En 1984 Roger Donaldson dirige la tercera revisión del clásico Motín a bordo, que ya había sido llevado a la pantalla por Frank Lloyd en 1935 y Lewis Milestona en 1962. Como suele ser habitual, excepto notabilísimas excepciones, la primera sigue siendo la mejor, aunque en la segunda tenemos la soberbia interpretación de Marlon Brando y en esta que nos ocupa el duelo interpretativo entre Anthony Hopkins y un joven Mel Gibson. En esta destaca cierto afán desmitificador y una aparatosidad en el tratamiento formal que intenta empequeñecer a sus predecesoras, además de contar con más medios en ese momento de los que tuvieron las antiguas. Sin embargo, no llega a superar a aquellas a pesar de su envoltura.
Basada en hechos históricos, en 1787, La Bounty, una fragata de la armada británica se hizo a la mar. El objetivo de su capitán, el Coronel William Bligh (Anthony Hopkins) es circunnavegar la Tierra siguiendo la ruta del Cabo de Hornos. Después de un larguísimo viaje de más de 3500 millas marinas, lleno de penalidades y peligros, el severo y duro capitán accedió que la tripulación descansara en una remota y paradisíaca isla, cosa que se alargó en exceso, y cuando ordena reanudar el viaje, la indisciplina de la tripulación era ya incontrolable. Es, en esas circunstancias, cuando el segundo de a bordo Fletcher Christian (Mel Gibson) decide encabezar un motín al que apoya la mayor parte de la tripulación.
La banda sonora corrió a cargo de Vangelis, pletórico por aquel entonces, y aquí lo vuelve a bordar.