Se lo aburridos que estaréis muchos de que repetidas veces, eche pestes de los humanos, pero razones tengo. No se si es que yo me los encuentro a todos los despreciables, o que a mí, me afecta la maldad más que a otros. Raro es el día que me no indigno por la actitud o las acciones de gente que me parece muy mala. Basta enterarse de las noticias, cada día, para perder aún más fe en la gente. Por suerte, de vez en cuando, me sorprendo conociendo a personas que son todo lo contrario. Personas que aunque lejos de ti, sientes cerca y agradeces cada día haber conocido, pues no abundan. Son seres valiosos e imprescindibles. Mi amiga Lucía es uno de estos seres. Es fácil que te guste y es fácil, muy fácil, quererla. Lucía vive en un pueblo de Cuenca y yo en Madrid, lo cual hace que nos veamos poco, pero gracias a WhatsApp, estamos en contacto a diario. Me parto de risa con ella, leyendo las líneas que escribe y ella, parece ser que también conmigo, lo cual, es otro motivo de celebración. Nunca olvidaré cuando se enteró de que mi bella rusa, Tallulah, estaba grave e ingresada en una clínica y ella me insistió, por teléfono, en venir desde ese pueblo de Cuenca, solo para ayudarnos con los traslados de clínicas, cosa que nos negamos a aceptar; aunque al día siguiente, cuando Tallulah mejoró, se empeñó en aparecer para traérnosla a casa. Detalles como esos, no se olvidan y no te basta lo que dura una vida para agradecerlos.
Sí, Lucía es generosa, además, tiene un corazón enorme. Tiene adoptados a un puñado de perros y otro puñado de gatos (yo siempre pierdo la cuenta). Además, adopta a abuelillos, de esos que en ese triste estado de sus vidas, ya pocos quieren. Eso, el poseer un gran corazón y dar un hogar, cuidados y amor a ancianas criaturas, hace que se le vayan, sin remisión, con más frecuencia de lo que un corazón humano puede soportar. Pero como el corazón de Lucía es enorme, continúa soportándolo y cobijando a todos los que tristemente se trasladan a él para siempre.
Lucía ha comenzado el nuevo año, con un mazazo. Su preciosa chiquitina, que la acompañaba a todos lados, su tierna criaturita de un solo ojo, se le ha ido mientras la tenía sobre su regazo, así, sin avisar, sin posibilidad de prepararse uno para ello, si es que existe una posibilidad para algo tan doloroso y triste. Siempre digo que yo espero que podamos encontrarnos algún día, en algún sitio, con estos seres que siempre, nos dejan demasiado pronto. Si hay algo en lo que quiero creer, es en esa posibilidad.
Lucía debería alegrarse de haber dado la vida, cuidados y amor, que le ha proporcionado a su preciosa criatura, teniéndola a su lado los últimos meses de su vida, aunque cueste tantísimo desprenderse de ella para siempre. Aunque duela tanto no tenerla más en sus brazos. Pero se, por propia experiencia, que es dificilísimo lograrlo.
Un abrazo muy fuerte, cariño. Pensamos en ti. Y en tu Mini.
Sólo unas horas después de publicar este post, me entero de que Mateo, un precioso gatillo de mi también amiga Carmen, la ha dejado con el corazón roto, después de estar dos días ingresado. Esta noticia, también rompe el alma. Carmen también tiene un puñado de perros y gatos adoptados, además de ser casa de acogida de otros pobres necesitados. Ella es de esas personas, como Lucía, de las que deberíamos muchos, tomar como modelo.
Un fuerte abrazo, Carmen. Imaginamos como te sientes. Es duro no ser capaz de proporcionar consuelo, en casos como estos.