Facultad de Artes - Universidad Nacional de Tucumán.
2º Congreso Virtual - La Forma. http://www.congresoartes.com.ar/ Año 2013.
Invitado Especial
Museografía y Forma
Eduardo Ribotta
Facultad de Ciencias Naturales e IML U.N.T.
Fundación Miguel Lillo
[email protected]
La mayoría de las formas que se encuentran en el mundo real son complejas.
Algunas formas son tan arbitrarias, como las estructuras de las plantas y las costas
marítimas por citar algunos ejemplos.
Forma tiene diferentes acepciones en el diccionario, algunas de ellas pueden ser:
Figura o conjunto de líneas y superficies que determinan el aspecto exterior de una
cosa; modo de ser, actuar o hacer una cosa; conjunto de expresiones, gestos o
actitudes que una persona utiliza para comportarse en público y con los demás
(Diccionario Larousse, 2007).
Teniendo en cuenta estas características se analiza la museografía-formas en el
museo, éste es un espacio que posee contenido/continente y protagonistas directos
e indirectos.
La forma expuesta en los museos -no necesariamente es tridimensional- transporta
no solo contenido, sino también características sociales-económicas-patrimoniales;
una serie de valores, emociones y de procesos complejos sumamente disímiles de
encasillar no solo por sus características sino y en especial, por la variabilidad de
visiones de los diversos visitantes que acuden a los museos.
Esta institución debe ocuparse de este público heterogéneo y dedicar todo su
esfuerzo -misión del museo de por medio- a educar y entretener educando, a todo
tipo de visitante, ya que el museo debe ser socialmente útil sin diferencia alguna.
A continuación se analiza algunas de las posibilidades de la museografía y la forma.
La forma en la conservación
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Uno de los aspectos a tener en cuenta en la museografía es el cuidado y la
protección que debe tenerse con el patrimonio expuesto e incluso resguardado en el
área de reserva patrimonial (antes denominado depósito) de cada institución.
En este sentido la forma de cada objeto debe ser protegida de los diversos agentes
que pueden causar deterioro o modificaciones en el acervo patrimonial (como la luz,
humedad, temperatura, plagas y contaminantes entre otros).
Por ello se debe tener en cuenta la eliminación de fuentes de luz natural debido a los
problemas de conservación que ésta ocasiona en los objetos expuestos y a lo difícil
que resulta controlar este tipo de iluminación (Ribotta, 2003); (Ribotta y Prebisch,
2005).
Por otra parte la iluminación con luz artificial debe ser controlada, esta tarea se
puede realizar con variadores de intensidad luminosa lo que permite una regulación
del flujo luminoso para cada área o vitrina; también debe controlarse la radiación
ultravioleta, esto puede hacerse colocando como intermediarias placas de
policarbonato de por lo menos 4mm con filtros o bien con filtros instalados
directamente en las lámparas dependiendo que tipo de luminaria se utilice en el
museo o en la reserva patrimonial.
El sistema de iluminación debe ser flexible tal es el caso de la exposición “Entre
Manos, Garras y Pezuñas” La gente y los animales en el Noroeste argentino” de la
Facultad de Ciencias Naturales e Instituto de Arqueología y Museo de la U.N.T. allí
las lámparas pueden ser movidas en los rieles de los que están suspendidas e
incluso aumentar la cantidad de ellas o ser colocadas algunas para ser dimerizadas
y otras no al disponerse de un doble juego de conexión para cada una (Ribotta y
Prebisch, 2005).
También la forma de los objetos debe cuidarse en las vitrinas en que se los expone
o bien en el área o zona que se presentan sin vitrina, pensemos por ejemplo en
obras de arte colgadas en la pared o colocadas sobre pedestales como a veces se
instalan. En el caso de las vitrinas deben ser utilizados materiales libres de ácido
como por ejemplo látex acrílico para los laterales y fondo, apoyaturas revestidas con
tela acrílica, soportes de bronce forrados con teflón y pintura acrílica del color de la
tela sobre las mismas, en ocasiones mylar como separador de los objetos y espuma
de polietileno. Las tarjetas nomencladoras así como las fotos que se encuentran en
el interior de las vitrinas pueden ser confeccionadas en foam board (Ribotta y
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Prebisch, 2005); (Rose,1996). El monitoreo de una exposición es sumamente
importante, para ello se debe tener en cuenta la cantidad de lux que reciben los
objetos (los que deben ser medidos con luxómetros), así como a través de
termohigrómetros efectuar controles de humedad y temperatura.
Un dato a tener en cuenta -aunque parece alejado de la preocupación de la forma
del objeto- es la seguridad del mismo, en este sentido cabe tener en cuenta no solo
la instalación de una alarma contra robos y otra contra incendios, sino también el
cuidado y la cantidad de fotos que se pueden obtener del área de reserva o del
museo en cuestión.
La forma en el edificio
Toda museografía -si tiene una colección que mostrar y comunicar al público- debe
desplegarse en un edificio, por lo tanto el edificio es el continente en cuyo interior
está el contenido, el que constituye la esencia del museo, es lo importante, y debe
exponerse de la mejor manera para cumplir con la calidad de la comunicación que el
museo debe brindar al público en general.
A lo largo de la historia de los museos y con especial énfasis en las dos últimas
décadas la presencia de la forma y majestuosidad del edificio ha devenido en lo
importante, es la “obra rutilante” de un arquitecto que mientras más sofisticadas
formas y materiales despliegue, lo transforma en más trascendental, destacado y
valioso al museo; solo por citar algunos ejemplos de estas características: el ya a
esta altura del siglo “antiguo” Guggenheim de Estados Unidos y el más reciente de
Bilbao, el Soumaya de Méjico, el Ordo en Mongolia interior China y el todavía en
construcción Louvre de Abu Dhabi.
Sin embargo esos edificios “espectaculares” que actúan como faros para los turistas,
transformándose en una especie de sitio obligado de peregrinación, nunca, tienen en
cuenta lo más valioso: el contenido. Así que, una vez finalizada su construcción, se
debe adaptar a las complejas y gigantescas formas del inmueble el patrimonio a
exponer -si tiene-, de esa manera se aleja de las funciones primordiales de un
museo, instalando como objetivo atraer gente a esa ciudad o región para el
consumo, sin importar que es un museo o para que existen los mismos, su definición
lo aclara:
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“Un museo es una institución permanente, sin fines de lucro y al servicio de la
sociedad y su desarrollo, que es accesible al público y acopia, conserva,
investiga, difunde y expone el patrimonio material e inmaterial de los pueblos y su
entorno para que sea estudiado y eduque y deleite al público” ( ICOM, 2004)
Como bien nos dice Bosch al comparar museos y centros comerciales -a los que se
parecen mucho estos edificios “grandiosos” vacíos de contenido-: “¿Qué tienen de
diferente un museo y un centro comercial? La intención del museo es crear
conocimiento. La del centro comercial es promover el consumo” (Bosch, 2010: 196).
Es de esperar que estas características de las formas edilicias
mencionadas
puedan cambiar con el paso del tiempo y se le asigne al contenido toda la valía e
importancia que tiene y se merece, transformando la situación: el continente tiene
que ser el que se adapte a las necesidades y requerimientos del contenido y sus
formas.
La forma en la museografía
Como se dijo anteriormente cuando se habla de museografía, la forma, no se refiere
solamente a la tri dimensionalidad del objeto expuesto en cuestión, sino que también
intervienen otros intermediarios como pueden ser: vitrinas, paredes, luces, sombras,
sonidos, textos, videos, olores, colores, etc
Es por ello que desde el punto de vista teórico:
“La museología que pretende transmitir ideas y que entiende la exposición
como medio de comunicación se preocupa [...] de la construcción del
mensaje [...] la exposición ha pasado de considerarse como una mera
exhibición de objetos a concebirse como un medio de comunicación [...]
que va a mediar entre los visitantes y los objetos expuestos para facilitar
su comprensión” ( Blanco, 1999:8).
Y desde el punto de vista de la museografía, se realiza el montaje de una
exposición, colocando innumerables elementos de intermediación para que los
visitantes del museo se comuniquen con ella poniendo a disposición del público
estrategias de comunicación reconocibles (Ribotta, 2009) por ello se aleja de la
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exhibición que al objeto “no tiene más finalidad que mostrarlo, [...] sin que exista
una intencionalidad comunicativa [ni] estrategias de comunicación” (Blanco,
1999:38).
Esta intermediación para que sea valiosa y comunique realmente al visitante -sin
importar su condición social, su edad o formación- debe realizarse en forma
interdisciplinaria, siendo el museólogo el coordinador de todos los especialistas
que intervienen como por ejemplo: educador, conservador, diseñador, pedagogo,
montajista, artista etc.
A su vez como está explicitado en su definición, una de las claves del
funcionamiento de un museo es el uso de objetos reales -testimonios materiales- y la
educación (Ribotta, 2013), por eso: “La utilización habitual de objetos reales en
exposiciones museísticas [ ] representa [ ] la característica singular y fundamental
que servirá de base y condicionará la intervención educativa en dichos contextos”
(Homs, 2004:55).
Por otra parte la importancia de esos objetos reales exhibidos reside en el enorme
valor que tiene la metonimia por sobre la metáfora:
“La autenticidad [ ] tiene que ver con el carácter simbólico del patrimonio. Los
mecanismos de asociación mental que utiliza el simbolismo se refieren [ ] a
dos figuras: la metáfora y la metonimia. La primera [ ] se basa en el principio
de semejanza y la segunda en el de contacto o participación. La eficacia
simbólica de la metonimia [ ] es muy superior a la de la metáfora, en la
misma proporción que la reliquia de un santo (o de un héroe) lo es a la
imagen de aquél. En el ámbito del patrimonio, la noción de autenticidad se
basa exclusivamente en la metonimia [
] elementos que se supone que
realmente han estado en íntimo contacto o formado parte de los parámetros
extraculturales que los legitiman [ ]. La metáfora [imagen o reproducción por
Ej.] tienen una capacidad de evocación auxiliar, pero jamás alcanza a
legitimar por si misma un repertorio patrimonial” (Prats, 1997: 54-55).
Los museos custodios de un patrimonio cuyo enfoque este basado en la Nueva
Museología (Riviere, 1993); (León, 2000); (Prebisch y Ribotta, 2010); (Ribotta, 2009)
entre otros, tienen en claro su nueva función social, por ello su preocupación
permanente es el público que los visita -y el que no los visita-, adecuando
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permanentemente sus acciones para con el medio social-cultural, eso puede
producir diversas disputas y es lógico pensar como negociar con las diversas
posturas de los “otros” porque en los museos actuales:
“Las culturas visuales, ordenadas como colecciones y trofeos en el tiempo
del colonialismo, jerarquizadas por la autenticidad de los objetos en cierta
etapa de la antropología y de los orgullos nacionalistas, pueden ser ahora un
lugar donde la comunicación y las disputas interculturales ensayen modos de
traducirse. ¿Qué podemos comprender de los otros y como convivir con lo
que no entendemos o no aceptamos?” (García Canclini, 2010:111).
Consideraciones Finales
La forma entonces se incorpora en el museo a la dependencia inconmovible que
debe existir entre territorio, patrimonio y comunidad, incluyéndose en la museografía
para ser una porción de los proyectos museológicos que se producen.
Por su parte también el público que visita la exposición es el depositario de este
esfuerzo complementario y debe ser, en lo posible, orientado para que sea un
agente activo y multiplicador así como un eficaz defensor de la conservación del
patrimonio y difusor de la cultura (Ribotta y Prebisch, 2005).
Esto no implica desconocer las disputas que existen en los museos, ya sea por los
espacios de poder que se debaten en ellos por los diversos actores sociales que
dirigen o intentan dirigir los mismos, o por la multiplicidad de miradas o escenas que
la amplia y variada cantidad de visitantes, usuarios en realidad, tienen con respecto
a las formas y los fondos -no necesariamente económicos- que existen en un
museo.
Sin embargo estos nuevos desafíos de los museos y sus objetos patrimoniales
pueden enfrentarse con éxito desde la diversidad, la amplitud de criterios y como se
dijo con anterioridad, a través de un amplio contacto con el público, está claro que
para ello debemos tener en cuenta que: “Cuando los museos abren sus oídos y
están dispuestos a escuchar las múltiples voces de los visitantes [
] cuando
adquieren sentido para ellos y los hacen sentir que sus identidades comienzan a
formar parte de la exposición, entonces, las polifonías se entremezclan en un relato
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común, diverso y complejo. Así los museos se vuelven instituciones más
democráticas” (Alderoqui y Pedersoli, 2011:155).
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