El martes pasado a la noche yo volvía a mi casa en el colectivo de la línea 112 desde el club donde practico patín artístico, y comencé a sentir un aroma rico, a algo comestible. Al principio pensé que venía de afuera, de alguna pastelería, pero como el aroma era persistente comencé a pensar que era de adentro. Después empecé a sentir un ruido en el asiento de atrás, que no supe a qué atribuir, si a semillas de girasol partidas o a cáscaras de maní.
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Mi estómago no me dejaba pensar, reclamaba la ingesta de eso, de eso rico, de eso, lo que fuera. Yo trataba de pensar, para saber qué era, creo que decidí que era maní, y mi estómago se enteró y me reclamó el maní. Traté de razonar con el estómago, diciéndole mentalmente que pronto llegaríamos a casa y le daría de comer, pero fingió no oírme y me siguió molestando como gato con hambre. No digo que maullara, pero sí me molestaba insistentemente, como un gato.
Mi estómago no me dejaba pensar, reclamaba la ingesta de eso, de eso rico, de eso, lo que fuera. Yo trataba de pensar, para saber qué era, creo que decidí que era maní, y mi estómago se enteró y me reclamó el maní. Traté de razonar con el estómago, diciéndole mentalmente que pronto llegaríamos a casa y le daría de comer, pero fingió no oírme y me siguió molestando como gato con hambre. No digo que maullara, pero sí me molestaba insistentemente, como un gato.
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Antes de bajarme miré el asiento de atrás y vi una mujer, de unos cincuenta años o más, que sostenía su cartera con las dos manos y miraba hacia adelante. Pensé que el ruido y el aroma pertenecían a mi imaginación, o a la imaginación de mi estómago desesperado por apenas tres horas y media de ayuno.
Antes de bajarme miré el asiento de atrás y vi una mujer, de unos cincuenta años o más, que sostenía su cartera con las dos manos y miraba hacia adelante. Pensé que el ruido y el aroma pertenecían a mi imaginación, o a la imaginación de mi estómago desesperado por apenas tres horas y media de ayuno.
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Ayer jueves, a la misma hora y en el mismo colectivo me senté en el mismo asiento. No sé si ya había alguien sentado atrás o se sentó después, no me fijé, pero en un momento comencé a sentir el mismo aroma y los mismos ruiditos. Ahí lo paré al estómago antes de que se entusiasmara y no me molestó, me di cuenta de que es como los perros, hay que pararlo antes de que avance. Y pensé: ¿era maní?, ¿sonaba como la cáscara de maní?, ¿olía a maní?, ¿no era girasol?, ¿ese ruido no era girasol entre los dientes?, ¿y si era pororó?, ¿no podía ser pororó?
Ayer jueves, a la misma hora y en el mismo colectivo me senté en el mismo asiento. No sé si ya había alguien sentado atrás o se sentó después, no me fijé, pero en un momento comencé a sentir el mismo aroma y los mismos ruiditos. Ahí lo paré al estómago antes de que se entusiasmara y no me molestó, me di cuenta de que es como los perros, hay que pararlo antes de que avance. Y pensé: ¿era maní?, ¿sonaba como la cáscara de maní?, ¿olía a maní?, ¿no era girasol?, ¿ese ruido no era girasol entre los dientes?, ¿y si era pororó?, ¿no podía ser pororó?
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Cuando me bajé algo crugió bajo mi zapatilla, la levanté y miré, eran cáscaras de maní en el piso del colectivo. Miré a la mujer, que sujetando su cartera, miraba al frente, inocentemente.
Cuando me bajé algo crugió bajo mi zapatilla, la levanté y miré, eran cáscaras de maní en el piso del colectivo. Miré a la mujer, que sujetando su cartera, miraba al frente, inocentemente.