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jueves, 16 de julio de 2020

Haz algo

A menudo hablo de los beneficios de dejar reposar las ideas. Una noche. Un par de semanas. O seis años, que es lo que he tardado en retomar este montón de cuadritos de tela y convertirlos en la funda de cojín que estaban destinados a ser.




Hoy día probablemente habría combinado las telas de otra manera y desde luego hubiera sido algo más cuidadosa a la hora de unir los cuadros, pero he decidido mantenerla tal cual para que mi yo de dosmilcatorce y mi yo de dosmilveinte se reconcilien y convivan en armonía. Crecer no significa renegar de lo que fuimos, dijimos, hicimos; era parte del proceso, aunque a veces muestre una costura torcida o una arruga rara.





La ventaja de haberla dejado aparcada todo este tiempo es que he tenido la oportunidad de darle un nuevo giro y convertirla en un -oh, paradoja- llamado a la acción. He usado algunas piezas sueltas que también tenía guardadas, como el letrero de "haz algo" que tejí hace un par de años; ese día se celebraba el Día Mundial de Tejer en Público y yo iba a hacer lo propio, pero como no pude llevar a cabo el plan que tenía en mente, me senté en el escalón de la puerta de mi casa y eso fue lo que tejí. Algo. Hasta ahora lo había tenido sobre la mesa del taller a modo de recordatorio. 




También he bordado una cita de Arthur Ashe (sin comillas, y eso me está torturando): "Empieza donde estés. Usa lo que tengas. Haz lo que puedas". Es una de las lecciones más importantes sobre pasar a la acción que he aprendido en los últimos años junto a "si no sabes por dónde empezar, empieza por cualquier parte" y "hacer un 10% es mejor que no hacer nada". Son aplicables a casi todo, lo tengo comprobado.





Ese limón antes era una piña, uno de los dos prototipos que cosí hace tiempo. Ni siquiera me gusta mucho la piña. En otra ocasión podemos hablar de lo absurdo de seguir tendencias que ni te van ni te vienen, o ideas que ni son tuyas ni son para ti. Pero no reniego, solo aprendo.


sábado, 14 de abril de 2018

Marzoabril

La Primavera en Andalucía es muy corta. Me gusta escribir Primavera así, con mayúscula, porque las estaciones son como seres vivos con su personalidad bien definida y siempre parecidas pero diferentes a las del año anterior, probablemente porque nosotros avanzamos siempre parecidos pero diferentes a través de ellas. 

Decía que la Primavera por aquí abajo es corta, o al menos es más corta de lo que yo desearía. El frío del Invierno, que hace que se me encoja el ánimo y me duela la piel, se alarga y a ratos parece que se quedará aquí para siempre como en una de esas películas apocalípticas con moraleja sobre el calentamiento global. Por suerte, y por ahora, no es así, y los días templados llegan y hay paseos y flores y todos los bancos de todos los parques y plazas te piden que te sientes en ellos. "Mañana", dices, pero en uno de esos mañanas el paisaje se habrá vuelto amarillo y seco y las callen arderán hasta la noche. No lo digo con pena: me gusta muchísimo el Verano. Pero, antes de llegar a ese punto, necesito pasar por un proceso de transformación que suele darse en Primavera y que este año ha sido especialmente intenso. 





Los últimos meses han sido tan fríos -todo lo fríos que pueden ser aquí en el sur- que se me helaron hasta las ganas y estuve más de un mes sin coser, por primera vez en más de una década. Lo intenté un par de veces pero mi ansiedad se disparaba. Me costaba un mundo organizarme. Me desilusioné, así en general. No era solo el frío, claro, pero tuve mi propio Invierno. Decidí no forzar las cosas ni pervertir la creatividad con inercia. Acepté un trabajo adicional en el que pudiera funcionar de forma más automática y me limitaba a hacer lo básico y necesario y a leer Crimen y castigo. Pensé mucho y a la vez traté de no pensar en nada. Tomé nota de las cosas que de verdad llamaban mi atención pero las miraba desde fuera, desde lejos. Supongo que no era más que una de esas fases de reajuste que tenemos todos, pero cuando estás dentro se hace larguísima.

 


Si quieres algo, déjalo libre, y eso hice. Con los primeros rayos y los primeros arcoiris en la pared del taller, las cosas se fueron acomodando y fui tomando la iniciativa poco a poco. Me daba cierta tranquilidad retomar proyectos personales que había ido dejando aparcados; algo que me permitiera experimentar sin presiones. Volví a sacar la colcha de retales de flores y la rematé justo a tiempo para estrenarla en un picnic playero con amigos de email y carta que se materializaron como por arte de magia ante mis ojos (¿no os da esa sensación cuando al fin os encontráis con alguien a quien habéis conocido en internet?). Fue perfecto, y perfecto fue el momento en que llegó.






La colcha sigue siendo un proyecto en curso: hice la base y ahora le voy añadiendo apliques, bordados, detalles que tengan un significado real para mí. Esta luna, por ejemplo, la hice justo un año atrás en la playa mientras esperaba para ver la Luna rosa de Abril.




Cuando vamos al campo, meto la colcha en mi bolso gigante y continúo añadiendo puntadas en cualquier lugar; en Semana Santa me senté a bordar junto a un río con una enorme cascada a mis espaldas, en el Charco de la Caldera de Jorox. Cuando fuimos a celebrar nuestro aniversario el pasado Septiembre estaba todo seco. La verdad es que Jorox, tan pequeñito él, merecería una entrada aparte.




Últimamente la Providencia ha ido poniendo en mi camino varios retales sin dueño y voy a añadirlos a la colcha para hacerla más grande. Éste de color mostaza lo rescaté en aquel picnic en la playa, así que trataré de traducir en hilos lo que significó ése día para mí. Recuperar materiales es uno de los propósitos que han ido haciéndose más cada vez más claros; retales de todo tipo, de todo tamaño. Propósito. Era algo que me venía faltando meses atrás y que estoy recuperando a base de desaprender. Se aprende mucho desaprendiendo. 




He retomado otro par de proyectos y uno incluso lo he terminado esta misma semana. Otro día os cuento. Feliz Primavera.


miércoles, 22 de junio de 2016

Puntadas

Hace poco pasé unos días en Villa Progenitores cuidando de Bandi y Chico, y entre salir de paseo, tirar pelotas, rascar barrigas y repartir besitos de forma equitativa para que ninguno se pusiera celoso, conseguí escaparme a mi antiguo cuarto y viajar atrás en el tiempo para retomar lo que hacía antes de que os escribiera desde este ordenador, esta mesa y esta mecedora: coser en mi cama.




No soy la persona más organizada del mundo, y cuando empecé con esto de coser mi dormitorio tardó poco en convertirse en un almacén en el que había que esquivar cajas y bolsas llenas de materiales para conseguir llegar hasta la cama donde, para disgusto de mi espalda, pasaba las horas inventando. Cosa que me hacía muy feliz, como se puede apreciar en esta foto que hizo mi hermano y que ahora decora la pared de mi taller actual.



Con Amelia, que tuvo el valor de entrar y la suerte de lograr salir.


Una vez trasladados casi todos los trastos a la casita marrón, el dormitorio volvió a ser el lugar despejado, tranquilo y luminoso de antaño. Aun queda una cajonera que debería traerme al taller, pero el hecho de que esté allí sola, alejada de todo lo relacionado con la costura, tiene un efecto mágico sobre mí: retales que he tenido desde el principio de los tiempos me sorprenden como si los viera por primera vez, y los cajones tantas veces revueltos, ordenados y vueltos a desordenar han creado sus propias mezclas de colores y estampados, ¡es como una fiesta! Y una fiesta de hilo y aguja acomodada en la colcha de flores es lo que me propuse hacer.  






Como os contaba en la entrada anterior, me encanta improvisar con los materiales que tenga a mano, juntar unos cuantos trozos de tela y que las ideas comiencen a formarse y a flotar alrededor de mí como si fueran pompitas de jabón. Hice algunos cuadritos que espero completar y unir para...aun no lo sé. Siento que en algún punto me he visto atrapada en la idea de "tengo que ser fiel al mismo patrón hasta el fin de mis días y usar únicamente lino recién tejido a mano por monjas mancas y ciegas que viven en la montaña y limitarme a la gama de colores del mármol". Que está muy bien, pero me temo que no es para mí. Estoy redescubriendo en placer de aflojarme el corsé y disfrutar el proceso de creación como un fin mismo, no como un medio planificado al milímetro. Estoy recuperando todo tipo de telas, abriendo cajas y viéndole posibilidades a cada material. Y me lo estoy pasando muy bien.


Otra cosa que he hecho con los retalitos y las bobinas de hilo que encontré fue este cartel. Desde que leí sobre el craftivismo hace tiempo he tenido ganas de usar el bordado para decir algo, y decidí empezar con algo pequeñito en el parque donde pasean Bandi y Chico. Es un lugar muy bonito con un riachuelo donde florecen las pervincas, un estanque que por las noches se convierte en un concierto de ranas y montones de árboles que albergan jilgueros, mirlos, tórtolas y cotorras argentinas. Pero a la gente no debe de parecerle tan importante todo esto porque se empeñan en dejar su basura día sí, día también, y no tienen ningún pudor en terminar su cerveza y arrojar la botella al riachuelo. No tengo demasiada fe en que personas capaces de hacer eso se conmuevan con un simple cartelito bordado, pero nunca está de más hacer un pequeño recordatorio. Y los operarios deben de estar de acuerdo porque de momento no lo han retirado.






Estoy cosiendo nuevas muñecas que espero enseñaros pronto; la que habéis visto arriba del todo ya está terminada, ¡saludad a Eunice!





¡Feliz recién estrenado Verano!


martes, 15 de julio de 2014

Veraniega

No estaba muerta ni de parranda. Dispersa, eso sí. Cuando me atasco en algo prefiero ir aceptando las ideas como vienen, así que he estado haciendo de todo un poco: dibujando, haciendo collages, aprendiendo a hacer mi primer telar, trasteando con lo que encontraba por el taller, probando unas cosas, intentando mejorar otras. Hasta he vuelto a escribir un poco. Escribir siempre me sienta bien; debería hacerlo más a menudo, pero me puede el miedo tonto a que existan pruebas de mis majaderías y alguien las encuentre y diga "¡ha, ha, tienes sentimientos!"


 








Por lo demás, estoy en modo veraniego absoluto. De mi idea de verano, claro, que me temo que se asemeja más a la de una adolescente en sus vacaciones del instituto que a la de una moza hecha y derecha como yo, probablemente influenciada por leer artículo tras artículo de Rookie. Maldigo todo lo maldecible por no haber tenido acceso a algo así cuando tenía quince años y muy poca idea de nada.

Así poseída por este espíritu estival y juvenil, me he hecho un collar de sirena. Hace años me regalaron un enorme maletín de abalorios para niños, y un día en que estaba un poco hasta las narices por una cosa que no me salía, hice un parón en la costura y por fin le saqué verdadero partido a mi arsenal plástico.






Y dicho esto, me voy a ocuparme de asuntos tan serios como decidir si le pongo rabo o no a un gato, ¡feliz tarde de martes!






lunes, 14 de octubre de 2013

Algunas cosas que he hecho últimamente

Un bizcocho sin huevo, mantequilla ni leche. Aun tengo que pillarle el punto para que me salga más esponjoso, pero es tan sencillo que merece la pena ir experimentando *receta aquí*
 
 
 
Una tetera que se ha ido a vivir con Eva a Villa Kettle
 
 
Unos gorritos de fiesta diminutos para Pauline y Jackie
 
 
Una Niña Pingüino para Rocío, que habló de ella en su blog TizasHechasTrizas; si no lo habéis visitado aún corred a echarle un vistazo para conocer las ilustraciones y tutoriales de Rocío entre otras boniteces
 
 
Una pequeña novedad: plumitas para decorar los paquetes supercursi
 
 
Una setita. Sólo he hecho una de prueba pero me gusta el resultado, ¿os imagináis un árbol de Navidad lleno de setitas?
 
 
Un pony alado que decorará el árbol de Navidad de una niña al otro lado del charco, ¡qué ilusión!
 
 

Una falda que fue mi regalo de cumpleaños para la Srta. Navy. Es la primera falda que coso entera yo sola y me hace una ilusión tremenda. Próximamente me reconoceréis por mis faldas majaras: las quiero de todos los colores, con bolsillos de corazón, con cintas, con bordados...¡se abre todo un mundo de posibilidades ante mí!
 
 
Por lo demás, estoy huyendo de un resfriado que lleva días persiguiéndome a base de esta infusión; me la descubrió Eva y desde entonces le he retirado la palabra al paracetamol para rendirle culto a la canela, el cardamomo y el jengibre. También estoy en modo Batman cosiendo un murciélago tras otro desde la Craftcueva, y quiero dar las gracias a quienes me habéis escrito para preguntarme si iba a hacer más, ¡me alegra mucho que os haya gustado!
 
Espero que vuestro lunes haya sido benévolo, ¡buenas noches y que tengáis un bonito martes!

miércoles, 17 de julio de 2013

Mi amiga Paquita

Conocía a Paquita solamente de vista: la vi en la tienda, la rondé como una hiena durante dos días, la compré y la dejé en un rincón del taller sin atreverme a usarla. Hacía unos años me había apuntado a un curso de corte y confección y fue un poco desastroso, así que mi inutilidad para coser a máquina pesaba sobre mí como una maldición craft. Pero como además de torpe soy constante -y cabezona-, recordé que dos de mis objetivos para dosmildoce eran aprender a tejer y coser a máquina, y dado que lo primero ya estaba conseguido, el día treinta de diciembre, a pocas horas de acabar el año, saqué a Paquita de su caja y con la ayuda de Javi aprendí lo básico para empezar a manejarla.
 
 
 
 
Ahora que ya he comprobado que Paquita no es el Coco, estoy la mar de ilusionada con ir de compras a mi propio armario y reconvertir algunas prendas del montón de "a ver qué hago con esto". Como ya os conté en una entrada anterior, la búsqueda de ropa se ha convertido en una misión difícil tras mi decisión de no contribuir en la medida de lo posible al consumo de prendas hechas de forma poco ética, así que con mi nueva arma letal soluciono un problema a la par que reto a mi ingenio, me divierto y me visto como una majadera que es lo que a mí me gusta. Ahí es nada.
 
Y por supuesto, Paquita es la nueva colaboradora de supercursi, ayudándome en la ardua tarea de coser brazos, piernas y algunas otras piezas de las nuevas muñecas que he estado haciendo últimamente (¡dos sirenotas y unas niñas del bosque vienen en camino!).
 
 
 
 
Sin embargo, por mucha Paquita Arma Letal que se ponga por delante, reconozco que sigo prefiriendo coser a mano aunque me vayan a poner unas gafas del tamaño de Badajoz porque me dejo mis ojitos castaños en cada minúscula puntada. Cosas que tiene una.
 
 
 
 
¡Buenas noches y que tengáis un gran jueves!

lunes, 27 de mayo de 2013

Flora: del papel a la tela

Flora es una bella pelirroja de grandes ojos verdes.

 
 
Aunque al principio la muchacha no tenía muy buen color y estaba chuchurría en la esquina de una libreta

 
 
Pero poquito a poco fue tomando forma, ¡le llevó un buen rato!




 


 
 
Ella y algunas de las cursiladas que estoy preparando empezarán a aparecer por aquí esta semana. ¡Buenas noches y que tengáis un bonito martes!