martes, 3 de abril de 2018
LA GRIETA (SOCIAL)
viernes, 7 de julio de 2017
"...DE LOS TRABAJADORES, Y AL QUE NO LE GUSTA..."
lunes, 17 de octubre de 2011
QUEREMOS A PERON
No fue una casualidad, sólo algunas pocas cosas lo son (o al revés). Para los que nunca van a entender nada (y hasta a veces algunos hacen esfuerzos, pero no les sale), hoy es el aniversario del populismo argentino. De esa especial relación "líder-masa" sin intermediaciones político-institucionales. O también cabe la otra versión liberal -por izquierda- de la emergencia de una alianza del bonapartismo militar, la burguesía parasitaria del estado y sectores ideológicamente desclasados que toman el control del movimiento obrero, para erigir un dique de contención a la radicalización y giro a la izquierda de las masas. Masas, masas y masas… nunca Pueblo.
El "hecho maldito del país burgués" se brinda a todos, pero no se marida bien con todos los paladares. Sucede que hay razones que pasan por el bolsillo y la panza, si, se elevan a la mirada que apenas se para y se adentra en el alma, muy adentro del alma. Quién pueda conjugar los verbos del secreto habrá iniciado la llamarada. Perón fue uno de esos pocos y ese fue el día preciso.
La dirigencia obrera -que interpretó cabalmente y hasta casi casi tarde el sentimiento y deseo de las bases- jugó una carta a fondo y deliberadamente. Fue una decisión conciente juntar la defensa de las conquistas obtenidas (no como "gracia desde arriba", malvados atorrantes que se la dan de izquierdistas), con la libertad del Coronel Perón. Era ese hombre la garantía, su nombre se transformó en consigna de lucha porque significaba cosas concretas.
¿Participar o no en la distribución del Producto Bruto Nacional desde el Estado? ¿Ser parte o proteger la "independencia" más allá de los resultados? ¿Mantener los principios o inaugurar otros en base a la larga experiencia? Algunas de las preguntas. Rescatar a Perón. Torcerle el brazo a los enemigos de adentro del Gobierno y a la Oligarquía. Hacer una demostración de fuerza propia para que lo vean todos. Enterarnos de que tenemos fuerza propia. Son algunas de las respuestas.
Lo demás es la historia de una alianza entre Perón y el Pueblo, entre Perón y más precisamente los trabajadores que hicieron el 17. Un amor siempre correspondido, no exento de peleas y chispazos de gente brava, de lealtades larguísimas, de generosidades estremecedoras. De nomeolvides eternos.
Cosas que sirven para mirar de reojo el presente -eso que pasa desde que nos damos cuenta- y saber para dónde tira el futuro cuando se habla de peronismo, pero de verdad. Algo de esto vamos viendo ahora, casi cuando parecía que se había terminado la esperanza y empezaba el recuerdo. Pero no.
Y entonces, a tanto tiempo, uno también sale al balcón y está en los dos lados, arriba y abajo (maravilla extraordinaria del peronismo), y escucha por primera vez cuando ya cayó la noche en la Plaza de antes de que naciéramos:
"-¡Trabajadores! Hace casi dos años, desde estos mismos balcones, dije que tenía tres honras en mi vida: la de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino…” *
Y sigue, y aún sigue.
* Extraído de la obra de Norberto Galazo: Perón. Formación, Ascenso y Caida (1898-1955) Tomo I; Edicioes Colihue. Grandes Biografias. 2005.
miércoles, 27 de abril de 2011
FRACASO
Entonces, ¿quién va?... Irán los de siempre. Los que bajan de los micros con bandera y vincha. Los eternos amantes del tetra y la prebenda. Los negros que forman parte del aparato sindical. Los camioneros que se cansaron de reventar el hotel de lujo que el sindicato tiene en Mar del Plata (y de seguro tienen más). Los que quieren que el sindicalismo sea no sólo un factor de presión, sino también de poder. Los infames que le dan bola a Recalde con esa manía que tiene el hombre de obligar a cumplir los artículos más que cuestionables de la Constitución Nacional. Voy yo y un montón de amigos. Va un cacho de mística. Van los que se quedaron en el 45 y no ven que venga un bondi mejor que ese. Va Néstor. Creo que va a ser un fracaso, ya lo voy a leer en Clarín y La Nación.
Nos vemos allá.
viernes, 18 de marzo de 2011
MOYANO Y UNO
El tema no es Moyano, tampoco el sindicalismo argentino. Quiero hablar del movimiento sindical en el proceso que se abrió el 25 de mayo del 2003.
Por un lado, la historia marca que el movimiento obrero organizado se convirtió en un poderoso factor de poder y presión, con lógicos intereses profesionales (la defensa de sus afiliados, los trabajadores), que no es lo mismo que decir intereses “corporativos”.
Además, este tipo de sindicalismo moderno incorporó las prestaciones de salud, formación –tanto como parte de la educación formal como la profesional- y recreación, lo que obligó a las organizaciones a especializarse y a administrar-gerenciar.
Y un plus más que importante: el movimiento obrero consideró que una destacada participación en el Estado era imprescindible. Participación como funcionarios, participación desde la política, participación como actor institucional sobre todo cuando el color político que lo representa mayoritariamente se encarga del manejo del Estado (y generalmente de su recuperación).
Esta es la visión del sindicalismo según el peronismo y por lo tanto –y por convicción- es mi visión.
El 2003 nos encontró con un sindicalismo rejuntado pero que podíamos diferenciar bastante bien –si es que uno quiere tomarse el trabajo-en sus posiciones. Siempre fluctuante, pero si podíamos decir que los “gordos” habían quedado muy complicados con las políticas desindustrializadoras y neoliberales del menemismo, que hubo otros anteriores que fueron hasta cómplices de la dictadura. Que existía un sector –el núcleo del MTA sobre todo- que ostentaba con orgullo haber resistido a esas políticas desnacionalizadotas. Todos sabemos que Moyano lideraba ese grupo. Bien. Y había muchos que iban y venían, como siempre ocurrió en nuestro movimiento sindical.
Marginalmente quedaban los “combativos” y también los eternos contestatarios de las listas multicolores de la izquierda partidaria tradicional.
El mayor peso del movimiento sindical y la CGT fue una base indiscutible de apoyo al gobierno de Néstor y lo es hoy con Cristina. En este sentido Hugo Moyano es un compañero y aliado fundamental por lo que representa.
Hay una larga historia de ataques al movimiento obrero, y a la dirección de CGT y Camioneros en particular. Muchos se relacionan con la defensa de los intereses –si corporativos- de la Mesa de Enlace, con los sectores que dominan la cadena de precios y provocan alzas injustificadas que impactan en la canasta familiar, con sectores hegemónicos de los medios de prensa (ya sabemos de lo que hablamos). Sectores que, en definitiva, se han beneficiado política e ideológicamente –no sólo económicamente- con la dictadura militar y luego, en el menemismo. Sectores que no se tocan y los Kirchner han tocado. No podemos no tener en cuenta este elemento fundamental.
Y después está lo otro, el imaginario que siempre se basa en hechos reales que se generalizan para estereotipar y demonizar al “enemigo” (y el movimiento obrero es el enemigo de esta gente). Entonces, todos los dirigentes sindicales son Pedrazas, tienen patotas armadas que envían indiscriminadamente para amedrentar y defender sus privilegios, son mafiosos, todos son ricos y por lo tanto delincuentes, todos malversan los fondos de sus afiliados, todos medran con medicamentos truchos. Moyano es el ícono de la fábula y un objetivo mediático permanentemente en la mira.
Tampoco son santos, como no los hay en ningún sector de la sociedad y mucho menos en los factores de poder y presión de la sociedad.
No se si está bien lo del paro del lunes, no queda claro el pedido de la justicia suiza, se está armano mucha polvareda alrededor de esto y es sumamente sospechoso. Ya salió la Mahatma Carrió a hablar por el multimedios. Ya esta la “hormiguita” que parece vuelta al redil. Denuncias, dedos levantados, apelación a la tilinguería y año electoral.
Cuando se “lima” al moviendo obrero, sus instituciones y dirigentes como si fueran un todo, a mi me corre una cosa por la espalda y me pongo inmediatamente al lado de la organización sindical. Porque uno es eso, un trabajador y defensor de la organización sindical (no tiene ningún mérito, es una autodefensa contra el abuso del Capital). Y las cosas suelen venir mezcladas, sin buenos ni malos, todos primos.
Tal vez los compañeros se equivoquen y entren en el juego de otros, y aparezcan como una “corporación” que se resiste a la Justicia, y etc etc etc. No se. Guarda, que no nos perdonan una.
Lo que quiero decir es que de última, cada uno tiene que saber dónde tiene que estar. Los problemas de los sindicatos -limpieza administrativa, burocratización, democracia interna y demás-, los arreglamos o no entre los compañeros. Es un largo camino el transitado en la defensa de nuestras organizaciones, no tenemos ningún apuro y esto no empezó ayer.
Lo importante es no hacer el coro de los “indignados”, atrás siempre hay alguien que se frota las manos y sonríe. No olvidemos que es un año electoral.
domingo, 7 de noviembre de 2010
PAZ, PAN Y TRABAJO
Existen dos razones importantes para que la militancia sindical fuera la presa preferida de la Gran Represión: una, había que reconvertir el aparato industrial para ponerlo en concordancia con los nuevos aires que soplaban ya en los países centrales (es decir, había que achicarlo); otra, era imprescindible hacer bien el trabajo que no había coronado la “revolución Libertadora”, es decir, acabar con la base social que daba sustento e insoportable continuidad al peronismo.
La clase obrera estaba “guardada” desde la avanzada del ’75 para echar a López Rega y terminar con el “rodrigazo”. Atontada por el golpe, asaltada por una represión capilar y sistemática. ¿En retirada, a la defensiva? No precisamente. Así lo atestiguan las luchas de 1976 y 1977, la huelgas del SMATA, el conflicto largo de Luz y Fuerza que costara la desaparición de su Secretario General Oscar Smith. Y hay más.
En la “primavera alfonsinista” y el “progresismo del tercer partido” se hizo silencio sobre la lucha de los trabajadores contra la dictadura, siguiendo el hilo quizás de la denuncia de un “pacto militar-sindical” tan cacareado y tan “oportuno”. Era preciso que emergiera la “civilidad” y se olvidaran los mamelucos y los descamisados. Venían los ochentas…(y los noventas).
Pero el movimiento sindical tuvo una presencia inocultable y hablamos de aquel que representó claramente a las bases y no de aquellos que si pactaron y fueron cómplices. Hablamos –si de agrupamientos sindicales se trata- de la Comisión de los 25 y de la Jornada Nacional de Protesta del 27 de abril de 1979, de la reconstitución clandestina de la CGT en Cerveceros el 12 de diciembre de l980, del paro general del 22 de julio de 1981.
Entre el ’79 y el ’81 se pasó de la resistencia (u “oposición” como quieren algunos) a la ofensiva. Gran parte del Secretariado cegetista viajó por el país en una casi clandestinidad reconstituyendo Regionales, armando comisiones de reclamos al margen de las intervenciones militares. Un trabajo silencioso poco estudiado y menos difundido.
Esa actividad dio como resultado la CGT-Brasil, la cegeté de las agrupaciones sindicales (peronistas sin duda, pero también no peronistas) que tenía como sede el primer piso de una casa desvencijada de Constitución (Brasil 1482, casi esquina Sáenz Peña). Se estaban reconstruyendo con muchísima dificultad las estructuras sindicales arrasadas por la dictadura, pero hacía falta salir a la sociedad y sumar sectores.
El 7 de noviembre de 198l (hace 29 años) una multitud de trabajadores y agrupaciones políticas y sindicales (las crónicas oscilan entre 10 y 50 mil participantes) marchó desde el estadio de Vélez a la iglesia de San Cayetano en Liniers. Era la primera gran manifestación con base fundamentalmente obrera que desafiaba públicamente al gobierno militar con las banderas de los sindicatos desplegadas y cantando el “se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”. Era un planteo político contundente. La protesta fue reprimida luego de que los oradores hablaran megáfono en mano.
Pedíamos “paz, pan y trabajo” y coréabamos: “la dictadura abajo”. Al frente de la columna iba Saúl Ubaldini, el secretario general de la CGT-Brasil.
domingo, 17 de octubre de 2010
AMOR DE DIECISIETE
Se estaba por partir.
Las bases ya no se podían contener; sólo esperaban a sus dirigentes a la cabeza pero… ¿cuánto más? Se sucedían las marchas espontáneas, los casi paros, las preguntas, porque si el coronel está preso ¿qué carajo nos puede esperar a nosotros? Sólo la sonrisa sobradora del patrón, de los de personal, del capatáz que anuncia la vuelta a los infiernos y el ya vas a ver, ya vas a ver.
Y eso que el movimiento obrero argentino ya no quería hacer la revolución social. Fuerte. Quería movilidad social, derecho laboral, protección, reconocimiento. Poder pasear el orgullo de ser trabajador, y ni aún soñaban que era posible algo así.
Mientras transcurrían las horas del confederal la gente salía de las casas. Una turba silenciosa de hormigas con un destino impensado. Vamos todos. Arriba de camiones, en los techos de los tranvías, de a pie cruzando ríos y barro. Y esas mujeres amenazantes “sin corpiño y sin calzón, somos todas de”. Es de mañana y se va dando vueltas mirando hacia arriba los edificios, parece otro país dicen que francia y esa es la casa rosada mirá la catedral y el cabildo como en los libros de la escuela y esos cafes deben ser de los bacanes y mira allá dónde está el obelisco eso que baja es el subterráneo ni loco me meto en ese agujero mira allá… Mirá allá.
Están acá, por todos lados. Con sus delegados a la cabeza, con sus dirigentes aunque no todos. Y están los otros que vienen de las barriadas. Los humildes, esa nueva categoría sociológica tan imprecisa. Saben muy bien lo que quieren señor, no son las masas “disponibles” en espera del líder demagógico (pobre germani y sus gorilas). Hay que escuchar lo que dicen…
“Queremos a Perón”.
Sencillo, a ver ¿qué es lo que no se entiende? Los clinudos dicen que quieren al coronel ese de la Secretaría, el de los aumentos de salario, los convenios de trabajo, las vacaciones pagas, la jubilación, la protección en el trabajo, la seguridad industrial, ese que habla de que sólo se puede admitir el capital si tiene una función social. Entienden muy bien. Y como están cansados, metieron las patas en la fuente. Y allí estarán hasta que se entienda.
“Queremos a Perón”.
Pasará la noche y no se moverán. Entre todos se asombran de ser tantos, de estar donde están. Uno se busca en las fotos también como si pudiera ser posible estar. Estamos todos, aún los que no habíamos nacido. Porque se estaba cocinando en una plaza la representación política de los trabajadores y los humildes, esto estaba pasando. La de mis tías obreras del vidrio, las tías costureras y mi abuela planchadora, aún la de aquellos que no la reconocían. Muy simple, como todo lo extraordinario.
La revolución en Argentina se llamó Justicia Social. Ya era muy de noche cuando ocurrió. Salió al balcón y todos lo veían, estaban al lado de él. Y habló, levantando los brazos. Le quemaron las retinas los rostros morenos de una Argentina sin redención, le inundó los oídos la música más maravillosa que pudo escuchar jamás. El dejó dobladas prolijamente las palmas a las que aspira todo soldado y se desabrochó la camisa.
No nos fuimos nunca más de esa Plaza.