Reconozco que soy de las que dan los regalos con retraso. Puede ser por un montón de motivos: porque vivo como una ermitaña y no he visto a la persona en cuestión en meses, porque la oferta en el pueblo es limitada tirando a nula e intento reunir recados para hacerlos todos de una vez en la ciudad, porque mi cerebro decide perderse en todo tipo de majaderías y no da con el regalo idóneo hasta el ultimísimo momento. Es más: prefiero dar un regalo a destiempo que salir corriendo a buscar cualquier cosa para salir del paso.
Claro que tiene sus ventajas para el obsequiado, como recibir un inesperado paquete por tu cumpleaños, que fue antes de Navidad, cuando estás a punto de irte a la piscina en un caluroso día de Junio (verídico) o, como hizo Jesús cuando le recordé que aun le debía su regalo, preguntar si estaba a tiempo de pedirme algo que se le había ocurrido.
Claro que tiene sus ventajas para el obsequiado, como recibir un inesperado paquete por tu cumpleaños, que fue antes de Navidad, cuando estás a punto de irte a la piscina en un caluroso día de Junio (verídico) o, como hizo Jesús cuando le recordé que aun le debía su regalo, preguntar si estaba a tiempo de pedirme algo que se le había ocurrido.
Y así fue como nació el Gran Tiburón Blanco.
Es un tiburón sencillo porque estos tiburones suelen pasearse así por los mares, sobriamente vestidos de gris y blanco. Pero para mí es especial porque es la primera figura que coso en tres dimensiones, y siempre resulta emocionante aprender a hacer algo nuevo.
Espero que se lo pase muy bien colgando del retrovisor del coche de Jesús y que le muerda el flequillo si se salta los límites de velocidad.
¡Feliz comienzo de semana!