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martes, 3 de abril de 2018

LA GRIETA (SOCIAL)



¿A usté no le parece que cuando se habla tanto de la unidad (por caso, del peronismo) es que estamos lejos aún de lograrla? Enseguida se pasa revista a los sectores contrapuestos, a los dirigentes de uno y otro lado... Y nos quedamos con los dirigentes, si éste estuvo acá o allá, de las agachadas y múltiples cambios de vereda. Lo dijimos muchas veces matizando hasta lo imposible las palabras, sobre todo la palabra "traición", porque sabemos -y cada vez somos  más los que caemos en la cuenta- que sin unidad del peronismo en primer lugar y del campo popular en general (¿no mi General?) vamos a tener un tiempo más de este neoliberalismo de salteadores de caminos. ¿Llegaremos a eso de que "Hay 2019”?...

Sin embargo hay otros aspectos -más  importantes- desde donde ver el tema de la unidad y tiene que ver con cuestiones estructurales. Mire esto y seguimos charlando...

“(…) la destrucción del tejido industrial y la mutación del mundo del trabajo vienen produciendo desde hace ya un par de décadas una fragmentación del universo popular que, a grandes rasgos, hoy se divide entre los desocupados, los trabajadores informales y los trabajadores formales (el “moyanismo social”, cuya emigración primero al massismo y luego al PRO produjo el quiebre de la coalición kirchnerista –y su derrota-)…” (…) “estos modos diferentes de inserción laboral generan posiciones, visiones del mundo y hasta ideologías distintas, que profundizan la distancia incluso entre quienes viven medianera de por medio: la distancia entre el trabajador cuya vida, aún con un salario bajo, sigue organizada por el trabajo, pautada por la semana laboral y protegida por un sindicato, y el que se ve obligado a rebuscárselas con las changas y los planes. Esto genera a su vez demandas distintas entre los sobrevivientes de la Argentina salarial que reclaman por el impuesto a las ganancias y la obra social y los hundidos del siglo XXI, que piden el socorro del Estado.”

Se dijo en otro posteo hace un tiempo, pero lo repito: en los 2000 uno veía desfilar por Av de Mayo hacia la Plaza contingentes  de lo que histórica y estructuralmente era la base social del peronismo. Trabajadores convertidos por la magia (mafia) del mercado en ex trabajadores. Marchaban con banderas propias, trapos desteñidos con barrios atrás, pibes, pibas que no  salían del anonimato. Y que no debían salir porque en la Argentina decadente de los liberales, hay sobrantes sociales y no "ejército de reserva" para regular el salario y aumentar la tasa de ganancia empresarial. A la fragmentación del mundo del trabajo se le adosaron dosis insoportables de marginalidad y pobreza (que no son sinónimos). La brecha se agrandó como para no cerrarse nunca más. Y entonces si hablamos de fractura social, ahora entre trabajadores formales y trabajadores informales, más los ex trabajadores. Nos quieren vender una “grieta” con sectores de la mal llamada clase media, cuando lo que subyace es un quiebre mucho mayor. 

El peronismo original (ese que comandó Perón en persona) organizó la vida social en base al trabajo y los sindicatos. Ya estaban allí las patronales, y sin embargo, se erigieron nuevas que provenían de antiguos talleres y fabriquitas más de barrio. La famosa “burguesía nacional” que el peronismo creyó encontrar finalmente (encontrar, crear, serían solo matices semiológicos). El mundo del trabajo se completaba con sindicatos fuertes en organización, afiliados y también recursos para brindar estabilidad laboral, garantizar el incremento del poder adquisitivo de los salarios (que funcionaba como engranaje necesario de la ampliación del mercado interno), y también salud en clínicas propias, vacaciones en complejos turísticos manejados por los gremios, obras sociales. Sindicatos de organización compleja, verticales en la cúpula y horizontales en las organizaciones de base, así se planteó el modelo sindical del peronismo. Lo que quedaba afuera, la sociedad descarnada de los sin oportunidades, los humildes al decir de la presidenta de la Fundación de Ayuda Social (Eva Perón), se atendía por esa vía. Terminado el período de gloria, los sucesivos golpes de Estado y pasajeras democracias tuteladas, el esquema sindical siguió intacto y el Estado asumió parte del trabajo que llevara la Fundación Eva Perón, pero mal y sin querer.

Lo que explotó luego de la Dictadura Cívico-Militar (1976-1983) fue el esquema general, la Comunidad se desorganizó finalmente y emergieron las islas del neoliberalismo. Flexibilización laboral, las poli funciones y posiciones en la organización productiva, las empresas que a la especulación financiera le agregaron valor, y también mano de obra sobrante. Pero sobrante para siempre. No se ha podido recomponer el esquema original, como tampoco ensayar la superación del tema una vez aceptado que la super informalidad laboral venía para quedarse. 

No obstante: “(…) Durante su larga década en el poder, el kirchnerismo logró suturar esta herida abierta en el campo popular mediante la acción enérgica del Estado y el talento de su liderazgo. Sucedida la derrota, la fractura reemerge, más ardiente que nunca. Por eso el proceso de recuperación del peronismo, si finalmente se produce, debe contemplar la realidad de este universo social astillado…”

Así es el costado social de la unidad. Somos una sociedad partida, vulnerada, maltratada a control remoto y a la vez por sus  propios dueños (ahora elevados a la categoría de gobierno constitucional, de acuerdo a las normas de un Estado de derecho). Hay que atender a estas cosas primero en lugar de discutir alegremente sobre dirigentes. Porque ¿qué pasa con los no dirigidos?, los afueradetodo. Las diferencias con los incluídos no pueden ser más elocuentes. Mire, en la marcha famosa ya de febrero (la de Camioneros y otros gremios y organizaciones sociales, la que tuvo a Moyano como  orador principal) esto se hizo visual. Los sindicalizados estaban bien vestidos en su estilo, alimentados, organizados institucionalmente, y los otros no. Con la caída en picada de los estándares de vida ocasionado por el saqueo del “cambio”, se nota más que nunca.

Los que discuten paritarias (a través de sus organizaciones y con sus dirigentes, buenos o malos) son todavía mayoría en la Población Económicamente Activa, cosas de la Argentina peronista. Un casi 40% -que es muchísimo- queda a la intemperie. Si usté junta a los que laburan en blanco pero no están bajo Convenio, o no pueden (quieran o no) sindicalizarse, con los que no tienen trabajo formal,  y los que viven de changas y/o completan con algún plan  estatal, bueno, allí  tiene la fractura social verdadera.

Todo esto actúa sobre  la política y también la parte. Solamente  con una conciencia real del desastre, se puede comenzar a entender lo imprescindible de la unidad y dejar esos maravillosos escrúpulos (y tantos principios) para el ágora ateniense que, entre nosotros, era esclavista. Parecido a lo que hablábamos, al menos en la metáfora. 

La "grieta" que nos venden no dejan de ser deshilachadas discusiones de panzasllenas (entre los que me incluyo). Sin propósito de banalizar el debate político (o lo que sea eso) es necesario mirar más allá si se quiere hacer un análisis que no solo intente interpretar la realidad, sino que pueda proyectarse al futuro.

Algo así, ¿no?...


Las citas son de “Todos unidos volveremos” por José Natanson; Le Monde Diplomatique; edición 225; marzo 2018; págs.. 2 y 3.

viernes, 7 de julio de 2017

"...DE LOS TRABAJADORES, Y AL QUE NO LE GUSTA..."

En la foto, Omar Plaini –secretario general del gremio de Canillitas y diputado nacional- agradece emocionado la presencia y apoyo de un nutrido contingente de militantes y dirigentes de ATE Capital Federal, en la puerta de su sindicato. Fue en esta semana.

Plaini -además miembro importante del consejo directivo de la CGT- fue, como se sabe, suspendido en sus funciones sindicales, allanada la sede del gremio, intervenido el mismo y ocupado con fuerzas de Gendarmería. Todo a cuento de una vieja causa por supuestas irregularidades en una elección de 2013, que fuera desestimada por la Suprema Corte, y que ahora –casualmente tras el apoyo del sindicalista a la lista Unidad Ciudadana de CFK- es resucitada por un juez que hace gala de la separación de poderes al uso nostro del neoliberalismo Cambiemos.  Como excusa, una verdadera berretada. Como método recuerda en algo al asalto de los comandos civiles en el ’55 para destruir el sindicalismo peronista (y el peronismo, objetivo fundamental de ese momento y de este también).

No extraña la solidaridad inmediata de un gremio que revista en las filas de la CTA (ATE) con un alto dirigente de la CGT. La solidaridad es entre organizaciones de trabajadores cuando es agredido uno de sus miembros, uno de sus dirigentes. Allí no hay diferencias, o si las hubiere, se diluyen porque el que agrede es el enemigo de los trabajadores y agrede tratando de tener injerencia en la vida sindical. Hace tiempo, el movimiento obrero organizado obró de similar manera (defendiéndose) cuando otro gobierno de la democracia hizo el intento de intervenir pretextando la democratización de los sindicatos, a los que entendía como corporaciones. Fue la fallida ley Mucci.

En este caso, como en otros (llevamos ya cuatro intervenciones a sindicatos en este mandato presidencial), el apoyo y la solidaridad nada tienen que ver con intentar la impunidad ante iniciativas judiciales, por más dudosas que éstas sean. Los trabajadores defendemos y protegemos nuestras organizaciones. Lo bueno o lo malo del funcionamiento de los sindicatos debe ser cuidado o modificado por los trabajadores organizados y hay toda una rica historia que lo demuestra. Uno sabe –vaya que sabe- que los sindicatos tienen sus cosas: burócratas, traidores, chorros, y también representantes dignísmos de bases reales que muchas veces están a la cabeza de sus gremios porque allí los han llevado sus compañeros. Entonces, no vamos a caer en la tentación gorila de zamarrear dirigentes porque lo señala algún estamento del Estado (y menos aún, cuando ese Estado está representando cabalmente al Capital).

Hay historia pegada en este celo… camadas de anarcos inmigrantes y criollos, socialistas cabezones, los “sindicalistas revolucionarios” y también los comunistas obreros, que nos han legado el mandato de la independencia, de creer en nuestras organizaciones. Y después, el peronismo, bancado a morir el 17 de octubre por dirigentes y laburantes que se hacían peronistas en el mismo momento que inventaban el Movimiento, fue la forma de construir una identidad de trabajadores junto al Estado, con el Estado a favor, pero nunca desde el Estado. 

Ahora el panorama se complicó. A los despidos ocurridos desde la inauguración de este gobierno neoliberal (y conservador) en el Estado (¿recuerdan lo de la “grasa militante”?) se sucedieron –y siguen en una nueva ofensiva- muchísimos despidos en empresas privadas, suspensiones, y cierre de miles de PyMES. Pero eso es la periferia del cambio de modelo por uno de especulación, primarización y endeudamiento. El objetivo es el mercado laboral, bajar el “costo argentino” que tanto les molesta, terminar con la mala costumbre de las paritarias y modificar a la baja los convenios colectivos. Naturalizar la flexibilización laboral y terminar con derechos adquiridos. Se preparan para esta contienda del Capital contra el Trabajo; los envalentona tener votos para estas cosas, algo que no había ocurrido antes con la derecha…

Muchas veces uno dijo que el peor sindicato resultaba ser más beneficioso que el mejor patrón. Tal vez exageraba –todos pueden contar casos que desmientan lo afirmado- pero no en el fondo de la cuestión. En épocas de apuro –como ésta- es mejor tener laburo que perderlo, estar en blanco que a la deriva, tener el carné del sindicato que ahorrarse el aporte como un pelotudo. Es momento de andar juntitos, con la menor cantidad posible de diferencias, porque la voracidad obscena de esta gente no tiene límites. Quisieran vernos arreglando salario y condiciones de trabajo puesto por puesto, escritorio por escritorio o mejor, aceptando lo que ellos digan y punto. Hacer de cuenta que estamos en 1942 otra vez.

Por eso no es raro escuchar frente a la puerta de Canillitas el “¡Unidad de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode!”, seguido por el “Borombombóm, borombombóm, los sindicatos son de Perón!”. Cantaban los mismos, no eran consignas antagónicas.




lunes, 17 de octubre de 2011

QUEREMOS A PERON

"Me dijo Farrel: Bueno, Perón, ¿qué pasa?. Yo le contesté: Mi General, lo que hay que hacer es llamar a elecciones de una vez. ¿Qué están esperando? Convocar a elecciones y que las fuerzas políticas se lancen a la lucha. Eso está listo -me contestó- y no va a haber problemas. -Bueno, entonces me voy a mi casa. -¡No, déjese de joder!, me dijo y me agarró de la mano. -Esa gente está exacerbada, nos van a quemar la Casa de Gobierno." *

No fue una casualidad, sólo algunas pocas cosas lo son (o al revés). Para los que nunca van a entender nada (y hasta a veces algunos hacen esfuerzos, pero no les sale), hoy es el aniversario del populismo argentino. De esa especial relación "líder-masa" sin intermediaciones político-institucionales. O también cabe la otra versión liberal -por izquierda- de la emergencia de una alianza del bonapartismo militar, la burguesía parasitaria del estado y sectores ideológicamente desclasados que toman el control del movimiento obrero, para erigir un dique de contención a la radicalización y giro a la izquierda de las masas. Masas, masas y masas… nunca Pueblo.

El "hecho maldito del país burgués" se brinda a todos, pero no se marida bien con todos los paladares. Sucede que hay razones que pasan por el bolsillo y la panza, si, se elevan a la mirada que apenas se para y se adentra en el alma, muy adentro del alma. Quién pueda conjugar los verbos del secreto habrá iniciado la llamarada. Perón fue uno de esos pocos y ese fue el día preciso.

La dirigencia obrera -que interpretó cabalmente y hasta casi casi tarde el sentimiento y deseo de las bases- jugó una carta a fondo y deliberadamente. Fue una decisión conciente juntar la defensa de las conquistas obtenidas (no como "gracia desde arriba", malvados atorrantes que se la dan de izquierdistas), con la libertad del Coronel Perón. Era ese hombre la garantía, su nombre se transformó en consigna de lucha porque significaba cosas concretas.

¿Participar o no en la distribución del Producto Bruto Nacional desde el Estado? ¿Ser parte o proteger la "independencia" más allá de los resultados? ¿Mantener los principios o inaugurar otros en base a la larga experiencia? Algunas de las preguntas. Rescatar a Perón. Torcerle el brazo a los enemigos de adentro del Gobierno y a la Oligarquía. Hacer una demostración de fuerza propia para que lo vean todos. Enterarnos de que tenemos fuerza propia. Son algunas de las respuestas.

Lo demás es la historia de una alianza entre Perón y el Pueblo, entre Perón y más precisamente los trabajadores que hicieron el 17. Un amor siempre correspondido, no exento de peleas y chispazos de gente brava, de lealtades larguísimas, de generosidades estremecedoras. De nomeolvides eternos.

Cosas que sirven para mirar de reojo el presente -eso que pasa desde que nos damos cuenta- y saber para dónde tira el futuro cuando se habla de peronismo, pero de verdad. Algo de esto vamos viendo ahora, casi cuando parecía que se había terminado la esperanza y empezaba el recuerdo. Pero no.

Y entonces, a tanto tiempo, uno también sale al balcón y está en los dos lados, arriba y abajo (maravilla extraordinaria del peronismo), y escucha por primera vez cuando ya cayó la noche en la Plaza de antes de que naciéramos:
"-¡Trabajadores! Hace casi dos años, desde estos mismos balcones, dije que tenía tres honras en mi vida: la de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino…” *

Y sigue, y aún sigue.

* Extraído de la obra de Norberto Galazo: Perón. Formación, Ascenso y Caida (1898-1955) Tomo I; Edicioes Colihue. Grandes Biografias. 2005.

miércoles, 27 de abril de 2011

FRACASO

Todo preanuncia el desastre. Veamos... el viernes próximo se hará un acto de la CGT en la Av 9 de Julio al que se espera una concurrencia de medio millón de fulanos. En los últimos días, el anuncio de algunas deserciones tornan incierto el éxito del mítin.

En principio, no va Pedraza (está en cana junto a un grupo de amigos) y no se sabe qué harán los ferroviarios. Tampoco será de la partida Luis Barrionuevo (presumiblemente su esposa, candidata a gobernadora porque "es tiempo de trabajar", no vaya). El gitano Cavalieri no va. Para no hacerla larga, los "gordos" no van. Son los sindicalistas que avalaron al menemismo, los que se hicieron los distraídos con las privatizaciones y no cambiaron de parecer (y no quisieron ni siquiera parecer otra cosa). Ni uno de esos quiere ir. Sabemos también que el Momo Benegas no va, de lo que uno colige que la Mesa de Enlace no enviará a nadie porque la gente de campo es así, solidaria.

Entonces, ¿quién va?... Irán los de siempre. Los que bajan de los micros con bandera y vincha. Los eternos amantes del tetra y la prebenda. Los negros que forman parte del aparato sindical. Los camioneros que se cansaron de reventar el hotel de lujo que el sindicato tiene en Mar del Plata (y de seguro tienen más). Los que quieren que el sindicalismo sea no sólo un factor de presión, sino también de poder. Los infames que le dan bola a Recalde con esa manía que tiene el hombre de obligar a cumplir los artículos más que cuestionables de la Constitución Nacional. Voy yo y un montón de amigos. Va un cacho de mística. Van los que se quedaron en el 45 y no ven que venga un bondi mejor que ese. Va Néstor. Creo que va a ser un fracaso, ya lo voy a leer en Clarín y La Nación.

Justificar a ambos lados Nos vemos allá.

viernes, 18 de marzo de 2011

MOYANO Y UNO

Dos cosas antes de decir nada: la primera que –como en casi todo- no se trata de un solo tema sino de varios, variables que se entrecruzan y exigen flexibilidad y amplitud de pensamiento. Dos, hablemos diciendo claramente desde donde lo hacemos y sin hipocresías.

El tema no es Moyano, tampoco el sindicalismo argentino. Quiero hablar del movimiento sindical en el proceso que se abrió el 25 de mayo del 2003.

Por un lado, la historia marca que el movimiento obrero organizado se convirtió en un poderoso factor de poder y presión, con lógicos intereses profesionales (la defensa de sus afiliados, los trabajadores), que no es lo mismo que decir intereses “corporativos”.

Además, este tipo de sindicalismo moderno incorporó las prestaciones de salud, formación –tanto como parte de la educación formal como la profesional- y recreación, lo que obligó a las organizaciones a especializarse y a administrar-gerenciar.

Y un plus más que importante: el movimiento obrero consideró que una destacada participación en el Estado era imprescindible. Participación como funcionarios, participación desde la política, participación como actor institucional sobre todo cuando el color político que lo representa mayoritariamente se encarga del manejo del Estado (y generalmente de su recuperación).

Esta es la visión del sindicalismo según el peronismo y por lo tanto –y por convicción- es mi visión.

El 2003 nos encontró con un sindicalismo rejuntado pero que podíamos diferenciar bastante bien –si es que uno quiere tomarse el trabajo-en sus posiciones. Siempre fluctuante, pero si podíamos decir que los “gordos” habían quedado muy complicados con las políticas desindustrializadoras y neoliberales del menemismo, que hubo otros anteriores que fueron hasta cómplices de la dictadura. Que existía un sector –el núcleo del MTA sobre todo- que ostentaba con orgullo haber resistido a esas políticas desnacionalizadotas. Todos sabemos que Moyano lideraba ese grupo. Bien. Y había muchos que iban y venían, como siempre ocurrió en nuestro movimiento sindical.

Marginalmente quedaban los “combativos” y también los eternos contestatarios de las listas multicolores de la izquierda partidaria tradicional.

El mayor peso del movimiento sindical y la CGT fue una base indiscutible de apoyo al gobierno de Néstor y lo es hoy con Cristina. En este sentido Hugo Moyano es un compañero y aliado fundamental por lo que representa.

Hay una larga historia de ataques al movimiento obrero, y a la dirección de CGT y Camioneros en particular. Muchos se relacionan con la defensa de los intereses –si corporativos- de la Mesa de Enlace, con los sectores que dominan la cadena de precios y provocan alzas injustificadas que impactan en la canasta familiar, con sectores hegemónicos de los medios de prensa (ya sabemos de lo que hablamos). Sectores que, en definitiva, se han beneficiado política e ideológicamente –no sólo económicamente- con la dictadura militar y luego, en el menemismo. Sectores que no se tocan y los Kirchner han tocado. No podemos no tener en cuenta este elemento fundamental.

Y después está lo otro, el imaginario que siempre se basa en hechos reales que se generalizan para estereotipar y demonizar al “enemigo” (y el movimiento obrero es el enemigo de esta gente). Entonces, todos los dirigentes sindicales son Pedrazas, tienen patotas armadas que envían indiscriminadamente para amedrentar y defender sus privilegios, son mafiosos, todos son ricos y por lo tanto delincuentes, todos malversan los fondos de sus afiliados, todos medran con medicamentos truchos. Moyano es el ícono de la fábula y un objetivo mediático permanentemente en la mira.

Tampoco son santos, como no los hay en ningún sector de la sociedad y mucho menos en los factores de poder y presión de la sociedad.

No se si está bien lo del paro del lunes, no queda claro el pedido de la justicia suiza, se está armano mucha polvareda alrededor de esto y es sumamente sospechoso. Ya salió la Mahatma Carrió a hablar por el multimedios. Ya esta la “hormiguita” que parece vuelta al redil. Denuncias, dedos levantados, apelación a la tilinguería y año electoral.

Cuando se “lima” al moviendo obrero, sus instituciones y dirigentes como si fueran un todo, a mi me corre una cosa por la espalda y me pongo inmediatamente al lado de la organización sindical. Porque uno es eso, un trabajador y defensor de la organización sindical (no tiene ningún mérito, es una autodefensa contra el abuso del Capital). Y las cosas suelen venir mezcladas, sin buenos ni malos, todos primos.

Tal vez los compañeros se equivoquen y entren en el juego de otros, y aparezcan como una “corporación” que se resiste a la Justicia, y etc etc etc. No se. Guarda, que no nos perdonan una.

Lo que quiero decir es que de última, cada uno tiene que saber dónde tiene que estar. Los problemas de los sindicatos -limpieza administrativa, burocratización, democracia interna y demás-, los arreglamos o no entre los compañeros. Es un largo camino el transitado en la defensa de nuestras organizaciones, no tenemos ningún apuro y esto no empezó ayer.

Lo importante es no hacer el coro de los “indignados”, atrás siempre hay alguien que se frota las manos y sonríe. No olvidemos que es un año electoral.

domingo, 7 de noviembre de 2010

PAZ, PAN Y TRABAJO

Casi el 40% de los desaparecidos eran trabajadores. Delegados de base, miembros de Comisiones Internas (Comisiones Internas completas), miembros de Consejos Directivos de sindicatos, Secretarios Generales de sindicatos.

Existen dos razones importantes para que la militancia sindical fuera la presa preferida de la Gran Represión: una, había que reconvertir el aparato industrial para ponerlo en concordancia con los nuevos aires que soplaban ya en los países centrales (es decir, había que achicarlo); otra, era imprescindible hacer bien el trabajo que no había coronado la “revolución Libertadora”, es decir, acabar con la base social que daba sustento e insoportable continuidad al peronismo.

La clase obrera estaba “guardada” desde la avanzada del ’75 para echar a López Rega y terminar con el “rodrigazo”. Atontada por el golpe, asaltada por una represión capilar y sistemática. ¿En retirada, a la defensiva? No precisamente. Así lo atestiguan las luchas de 1976 y 1977, la huelgas del SMATA, el conflicto largo de Luz y Fuerza que costara la desaparición de su Secretario General Oscar Smith. Y hay más.

En la “primavera alfonsinista” y el “progresismo del tercer partido” se hizo silencio sobre la lucha de los trabajadores contra la dictadura, siguiendo el hilo quizás de la denuncia de un “pacto militar-sindical” tan cacareado y tan “oportuno”. Era preciso que emergiera la “civilidad” y se olvidaran los mamelucos y los descamisados. Venían los ochentas…(y los noventas).

Pero el movimiento sindical tuvo una presencia inocultable y hablamos de aquel que representó claramente a las bases y no de aquellos que si pactaron y fueron cómplices. Hablamos –si de agrupamientos sindicales se trata- de la Comisión de los 25 y de la Jornada Nacional de Protesta del 27 de abril de 1979, de la reconstitución clandestina de la CGT en Cerveceros el 12 de diciembre de l980, del paro general del 22 de julio de 1981.

Entre el ’79 y el ’81 se pasó de la resistencia (u “oposición” como quieren algunos) a la ofensiva. Gran parte del Secretariado cegetista viajó por el país en una casi clandestinidad reconstituyendo Regionales, armando comisiones de reclamos al margen de las intervenciones militares. Un trabajo silencioso poco estudiado y menos difundido.

Esa actividad dio como resultado la CGT-Brasil, la cegeté de las agrupaciones sindicales (peronistas sin duda, pero también no peronistas) que tenía como sede el primer piso de una casa desvencijada de Constitución (Brasil 1482, casi esquina Sáenz Peña). Se estaban reconstruyendo con muchísima dificultad las estructuras sindicales arrasadas por la dictadura, pero hacía falta salir a la sociedad y sumar sectores.

El 7 de noviembre de 198l (hace 29 años) una multitud de trabajadores y agrupaciones políticas y sindicales (las crónicas oscilan entre 10 y 50 mil participantes) marchó desde el estadio de Vélez a la iglesia de San Cayetano en Liniers. Era la primera gran manifestación con base fundamentalmente obrera que desafiaba públicamente al gobierno militar con las banderas de los sindicatos desplegadas y cantando el “se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”. Era un planteo político contundente. La protesta fue reprimida luego de que los oradores hablaran megáfono en mano.

Pedíamos “paz, pan y trabajo” y coréabamos: “la dictadura abajo”. Al frente de la columna iba Saúl Ubaldini, el secretario general de la CGT-Brasil.

domingo, 17 de octubre de 2010

AMOR DE DIECISIETE


Era un viejo modelo sindical y ellos eran sus dirigentes. No se caracterizaban por ser aventureros ni excesivamente contestatarios. Quedaban todavía algunos que podían contar pasadas glorias de aquel “sindicalismo revolucionario” de la Unión Sindical Argentina. Otros, aún fieles -pero nunca demasiado- al socialismo partidario, se sentían dueños de la sigla madre. Todos, sin dudas, tenían para mostrar blasones proletarios. Viejos sindicatos de transportes, ese nudo estratégico del modelo agroexportador que ya no era; los gremios de oficios que se extinguían junto con el recuerdo libertario de aquellos magníficos gringos anarquistas; el auxilio y sangre nueva de potentes sindicatos por rama de la industria organizados y tironeados por comunistas…Una babel obrera que se entendía por señas, por amores y desamores profundos, por historia.

Se estaba por partir.

Las bases ya no se podían contener; sólo esperaban a sus dirigentes a la cabeza pero… ¿cuánto más? Se sucedían las marchas espontáneas, los casi paros, las preguntas, porque si el coronel está preso ¿qué carajo nos puede esperar a nosotros? Sólo la sonrisa sobradora del patrón, de los de personal, del capatáz que anuncia la vuelta a los infiernos y el ya vas a ver, ya vas a ver.

Y eso que el movimiento obrero argentino ya no quería hacer la revolución social. Fuerte. Quería movilidad social, derecho laboral, protección, reconocimiento. Poder pasear el orgullo de ser trabajador, y ni aún soñaban que era posible algo así.

Mientras transcurrían las horas del confederal la gente salía de las casas. Una turba silenciosa de hormigas con un destino impensado. Vamos todos. Arriba de camiones, en los techos de los tranvías, de a pie cruzando ríos y barro. Y esas mujeres amenazantes “sin corpiño y sin calzón, somos todas de”. Es de mañana y se va dando vueltas mirando hacia arriba los edificios, parece otro país dicen que francia y esa es la casa rosada mirá la catedral y el cabildo como en los libros de la escuela y esos cafes deben ser de los bacanes y mira allá dónde está el obelisco eso que baja es el subterráneo ni loco me meto en ese agujero mira allá… Mirá allá.

Están acá, por todos lados. Con sus delegados a la cabeza, con sus dirigentes aunque no todos. Y están los otros que vienen de las barriadas. Los humildes, esa nueva categoría sociológica tan imprecisa. Saben muy bien lo que quieren señor, no son las masas “disponibles” en espera del líder demagógico (pobre germani y sus gorilas). Hay que escuchar lo que dicen…

“Queremos a Perón”.

Sencillo, a ver ¿qué es lo que no se entiende? Los clinudos dicen que quieren al coronel ese de la Secretaría, el de los aumentos de salario, los convenios de trabajo, las vacaciones pagas, la jubilación, la protección en el trabajo, la seguridad industrial, ese que habla de que sólo se puede admitir el capital si tiene una función social. Entienden muy bien. Y como están cansados, metieron las patas en la fuente. Y allí estarán hasta que se entienda.

“Queremos a Perón”.

Pasará la noche y no se moverán. Entre todos se asombran de ser tantos, de estar donde están. Uno se busca en las fotos también como si pudiera ser posible estar. Estamos todos, aún los que no habíamos nacido. Porque se estaba cocinando en una plaza la representación política de los trabajadores y los humildes, esto estaba pasando. La de mis tías obreras del vidrio, las tías costureras y mi abuela planchadora, aún la de aquellos que no la reconocían. Muy simple, como todo lo extraordinario.

La revolución en Argentina se llamó Justicia Social. Ya era muy de noche cuando ocurrió. Salió al balcón y todos lo veían, estaban al lado de él. Y habló, levantando los brazos. Le quemaron las retinas los rostros morenos de una Argentina sin redención, le inundó los oídos la música más maravillosa que pudo escuchar jamás. El dejó dobladas prolijamente las palmas a las que aspira todo soldado y se desabrochó la camisa.

No nos fuimos nunca más de esa Plaza.