El que come mi carne y
bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él" (Juan. 6:57).
S. Dionisio dice que el
amor tiende siempre a la unión con el amado. Y debido a que la comida se
convierte en uno con quien la toma, así
que Nuestro Señor quiso convertirse en alimento para nosotros. Recibirlo en la
Santa Comunión, nos hacemos uno con él: "Tomad, comed: esto es mi cuerpo
"(Mt 25,26). Como si dijera, afirma S. Juan Crisóstomo: por lo que
llegamos a ser una sola alma.
Como dos pedazos de
cera derretida, dice S. Cirilo de Alejandría, se mezclan y confunden, como un
alma que se une a las acciones de Jesús de tal manera que es Jesús y Jesús en
él.
¡Oh, mi amado Redentor,
¿cómo puedes venir a mi ? Locura de amor. ¡Te amo tanto!…me unes a tu corazón
para que tu corazón, y mi corazón sean uno solo.
Jamás en mi vida he
sentido tanta dicha, ni tanta grandeza. Mi Amor Jesús, estoy todos los días deseando
que llegue ese momento…¡ese Gran Milagro!
Nada ni nadie
en mi vida me ha hecho tan feliz. Te amo Señor.
¡BENDITO Y ALABADO SEAS
EN EL SANTÍSIMO
SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA!