--¿Quién es su autor favorito?
--
Michel Houellebecq.--¿Por qué?
--Porque es misógino, odia a la puta vieja de su madre, odia a los musulmanes y dice que cuando uno está harto del sexo es hora de volver a la infancia. Y además escribe de puta madre.
--¿Tiene algún problema con las mujeres?
--Sí, siempre lo tuve y siempre lo tendré. Las mujeres son animales de compañía.
--¿Qué música le gusta?
--Toda menos el rap o hip-hop o como pollas se llame. Tampoco soporto el flamenco ni la monserga africana.
--¿Algún compositor favorito?
--Helmut Lachenmann.
--¿Por qué?
--Porque es ruidista, es muy difícil de escuchar y meterse en una obra suya es como estar dentro de una pesadilla.
--¿Algún pintor que respete?
--Antes me gustaba Gerhard Richter. Ahora he descubierto a Daniel Richter, que es más joven, no sé si será pariente, pero pinta que te cagas, es un radical, como todos los buenos alemanes, y ha vuelto a la pintura figurativa, porque con la abstracción no se puede decir todo lo que hace falta.
--¿Y qué es lo que hace falta?
--Un pensamiento crítico de verdad, no esas polladitas que a menudo vemos expresadas en la prensa y demás medios.
--¿Piensa que no es una buena época para la creación?
--Desde luego, es la peor época para crear, porque no sé si sabe que vivimos en la Era de los Pijos, el tiempo de los gafapastas y los frikis, que están ya por todas partes pero sobre todo en los grandes núcleos de población. Con esa gente lo único que puede haber son cacharritos que están todo el tiempo haciendo bip bip, y nada más. Son los hijos de los que estuvieron en el mayo francés, o alrededores. Por eso ya no voy al cine ni a exposiciones ni nada cultural, para no encontrármelos.
--Entonces, ¿es de la idea de que hace cuarenta años no pasó nada?
--Lo que pasó entonces fue una mascarada, un ansia por expresarse por parte de los niños de papá, por eso la policía tenía orden de no hacer daño, porque eran los hijos de los dirigentes. He leído estos días que fue la irrupción de la juventud como nueva clase social o no sé qué pollas. La verdad es que todo lo de entonces apesta. Tal vez se consiguió liberar el sexo, pero para qué: ¿para la píldora del día después? ¿para la pornografía cotidiana? La verdad es que los resultados son patéticos.
--¿Cuál sería el lema hoy, en una sociedad de consumo banalizado?
--Quítame todo menos mi Nokia, ¡qué sé yo!
--¿Hay vida después de la vida?
--Hay un inmenso vacío, la eternidad no es más que una rutina elevada a la enésima potencia.
--¿Algún disco de isla desierta?
--Milva cantando a Piazzolla, en un concierto en París, Bouffes du Nord. Creo que me llevaría ese.
--¿Algo más que añadir?
--Sí, que la ficción tiene los días contados, tanto en literatura como en cine. La ficción estaba bien en un mundo en que era fácil distinguir lo real de lo imaginario. En el mundo de hoy esto ya no es posible. Después de Second Life (me da igual que haya fracasado), sólo nos queda volver con rabia y mucha fe a las antiguas narraciones de la vida cotidiana, y tratar de sacar algo de los marginales. Hasta donde sea posible, será posible una emoción. Luego queda consolarse con alguna música de piano, como la de Thierry Pécou.
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