltan neblíes maestros
mas ninguno la alcanzaba,
sueltan sacres y borníes
la garza nunca gritaba.
Suelta el Gran Turco su ave
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el cual como le lanzaba
comienza a subir en puntas
que el aire enseñoreaba.
La garza da grandes gritos
y ansí gritando abajaba,
el halcón afierra en ella
y el que en ella se cebaba.
Dos águilas descendieron,
la una venía más brava,
la otra más codiciosa
al halcón se enderezaba;
el halcón como las vido
luego su prea alargaba,
las águilas le seguían
y un león les ayudaba
corriendo debajo de ellas
siguiendo al halcón bramaba
hasta que al fin le mataron
lo cual al Turco espantaba.
Demandando a sus vasallos
aquello qué significaba
respondió un moro muy viejo
que había por nombre Abdalla:
«Grandes secretos, señor,
aquesto pronosticaba:
si me aseguras la vida
direte lo que alcanzaba».
«Sí aseguro – dijo el Turco –
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sobre la mi fe y palabra.
Di lo que bien te estuviere
que a mí nada se me daba,
pues lo que ha de ser conviene
que al fin sea y se haga».
«Sábete que – dijo el moro –
que la garza desdichada
fue, señor, el Gran Soldán
a quien tu alteza matara
y cebándote en sus tierras
donde él primero reinaba
las dos águilas serían
que te han de dar la batalla
don Fernando rey de Hungría
y el Emperador de Alemaña,
trayendo entrambos ayuda
al muy gran león de España,
que ha de venir contra ti
a ganar la Casa Santa».
El Turco desque lo oyera
muy pensativo quedara,
apercibiendo su gente
todas sus fuerzas repara
por ambas las dos Armenias
también el puerto de Jafa
y al fin sobre tal acuerdo
él se tornó a su posada.
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Romance del Sofi
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El Gran Sofí y el Gran Kan
y el Gran Calife un día
salieron de Babilonia
todos tres a montería,
vestidos a la turquesa
y en caballos de Turquía
muy más blancos que la nieve
como el sol cuando salía,
con las colas alheñadas
y también la crinería;
los jaeces granadinos,
pretales de Normandía,
estriberas y acicates
muy ricas de Alejandría,
las corazas marroquíes
con lanzas de gran valía,
con hierros de aspe dorados
cada cual bien la blandía
tanto que el cabo y la punta
ayuntarse parecía;
almaizares llevan verdes,
tejidos en Almería,
y por cima de la tela
sembrados de pedrería
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con cabos aljofarados
de muy rica argentería,
las franjas llenas de perlas
de incomparable valía,
los albornoces verdosos
de una tela muy rica,
bien bordados de esmeraldas
el faldamento y capilla
con cabos de azul y oro
labrados como cumplía.
Jugando de escaramuza
van por una pradería,
sesenta mil de caballo
llevan en su compañía,
los treinta mil son de guarda,
los veinte mil de Albanía,
los diez mil eran monteros
con mucha sabuesería,
con lebreles y ventores
y muy grande redería,
perneadores y traíllas
y gente de vocería,
todos vestidos de monte
de una tela muy lucida,
con tornasoles labrada
que a todo color volvía
y de ningún color proprio
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la tela no parecía,
con venablos y monteras
dardos y azconería
y muchas flechas y resas,
también gran ballestería,
van a buscar a las fieras
cuantas en el mundo había,
elefantes muy fïeros
tigres y onzas de osadía,
pardos y bravos leones
y osos que muchos había,
con jabalines armados
muy bravos a maravilla,
pues todas estas fieras
aquella gran tierra cría
y otras muchas más que callo
en los bosques de Rusía
y entrambas las Armenias
y en la una y otra Indía.
Pues entrando en un gran bosque
de una gran breña salía
un oso tan espantable
que a todos pavor metía;
los ventores le ladraban
mas ninguno le mordía,
los lebreles están quedados,
que ninguno de él asía.
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El oso estaba aculado
entre una roca partida,
bien guardadas las espaldas
mira quién allegaría.
Muchas lanzas le tiraban
mas ninguna le hería
y él con sus brazos delante
a todas las recogía
haciéndolas mil pedazos;
al derredor de sí hacía
un muy gran monte con rajas
de toda aquella astería.
A la fin de muy cansado
en su cueva se metía
cuando salió muy feroce
un jabalín sin medida,
con dos colmillos tan grandes
que elefante parecía
y escudado en las espaldas
más que pensar se podía,
todo bermejo y muy cano
mordiendo a hurto venía,
si a uno daba colmillada
de otros la recibía.
Todos corrían tras él
mas más que todos huía
y a la fin su buen huir
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es el que más le valía
pues ninguno le alcanzaba
hasta que al fin se metía
entre unas muy grandes rocas
a donde la mar batía.
El Gran Sofí se espantaba,
el Gran Kan se entristecía,
el Gran Calife de miedo
con tal cosa se moría.
«Por Alá – claman los suyos –
no sabemos qué sería,
mas pasemos adelante
a ver en qué pararía,
pues fortuna a los osados
ayuda y favorecía».
«Pasemos» decían todos
cuando un gran león venía
contra ellos, coronado,
el cual los acometía
tan osada y libremente
que a todos los retraía
y si algún perro allegaba
mil pedazos le hacía.
Reduán, un sabio turco,
gran hombre de nigromancía,
muy docto en todas las artes
y más en astrología,
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cuando vio lo que pasaba
a grandes voces decía:
«Vuelta, vuelta caballeros,
vuelta porque ansí cumplía;
vuelta, vuelta a nuestras tierras
que no es este nuestro día».
«¿Cómo es esto?» dicen todos.
«Oíd que yo os lo diría:
sabed que el oso primero
que de la breña salía
y se tornaba a su cueva
donde primero vivía
es el Gran Turco, señores,
cuando se tornó de Hungría
y cuando con el Sofí
la gran conquista tenía,
el cual, contino aculado,
nunca batalla quería
y cuando se la aplazaban
a sus tierras se volvía,
quebrando todas las puertas
que el río Nilo tenía
cuando el grande Emperador
con su gente le seguía.
El jabalín que hallamos
que por sus pies se valía
Barbarroja es, mis señores,
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que allá en Argel se escondía
huyendo de la de Túnez
con tanta caballería
el cual muerde siempre a hurto
por la mar a quien podía.
Mas el gran león que veis
que a todos acometía
es el gran león de España
que de ninguno huía
y a todos juntos vosotros
el solo acometería
y a los perros de los moros
así los convertiría
venciendo con sus bramidos
a toda la Berbería,
pues si a vosotros parece
a mí también parecería
que cada cual a su tierra
dende aquí se partiría
a poner cobro en sus reinos
que es lo que más os cumplía».
«Bien ha dicho – dicen todos –
y mercedes merecía».
Y ansí todos se tornaron
como Reduán les decía.
Hasta que nosotros vamos
con Cristo y Santa María
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y el Emperador don Carlos
que el romance apercibía
para tan santa jornada
con que a Dios tanto servía
y a la iglesia militante
que lo espera cada día,
pues al fin todas tres leyes
una sola ley sería.
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Romances genealógicos
Romances genealógicos
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Romance del rey Abarca
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Por los más espesos montes
y lugares de Navarra
este rey don García Íñiguez
con su ejército pasaba
y la reina su mujer
que llamaban doña Urraca
que iba en días de parir
con su preñez muy pesada,
no llevando aquel aviso
que el tiempo les obligaba.
Salen de través los moros
que estaban en la celada:
el rey no pudo excusar
de haber con ellos batalla.
Los moros matan al rey
y a la reina doña Urraca,
la cual no pudo huir
por estar ya tan preñada,
y diérale un perro moro
en el vientre una lanzada
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y en el monte de Aibar
la triste reina quedaba.
Ya que los moros son idos,
la gente muerta y robada,
un caballero del rey
que se llamaba Guevara,
viniendo por aquel monte
do la reina muerta estaba,
viola que estaba desnuda
y conociola en la cara.
Con lloros y con gemidos
a la reina se llegara
y vio la mano del niño,
salida por la lanzada,
que pugnaba por nacer,
que natura le esforzaba,
sintiendo su madre muerta,
por salir se trabajaba.
El caballero que siente
que el infante vivo estaba
abrió el vientre de la madre
y el niño libre sacara
el cual, envuelto en sus paños,
a su casa le llevara;
y tomó buenos testigos
del caso cómo pasara
para probar la verdad
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Romances genealógicos
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cuando su tiempo llegara.
Haciéndole bautizar
don Sancho Garcés le llama,
lo más secreto que pudo
a su mujer lo encargara.
Cuando el niño fue criado,
que ya grandecillo estaba,
el ayo le trae vestido
de vestidura muy basta
y en lugar de los zapatos
con abarcas le calzaba,
por no dar a conocer
el gran león que criara.
Al cabo de algunos años
que el reino sin rey estaba,
júntanse los de Aragón
en esa ciudad de Jaca
para elegir nuevo rey,
pues sucesor no se halla.
Sabiéndolo el caballero,
con el infante cabalga,
que tenía ya quince años,
y vínose para Jaca,
el cual tenía vestido
con abarcas y zamarra
en hábito pastoril
como siempre se criara.
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Dice a los aragoneses
que aquel es su rey sin falta;
presenta allí los testigos,
hácese buena probanza,
luego le eligen por rey,
gran fiesta se comenzara.
Por razón de las abarcas
llamáronle el rey Abarca
y a su ayo el caballero,
que se llamaba Guevara,
llamáronle don Ladrón,
porque tan bien le hurtara
y hácenle mucha honra
porque su rey les criara.
De allí vienen los Ladrones
tan nobles en nuestra España.
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Romances genealógicos
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Romance del conde Vélez
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Alabose el conde Vélez
en las cortes de León
que no hay dueña ni doncella
que le negase su amor
sino fuera el de la infanta
que no se le demandó,
que si se le demandara,
no le dijera de no.
Mucho pesó a los hidalgos
cuantos en la corte son,
mucho más pesó a don Bueso
que adamaba nuevo amor.
«Una amiga tengo, el conde,
de quince años, que más no,
que si me la engañases
sacásesme el corazón;
y si no me la engañases
quedarías por traidor».
Todos fían a don Bueso
y al conde ninguno, no,
sino fuera un infante
que es hijo de un gran traidor.
Este fio al conde Vélez
en dos cuentos, que más no.
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Romance del conde don Pero Vélez
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Alterada está Castilla
por un caso desastrado,
que el conde don Pero Vélez
en palacio fue hallado
con una prima carnal
del rey Sancho El Deseado;
y el rey, con el grande enojo,
manda que sea degollado.
Los grandes piden que cese
el juicio acelerado,
de modo que estaba el rey
suspenso y muy alterado,
que el caso pide castigo,
no lo permite el estado
porque era el conde en Castilla,
gran señor, y emparentado.
De suerte que por el rey
fue el juicio conmutado
de dalle perpetua cárcel,
para lo cual fue llevado
a ese castillo de Ureña,
a donde él fue entregado
a Peransúrez Osorio,
Merino mayor llamado.
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Romances genealógicos
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Y con gran solemnidad
juramento le han tomado
de no mostrallo a persona
sino al rey o a su mandado,
aunque le trujesen cartas
de caballeros de estado.
No le den cosa ninguna
donde pueda estar echado,
que de cuatro en cuatro meses
le sea un miembro quitado
por dalle mayor dolor
hasta ser su fin llegado.
Mientras este tiempo dura
que esté bien aprisionado
si no, pena de la vida
y perder todo su estado.
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Massimo Marini
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Romance de Garci Pérez
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Estando sobre Sevilla
el rey Fernando tercero
ese honrado Garci Pérez
iba con un caballero,
solos van por un camino,
solos van por un sendero,
siete caballeros moros
a ellos venían derechos.
Dijo el otro a Garci Pérez:
«No es bien que los aguardemos,
que dos solos poco somos
para siete caballeros».
Respondiera Garci Pérez:
«No es eso de hombre bueno,
mas si vos queréis seguirme
a todos los romperemos».
No quiso su compañero,
las riendas vuelve huyendo,
pidió García sus armas
que las lleva un escudero.
Don García de Padilla
con el rey era en un cerro;
don García dijo al rey:
«Ved señor un caballero
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que si los moros le atienden
él hará un hecho bueno;
veréis, si yo no me engaño,
un escogido guerrero».
A punto va Garci Pérez
el su camino siguiendo,
los moros en un tropel
van ademanes haciendo.
Él entra y sale por ellos
sin que en él conozcan miedo,
en las armas le conocen
no osan más atendello.
Él se va por su camino,
las armas da al escudero,
echa menos una escofia,
una su escofia de lienzo.
Acuerda volver por ella
hasta do se puso el yelmo;
el escudero llorando
dijo: «No hagades eso,
que la escofia vale poco
y podréis os perder cedo».
«Espera aquí, no te cures,
que es cofia de mucho precio,
labrada por la mi amiga,
no la perderé si puedo».
Volviendo por do viniera
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Massimo Marini
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alcanzó a los moros presto,
no osaron atendello;
allí fallara su escofia,
volviose con ella ledo.
Dijo el rey a don García:
«Ay Dios qué buen caballero,
traédmelo luego aquí
porque quiero conocello».
Don García se lo trujo,
hízole mercedes luego
con que viviera honrado,
que era pobre caballero.
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Romances genealógicos
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Romance de la venganza de doña Isabel
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El rey don Juan Manuel,
que era de Ceuta y Tanjar,
después que venció a los moros
volviérase a Portugal.
Desembarcara en Lisboa,
no va do la reina está:
fuérase para Coimbra
a doña Isabel hablar.
Llegando a la fortaleza
visto había mala señal,
que no halló los porteros
que la solían guardar.
No quiso entrar más adentro,
preguntara en la ciudad
qué era de doña Isabel,
qué era de ella y dónde está.
Dijéronle que la reina
la ha mandado degollar
por celos que de ella había,
por vella con él holgar
y que cuatro caballeros
la hubieron de efectuar:
el uno era don Rodrigo
que dicen del Mariscal;
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Massimo Marini
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los otros tres caballeros
no saben quién se serán.
Dos hermanos de la reina
le fueron a consejar
que la lleven a Viseo
a su cuerpo sepultar.
De que aquesto oyó el rey
no quiso más escuchar:
fuese donde está la reina
triste y con gran pesar.
Y, dende a muy pocos días,
la reina caído ha mal,
no le saben su dolencia
no la aciertan a curar.
Muerto se había la reina
de encubierta enfermedade.
Después que fue enterrada
el rey a Viseo va:
prender hizo a don Rodrigo,
que él solía mucho amar.
Vase a la sepultura
do doña Isabel está;
hecho la había sacar de ella
y luego desenterrar;
encima de un rico estrado,
allí la mandó sentar.
Púsole daga en la mano
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Romances genealógicos
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y a don Rodrigo delante:
el rey le tiene la mano,
de puñaladas le da.
«Aquí os vengaréis, señora,
de quien os hizo este mal».
Luego se casó con ella,
así muerta como está,
porque pudiesen sus hijos
a sus reinos heredar.
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Massimo Marini
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Romance que dice «Entre la gente se dice»
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Entre la gente se dice,
y no por cosa sabida,
que del honrado Maestre
don Fadrique de Castilla,
hermano del rey don Pedro
que por nombre el Cruel había,
está la reina preñada,
otros dicen que paría,
entre los unos secreto,
entre otros se publica:
no se sabe por más cierto
de que el vulgo lo decía.
El rey don Pedro está lejos
y de esto nada sabía
que si de esto algo supiera
bien castigado lo habría.
La reina, de muy turbada,
no sabe lo que haría
a la difamia tan fuerte
que su casa padecía.
Llamado ha un secretario
que el Maestre bien quería,
Alonso Pérez se llama,
este es su nombre de pila.
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Romances genealógicos
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Desque lo tuvo delante
estas palabras decía:
«Ven acá tú, Alonso Pérez,
dime verdad por mi vida:
¿qué es del honrado Maestre?
¿qué es de él que no parecía?».
«A caza es ido, señora,
con toda su montería».
«Dime: ¿qué te parece
de lo que de él se decía?
Quejosa estoy del Maestre
con gran razón que tenía
por ser de sangre real
y hacer tal villanía
que dentro en mis palacios
una doncella paría
de todas las de mi casa
a quien yo muy más quería;
mi hermana era de leche
que negar no la podía:
al ánima me llegara
si en el reino se sabía».
Alonso Pérez responde,
bien oiréis lo que decía:
«Dadme el nacido, señora,
que yo me lo criaría».
Luego lo mandara dar
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Massimo Marini
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envuelto en una faldilla
amarilla y encarnada
que guarnición no tenía,
allá le lleva a criar
dentro del Andalucía
a un lugar muy nombrado
que El Arena se decía.
A un ama le ha encargado,
hermosa es a maravilla,
Paloma tiene por nombre
según se dice por la villa,
hija es de un tornadizo
y de una linda judía.
Mientra se cría el infante
sábelo doña María,
aquella falsa traidora
que los reinos revolvía.
No estaba bien informada
cuando al rey se lo escribía:
«Yo tu leal servidora
doña María de Padilla
que no te hice traición
ni consentir la quería
para que sepas soy cierta
de aquesto te avisaría:
quién te la hace señor
declarar no se sufría
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hasta que venga a tiempo
que de mí a ti se diría.
No me alargo más, señor,
en aquesta letra mía».
El rey, vista la presente
que escribe doña María,
entró en consejo de aquesto
un lunes, qué fuerte día,
dejando por sustituto
en el cargo que tenía
en Tarifa la nombrada
los que aquí se nombrarían:
a don Fadrique de Acuña,
que es hombre de gran valía
porque era sabio en la guerra
y en campo muy bien regía,
y a otro su primo hermano,
don García de Padilla,
y al buen Tello de Guzmán,
que el rey criado había,
el cual nombraban su ayo
y él por tal le obedecía.
Un miércoles en la tarde
el rey tomaba la vía
con García López Osorio
de quien sus secretos fía.
Llegado han aquella noche
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a las puertas de Sevilla;
las puertas halló cerradas,
no sabe por do entraría
sino por un muladar
que cabe el muro yacía.
El rey arrima el caballo,
subiose sobre la silla,
asido se ha de una almena,
en la ciudad se metía.
Fuese para sus palacios,
donde posarse solía,
ansí llamaba a la puerta
como si fuera de día.
Las guardas están velando,
muy muchas piedras le tiran,
herido han al rey don Pedro
de una mala herida.
Garci López les da voces,
que estas palabras decía:
«Tate, tate, que es el rey
este que llegado había».
Entonces bajan las guardias
por ver si verdad sería;
abierto le han las puertas,
para su aposento aguija.
Tres días está secreto
que no sale por la villa;
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Romances genealógicos
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otro día escribió cartas
a Cádiz aquesa villa
al Maestre su hermano,
en las cuales le decía
que viniese a los torneos
que en Sevilla se hacían.
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Massimo Marini
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Romance
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Yo me fui para Vizcaya
donde estaban los hidalgos,
que mandado me lo había
don Pedro mi primo hermano
por virtud de aquel derecho
que tenía, por ser casado
con doña Isabel de Lara
señora de lo asturiano.
El rey hizo hacer la jura
y en ella se ha hallado;
mandara a los vizcaínos
que fuese por rey jurado
y con este tal concierto
yo me partiera a Bilbao
y el rey me envió a llamar
que viniese a su palacio.
Yo, infante sin ventura,
cumplí luego su mandado.
Llegado a la primera puerta
cubierto me ha negro hado;
entrara yo triste, solo,
luego tropezó el caballo.
Cuando entré por la segunda
halleme sin nadie al lado;
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Romances genealógicos
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cuando llegué ante el rey
hallelo muy demudado:
«Dios te guarde, rey»;
respuesta no me ha tornado.
Un buen puñal que traía
quitáronmelo burlando
y el ballestero Juan Diente
con la su maza le ha dado
y el infante a Juan Fernández
se llegó desatinado.
Juan Fernández que lo vido
sacó su espada y dio un salto:
«Allá, allá – dijo –, infante,
que allá hallaréis recaudo».
Allegó Gonzalo recio
y muy gran golpe le ha dado
que los sesos del infante
en la cara al rey han dado.
El rey don Pedro al infante
por las ventanas ha echado
diciendo a los vizcaínos:
«Ved vuestro señor honrado».
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Romance de don Enrique de Guzmán
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«Dadme nuevas, caballeros,
nuevas me querades dar
de aquese conde de Niebla
don Enrique de Guzmán
que hace guerra a los moros
y ha cercado a Gibraltar;
veo hoy lutos en mi corte,
ayer vi fiestas muy grandes:
o el príncipe es fallecido
o alguno de mi sangre».
Y don Álvaro de Luna,
el Maestre y Condestable:
«No es muerto, señora, el príncipe
mas ha fallecido un grande
que veredes a los moros
cuán poco vos temerán
que a este solo temían
y no osaban saltear:
es el buen conde de Niebla,
que se ha anegado en la mar,
por acorrer a los suyos
nunca se quiso salvar;
en un batel donde venía
le hicieron trastornar
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Romances genealógicos
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socorriendo un caballero
que se le iba a anegar;
la mar andaba tan alta
que no se pudo escapar,
teniendo cuasi ganada
la fuerza de Gibraltar».
Llóranle todas las damas,
galanes otro que tal,
llórale gente de guerra
por ser tan buen capitán,
llóranlo duques y condes
porque a todos sabía honrar.
«Oh, qué nuevas me traedes,
caballeros, de pesar.
Vístanse todos de jerga
no se hagan fiestas más:
vaya luego un mensajero,
venga su hijo don Juan;
confirmalle he lo del padre
más le quiero acrecentar
y de Medina Sidonia
duque le hago de hoy más,
que a hijo de tan padre
poco galardón se da».
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Massimo Marini
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Romance de don Álvaro de Luna
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El rey se sale a oír misa
a Santa María Santa,
el condestable don Álvaro
con otros le acompañaba.
Díjole el rey en llegando
con enojo estas palabras:
«Partíos de aquí, condestable,
que por vós me desacatan.
Por creer vuestros consejos
mal me quieren en España
y si hiciéredes otro
hareisme en ello saña».
Ya se vuelve el condestable,
ya se vuelve a su posada,
amenazando a los grandes
que al rey tan mal informaban.
A la noche a la su cena
Diego Gotor recio entraba,
díjole: «Cata, señor,
que por toda Burgos anda
como habedes de ser preso
el miércoles que es mañana.
Cabalgad en la mi mula,
que yo os sacaré a las ancas
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Romances genealógicos
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por la puerta de San Juan
cubierto con la mi capa».
El Maestre se turbó
y dijo que bien hablaba.
Pidió una copa de vino
con unas peras asadas,
como las hubo comido,
adormecido quedara.
Díjole Diego Gotor
se salga, que se tardaba.
Respondiérale el Maestre
que, voto a Dios, tal no haga.
A la mañana otro día
Cartagena se levanta,
vio a don Álvaro de Zúñiga
con doscientos hombres de armas.
Fue a despertar al Maestre
y el Maestre luego se arma
y dijo: «Avisa a tu padre,
que por él cercan la casa:
«¡Castilla!» vienen diciendo,
libertad del rey demandan».
El Maestre, al gran ruido,
asomose a una ventana,
dijo: «Buena gente es esta»
mas luego dentro se entrara
que le tiró un ballestero
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que a muy poco le acertara.
El combate fue tan recio
que ya no hay cosa que valga:
acordó darse a prisiones
así como el rey mandaba.
El rey pasaba a comer,
con él pasa el obispo de Ávila.
Asomárase el Maestre,
como le vio así le hablara,
el dedo puesto en la frente
dijera con voz muy alta:
«Para esta, don obispillo,
que me la paguéis doblada».
Respondiérale el obispo
con miedo, en verle con saña:
«Por las órdenes que tengo
yo, señor, no os culpo nada:
no tengo más cargo de esto
que tiene el rey de Granada».
Envió el Maestre al rey
le escuchase una palabra.
El rey le envía a decir
se acuerde le aconsejara
que a hombre que prendiese
nunca le viese la cara.
Y con esto el rey se vuelve
en cas del obispo de Ávila.
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Romances genealógicos
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Romance de la duquesa de Berganza
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Un lunes a las cuatro horas
ya después de mediodía
ese duque de Berganza
con la duquesa reñía;
lleno de muy grande enojo
de aquesta suerte decía:
«Traidora sois, la duquesa,
traidora fementida».
La duquesa, muy turbada,
de esta suerte respondía:
«No so yo traidora, el duque,
ni en mi linaje lo había;
nunca salieron traidores
de la casa do venía.
Yo me lo merezco, el duque,
en venirme de Castilla
para estar en vuestra casa
en tan mala compañía».
El duque, con grande enojo,
la espada sacado había;
la duquesa, con esfuerzo,
en un punto a ella se asía:
«Suelta la espada, duquesa,
cata que te cortaría».
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«No podéis cortar más, duque,
harto cortado me había».
Viéndose en este aprieto
a grandes voces decía:
«Socorredme, caballeros,
los que truje de Castilla».
Quiso la desdicha suya
que ninguno parecía,
que todos son portugueses
cuantos en la sala había.
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Romances religiosos
Romances religiosos
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Romance de la muerte de Absalón
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Los vados del río Jordán
Absalón había pasado
con ejército muy grande
que en Israel había juntado
y en los campos de Galdad
sus reales ha asentado,
que las gentes eran tantas
que no caben en poblado:
cien mil hombres trae de pie,
cincuenta mil de caballo.
Cuando supo el rey David
que Absalón venía indignado,
con ánimo valeroso,
como rey muy esforzado,
mandó tocar sus trompetas
y sus gentes ha allegado:
tribunos y centuriones
milenarios ha ordenado,
tres feroces capitanes
de su gente ha señalado;
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todos tres eran valientes
todos tres de alto estado.
Al partir de las banderas
el rey David ha hablado:
«Esforzados caballeros,
Dios prospere vuestro hado.
No os encomiendo mi honra
ni os encomiendo mi estado,
mas el muchacho Absalón
tened por encomendado,
porque es lumbre de mis ojos
aquel hijo muy amado
y pecó por ignorancia,
por ser mal aconsejado.
Por tanto, mis caballeros,
de ninguno sea enojado».
Todos juran de cumplir
lo que el rey les ha mandado
sino el capitán Joab
que parte muy enojado.
Ya levantan las banderas,
ya las han enarbolado
y al son de los atambores
que fuertemente han sonado
el gran tribu de Judá
camina muy denodado.
Andando por sus jornadas
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Romances religiosos
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a Absalón han encontrado,
sus gentes apercibidas
y su ejército ordenado,
en los campos de Efraín,
en un bosque despoblado.
Cuando de lejos se vieron
grandes voces han alzado,
los unos: «¡Viva Absalón!»;
los otros: «¡Muera el malvado!».
Con la saña que traían
arremeten denodado,
el encuentro fue tan grande
que el gran bosque ha resonado.
De los heridos y muertos
el campo queda poblado,
los arroyos de la sangre
los grandes ríos han turbado.
La batalla andando en peso
Israel ha desmayado,
vuelven todos las espaldas
con ánimo acobardado.
Huyendo vuelve Absalón
como malaventurado,
a caballo va en un mulo
en mulo, que no en caballo;
por el viento va tendido
el su cabello dorado.
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Al pasar por una encina
el cabello se ha enredado:
el mulo pasó adelante,
Absalón quedó colgado.
Estando entre cielo y tierra
Joab llega muy airado,
arremete con gran furia
y tres lanzas le ha arrojado,
todas tres de parte a parte
pasan al desventurado.
De la suerte Absalón muere
en pago de su pecado.
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Romances religiosos
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Romance de Salomón
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Cuando el gran rey Salomón
en Jerusalén juzgaba
vino a él una mujer
de gran dolor lastimada:
«A ti me quejo, el buen rey,
y justicia demandaba:
un hijo que yo parí,
el cual a mi lado estaba,
durmiendo yo hí, esta dueña
para el suyo le pasara.
Parimos a una sazón
en una misma morada,
el suyo se le finó,
del mío se apoderaba.
Mándale me dé mi hijo
pues justicia lo demanda».
La otra que está presente
muy recio se lo negaba:
«Este que tengo es el mío,
tu hijo es el que finara».
«Este es el que yo parí»,
cada una porfiaba.
El buen rey que aquesto oyera
y que probanza faltaba
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mandole partir por medio
al niño que vivo estaba.
Dice: «Pártase entre entramas,
aquí se traiga una espada».
La madre que aquesto oyera
el alma se le arrincaba;
por no ver matar su hijo
de esta manera hablaba:
«Dénselo vivo señor,
de esto más me contentaba».
La otra dice que no,
que bien sentenciado estaba:
«Ni sea mío ni tuyo,
pues el rey esto mandaba».
«Dádselo –dijera el rey–,
que bien claro se probaba
que esta es la madre del niño,
pues su vida procuraba».
Oída aquesta sentencia
el pueblo admirado estaba
de tan gran sabiduría
y al rey temían y amaban.
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Romances religiosos
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Romance de la reina de Saba
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La gran reina de Saba,
de las princesas dechado,
monarca de las nacidas
que el mismo Dios ha loado,
estando en su monarquía
con su reino prosperado
asentada muy gloriosa
en un muy glorioso estrado
lleno de piedras preciosas,
de oro y plata labrado,
con perlas sobre marfil
de taracea entretallado
y sobre cuatro leones
muy ricamente asentado,
con un dosel muy precioso
con tres altos el brocado;
debajo de una cortina
de carmesí alcarchofado,
sobre dos cojines de oro
que acá llamamos tirado,
con su basquiña de tela
so un muy rico verdugado
y un brial de plata fina
todo de aljófar bordado
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y con puntas de diamantes,
todo el follaje trenado,
encima una saboyana
y un nunca visto tocado
a manera de gitana,
revuelto con su tranzado,
lleno de muchos joyeles
por el contorno rodado
con carbuncos y esmeraldas
y una pluma en el lado
y un moscador muy precioso
de un topacio labrado,
cercada de caballeros
todos de mucho primado.
Cuando entró por la sala
un galán muy bien hablado
el cual, puesto de rodillas,
pecho por tierra postrado,
le dio nuevas del gran rey
Salomón el deseado,
diciéndole que su ciencia
el mismo Dios se la ha dado,
con más pujantes riquezas
que nunca rey ha alcanzado
y que tiene de su guarda
cuarenta mil de caballo,
con doce mil caballeros
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que andan a cazar el campo
y cuatro millones de oro
que le renta su reinado,
aquesto sin los tributos,
que es tesoro no pensado,
tanto que en Jerusalén
el oro no es estimado
sino con precio de polvo
según es multiplicado;
pues los estanques y aves
es un cuento no contado,
pagos, simias y halcones
que el rey Hiram le ha enviado;
leones, onzas y tigres
con vergeles que ha plantado
de arboledas suntuosas
cuantas Dios ha hoy criado,
con fuentes manantiales
y un templo que ha edificado
el más rico y suntuoso
que jamás fue fabricado.
La traza de él dio a David
solo Dios que lo ha trazado,
a donde el culto divino
es contino celebrado
con ofrendas y oblaciones
según su ley lo ha mandado.
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Massimo Marini
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Cantores y sacerdotes
el mismo rey ha ordenado,
también tiene unos palacios
para su real estado,
labrados de tal manera
que no pueden ser contados,
con madera incorruptible
uno y otro ha enmaderado,
de Cethim, ciprés y cedro
que en el Libano ha cortado.
En fin tiene aqueste rey
todo cuanto ha deseado
y a sus ojos cosa alguna
hasta hoy se ha negado.
Tiene sesenta mujeres,
reinas todas, a su lado;
tiene trescientas mancebas,
todas damas de primado;
en las doncellas no hay cuento,
luego tras esto ha cortado
la orden de sus sirvientes
con su servicio ordenado.
La reina, desque lo oyera,
luego en pie se ha levantado
y en el nombre del señor
su camino ha aparejado.
Seiscientos grandes camellos
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ha de oro fino cargado
y ochocientos dromedarios
con olores ha llevado
y lindezas de sus reinos
que en otros no son hallados.
Con muchos grandes señores
sobre aquesto ha cabalgado
encima de un palafrén
ricamente aderezado.
Y ansí toman su camino,
todo aquesto aparejado
mas de jornada en jornada
a la ciudad han llegado
donde está el rey Salomón
en su trono atronizado,
tocando sus ministriles
las trompetas han sonado.
Salomón, desque lo supo,
salió muy acompañado
a recebir a la reina
a la cual se ha humillado
y ella también se humilló
al rey bienaventurado
y en el palacio real
la reina se ha aposentado.
Otro día, de mañana,
el gran rey se ha levantado
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para esperar a la reina
con su reino acompañado.
La reina, desque lo supo,
también hubo madrugado
y con real ceremonia
de nuevo se han saludado.
Luego el gran rey Salomón
por la mano la ha tomado
y ansí se fueron al templo
que la reina ha bien mirado;
y acabado bien de ver
luego a comer se han tornado.
Juntos ambos a una mesa
rey y reina se han sentado;
sírvenlos en oro fino
por orden tan concertado
que la reina toda estaba
con su espíritu arrobado;
fuera de sí con su lengua
al rey ansí ha hablado:
«Agora creo, buen rey,
lo que de ti me han contado,
aunque antes no creía
lo que te habían alabado
la mitad no me dijeron
de lo que yo he contemplado,
no es nada lo que yo oí
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con lo que he experimentado».
No quedó palabra alguna
que el rey no la ha declarado,
viendo su sabiduría
muy mucho más espantado.
Diciendo de esta manera,
a la fin ha replicado:
«Bienaventurados son
los que están a tu mandado;
oyendo tu sabiduría
que Dios te ha comunicado
bendito sea el tu Dios
al cual tú has agradado»
Diole sobre todo aquesto
de oro muy acendrado
sus ciento y veinte talentos
y olores que no es pensado;
diole más piedras preciosas
de color muy estimado,
tanto que nunca tal cosa
hasta entonces se ha hallado.
Después de esto un gran presente
el rey le hubo presentado,
la reina lo recibiera
todo junto de buen grado
y visto su gran poder
que todo se lo ha mostrado
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la princesa esclarecida
se despidió mesurado,
de la corte del gran rey
a la suya se ha tornado.
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Romance del Santísimo Nacimiento de
Nuestro Señor Jesucristo
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La sacra y divina noche,
noche más clara que el día,
en las cortes de Belén
sonaba grande armonía.
Toda la tierra florece
y el cielo resplandecía,
las aves cantan canciones
con muy nueva melodía,
las estrellas dicen paz
y el norte dice alegría
y cada cual resplandece
más que el sol cuando salía.
Todos los cuatro elementos
festejaban a porfía
y el que menos se festeja
dos mil canciones decía;
toda la corte del cielo
sobre la tierra venía,
los coros angelicales
se juntan en compañía;
unos vuelan por el aire
y más el que más podía,
por manifestar al mundo
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la nueva luz que nacía.
El un coro lo cantaba
y el otro le respondía:
«Sea gloria en las alturas
a quien tanto bien envía;
haya paz entre los hombres,
cese la guerra que había».
Con el santo nacimiento
del prometido Mesías,
unos cantan aleluya
otros lætare Maria;
la turba de serafines
muy alegre descendía
y ante el infante nacido
con humildad se ponía,
tañendo sus instrumentos
donde el chiquito nacía.
El coro de querubines
también cantaba y tañía,
el uno tañe dulzaina
y el otro tañe sinfonía.
El coro de potestades
a vueltas se entremetía,
cada cual de ellos miraba
quién mayor placer haría.
Todas las otras catervas
de aquella clara sofía
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cantando se arrodillaban
al rey de la jerarquía.
El nazareno temblaba
del gran hielo que sentía
y entre la rústica paja
de un pesebre se metía.
Con dos brutos animales
el chiquito se entendía:
el uno le cobijaba
y el otro le descubría.
La Virgen está tan sola
que pañales no tenía;
cuando el infante lloraba
le cantaba y le decía:
«No lloréis vós, mis entrañas,
no lloréis vós, vida mía».
Sus lágrimas nos alcancen
la perdurable alegría.
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Otro romance para la Natividad de
Nuestro Señor
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En el tiempo que Octaviano
en el imperio regía
un edito publicó
por toda su monarquía
que fuesen escritos todos
los vasallos que tenía.
Allá en Jerusalén
su mando llegado había
y todos los comarcanos
señalaron cierto día
para que todos viniesen
cada uno de do vivía,
para que en Jerusalén
la descripción se hacía.
Entre otros que vinieron
solos y con compañía
salieron de Nazareth
José y Santa María.
Solos van por su camino
cada cual con alegría
a la primera jornada
bien media noche sería
cuando llegan a Belén,
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ciudad de gran nombradía
donde Miqueas profeta
dijo que Dios nacería.
Cuando a Belén llegaron
toda la gente dormía;
no hallaron por do entrar
ni el portero les abría.
Fuéronse a un diversorio
que fuera la cerca había,
allí tomaron posada
en tanto que amanecía.
Ya venido el cumplimiento
del tiempo que se atendía,
Santa María parió
al verdadero Mesía.
Los ángeles abajaron
de la alta jerarquía
a servir aquel nacido
en el portal do yacía,
cada uno con su canción
a la parida servía.
José, viejo muy honrado,
de gozo en sí no cabía
por ver al hijo de Dios
que de su esposa nacía.
Dícele: «Dios verdadero,
luz que todo el mundo guía
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¿con qué os podré cobijar
que ropa no la tenía?
Adóroos como es razón
y según que yo debía».
Su madre, Virgen gloriosa,
Virgen siempre y todavía,
viéndose tan gran señora
con su hijo departía;
decía: «Lumbre de mis ojos,
en qué vos envolvería
que no alcanzo cosa alguna
según la pobreza mía;
y caso que rica fuese
para vós nada sería
porque vós, hijo, poseéis
cuanto en todo el mundo había;
a vós la tierra y el cielo
y el infierno obedecía,
de todo lo que hay crïado
vós tenéis la señoría.
Adán fue la causa, cierto,
de vuestra pobreza y mía,
que por a él hacerle rico
y dalle gran demasía
quisistes hijo nacer
en esta noche tan fría.
Bendito sea Dios padre
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que en este mundo os envía;
yo también a causa vuestra
más que bendita sería
pues que a todos pecadores
el perdón les ganaría.
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Romance de los tres Reyes Magos (Mateo,
ii capítulo)
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Ya cabalgan los tres Reyes
que los Magos se decían
en busca de un niño santo
que Jesús por nombre había.
Camellos llevan ligeros,
caminan a maravilla,
las espías que ellos traen
es la estrella que los guía.
Camino van de Judea,
la que dicen Palestina;
entran por Jerusalén
con esfuerzo y osadía
por preguntar y saber
donde naciera el Mesías.
La pregunta que ellos hacen
de esta manera decía:
«¿A dónde está el que es nacido
rey de la gran judería?
Que habemos visto en Oriente
su estrella que relucía
y ansí venimos con dones
a adorarlo en este día».
Esto que oyera Herodes
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fue turbado a demasía
y toda Jerusalén
se turbó y fue pavorida.
Juntando todos los sabios
que en Jerusalén había
preguntó con eficacia
dónde Cristo nacería
y todos le respondían
que Cristo nacer tenía
allá en Belén de Judea
según la profecía.
Entonces el rey Herodes,
metido en grande agonía,
llamó en secreto a los mayores,
gran diligencia ponía
en preguntar y saber
de la estrella que los guía,
dónde les apareciera
y qué tanto tiempo había.
Díjoles: «Id a Belén,
cumplid vuestra romería
y sabed bien la verdad
adónde el niño estaría;
y cuando lo hayáis hallado
volveréis por esta vía
que sabiendo adónde está
yo también le adoraría».
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Despedidos ya de Herodes
van caminando a porfía
y la estrella que antes vieran
les tornó a hacer compañía.
Siempre les iba delante,
por el camino los guía
hasta llegar a la casa
adonde estaba el Mesías.
Allá le fueron a hallar
en Belén ciudad antigua,
envuelto en pobres pañales
más que el sol resplandecía;
con él estaba su madre
la Virgen Santa María.
Hincan rodillas en tierra
con humildad muy crecida;
adoran al rey de gloria
que como pobre venía.
Tres presentes le ofrecieron
los tres reyes este día:
oro mirra e incienso
porque ansí pertenecía.
Y durmiendo aquesa noche
Dios a decir les envía
que no volviesen a Herodes,
que vayan por otra vía;
vuelven por otro camino
a sus tierras con alegría.
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Romance sobre las tres tentaciones que
el enemigo de naturaleza humana hizo a
nuestro Redentor
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Helo, helo por do viene
con muestra disimulada
Satanás hecho ermitaño,
su persona disfrazada;
de grueso sayal vestido
la camisa le faltaba;
áspera cinta ceñida
y la cogulla calada,
no traen sus pies zapatos,
en gruesas cuentas rezaba;
el rostro triste y no alegre,
conforme a la tal jornada.
Tres lanzas trae el malvado
cada cual es enyerbada
en las cuales él confía
vencer aquella batalla.
Mirando va hacia Cristo
en el monte adonde estaba,
mucho de él se maravilla
y de su gran ayunada
y así comienza a decir
con voz no muy sosegada:
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«Yo, varón, no te conozco
ni saber te puedo nada
no sé, no, si estás tú solo
o si hay alguna celada
de divinidad en ti
y la tienes ocultada,
que barrunto y no sé cierto
si tu persona es mezclada;
mas, si mis lanzas no quiebran,
saberlo he de esta vegada
que no se me ha de asconder
o mi saber será nada».
Estas palabras diciendo
hacia Cristo se acercaba;
con la lanza de la gula
que ya la lleva enristrada
lo piensa de derribar
y de esta guisa le habla:
«Veo que de hambre tienes
la tu persona agravada
si tú de Dios eres hijo
y la palabra encarnada
convierte en pan a estas piedras
tu hambre será saciada».
El soberano guerrero,
que vio la lanza encarada,
con escudo de abstinencia
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la lanza fue rechazada,
con la respuesta que dio
en pedazos fue volada:
«No con solo pan el hombre
vive su vida cansada
mas con toda razón santa
de boca de Dios hablada».
Satanás quedó turbado
vista su lanza quebrada
y de su contrario Cristo
nunca pudo saber nada
de lo que saber procura.
Con voluntad afectada,
la lanza de vanagloria
por él fue luego tomada
y va con Cristo al pinaclo
que era parte dedicada
para predicar la ley
por él mesmo a Moisén dada;
y allí lo piensa vencer,
que su lanza es muy pesada,
con un acerado hierro,
más larga que una brazada;
y encarole por no erralle
a la vista desarmada
y dícele: «Si eres hijo
de Dios como yo pensaba,
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derríbate de aquí abajo,
que no debes temer nada
porque Dios tiene mandado
a sus ángeles sin falla
que guarden bien tu persona,
de tu padre tanto amada;
y no tocarán tus pies
en piedra de esta vegada
porque en ella no te ofendas
ni agora en esta bajada».
Mas el justador eterno,
su divinidad paliada,
su ser en la carne oculto
de la Virgen ya tomada,
viendo a Satanás hablar
con vanagloria dañada,
hurtole el cuerpo de guisa
que el fuerte encuentro le errara.
Díjole: «¿No sabes tú
cómo es cosa muy trillada
que está escrito: “Non tentabis
a tu Dios, que es cosa errada”?».
Atónito el infernal
con la respuesta ya dada
quedó muy fuera de sí,
su fuerza muy desmayada,
mas torna a tomar aliento
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y prosigue en su batalla
y vase de allí con Cristo
a do vencer lo cuidaba
a un muy sublime monte
que con las nubes tocaba
y muéstrale dende allí
el septentrión do estaba
y donde fenece el sol
cada día su jornada,
de do levantarse suele
con su carrera dorada
la región de mediodía,
cómo está toda poblada
y dijo: «Yo te daré
todo esto, sin dejar nada,
si por tierra te derribas
y, tu persona prostrada,
me adoras por señor
como a persona estimada».
Mi soberano señor,
viendo tal lanza enristrada
tan soberbiosa y tan fuerte
que al honor de Dios tocaba
a quien reverencia y culto
se debe sin faltar nada,
no quiso disimular
lo que hasta allí celaba;
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antes, con palabra dura,
en su boca nunca usada,
le responde al infernal
con la voz algo alterada:
«Vade retro Satanás,
al infierno tu morada,
que a tu Dios no tentarás
pues que te hizo de nada.
A él solo has de servir,
si te pesa o si te agrada».
Satanás que aquesto oyera
disparó sin decir nada,
dejó el campo al rey del cielo
en la batalla aplazada
al cual como a vencedor
la corona le fue dada.
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Romance que trata de
la mujer Samaritana (Johannis, iiii)
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Vino Cristo a una ciudad
de Samaria que llamada
era Sicar, muy cercana
a una noble heredad
la cual Jacob dio en verdad;
y estaba en aquel lugar
una fuente y, de cansado,
el Señor, solo en el prado,
cabe el agua se asentó;
y estando allí allegó
la mujer Samaritana.
Dijole Jesús: «Hermana,
¿quiéresme dar de beber?»
Ella fuele a responder
con su feminil razón:
«¿Cómo tú, siendo varón
de linaje de Judea,
me pides que te provea
de beber y a tal me incitas?
¿Tú no sabes que israelitas
no participan con nós?»
Respondiole entonces Dios:
«Si tú supieses los dones
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de Dios, y el que con razones
agua a beber te pedía,
tu boca le pediría
algo que esta tierra esquiva;
y él te daría agua viva,
para tu alma muy mejor».
Dijo la mujer: «Señor,
di: ¿con qué la has de sacar,
que tú a mí me puedes dar
agua viva? Dime ya:
¿eres tú mayor, quizá,
que nuestro padre Jacob
el que este pozo nos dio
do bebieron sus ganados
y sus hijos tan amados?
Y es verdad que ansina fue».
Allí Jesús dijolé:
«Cualquiera que beberá
de aquesta agua, luego habrá
otra vez sed; mas quien fuere
que de mí agua bebiere
no habrá sed, porque sin falla
estará en él fuente de agua
del tesoro divinal».
La mujer, oyendo tal,
dijo: «Señor, por merced,
dame de esa, porque sed
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no tenga ni venga aquí».
Respondió el Señor: «Ve, di
que venga acá tu marido».
«No tengo – le ha respondido –
marido, señor honrado».
Dijo Dios: «Bien has hablado
que tú marido no tienes
pero cinco has en rehenes
tuvido en aqueste mundo
y aquese, mira, jocundo
que tienes hora no es tuyo;
y así te digo y concluyo
que en eso has dicho verdad».
Respondió con humildad
conociendo sus saberes:
«O señor, yo veo que eres
profeta muy soberano:
y mira que en este llano
nuestros padres que finaron,
en este monte adoraron,
y vosotros proferís
y en Jerusalén decís
que es cierto el mejor lugar
a do conviene adorar:
di, ¿qué te parece de esto?».
Respondió Jesús: «De presto,
mujer, créeme, que viene
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la hora, y no se detiene
que en tal monte, nota bien,
ni dentro en Jerusalén
al padre no adoraréis,
porque lo que no sabéis
adoráis todos vosotros
y adoramos bien nosotros
todo aquello que sabemos;
ya ha llegado la hora, vemos,
cuando los muy verdaderos
adoradores enteros
muy claro se mostrarán:
y a su padre adorarán,
en espíritu y verdad,
ca el padre en realidad
busca tales servidores
y tales adoradores
que le adoren inter nos,
porque el espíritu es Dios
y los que lo adorarán
conviene y no dudarán
que en espíritu y verdad
adoren su majestad,
pues ha dado a todos ser».
Respondiole la mujer:
«O señor, yo he oído
que el Mesías es venido,
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el cual Cristo es dicho vere
y así, cuando este viniere,
por su boca anunciará
a todos y enseñará
muy bien todas esas cosas».
Con palabras amorosas
respondió el Señor: «Yo soy,
y habla contigo hoy
ese hombre que esperaron».
Estando en esto allegaron
sus discípulos amados,
y estaban maravillados
de cómo hablaba con ella;
mas pregunta entre él ni ella
nadie de ellos le apuntaba
ni lo que le preguntaba
no procuraron saber.
Y así dejó la mujer
su cántara en brevedad
y fuérase a la ciudad
y dijo a los moradores:
«Venid y veréis, señores,
un hombre que a mí, de hecho,
me ha dicho cuanto yo he hecho:
por ventura es Cristo aquél».
Salidos fueron para él,
congregados muy de presto.
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Los discípulos, en esto,
dijeron: «Come, Maestro».
Dijo Dios: Aquí do os muestro,
aquí, en aqueste lugar,
he de comer de un manjar
que vosotros no sabéis».
Dijeron todos: «¿No veis
lo que nos ha respondido?
¿Hale por dicha traído
quizá alguno de comer?»
Fueles Cristo a responder:
«Mi manjar es, en verdad,
que haga la voluntad
del que en el mundo me envía
y acabe cual convenía
su obra acá entre nosotros.
Decí: ¿no decís vosotros
que aún hay cuatro meses
y son venidas las mieses?
Ved qué os digo sin antojos
y alzad bien vuestros ojos,
mirad los campos, cuán francos
están todos a uno blancos
para segar, y el que siega
recibe merced y allega
fruto para vida eterna,
porque el que siembra así se terná,
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y se alegra juntamente
con el que siega humilmente,
si siguiere mi carrera;
ca en esto es verdadera
la palabra y, si os miembra,
veréis que uno es el que siembra
y otro el que siega por sí.
Y si bien miráis, aquí
yo os he enviado a segar
lo que nunca en trabajar
vuestras manos lo sudaron;
que otros lo trabajaron,
y habéis vosotros entrado
en el trabajo pasado
de vuestros padres y hermanos».
Y muchos samaritanos
de aquella ciudad creyeron
en él por lo que oyeron
a la mujer cuando habló,
que entre ellos testificó
diciendo: «Cuanto en mi vida
he hecho, muy por medida
este me lo ha dicho todo».
Y en ver Jesús de tal modo
todos con él conversaron;
y a una le suplicaron
quedase allí sin porfías.
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Y quedó ende dos días,
y mucho más lo creyeron
por las palabras que vieron
que de sus labios salían,
y a la mujer le decían:
«Ya no creemos, si bien viste,
por lo que tú nos dijiste,
que ya nosotros le habemos
oídas y comprendemos
cosas muy maravillosas,
y creemos que en sus glosas
este es verdaderamente
el salvador prepotente
del mundo en todas sus cosas».
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Romance de la mujer viuda
(Lucæ, vii capítulo)
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En aquel tiempo el Señor
iba a una ciudad llamada
Naín por su propio nombre,
con mucha gente allegada
la cual allí le seguía
sin la su santa manada;
y como Jesús entrase
por una puerta o entrada
de aquella ciudad, traían,
con mucha gente ayuntada,
un mancebo muerto, hijo
de una viuda muy honrada
la cual iba dando voces
tras el cuerpo, sollozada,
porque no tenía más de él
y de él era muy amada.
El Señor viéndola así
llorar atán angustiada,
movido de piedad,
allégase a la cuidada
diciendo: «Mujer, no llores
ni estés tan atribulada».
Y mandó parar las andas
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y, la gente ya parada,
tocó con su mano el muerto
y dijo con voz alzada:
«A ti lo digo, mancebo,
levanta sin dudar nada».
Álzase entonces el muerto
y habló con voz esforzada
y diole Cristo a su madre
quedando muy consolada
y tomó a todos temor
viendo la obra efectuada.
Y magnificando a Dios
decían: «¡Ay! Visitada
ha Dios su gente y su pueblo
con su gracia tan sobrada.
Profeta grande es aqueste,
su palabra sea alabada».
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Romance de la conversión de la Magdalena
(Lucæ¸vii capítulo)
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En aquel tiempo rogaba
un fariseo al Señor
que a comer fuese a su casa;
con amor interior,
por sus ruegos y caricias,
aceptolo el Redentor.
Asentados los dos juntos
y comiendo con amor,
Magdalena, que lo supo,
llena de divino ardor,
vino a casa el fariseo,
llorando con gran fervor,
con un bote de alabastro
de ungüento de gran valor.
Y echándose a los pies
del inmenso Salvador,
con lágrimas los regaba
y limpiaba del sudor;
con sus cabellos dorados
los enjugaba mejor,
con ungüento los ungía
de extrañísima olor.
Viendo aquesto el fariseo
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fue entre si murmurador
diciendo: «Si este santo hombre
fuese profetizador
sabría que esta mujer
es pública y la mayor
pecadora de este pueblo».
Y respondiendo el Señor
dijole: «Simón, yo quiero
serte aquí preguntador
de algunas cosas, si sabes
ser de ellas declarador».
Respondiole: «Señor, di».
Dijo Dios de este tenor:
«Un usurero tenía
dos deudores, y el menor
de hacienda de cincuenta
talentos era deudor;
l’otro debía quinientos
que era cantidad mejor.
No tuviendo estos deudores
que pagar al cobrador
soltoles la cantidad
de compasión y dolor.
Declárame: ¿cuál de aquestos
amaba con más amor?»
Respondió Simón y dijo:
«Al de cantidad mayor».
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Respondió el Señor diciendo:
«Tú fuiste buen juzgador,
pues no lavaste en tu casa
mis pies de polvo y calor.
Mira, ves esta mujer
con qué entrañas y sabor
me los lavó con sus lágrimas
cual viste en lo exterior
y sus cabellos tan lindos
sirvieron de enjugador.
Tú menos me diste paz,
mas ésta, con gran honor,
no cesó besar mis pies
gimiendo en grave clamor.
Tú no ungiste mi cabeza,
ni me hiciste tal favor;
ésta con ungüento ungió
mis pies aquí en derredor,
por lo cual muchos pecados
le son sin ningún error
perdonados, pues su espíritu
amó mucho: y sabidor
seas que el que menos suelta
es de menos amador».
Y volviendo a Magdalena
díjole el Consolador:
«Tus pecados perdonados
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te son, mujer, sin rancor,
y tu fe te hizo salva,
vete en paz y con amor».
Los que lo oyeron dijeron:
«¿Quién es este, o qué señor,
que los pecados perdona
a cualquiera pecador?».
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Romance que trata de la mujer
que sanó Cristo de flujo de sangre
(Lucæ, viii)
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En aquel tiempo un varón
que era Jairus llamado,
príncipe de la sinoga,
vino triste y lastimado
y tendiose ante los pies
de Cristo, muy humillado,
y rogábale que entrase
dentro en su casa prïado
porque tenía una hija
en la cama con cuidado,
de doce años enferma;
y teníala en tal grado
que estaba para morir,
que vida no le habían dado.
Pues yendo el Señor a casa
de este hombre tan honrado,
iba creciendo la gente
sin la que iba acompañado,
entre la cual una dueña
allegara a su costado
que tenía flujo de sangre
de doce años arraigado,
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la cual consumiera toda
su hacienda y su estado
en físicos, y ninguno
a sanalla hubo acertado;
y tocó a Cristo el vestido
y luego, si habéis notado,
sanó del flujo de sangre.
Dijo Dios: «¿Quién me ha tocado?»
Y negándoselo todos
allí San Pedro ha hablado:
«Maestro, la gente es tanta
que te tiene aquí apretado,
y dices: “¿quién me tocó?”;
de eso estó maravillado».
Respondió Jesús entonces:
«Pues alguno me ha tocado,
porque yo he conocido
que virtud de mí ha manado».
Y oyendo la mujer
lo que Dios había apuntado
y que todo lo sabía,
vino tremiendo a su lado
y a sus pies se derribó;
y ante el pueblo congregado,
dijo delante de todos
el porqué le había tocado,
y en tocalle, prontamente,
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de su mal había curado.
Dijo Dios: «Hija, tu fe
y tu amor tan encendrado
te ha hecho sana y salva,
vete en paz y sin cuidado».
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Romance evangélico sacado del
Evangelio de San Mateo, capítulo xv,
sobre la mujer cananea.
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En aquel tiempo partiendo
el Señor para Sidón,
que estaba junto con Tiro,
otra buena población,
vino a él una mujer
cananea de nación,
salida de las fronteras
de toda aquella región;
iba tras Cristo clamando,
diciendo en lamentación:
«Señor, hijo de David,
habé de mí compasión
ca mi hija es maltratada
del demonio y su visión».
Cristo no respondió nada
por ver más su contrición.
Los discípulos, que vían
tanta disimulación,
llegáronse a su Maestro
diciendo con atención:
«Dale, Señor, lo que pide,
que nos pone turbación
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las voces de aquesta dueña,
pues llora de corazón».
Dijo Dios: «No só enviado
ni es mi visitación
sino a las ovejas tristes
que han venido a perdición
de la casa de Israel».
Ella oyendo esta razón
prostrose ante Jesús
haciéndole adoración
y dijo: «Señor, ayuda
a esta sierva y su opinión».
Respondió Cristo: «No es bueno,
mujer, si tú has discreción,
que quite el pan de los hijos
por dar a canes ración».
Ella dijo: «Sí Señor,
perra soy, mas mi intención
es que sé que los perrillos,
de los señores que son,
solamente lo que cae
de la mesa y provisión,
digo de las migajicas,
alcanzan sustentación;
de aquesas señor te pido,
de aquesas te pido don».
A esto le respondió
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Dios, con mucha perfección:
«Muger, tu fe te hizo salva,
concedo tu petición,
hecho es ya como tú quieres,
vete en paz y a la sazón».
Y luego fue sana y libre
su hija, sin detención.
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Romance que trata de la mujer adúltera
(Johannis. Viii)
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Allegó el Señor al monte
que Olivete se decía,
otra vez por la mañana,
con los doce que traía;
al templo vino a enseñar
su palabra dulce y pía
a los que estaban juntados
en el templo de valía.
Y como les predicase
con mucho amor y alegría,
letrados y fariseos
trujeron en compañía
una adúltera mujer
que adulterado había
y poniéndola en el templo
adonde Dios asistía,
dijeron allí: «Maestro,
esta mujer merecía
muerte porque ha adulterado,
según Moisén decía,
apedreada con piedras
por la culpa que debía;
dinos tú qué dices de esto,
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qué es lo que te parecía».
Esto le decían ellos,
por ver si alguno podía
acusallo por mal hombre,
que las leyes deshacía.
Pero Jesús inclinose
y con el dedo escribía
en tierra y, como tornasen
a su pregunta y porfía,
alzose Cristo y habloles
diciéndoles: «Yo querría,
si alguno en vosotros es
sin pecado en este día,
lance la primera piedra
contra esta y su rebeldía».
Tornose Cristo a inclinarse
en tierra do escrito había
y acabara de escribir
lo que empezado tenía.
Los sátrapas fariseos
que esto vieron, a porfía
unos a otros se miraban
y cada uno se salía,
sin hablar, delante Cristo,
del templo do residía,
dejando la mujer sola
a la cual Cristo decía:
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Romances religiosos
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«Mujer, di: ¿quién te condena?»
La mujer le respondía:
«Ninguno, Señor, agora,
veo en la presencia mía».
Respondió Cristo: «Ni yo,
cierto, te condenaría,
sino vete y más no peques
pues de aquí yo te absolvía».
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Romance evangélico sacado del Evangelio
de San Lucas, capítulo xiii, sobre la mujer
endemoniada
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En aquel tiempo Jesús
al pueblo enseñando estaba
su palabra divinal
como siempre costumbraba.
Siendo sábado aquel día
que Cristo les predicaba,
vino a él una mujer
que dieciocho años pasaba
que el espíritu maligno
contino la atormentaba;
tan corvada la tenía
que al cielo nunca miraba;
y como la vio el Señor
que el demonio la apremiaba
puso las manos sobre ella,
de esta suerte le hablaba:
«Mujer, por mi virtud eres
libre del que te aquejaba».
Y ella, en ser sana, se alzó
y al sumo Dios alababa.
Uno de la Sinagoga,
que príncipe se llamaba,
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ensañose y dijo ansí:
«Este en sábado curaba:
¿no sabe que es día santo
que ley lo santificaba?
Y seis días hay que puede
trabajar, como se usaba,
y no en sábado como este
que fiesta se celebraba».
Respondiera entonces Cristo
así como siempre usaba:
«Hipócritas vosotros,
¿cada uno no soltaba
en sábado asno o buey
del pesebre do habitaba
y del ranzal buenamente
a beber le encaminaba?
Pues esta hija de Abraham
que Satán presa llevaba
bien ha dieciocho años
¿no fuera cosa muy brava
dejarla presa sin cura
sábado cual yo curaba?».
Sus contrarios, como oyesen
la reprehensión que les daba,
estaban todos corridos
que a hablar nadie acertaba;
y todo el pueblo presente
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de ver esto se alegraba
y de las cosas que Dios
entre ellos comunicaba.
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Romance del hijo pródigo sacado a la letra
del Evangelio de San Lucas
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Pensativo está el buen viejo
no podía reposar
de ver su hijo el más mozo
que se le quiere apartar;
las palabras que le dice
le hacen más lastimar:
«Dédesme padre mis bienes
que yo los sabré gastar,
yo quiero a mis aventuras
por el mundo caminar».
El vejo no le hace fuerza
su parte le quiso dar.
No pasados muchos días
el mozo se fue a alejar
donde lujuriosamente
todo lo hubo de gastar.
Ya la hambre de la tierra
le comienza de aquejar,
asentó con un villano
para sus puercos guardar;
del manjar que ellos comen
se deseaba hartar.
Viéndose tan afligido
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sobre sí tal vuelta da:
«Oh, cuántos de jornaleros
en casa mi padre están
hartos de mantenimientos,
yo no me harto de pan.
Quiérome ir para mi padre,
quizá que se aplacará:
direle que le ofendí
y al cielo, en que Dios está;
no merezco padre mío
hijo tuyo me llamar:
hazme uno de tus siervos,
tu jornalero o gañán».
Helo va para su padre
que al encuentro sale ya,
con piadosas entrañas
dulces abrazos le da;
las manos sobre los hombros
con su rostro paz le da.
«Ofendido he padre al cielo
y contra ti fui a pecar.
No soy digno por mi culpa
ya tu hijo me nombrar».
El padre que aquesto oyera
qué con amor tierno está;
llama luego a sus criados
lo vengan a aderezar:
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«Traed la estola primera
a su cuello se la echad».
Púsole anillo en su mano,
los pies le hizo calzar
y el ternero más grueso
le hizo luego matar.
«Comamos – dijo el buen viejo –
que hoy en mí gran gozo está;
este mi hijo era muerto
hoy resucitado ha;
pareció y hele hallado,
a mesa se siente ya».
Mientras están a la mesa
muy gran música se da.
Helo el hijo mayor, viene
del campo por descansar;
como la música oyera
comienza de preguntar:
«¿Qué música es la que suena?
Nuevo es este festejar».
Allí le responde un mozo,
bien oiréis lo que dirá:
«Es ya venido tu hermano
y tu padre alegre está,
tanto que mató el ternero
aquel que estaba a engordar».
El hermano, que esto oyera,
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en casa no quiso estar.
Helo el padre donde sale.
comenzole de rogar
que no le penase de ello,
antes se debía holgar:
«No me importunéis, señor,
¿quién ha de disimular?
Ha tantos años que os sirvo,
que nunca os supe enojar:
no me habéis dado un cabrito
un día para almorzar;
con ese que ha destruido
la hacienda en lujuriar
habeisos tanto alegrado
que habéis hecho matar
el becerro sanguinado,
no es caso de tolerar».
El viejo, como buen padre,
tal respuesta le fue a dar:
«Hijo, vós estáis comigo,
todo está a vuestro mandar;
debéis estar muy alegre,
pues Dios quiso deparar
a vuestro hermano perdido
y le veis resucitar.
De muerto volvió a ser vivo,
de perdido a se hallar».
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Así pasa el pecador
cuando a Dios quiere tornar,
sale las puertas de gracia
y ábrelas de par en par
y después dale gloria
donde nos quiera llevar.
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Romance de la resurrección de Lázaro
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En el castillo de Betania
grande llanto se hacía
por un caballero muerto
que Lázaro se decía.
Las dos hermanas que tiene,
una Marta, otra María,
mensaje hacen a Cristo
que su amado adolecía;
y como Cristo lo oyera
de este modo respondía:
«No es de muerte la dolencia
sino para gloria mía».
Como lo amaba, Cristo
dos días se detenía
y a los discípulos dice
cómo Lázaro dormía
y que iba a despertallo
de aquel sueño que tenía.
«Si él duerme salvo será»,
cada cual le respondía
no entendiendo que el morir
ser un sueño se decía.
Por tanto les dijo claro
que Lázaro muerto había:
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«Por vosotros soy alegre
que no estuve ahí este día,
pero vamos donde está».
Tomás a la compañía
dice: «Vamos y muramos
con el Maestro este día».
Cuando Cristo allá llegó
hallole de cuarto día
en el sepulcro cerrado
y una piedra le cubría.
Las hermanas que supieron
que Jesús venido había
acompañado de gente,
que a consolarlas venía,
sálese Marta a la puerta,
quédase en casa María,
y así como ella le viera
con suspiros le decía:
«Señor, si aquí estuvieras
el mi hermano no moría,
mas sé que cuanto pidieres
Dios te lo concedería».
Cristo le dijera luego:
«Tu hermano resurgiría».
Dice Marta: «Bien lo sé,
mas será el postrero día».
Díjole Cristo: «Yo soy
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resurrección, vida y vía:
el que me creyere sepa
que, aunque muerto, viviría;
y el que vive y en mí cree
por siempre no moriría.
¿Crees esto – dijo –, Marta?».
Respondió que lo creía:
«Yo creo que tú eres Cristo,
hijo de Dios y María,
que viniste en este mundo».
Y sube y llama a María,
y díjole con voz baja:
«El Maestro te quería».
Como lo oyó se levanta,
para Cristo descendía
y los que la consolaban
hiciéronle compañía
pensando que al monumento
a llorar sobre él iría;
y así como vido a Cristo
a los sus pies se tendía:
«Oh señor, si aquí estuvieras
nuestro hermano no moría».
Cristo que la vio llorando
con aquella compañía
haciendo gran sentimiento
en sí turbado se había.
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Pregunta: «¿Do le pusistes?»
Muéstranle dónde yacía
y como Cristo le viera
gran lloro sobre él hacía.
«¿No miráis cómo lo amaba?»,
toda la gente decía;
otrosí dicen: «El que dio
vista a quien no la tenía
hiciera que no muriera,
pues que tanto le quería».
Otra vez el Redentor
entre sí se estremecía;
vase para el monumento
adonde una cueva había
con una losa a la puerta
que aquel sepulcro cubría.
Como hizo quitar la piedra
–oh, qué mal olor salía–
dijo Marta que allí estaba:
«Es muerto del cuarto día».
«¿No te he dicho – dijo Cristo –
que verás la gloria mía
si creyeres?». Y con tanto
al padre gracias hacía,
dice: «Yo sé que me oyes,
mas porque esta compañía
sepa que tú me enviaste,
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este milagro se haría».
Y dichas estas palabras
a grandes voces decía:
«Lázaro, ven acá fuera».
Helo, Lázaro salía:
atado de pies y manos
y un sudario le cubría
y a sus discípulos dice:
porque se vaya su vía:
«Desatalde pies y manos».
Y esto hecho, en aquel día
creyó el gran judaísmo
que en el milagro atendía
que estaban allí con Marta
y con su hermana María.
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Romance muy devoto en contemplación de
la Pasión de nuestro Redentor Jesucristo
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Por los campos de tristura
y veredas de pesar
cosa de grande amargura
y triste de recontar,
llevaban al rey de gloria
que era dolor de mirar:
los brazos lleva cansados,
el cuerpo por descansar,
la cruz llevaba en los hombros
por más tormento le dar,
cayendo de paso en paso
que no la puede llevar;
todo sangriento y plagado
no tiene sano lugar
de los pies a la cabeza,
no se puede comparar;
de todos desamparado
por a todos amparar,
cargado de nuestros males
por la vida nos ganar;
la culpa del primer padre
él la tiene de pagar,
el cordero sin mancilla
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llevan a crucificar.
Allegados son al monte
que por él se ha de nombrar;
el tan bienaventurado
que en el mundo no hay su par
los verdugos carniceros
ya lo quieren desnudar.
Al señor de todo el mundo
lo debéis de contemplar
en la cruz de clavo en clavo
si lo queréis bien gustar.
En alto ya levantado
por a todos levantar
mira y de cuantos lo miran
no halla con quién hablar
sino fue su triste madre
que no lo sabe dejar.
Con ansias muy más mortales
se lo pone a remirar,
las entrañas traspasadas
se le quieren arrancar.
Con palabras lastimeras
le comienza de hablar:
«Oh, hijo de Dios eterno,
¿quién os osará mirar?
Gloria de todos los santos,
¿quién os pudo tal parar?
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No os conozco, hijo mío,
no os puedo determinar;
vuestro rostro han trocado,
¿quién lo podrá figurar?
No es aquel que ser solía,
hermoso solo sin par;
ese cuerpo glorïoso
que de mí os plugo tomar
de leproso se es tornado,
no solía tal estar
oscuro, desfigurado,
sangriento de mar a mar.
Oh hijo, ¿por qué quisistes
vuestra sangre derramar,
pues la más chiquita gota
nos pudiera rescatar,
con azotes de amargura
vuestra carne señalar
y con clavos de dolor
pies y manos horadar?
Con guirnalda lastimera
os quisistes coronar.
De los pies a la cabeza
no se halla en vós lugar
que no esté tan mal tratado
que no puede más estar;
el costado está rompido
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porque estén de par en par
abiertas en paraíso
las puertas para gozar».
En este mar de congojas
viérades la madre estar
con la santa compañía
que no la quiso dejar
do quisiera, si pudiera,
a su hijo acompañar
muriendo junto con él,
pues sin él no había lugar
de poder allí vivir
sin mayor muerte pasar.
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Otro romance contemplativo
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Retraída está la reina,
madre de Dios eternal,
en Betania está la Virgen,
lástima es de la mirar
cubierta de un manto negro
bordado de lamentar,
siendo princesa del cielo,
abismos, tierras y mar.
Los palacios en que mora
y está la reina imperial
son salas de gran tristeza
recogida en soledad,
los tapices de esperanza,
estrados de castidad,
los cojines son congojas,
doseles de honestidad,
los vestidos son dolor,
los trajes, virginidad.
Cuatro infantas la acompañan,
todas de sangre real:
es la una la justicia
y la otra, caridad,
la otra, misericordia
y la otra es la verdad.
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Massimo Marini
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Las lágrimas son las damas,
los galanes el llorar,
las mesas contemplaciones,
los manjares ayunar;
los pajes son los suspiros
diligentes sin cesar
y por todo el universo
justas mandan publicar.
Reyes de armas son profetas
que el cartel escrito han,
la joya del vencedor
es el linaje humanal.
El mantenedor es Cristo
y el competidor es Satán,
los santos, los ventureros
que siguen su majestad.
Las armas de que se arrean
para en esta justa entrar
es firme fe y esperanza
junto con la caridad.
Los clarines son gemidos
y la tela de humildad,
los arneses son cilicios,
los almetes suspirar,
los motes lamentaciones,
las cimeras de penar;
amor llevan por devisa
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de este real capitán
el cual va a morir por todos
inflamado en caridad.
Una cruz lleva por lanza
para en ella nos salvar
y su cuerpo por escudo
para más nos animar,
bordado de cardenales
sin número de contar;
finalmente en su persona
no va cosa sin llagar.
Allá en el monte Calvario
iba a asentar su real,
mas la Virgen, con recelo,
no hace sino llorar;
cada lágrima en su rostro
es una perla oriental,
sospechosa de su hijo
que se lo quieren matar,
cercada de mil congojas
unas vienen y otras van,
leyendo las profecías
que de ello escritas están
donde dice claramente
palabras para notar:
«El justo será vendido
por nuestra vida comprar».
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Estando en tal pensamiento,
estando en este penar,
no sabe a quién se suplique
que la venga a consolar.
Acuerda llamar al padre
de su hijo natural,
las rodillas por el suelo
comienza de suplicar
que la maten con su hijo
porque mueran a la par;
no le responde ninguno
de la corte celestial.
Responden los santos padres
dende el limbo donde están
diciendo: «Sacra Señora,
remedio de nuestro mal,
Emperatriz de la vida,
bien sabe tu majestad
como ha ya cinco mil años
que estamos sin claridad
en esta cárcel oscura
ajenos de libertad,
en esta triste prisión,
en este brete infernal
esperando al hijo tuyo
que nos haya de sacar.
Y agora, pues lo tenemos,
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dánoslo de voluntad:
la sentencia tiene dada,
no se puede revocar,
que muera crucificado
por el linaje humanal».
La Virgen cuando lo oyó
con dolor muy desigual,
traspasado el corazón,
turbada sin se turbar,
reventara de dolor
mas la fe no dio lugar.
Allí estaba su sobrino,
el zebedeo san Juan,
dando voces de pasión
que el cielo quieren rasgar
diciendo: «Virgen señora,
comenzaos de levantar
y al hijo de Dios y vuestro
ya le sacan a matar;
cinco mil azotes lleva
dados con gran crueldad,
amarrado a una columna
por más fuertemente le dar;
el celebro traspasado
con espinas de crueldad,
sus ojos verdes sangrientos
todo muy lleno de afán;
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sus mejillas y quijadas
hechas van un cardenal,
la boca lleva amarilla
que no lo conocerán;
su santa barba mesada,
el color todo mortal,
una soga a la garganta
y a las manos un dogal;
de la cabeza a los pies
no le veréis sanidad.
Una cruz pesada a cuestas
que le ayudan a llevar,
cercado de fariseos
con mucha ferocidad.
Cada cual le acusa a muerte
por más fatiga le dar
y el que menos le acusaba
piensa en ello más errar.
Con trompetas y bocinas,
con muy gran solemnidad
por la muerte del cordero
hacen gran festividad.
Los pregones que van dando
Virgen os quiero contar;
dicen: “Esta es la justicia
que se manda ejecutar
en este hombre, porque
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hace milagros sin par.
Dice que es hijo de Dios,
el Mesías divinal,
los sábados nos quebranta
contra nuestra voluntad.
Hace milagros en ellos
a todo nuestro pesar,
resucitaba a los muertos,
hace los mudos hablar,
sana y limpia los leprosos
de cualquier enfermedad,
hace libres los tullidos,
a ciegos da claridad,
lanza y quita los demonios
de cualquier cuerpo mortal”.
En pago de todo aquesto
mándanlo crucificar».
La Virgen cuando lo oyó
cayó en tierra de pesar
y San Juan cayó con ella,
gran dolor es de mirar.
Llora el uno, llora el otro
lágrimas de par en par,
pero con lágrimas vivas
se la conforta San Juan.
Con la voz muy desmayada
comenzó de preguntar:
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«Di San Juan, sobrino mío,
pues me vienes a llamar,
di por dónde es el camino
para haberlo de hallar».
Respondió San Juan: «Señora,
su sangre os puede guiar,
tanta deja derramada
que bien os puede llevar
al monte Calvario, a do
con su muerte ha de matar
la muerte de nuestra muerte
por nuestra alma libertar.
Él desea vuestra vista
que no tiene a quién mirar
y si le queréis ver vivo
conviene gran priesa os dar,
pues por esta compasión
te plega, Virgen, rogar
al hijo de Dios y tuyo
que nos quiera perdonar
nuestras culpas y pecados
por su alta majestad
dándonos aquí la gracia
y allá la gloria eternal».
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Otro romance
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En Betania estaba sola
la reina celestial
suspirando por su hijo,
rey eterno y temporal,
con temores lastimeros
de tristeza desigual,
hecha un mar de pensamientos
y un diluvio de llorar.
Cada lágrima en su cara
era perla orïental,
no dormía, que congoja
le era causa de velar;
no tenía de estrellas
corona de majestad
ni menos so el pie la luna
ni al sol claro por brial,
mas estaba retraída
en rincón de soledad,
cubierta de manto negro
con sospecha de su mal.
Su corazón sin reposo
en la cara dio señal
por la cual iban sudores
de congoja natural.
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Daba suspiros profundos
por poderse remediar
y tales que provocaban
las peñas a piedad
de forma que quien la viera
le pudiera preguntar:
«Poderosa Emperatriz,
¿qué sentís que es vuestro mal?»
«Son mis penas – respondiera –
mal sin cuento, mal sin par
porque creo que está preso
mi bien todo universal».
Así estando esta señora
gritos grandes oía dar
a uno que le venía
con las nuevas del pesar
y dijo: «Preciosa reina,
vuestros miedos son verdad:
no es menor vuestra congoja
que fue vuestra dignidad;
vuestro hijo queda preso
toda vuestra libertad.
Yo lo dejo encadenado
en la cárcel criminal,
cercado de fariseos
que se lo quieren tragar.
Su gesto, que era excelente,
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más hermoso que cristal,
escuro lo tiene y triste,
con semblante de mortal.
Hallareislo desgreñado,
sin mitra pontifical,
la boca corriendo sangre,
la cabeza otro que tal
y el que menos lo fatiga
quiere más desesperar.
Si lo viésedes aflicto
por vós, madre, suspirar
no os quedaría sentido
ni vida sin espirar.
Él desea vuestra vista,
que no tiene a quien mirar.
Por eso venid conmigo,
que lo quieren justiciar:
llevaréis con él la cruz,
que no se puede mudar.
Que el dolor si quita fuerza
amor os puede esforzar».
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Romance de la Resurrección
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Venid, venid oh cristianos,
venid todos muy de grado,
veréis al rey de los reyes
nuestro Dios resucitado.
Veréis cómo ya ha salido
del sepulcro muy cerrado,
veréis con él a los padres
que del limbo ha sacado.
Verle heis todo refulgente,
hermoso y glorificado,
veréis ante su presencia
la madre que lo ha engendrado.
El consuelo que recibe
ser no puede exagerado;
dícele con amor dulce:
«Hijo mío muy amado,
bendito fue aquel día
de mi parto consagrado
y bendita vuestra muerte,
pues que tal fruto ha sacado,
fruto que mató la culpa,
la ofensa y el pecado;
fruto que ya el cielo ha abierto,
que nos estaba cerrado.
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Bendito vós, hijo mío,
Dios de todo lo criado;
bendito del padre eterno,
padre vuestro sublimado.
Gózome, mi dulce hijo,
en veros beatificado
y de las penalidades
naturales ausentado.
Doyos gracias infinitas
por el bien que habéis obrado
en sacar los pecadores
de tan peligroso estado
como Adán el primer hombre
por la culpa había causado».
Respondiole el Redentor
con rostro muy agraciado:
«Madre, de vuestro consuelo
estoy yo muy consolado:
veisme aquí ya inmortal,
con cuerpo glorificado;
veis cómo el mandamiento
de mi padre he acabado;
cesen ya vuestros dolores,
cese ya vuestro cuidado.
Bien contempla, pecador,
de ti sea contemplado
este paso, porque en él
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en Dios seas transformado
y merezcas alcanzar
el don que tiene otorgado
al que en tal contemplación
por su amor vive ocupado».
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Romance de cómo Nuestro Señor apareció
a sus apóstoles
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Llorando estaba San Pedro
su pecado sin cesar
cuando Cristo nuestro Dios
se le quiso demostrar
alegre y resucitado
para bien lo consolar.
El gozo que allí sintió
imposible es lo narrar,
dale su sumo favor
para haberlo de animar,
para lo hacer alegre,
para siempre lo alegrar,
que desde que lo negó
no cesaba de llorar.
Apareció a la Magdalena
para gran gozo le dar
y en su fe viva, sagrada,
mejor la fortificar
y también para pagarle
el trabajo de su amar.
Y asimesmo apareció
a la hora sin tardar
a las otras dos Marías
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a ambas juntas a la par.
Apareció a Santiago,
que juró siempre ayunar
hasta verlo resurgido
con placer muy singular.
Demostrose al buen José,
el que lo fue a sepultar,
que estaba en escura cárcel
porque se atrevió a lo honrar
y a quitarlo de la cruz
y su sepulcro le dar.
También se juntó a los dos
que de él era su hablar
cuando iban al castillo
de Emaús ese lugar
y se les dio a conocer
para en él los conformar.
Estando este mesmo día
juntos los diez, él fue a entrar
donde después que lo vieron
la paz les fue a denunciar:
dioles el flato sagrado
para más los animar.
Allí no estaba Tomás,
allí no se fuera a hallar;
ya pasados ocho días
él tornó a los visitar
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para Tomás convertir
y quitarle de dudar,
el cual decía no creer
sin bien ver y bien palpar
aquellas llagas sagradas
refulgentes de admirar.
Después apareció mi Dios
a la ribera del mar
a San Pedro y a los otros
que habían ido a pescar,
adonde a Pedro mandó
sus ovejas bien guardar
y también los cordericos
dulcemente apacentar.
Dignos son estos misterios,
dignos de bien meditar;
contemplémoslos pues todos
con fervor y sin cesar,
porque así merezcamos
en el cielo contemplar
su sacra resurrección
y con él también gozar.
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Notas
Listado de abreviaturas
CORDE Real Academia Española, Corpus Diacrónico del Español (http://corpus.rae.es/cordenet.html)
CREA Real Academia Española, Corpus de Referencia del
Español Actual (http://www.rae.es/recursos/banco-de-datos/crea).
DLE
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua
Española, edición del tricentenario, actualización de
2017 (www.rae.es).
NTLLE Real Academia Española, Nuevo Tesoro Lexicográfico
de la Lengua Española (http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle).
P-HBP University of Washington, Pan-Hispanic Ballad Project. Proyecto del Romancero pan-hispánico (https://
depts.washington.edu/hisprom/).
SilvaI
Vicenç Beltran Primera Parte de la Silva de varios romances en que están recopilados la mayor parte de los
romances castellanos que hasta agora se han compuesto. Hay algunas canciones y coplas graciosas y sentidas
[Zaragoza, Esteban de Nájera, 1550], ed. facsímil y estudio, México, Frente de Afirmación Hispanista, 2016.
II
Silva
Beltran, Vicenç Segunda Parte de la Silva de varios romances. Lleva la misma orden que la Primera [Zaragoza, Esteban de Nájera, 1550], ed. facsímil y estudio,
México, Frente de Afirmación Hispanista, 2017.
III
Silva
Beltran, Vicenç Tercera Parte de la Silva de varios romances. Lleva la misma orden que las otra [Zaragoza Esteban
de Nájera, 1551], ed. facsímil y estudio, México, Frente de
Afirmación Hispanista, 2017.
430
Notas
Los romances anotados van numerados progresivamente
según el orden que llevan en esta edición. Después de la
rúbrica, entre corchetes, las cifras arábigas remiten a la
página correspondiente del facsímil de las Silvas (SilvaI, II,
III
: cfr. supra, «Listado de abreviaturas») y las romanas reenvían a la paginación del original. Dentro de cada apartado, las notas van precedidas por el número de verso al
que se refieren.
Romances amorosos
2. Otro romance («Cabalga doña Ginebra / y de Córdoba
la rica») [SilvaIII: 243, xxr]
v. 31: callentar está registrado en el DLE como desusado.
6. Romance («En Castilla está un castillo / el cual dicen
Roca Frida») [Silva III: 406, civ]
v. 8: Silva: zefira. zafira está documentado en DLE.
10. Romance de Girineldos («Levantose Girineldos / el rey
dejaba dormido») [Silva III: 374, lxxxivr]
v. 10: postigo. Silva: pestigo.
v. 50: será. Silva: serán.
Romances de aventuras caballerescas
15. Síguese el segundo romance [de Gaiferos] («Vámonos –
dijo – mi tío / en París esa ciudad») [Silva III: 414, cvv]
v. 6: mandarnos hía matar. Silva: mandar no ya matar.
21. Síguense los romances que tratan de historias españolas:
y este primero es de cómo el conde don Ramón de Bar-
431
Massimo Marini
celona libró a la Emperatriz de Alemaña que la tenían
para quemar («En el tiempo que reinaba / y en virtudes
florecía) [SilvaII: 243, xlr]
v. 72: de lejos tierras. Es decir “de lejanas tierras”, quizá adjetivación del adverbio “lejos”, registrado
en el DLE.
v. 164: encuentro. Silva: encuentto.
v. 232: lor. Así en la Silva, por «loor». No se enmienda para
no alterar la medida del verso.
22. Romance de la reina de Irlanda («Cartas van por todo
el mundo / dolorosas de contar») [SilvaIII: 443, cxxr]
v. 67: se. La Silva dice ſo.
v. 69: licencia. En la Silva, licencio.
23. Otro romance («En los reinos de Castilla, / en los
tiempos ya pasados») [SilvaII: 280, lviiiv]
v. 41: Inglaterra. Silva: Ingalaterra. Esta forma epentética
aparece también en la traducción castellana del
Tirant lo Blanc (Valladolid, 1511).
v. 90 recado. Por «recaudo», ‘precaución, cuidado’ (DLE).
Romances sobre materia antigua
24. Romance de Ascanio («En el tiempo que Mercurio / en
el Oriente reinaba») [SilvaIII: 295, xlvir]
v. 33: sahueso. Vulgarismo por «sabueso» registrado
en CORDE que aparece esporádicamente durante la Edad Media. (cfr. nota al Romance del Sofí,
«El Gran Sofí y el Gran Kan / y el Gran Calife un
día», v. 42).
432
Notas
25. Romance de la muerte de Hércules («Ardiendo se estaba
vivo / Hércules el esforzado») [Silva III: 339, lxviiir]
v. 5: de Yamira. Así en la Silva. probable errata por «de
Deyanira». No se corrige por no alterar la medida
del verso.
v. 8: siendo de yo enamorado. Silva: siendo deyo enamorado. El pasaje en su conjunto queda oscuro, y se
puede interpretar de distintas maneras. Una lectura
posible es “siéndole yo enamorado”, emendando
“de” por “le”. Otra posibilidad es que “yo” sea nombre proprio, que designa “Yole” (Íole), la princesa
pretendida por Hércules que desató los celos de Deyanira, causando la muerte del héroe. Sin embargo,
la lectura “siendo de Yole enamorado” produce un
verso hipermétrico. Se ha optado por mantener la
forma original del verso y dejar constancia en nota
sobre las posibles explicaciones.
v. 16: Acheloso. Silva: a Cheloso, por Aqueloo.
vv. 31-32: Y al león de Calidonia, / ¿no só yo quien le he
amansado? Así en la Silva. En realidad, Hércules
mató al león de Nemea, mientras que capturó al
jabalí de Erimanto. El autor del poema probablemente confunde el león con el jabalí y a este
con otro jabalí famoso por su bravura en la antigüedad, el jabalí de Calidón, a cuya caza participaron, según las fuentes clásicas, varios héroes
(pero jamás Hércules). Por último, hablándose
del león, el v. 32 debería decir: «¿no só yo quien
le he matado?».
v. 44: Domedros. Probable alteración en la Silva del nombre de Diomedes, referencia a Diomedes de Tracia y
sus yeguas, octavo trabajo de Hércules.
433
Massimo Marini
26. Romance de Leandro y Ero y cómo murió («El cie-
lo estaba ñublado, / la luna su luz perdía») [Silva III:
448, cxxiiv]
v. 15: los. Silva: les.
v. 24 augurio. Silva: agurio.
28. Romance de la reina Dido y Eneas («Por los bosques de
Cartago / se salen a montería») [Silva III: 307, liir]
v. 17: conté. Silva: centé.
v. 67: debo. Silva: deno, por errata.
v. 76: ponían. Silva: ponía.
29. Romance de Horacio («El gran fundador de Roma, /
que Rómulo se decía») [SilvaIII: 298, xlviiv]
v. 21: Tulio. Silva: Tulo.
v. 28: romanía. Se acentúa la palabra así por encontrarse
en posición de rima; tiene el significado, no corriente, de ‘territorio de la ciudad de Roma’.
v. 24: Albania. En la Silva se denomina así la ciudad de
Alba Longa, situada en los montes Albanos. De
ahí la presencia de este topónimo para designar la
ciudad de Lacio y sus dominios, con ocurrencias
esporádicas en CORDE, en el Tratado de Roma de
Martín Martínez de Ampiés (1498) y en las Epístolas
familiares de fray Antonio de Guevara (1521-1543).
31. Romance de Aníbal («Cartago florece en armas, / África
muy loca estaba») [Silva III: 356, lxxviv]
v. 69: vencía. Silva: vencían.
v. 76: hanse penado las armas. Probable errata, pues así el
verso resulta incomprensible.
33. Romance de César («Junto a Lérida está César, / que
viene con gran poder») [SilvaIII: 247, xxiir]
v. 27: Afranio y Petreyo. Silva: Afrayo y Petreyo.
434
Notas
Romances históricos de tema épico o
legendario
35. Romance de la Cava («Cartas escribe la Cava, / la Cava
las escribía») [Silva III: 498, cxlviiv]
v. 18: cuna, sic en la Silva.
41. Romance del rey don Alonso («Andados los años treinta
/ que reinaba Alfonso el Casto») [Silva III: 370, lxxxiiiv]
v. 8: poridad. Se mantiene la lectura de la Silva,
como variante desusada de «poridad» registrada
en el DLE.
42. Romance de Bernaldo del Carpio («Hueste saca el rey
Orés, / rey de Mérida llamado») [Silva III: 371, lxxxivr]
v. 37: Cogiendo. Silva: cogendo.
43. Romance de Bernaldo del Carpio («Las cartas y mensa-
jeros / del rey a Bernaldo van») [SilvaII: 333, lxxxvr]
v. 24: caminar. Silva: cominar.
v. 55: Carpio. Silva: Carpo.
44. Romance del conde Fernán González («El conde Fernán
González / cabe la villa de Lara») [SilvaII: 341, lxxxixr]
v. 92: desmayáis. Silva: desmays.
v. 81: luego se tornó a juntar. Silva: luego ſe torno o juntar.
46. Romance de don Rodrigo de Lara («Ay Dios, qué buen
caballero / fue don Rodrigo de Lara») [SilvaII: 284, lxv]
v. 90: quesido. Esta forma del participio pasado era bastante frecuente. En CORDE se registran poco más
de 150 ocurrencias del término a partir del último
cuarto del siglo xiv y hasta finales del xvi, aunque
Valdés en su diálogo de la lengua recomienda utilizar la forma «querido». (Cfr. Juan de Valdés, Diá-
435
Massimo Marini
logo de la lengua, ed. Cristina Barbolani, Madrid,
Cátedra, 1990, p. 180).
48. Otro romance consecutivo («Pártese el moro Alicante /
víspera de San Cebrián») [SilvaII: 291, lxivr]
v. 15: Gonzalo Gustos. Como para «Nuño Gustos» en el
Romance de los Condes de Carrión («Yo me estando
en Valencia / en Valencia la mayor», nota v. 53) se
respeta la variante del nombre que consigna la Silva.
v. 103: y mandó a una morica. Silva: y mando o
vna morica.
49. Romance del infante don García («Libre era ya Castilla /
y en ella infantes había») [SilvaII: 338, lxxviiv]
v. 13: tienen. En la Silva, la «n» final no se lee. Se añade
por conjetura.
50. Romance de cómo un hijo del rey don Sancho acusó de
alevosía a la reina su madre («Un hijo del rey don Sancho / que se llama don García») [SilvaIII: 319, lviiir]
v. 32: aventurase. Silva: aventuresse.
v. 68: responderían. Silva: respondería, por errata.
52. Romance de los reyes don Sancho de Castilla y don
Alonso de León («Entre dos reyes cristianos / hay muy
grande división») [Silva II: 301, lxixr]
v. 59: leoneses. Silva: leones.
56. Romance de los condes de Carrión («Yo me estando en
Valencia, / en Valencia la mayor») [SilvaII: 265, lir]
v. 53: Nuño Gustos. Silva: Gustos por Gustioz, que es variante del nombre más común hoy día. Se mantiene
la oscilación, aquí y en los lugares donde aparece,
por ser la primera forma típica de la onomástica de
esta época (cfr. el romance del ciclo de los Infantes
436
Notas
de Lara, «Pártese el moro Alicante / víspera de San
Cebrián», nota v. 15).
vv. 71-72: allá va Nuño Gustos / el ayo que las crió. Así en
la Silva. Sin embargo, el papel de ayo de las hijas
del Cid se había atribuido anteriormente a Pero
Bermúdez; así en el v. 40: “Levantose Pero Bermúdez / el que las damas crió”. Para resolver la
contradicción, la edición de este mismo romance en P-HBP introduce una enmienda en el v. 72:
“allá va Nuño Gustos / [y] el ayo que las crió”.
Romances históricos de carácter erudito
60. Romance de cómo el rey don Jaime de Aragón ganó a
Mallorca con las otras islas circunvecinas y después a
Valencia («Ese buen rey de Aragón / que don Jaime se
decía») [Silva III: 492, cxlivv]
v. 65: Rosellón, la Pusardán. Silva: Roſſillon la Puſſardan.
El primer topónimo se enmienda según el uso
corriente, mientras que “Puſſardan”, probable referencia al Ampurdán, se mantiene con las oportunas
adecuaciones gráficas, por la dificultad de encontrar
una corrección adecuada, que resultaría muy artificial. Cfr. el cotejo de V. Beltran de este romance con
el pliego 711, que lee “Passardan” (V. Beltran, Los
«Romances de Historias», en SilvaIII, p. 89).
v. 80: las armas. Silva: ſas armas.
v. 104: Montuic. Silva: Monjuy. Se adapta la forma del
topónimo a la denominación corriente en lengua
castellana.
v. 126: terrible. Silva: terriole. Ya Moñino, a pesar de ser
la suya una edición paleográfica, corrige la errata;
no se trata ni de una «b» mal entintada ni de un
tipo defectuoso (cfr. Silva de romances (Zaragoza,
1550–1551). Ahora por vez primera reimpresa desde el
437
Massimo Marini
siglo XVI en presencia de todas las ediciones, estudio,
bibliografía e índice de Antonio Rodríguez Moñino,
Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, 1970, p. 509).
61. Romance del rey don Alonso («El triste rey don Alonso
/ viviendo a más andar») [Silva III: 365, lxxxir]
v. 25: Apolino; sic, por Apolonio.
62. Romance del infante don Enrique («Ese infante don
Enrique, / con el temor que tenía») [Silva III: 509, cliiir]
v. 96: Calis. Errata de la Silva de difícil enmienda, por la
dificultad de localizar el topónimo. (Cfr. V. Beltran,
“Los «Romances de historias»”, en SilvaIII, p. 163).
v. 98: nombradía. Silva: nombradís.
65. Romance de doña Blanca de Borbón («Doña María de
Padilla, / no os mostredes triste, no») [Silva II: 255, xlvir]
v. 44: eso te perdono. Silva: pardono.
66. Romance del rey don Pedro («Teniendo el rey don Pe-
dro / su real fortalecido») [Silva III: 359, lxxviiir]
v. 3: Nájera. Silva: Najara.
67. Romance de la muerte del rey don Pedro («Estando el
rey don Pedro, / la su espada ensangrentada») [SilvaII:
324, lxxxv]
v. 17: Alburquerque. Silva: Alburqueque. Esta última forma aparece cuatro veces en CORDE (incluyéndose
también esta ocurrencia en la Silva) siendo más
usual la otra, «Albuquerque», con documentación
desde el siglo xiv hasta el xx. De todas maneras, a estas dos formas antiguas se ha preferido
la moderna.
v. 37: Trastama. Así en la Silva, por «Trastámara». No se
enmienda por no alterar la métrica del verso.
438
Notas
v. 41: Untel. Así en la Silva, por «Montiel». No se enmienda por no alterar la métrica del verso.
69. Romance del conde de Luna («El rey don Juan el segun-
do / dijo un día andando a caza») [Silva III: 363, lxxxr]
v. 29: Braezne, por Branzuelos (cfr. V. Beltran, Los «Romances de historias», en SilvaIII, p. 114).
v. 37: condesa de Nieva. Así en la Silva por «condesa de
Niebla» (cfr. V. Beltran, Los «Romances de historias», en SilvaIII, pp. 114-115)
70. Romance del moro santón de Granada («En las Sie-
rras de Granada / un moro santón vivía») [SilvaIII:
351, lxxivr]
v. 64: monarquía. Silva: manarchia.
v. 107: Balán. Así en la Silva, por Balaam. No se moderniza
por no alterar la medida del verso.
71. Romance de la muerte de Albayaldos («Santa Fe cuán
bien pareces / en los campos de Granada») [SilvaII:
306, lxxiv]
v. 117: estando. en la Silva la palabra se lee mal, siendo visible solamente “ndo”. Se añade “esta” por
el contexto.
72. Romance del Maestre de Calatrava («Ay Dios, qué buen
caballero / el Maestre de Calatrava») [SilvaII: 311, lxxivr]
v. 26: bien. En la Silva la palabra se lee mal, siendo visible
solamente “ien”. Se añade la “b” por el contexto.
73. Romance del moro Alatar («De Granada parte el moro /
que Alatar se llamaba») [SilvaII: 312, lxxivv]
v. 14: muza y cotellada. Silva: muça y cotellada. En
CORDE aparece un caso de “muça”, en Antonio
de Guevara y alguno más en poetas del xv. En el
diccionario de John Stevens, A new Spanish and
439
Massimo Marini
English Dictionary [...], Londres, 1706 (en NTLLE),
se registra “muçeta”, o sea, “muceta”, que así define
el DLE: “esclavina que cubre el pecho y la espalda,
y que, abotonada por delante, usan como señal de
su dignidad los prelados, doctores, licenciados y
ciertos eclesiásticos”. El término “cotellada” puede
ser un catalanismo por “cuchillada”: las prendas de
vestir exteriores iban a veces “acuchilladas” o sea,
con cortes para que se viera la prenda interior y
destacara el contraste de los colores.
75. Romance de Hernandarias («Buen alcaide de Cañete /
mal consejo habéis tomado») [Silva III: 368, lxxxiir]
v. 34: diciendo. Silva: dixendo.
78. Romance del Turco («A caza salió el Gran Turco / de
Constantinopla la llana») [Silva III: 334, lxvv]
v. 27: Sicilia. Silva: Cecilia.
v. 28: Apulia. Silva: Apulla.
v. 47: Vaivoda. Silva: Baibada. Se enmienda la lectura,
pero se mantiene la inicial mayúscula por aparecer
así en la Silva, pese a tratarse de un título. Probablemente el autor y el editor, al no entender la palabra,
la interpretaron como un nombre propio, de ahí el
uso de la mayúscula.
v. 93: seguían. Silva: seguía.
79. Romance del Sofi («El Gran Sofí y el Gran Kan / y el
Gran Calife un día») [Silva III: 326, lxiv]
v. 17: hierros de aspe dorados. Silva: hierros dazpe dorados. En CORDE no se encuentra «aspe» en ningún
contexto relacionado con este; puede ser un hápax
de la Silva.
v. 38: llevan. Silva: llavan.
v. 42: sagüeseria; “sagüeso” por “sabueso” es vulgarismo
registrado en CORDE (cfr. nota al Romance de As-
440
Notas
canio, «En el tiempo que Mercurio / en el Oriente
reinaba», v. 33).
v. 55: resas. Silva: reſas. Para el término no se ha encontrado explicación.
v. 68: Rusía. Silva: Ruxía.
v. 70: Indía, por la rima.
v. 72: una. Silva: uno.
v. 91: cansado. Silva: cansada.
v. 112: Kan. Silva: Con.
Romances genealógicos
80. Romance del rey Abarca [SilvaIII: 316, lviv]
v. 78: probanza. Silva pronança.
v. 90: tan nobles. Silva: tan aobles.
82. Romance del conde don Pero Vélez («Alterada está Cas-
tilla / por un caso desastrado») [SilvaIII: 324, lxv]
v. 37: dura. En la Silva dara, por errata.
84. Romance de la venganza de doña Isabel («El rey don
Juan Manuel, / que era de Ceuta y Tanjar») [SilvaII:
331, lxxxivr]
v. 16: qué era de ella y dónde está. Silva: que era dellaτo
donde esta. Aparece un signo tironiano y una “o”
por una “a”. Ante la duda, se moderniza “donde”
para mantener la medida del verso.
85. Romance que dice «Entre la gente se dice» («Entre la
gente se dice, / y no por cosa sabida») [SilvaII: 275, lvir]
v. 19: difamia. es voz desusada, registrada en DLE como
‘difamación o deshonra’.
v. 21: Llamado ha. Silva: Llamando a. Se enmienda por
razones sintácticas
v. 49: Dadme. Silva: Darme.
441
Massimo Marini
v. 59: A un ama. Silva: A una ama.
v. 134: Cádiz. Silva: Cáliz. Es forma antigua del nombre de
la ciudad (cfr. V. Beltran, Los «Romances de historias», en SilvaIII, p. 163).
86. Romance («Yo me fui para Vizcaya / donde estaban los
hidalgos») [SilvaIII: 292, xlivv]
v. 3: lo. En la Silva, la.
v. 9: jura. Silva: justa, por errata.
87. Romance de don Enrique de Guzmán («Dadme nue-
vas, caballeros, / nuevas me querades dar») [SilvaII:
327, lxxxiir]
v. 43: confirmalle he lo del padre. Silva: confirmalle lo del
padre. Como se declara en la advertencia, se restablecen las supresiones por haplografía.
Romances religiosos
90. Romance de la muerte de Absalón («Los vados del río
Jordán / Absalón había pasado») [SilvaII: 239, xxxviiir]
v. 5: Galdad; sic, por Galaad.
v. 42: enarbolado. Silva: enerbolado.
91. Romance de Salomón («Cuando el gran rey Salomón /
en Jerusalén juzgaba») [Silva II: 233, xxxvr]
v. 1: Salomón. Silva: Salamon
v. 9: yo hí. Silva: durmiendo yo yesta dueña. Otra lectura
posible del verso es “durmiendo yo, y esta dueña”.
92. Romance de la reina de Saba («La gran reina de Saba, /
de las princesas dechado») [SilvaIII: 344, lxxv]
v. 18: alcarchofado. El término empleado en la Silva está
documentado en DLE con valor de «bordado con
labores en forma de alcarchofa».
442
Notas
v. 35: moscador. Se mantiene el término empleado en
la Silva (hoy en día «mosqueador»), con el significado de ‘abanico’, por hallarse bastantes casos
documentados en CORDE a partir del último cuarto
del siglo xv.
v. 36: topacio. Silva: topazion. Cultismo por topacio, registrado esporádicamente en el siglo xvi (CORDE).
v. 87: Cethim, ciprés y cedro. Silva: cethim, ciprés y cedro.
El término “Cethim” aparece como topónimo en la
Vulgata, con significado incierto. (cfr. Ugolino Blasio, Thesaurus antiquitatum sacrarum complectens
selectissima…, Venecia, Joannem Gabriellem Herthz, 1746, vol. V, s.v. “Cethim”; Cesare Antonio De
Cara, Degli Hittim o Hethei e delle loro migrazioni:
ricerche di archeologia biblico-italica, en «La Civiltà
Cattolica», s. 14, vol. 10 cuatrimestre 980 (abril de
1891), pp. 143-157).
v. 110 hallados. Silva: hallado, por errata.
v. 141: y ansí se fueron al templo. Silva: y ansí se se fueron
al templo, por errata.
93. Romance del Santísimo Nacimiento de Nuestro Señor
Jesucristo («La sacra y divina noche, / noche más clara
que el día») [SilvaIII: 206, iv]
v. 32: del prometido Mesías. Silva: bel prometido metía.
Se trata de un error tipográfico o una mala interpretación.
v. 44: sinfonía. Según DLE «sinfonía» es equivalente de
‘zanfoña’.
v. 50: clara sofía. En la Silva: claraſophia. Se separa la palabra, interpretándose el adjetivo “clara” como ‘ilustre, insigne’ y el término “sofía” como grecismo, en
el sentido de ‘sabiduría”; con este significado aparece registrado en un número bastante exiguo de
diccionarios en NTLLE, entre ellos, el Vocabularium
443
Massimo Marini
Hispanicum Latinum et Anglicum de John Minsheu
(Londres, 1617).
94. Otro romance para la Natividad de Nuestro Señor («En
el tiempo que Octaviano / en el imperio regía») [SilvaIII
: 235, xvir]
v. 3: edito. Silva: edicto.
v. 12: cada. Silva: codo.
v. 31: Fuéronse. Silva: fuerense.
v. 38: Mesías. Silva: Mexía. Se corrige por ser «Mesías» la
variante más frecuente en todas las épocas.
95. Romance de los tres Reyes Magos («Ya cabalgan los tres
Reyes / que los Magos se decían») [Silva II: 193, xvr]
v. 19: Oriente. Silva: oriento.
96. Romance sobre las tres tentaciones que el enemigo de
naturaleza humana hizo a nuestro Redentor («Helo,
helo por do viene / con muestra disimulada»)
[SilvaIII: 223, xxr]
v. 3: ermitaño. Silva: herimtaño.
v. 8: cogulla calada. Silva: cogula acalada. El primer
término, “cogula” es un probable error tipográfico.
Por “acalada”, CORDE registra diversas ocurrencias
de un verbo acalar en el lenguaje de los fundidores,
pero más bien parece otra errata, por “calada”, que
se debería interpretar como ‘bajada’, muy frecuente
en expresiones como “calado hasta las orejas” o
“hasta los ojos”, documentadas en CORDE desde
1607 y corriente desde entonces, tanto en CORDE
como en CREA.
vv. 14: enyerbada. Silva: eneruiada. La expresión “lanza
eneruiada” podría ser error de lectura por “lanza
enristrada”, que aparece poco después (vv. 37-38).
Sin embargo, se ha preferido emendar “eneruiada”
por “enyerbada’, corrigiendo la metátesis. El tér444
Notas
mino “enyerbar”, con su variante “eneruar” (por
‘enherbar’), está registrado en NTLLE con el sentido
de ‘envenenar’. Modernamente, en DLE aparece la
forma “enherbolar”, ‘poner veneno en algo, más comúnmente en lanzas o en saetas’. En CORDE aparecen casos de “saetas enervadas” o de “enervado” en
el sentido de ‘envenenado’. En su duelo con Cristo,
el demonio traería las lanzas empozoñadas.
v. 36: se acercaba. Silva: ſe acercaue.
v. 65: y va con Cristo al pinaclo. Así en la Silva, por “pináculo”, término documentado en CORDE, a veces
referido a este mismo pasaje de Evangelio. En la
Silva, “pinaclo” es, pues, vulgarización de la palabra
latina que aparece en el texto de la Biblia, según la
Vulgata: Tunc assumit eum Diabolus in sanctam
civitatem et statuit eum supra pinnaculum templi»
(Mt, 4:5).
97. Romance que trata de la mujer Samaritana («Vino
Cristo a una ciudad / de Samaria que llamada») [SilvaII:
204, xxv]: pese a la denominación de «romance» que
aparece en la rúbrica, a nivel métrico el poema está
estructurado como un perqué.
v. 27: algo que esta tierra esquiva. Silva: algo cueſta tierra eſquína.
vv. 30-31: Dijo la mujer: «Señor, / di: ¿con qué la has de
sacar…». Silva: Dixo la muger: ſeñor / bi con
que las de sacar...
v. 35: Jacob. Silva: Jaco.
v. 40: dijolé. el cambio de acento en palabras situadas al
final de verso debido a exigencias métricas y de
rima es frecuente en la poesía, en particular en la de
tipo tradicional.
v. 45: no habrá sed porque sin falla. Silva: no aura ſed
porque ſin fragua.
445
Massimo Marini
v. 154: están todos a uno blancos. Silva: eſtan todos a vno
blancos. La locución “a uno” vale como ‘juntamente, a un mismo tiempo’; la lectura está confirmada
por el v. 184, “y a una le suplicaron”, ‘[los Samaritanos] juntamente le suplicaron’. En CORDE se documentan bastantes casos del empleo de dicha locución, como en este ejemplo traído de Alfonso de
la Torre, Visión deleytable, ed. Jorge García López,
Salamanca, Universidad de Salamanca, 1991, p. 186:
¿para qué se ayuntavan a uno?».
v. 158: porque el que siembra así se terná. Silva: porquel
que ſiembra aciſterna. He separado la última palabra “acisterna” como “así s[e] terná”, considerando
la “s” una forma apocopada de la partícula “se”;
“terná” es forma arcaica del futuro del verbo ‘tener’.
99. Romance de la conversión de la Magdalena («En aquel
tiempo rogaba / un fariseo al Señor») [SilvaII: 215, xxvir]
v. 11: vino a casa el fariseo. No se enmienda ‘del fariseo’
para evitar alteraciones métricas.
v. 43: En CORDE se registran varios casos de esta forma
del gerundio en el siglo XVI; al parecer pervivió
después como arcaísmo o dialectalismo.
101. Romance evangélico sacado del Evangelio de San Mateo,
capítulo xv, sobre la mujer cananea («En aquel tiempo
partiendo / el Señor para Sidón») [SilvaII: 201, xivr]
v. 43: solamente lo que cae. Silva: ſolamente lo que cabe.
103. Romance evangélico sacado del Evangelio de San Lucas,
capítulo xiii, sobre la mujer endemoniada («En aquel
tiempo Jesús / al pueblo enseñando estaba») [SilvaII:
211, xxivr]
v. 11: corvada. El término ‘corvar’ está registrado por
‘encorvar’ en DLE.
446
Notas
104. Romance del hijo pródigo sacado a la letra del Evangelio
de San Lucas («Pensativo está el buen viejo / no podía
reposar») [Silva II: 181, ixr]
v. 93: sanguinado. Como atestiguan las rúbricas, muchos
romances sobre la vida de Cristo en la Silva se sacan
directamente de los Evangelios. En este caso, la Vulgata (Lc, 15:23) trae la lección «vitulum saginatum»
(‘ternero engordado’). Por lo tanto, “sanguinado”,
que no presenta ninguna documentación en CORDE, sería un latinismo introducido por la vulgarización a partir del texto bíblico en latín, fuente declarada del romance. Del verbo latino “sagināre”, con
el significado de ‘engordar a los animales’, deriva
modernamente el verbo “sainar”, con el mismo valor semántico (cfr. DLE, s.v. “sainar” y la etimología
correspondiente).
105. Romance de la resurrección de Lázaro («En el castillo de
Betania / grande llanto se hacía») [Silva II: 186, xiv]
v. 8: adolecía. Silva: adolencia. Errata en la Silva: en
CORDE la palabra «adolencia» se documenta
como sustantivo, pero no como verbo; de ahí
la enmienda.
v. 13: Como lo amaba. Silva: como la amaba. Se enmienda la probable errata, por referirse el pronombre a Lázaro.
v. 29: muramos, hápax en la Silva.
106. Romance muy devoto en contemplación de la Pasión de
nuestro Redentor Jesucristo («Por los campos de tristura
/ y veredas de pesar») [Silva II: 219, xxviii]
v. 18: por. Silva: per.
107. Otro romance contemplativo («Retraída está la reina, /
madre de Dios eternal») [Silva II: 222, xxviiir]
v. 13: de esperanza. Silva: de desperanza.
447
Massimo Marini
v. 45: clarines. Silva: clarones, por errata.
v. 160: milagros. Silva: milagro.
108. Otro romance («En Betania estaba sola / la reina celes-
tial») [SilvaII: 231, xxxivr]
v. 28: piedad. Silva: piadad.
109. Romance de la Resurrección [Silva III: 229, xiiir]
v. 20: tal. Silva: ral.
v. 56: ocupado. Silva: acupado.
110. Romance de cómo Nuestro Señor apareció a sus apósto-
les («Llorando estaba San Pedro / su pecado sin cesar»)
[SilvaIII: 231, xivr]
v. 60: habían. En la Silva, hauía.
448
Índices de las
tres Silvas
Índice de primeros versos
Los números en negrita, siempre en primera posición
cuando los haya, remiten a la página de la Silva donde
se encuentra el texto; los números en redonda se refieren
a la página del estudio introductorio donde se examina.
Los números romanos volados (I, II, III) indican los volúmenes de la Silva. Los poemas que aparecen en una de las
tres Silvas tienen el segundo verso; los que no lo tienen
se mencionan solamente en la introducción. Todos son
romances, salvo otras indicaciones.
A Calatrava la vieja: 94II.
A caza iban, a caza: 84I.
A caza sale el buen rey / hijo de Dios encarnado: 173II, 16II.
A caza salió el Gran Turco / de Constantinopla la llana:
334III, 96III, 98III, 99III, 168III.
A caza va don Rodrigo / el que se llama de Lara: 323I, 94II.
A caza va el Emperador: 49III.
A cazar va el caballero: 84I, 147II.
A misa va el Emperador: 79III.
A quién devo yo llamar: 54I.
A veintisiete de marzo / la media noche sería: 467I,
60I, 86I.
Abenámar, Abenámar / moro de la morería: 360I, 25I.
Abenámar, Abenámar: 19I.
451
Massimo Marini
África estaba llorosa / el pueblo muy alterado: 249III, 42III,
52III, 105III, 168III.
Afuera, afuera Rodrigo / el soberbio castellano: 306I,
67I, 69I.
Alabóse el conde Vélez / en las cortes de León: 294III, 67III,
68III, 69III, 70III, 167III.
Alburquerque, Alburquerque: 24I.
Aliarda en el Castillo: 78III.
Allá en el monte Parnaso: 52III.
Allá en Granada la rica: 25I.
Allegó el Señor al monte / que Olivete se decía: 197II, 26II.
Álora la bien cercada: 25I.
Alterada está Castilla / por un caso desastrado: 324III, 67III,
68III, 69III, 70III, 96III, 167III.
Alterado sentimiento / de ejercicio enamorado: 481I.
Amadís el muy famoso: 55I.
Amara yo una señora / y améla por más valer: 483I.
Amores trata Rodrigo / descubierto ha su cuidado:
497III, 107II, 83III, 90III, 91III, 92III, 92III, 158III, 161III,
162III, 172III.
Andábase San Francisco / por los montes apartado: 165I,
90I, 93I, 94I.
Andados los años treinta / que reinaba Alfonso el Casto:
370III, 99II, 100II, 115III, 172III.
Andados treinta y seis años / del rey don Alfonso el
Casto: 270I.
Angustiada está la reina / y no sin mucha razón: 487III,
83III, 86III, 87III, 92III, 130III, 131III, 158III, 168III,
172III, 175III.
Ao longo de humana ribeira: 84I, 86I.
452
Índice de primeros versos
Apretado del estío: 191III, 192III, 193III, 194III.
Aquejándome el dolor / de tristeza que tenía: 511I.
Aquel rey de los romanos / que Tarquinio se llamaba: 416I.
Arcebispo de Çaragoça: 17I, 18I.
Ardiendo se estaba vivo / Hércules el esforzado: 339III,
96III, 101III, 102III, 105III, 171III, 176III.
Arriba canes, arriba / que rabia os mate: 453I, 78III.
Asentado está Gaiferos / en el palacio real: 465II, 37I, 53I,
88I, 116II.
Atal anda don García / por una sala adelante: 502I, 36I,
114II, 32III.
Aunque nuevas de pesar: 149III.
Ay Dios qué buen caballero / el Maestre de Calatrava: 311II,
108II, 109II.
Ay Dios qué buen caballero / fue don Rodrigo de Lara:
285II, 92II, 93II, 94II.
Bien se paraba la reina: 49I.
Bien se pensaba la reina / que buena hija tenía: 453I, 32III.
Blanca sois, señora mía: 50I.
Bodas se hacen en Francia / allá dentro en París: 377III,
122III, 123III, 124III, 125III, 172III.
Buen alcalde de Cañete / mal consejo habéis tomado:
368III, 24I, 83III, 84III, 87III, 92III, 107III, 115III, 172III.
Buen conde Fernán González / el rey envía por vos:
319I, 114II.
Cabalga Diego Laínez / al buen rey besar la mano: 302I.
Cabalga doña Ginebra / y de Córdoba la rica: 243III, 32III,
33III, 38III.
Caballeros de Moclín: 24I.
453
Massimo Marini
Cada día que amanece / veo quien mató a mi padre:
300I, 62I.
Caminando por mis males / alongado de esperanza:
473I, 55I.
Caminando sin placer / un día casi nublado, 480I, 55I.
Caminava el pensamiento: 31I.
Cante la nación cristiana / el favor esclarecido: 153I,
90I, 94I.
Cartago florece en armas / África muy loca estaba: 356III,
105III, 106III, 107III, 111III, 172III.
Cartas escribe la Cava, / la Cava las escribía: 498III, 158III,
159III, 169III.
Cartas van por todo el mundo / dolorosas de contar: 443III,
48III, 49III, 50III, 154III, 168III, 176III.
Casamiento se hacía / que a Dios ha desagradado: 304II,
105II, 106II.
Castellanos y leoneses / tienen grandes divisiones, 316I,
37I, 125I, 70II.
Cata Francia, Montesinos / y París esa ciudad: 399III, 84I,
126III, 172III.
Celebrando el rey la cena / del cordero figurado: 162I, 90I,
93I, 94I.
Cercada tiene a Baeza: 23I, 29I.
Cercada tiene Sevilla (v. también «Estando sobre Sevilla / el
rey Fernando III»), 64III.
Ciego que apuntas y atinas: 191III.
Ciego y viejo estaba Isaac / ciego que nada no vía: 214I,
102I, 37II.
Clara y fresca ribera [égloga] : 113I.
Con mucha desesperanza / que es mi cierta compañía: 461I.
454
Índice de primeros versos
Con temor del mar airado / la nao se está en el
puerto: 445I.
Cuán traidor eres Marquillos / cuán traidor de corazón:
438III, 149III, 150III, 172III.
Cuán triste queda Castilla / sin ventura, desdichada: 506III,
160III, 162III, 169III.
Cuando aquel claro lucero / sus rayos quiere enviar: 418III,
147II, 139III, 139III, 140III, 141III, 142III.
Cuando el gran rey Salomón / en Jerusalén juzgaba: 233II,
19II, 20II, 36II.
Cuando está con la razón: 146III.
Cuando Horacio en Roma entró / como el pueblo le seguía:
304III, 44III, 201III, 202III.
Cuando murió el rey Saúl: 37II.
Cuando vos nacistes hijo / triste no dormía yo: 240III,
73I, 30III.
Cuando yo os quise, querida: 57I.
Cuidado, de dó venís / tan triste y atribulado: 505I.
Cuidado, no me congoxes: 54I.
Dadme nuevas caballeros / nuevas me querades dar: 328II,
71II, 73II, 157II.
De Antequera partió el moro / tres horas antes del día:
356I, 24I, 95I.
De Calvario sale el demonio / de Calvario ya salía: 169I,
94I, 97I.
De concierto están los condes / hermanos Diego y Fernando: 312I.
De Francia partió la niña / de Francia la bien guarnida:
517I, 49I.
De Granada parte el moro / que Alatar se llamaba: 312II,
108II, 109II, 110II.
455
Massimo Marini
De la luna tengo quexa: 37I.
De los cielos salía el ángel / a la tierra descendía: 150I,
90I, 95I.
De Mantua salen apriesa / sin tardanza ni vagare: 437II,
66I, 88I.
De Mantua salió el marqués / danés Urgel el leale: 407II,
66I, 88I, 116II.
De Mérida sale el palmero / de Mérida esa ciudad: 566II,
84I, 85I, 88I, 15II, 117II, 118II, 119II.
De Salamanca partía: 116III.
Decidme vos pensamiento / dónde mis males están: 498I.
Del cielo salía un arcángel / de entre la gran monarquía:
167I, 94I, 95I.
Dentro en Hierusalén: 96I.
Desamada siempre seas / ames y nunca te amen: 514I.
Descúbrase el pensamiento / de mi secreto cuidado / pues
descubren mis dolores / mi vivir apasionado: 513I.
Descúbrase el pensamiento / de mi secreto cuidado / pues
descubren mis dolores / mi vivir desesperado: 465I.
Despedido de consuelo / con pena de amor tan
fuerte: 493I.
Después de muerto Bermudo / fincó don Alfonso el
Casto: 251I.
Después que el muy esforzado: 85I.
Después que el rey don Rodrigo / a España perdido había: 244I.
Después que Vellido Dolfos / aquel traidor afamado: 278I.
Día era de San Jorge / día de gran festividad: 517II, 49I, 88I,
15II, 116II.
Digasme tú el pensamiento / que sostienes triste vida: 495I.
456
Índice de primeros versos
Doliente estaba, doliente / ese buen rey don Fernando: 308I.
Domingo era de Ramos / la Pasión quieren decir: 451III,
70I, 84I, 85I, 89I, 130III, 134III, 135III, 136III, 155III, 172III.
Don Ramiro de Aragón / el rey monje que llamaban: 253II,
43II, 65II, 160II.
Don Rodrigo de Padilla, / aquel que Dios perdonase: 351II,
115II, 116II.
Don Rodrigo rey de España / por la su corona honrar: 236I.
Doña María de Padilla / no os mostredes triste, no: 255II,
110II, 157II.
Durandarte, Durandarte / buen caballero probado: 471I,
34III, 34I, 142III, 146III, 147III, 148III, 149III, 172III, 201III.
Durmiendo está el conde Claros: 37I, 53I, 149II, 150II.
Durmiendo estaba el cuidado / que el pesar le adormecía: 497I.
Durmiendo iba el señor / en una nave en la mar: 234III,
13III, 15III, 16III, 17III, 18III, 19III, 20III, 24III, 29III, 166III.
El casto rey don Alfonso / reinó cuarenta y un años: 274I.
El cielo estaba nublado / la luna su luz perdía: 448III, 136III,
154III, 155III.
El cielo estaba nubloso / el sol eclipse tenía: 245III,
38III, 39III.
El conde Fernán González / cabe la villa de Lara:
341II, 113II.
El gran fundador de Roma / que Rómulo se decía: 298III,
43III, 201III.
El Gran Sofí y el Gran Kan / y el Gran Calife un día: 326III,
96III, 97III, 168III.
457
Massimo Marini
El rey don Juan elII/ dijo un día andando a caza: 364III, 25I,
113III, 114III, 167III.
El rey don Juan Manuel, / que era de Ceuta y Tanjar: 331II,
112II, 157II.
El rey se sale a oír misa / a Santa María Santa: 262II, 83II,
84II, 85II, 86II, 157II.
El triste rey don Alfonso / viviendo a más andar: 366III,
107III, 108III, 115III, 172III, 198III, 198III, 201III.
Emperatrices y reinas / que huís de la alegría: 317II,
62I, 84I, 86I, 88I, 49II, 55II, 58II, 64II, 65II, 128II,
185III, 191III.
Emperatriz y señora, / claro Norte que nos guía: 194I, 94I,
102I, 127II.
En aquel tan triste día / tan cubierto de nublados: 223I,
103I, 202III.
En aquel tiempo el Señor / iba a una ciudad llamada:
214II, 27II.
En aquel tiempo Jesús / al pueblo enseñando estaba:
212II, 27II.
En aquel tiempo partiendo / el Señor para Sidon:
202II, 26II.
En aquel tiempo rogaba / un fariseo al Señor: 216II, 27II.
En aquel tiempo un varón / que era Jairus llamado,
199II, 26II.
En Belén está el infante / hijo de Dios humanado:
170II, 16II.
En Betania estaba sola / la reina celestial: 231II, 36II.
En Castilla está un castillo / el cual dicen Rocafrida: 406III,
84I, 89I, 127III, 128III, 129III, 197III, 198III.
En Ceuta está don Julián / en Ceuta la bien nombrada:
504III, 160III, 161III, 164III, 165III, 169III, 172III.
458
Índice de primeros versos
En corte del Casto Alfonso / Bernardo a placer vivía:
260I, 116III.
En el castillo de Betania / grande llanto se hacía: 186II,
19II, 20II.
En el mes era de abril / de mayo antes un día: 507I.
En el nombre de Jesús / que todo el mundo ha formado:
457II, 66I, 88I, 116II.
En el tiempo que Cupido / su guerra más encubría: 521I.
En el tiempo que me vi: 54I.
En el tiempo que Mercurio / en el Oriente reinaba: 295III,
72III, 73III, 74III, 75III, 76III, 77III.
En el tiempo que Octaviano / en el imperio regía: 235III,
13III, 28III, 165III, 166III.
En el tiempo que reinaba / y en virtudes florecía: 243II,
42II, 65II, 160II, 48III, 51III, 94III.
En esa ciudad de Burgos / en Cortes se habían juntado:
350I, 130I.
En Francia la noblecida / en ese tiempo pasado: 453III,
136III, 155III, 170III.
En gran pesar y tristeza / era el valiente Bernardo:
268I, 116III.
En Jaén está el buen rey: 56I.
En la ciudad de Toledo / muy grandes fiestas hacía:
229I, 48III.
En la selva está Amadís: 85I.
En las obsequias de Héctor / está la reina troyana: 407I.
En las salas de París / en el palacio sagrado: 488II, 37I, 54I,
88I, 14II, 116II, 120II, 78III.
En las sierras de Granada / un moro santón vivía: 351III,
96III, 100III, 168III.
459
Massimo Marini
En lo más de mi memoria: 33III.
En los campos de Alventosa: 48I.
En los más altos confines / de aquel acervo madero: 171I,
94I, 98I, 99I.
En los reinos de Castilla / en los tiempos ya pasados: 280II,
92II, 93II, 94III, 109III, 110III, 111III.
En los tiempos ya pasados [glosa del romance «Afuera,
afuera Rodrigo / el soberbio castellano»], 67I.
En memoria de Alixandre: 137II.
En misa está el Emperador: 54I, 79I.
En París está doña Alda: 48I.
En Santa Águeda de Burgos: 36I.
En Santa Gadea de Burgos / do juran los hijos dalgo:
298I, 62I.
En una parte del mundo: 56I, 60I.
Encima del duro suelo / tendido de largo a largo: 362III,
111III, 112III, 113III, 197III.
Entran en Troya los griegos / tres a tres y cuatro a cuatro: 387I.
Entre dos reyes cristianos / hay muy grande división: 302II,
105II, 106II.
Entre la gente se dice / y no por cosa sabida: 275II, 67II,
92II, 110II, 157II.
Entre Torres y Canena: 70I.
Ese buen rey de Aragón / que don Jaime se decía: 492III,
83III, 88III, 89III, 90III, 92III, 136III, 158III, 167III, 172III.
Ese buen rey don Alfonso / de la mano horadada: 293I.
Ese gran rey de Israel / que Saúl por nombre había: 211I,
102I, 36II.
460
Índice de primeros versos
Ese infante don Enrique / con el temor que tenía: 509III,
109III, 162III, 163III, 164III, 168III, 172III.
Esperanza me despide / el galardón no parece: 499I.
Esta noche caballeros / dormí con una doncella: 315III, 77III,
78III, 79III, 80III, 81III, 82III, 83III, 92III, 93III, 171III, 201III.
Estaba la linda infanta: 84I.
Estábase don Reinaldos / en París esa ciudad: 503II, 88I,
14II, 116II.
Estábase el conde Dirlos / sobrino de don Beltrán, 355II,
37I, 53I, 84I, 88I, 15II, 116II, 117II, 118II.
Estábase la condesa / en su estrado asentada: 409III, 89I,
130III, 131III, 132III, 133III, 135III, 136III, 137III, 138III, 202III.
Estábase mi cuidado / allí do suele morar: 460I, 32III.
Estando desesperado / por mayor dolor sentir: 497I.
Estando el rey don Pedro, / la su espada ensangrentada:
324II, 111II.
Estando en contemplación / mi sentido desvelado: 500I.
Estando en paz y sosiego / el buen rey Alfonso el
Casto: 265I.
Estando en una fiesta / en los baños de Cartago: 378III,
125III, 126III, 168III, 172III.
Estando sobre Sevilla / el rey Fernando tercero: 290III,
64III, 65III, 167III, 191III.
Fonte Frida, Fonte Frida / Fonte Frida y con amor,
456I, 34I.
Galiarda, Galiarda / o quien contigo holgase: 314III, 77III,
78III, 79III, 80III, 81III, 82III, 83III, 93III, 120III, 187III,
197III, 201III.
Ganada está ya Cartago: 103II.
Ganada estaba Cartago: 103II.
461
Massimo Marini
Gentil dona, gentil dona: 15I, 49I, 54II.
Gerineldos, Gerineldos: 201III.
Gran llanto hace la Cava / con gran dolor y amargura:
507III, 107II, 162III, 169III, 172III.
Gritando va el caballero / publicando su gran mal: 462I.
Helo, helo por do viene / con muestra disimulada: 223III,
13III, 27III, 165III, 166III.
Helo, helo por do viene / el infante vengador: 369I, 148II.
Helo, helo por do viene / el moro por la calzada: 353I, 130I.
Helo, helo por do viene: 36I.
Herido está don Tristán: 84I, 51III.
Hija soy de un labrador / nacida sobre el arado: 447I.
Hueste saca el rey Ores / rey de Mérida llamado: 371III,
99II, 100II, 100II, 101II, 102II, 115III, 172III.
Israel, mira tus montes / cómo están ensangrentados: 225I,
103I, 202III.
Jugando estaba el rey moro / y aun al ajedrez un día:
365I, 25I.
Junto a Lérida está César / que viene con gran poder:
247III, 39III, 40III, 41III, 52III, 168III, 176III.
Junto al muro de Zamora / vide un caballero erguido: 271II,
84II, 88II.
La gran reina de Saba / de las princesas dechado: 344III,
96III, 103III, 104III, 171III, 176III, 200III, 201III.
La mañana de San Juan / al tiempo que alboreaba: 315II,
108II, 109II.
La más bella niña: 191III.
La sacra y divina noche, / noche más clara que el día:
206III, 13III, 26III, 165III, 166III.
La triste reina de Nápoles: 56II.
462
Índice de primeros versos
Las aguas de Carrión: 191III.
Las cartas y mensajeros / del rey a Bernardo van:
333II, 113II.
Las huestes de don Rodrigo / desmayaban y huían: 238I.
Lealtad, ¡Oh lealtad! : 27I, 29I.
Levantóse Gerineldos / el rey dejaba dormido: 374III, 49I,
116III, 117III, 118III, 119III, 120III, 171III.
Libre era ya Castilla / y en ella infantes había: 338II, 113II.
Llaga santa, llaga santa / puerta del cielo cerrado:
183I, 102I.
Llanto hace el rey David: 37I.
Llorad devotos cristianos / llorad conmigo a la par: 186I,
102I, 127II.
Llorando está el Gran Maestre / sin poderse conhortar,
261II, 83II, 84II.
Llorando estaba San Pedro / su pecado sin cesar: 231III,
13III, 28III, 165III.
Los aires andan contrarios: 114II.
Los cielos andan revueltos: 114II.
Los que habéis servido amores / y el amor os ha burlado: 510I.
Los vados del río Jordán / Absalón había pasado:
239II, 36II.
Lunes se decía, lunes: 76II, 157II.
Madrugaba Galiarda: 187III.
Mal ovisteis los franceses: 37I, 54I.
Maldita seas ventura / que así me haces andar: 496I.
Mandó el rey prender Virgilios: 84I.
Más envidia he de vós, el conde: 74I, 75I.
Media noche era pasada: 56I.
463
Massimo Marini
Media noche era por filo / los gallos querían cantar: 528II,
49I, 59I, 72I, 75I, 88I, 15II, 32II, 116II, 120II, 121II,
147II, 149II.
Media noche era por filo / los gallos quieren cantar: 468III,
49I, 50III, 59I, 72I, 75I, 31III, 155III.
Mi desventura cansada / de los males que hacía: 485I.
Mi libertad en sosiego / mi corazón descuidado: 492I.
Mi padre era de Ronda / y mi madre de Antequera: 454I.
Mira Nero de Tarpeya / a Roma como se ardía: 422I.
Mira, Zaide que te aviso: 199III.
Miraba de Campoviejo / el rey de Aragón un día: 319II, 62I,
84I, 86I, 88I, 49II, 50II, 51II, 64II, 65II, 26III, 27III, 184III.
Miraba dende la cruz / el rey de Israel un día: 213III, 13III,
24III, 26III, 27III, 29III, 166III, 176III, 202III.
Mis arreos son las armas / mi descanso es pelear: 504I.
Misa dice Jesucristo / misa quiere celebrar: 176II, 16II.
Misa se dice en Roma / en el altar de Santiago: 313III, 77III,
78III, 79III, 80III, 81III, 82III, 93III, 201III.
Moricos los mis moricos / los que ganáis mi soldada: 366I,
24I, 60I.
Morir vos queredes padre / San Miguel os haya el alma:
308I, 68I, 71I, 201III.
Muchas veces lo oí decir / y a los antiguos contar: 380III,
126III, 172III.
Mudado está el pensamiento / trocada la voluntad: 478I.
Mudado se ha el pensamiento: 55I.
Muerto queda Durandarte / al pie de una gran montaña:
437III, 147III, 191III, 201III.
Muy quejoso está Aníbal: 103II.
464
Índice de primeros versos
No cesando el casto Alfonso / de con los moros lidiar: 264I.
Nosotros Dardín Dardeña / delfín en Francia llamado: 457II.
Nueva triste, nueva triste: 35I.
Nueva voz, acentos tristes / sospiros de gran cuidado:
437I, 60I.
Nuevas han venido al César / Carlos rey de España un día:
253III, 62III, 63III, 168III, 171III.
Nuevas te traigo buen rey, / nuevas de grande alegría:
217I, 102I.
Nunca fuera caballero, 84I, 85I, 89I.
Nunca se vio caballero / de damas tan bien servido: 241III,
32III, 33III, 34III, 35III, 36III, 37III, 38III, 80III, 83III,
93III, 197III.
Nuño Vero, Nuño Vero / buen caballero probado: 368I.
Oh batalla carnicera: 146III.
Oh Belerma, oh Belerma / por mi mal fuiste engendrada: 435III, 48I, 84I, 85I, 89I, 142III, 143III, 144III, 145III,
146III, 148III, 172III, 197III, 201III.
Oh cruel hijo de Aquiles / nunca mal te merecí: 411I.
Oh fortuna que enojada: 57I.
Oh hijos de Gedeón / tristes malaventurados: 226I, 103I.
Oh humana naturaleza / mi hermana y esposa amada: 173I.
Ojos era fugitivos, 191III.
Olorosa clavellina / nueva flor, rosa temprana: 376III, 120III,
121III, 122III, 123III, 125III, 172III.
Ondas que caminando [canción], 113I.
Para el mal de mi tristeza / el consuelo es lo peor: 499I.
Para ir el rey a caza: 107II, 187III.
465
Massimo Marini
Pártese el moro Alicante / víspera de San Cebrián: 291II,
92II, 94II.
Paseábase el rey moro / por la ciudad de Granada: 362I,
42I, 60I.
Pensativo está el buen viejo / no podía reposar: 181II,
19II, 20II.
Pesadas son las coronas: 191III, 192III, 193III, 194III.
Pésame de vós, el conde: 34I, 73I, 75I, 76I.
Por aquel postigo viejo / que nunca fuera cerrado: 311I.
Por el mes era de mayo / cuando hace la calor: 502I, 54I.
Por el val de las Estacas / el buen Cid pasado había:
259II, 80II.
Por estas cosas siguientes / se van muchos al profundo:
537I, 32III.
Por la dolencia va el viejo / por la dolencia adelante: 375I.
Por la matanza va el viejo / por la matanza adelante: 373I,
57I, 58I, 28II, 29II, 30II.
Por las partes de la gloria / y por todo lo poblado: 157I, 90I,
92I, 94I.
Por las salvajes montañanas / caminaba yo cuidado: 529I.
Por las tierras de Moncayo / vi venir un renegado: 367I.
Por las valles de tristura: 57I.
Por lo más alto del Polo / encumbrado el sol corría: 209III,
13III, 24III, 26III, 29III, 166III, 176III, 202III.
Por los Alpes y altas sierras: 54III, 118III.
Por los bosques de Cartago / se salen a montería: 307III,
44III, 45III, 46III, 47III, 105III.
Por los campos de Jerez / a caza va el rey don Pedro: 320II,
110II, 111II, 116II.
Por los campos de tristura / y veredas de pesar: 219II, 28II.
466
Índice de primeros versos
Por los más espesos montes / y lugares de Navarra: 316III,
70III, 71III, 72III, 93III, 167III, 167III, 175III.
Por los montes de Carasco / que están en el mediodía:
342III, 96III, 102III, 171III, 176III.
Por los montes Perineos: 16I, 18I.
Por mayo era, por mayo: 37I.
Por pago de sus dolores: 149III.
Por tribunal está el Rey: 85II.
Por un camino muy solo / un caballero venía: 478I, 56I.
Por una gentil floresta (coplas) : 54I.
Por una linda espesura / de arboleda muy florida: 376I, 85I.
Por unos puertos arriba: 54I, 55I.
Preso está Fernán González / el buen conde castellano:
345II, 70II, 113II, 114II.
Pues de amor fuistes dotada / lumbre de mi corazón: 519I.
Quéjome de vos el rey / por haber crédito dado: 349I.
Quién es este, que en resguarda / de su castillo dorado:
180I, 102I.
Quién hubiese tal ventura: 84I.
Razón que fuerza no quiere: 82III.
Reinando el rey don Alfonso / el que Casto era nombrado: 255I.
Reinando el rey don Alfonso / el que Casto se decía: 295II,
10II, 95II, 96II, 97II, 98II, 104II, 160II.
Reinando el rey don Bermudo / por muerte de Mauregato: 249I.
Reniego de ti amor / y de cuanto te serví: 458I.
Retraída está la infanta / bien así como solía: 547II, 32II,
37I, 50I, 54I, 88I, 15II, 117II, 121II, 122II, 148II.
467
Massimo Marini
Retraída está la reina / madre de Dios eternal: 223II, 32II,
34II, 35II, 22III, 28III.
Retraída estaba la reina: 17I, 32II.
Rey don Sancho, rey don Sancho / cuando en Castilla reinó: 257II, 69II, 70II.
Rey don Sancho, rey don Sancho / no digas que no te aviso:
310I, 62I.
Rey don Sancho, rey don Sancho / ya que te apuntan las
barbas: 269II, 83II, 87II.
Rey que no hace justicia: 36I.
Riberas de Duero arriba / cabalgan dos zamoranos:
272II, 89II.
Ricas danzas, ricas danzas / que en el cielo se han danzado,
165II, 13II, 16II, 128II, 156II.
Río verde, río verde / más negro vas que la tinta: 343I, 25I.
Rosa fresca, rosa fresca / tan garrida y con amor: 455I,
57I, 58I.
Salid hijas de Sion, / salid muy apresuradas: 203I, 102I,
13III, 20III, 21III, 22III, 23III, 24III.
Saliendo de Canicosa / por el val de Arabiana: 288II,
92II, 94II.
Santa Fe cuán bien pareces / en los campos de Granada:
306II, 83II, 108II.
Se paseaba Silvana: 50I.
Señor rey don Sancho Abarca (v. también «Por los más
espesos montes / y lugares de Navarra»): 72III.
Sevilla la realeza, / Toledo la imperial: 427I.
Si se está mi corazón / en una silla asentado: 442III,
153III, 154III.
Si se partiera Abraham / patriarca muy honrado: 235II, 36II.
468
Índice de primeros versos
Si sestava en campo viexo: 17I, 18I.
Sin dicha vi una morada / apartado de alegría: 527I.
Sin Leda y sin esperanza: 191III.
So los más altos cipreses / riberas del alegría: 449I.
Solo estaba el rey David, / solo se había quedado:
208I, 102I.
Tan claro hace la luna: 84I.
Teniendo el rey don Pedro / su real fortalecido: 359III.
Terrible duelo fazía: 16I.
Tiempo es el caballero: 49I, 57I, 58I.
Todas las gentes dormían / en las que Dios tiene parte:
440III, 49I, 55I, 148II, 150III, 151III, 152III, 153III.
Todo el mundo resonaba / la tierra se estremecía: 198I, 94I,
102I, 127II.
Tres Cortes armara el rey / todas tres a una sazón: 314I.
Triste está el rey Menelao / triste con mucho cuidado: 386I.
Triste estaba el caballero / triste está, sin alegría [Otro
romance viejo acabado por don Alonso de Cardona…]: 469I.
Triste estaba el caballero / triste y sin alegría [Romance
añadido por Quirós...] : 482I.
Triste estaba el padre Adán / cinco mil años había: 191II,
23II, 28II.
Triste estaba el Padre Santo / lleno de angustia y pena:
251III, 52III, 53III, 54III, 55III, 56III, 57III, 58III, 59III, 60III,
61III, 62III, 118III, 168III, 171III.
Triste estaba el Padre Santo / lleno de angustia y pena:
425I, 52III, 53III, 54III, 55III, 56III, 57III, 58III, 59III, 60III,
61III, 62III, 118III.
469
Massimo Marini
Triste estaba el rey David / lleno de angustia y pasión: 221I,
103I, 36II.
Triste estaba y muy penosa / aquella reina troyana: 414I.
Triste, mezquino y pensoso / estaba el rey Menelao: 383I.
Un caso muy señalado: 37I.
Un día de San Antón / ese día señalado: 346I.
Un hijo del rey don Sancho / que se llama don García:
319III, 114II, 94III, 95III, 167III, 175III.
Un lunes a las cuatro horas / ya después de mediodía: 326II,
77II, 78II.
Un rey tenía tres hijas: 50I.
Una estatua de Cupido: 133I, 190III, 194III, 195III,
196III, 197III.
Válasme Nuestra Señora / cual dicen de la Ribera: 325I.
Valencia ciudad antigua / Roma primero nombrada: 489I.
Vámonos dijo mi tío / en París esa ciudad: 414III, 89I,
130III, 131III, 132III, 134III, 135III, 137III, 138III, 202III.
Veintidós era por cuento: 146II.
Venid, venid o cristianos / venid todos muy de grado:
229III, 13III, 14III, 24III, 28III, 29III, 165III.
Veo tu famoso templo, / Jerusalén, derribado: 216III, 13III,
24III, 25III, 27III, 29III, 166III, 176III, 202III.
Vino Cristo a una ciudad / de Samaría que llamada:
204II, 27II.
Ya cabalga Calaínos / a la sombra de una ol[i]va: 470III,
37I, 88I, 148II, 155III, 156III, 157III, 158III, 172III.
Ya cabalgan los tres reyes / que los magos se decían: 193II,
25II, 26II.
Ya comienzan los franceses: 36I, 48I, 55I.
470
Índice de primeros versos
Ya desmayan mis servicios / que no pueden más servir: 472I.
Ya los Alpes y altas sierras: 56III.
Ya piensa don Berlandino / su amiga visitar: 515I.
Ya que estaba don Reinaldos: 84I.
Ya se asienta el rey Ramiro / ya se asienta a sus yantares:
459I, 59I, 60I, 32III.
Ya se parte el pensamiento / para consuelo buscar: 524I.
Ya se sale de la prisa / el rey Rodrigo cansado: 240I.
Ya se sale de Toledo / el conde don Julián: 501III, 159III,
160III, 169III.
Ya se sale el rey moro / de Granada para Almería: 364I.
Ya se salía Aliarda: 78III.
Ya son vivos nuestros tiempos / y muertos nuestros temores: 176I.
Yo me adamé una amiga / dentro en mi corazón: 505I.
Yo me era mora Moraima / morica de un bel catar: 470I.
Yo me estaba allá en Coimbra / que yo me la hove ganado:
329I, 66II.
Yo me estaba en Barbadillo / en esa mi heredad: 322I, 94II.
Yo me estaba en pensamiento / en esa mi heredad:
458I, 32III.
Yo me estaba reposando / durmiendo como solía: 512I.
Yo me estando en Giromena / a mi placer y holgar: 336I.
Yo me estando en Tordesillas / por mi placer y holgar: 334I.
Yo me estando en Valencia / en Valencia la mayor: 265II,
83II, 86II.
Yo me fui para Vizcaya / donde estaban los hidalgos: 292III,
66III, 67III, 167III.
Yo me levantara madre / mañanica de San Juan: 453I, 32III.
471
Índice de rúbricas
Los números en negrita, siempre en primera posición
cuando los haya, remiten a la página de la Silva donde
se encuentra el texto; los números en redonda se refieren
a la página del estudio introductorio donde se examina.
Los números romanos volados (I, II, III) indican los volúmenes de la Silva.
Batalla hecha en el cielo entre San Miguel y los suyos y el
dragón Lucifer y sus secaces: 198I.
Coplas de Madalenica: 54I
La dama y el pastor: 49I.
Montes de Gelboé: 225I, 202III.
Otro [Romance de Bernardo del Carpio, «Andados treinta
y seis años / del rey don Alfonso el Casto»]: 270I.
Otro [Romance de Bernardo del Carpio, «En gran pesar y
tristeza / era el valiente Bernardo»]: 268I.
Otro [Romance de Bernardo del Carpio, «Estando en paz y
sosiego / el buen rey Alfonso el Casto»]: 265I.
Otro [Romance de Bernardo del Carpio, «No cesando el
casto Alfonso / de con los moros lidiar»]: 264I.
Otro romance [«Aquejándome el dolor / de tristeza que
tenía»]: 511I.
Otro romance [«Bien se pensaba la reina / que buena hija
tenía»]: 451I.
Otro romance [«Cabalga doña Ginebra / y de Córdoba la
rica»]: 243III.
473
Massimo Marini
Otro romance [«Cata Francia Montesinos / y París esa ciudad»]: 399III.
Otro romance [«De Francia partió la niña / de Francia la
bien guarnida»]: 517I.
Otro romance [«Decidme vos pensamiento / dónde mis
males están»]: 498I.
Otro romance [«Desamada siempre seas / ames y nunca te
amen»]: 514I.
Otro romance [«Descúbrase el pensamiento / de mi secreto
cuidado […] desesperado»]: 513I.
Otro romance [«Esperanza me despide / el galardón no
parece»]: 499I.
Otro romance [«Estando desesperado / por mayor dolor
sentir»]: 497I.
Otro romance [«Estando en contemplación / mi sentido
desvelado»]: 500I.
Otro romance [«Maldita seas venturas / que así me haces
andar»]: 496I.
Otro romance [«Mi padre era de Ronda / y mi madre de
Antequera»]: 454I.
Otro romance [«Mis arreos son las armas / mi descanso es
pelear»]: 504I.
Otro romance [«Moricos los mis moricos / los que ganáis
mi soldada»]: 366I, 24I, 60I.
Otro romance [«O humana naturaleza / mi hermana y esposa amada»]: 173I.
Otro romance [«Para el mal de mi tristeza / el consuelo es
lo peor»]: 499I.
Otro romance [«Por el mes era de mayo / cuando hace la
calor»]: 502I.
474
Índice de rúbricas
Otro romance [«Ya se parte el pensamiento / para consuelo
buscar»]: 524I.
Otro romance [«Yo me adamé una amiga / dentro en mi
corazón»]: 505I.
Otro romance [«Yo me levantara madre / mañanica de San
Juan»]: 453I.
Otro romance [de la Pasión, «Miraba dende la cruz / el rey
de Israel un día»]]: 213III, 27III.
Otro romance [de los infantes de Lara «Saliendo de Canicosa / por el val de Arabiana»]: 288II.
Otro romance [de] Garci Sánchez [«Despedido de consuelo
/ con pena de amor tan fuerte»]: 493I.
Otro romance [del rey don Alfonso, «En los reinos de Castilla / en los tiempos ya pasados»]]: 280II.
Otro romance consecutivo [de los infantes de Lara «Pártese
el moro Alicante / víspera de San Cebrián»]: 291II.
Otro romance contemplativo [«En Betania estaba sola / la
reina celestial»]: 231II.
Otro romance contemplativo [«Retraída está la reina / madre de Dios eternal»]: 223II, 32II, 34II, 35II.
Otro romance contrahaciendo el de arriba [i. e. «Yo me
estaba en pensamiento / en esa mi heredad»; «Estábase
mi cuidado / allí do suele morar»]: 460I.
Otro romance contrahaciendo el de arriba [i.e. «Por la matanza va el viejo»] y fundado sobre la ida de un caballero a curarse con el palo de las Indias [«Por la dolencia
va el viejo / por la dolencia adelante»]: 374I.
Otro romance contrahecho [«Sin dicha vi una morada /
apartado de alegría»]: 527I.
Otro romance de Cumillas contrahaciendo al de «Digasme
tú el hermitaño» [«Digasme tú el pensamiento / que
sostienes triste vida»]: 495I.
475
Massimo Marini
Otro romance de David [«En aquel tan triste día / tan cubierto de nublados»]: 223I, 202III.
Otro Romance de doña Isabel, cómo porque el rey tenía
hijos de ella la reina la mandó matar [«Yo me estando
en Giromena / a mi placer y holgar»]: 336I.
Otro romance de Galiarda [«Esta noche caballeros / dormí
con una doncella»]: 315III, 13III, 77III, 78III, 79III, 80III,
81III, 82III.
Otro romance de Galiarda [«Galiarda, Galiarda / o quien
contigo holgase»]: 314III, 13III, 77III, 78III, 79III, 80III,
81III, 82III.
Otro romance de la misma historia [ de Horacio, «Cuando
Horacio en Roma entró / como el pueblo le seguía»]:
304III, 44III.
Otro romance de Núñez [«Estando desesperado / por mayor dolor sentir»]: 497I.
Otro romance del conde Fernán González [«Preso está Fernán González / el buen conde castellano»]: 345II, 113II.
Otro romance del rey don Rodrigo: cómo perdió a España [«Las huestes de don Rodrigo / desmayaban y
huían»]: 238I.
Otro romance del rey Menelao [«Triste está el rey Menelao
/ triste con mucho cuidado»]: 386I.
Otro romance para la Natividad del Señor [«En el tiempo
que Octaviano / en el imperio regía»]: 235III, 28III.
Otro romance trocado por el que dice «Reniego de ti
Mahoma» [«Reniego de ti amor / y de cuanto te serví»]: 458I.
Otro romance viejo acabado por don Alonso de Cardona
desde donde dice «con lágrimas y sospiros» [«Triste
estaba el caballero / triste está, sin alegría»]: 469I.
Romance que trata de la mujer samaritana: 204II.
476
Índice de rúbricas
Romance [«En Castilla está un castillo / el cual dicen Rocafrida»]: 407III, 127III, 128III, 129III.
Romance [«Olorosa clavellina / nueva flor, rosa temprana»]: 376III.
Romance [«Yo me fui para Vizcaya / donde estaban los
hidalgos»]: 292III, 66III, 67III.
Romance a la llaga del costado de Cristo: 183I.
Romance a la muerte del príncipe don Juan: 35I.
Romance a manera de perqué [«Por estas cosas siguientes /
se van muchos al profundo»]: 536I, 86I.
Romance acabado por Quirós desde donde dice «mi vida
quiero hacer» [«Amara yo una señora / y améla por
más valer»]: 483I.
Romance añadido por Quirós desde donde dice «qué es de
ti señora mía» [«Triste estaba el caballero / triste y sin
alegría»]: 482I.
Romance cuarto [de Bartolomé de Torres Naharro, «So los
más altos cipreses / riberas del alegría»]: 449I.
Romance de Aliarda: 107II.
Romance de Aníbal: 356III.
Romance de Antequera: 356I.
Romance de Ascanio: 295III, 72III, 73III, 74III, 75III,
76III, 77III.
Romance de Atalante: 21I.
Romance de Bernardo del Carpio [«Hueste saca el rey Ores
/ rey de Mérida llamado»]: 371III, 100II, 101II, 102II.
Romance de Bernardo del Carpio [«Las cartas y mensajeros
/ del rey a Bernardo van»]: 333II.
Romance de Bobalías el pagano: 367I.
Romance de Bregondo: 521I.
477
Massimo Marini
Romance de Calisto y Melibea: 37I.
Romance de César: 247III.
Romance de cómo el conde don Julián vendió a España
[«En Ceuta está don Julián / en Ceuta la bien nombrada»]: 504III, 160III.
Romance de cómo el rey David se enamoró de Betsabé
mujer de Urías, 208I.
Romance de cómo el rey de Aragón ganó a Mallorca con
la otras islas circunvecinas y después a Valencia: 492III,
88III, 89III, 90III.
Romance de cómo Jacob hurtó la bendición a su hermano
Esaú: 214I.
Romance de como Nero hizo dar fuego a Roma: 422I.
Romance de cómo Nuestro Señor apareció a sus apóstoles:
231III, 28III.
Romance de cómo un hijo del rey don Sancho acusó de
alevosía a la reina su madre: 319III, 94III, 95III.
Romance de Diego de San Pedro contrahaciendo el viejo
que dice «Yo me estaba en Barbadillo / en esa mi heredad», 457I.
Romance de Diego Ordóñez: 272II, 10II, 89II.
Romance de don Alonso de Cardona: 461I.
Romance de don Álvaro de Luna: 262II, 84II, 85II, 86II.
Romance de don Belardos: 245III.
Romance de don Berlandino: 515I.
Romance de don Enrique de Guzmán: 327II, 71II, 73II, 78II.
Romance de don Fadrique, Maestre de Santiago, y cómo lo
mandó matar el rey don Pedro su hermano: 328I, 66II.
Romance de don Gaifero: 48I.
478
Índice de rúbricas
Romance de don Gaiferos que trata de cómo sacó a su
esposa que estaba en tierra de moros [«Asentado está
Gaiferos / en el palacio real»]: 464II.
Romance de don García: 503I.
Romance de don Juan Manuel: 462I.
Romance de don Pedro de Acuña: 481I.
Romance de don Reinaldos de Montalbán [«Estábase don
Reinaldos / en París esa ciudad»]: 503II, 49I, 14II.
Romance de don Rodrigo de Lara [«A caza va don Rodrigo
/ el que se llama de Lara»]: 323I.
Romance de don Rodrigo de Lara «[Ay Dios qué buen caballero / fue don Rodrigo de Lara»]: 284II.
Romance de don Roldán [«En Francia la noblecida / en ese
tiempo pasado»]: 453III.
Romance de don Roldán, de cómo el emperador Carlos lo
desterró de Francia porque volvía por la honra de su
primo Reinaldos [«Día era de San Jorge / día de gran
festividad»]: 517II, 15II.
Romance de doña Blanca de Borbón: 255II, 66II.
Romance de doña Isabel [«Yo me estando en Tordesillas /
por mi placer y holgar»]: 334I.
Romance de doña Lambra: 322I.
Romance de doña Teresa: 304II, 105II, 106II.
Romance de doña Urraca: 308I.
Romance de Durandarte [«Durandarte, Durandarte / buen
caballero probado»]: 471I.
Romance de Durandarte [«Durandarte, Durandarte / buen
caballero probado»]: 434III.
Romance de Durandarte [«Oh Belerma, oh Belerma / por
mi mal fuiste engendrada»]: 435III.
479
Massimo Marini
Romance de Durango [«Mudado está el pensamiento / trocada la voluntad»]: 478I.
Romance de Escipión: 249III.
Romance de Fajardo: 365I, 25I.
Romance de Fernando Arias, hijo de Arias Gonzalo: 310I.
Romance de Flerida: 507I.
Romance de Fonte Frida: 456I.
Romance de Gaiferos [«Estábase la condesa / en su estrado
asentada»]: 409III, 132III.
Romance de Gaiferos [«Media noche era por filo / los gallos quieren cantar»]: 468III, 132III.
Romance de Galiarda [«Misa se dice en Roma / en el altar de Santiago»]: 313III, 13III, 77III, 78III, 79III, 80III,
81III, 82III.
Romance de Garci Pérez [«Pártese el moro Alicante / víspera de San Cebrián»]: 291III, 64III, 65III.
Romance de Garci Sánchez de Badajoz [«Ya desmayan mis
servicios / que no pueden más servir»]: 472I.
Romance de Gerineldos: 374III.
Romance de Granada [s.r.]: 315II.
Romance de Hernandarias: 368III, 84III, 88III.
Romance de Horacio [«El gran fundador de Roma / que
Rómulo se decía»]: 298III.
Romance de Jimena Gómez: 300I.
Romance de Juan de Leiva a la muerte de don Manrique de
Lara: 467I, 32III.
Romance de Juan del Encina [«Mi libertad en sosiego / mi
corazón descuidado»]: 491I.
Romance de Juan del Encina [«Mi libertad en sosiego / mi
corazón descuidado»]: 512I.
480
Índice de rúbricas
Romance de la Cava [«Cartas escribe la Cava, / la Cava las
escribía»]: 498III.
Romance de la Cava [«Gran llanto hace la Cava / con gran
dolor y amargura»]: 507III.
Romance de la conversión de la Magdalena [«En aquel
tiempo rogaba / un fariseo al Señor»]: 215II.
Romance de la custodia: 180I.
Romance de la destrucción de España: 506III.
Romance de la destrucción de Jerusalén: 216III, 27III.
Romance de la destrucción de Rodas: 261II, 84II.
Romance de la duquesa de Berganza: 326II, 77II, 78II.
Romance de la embajada que envió Danes Urgero marqués
de Mantua al Emperador [«De Mantua salen apriesa /
sin tardanza ni vagare»]: 436II.
Romance de la Encarnación contrahecho al de Antequera
[«De los cielos salía el ángel / a la tierra descendía»]:
150I, 96I.
Romance de la Encarnación de Cristo [«Del cielo salía un
arcángel / de entre la gran monarquía»]: 167I.
Romance de la institución del Santísimo Sacramento del
altar: 176II, 17II.
Romance de la morica garrida: 22I.
Romance de la muerte de Absalón: 239II, 36II.
Romance de la muerte de Albayaldos: 306II, 83II, 109II.
Romance de la muerte de don Beltrán: 57I.
Romance de la muerte de Héctor y cómo fue sepultado.
También van aquí los amores de Aquiles con la linda
Políxena: 387I.
Romance de la muerte de Hércules: 339III.
481
Massimo Marini
Romance de la muerte del rey don Alfonso el Casto y cómo
le sucedió el rey don Ramiro: 274I.
Romance de la muerte del rey don Pedro [«Encima del
duro suelo / tendido de largo a largo»]: 362III.
Romance de la muerte del rey don Pedro [«Estando el rey
don Pedro, / la su espada ensangrentada»]: 324II.
Romance de la muerte que dio David al gigante Golíat: 211I.
Romance de la muerte que dio el traidor de Vellido Dolfos
al rey don Sancho estando sobre el cerco de Zamora, y
de la batalla que hovo don Diego Ordóñez con los hijos
de Arias Gonzalo, y cómo el rey don Alfonso sucedió
en el reino [«Después que Vellido Dolfos / aquel traidor afamado»]: 278I.
Romance de la mujer del duque de Guimarães de Portugal: 348I.
Romance de la mujer viuda: 213II.
Romance de la Natividad de Nuestro Señor [«Triste estaba
el padre Adán / cinco mil años había»]: 191II, 28II.
Romance de la Pasión [«Llorad devotos cristianos / llorad
conmigo a la par»]: 185I.
Romance de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo [«Salid
hijas de Sion, / salid muy apresuradas»]: 202I.
Romance de la penitencia del rey don Rodrigo: 244I.
Romance de la presa de África en Berbería en el año 1551
[«Nuevas han venido al César / Carlos rey de España
un día»]: 253III, 62III, 63III.
Romance de la presa de Túnez [«Estando en una fiesta / en
los baños de Cartago»]: 378III.
Romance de la reina de Irlanda: 443III, 48III, 49III, 50III.
Romance de la reina de las Amazonas: 342III.
482
Índice de rúbricas
Romance de la reina de Nápoles: 316II, 49II.
Romance de la reina Dido y Eneas: 307III, 44III.
Romance de la reina Hécuba y de su muerte: 414I.
Romance de la Resurrección: 229III, 28III.
Romance de la resurrección de Lázaro: 186II, 21II.
Romance de la Sacratísima Virgen María, contrahecho a
«Emperatrices y reinas», de los dolores que la Virgen
padeció: 194I.
Romance de la sagrada Pasión de Cristo [«En los más
altos confines / de aquel acervo madero»]: 171I, 98I,
99I, 100I.
Romance de la santa Natividad de Cristo [«Ya son vivos
nuestros tiempos / y muertos nuestros temores»]: 176I.
Romance de la Santísima Magdalena [«Por las partes de la
gloria / y por todo lo poblado»]: 157I.
Romance de la venganza de doña Isabel [«El rey don Juan
Manuel, / que era de Ceuta y Tanjar»]: 331II, 112II.
Romance de Lanzarote: 241III, 85I.
Romance de las obsequias de Héctor el troyano: 407I.
Romance de Leandro y Hero, y cómo murió: 448III, 154III.
Romance de los cinco maravedís que el rey don Alfonso
VIII pedía a los hijos dalgo: 350I, 130I, 15II.
Romance de los condes de Carrión [«De concierto están los
condes / hermanos Diego y Fernando»]: 312I.
Romance de los condes de Carrión [«Yo me estando en
Valencia / en Valencia la mayor»]: 265II, 86II.
Romance de los hijos de Gedeón: 223I.
Romance de los reyes don Sancho de Castilla y don Alfonso de León: 301II, 105II, 106II.
Romance de los tres Reyes Magos: 193II.
483
Massimo Marini
Romance de Marquillos: 438III.
Romance de Marquina: 519I.
Romance de Melisenda: 440III, 148II.
Romance de Montesinos: 437III.
Romance de Núñez [«Por un camino muy solo / un caballero venía»]: 478I.
Romance de Paris, del juicio que dio cuando las tres deesas
le hallaron durmiendo: 376I.
Romance de Reinaldos de Montalbán [«Cuando aquel claro
lucero / sus rayos quiere enviar»]: 418III.
Romance de Rosa fresca: 455I.
Romance de Salomón: 233II, 20II.
Romance de Sayavedra: 342I, 25I.
Romance de Tarquinio rey de los romanos, cómo por traición forzó a Lucrecia, y cómo ella se mató con una espada delante su marido por haberle sido adúltera: 416I.
Romance de un caballero enamorado: 442III.
Romance de un desafío que se hizo en París de dos caballeros principales de la Tabla Redonda, los cuales son
Montesinos y Oliveros; fue el desafío por amores de
una dama llamada Aliarda [«En las salas de París / en el
palacio sagrado»]: 488II, 37I, 14II, 120II.
Romance de Zamora [«Junto al muro de Zamora / vide un
caballero erguido»]: 271II, 88II.
Romance del cerco de Baeza: 23I.
Romance del Cid Rui Díaz [«Afuera, afuera Rodrigo / el
soberbio castellano»]: 306I.
Romance del Cid Ruy Díaz [«Cabalga Diego Laínez / al
buen rey besar la mano»]: 302I.
Romance del Cid Ruy Díaz [«Por el val de las Estacas / el
buen Cid pasado había»]: 259II.
484
Índice de rúbricas
Romance del comendador Ávila [«Durmiendo iba el señor
/ en una nave en la mar»]: 234III.
Romance del comendador de Ávila [«Descúbrase el
pensamiento / de mi secreto cuidado […] apasionado»]: 465I.
Romance del comendador don Luis de Castellví: 480I.
Romance del conde Alarcos y de la infanta Solisa: 547II,
37I, 15II, 32II, 121II.
Romance del conde Claros de Montalván: 528II, 32II,
34I, 75I, 15II, 72II, 120II, 121II, 137II, 147II, 149II, 30III,
49III, 50III.
Romance del conde de Luna: 363III, 25I.
Romance del conde Dirlos [«Síguense los romances que
tratan de historias francesas y este primero es el del
conde Dirlos y de las grandes venturas que hubo»]:
355II, 15II, 116II, 117II, 118II.
Romance del conde don Julián [«Ya se sale de Toledo / el
conde don Julián»]: 501III.
Romance del conde don Pero Vélez [«Alterada está Castilla / por un caso desastrado»]: 324III, 67III, 68III,
69III, 70III.
Romance del conde Fernán González [«Buen conde Fernán
González / el rey envía por vos»]: 319I.
Romance del conde Fernán González [«El conde Fernán
González / cabe la villa de Lara»]: 341II.
Romance del conde Grimaldos: 380III, 126III.
Romance del conde Guarinos: 37I.
Romance del conde Olinos: 187III.
Romance del conde Vélez [«Alabóse el conde Vélez / en las
cortes de León»]: 294III, 67III, 68III, 69III, 70III, 187III.
485
Massimo Marini
Romance del eclipse que el sol hizo contra natura en la
muerte de Nuestro Señor Jesucristo: 209III.
Romance del engaño que usó la reina doña María de Aragón para que el rey don Pedro su marido durmiese con
ella y de lo que sucedió: 487III, 85III, 86III, 87III.
Romance del glorioso San Francisco: 164I.
Romance del glorioso San Juan Bautista: 153I.
Romance del glorioso San Juan Evangelista [«A caza sale el
buen rey / hijo de Dios encarnado»]: 173II.
Romance del glorioso San Juan Evangelista [«Celebrando el
rey la cena / del cordero figurado»]: 162I.
Romance del Gran Sufí: 326III.
Romance del hijo pródigo: 181II, 20II.
Romance del incitamiento y conducta general contra el
Turco a toda la Cristiandad [«Sevilla la realeza, / Toledo la imperial»]: 427I.
Romance del infante don Enrique: 509III, 162III.
Romance del infante don García: 338II, 113II.
Romance del infante vengador: 369I, 148II.
Romance del juramento que tomó el Cid al rey don Alfonso [«En Santa Gadea de Burgos / do juran los hijos
dalgo»]: 298I.
Romance del Maestre de Calatrava: 311II.
Romance del marqués de Mantua [«De Mantua salió el
marqués / danés Urgel el leale»]: 407II.
Romance del moro Alatar: 312II.
Romance del moro Calaínos: 470III, 148II.
Romance del moro santón de Granada: 351III.
Romance del obispo don Gonzalo: 346I.
Romance del palmero: 565II, 15II, 117II, 118II, 119II.
486
Índice de rúbricas
Romance del prior de San Juan: 351II.
Romance del rey Abarca: 316III, 70III, 71III, 72III, 167III.
Romance del rey David sobre la muerte de Absalón [«Triste
estaba el rey David / lleno de angustia y pasión»]: 221I.
Romance del rey David sobre la muerte de su hijo Absalón
[«Nuevas te traigo buen rey, / nuevas de grande alegría»]: 217I.
Romance del rey de Aragón [o Las quejas del Magnánimo,
«Miraba de Campoviejo / el rey de Aragón un día»]:
319II, 50II, 27III.
Romance del rey don Alfonso [«Andados los años treinta /
que reinaba Alfonso el Casto»]: 370III, 100II.
Romance del rey don Alfonso [X, «El triste rey don Alfonso
/ viviendo a más andar»]: 365III, 107III.
Romance del rey don Alfonso el Casto [«Después de muerto Bermudo / fincó don Alfonso el Casto»]: 251I.
Romance del rey don Alfonso el Casto [«Reinando el rey
don Alfonso / el que Casto era nombrado»]: 255I.
Romance del rey don Alfonso que ganó a Toledo [«Ese
buen rey don Alfonso / de la mano horadada»]: 293I.
Romance del rey don Alfonso y del conde de Saldaña
[«Reinando el rey don Alfonso / el que Casto se decía»]: 295II, 10II.
Romance del rey don Bermudo: 249I.
Romance del rey don Fernando I, 307I.
Romance del rey don Fernando IV, 325I.
Romance del rey don Pedro [I de Castilla, «Por los campos
de Jerez / a caza va el rey don Pedro»]: 320II.
Romance del rey don Pedro [I de Castilla, «Teniendo el rey
don Pedro / su real fortalecido»]: 359III.
487
Massimo Marini
Romance del rey don Ramiro de Aragón [«Don Ramiro de
Aragón / el rey monje que llamaban»]: 253II, 43II.
Romance del rey don Rodrigo [«Amores trata Rodrigo /
descubierto ha su cuidado»]: 497III, 90III, 91III, 92III.
Romance del rey don Rodrigo, cómo entró en Toledo en la
casa de Hércules [«Don Rodrigo rey de España / por la
su corona honrar»]: 236I.
Romance del rey don Rodrigo, cómo huyó de la batalla
[«Ya se sale de la prisa / el rey Rodrigo cansado»]: 240I.
Romance del rey don Sancho [«Rey don Sancho, rey don
Sancho / no digas que no te aviso»]: 310I.
Romance del rey don Sancho de Castilla [«Rey don Sancho,
rey don Sancho / cuando en Castilla reinó»]: 257II.
Romance del rey don Sancho de Castilla [«Rey don Sancho, rey don Sancho / ya que te apuntan las barbas»]:
269II, 87II.
Romance del rey don Sancho Ordóñez: 316I.
Romance del rey Marsín: 451III, 135III, 136III.
Romance del rey Menelao [«Triste, mezquino y pensoso /
estaba el rey Menelao»]: 383I.
Romance del rey moro que perdió a Valencia: 353I, 130I.
Romance del rey moro que perdió Alhama: 362I.
Romance del rey Ramiro [Ya se asienta el rey Ramiro / ya
se asienta a sus yantares»]: 459I.
Romance del Saco de Roma: 251III, 52III, 53III, 54III, 55III,
56III, 57III, 58III, 59III, 60III, 61III, 62III.
Romance del Santísimo Nacimiento [«En Belén está el infante / hijo de Dios humanado»]: 170II.
Romance del Santísimo Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo [«La sacra y divina noche, / noche más clara que
el día»]: 206III.
488
Índice de rúbricas
Romance del Turco [«A caza salió el Gran Turco / de Constantinopla la llana»]: 334III.
Romance evangélico sobre la mujer cananea: 201II.
Romance evangélico sobre la mujer endemoniada: 211II.
Romance hecho a la Santísima Encarnación del Hijo de
Dios: 165II, 13II.
Romance hecho por Alonso de Proaza en loor de la ciudad
de Valencia: 489I.
Romance hecho por Quirós sobre los amores de marqués
de Cenete con la señora Fonseca: 485I.
Romance hecho por Villatoro: 529I.
Romance mudado por Diego de Zamora por otro que dice
«Ya desmayan los franceses» [«Ya desmayan mis servicios / que no pueden más servir»]: 472I.
Romance muy devoto en contemplación de la Pasión de
Nuestro Redemptor Jesucristo [«Por los campos de
tristura / y veredas de pesar»]: 219II, 28II.
Romance por manera de diálogo entre el autor y su cuidado: 505I.
Romance que dice «De Calvario sale el demonio» [«/ de
Calvario ya salía), 169I.
Romance que dice «Entre la gente se dice» [Romance de
don Fadrique, «Entre la gente se dice / y no por cosa
sabida»]: 275II, 67II.
Romance que dice «Los que habéis servido amores» [«/ y el
amor os ha burlado»]: 510I.
Romance que dice «Tres Cortes armara el rey» [«/ todas
tres a una sazón»]: 314I.
Romance que dicen [«Arriba canes, arriba / que rabia os
mate»]: 453I.
489
Massimo Marini
Romance que dicen [«Yo me era mora Moraima / morica
de un bel catar»]: 470I.
Romance que dicen «Abenámar, abenámar» [«/ moro de la
morería»]: 360I.
Romance que dicen «Nuño Vero» [«/ buen caballero probado»]: 368I.
Romance que dicen «Triste estaba el Padre Santo» [«/ lleno
de angustia y pena»]: 425I, 52III, 53III, 54III, 55III, 56III,
57III, 58III, 59III, 60III, 61III, 62III.
Romance que dicen «Ya se sale el rey moro» [«/ de Granada
para Almería»]: 364I.
Romance que dicen: «Por la matanza va el viejo» [«/ por la
matanza adelante»]: 373I, 28II, 29II, 30II.
Romance que fizo al señor ynfante don Enrique Maestre de
Santiago: 30I.
Romance que trata de la mujer adúltera: 197II.
Romance que trata de la mujer que sanó Cristo de flujo de
sangre: 199II.
Romance que trata del sacrificio de Abraham: 235II.
Romance segundo [de Bartolomé de Torres Naharro,
«Con temor del mar airado / la nao se está en el puerto»]: 445I.
Romance sobre la muerte que dio Pirro hijo de Aquiles a la
linda Políxena: 411I.
Romance sobre las tres tentaciones que el enemigo de naturaleza humana hizo a nuestro Redemptor: 223III, 27III.
Romance tercero [de Bartolomé de Torres Naharro, «Hija
soy de un labrador / nacida sobre el arado»]: 447I.
Romances de Bartolomé de Torres Naharro [«Nueva voz,
acentos tristes / sospiros de gran cuidado»]: 436I.
490
Índice de rúbricas
Romances de Bernardo del Carpio que cuentan cómo, estando en las cortes del rey don Alfonso el Casto, supo
cómo el mesmo rey su señor tenía preso a su padre, el
cual se lo pidió de merced y, no se lo dando, hizo grande estrago en la tierra [«En corte del Casto Alfonso /
Bernardo a placer vivía»]: 259I.
Romances de historias [«Cuando vos nacistes hijo / triste
no dormía yo»]: 240III.
Sentencia dada a don Carloto: 457II.
Síguense los romances que tratan de historias castellanas
y este primero es de la duquesa de Lorena, sacado de
la historia del rey don Rodrigo que perdió a España:
228I, 48III.
Síguense los romances que tratan de historias españolas: y
este primero es de cómo el conde don Ramón de Barcelona libró a la Emperatriz de Alemania, que la tenían
para quemar: 243II, 13II, 41II, 128II, 48III, 51III.
Síguese el segundo romance [de Gaiferos, «Vámonos dijo
mi tío / en París esa ciudad»]: 414III.
Síguese otro romance [«Bodas se hacen en Francia / allá
dentro en París»]: 377III.
491
Índice de estudiosos
Los números romanos volados (I, II, III) indican los volúmenes de la Silva.
Aguiló y Fuster, Mariano: 77I.
Alatorre, Antonio: 154III.
Alcalá Galán, Mercedes: 82I.
Alcover, Antoni María: 18II.
Alonso Acero, Beatriz: 61III.
Alonso Asenjo, Luis: 144III.
Alonso Cortés, Narciso: 153II.
Alvar Ezquerra, Antonio: 43II.
Alvar Ezquerra, Carlos: 79III, 110III.
Alvar, Manuel: 72II, 199III.
Alzieu, Pierre: 52I.
Amador de los Ríos, José: 77I.
Amezúa, Agustín C. de: 123I.
Anglès, Higini, 34I, 135II, 82III.
Antolí Fernández, Alfonso: 67II.
António Caetano de Sousa: 77II.
Arbusow, Leonid: 20I.
Arco Moya, José del: 27I, 28I.
Arco Moya, Juan del: 27I, 28I.
Armenteros Lizana, Concepción: 93II.
493
Massimo Marini
Armistead, Samuel G.: 95II, 50III.
Artiles Rodríguez, Jenaro: 119III.
Asenjo Barbieri, Francisco: 27I.
Askins, Arthur L.-F.: 22I, 53I, 133I, 12II, 24II, 29II, 37II, 57II,
76II, 144II, 145II, 147II, 11III, 13III, 23III, 33III, 45III, 61III,
101III, 147III, 151III.
Aubrun, Charles Vincent: 16I, 30I, 46I, 121I.
Avalle-Arce, Juan Bautista: 68II, 69II.
Ayerbe Iríbar, María Rosa: 71III.
Baehr, Rudolph: 87I, 120III.
Bartsch, Karl: 51I.
Bautista, Francisco: 158II.
Beceiro Pita, Isabel: 158II, 41III.
Bègue, Alain: 40I, 152II.
Bejarano Pellicer, Clara: 132II, 133II, 135II, 198III, 199III.
Beltrán y Rózpides, Ricardo: 43I.
Beltran, Vicenç, 9I, 11I, 12I, 14I, 15I, 18I, 19I, 21I, 23I, 25I,
26I, 30I, 31I, 34I, 37I, 39I, 41I, 42I, 44I, 45I, 51I, 52I,
53I, 64I, 73I, 73I, 74I, 76I, 81I, 105I, 106I, 112I, 115I,
126I, 132I, 41II, 49II, 77II, 80II, 94II, 106II, 112II, 121II,
157II, 158II, 159II, 9III, 20III, 30III, 31III, 39III, 42III, 45III,
50III, 61III, 67III, 96III, 97III, 115III, 118III, 119III, 125III,
167III, 182III, 183III, 184III, 188III.
Bénichou, Paul: 32I, 199III.
Benítez Sánchez-Blanco, Rafael: 55II.
Benito Vessels, Carmen: 64III.
Bennassar, Bartolomé: 39I.
Bernard, Lori A.: 52I, 72III.
Bertolucci Pizzorusso, Valeria: 163III.
Billanovich, Giuseppe: 126I, 127I.
494
Índice de estudiosos
Blasco, Javier: 111I.
Blázquez y Delgado-Aguilera, Antonio: 43I.
Blecua, Alberto: 99II, 13III, 115III.
Blecua, José Manuel: 101I, 144II, 64III, 73III.
Bonora, Eleonora: 47I, 58III.
Bosse, Monika: 123I.
Botrel, Jean-François: 80I.
Botta, Patrizia: 112II, 113II.
Briesemeister, Dietrich: 35I.
Bruguera, Jordi, 86III.
Bruscagli, Riccardo: 141III.
Burguillo, Javier: 113I.
Burke, Peter: 188III.
Bustos Táuler, Álvaro: 91I, 107I.
Bustos Tovar, José Jesús: 28III.
Cacho Blecua, Juan Manuel: 48II.
Cadenas y Vicent, Vicente: 84II, 53III.
Calderón Ortega, José Manuel: 136II, 110III.
Canellas López, Ángel: 71III.
Cannata, Nadia: 81I.
Caravaggi, Giovanni, 110I, 111I, 10III.
Carcel Ortí, María Milagros: 18II.
Carmona Ruiz, María Antonia: 93II, 110III.
Caro Baroja, Julio: 38I, 152II.
Carrasco Manchado, Ana Isabel: 28I, 29I.
Carreira, Antonio: 12I, 65II, 142II, 143II, 190III, 191III.
Carreño, Antonio: 12I, 133I, 64II, 142II.
Carriazo, Juan de Mata: 27I, 30I, 73II, 74II.
495
Massimo Marini
Carriazo Rubio, Juan Luis: 79II, 80II.
Carro Carbajal, Eva Belén: 123I.
Castañeda, Vicente: 150II.
Catalán, Diego: 11I, 15I, 37I, 48I, 50I, 54II, 56II, 85II, 87II,
95II, 67III, 95II, 115II, 131II, 48III, 67III, 70III, 77III, 116III,
148III, 149III, 187III, 200III.
Cátedra, Pedro M.: 21I, 51I, 80I, 113I, 39I, 151II, 152II.
Cazal, Françoise: 47I.
Chas Aguión, Antonio: 87I, 120III.
Chastel, André: 53III.
Chevalier, Maxime: 48I.
Chicote, Gloria B.: 67II, 107II, 112II, 77III.
Cid, Jesús Antonio: 16I, 32II, 54II, 56II, 81II, 39III, 58III,
116III, 118III, 150III.
Cingolani, Stefano Maria: 42II.
Clavería. Carlos: 112I, 113I, 121I, 149III, 203III.
Clavero, Dolores: 115III.
Corominas, Joan: 122I.
Correa, Pedro: 23I, 24I, 25I, 26I, 29I, 72II, 74II, 109II,
49III, 85III.
Cotarelo y Mori, Emilio: 82III.
Crawford, James P. Wickersham: 29I.
Cruz de Castro, Marichu: 42III, 43III, 44III, 72III, 154III.
Cuevas Mata, Juan: 27I, 28I, 30I.
Dacosta, Arsenio: 158II.
De Bure, J. J.: 149II.
De Nigris, Carla: 54I.
Débax, Michelle: 119III.
Delgado Casado, Juan: 110I, 96II, 104II, 10III.
496
Índice de estudiosos
Delpech, François: 88III.
Devis Márquez, Pedro: 72II.
Devoto, Daniel: 43II, 46III, 74III.
Dexeus, Mercé: 127I.
Di Pierro, Antonio: 53III.
Di Stefano, Giuseppe: 10I, 17I, 23I, 24I, 25I, 32I, 36I, 47I,
50I, 56I, 73I, 103I, 109I, 13II, 55II, 76II, 80II, 89II, 95II,
103II, 150II, 27III, 45III, 46III, 47III, 51III, 67III, 68III, 92III,
151III, 152III.
Díaz-Mas, Paloma: 95II, 107II, 50III, 51III, 185III.
Difabio de Raimondo, Elbia: 154III.
DiFranco, Ralph: 35I, 52I, 73I, 68II, 139II, 72III, 116III,
149III, 190III.
Domínguez Caparrós, José: 87I, 121III.
Duby, George: 44I, 119III.
Dumanoir, Virginie: 37I.
Durán, Agustín: 82II, 83II, 150II.
Dutton, Brian: 25I, 54I, 55I, 56I, 76II, 16III, 82III, 147III.
Eagleton, Terry: 45I.
Eisman Lasaga, Carmen: 27I.
Elia, Paola: 16I, 120III.
Entwistle, William J.: 24I, 67II, 66III, 187III.
Escudero Perosso, Francisco: 125II.
Falcón Martínez, Constantino: 102III.
Falla, Manuel de: 134II.
Faral, Edmond: 20I.
Federici, Marco: 61III.
Fernández Alonso, Justo: 80III.
Fernández Álvarez, Manuel: 43I, 65I, 61III.
497
Massimo Marini
Fernández Galiano, Emilio: 102III.
Fernández Jiménez, Juan: 72III.
Fernández Montesinos, José: 133I, 64II, 190III, 194III, 195III.
Fernández Valladares, Mercedes: 41I, 57I, 66I, 28II, 29II,
30II, 57II, 92II, 96II, 103II, 108II, 110II, 114II, 116III, 148II,
149II, 33III, 42III, 45III, 54III, 88III, 92III, 95III, 96III, 101III,
121III, 126III, 127III, 131III, 135III, 145III, 150III, 155III, 156III,
160III, 171III, 178III, 179III, 180III.
Ferrando Francés, Antoni: 41I, 42II.
Ferrer Valls, Teresa: 123I.
Ferreres, Rafael: 146III.
Finnegan, Ruth: 11I.
Firpo, Massimo: 53III.
Flores, Camilo: 110III.
Foguelquist, James Donald: 48III.
Foley, John M.: 11I.
Forredellas, Joaquín: 37III.
Foulché-Delbosc, Raymond: 17III.
Fradejas Rueda, José Manuel: 36I.
Frenk, Margit: 51I, 124II.
Gachard, Louis-Prosper: 65I.
Galmés, Álvaro: 11I, 37I, 95II, 48III, 200III.
Gamba Corradine, Jimena: 132I.
Gamero Igea, Germán: 199III.
García de Enterría, María Cruz: 22I, 54I, 79I, 118I, 13II,
33II, 82II, 145II, 151II, 22III, 57III.
García Fajardo, Francisco: 187III.
García Fraile, Dámaso: 34I.
García García, Bernardo J.: 124I.
498
Índice de estudiosos
García Reidy, Alejandro: 124I.
García, Michel: 27I, 30I.
García-Bermejo Giner, Miguel: 38I.
Garvin, Mario: 11I, 56I, 57I, 58I, 60I, 61I, 62I, 63I, 66I,
68I, 70I, 72I, 75I, 83I, 84I, 85I, 86I, 89I, 90I, 94I, 95I,
100I, 101I, 102I, 103I, 116I, 117I, 120I, 125I, 126I, 127I,
135I, 12II, 13II, 17II, 19II, 22II, 24II, 27II, 28II, 32II, 33II,
45II, 50II, 56II, 65II, 66II, 69II, 81II, 82II, 84II, 89II, 90II,
91II, 92II, 95II, 99II, 105II, 108II, 110II, 113II, 114II, 116II,
117II, 119II, 122II, 128II, 129II, 148II, 11III, 13III, 15III, 20III,
31III, 34III, 54III, 64III, 84III, 90III, 92III, 95III, 101III, 116III,
125III, 126III, 127III, 132III, 135III , 142III, 145III, 148III,
150III, 151III, 152III, 155III, 160III, 162III.
Gayangos, Pascual de: 72II.
Gelabert González, Eloy J.: 39I.
Geldner, Ferdinand: 129I, 14II.
Gillet, Joseph E.: 23II, 24II, 153II.
Gimeno Blay, Francisco J.: 18II.
Glesey, Raplh E.: 47II.
Goldberg, Harriet: 48III.
Gómez Fernández. Lucía: 79II.
Gómez Moreno, Ángel: 20I, 50I.
Gómez Muntané, Maricarmen: 17I, 132II, 133II, 135II, 136II,
137II, 138II, 141II.
Gómez Redondo, Fernando: 93II, 94III, 109III, 141III.
Gómez, Jesús: 112I.
González Cuenca, Joaquín: 25I, 74I, 75I, 107I.
González Jiménez, Manuel: 27I, 93II, 110III.
González Palencia, Ángel: 143II.
González Ramírez, David: 123I.
499
Massimo Marini
González Rolán, Tomás: 21I, 72III.
González, Aurelio: 143II.
Gonzalo Sánchez-Molero, José Luis: 42III.
Goyri, María: 16I, 35I, 54II, 95II, 48III, 188III.
Griffin, Clive: 37I, 42I, 149II, 150II, 92III, 121III.
Grimm, Jacobo: 73I, 134I.
Hauf, Albert G.: 111I, 39I.
Hernández, Manuel: 95III.
Higashi, Alejandro: 63I, 127I, 128I, 135I, 22II, 99II, 117II,
122II, 54III, 64III, 125III.
Hinojosa Montalvo, José: 198III.
Hirel-Wouts, Sophie: 44II, 48II.
Hofman, Conrad: 73I, 70II, 83II, 79III, 152III.
Horrent, Jules: 15I.
Huarte, Amalio: 150II.
Huntington, Archer M.: 108I, 110I, 121I, 63III, 65III, 203III.
Huth, Henry: 149II.
Infantes, Víctor: 22I, 39I, 41I, 95I, 12II, 24II, 29II, 37II, 57II,
76II, 144II, 145II, 149II, 153II, 11III, 13III, 15III, 23III, 33III,
40III, 45III, 61III, 73III, 101III, 129III, 147III, 151III.
Izquierdo, Juan Carlos: 151II.
Jammes, Robert: 52I.
Jauralde Pou, Pablo: 68II.
Jones, Harold G.: 36I.
Kamen, Henry: 65I.
Katz, Israel J.: 50III.
Keniston, Hayward: 124I.
Kerkhof, Maximilian P. A. M.: 125I, 126I, 72II, 73III.
Knighton, Tess: 34I, 69II, 135II, 136II, 199III.
500
Índice de estudiosos
Krogstad, Jineen: 54I, 76II, 82III.
Labrador Herráiz, José J.: 35I, 52I, 73I, 68II, 139II, 50III,
72III, 116III, 149III, 190III.
Lacarra, María Eugenia: 50I.
Ladero Quesada, Miguel Ángel: 71II, 73II, 114III.
Laliena Corbera, Carlos: 44II.
Lalinde Abadía, Jesús: 46II, 47II.
Lamb, Kathleen: 16I, 54II.
Lapeña Paúl, Ana Isabel: 43II.
Lapesa, Rafael: 95II, 48III.
Lara Garrido, José: 52I.
Laskaris, Paola: 68I, 70I, 88II, 89II, 90II.
Lázaro Carreter, Fernando: 37III.
Le Gentil, Pierre: 21III.
Lerner, Isaías: 82I, 175III.
Leube, Eberhard: 153II.
Lewis Galanes, Adriana: 143II.
Lida de Malkiel, María Rosa: 72III.
Lissorgues, Yvan: 52I.
Lloret, Albert: 15II.
Loeza, Alejandro: 76III.
López Martínez, Amelia L.: 121I, 203III.
López Melero, Raquel: 102III.
López, César G.: 85II.
Lyell, James P. R.: 129I.
MacKay, Angus: 26I.
Macpherson, Ian: 26I.
Madroñal, Abraham: 190III.
501
Massimo Marini
Magoni, Clizia: 47II.
Mahiques Climent, Joan: 95I, 96I, 33II, 76II, 90II, 40III,
46III, 51III, 73III, 129III, 146III, 147III, 154III, 177III, 178III.
Malpartida Tirado, Rafael: 83I.
Manzano Alonso, Miguel: 36I.
Marco, Joaquín: 79I, 151II.
Marín Cepeda, Patricia: 123I, 191III, 192III, 111I.
Marín López, Javier: 134II.
Marín Padilla, Encarnación: 17I, 54II.
Marín, Miguel Ángel: 40I, 150II, 152II.
Marino, Nancy: 42I, 43I, 146III.
Mariscal de Rhett, Beatriz, 16I, 54II.
Mariscal Hay, Beatriz, 39III.
Martínez Navarro, María del Rosario: 76III.
Martín Abad, Julián: 129I, 15II, 24II, 121III, 127III,
151III, 156III.
Martin, Georges: 46I, 159II, 56III.
Martínez Gil, Carlos: 134II, 135II.
Martínez Millán, José: 71III, 72III.
McGrady, Donald: 32I.
Mendoza Díaz-Maroto, Francisco: 38I.
Meneghetti, Maria Luisa: 110III.
Menéndez Pelayo, Marcelino: 24I, 66III, 67III, 68III, 84III,
85III, 88III.
Menéndez Pidal, Gonzalo: 27I.
Menéndez Pidal, Ramón: 10I, 11I, 12I, 13I, 14I, 16I, 27I,
28I, 32I, 36I, 37I, 48I, 49I, 56I, 61I, 62I, 100I, 134I,
104I, 135I, 9II, 50II, 54II, 56II, 63II, 70II, 64II, 80II, 88II,
94II, 95II, 131II, 157II, 158II, 9III, 10III, 12III, 33III, 34III,
37III, 39III, 45III, 48III, 54III, 56III, 58III, 64III, 85III, 90III,
502
Índice de estudiosos
94III, 115III, 116III, 118III, 132III, 135III , 136III , 159III, 160III,
183III, 184III, 185III, 185III, 187III, 188III, 189III, 200III.
Meregalli, Franco: 24I.
Mier Pérez, Laura: 113I.
Milá y Fontanals, Manuel: 24I, 134I, 80II, 88II, 93II, 84III.
Molas, Joaquim: 24I.
Moll, Francesc de B.: 18II.
Moll, Jaime: 31II, 125II, 121III, 125II, 153II, 122III, 144III.
Mongardini, Carlo: 45I.
Montero, Juan: 113I, 114I, 10III.
Montero, Paloma: 116III.
Montesinos, José: v. Fernández Montesinos, José.
Moure, José Luis: 66III.
Navarrete, Ignacio: 10I, 108I.
Navarro Durán, Rosa: 53III.
Navarro Tomás, Tomás: 87I, 21III, 120III.
Norton, Frederick J.: 55I, 88III, 131III.
O’Neill, John: 56II, 90I, 171III, 177III.
Orcástegui Gros, María del Carmen: 42II, 48II, 49III, 71III.
Orduna, Germán: 32I, 34I, 66III.
Pallarés Jiménez, Miguel Ángel: 47II.
Paredes, Juan: 93II, 109III, 110III.
Pascual, José Antonio: 122I.
Pastor Comín, Juan José: 133I, 64II, 136II.
Pattison, David Graham: 94III.
Pazmany, Margarita: 116III.
Pedraza Gracia, Manuel José: 110I, 124I.
Pedrosa, José Manuel: 73I, 54II, 55II.
503
Massimo Marini
Peeters-Fontainas, Jean F.: 64I, 45II, 64III.
Perea Rodríguez, Óscar: 44II.
Pérez Alfaro, Cristina: 157II.
Pérez Bosch, Estela: 10I.
Pérez Gómez, Antonio: 91I, 67II, 68II, 85II, 86II, 54III,
55III, 66III.
Pérez Lasheras, Antonio: 12I, 143II.
Pérez Priego, Miguel Ángel: 33I, 70I, 82III.
Pérez Viñuales, Pilar: 198III.
Periñán, Blanca: 42I, 87I, 122II, 21III, 54III, 121III, 144III.
Phipps, Etienne: 16I, 54II.
Piacentini, Giuliana: 36I, 77I, 42I, 67I, 78I, 71II, 89II, 54III,
126III, 144III.
Piñero, Pedro: 186III.
Pintacuda, Paolo: 154II, 45III.
Plaza Arregui, Patricia: 70III.
Pons Alós, Vicente: 18II.
Pope, Isabel: 16I, 17I, 67I, 137II.
Profeti, Maria Grazia: 124I.
Puerto Moro, Laura: 22I, 12II, 145II, 11III.
Rallo Gruss, Asunción: 83I.
Randolph, Julian: 143II.
Ratcliffe, Marjorie: 50I.
Redfield, Robert: 188III.
Redondo, Agustín: 41I, 42III, 57III, 71III.
Reig, Carola: 88II.
Rico, Francisco: 37III.
Riquer, Isabel de: 163III.
Riquer, Martín de: 24I, 111I.
504
Índice de estudiosos
Robledo, Luis: 199III.
Rodríguez Cacho, Lina: 81I, 82I.
Rodríguez Peinado, Laura: 97I.
Rodríguez Puértolas, Julio: 92I.
Rodríguez Villa, Antonio: 18II.
Rodríguez, Marie-Christine: 39I.
Rodríguez-Moñino, Antonio: 22I, 38I, 40I, 53I, 54I, 55I,
56I, 57I, 60I, 63I, 64I, 77I, 82I, 83I, 84I, 89I, 90I, 94I,
95I, 98I, 102I, 107I, 108I, 110I, 111I, 116I, 117I, 129I,
136I, 12II, 13II, 14II, 16II, 17II, 19II, 20II, 24II, 27II, 28II,
32II, 36II, 37II, 43II, 45II, 57II, 66II, 69II, 70II, 71II, 72II,
81II, 82II, 83II, 85II, 94II, 103II, 104II, 105II, 108II, 110II,
113II, 140II, 145II, 147II, 148II, 150II, 151II, 11III, 12III, 13III,
15III, 16III, 26III, 31III, 33III, 38III, 46III, 48III, 49III, 50III,
52III, 54III, 57III, 63III, 65III, 67III, 74III, 78III, 84III, 95III,
97III, 101III, 106III, 116III, 122III, 131III, 132III, 151III, 154III,
180III, 181III, 190III, 204III.
Romero Díaz, Nieve: 124I.
Romero Pallás, José María: 43II.
Romeu Figueras, Josep: 34I, 135II, 82III.
Rosell, Cayetano: 85II, 114III, 164III.
Rospocher, Massimo: 80I, 145II, 41III, 180III.
Rovira i Cerdà, Helena: 95I, 96I, 33II, 76II, 90II, 40III, 46III,
51III, 73III, 129III, 147III, 154III.
Rubio Árquez, Marcial: 57I.
Rubió y Balaguer, Jordi: 41I.
Ruiz Jiménez, Juan: 78II, 132II, 133II, 134II, 135II, 136II,
137II, 140II.
Ruiz Pérez, Pedro: 39I, 40I.
Ruiz Urbón, Cristina: 111I.
505
Massimo Marini
Sabbadini, Remigio: 126I.
Salvá y Mallén, Pedro: 16II, 17II, 17II, 26II, 36II.
Salvá, Jaime: 84II.
Sánchez Cantón, Francisco Javier: 40I, 113I.
Sánchez Jiménez, Antonio: 12I, 142II, 190III, 195III.
Sánchez Pérez, María: 151II, 152II.
Sánchez Romeralo, Antonio: 188III.
Sánchez Sánchez, Mercedes: 68II.
Sánchez-Prieto Borja, Pedro: 73III.
Sanhuesa Fonseca, María: 123I.
Saquero Suárez-Somonte, Pilar: 21I, 72III.
Schiavo, Leda: 119III.
Schwartz, Roberta Freund: 136II, 140II.
Scoles, Emma: 16I, 17I, 18I.
Segre, Cesare: 48I, 53III.
Serís, Homero: 153II.
Serralta, Frédéric: 151II.
Sesma Muñoz, José Ángel: 46II, 47II.
Severin, Dorothy: 16III.
Seeger, Judith Leland: 30III.
Silverman, Joseph H.: 50III.
Simón Díaz, José: 45II.
Snow, Joseph T.: 16I, 54II.
Solalinde, Antonio G.: 73I.
Soons, Alan: 82II, 140II.
Soriano, Catherine: 30I, 149III.
Suárez Fernández, Luis: 55II, 63II.
Subirá, José: 40I, 136II.
506
Índice de estudiosos
Tapia, Serafín de: 39I.
Tate, Roberto: 48II.
Tato García, Cleofé: 50II, 51II , 148II, 144III.
Tomassetti, Isabella: 12I, 19I, 85II, 86II, 145III.
Torre, Antonio de la: 72III.
Torres Amat, Félix: 85II.
Torres Fontes, Juan: 95III.
Torres Jiménez, Raquel: 38I.
Trambaioli, Marcella: 43II.
Trapero, Maximiliano: 81II.
Ubieto Arteta, Antonio: 43II.
Usoz y Río, Luis de: 45II.
Vajay, Szabolecs: 43II.
Valcárcel, Carmen: 65II.
Valenciano, Ana: 188III.
Vaquero, Mercedes: 50I.
Vasconcelos, Carolina Michaëlis de: 87II.
Vian Herrero, Ana: 53III, 54III.
Villacañas, José Luis: 89III.
Vindel, Pedro: 17I.
Ward, Aengus: 70III, 94III.
Whinnom, Keith: 55II, 56II.
Williams, Edwin B.: 153II.
Wilson, Edward M.: 55I.
Wolf, Ferdinand Joseph: 73I, 70II, 82II, 83II, 79III, 88III,
131III, 152III.
Zimei, Francesco: 16I.
Zorita, C. Ángel: 35I, 68II, 116III.
507
Índice de pliegos sueltos
Los números en negrita corresponden a los identificativos de pliegos sueltos utilizados en: Antonio Rodríguez
Moñino, Diccionario bibliográfico de pliegos sueltos poéticos (siglo XVI), Madrid, Castalia, 1970; Antonio Rodríguez
Moñino, Nuevo diccionario bibliográfico de pliegos sueltos
poéticos. Siglo XVI, edición corregida y actualizada por
Arthur F.-L. Askins y Víctor Infantes, Madrid, Castalia –
Editora Regional de Extremadura, 1997, Nueva Biblioteca
de Erudición y Crítica, 12, §970; Arthur L.-F. Askins y
Víctor Infantes, Suplemento al nuevo diccionario bibliográfico de pliegos sueltos poéticos (siglo XVI) de Antonio
Rodríguez Moñino, edición de Laura Puerto Moro, Vigo,
Academia del Hispanismo, 2014, Publicaciones Académicas. Los números romanos volados (I, II, III) indican los
volúmenes de la Silva.
17.5:
25:
29:
30.5:
31:
31:
37:
47:
48:
76:
159.5:
14III, 15III, 16III, 17III, 18III, 19III, 20III, 22III, 23III, 29III.
24II.
147III.
90II.
90II.
90II.
90II.
54I.
155III.
53I.
56II.
509
Massimo Marini
160: 56II, 58II, 59II, 61II.
176: 82III.
222: 145III.
223: 145III.
240: 54I.
255: 92III.
266bis: 23III.
271: 148II, 150III.
309: 57II.
310: 57II.
312: 150III, 151III, 152III, 153III.
312: 149II.
313: 150III, 152III, 153III.
314, 149II.
315: 150III, 152III, 153III.
339: 145III.
340: 145III.
353: 33III, 34III, 127III, 145III.
353.5: 33III, 127III.
353.7: 33III.
374: 131III.
375: 69I, 71I, 131III, 135III.
376: 131III, 135III.
377: 131III, 135III.
378: 131III, 134III, 135III.
379: 131III, 135III.
406.5: 24III, 25III, 27III, 29III, 166III, 176III.
407: 153II.
415: 80II.
416: 80II.
417: 80II.
421: 148II, 156III.
510
Índice de pliegos sueltos
422.5: 150II.
435: 60I.
439: 147II, 139III, 139III, 141III, 142III.
475.3: 30II.
477: 72I, 120II, 121II, 147II, 149II.
483: 148II.
484: 148II.
485: 148II.
486: 148II.
486bis: 144III.
506: 131III, 133III, 138III, 139III.
534: 145III, 146III.
558: 121I.
563: 121I, 74III.
564: 121I.
566: 40I, 121I.
589: 24II, 25II, 130II.
594: 60I, 23II, 24II, 25II.
606: 66I.
607: 66I.
608: 66I.
609: 66I.
616: 133I.
617: 133I.
625.5: 113II.
629: 57III, 61III.
652: 116I, 117I, 81II.
653: 55I, 148II, 150III, 151III, 152III.
654: 56I, 74I.
655: 105II, 106II, 130II, 78III, 90III, 91III, 92III, 162III.
656: 37II, 45III, 46III, 47III.
657: 90I, 94I.
511
Massimo Marini
658:
659:
660:
661:
663:
664:
664.5:
665:
666:
668:
669:
675:
679:
680:
681:
682:
683:
687:
690:
691:
692:
54I, 56I.
147III, 148III.
147III, 148III.
126III, 172III.
90II, 91II, 92II, 126III.
56II, 58II, 59II, 60II, 129II.
28II, 31II.
56II, 57II, 58II, 59II, 60II, 65II, 129II.
56II, 58II, 59II, 60II, 61II.
54I.
82III.
54I.
108II, 109II, 110II.
37II, 110II, 114II, 45III.
110II, 46III.
37II, 110II, 114II, 45III.
108II.
121III, 122III, 123III, 124III.
121III, 122III, 123III, 124III, 172III, 173III.
96III, 97III, 98III, 99III, 100III, 105III, 173III.
96III, 101III, 102III, 102III, 103III, 104III, 105III,
171III, 176III.
696.5: 98I, 99I, 100I, 101I.
704: 54I.
706: 135III.
709: 160III, 161III, 163III, 164III.
710: 160III, 161III, 163III, 164III.
711: 37III, 80III, 82III, 83III, 84III, 85III, 86III, 87III, 89III, 90III,
91III, 92III, 153III, 171III, 172III.
712: 24II, 181III.
721: 73III, 90III, 91III, 92III, 153III, 154III.
727: 45III, 46III, 47III.
728: 45III, 46III.
512
Índice de pliegos sueltos
733.5:
735:
736:
745:
745.3:
747.5:
750:
751:
753:
756:
768.2:
768.3:
768.4:
772:
773:
774:
827:
835:
836:
837:
846:
849:
855:
857:
863:
870:
880:
885:
886:
888:
890:
891:
33II, 34II, 35II, 36II, 130II.
148II.
90II, 103II.
28II, 29II, 30II, 130II, 152II.
29II, 30II, 152II.
146III.
89II, 90II, 124II.
93I, 94I.
124II.
29II.
131III, 132III, 147III, . 148III.
76II.
40III, 43III, 45III, 46III, 47III, 51III.
57I.
57I, 28II.
57I, 59I.
56II, 57II, 58II, 59II.
116I, 124II, 125II, 126II, 130II.
116III, 117III, 118III, 119III, 120III, 171III.
56II, 57II, 58II, 59II.
145III.
113II.
67I, 69I, 102I, 103I, 202III.
57II.
56II, 58II, 59II, 60II.
113II, 124II, 57III, 121III, 122III, 123III, 124III.
49II, 51II, 52II, 53II, 150III.
56II, 57II, 59II, 60II, 65II.
56III, 57III, 58III, 59III, 60III, 61III, 62III.
122III, 123III.
144III, 145III.
91II.
513
Massimo Marini
892:
893:
894:
895:
896:
901:
919:
927:
935.5:
936:
951:
951.5:
961:
969.5:
970:
990:
994:
995:
996:
1004:
1011:
1012:
1012:
1015:
1016:
1017:
1018:
1019:
1020:
1021:
1022:
1024:
126III.
126III.
126III.
126III.
55III, 57III, 58III, 62III, 171III.
15III, 17III, 18III, 19III.
108II.
181III.
113II.
66I, 72I, 12II, 113II, 148II, 151III, 152III, 178III.
102I, 37II.
73III, 74III, 129III, 154III, 155III.
102I, 13III, 14III, 15III, 20III, 21III, 22III, 23III.
95I, 96I, 97I, 98I.
37II, 129II.
55I, 60I.
53I.
53I.
53I.
155III.
113II.
94I, 98I.
98I, 99I, 101I.
148II.
54I, 148II.
72I, 75I, 120II, 121II, 149II.
72I, 120II, 121II, 149II.
117II.
54I, 117II.
117II.
117II.
95II, 96II, 98II, 100II, 101II, 102II, 104II, 130II,
115III, 172III.
514
Índice de pliegos sueltos
1025:
1028:
1030:
1031:
1035:
1038:
1039:
1040:
1041:
1048:
1049:
1054:
1056:
1060:
1061:
1062:
1063:
1064:
1065:
1068:
1071:
1073:
1074:
1077:
1082:
1083:
1161:
1171:
1174:
95II, 96II, 98II, 100II, 101II, 102II, 104II, 130II, 115III.
156III, 157III, 158III, 172III.
56I, 156III, 157III, 158III, 172III.
156III.
60I.
113II.
113II.
54I.
82III.
127III, 128III.
82III.
139III, 139III, 141III, 142III.
139III.
50II, 115II.
86III, 87III, 131III, 133III, 134III, 135III, 137III, 139III.
131III, 133III, 137III, 138III.
131III, 133III.
131III, 133III, 138III, 171III.
171III.
126III.
110II, 111II, 115II, 116II, 130II.
101I.
101I.
54III, 56III.
32II, 33II, 34II, 35II, 36II, 130II, 22III, 23III.
22III, 23III.
73I.
54I, 56I.
113II, 114II, 130II, 95III.
515
Índice de manuscritos
Los números romanos volados (I, II, III) indican los volúmenes de la Silva.
Ajuda (Lisboa), Biblioteca del Palacio Real de Ajuda, 47-VI10/13 (Cancionero de Góngora): 191III.
Barcelona, Biblioteca de Catalunya, Ms. 454 (Cancionero
musical de la Biblioteca de Catalunya) : 58I.
Barcelona, Biblioteca de Catalunya, Ms.10: 85II.
Elvas, Biblioteca Públia Hortênsia, Ms. 11973: 58I, 82II, 83II.
Évora, Biblioteca Pública, Ms. CXIV-1-17: 147III.
Londres, British Library, Ms. Add. 10341: 74I, 127III, 130III.
Londres, British Library, Ms. Add. 10431 (Cancionero de la
Biblioteca Británica) : 32II, 73I.
Londres, British Library, Ms. Add. 33382 (Cancionero de
Herberay) : 18I, 19I, 25I, 83II.
Madrid, Archivo de Nuestra Señora de la Novena
Leg.6,: 191III.
Madrid, Biblioteca de la Real Academia de la Historia: Ms.
2 Ms 2 (Cancionero de San Román) : 76II.
Madrid, Biblioteca de la Real Academia Española, Ms. RM6952 (Cancionero de Pedro del Pozo) : 98I, 85II, 46III,
90III, 91III.
Madrid, Biblioteca de Palacio, Ms. II-1335: 74I.
517
Massimo Marini
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms. 1.317: 68II,
108II, 113II, 35III, 36III, 68III, 69III, 72III, 80III, 81III, 82III,
111III, 112III, 113III, 147III, 148III.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms. 17.915: 61III.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms. 18109: 66III.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms. 22.028: 52I.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms. 2882 (Cancionero de Juan Fernández de Híjar) : 109II.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms. 3.700: 190III.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms. 3725: 74I.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms. 5602: 42I,
82II, 72III.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms. 5602: 82II,
83II, 88II.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms. 5636 (Cancionero de Baena) : 21III.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms. 7.075: 62III.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms. 7.443:
74III, 76III.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms. 9.559: 113III.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms. Usoz-745: 45II.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, Mss. Res. 45, 45 bis
y 46 (Manuscrito Chacón) : 191III.
Madrid, Real Biblioteca, Ms. 531 (Cartapacio de Francisco
Morán de la Estrella) : 147III.
Madrid, Real Biblioteca, Ms. 617: 68II, 149III.
Madrid, Real Biblioteca, Ms. I-C-175(2) : 31II.
Madrid, Real Biblioteca, Ms. II- 1335 (Cancionero musical
de Palacio ) : 24I, 25I, 33I, 34I, 35I, 51I, 52I, 54I, 58I,
73I, 74I, 138II, 83III.
518
Índice de manuscritos
Madrid, Real Biblioteca, Ms. II.1581 (Cartapacio de Pedro de
Penagos) : 190III, 195III, 196III, 197III.
Madrid, Real Biblioteca, Ms. II-2803: 147III, 149III.
Madrid, Real Biblioteca, Ms. II-617: 116III, 147III.
Madrid, Real Biblioteca, Ms. II-961: 147I.
Madrid, Real Biblioteca, Ms. II-996: 72III.
Milán, Biblioteca Trivulziana, cod. 994: 147III.
Nueva York, Hispanic Society of America, Ms. B2.377: 74I.
París, Bibliothèque de la École Nationale Supérieure des
Beaux Arts, Ms. Masson 56 (Cancionero musical Masson) : 89II, 139II.
París, Bibliothèque Mazarine, Ms. 4495: 147III.
París, Bibliothèque Nationale, Ms. Esp.225: 85II.
París, Bibliothèque Nationale, Ms. Esp.371: 147III.
Salamanca, Biblioteca Universitaria, Ms. 2763: 76II.
Wolfenbüttel, Herzog August Bibliothek, Ms. 75.1. Aug.8:
82II, 139II, 140II, 111III, 112III, 113III.
519
Índice de Romanceros
Los números romanos volados (I, II, III) indican los volúmenes de la Silva.
Cancionero de galanes (s.l., s.a.): v. índice de pliegos sueltos, n.° 750.
Cancionero de Nuestra Señora (s.l., s.a. [ca. 1540]): v. índice
de pliegos sueltos: n.° 751.
Cancionero de Romances (Amberes, s.a. [1547]): 38I, 9II,
10II, 53I, 58I, 61I, 62I, 67I, 69I, 70I, 73I, 86I, 107I, 120I,
135I, 135I, 45II, 51II, 52II, 56II, 63II, 94II, 95II, 113II, 116II,
117II, 118II, 119II, 120II, 121II, 127II, 143II, 155II, 161II, 9III,
10III, 32III, 33III, 34III, 35III, 36III, 38III, 53III, 54III, 55III,
56III, 57III, 58III, 59III, 60III, 61III, 78III, 126III, 127III,
128III, 130III, 132III, 133III, 134III, 135III, 137III, 138III, 138III,
142III, 143III, 145III, 155III, 156III, 157III, 158III, 169III,
172III, 175III, 199III.
Cancionero de Romances (Amberes, 1550): 59I, 63I, 64I,
68I, 69I, 71I, 72I, 77I, 78I, 81I, 83I, 85I, 86I, 89I, 93I,
101I, 103I, 104I, 1 05I, 112I, 114I, 125I, 126I, 128I, 130I,
131I, 9II, 10II, 14II, 40I, 50II, 51II, 52II, 53II, 61II, 62II,
66II, 67II, 94II, 95II, 113II, 113II, 117II, 143II, 49III, 120III,
122III, 124III, 126III, 127III, 128III, 148III, 201III.
Cancionero de Romances (Amberes, 1555): 134I, 117II, 143II.
Cancionero de Romances (Sevilla, 1584): 45II, 63III,
106III, 109III.
521
Massimo Marini
Cancionero general (Valencia, 1511): 32II, 37I, 38I, 53I, 56I,
57I, 59I, 60I, 61I, 62I, 74I, 75I, 98I, 99I, 100I, 101I,
104I, 106I, 110I, 114I, 115I, 113II, 15III, 17III, 142III, 166III.
Cancionero general (Valencia, 1514): 110I, 16III, 18III,
19III, 29III.
Cancionero general de obras nuevas (Zaragoza, 1554): 112I,
147III, 149III, 177III.
Cancionero llamado dechado de colores (Valencia, s.a.): v.
índice de pliegos sueltos, n.° 558.
Cancionero llamado dechado de galanes (Sevilla, 1550): 111I.
Cancionero llamado Vergel de amores (Zaragoza, 1551): 110I.
Cantares de diversas sonadas (s.l., s.a.): v. índice de pliegos
sueltos, n.° 753.
Comienzan ciertos romances […] (Burgos, 1525, 1530): v.
índice de pliegos sueltos, n.° 772, 773, 774.
El truhanesco […] con todas las obras de Diego Moreno
(Valencia, 1573): v. índice de pliegos sueltos, n.° 563.
Encina, Juan del, Cancionero de las obras de Juan del Encina (Salamanca, 1496): 105I, 106I, 82III.
Ensalada de Praga (s.l., s.a.): v. índice de pliegos sueltos, n.°
707: 116I.
Espejo de enamorados (Guirnalda esmaltada de galanes y
eloquentes decires de diversos autores […] (Sevilla, Juan
Cromberger, 1535?): v. índice de pliegos sueltos, n.° 870.
Fernández de Constantina, Juan, Cancionero llamado Guirlanda esmaltada (Sevilla, 1516 ca.): 17III.
Floresta de varios romances (Valencia, 1652): 147II, 194III.
Fuentes, Alonso de, Cuarenta cantos pelegrinos que compuso […] Alonso de Fuentes […] (Sevilla, 1550): 108I, 92II,
103II, 160II, 49III, 111III.
Libro de los cuarenta cantos v. Cuarenta cantos […].
522
Índice de Romanceros
López, Andrés, Romances nuevamente compuestos por Andrés López (Jerez, 1593): 148II.
Montesino, Ambrosio, Cancionero de diversas obras de nuevo trobadas: todas compuestas […] por […] Ambrosio
Montesino […] (Toledo, 1508): 91I, 92I.
Padilla, Pedro de, Romancero de Pedro de Padilla (Madrid,
1583): 81I.
Primavera y flor de romance. Segunda parte (Zaragoza,
1629): 79III, 190III, 195III, 196III.
Primera parte de la Silva de varios romances (Zaragoza,
1550): 59I, 81I, 83I, 85I, 86I, 89I, 90I, 91I, 92I, 93I,
94I, 95I, 96I, 97I, 99I, 100I, 114I, 117I, 118I, 11II, 14II,
23II, 36II, 94II, 99II, 113II, 122II, 124II, 127II, 130II, 131II,
143II, 145II, 155II, 159II, 9III, 10III, 20III, 22III, 24III, 32III,
48III, 53III, 55III, 56III, 58III, 59III, 61III, 78III, 119III, 169III,
175III, 174III, 175III, 177III, 178III, 179III, 184III, 185III,
198III, 199III, 202III.
Rodríguez, Lucas, Romancero historiado (Alcalá,
1582): 160II.
Romance de Amadís y Oriana y otro del rey Marsín […] con
otros dos romances (s.l., s.a.): v. índice de pliegos sueltos, n.° 990.
Romancero General (Madrid, 1600): 143II, 195III,
196III, 197III.
Romances en que están recopilados la mayor parte de los
romances castellanos […] (Zaragoza, 1550): 83I
Segunda parte de la Silva de varios romances (Zaragoza,
1550): 88I, 89I, 104I, 114I, 134I, 136I, 9II, 12II, 14II, 19II,
20II, 21II, 31II, 32II, 51II, 52II, 53II, 54II, 58II, 59II, 61II,
62II, 63II, 66II, 67II, 71II, 9III, 12III, 22III, 27III, 28III, 32III,
48III, 51III, 78III, 86III, 94III, 95III, 106III, 109III, 114III,
115III, 126III, 153III, 154III, 167III, 168III, 169III, 173III,
523
Massimo Marini
174III, 175III, 176III, 177III, 178III, 179III, 182III, 183III,
184III, 185III, 187III, 198III, 199III, 203III.
Segunda parte del Cancionero general (Zaragoza, 1552):
110I, 52III.
Sepúlveda, Lorenzo de, Romances nuevamente sacados de
la historia de España (Amberes, 1551): 107I, 108I, 71II,
103II, 63III, 84III, 106III, 107III, 108III.
Silva compendiada: v. Silva de varios romances (Barcelona, 1561):
Silva curiosa (París, 1583 y 1608): 81I.
Silva de varios romances (Barcelona, 1550): 86II, 26III, 30III,
41III, 90III.
Silva de varios romances [= Silva compendiada] (Barcelona,
1561): 74I, 135I, 84II, 38III, 48III, 74III, 75III, 76III, 77III,
97III, 173III, 204III.
Silva de varios romances (Barcelona, 1566): 45II.
Silva de varios romances (Barcelona, 1578): 86II.
Silva de varios romances […] agora nuevamente recopilados los mejores romances de los tres libros de la Silva
(Barcelona, 1561): v. Silva de varios romances (Barcelona, 1561).
Tercera parte de la Silva de varios romances (Zaragoza,
1551): 104I, 110I, 114I, 99II, 102II, 107II, 130II, 143II.
Timoneda, Juan, Cancionero llamado guisadillo de amor
(Valencia, s.a.): v. índice de pliegos sueltos, n.° 566.
Timoneda, Juan, Cancionero llamado Sarao de amor (Valencia, 1561): 121I, 161II, 203III.
Timoneda, Juan, Cancionero llamados Enredo de amor (Valencia, 1573): v. índice de pliegos sueltos, n.° 564.: 121I.
Timoneda, Juan, Flor de enamorados (Valencia, s.a.): 76II.
524
Índice de Romanceros
Timoneda, Juan, Rosas de romances (Valencia, 1573): 43II,
45II, 68II, 76II, 83II, 89II, 115II, 161II, 46III, 67III, 68III,
72III, 73III, 88III, 95III, 117III, 147III, 149III.
Torres Naharro, Bartolomé de, Propalladia (Nápoles, 1517):
23II, 24II, 25II.
Vera, Diego de, Cancionero llamado danza de galanes
[…] recopilados por Diego de Vera (Barcelona, 1625):
121I, 203III.
525
Índice de autores antiguos e
impresores
Los números romanos volados (I, II, III) indican los volúmenes de la Silva.
Agraz, Juan: 76II.
Alfonso X de Castilla, el Sabio: v. Índice onomástico.
Almirante, el: v. Enríquez, Alonso.
Amorós, Carles: 148II, 151III.
Arce, Maestro: 147II.
Argote de Molina, Gonzalo: 23I, 24I, 29I.
Ariosto, Ludovico: 65I.
Ávila, Comendador: 15III, 16III, 17III, 28III.
Ayala, Jacinto de: 123I.
Barrantes Maldonado, Pedro: 72II, 73II, 74II, 75II, 77II,
79II, 146II.
Barrientos, Lope de: 73II.
Basilea, Fadrique de: 148II.
Bernuz, Pedro: 124I.
Blancas, Jerónimo de: 46II, 48II, 95III.
Boiardo, Matteo Maria: 141III.
Borí, Pere: v. Borín, Pedro.
Borín, Pedro: 127I, 19II, 20II, 21II, 22II, 23II, 39II, 127II,
90III, 91III.
Boscán, Juan: 65I, 112I, 130I, 154III.
527
Massimo Marini
Botín, Pere: v. Borín, Pedro.
Brizuela, Mateo de: 80I, 152II, 179III.
Burgos, Juan de: 149II.
Caballero Cesáreo: 85III, 106III, 107III, 172III, 173III,
200III, 202III.
Cánova, Juan: 14III, 15III.
Carpintero, Estacio: 122III.
Carrillo de Huete, Pedro: 74II.
Cartagena, Alonso de: 23I.
Carvajal: 16I, 17I, 18I, 23I, 31I, 32II.
Castelví, Luis de: 55I.
Castiglione, Baldassarre: 65I.
Castillejo, Cristóbal de: 115I.
Castillo, Hernando del: 111I.
Cervantes Saavedra, Miguel de: 143II, 37III.
Cirne, Juan: 153II.
Coloma, Juan: 112I, 113I, 114I.
Colonna, Ascanio: 191III, 201III.
Conde de Paredes: v. Manrique, Rodrigo.
Consoles, Hernando de: 126III.
Contín, Miguel: 198III.
Contín, Pascual: 54II.
Contreras, Jerónimo: 82I.
Corral, Pedro del: 48III.
Cortey, Jaime: 127I, 135I, 38III, 153III, 173III.
Covarrubias Orozco, Sebastián de: 122I.
Cromberger, Jacobo: 37I, 57II, 145II, 149II, 92III, 121III,
156III, 181III.
Cueva, Francisco de la: 123I.
528
Índice de autores antiguos e impresores
Danza, Paolo: 180II.
D’Aristotele Zoppino, Niccolò: 180II.
De Robertis, Domenico: 125II.
Díaz de Rengifo, Juan: 138II, 139II.
Díez Tanco de Fregenal, Vasco: 180III.
Durango: 55I.
Encina, Juan del: 39I, 51I, 54I, 55I, 73I, 81I, 105I, 121II,
142II, 153II, 82III.
Enríquez de Guzmán, Alonso: 124I.
Enríquez, Fadrique (Almirante de Castilla; v. también índice de autores): 112I.
Escavias, Pedro de: 30I.
Eugui, García de: 70III, 95III.
Fernández de Constantina, Juan: 17III.
Fernández de Heredia, Juan: 146III.
Fernández de Híjar, Juan: 109II.
Fuentes, Alonso de: 10I, 21I, 22I, 83I, 107I, 112I, 130I, 132I,
49II, 65II, 92II, 103II, 143II, 160II, 49III, 67III, 95III, 111III,
202III, 204III.
Gabriel (músico): 112I, 69II.
Gálvez: 112I.
García de Santa María, Álvar: 85III.
Geli, Giambattista: 112I.
Gonçálvez de Rodil, Juan: 52III.
Góngora y Argote, Luis de: 12I, 142II, 191III, 200III.
Guevara, Antonio de: 65I, 122I.
Guevara, Nicolás: 68III.
Guzmán, Pedro de , 112I.
Haro, Luis de (capitán): 112I.
529
Massimo Marini
Hidalgo: 191III.
Hurtado de Mendoza, Diego: 113I.
Jiménez de Rada, Rodrigo: 113III.
Juan Manuel, príncipe de Villena: 113I, 112II, 64III.
Junta, familia de tipógrafos: 103II, 104II, 114II, 136III, 179III.
Junta, Felipe de: 96II, 104II, 110II, 114II, 45III, 54III, 88III,
95III, 101III, 126III, 135III, 155III, 160III.
Junta, Juan de: 57I, 29II, 96II, 148II, 33III, 96III, 116III, 127III,
131III, 145III, 150III, 156III.
Lasso de la Vega, Gabriel Lobo: 200III.
Leiva, Juan de: 60I, 86I.
León, Francisco de: 73I, 75I, 76I, 121II.
Liñán de Riaza, Pedro: 142II, 143II, 200III.
Lopes, Fernãi: 122I.
López de Ayala, Pedro: 36I, 66III.
López de Haro, Alonso: 115III.
López de Haro, Diego: 113I.
López de Mendoza, Íñigo: 19I, 20I, 21I, 23I, 40I, 52I, 54I,
70I, 81I.
López de Tortajada, Damián: 147II, 204III.
López de Villalobos, Francisco: 113I.
López, Andrés: 148II, 149II.
Lora, Francisco de: 62I, 75I, 76I, 149II, 150III, 151III, 152III.
Manent, Gaspar: 47II.
Manrique de Lara: 86I.
Manrique, Gómez: 158II.
Manrique, Jorge: 158II.
Manrique, Rodrigo, conde de Paredes: 31I, 158II.
Marchante, León: 150II.
530
Índice de autores antiguos e impresores
Margarit, Jerónimo: 121I, 203III.
Marineo Siculo, Lucio: 44II, 86III, 89III.
Marqués de Santillana: v. López de Mendoza, Íñigo.
Martínez de Toledo, Alfonso: 102II.
Medrano, Julián de: 81I.
Melgar, Alonso de: 57I, 121III, 127III.
Membrilla Clemente, Martín de la: 33III, 127III.
Mena, Hugo de: 82II, 108II, 73III.
Mena, Juan de: 19I, 21I, 23I, 52I, 53I, 54I, 125I, 126I, 72II,
73II, 75II, 72III, 73III.
Mendaño, Juan de: 89II.
Mendoza, Íñigo de: 33I, 40II, 160II.
Mendoza, Juan de: 112I.
Mexía, Pedro: 65I, 81I, 82I, 83I, 175III.
Miles, Guillermo de: v. Millis, Guillermo de.
Millis, Guillermo de: 83I.
Moncayo, Pedro de: 194III.
Montalbán, Gonzalo de: 70I, 131III.
Montemayor, Jorge de: 114I.
Montesino, Ambrosio: 33I, 90I, 91I, 92I, 93I, 134I, 38II,
40II, 160II.
Montoro, Antón de: 55I.
Morales, Ambrosio de: 68III.
Muñatones de Lara, Antonio: 82I.
Muñoz, Miguel: 125I.
Nájera, Bartolomé de: 125I.
Nájera, Esteban de: 29I, 79I, 82I, 83I, 84I, 85I, 87I, 89I,
92I, 94I, 95I, 100I, 101I, 101I, 103I, 104I, 105I, 107I,
108I, 109I, 112I, 113I, 114I, 117I, 120I, 124I, 125I, 127I,
531
Massimo Marini
128I, 130I, 131I, 134I, 136I, 9II, 10II, 11II, 12II, 16II, 17II,
20II, 22II, 23II, 26II, 36II, 38II, 39II, 42II, 49II, 65II, 66II,
68II, 70II, 81II, 83II, 86II, 90II, 92II, 95II, 98II, 99II,
102II, 103II, 104II, 106II, 107II, 110II, 111II, 114II, 116II,
120II, 122II, 127II, 128II, 129II, 130II, 145II, 155II, 156II,
157II, 161II, 9III, 10III, 17III, 20III, 22III, 23III, 24III, 28III,
29III, 31III, 38III, 39III, 44III, 52III, 55III, 63III, 66III , 67III,
68III, 71III, 86III, 106III, 107III, 126III, 127III, 135III, 136III,
138III, 139III, 142III, 146III, 146III, 147III, 148III, 149III,
150III, 152III, 153III, 154III, 155III, 158III, 159III, 160III, 161III,
164III, 165III, 169III, 170III, 173III, 176III, 177III, 178III,
181III, 182III, 198III, 201III, 203III.
Narváez, Luis de: 112I.
Navarro, Juan: 76II, 40III, 73III, 74III, 129III.
Nucio, Felipe: 71II.
Nucio, Martín: 9I, 38I, 59I, 61I, 62I, 63I, 65I, 66I, 68I,
70I, 75I, 77I, 82I, 83I, 84I, 85I, 87I, 88I, 89I, 95I, 103I,
104I, 107I, 108I, 109I, 112I, 126I, 128I, 130I, 131I, 135I,
24II, 120II, 122II, 127II, 128II, 129II, 130II, 155II, 161II,
9III, 34III, 54III, 55III, 58III, 64III, 65III, 65III, 84III, 105III,
107III, 126III, 127III, 135III, 138III, 142III, 159III, 166III,
172III, 173III.
Núñez de Guzmán, Pedro: 56I, 113I.
Núñez de Guzmán, Ramiro: 113I.
Núñez, Hernán: 125I.
Ocampo, Florián: 108I, 64III, 65III, 70III.
Oudin, César: 122I.
Padilla, Juan de, el Cartujano: 80II.
Padilla, Pedro de: 81I.
Palencia, Alonso de: 68I.
Palma, Pedro de: 41I.
532
Índice de autores antiguos e impresores
Palomero, Martín: 148II.
Pansac, Antón: 150II.
Pardo, Pere: 111I.
Paz, Agustín de: 64I.
Pedraza, Cristóbal de: 145II.
Pegera, Diego: 54I.
Peraza, Juan: 140II, 141II, 142II, 113III, 139III.
Pérez de Hita, Ginés: 147II, 49III, 139III, 139III.
Pérez de Moya, Juan: 73III.
Petras, Ramón de: 145III.
Picardo, Juan: 64I.
Pinar: 57I.
Portugal, Francisco de: 122I.
Pozo, Pedro del: 98I.
Publio Virgilio Marón: v. Virgilio.
Puertocarrero: 112I, 16III.
Pulgar, Fernando del: 120III.
Quesada: 122III.
Quirós: 54I, 55I.
Reinosa, Rodrigo de: 146II, 149II.
Reinoso, Diego de: 147II, 149II.
Riaño, Pedro de: 148II.
Ribeiro, Bernardim: 86I.
Rodríguez de Almela, Diego: 93II, 95III.
Rodríguez, Lucas: 143II, 147II, 160II.
Salazar, Pedro de: 63III.
Sánchez Burguillos, Juan: 90II, 95II, 99II, 115III,
149III, 200III.
533
Massimo Marini
Sánchez de Badajoz, Garci: 37I, 54I, 55I, 112I, 155III.
Sánchez, Vicente: 151II.
Sandoval, Prudencio: 43I.
Santa Cruz, Alonso: 43I.
Santa María, Gonzalo de: 47II.
Santillana, Marqués de: v. López de Mendoza, Íñigo.
Santisteban, Francisco de: 112I.
Segura, Francisco de: 190III.
Sepúlveda, Lorenzo de: 10I, 22I, 83I, 107I, 108I, 130I, 132I,
45II, 49II, 65II, 71II, 72II, 92II, 103II, 114II, 48III, 63III,
64III, 65III, 67III, 84III, 85III, 105III, 106III, 107III, 108III,
109III, 172III, 173III, 200III, 202III, 204III.
Siculo, Lucio Marineo: 44II, 45II.
Silva, Feliciano de: 146II.
Soria: 74I.
Sosa, Lope de: 74I, 75I, 76I.
Soto de Rojas, Pedro: 111I.
Steelsio, Juan: 63III, 64III, 65III.
Tallante, Juan: 95I, 98I, 108I.
Téllez de Meneses, Antonio: 108II.
Timoneda, Juan: 39I, 120I, 121I, 133I, 42II, 45II, 68II, 69II,
76II, 82II, 83II, 89II, 112II, 115II, 145II, 161II, 46III, 68III,
72III, 73III, 88III, 102III, 117III, 203III.
Torres Naharro, Bartolomé de: 60I, 23II, 24II, 26II,
37II, 32III.
Torres, Luis de: 113I.
Vagad, Fabricio Gauberto de: 42II, 44II, 47II, 48II, 49II,
71III, 86III, 89III, 95III, 113III.
Valcázar, Antonio de: 133I, 141II.
Valdés, Alfonso de: 53III, 57III.
534
Índice de autores antiguos e impresores
Varesio, Juan Bautista: 96II, 104II.
Vega y Carpio, Félix Lope de: 12I, 39I, 124I, 133I, 42II,
142II, 73III, 88III, 190III, 199III, 200III, 201III.
Vega, Garcilaso de la: 65I, 112I, 130I.
Vega, Garcilaso de la, el Inca: 66III.
Velasco, Antonio de (conde consorte de Niebla): 113I, 115III.
Velasco, Luis de: 113I.
Vélez de Guevara, Luis: 67III.
Vélez de Guevara, Pedro: 67III, 68III.
Vélez de Guevara, Sebastián: 200III.
Vera, Diego de: 121I.
Vicente, Gil: 190III.
Villalobos, doctor, el: 149III.
Villena, Enrique de: 19I, 20I, 21I, 111I.
Virgilio: 106I.
Zárate, Lópe de (impresor): 148II, 150III.
Zayas y Sotomayor, María de: 123I.
Zurita, Jerónimo: 48II, 71III, 95III.
535
Índice de personajes antiguos
Los números romanos volados (I, II, III) indican los volúmenes de la Silva.
Abarca: v. Sancho Garcés II de Navarra
Abén Yuçaf: 110III.
Alarcos, conde: 37I, 50I, 54I, 15II, 32II, 121II, 148II, 151II.
Alba, Casa de: 136II, 142II.
Alda, doña: 48I.
Alfonso de Aragón (arzobispo de Zaragoza, hijo natural de
Fernando el Católico): 160II.
Alfonso II de Nápoles: 55II, 62II.
Alfonso IV de Portugal: 112II.
Alfonso V de Aragón, el Magnánimo: 15I, 17I, 18I, 19I, 31I,
121I, 49II, 54II, 64II, 156II, 159II.
Alfonso VI de Castilla: 87II, 88II, 106II, 159II.
Alfonso X de Castilla, el Sabio: 92II, 70III, 72III, 73III, 94III,
107III, 108III, 109III, 110III, 163III, 164III, 164III.
Alfonso XI de Castilla: 68II, 110III.
Alfonso, infante de Castilla: 33I, 64II.
Aliarda: v. Galiarda.
Álvarez de Toledo y Pimentel, Fernando (tercer duque de
Alba): 64I.
Álvarez de Toledo, Fadrique (segundo duque de
Alba): 106I.
537
Massimo Marini
Álvaro de Luna: 157II.
Amadís de Gaula: 55I, 56I, 77I, 85I, 86I, 88III, 97III.
Ana de Aragón (nieta de Fernando el Católico): 159II.
Apolonio de Rodas: 110II.
Aragón y Gurrea, Ana: 79II.
Aragón y Pesce, Violante (condesa de Niebla): 114III.
Arcos, duque de: 145II.
Argüello, Alonso de: 17I.
Austria, Casa de: 47I, 100III.
Ayala, familia de: 158II.
Beatriz de Aragón y Chiaromonte: v. Beatriz de Hungría.
Beatriz de Castilla (hija natural de Enrique II de Castilla): 71II.
Beatriz de Hungría: 62II, 63II.
Belerma: 48I, 84I, 85I, 89I, 142III, 143III, 144III, 148III,
149III, 172III, 197III, 201III.
Blanca de Borbón: 68II, 69II.
Braganza, duque de: 74I.
Braganza, duquesa de: 112II.
Braganza, Jaime de: 77II.
Cabrera, Anda de: 159II.
Calabria, duques de: 136II, 140II.
Carlomagno: 56I, 85I, 116III, 141III.
Carlos de Anjou: 163III.
Carlos V (Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico): 41I, 42I, 44I, 47I, 49I, 60I, 64I, 65I, 72I, 82I, 112I,
84II, 112II, 131II, 41III, 42III, 44III, 57III, 58III, 71III, 72III,
97III, 98III, 100III, 161III, 164III, 167III, 168III, 171III.
Carpio, Bernardo del: 158II.
538
Índice de personajes antiguos
Castro, familia: 157II, 158II.
Castro, Inés de: 112II.
Cenete, marqués de: 40I.
César: v. Carlos V.
Chacón, Juan: 49III.
Cid: v. Díaz de Vivar, Rodrigo, el Cid.
Claros de Montalbán: 34I, 37I, 49I, 53I, 72I, 75I, 84I, 15II,
32II, 79II, 120II, 121II, 137II, 147II, 148II, 149II, 30III, 49III,
50III, 79III.
Clemente VII, papa: 54III, 55III, 56III, 58III, 59III.
Colón, Hernando: 57II, 145II, 33III, 34III, 37III, 121III, 127III,
131III, 139III, 146III, 150III, 155III.
conde de Niebla: v. Pérez de Guzmán, Juan Alonso.
conde de Saldaña: v. Gómez de Sandoval, Diego.
Cupido: 133I, 64II, 190III, 194III, 195III, 197III.
Díaz de Vivar y Mendoza, Rodrigo (hijo del cardenal Pedro
González de Mendoza).
Díaz de Vivar, Rodrigo, el Cid: 87II, 157II, 158II, 159II,
56III, 61III.
Dirlos, conde: 37I, 53I, 84I, 88I, 15II, 116II, 117II.
Doria, Andrea: 62III.
Dragut, corsario: 62III.
Duque de Alba: v. Álvarez de Toledo y Pimentel, Fernando
(tercer duque de Alba).
Duque de Alba: v. Álvarez de Toledo, Fadrique (segundo
duque de Alba).
Durandarte: 34I, 142III, 144III, 147III, 148III, 149III, 172III,
191III, 201III.
Enrique de Trastámara (v. también Enrique II de Castilla):
30I, 163III.
539
Massimo Marini
Enrique el Senador, infante de Castilla: 162III, 164III,
164III, 169III.
Enrique II de Castilla: 71II.
Enrique IV de Castilla: 26I, 30I.
Enríquez, Fadrique (Almirante de Castilla; v. también índice de autores): 69II, 159II.
Enríquez, familia (Almirantes de Castilla): 67II, 69II, 157II.
Escalante, familia: 71III.
Escipión el Africano: 168III.
Estúñiga, Álvaro de: 146II.
Fadrique de Aragón (conde de Luna): 113III, 114III.
Fadrique de Castilla (Maestre de la Orden de Santiago):
66II, 67II, 68II.
Fajardo, familia: 80II.
Fáñez, Álvar (Minaya): 158II.
Felipe I de Castilla, el Hermoso: 33I, 55I, 18II.
Felipe II de Castilla: 64I, 65I, 47II, 48II, 144II, 71III, 72III.
Felipe III de Castilla: 124I.
Felipe IV, de Castilla: 123I.
Fernán González: 70II.
Fernández de Córdoba, Gonzalo (Gran Capitán): 55II, 63II.
Fernández de Velasco, familia: 115III.
Fernández de Velasco, Pedro (condestable de Castilla): 157II.
Fernández Manrique, Garci (conde de Castañeda):
113III, 114III.
Fernando de Antequera: 27I, 29I.
Fernando I de Austria: 43I, 98III, 99III, 100III.
Fernando I de Castilla: 87II.
540
Índice de personajes antiguos
Fernando I de Nápoles: 55II, 62II.
Fernando II de Aragón, el Católico (v. también Reyes Católicos): 53I, 60I, 88I, 112I, 45II, 49II, 55II, 56II, 63II, 69II,
79II, 93III, 100III.
Fernando II de Nápoles: 62II.
Fernando III de Castilla: 65III.
Fernando IV de Castilla: 56I.
Franco, Francisco: 48II.
Gaiferos: 37I, 49I, 53I, 88I, 116II, 130III, 132III, 135III,
138III, 202III.
Galiarda: 107II, 13III, 77III, 78III, 79III, 80III, 81III, 83III, 92III,
93III, 120III, 149III, 187III, 197III, 201III.
Galiardo: 187III.
Gil, Pero: v. Pedro I de Castilla, el Cruel.
Girón, Pedro (conde de Ureña): 77II.
Gómez de Sandoval, Diego (conde de Saldaña): 67III.
González de Mendoza, Pedro (cardenal, conde del Cid):
40I, 158II.
Gran Capitán: v, Fernández de Córdoba, Gonzalo
Grimaldos: 126III.
Guevara, Diego de: 71III.
Guevara, familia: v. también Ladrón de Guevara, familia:
157II, 157II, 71III, 72III, 93III, 167III.
Guevara, Hernando de: 71III.
Gustioz, Gonzalo: 94II.
Guzmán, Enrique de: 114III.
Guzmán, familia: 71II, 72II, 75II, 78II, 111II, 136II, 137II,
146II, 114III.
Guzmán, Juan Alonso de: 75II.
Guzmán, Juan Claros de (duque de Medina Sidonia): 79II.
541
Massimo Marini
Guzmán, Leonor de (duquesa de Braganza): 77II, 79II.
Haro de Cameros, familia: 158II.
Hero: 136III, 154III.
Herodes: 25II.
Infantado, Casa del: 136II.
Iranzo, Miguel Lucas de (Condestable de Castilla): 26I,
30I, 113I.
Isabel de Portugal, reina de España: 112II.
Isabel I de Castilla, la Católica (v. también Reyes Católicos):
56I, 73I, 113I, 40II, 100III.
Ivorra, Aldonza de: 159II.
Jaime I de Aragón: 86III, 88III, 136III, 167III, 168III.
Juan de Aragón (príncipe de Asturias): 33I, 63II, 66III.
Juan II de Aragón: 17I.
Juan II de Castilla: 19I, 23I, 25I, 29I, 49II, 73II, 74II,
113III, 114III.
Juana de Aragón (hermana de Fernando el Católico): 55II,
62II, 63II.
Juana de Aragón (hija natural de Fernando el Católico): 159II.
Julio César, 168III.
Julio II, papa: 41III.
Ladrón de Guevara, familia: v. también Guevara, familia:
70III, 71III.
Lambra, doña: 50I.
Lara, familia: 67III.
Lara, Isabel de: 66III.
Lara, los Siete Infantes de: 37I, 93I, 94I, 95I, 99I, 113II,
157II, 158II, 199III, 200III.
Leandro: 136III, 154III.
542
Índice de personajes antiguos
Leguizamón, familia: 158II.
Luis II de Hungría: 43I.
Luis IX, rey de Francia: 164III.
Manrique de Lara: 60I.
Manrique, familia: 80II, 157II.
Manrique, Gómez: 158II
Manuel I de Portugal: 78II.
María de Aragón, reina: 17I.
María de Montpellier, reina de Aragón: 86III, 168III.
María de Portugal: 133I, 144II.
Marsín, rey: 48I, 85I, 135III, 136III.
Martín I el Joven, rey de Sicilia: 71II, 113III.
Matías Corvino: 63II.
Maximiliano I de Habsburgo (Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico): 88I, 71III.
Mendoza, familia: 158II.
Mendoza, Mencía de, duquesa de Calabria: 140II.
Minaya: v. Fáñez, Álvar
Montesinos: 37I, 54I, 84I, 89I, 90I, 14II, 120II, 77III, 126III,
128III, 129III, 143III, 148III, 172III.
Oliveros: 37I, 54I, 14II, 77II, 79II.
Padilla, García de: 65III.
Padilla, María de: 68II.
Paloma, la: 68II.
Pedro de Aragón: v. Trastámara, Pedro de.
Pedro I de Castilla, el Cruel: 24I, 67II, 68II, 70II, 110II,
111II, 112II.
Pedro I de Portugal: 112II.
Pedro II de Aragón, el Católico: 86III, 168III.
543
Massimo Marini
Pedro IV de Aragón, el Ceremonioso: 18II.
Pérez de Guzmán y Osorio, Juan Alonso (primer conde de
Niebla): 70II, 74II, 76II.
Pérez de Guzmán, Enrique (conde de Niebla): 71II, 72II,
73II, 74II, 75II, 79II.
Pérez de Guzmán, Juan Alonso (conde de Niebla, duque de
Medina Sidonia): 73II, 77II, 79II, 160II.
Pérez, Antonio: 47II, 48II.
Pero Gil: v. Pedro I de Castilla, el Cruel.
Ponce de León, familia: 80II.
Ponce de León, Rodrigo, marqués de Cádiz: 80II.
Ramiro I de Aragón: 94III.
Ramón Berenguer, conde de Barcelona: 48III, 51III, 168III.
Ramón Berenguer, conde de Barcelona: 168III.
Reinaldos de Montalbán: 49I, 84I, 88I, 14II, 116II,
147II, 141III.
Reyes Católicos (v. también Fernando II de Aragón, el Católico e Isabel I de Castilla, la Católica): 19I, 28I, 30I,
31I, 34I, 47I, 51I, 133I, 63II, 78II, 112II, 135II, 72III, 100III,
167III, 198III.
Rodrigo, rey de España: 107II, 83III, 90III, 91III, 92III, 92III,
158III, 161III, 162III, 164III, 169III.
Roldán: 48I, 49I, 15II, 118II, 79III, 136III, 141III, 155III, 170III.
Rosaflorida: 129III.
Sancho Garcés II de Navarra, Abarca: 70III, 71III.
Sancho Garcés III de Navarra, el Mayor, 42II, 49III,
94III, 167III.
Sancho II de Castilla: 87II, 88II.
Sancho III de Castilla, el Deseado: 68III.
Sancho IV de Castilla: 110III.
544
Índice de personajes antiguos
Sancho Ordóñez, rey de León: 70II.
Santiago, Maestre de: v. Fadrique de Castilla.
Stúñiga, Álvaro de: 86II.
Suárez, Lorenzo: 65III.
Trastámara, familia (rama de Aragón): 27I.
Trastámara, familia (rama de Castilla): 23I.
Trastámara, Pedro de , 64II.
T’Serclaes de Tilly, duque de: 29II.
Urraca de Castilla: 88II.
Valera, Diego de: 86II.
Vargas, familia: 65III.
Vega, Juan de (virrey de Sicilia): 62III.
Velasco, Bernardino de: 159II.
Velasco, familia: 157II, 158II.
Viana, Carlos de: 16I.
Violante de Aragón: 71II.
Vladislao I de Hungría: 63II.
545
Chistes y canciones
(Primera y Segunda parte de la Silva).
Índice de primeros versos
Los números en negrita remiten a la página de la Silva
donde se encuentra el texto; los números en redonda se
refieren a la página del estudio introductorio donde se
examina. Los números romanos volados (I, II, III) indican
los volúmenes de la Silva.
Ah, señor disimulado, / decid quién sois, no habláis, 572II,
123II, 124II.
Adolesceos de mi mal /gloria mía: 570I, 124II.
Ah, señora, / a la ventana a tal hora: 574I.
Cómo estás Antón ansí / que andas flaco y amarillo [canción], 585I.
Deo gracias si dáis por Dios / a este fraile señora: 567I.
Descanso del mal que sigo / lucero de a par del día:
587II, 123II.
Desde niña me casaron / por amores que no amé: 580II,
123II, 124II.
Desposósete tu amiga / Juan pastor, 585II, 123II, 124II.
El amor de mis amores / se enamora [canción], 590I.
En aquel tiempo que quiso / redimir Dios con su
mano: 542I.
En solo miraros muero / ansí de presto: 581II, 123II, 124II.
Hace amar y no es amor / amor traidor [canción], 589I.
547
Massimo Marini
Lágrimas de sangre lloro / encarcelado en cadenas,
578II, 123II.
Llegue mi llanto y clamor / a vos muy hermosa dama:
583II, 123II.
Morí cuando vi / que me hallaba sin ti [canción], 586I.
Muy bueno será apartar / mi cuidado de serviros [canción], 587I.
No soy yo quien ser solía / muerto por ser fenecido:
571II, 123II.
Parióme mi madre / una noche escura: 578I.
Pues acabáis vuestros ojos / mi señora por no verme [canción], 581I.
Pues que ya tornáis, salud, / a matarme con la vida: 572II,
123II, 124II.
Qué hace vuestra merced / señora mía: 573I, 125II.
Queda el campo por el amor / y quedara [canción], 583I.
Quién pudiera estar asido / y subido en la higuera [canción], 588I.
Señor disimulado / decid quién sois, no habláis , 572II.
Sois polida en perfección / y en esto gano [canción], 583I.
Sus, sus, peñola tardía, / descúbranse los engaños, 548I.
Tanto bien os haga Dios / como vos mal me hacéis, 575II,
123II, 124II, 125II, 126II.
Vos me dáis gloria y tormento / todo junto en un momento
[canción], 584I.
Ya no basta sufrimiento / para no quejarme en grita: 545I.
548
Índice de primeros versos de los
romances de este volumen
Los números en negrita remiten a la página del facsímil de
las Silvas donde empieza el texto original, los números romanos volados (I,II,III) indican el tomo. Los números en redonda se refieren a la página de la edición en este volumen.
A caza salió el Gran Turco / de Constantinopla la llana 334III.
África estaba llorosa, / el pueblo muy alterado 249III.
Alabose el conde Vélez / en las cortes de León 294III.
Allegó el Señor al monte / que Olivete se decía 197II.
Alterada está Castilla / por un caso desastrado 324III.
Amores trata Rodrigo, / descubierto ha su cuidado 497III.
Andados los años treinta / que reinaba Alfonso el Casto 370III.
Angustiada está la reina / y no sin mucha razón 487III.
Ardiendo se estaba vivo / Hércules el esforzado 339III.
Ay Dios, qué buen caballero / el Maestre de Calatrava 311II.
Ay Dios, qué buen caballero / fue don Rodrigo de
Lara 284II.
Buen alcaide de Cañete / mal consejo habéis tomado 368III.
Cabalga doña Ginebra / y de Córdoba la rica 243III.
Cartago florece en armas, / África muy loca estaba 356III.
Cartas escribe la Cava, / la Cava las escribía 498III.
549
Massimo Marini
Cartas van por todo el mundo / dolorosas de contar 443III.
Casamiento se hacía / que a Dios ha desagradado 304II.
Cuán traidor eres Marquillos, / cuán traidor de corazón 438III.
Cuán triste queda Castilla, / sin ventura, desdichada 506III.
Cuando el gran rey Salomón / en Jerusalén juzgaba 233II.
Cuando Horacio en Roma entró, / como el pueblo le seguía 304III.
Cuando vós nacistes, hijo, / triste no dormía yo 240III.
Dadme nuevas, caballeros, nuevas me querades dar 327II.
De Granada parte el moro / que Alatar se llamaba 312II.
Domingo era de Ramos, / la Pasión quieren decir 451III.
Don Ramiro de Aragón, / el rey Monje que llamaban 253II.
Don Rodrigo de Padilla, / aquel que Dios perdonase 351II.
Doña María de Padilla, / no os mostredes triste, no 255II.
El cielo estaba ñublado, / la luna su luz perdía 448III.
El cielo estaba nubloso, / el sol eclipse tenía 245III.
El conde Fernán González / cabe la villa de Lara 341II.
El gran fundador de Roma, / que Rómulo se decía 298III.
El Gran Sofí y el Gran Kan / y el Gran Calife un día 326III.
El rey don Juan el segundo / dijo un día andando a
caza 363III.
El rey don Juan Manuel, / que era de Ceuta y Tanjar 331II.
El rey se sale a oír misa / a Santa María Santa 262II.
El triste rey don Alonso / viviendo a más andar 365III.
En aquel tiempo el Señor / iba a una ciudad llamada 213II.
En aquel tiempo Jesús / al pueblo enseñando estaba 211II.
En aquel tiempo partiendo / el Señor para Sidón 201II.
En aquel tiempo rogaba / un fariseo al Señor 215II.
550
Índice de primeros versos de los romances de este volumen
En aquel tiempo un varón / que era Jairus llamado 199II.
En Betania estaba sola / la reina celestial 231II.
En Castilla está un castillo / el cual dicen Roca Frida 406III.
En Ceuta está Julián, / en Ceuta la bien nombrada 504III.
En el castillo de Betania / grande llanto se hacía 186II.
En el tiempo que Mercurio / en el Oriente reinaba 295III.
En el tiempo que Octaviano / en el imperio regía 235III.
En el tiempo que reinaba / y en virtudes florecía 243II.
En Francia la noblecida, / en ese tiempo pasado 453III.
En las Sierras de Granada / un moro santón vivía 351III.
En los reinos de Castilla, / en los tiempos ya pasados 280II.
Encima del duro suelo / tendido de largo a largo 362III.
Entre dos reyes cristianos / hay muy grande división 301II.
Entre la gente se dice, / y no por cosa sabida 275II.
Ese buen rey de Aragón / que don Jaime se decía 492III.
Ese infante don Enrique, / con el temor que tenía 509III.
Esta noche caballeros / dormí con una doncella 315III.
Estábase la condesa / en su estrado asentada 409III.
Estando el rey don Pedro, / la su espada ensangrentada 324II.
Estando en una fiesta / en los baños de Cartago 378III.
Estando sobre Sevilla / el rey Fernando tercero 290III.
Galiarda, Galiarda, / oh quién contigo holgase 314III.
Gran llanto hace la Cava / con gran dolor y amargura 507III.
Helo, helo por do viene / con muestra disimulada 223III.
Hueste saca el rey Orés, / rey de Mérida llamado 371III.
Junto a Lérida está César, / que viene con gran poder 247III.
551
Massimo Marini
Junto al muro de Zamora / vide un caballero erguido 271II.
La gran reina de Saba, / de las princesas dechado 344III.
La mañana de San Juan, / al tiempo que alboreaba 315II.
La sacra y divina noche, / noche más clara que el día 206III.
Las cartas y mensajeros / del rey a Bernaldo van 333II.
Levantose Girineldos, / el rey dejaba dormido 374III.
Libre era ya Castilla / y en ella infantes había 338II.
Llorando está el Gran Maestre / sin poderse confortar 261II.
Llorando estaba San Pedro / su pecado sin cesar 231III.
Los vados del río Jordán / Absalón había pasado 239II.
Medianoche era por filo, / los gallos quieren cantar 468III.
Misa se dice en Roma / en el altar de Santiago 313III.
Muerto queda Durandarte / al pie de una gran montaña 437III.
Nunca se vio caballero / de damas tan bien servido 241III.
Oh, Belerma, oh Belerma / por mi mal fuiste engendrada 435III.
Pártese el moro Alicante / víspera de San Cebrián 291II.
Pensativo está el buen viejo / no podía reposar 181II.
Por el Val de las Estacas / el buen Cid pasado había 259II.
Por los bosques de Cartago / se salen a montería 307III.
Por los campos de Jerez / a caza va el rey don Pedro 320II.
Por los campos de tristura / y veredas de pesar 219II.
Por los más espesos montes / y lugares de Navarra 316III.
Por los montes de Carasco / que están en el mediodía 342III.
Preso está Fernán González / el buen conde castellano 345II.
552
Índice de primeros versos de los romances de este volumen
Reinando el rey don Alfonso, / el que Casto se decía 295II.
Retraída está la reina, / madre de Dios eternal 222II.
Rey don Sancho, rey don Sancho, / cuando en Castilla
reinó 257II.
Rey don Sancho, rey don Sancho, / ya que te apuntan las
barbas 268II.
Riberas de Duero arriba / cabalgan dos zamoranos 272II.
Saliendo de Canicosa / por el val de Arabiana 288II.
Santa Fe cuán bien pareces / en los campos de Granada 306II.
Sí se está mi corazón / en una silla asentado 442III.
Teniendo el rey don Pedro / su real fortalecido 359III.
Todas las gentes dormían / en las que Dios tiene parte 440III.
Un hijo del rey don Sancho / que se llama don García 319III.
Un lunes a las cuatro horas / ya después de mediodía 326II.
Vámonos – dijo – mi tío / en París esa ciudad 414III.
Venid, venid oh cristianos, / venid todos muy de grado 229III.
Vino Cristo a una ciudad / de Samaria que llamada 204II.
Ya cabalgan los tres Reyes / que los Magos se decían 193II.
Ya se sale de Toledo / el conde don Julián 501III.
Yo me estando en Valencia, / en Valencia la mayor 265II.
Yo me fui para Vizcaya / donde estaban los hidalgos 292III.
553
Este libro se
imprimió en los talleres Dehon
de Torrejó de Ardoz (Madrid)
el 13 de agosto de 2018, día de
Santa Radegunda fundadora
del convento de Santa Cruz en
Poitiers (587)