"(...)Ya van a ser casi treinta años que me encuentro empeñado en
alcanzar tales soluciones y anhelo, si ello es posible, prestar quizá mi último
servicio a la Patria y a mis conciudadanos. Por eso a pesar de mis años, un
mandato interior de mi conciencia me impulsa a tomar la decisión de volver, con
la más buena voluntad, sin rencores - que en mí no han sido nunca habituales- y
con la firme decisión de servir. Si ello es posible.
Por todo ello, pido a mis compañeros que, interpretando mi regreso
dentro de tales sentimientos y designios, colaboren y cooperen para que mi
misión pueda ser cumplida en las mejores condiciones, en una atmósfera de paz y
tranquilidad, indispensables para todo lo que deseamos constructivo. Espero que
nuestros adversarios lo entiendan de la misma manera si es que, como nosotros,
anhelan terminar con los odios inexplicables y las violencias inconcebibles.
Espero, Dios mediante, estar con ustedes el día 17 de noviembre
próximo.
Hasta entonces un gran abrazo sobre mi corazón."*
"A Perón no le da el
cuero", había dicho el dictador (presidente) Lanusse cuando ensayaba una
de las últimas chicanas para evitar que el viejo líder fuera candidato a
presidente en las elecciones de 1973. Los últimos exponentes de la Libertadora
necesitaban un Perón que calmara las aguas que ellos habían convertido en un
tsunami. El país real estallaba por todos lados, no servía una dictadura y
tampoco las democracias débiles y vigiladas establecidas sobre la proscripción
del peronismo.
Un vertiginoso movimiento se
había levantado sobre lo que fue aquel peronismo inaugural de mediados de los
40. Había sido templado en una larga y terrible lucha desde que los verdaderos
salvajes bombardearon la plaza de Mayo y huyeron para volver por el poder en
setiembre del '55. Prohibiciones como el decreto 4161 que penaba nombrar a
Perón, Evita, los símbolos y todo lo que se relacionara con el peronismo; pero
también las manifestaciones de odio derribando estatuas, quemando cuadros y
libros, destrozando la vajilla y la ropa para los humildes de la Fundación Eva Perón.
Todo había sido arrasado, también la soberanía del país que entró a jugar de
lleno en el concierto "americano", como el patio trasero que nunca
había sido. Habían doblegado a un pueblo, lo habían baleado, robado, injuriado,
echado. Ese pueblo contaba sus mártires desde los basurales de José León Suárez
y la Penitenciería de Las Heras desde donde Valle ascendió al cielo. Y otros,
muchos otros.
La Resistencia los había
endurecido, y el Lisandro de la Torre se convirtió en la catedral de un movimiento
obrero derrotado, pero invencible. Con carbón y tiza en las paredes, con caños
en las calles, con miles y miles de movilizaciones y escaramuzas; de una manera
tan desigual se combatió la vergüenza y se pasó de una generación a otra. Y
también la violencia de arriba engendró la violencia de abajo. Surgieron las
"formaciones especiales" y se potenció la marea que iba, iba e iba.
El 17 de noviembre llovía. Miles
de efectivos cortaron calles y caminos, levantaron puentes, apostaron
tanquetas. Trataron de detener lo que era indetenible, como el cruce del
Matanza en hileras interminables y la marcha de fondo. Aislar el Aeropuerto,
que nadie llegue hasta Perón. Detener a Perón. Demostrar que no iba a ser
gratis, nunca.
Muchos marchaban por Perón,
porque lo conocían de antes, otros marchaban porque nunca lo habían visto. Para
algunos bastaba que Perón volviera y pusiera las cosas en orden para ser
felices. Otros, sentían que comenzaba otra época cuyo cimiento era Perón.
Todos teníamos un Perón guardado
en algún lado, confundido entre cosas queridas y cosas soñadas. Perón se había
transformado en un país al que había que llegar. Y ese 17, como aquel, era el
día.
Algunos sueños se transforman en
pesadillas, es cierto. Otros, nos guían para siempre... y cuando pensamos que
estamos llegando, se van más allá, como si alguien se hubiera puesto el
horizonte al hombro en el medio de un
pique feróz. Cosas que pasan con los pueblos, cosas que nos andan pasando. No sé
cuál Perón se nos quedó inconcluso de toda esa época. La verdad es que si uno
hojea números se da cuenta que ese tercer Perón cumplió, otra vez.
Algunos envejecimos un tanto
desde aquello. Aún queda el sabor de que todo estaba por ocurrir, y que todo
podía ocurrir. El tiempo se lleva esos pálpitos y los esconde en algún rincón
cuando el país vuelve a ser esa casa vacía. Pero siguen allí, aguardando otros
vientos, otra gente que cruce el Matanza. Porque Perón volvió, de verdad
volvió.
Y aunque siempre haya que empezar
de nuevo y ver qué significa en cada momento, en aquellos días tuvimos la
certeza que
Luche y Vuelve.
Luche y Vuelve.
Viva Perón.
*Solicitada "A los
compañeros peronistas" del 07-11-1972 Fuente: Juan Domingo Perón,
Documentos del retorno, Instituto Nacional “Juan Domingo Perón” de Estudios e
Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas, Buenos Aires, 2006.
(https://www.elhistoriador.com.ar/documentos/vuelta_de_peron/documentos_del_retorno_de_peron.php)