Albert Pintó dirige este film de terror titulado Malasaña 32, un film que recoge muchos de los tópicos y clásicos del cine de terror y con un gran componente castizo, no sólo por el barrio de Madrid en el que se desarrollan los hechos, sino también por la época y su ambientación muy lograda, 1976. Si que es cierto, que la película da miedo, pero igualmente lo es también la previsibilidad del susto que se viene encima, es decir, alarga mucho la secuencia, entonces sabes lo que va a ocurrir, y cuando llega el momento ya te ha pasado el subidón.
El film, después de la primera escena de la canica de los chavales cuatro años antes, gana interés cuando se nos cuenta la historia, la de Manolo y Candela, una pareja que se instalan en el barrio de Malasaña, concretamente en el número 32 de la calle Manuela Malasaña, junto a sus tres hijos y el abuelo Fermín, huyendo del pueblo y buscando prosperidad, la que les ofrece la capital de un país en plena transición política y que deja atrás la dictadura. El problema viene, cuando extraños fenómenos empiezan a suceder en la casa, es cuando la familia Olmedo sufre la presencia de alguien en la casa.
Pero en el año 1976, el país está en un momento extraño, ya que después de la muerte del dictador hay una época de estancamiento o tiempo muerto, por así decirlo, y esa sensación está en la película, aunque no se alude directamente a ella, es como si se sintiera. Y claro, eso se mezcla perfectamente con la vida de este matrimonio, que tiene una historia detrás, y poniendo a parte la historia del piso y sus sorpresas, revela el verdadero motivo de la marcha de ellos de la zona rural a la urbana.
Pero a partir de ahí, empiezan a suceder los hechos misteriosos en la casa, y en ese momento es donde se tira mucho de clichés, puertas que se abren y se cierran solas, mecedoras que se balancean solas, las notas que van en la cuerda de la ropa y que alguien escribe desde el otro lado, el siniestro show televisivo, etc...
Curioso, muy curioso el personaje del abuelo (al que da vida José Luis de Madariaga), que parece saber más de lo que dice. Pero aún más el de la Señora Dávalos, a la que da vida Concha Velasco, que está soberbia, y el de su hija, que sufre de parálisis. El director no profundiza más en los dos primeros personajes, a los que no les da el protagonismo que merecen, aunque sí en la parte que será el desencadenante de los hechos finales. Pero el director tiene claro que lo siniestro domina la cinta, y va acelerando el paso hasta la resolución final.
Begoña Vargas y Sergio Castellanos son actores jóvenes que prometen, mientras que el personaje de Javier Botet también esconde algo, aunque no se indaga mucho sobre él.
En definitiva, Malasaña 32 no va a ser el revitalizador del género con un punto y aparte, pero hace pasar un "buen rato" en la butaca y tiene momentos de buen acabado visual, y se nota el esfuerzo constante del equipo.
Os dejo con el tráiler del film.
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