NUBES SOBRE MANHATTAN
¡Buenos días! Bienvenidos a las últimas horas de 2010. New York , como otras tantas veces, dará la bienvenida a 2011, iniciando así la segunda década del tercer milenio. Ya está todo dispuesto en Times Square para tan gran acontecimiento. La KAB 727 desde el corazón de Manhattan les desea un feliz año nuevo y les invita a seguir en su sintonía. Parece que el nuevo año puede venir pasado por agua, aunque ahora luzca un espléndido sol y la temperatura sea de treinta y siete grados Fahrenheit.
Bueno, pues para que se vayan preparando por si acaso, les dejamos con el tema central de la banda sonora del film “Dos hombres y un destino”. Saquen los paraguas porque ahí va “Gotas de lluvia siguen cayendo en mi cabeza”.
Nora, mientras escuchaba la radio, llevó sus níveas manos a la cara y, efectuando un ligero masaje, comenzó a desperezarse. Tomó la bata de raso y tafetán y se encaminó hacía la ducha, casi de puntillas, ingrávida aparentemente. Ya debajo del agua, permaneció unos minutos recreándose en lo maravillosa que se presentaba la noche de Año Nuevo. Su cuerpo húmedo se estremecía al contacto con la diminutas gotas y experimentaba una gran sensación de bienestar.
Sonó el teléfono. Era Tim, su esposo, viudo prematuro, de treinta años, al perder a su anterior pareja en el parto de Liza, su querida hija de siete años.
-Hola Nora ¿Qué tal llevas el día?
-Bien Tim, estaba duchándome.
-Mira, después de cenar vamos a celebrar el año nuevo en Times Square. Creo que este año han preparado un espectáculo increíble. En una hora puedo estar en casa y, si quieres, podemos ir de compras.
-Estupendo, pero ¿y Liza? Está jugando en casa de Maggie.
-Pues la recogemos y nos la llevamos, ya sabes que le encanta ir de un lado para otro.
-De acuerdo. Aquí te espero.
Recorrieron un montón de tiendas del centro, compraron regalos y rieron juntos por las animadas calles de Manhattan. Volvieron a casa y cenaron con los padres de Tim. Luego se prepararon para ir a Times Square a dar la bienvenida al nuevo año. Liza quería acompañarles, pero pudieron convencerla para que se marcharse a casa de los abuelos.
Una hora antes de terminar el año, las calles que confluían en el corazón neoyorquino, eran un rió multirracial de gentes ávidas de bullicio y diversión. Tocados con gorros de terciopelo rojo, largos globos en sus manos, que agitaban de un lado a otro, enormes gafas con la fecha del año. Allí, todos esperaban, como se venía haciendo desde 1904, ver caer la bola de cristal insertada en el mástil y corear el último minuto del año viejo. La radio daba como cifra estimada de asistentes más de un millón de personas. Las autoridades estaban reunidas en torno al pulsador de puesta en marcha del mecanismo que accionaría la bajada de la bola. Por fin llegó el último minuto. La bola comenzó a descender entre destellos de colores, el marcador digital, devoraba los segundos, todo el mundo coreaba: cinco, cuatro, tres, dos, uno...¡Feliz Año Nuevo!
La gente se besaba mientras comenzó a sonar el “Imagine” de John Lennon. Miles de papelillos de colores, lanzados desde los rascacielos, caían sobre el mar de cabezas al mismo tiempo que una fina lluvia hacía su aparición. Casi nadie llevaba paraguas, ni parecía preocuparles. La voz de Frank Sinatra sonaba por los altavoces y todos cantaban a coro “I want to be a part of it, New York, New York...” Nora y Tim se besaban con pasión bajo la lluvia y se deseaban mutua felicidad. Tim tomó la cara de Nora entre las manos y le dijo:
-¡Que hermosa eres! Espera, tienes como unos puntitos verdes sobre la nariz, qué curioso.
-Pues no sé... igual es desteñido de los papelillos de colores.
-Pero es que sólo tienes verde. Espera, te voy a limpiar con el pañuelo. Qué extraño, no deja mancha en el pañuelo y tampoco están ya sobre tu nariz.
-¡Tim! Tu también tienes sobre la mano. ¡Mira, se introducen en la piel. Han desaparecido! Vayamos a casa , esto no me gusta nada.
-Sí, será lo mejor.
Varias personas más se dieron cuenta de que la lluvia estaba mezclada con esas gotitas verdosas y empezaron a especular sobre si serían restos de una nube radiactiva o desechos espaciales. El pánico cundió. Las masas empezaron a gritar y a taparse como podían de la lluvia verde. Muchas personas fueron arrolladas y pisoteadas. Los servicios de emergencia no podían pasar, bloqueados por aquella avalancha de personas que gritaban contusionadas por todas partes. La lluvia verde había cesado y la relativa calma volvió. A la mañana siguiente, los periódicos daban cifras de varios centenares de personas heridas y tres muertos a causa de la situación de pánico vivida. Curiosamente, no se había registrado ninguna precipitación de lluvia en New York, solamente había llovido en un radio de quinientos metros sobre Times Square.
Nora y Tim llegaron a casa exhaustos. La alegría del nuevo año se había tornado tragedia. Rendidos, durmieron hasta el amanecer. Al día siguiente, Nora advirtió un ligero picorcillo en torno a la nariz. Al acariciarla con su dedo pulgar, noto una tenue frialdad que la dejó preocupada. Cuando Tim se levantó también advirtió la misma sensación en la mano. Pensaron en acudir a las Urgencias del Hospital San Patrick , que quedaba a sólo cinco minutos de su casa, pero era uno de enero y pensaron que, tal vez, no era el día adecuado para que les atendiesen. A pesar de todo decidieron ir. Al aproximarse, vieron una inmensa fila que se agolpaba a las puertas del hospital, custodiado por varios policías armados y otros a caballo. A la vista de aquello, y al no obtener ninguna información, decidieron volver a casa y poner la televisión para tratar de informarse. La CNN emitía un único mensaje: “Por favor no se dirijan a los hospitales, todos están colapsados. Las personas que tengan algún síntoma extraño deberán permanecer en sus casas y evitar el contacto con otras personas o animales. Se aplicará el toque de queda y se pondrá asistencia médica domiciliaria para los afectados. Al parecer el mal proviene de una nube tóxica que anoche cubrió parte de la zona de Manhattan. Si usted no ha estado en esta zona ni ha tenido contacto con nadie que haya estado allí, no tiene porqué preocuparse. Rogamos que, para poder ser identificados, hagan visible desde sus ventanas un trozo de tela blanca; también la deberán colocar en la puerta de entrada a su vivienda”.
Los primeros análisis realizados dieron como resultado una gran presencia de clorofila en el torrente sanguíneo y el hallazgo de una célula, hasta entonces desconocida, que transformaba los leucocitos en clorofila. Con el paso de las horas, el cuerpo de los infectados se iba transformando. Inicialmente tomaba una coloración amarillenta, que cada vez se intensificaba más, hasta hacerse verdosa, entonces aparecían grandes estomas, el cabello caía, el vientre se inflamaba, se tornaba traslúcido, hasta que estallaba, liberando miles de diminutas esporas que se adherían a cualquier organismo vivo, humano o animal.
Nora y Tim habían empezado a experimentar la macabra metamorfosis. Escucharon por radio la rápida transformación de la enfermedad. Sabían que no había salida. Quisieron llamar a su hija, pero no pudieron. Tampoco tuvieron valor para descolgar el teléfono, que sonaba sin parar. Decidieron que no serían unos monstruos. Ya no podían hablar, pero tuvieron un común pensamiento para Liza. Luego buscaron en la cocina dos cuchillos bien afilados, llenaron la bañera de agua templada y se introdujeron uno frente a otro. Permanecieron unos minutos mirándose, diciéndose todo. Una lágrima rodó por el rostro, ya deformado, de Nora. A continuación cortaron sus venas. Un líquido verdoso, de aspecto almibarado, broto con generosidad, poco después murieron.
La isla de Manhattan fue abandonada y después bombardeada con “Napalm”. Las noticias internacionales informaron del avistamiento masivo de “Ovnis” en los últimos días y la formación de unas extrañas nubes verdosas sobre las principales capitales del mundo.
© Javier Bueno Jiménez ( Del libro "El orgasmo fluvial de Lolita Valor y otros relatos" Ediciones Cardeñoso 2010 )