Santos y
teolog�a del coraz�n - San Pio de Pietrelcina |
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1887-1968
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"Solo quiero ser un
fraile que reza..." San Padre Pio
CRONOLOG�A
DEL P. P�O
1887 - 25 mayo:
Nace en Pietrelcina, Italia
1903 - 6 enero:
Edad 15 a�os. Entra al noviciado franciscano
OFM cap en Morcone.
1904 - 22 enero:
Profesa como franciscano
1910 - 10 agosto:
Ordenaci�n sacerdotal en Benevento
1918 - 20 septiembre:
Recibe las estigmas, (llagas
de Jesucristo)
1923 - 1933
Le fue prohibido celebrar misa en p�blico y comunicaci�n con sus hijos
espirituales; v�ctima de calumnias.
1947
Comienzan los grupos de oraci�n del Padre P�o.
1956 - 5 mayo:
Inauguraci�n de la Casa Sollievo della Sofferenza
(alivio del sufrimiento)
1968 - 23 septiembre:
Fallece en San Giovanni
Rotondo
1998 - 21 de diciembre: Reconocimiento
de milagro
1999 - 2 de mayo: Beatificaci�n
2001 - 20 de diciembre: Reconocimiento
de 2� milagro
2002 - 16 junio:
Canonizaci�n en el Vaticano
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San Pio
de Pietrelcina, entr� en los Capuchinos con 15 a�os de edad.Ordenado
el 10 de agosto de 1910.Asignado a San Giovanni Rotondo en 1916,
vivi� all� hasta su muerte.Recibi� los estigmas: 20 de septiembre,
1918. Los llev� por 50 a�os.Entr� en la Vida Eterna: 23 de
septiembre, 1968.Beatificado por el Papa Juan Pablo II el 2 de mayo
de 1999. Canonizado por el Papa Juan Pablo II el 16 de junio del
2002.
"Solo quiero ser un fraile que reza...�
�Reza, espera y no te preocupes. La preocupaci�n es in�til. Dios es
misericordioso y escuchar� tu oraci�n... La oraci�n es la mejor arma
que tenemos; es la llave al coraz�n de Dios. Debes hablarle a Jes�s,
no solo con tus labios sino con tu coraz�n. En realidad, en algunas
ocasiones debes hablarle solo con el coraz�n...� -Padre P�o
El Padre P�o es uno de los m�s grandes m�sticos de nuestro tiempo,
amado en todo el mundo. Nos ense�� a vivir un amor radical al
coraz�n de Jes�s y a su Iglesia. Su vida era oraci�n, sacrificio y
pobreza. Alcanz� una profunda uni�n con Dios.
Famoso confesor. El Padre P�o pasaba hasta 16 horas diarias en el
confesionario. Algunos deb�an esperar dos semanas para lograr
confesarse con �l, porque el Se�or les hac�a ver por medio de este
sencillo sacerdote la verdad del evangelio. Su vida se centraba en
torno a la Eucarist�a. Sus misas conmov�an a los fieles por su
profunda devoci�n. Pose�a una ferviente devoci�n por la Virgen
Mar�a.
DONES EXTRAORDINARIOS:
Discernimiento extraordinario: la capacidad de leer los corazones y las
conciencias. Profec�a: pudo anunciar eventos del futuro. Curaci�n: curas
milagrosas por el poder de la oraci�n. Bilocaci�n: estar en dos lugares al mismo
tiempo. Perfume: la sangre de sus estigmas ten�a fragancia de flores.
Llegaban a verle multitud de peregrinos y adem�s recib�a muchas cartas pidiendo
oraci�n y consejo. Los m�dicos que observaron los estigmas del Padre P�o no
pudieron hacer cicatrizar sus llagas ni dar explicaci�n de ellas. Calcularon que
perd�a una copa de sangre diaria, pero sus llagas nunca se infectaron. El Padre
P�o dec�a que eran un regalo de Dios y una oportunidad para luchar por ser m�s y
m�s como Jesucristo Crucificado. Su beatificaci�n fue la de mayor asistencia en
la historia. La plaza de San Pedro y sus alrededores no pudieron contener la
multitud que asisti� a su beatificaci�n. El Padre P�o es un poderoso intercesor.
Los milagros se siguen multiplicando.
BIOGRAF�A
Infancia
Francisco Forgione (San Padre P�o) naci� en el seno de una humilde y
religiosa familia, el Mi�rcoles 25 de mayo de 1887 a las 5 de la tarde, hora en
que las campanas de la Iglesia sonaban para llamar a todos los fieles a honrar a
la Virgen Sant�sima en su mes. El Beato Padre P�o naci� en una peque�a aldea del
Sur de Italia, llamada Pietrelcina, una peque�a villa en la provincia de
Benevento, Italia. Sus padres, Horacio Forgione y Mar�a Giuseppa de Nunzio
Forgione, ambos agricultores, encomendaron la protecci�n de su reci�n nacido a
San Francisco de As�s, por esta raz�n le bautizaron con el nombre de Francisco
al d�a siguiente de su nacimiento.
El Padre P�o, cuando era a�n un beb�, lloraba desconsoladamente al grado que su
padre no lograba descansar por la noche de lo fuerte y constante de su llanto,
su padre dec�a que �al beb� nunca se le acababa el aire�. Una vez que se
encontraba con su pap� a solas en casa, este no pudo consolarle para que parara
de llorar y lo arroj� en la cama exclamando: �Parece que el diablo hubiese
nacido en mi casa�.
Relata el Padre P�o que desde ese preciso momento, nunca m�s volvi� a llorar
as�. La familia Forgione viv�a en el sector m�s pobre de Pietrelcina. Francisco
fue pobre, pero como �l mismo dir�a m�s adelante, nunca careci� de nada... Los
valores eran diferentes en aquella �poca; un ni�o se consideraba dichoso si
ten�a lo b�sico para vivir. Fue un ni�o muy sensible y espiritual.
Inicio de sus experiencias extraordinarias
Su vida transcurri� en los alrededores de la Iglesia Santa Mar�a de los �ngeles,
que podr�amos decir fue como su "hogar". Aqu� fue bautizado, hizo su Primera
Comuni�n, su Confirmaci�n, y precisamente aqu�, a los cinco a�os de edad, tuvo
una aparici�n del Sagrado Coraz�n de Jes�s. El Se�or pos� Su mano sobre la
cabeza de Francisco y este prometi� a San Francisco que ser�a un fiel seguidor
suyo. El curso de su vida y su vocaci�n quedar�a desde ese momento sellado.
Padre P�o se ofrece a tan corta edad como v�ctima. Este a�o marcar�a la vida de
Francisco para siempre; empieza a tener apariciones de la Sant�sima Virgen, que
continuar�an por el resto de su vida.
Tambi�n ten�a trato familiar con su �ngel guardi�n, con el que tuvo la gracia de
comunicarse toda su vida y el cual sirvi� grandemente en la misi�n que �l
recibir�a de Dios. Es tambi�n a esta edad que los demonios comenzaron a
torturarlo. El ni�o acostumbraba a cobijarse bajo la sombra de un �rbol
particular durante los c�lidos y soleados d�as de verano. Amigos y vecinos
testificaron que fueron en m�s de una ocasi�n las veces que le vieron pelear con
lo que parec�a su propia sombra. Estas luchas continuar�an por el resto de su
vida.
Fue un ni�o callado, diferente y t�mido, muchos dicen que a tan corta edad ya
mostraba signos de una profunda espiritualidad. Era piadoso, permanec�a largas
horas en la iglesia despu�s de Misa. Hizo hasta arreglos con el sacrist�n para
que le permitiera visitar al Se�or en la Eucarist�a, en los momentos en los
cuales la iglesia permaneciera cerrada.
Curado por los chiles
En tiempos en que el Padre era a�n peque�o, la tifoidea era una enfermedad
mortal y el peque�o Francisco se vio al borde de la muerte a consecuencia de
ella. La fiebre le llego tan alta, que el mismo doctor le inform� a su madre que
al peque�o Francisco le quedaban unas cuantas horas de vida. La madre, aun con
el dolor que experimentaba su coraz�n, debi� continuar sus labores dom�sticas y
prepar�, como de costumbre, alimentos para los trabajadores que les ayudaban con
sus tierras. La comida que Guiseppa prepar� fueron chiles fritos y los
trabajadores no se los terminaron por ser tan picosos. Al peque�o enfermo, el
olor de los chiles le result� muy apetecible y en cuanto se encontr� a solas, no
pudiendo caminar, se arrastr� hasta el lugar en el que se encontraban los chiles
que tanto le apetec�an y se los comi� todos.
Cuando termin� de comer, se regres� a su cama y sinti� una gran sed. Llam� a su
hermano Miguel para que le trajera algo de tomar. Su hermano le llev� una
botella de leche y le sirvi� un poco en una cuchara, como lo hab�an estado
haciendo. Francisco, tom� la botella y se la tom� toda para la sorpresa de su
hermano. Cuando su madre regres� m�s tarde a buscar los chiles, encontr� el
plato vac�o y no se imagin� que hubiese sido Francisco el que se los hubiese
comido. Aunque esta comida podr�a haber sido fatal para su salud, produjo
cambios radicales. Desde ese momento, Francisco se cur� de la tifoidea y su
salud se restaur� por completo.
Un milagro en su presencia
Un d�a, siendo a�n peque�o, acompa�� a su padre, Horacio, en una
peregrinaci�n al Santuario de San Peregrino. La iglesia estaba llena de fieles
de todas partes. Francisco se arrodill� para orar al frente del Santuario y
observaba la angustia de una madre que se acerc� al altar con un ni�o deforme en
sus brazos e imploraba al Santo que intercediera por la sanaci�n de su hijo.
Mientras su padre se preparaba para salir de la Iglesia, Francisco no se mov�a
en profunda oraci�n de intercesi�n por el ni�o. La madre de este, en un arrebato
de desesperaci�n dijo en voz alta frente a la imagen del Santo: �Cura a mi hijo,
si no lo quieres curar, t�malo, yo no lo quiero� y diciendo esto, arroj� al ni�o
en el altar. En el preciso momento en que el ni�o toc� el altar, �ste san� por
completo. Esta experiencia del poder de la oraci�n, afianz� grandemente la
confianza de Francisco en el poder de la intercesi�n de los Santos.
Primeros estudios
Francisco ten�a gran sed de aprender. Por no haber escuelas en la villa,
unos granjeros se voluntarizaron para ense�ar a los ni�os del �rea. Su mayor
ambici�n era que los ni�os pudieran aprender a leer y los m�s brillantes a
escribir. La ense�anza se llevaba a cabo durante la noche por la necesidad
existente de trabajar, tanto adultos como ni�os durante el d�a. Francisco
estudiaba durante este tiempo. Otros ni�os prefer�an jugar, pero esto no era una
de sus prioridades. Su preferencia era siempre pasar la mayor parte del tiempo
en oraci�n y estudiar en el tiempo destinado para el aprendizaje. Padre P�o fue
un ni�o disciplinado, que entend�a el sacrificio que era para sus padres
patrocinar su tiempo de aprendizaje.
Estudios para prepararlo a la Vida Religiosa
Lleg� el momento en el cual Francisco manifestar� su deseo de ser religioso.
Su padre, al ver la limitaci�n existente de educaci�n en la villa, emigr� a los
Estados Unidos y a Jamaica buscando mejor solvencia econ�mica que le permitiera
sufragar los gastos de educaci�n para Francisco. Sus padres, aunque humildes,
recibieron gran sabidur�a del Se�or para ver el camino que su hijo habr�a de
seguir. Hicieron grandes sacrificios para que se hiciera posible.
Fue durante este tiempo en que su madre, Giuseppa, hizo arreglos para que su
hijo recibiera la formaci�n necesaria para poder ingresar en el seminario. La
�nica posibilidad en ese momento era recibir clases con Don Domenico Tizzani, un
exsacerdote que habiendo abandonado el ministerio, hab�a contra�do matrimonio.
Don Domenico ten�a la reputaci�n de ser muy buen maestro, pero algo pasaba con
el joven Francisco que parec�a tener un bloqueo mental en su presencia. Do�a
Giuseppa busc� otro maestro para Francisco y lo encontr� en el maestro Angelo
Cavacco. Con �l, el joven Francisco avanz� con gran rapidez y mostr� tener gran
capacidad.
Preparaci�n para el Noviciado
Los d�as antes de entrar al seminario fueron d�as de visiones del Se�or, que
le preparar�an para grandes luchas. Jes�s le permiti� ver a Francisco el campo
de batalla, los obst�culos y enemigos. A un lado hab�an hombres radiantes, con
vestiduras blancas, al otro lado, inmensas bestias espantosas de color oscuro.
Era una escena aterradora y las rodillas del joven Francisco comenzaron a
temblar. Jes�s le dice que se tiene que enfrentar con la horrenda criatura, a lo
que Francisco responde temeroso, rog�ndole al Se�or que no le pidiera cosa
semejante de la cual no podr�a salir victorioso. Jes�s vuelve a repetir su
petici�n dej�ndole saber que estar�a a su lado. Francisco entonces entra en un
feroz combate, los dolores infligidos en su cuerpo eran intolerables, pero sali�
triunfante. Jes�s alert� a Francisco de que entrar�a en combate nuevamente con
este demonio a lo largo de toda su vida, que no temiera: �Yo estar�
protegi�ndote, ayud�ndote, siempre a tu lado hasta el fin del mundo�. Esta
visi�n particular petrific� a Padre P�o por 20 a�os.
El d�a antes de entrar al Seminario, Francisco tuvo una visi�n de Jes�s con su
Sant�sima Madre. En esta visi�n, Jes�s posa Su mano en el hombro de Francisco,
d�ndole valor y fortaleza para seguir adelante. La Virgen Mar�a, por su parte,
le habla suavemente, sutil y maternalmente penetrando en lo m�s profundo de su
alma.
Ingreso en el Noviciado de Morcone
Padre P�o siempre camin� el sendero estrecho, no permiti�ndose lujos ni nada
que le pudiera desviar de su relaci�n con Jes�s. A los 15 a�os de edad,
Francisco hab�a adelantado lo suficiente como para entrar al Seminario; ser�a
Fraile Capuchino. Ingres� con la Orden Franciscana de Morcone el 3 de enero de
1902. Quince d�as despu�s de su entrada, el d�a 22 de enero de 1902, Francisco
recibi� el h�bito franciscano que est� hecho en forma de una cruz y percibi� que
desde ese momento su vida estar�a �crucificada en Cristo�, tom� adem�s, por
nombre religioso, Fray P�o de Pietrelcina en honor a San P�o V.
La Fraternidad Capuchina en la cual ingres� era una de las m�s austeras de la
Orden Franciscana y una de las m�s fieles a la regla original de San Francisco
de As�s. El ayuno y la penitencia eran pr�cticas habituales. El Fraile P�o
abraz� todas las formas de autoprivaci�n, comiendo siempre muy poco, en una
ocasi�n se aliment� �nicamente de la Eucarist�a por 20 d�as y aunque d�bil
f�sicamente se presentaba a clases con preclara alegr�a. Fue una de las mejores
�pocas de su vida: "Soy inmensamente feliz cuando sufro, y si consintiera los
impulsos de mi coraz�n, le pedir�a a que Jes�s me diera todo el sufrimiento de
los hombres".
Primera bilocaci�n
En 1905, solo dos a�os despu�s de haber entrado al Seminario, el Fraile P�o
experimenta por primera vez la bilocaci�n. Rezando acompa�ado de otro fraile en
el coro, una noche fr�a de enero, alrededor de las 11:00 de la noche, se
encontr� a s� mismo muy lejos, en una casa muy elegante en la cual un padre de
familia agonizaba en el mismo momento que su hija nac�a. Nuestra Sant�sima Madre
se le apareci� al Fraile P�o dici�ndole: �Encomiendo esta criatura a tus
cuidados; es una piedra preciosa sin pulir. Trabaja en ella, l�strala, hazla
brillar lo m�s posible, porque un d�a me quiero adornar con ella�. A lo que �l
contest�: ��C�mo puede ser esto posible si soy un pobre estudiante, y todav�a ni
siquiera s� si tendr� la fortuna de llegar a ser sacerdote? Y si no llegara a
ser sacerdote, �c�mo podr�a ocuparme de esta ni�a estando tan lejos?�. La Virgen
le contest�: �No dudes. Ser� ella quien venga a ti, pero la conocer�s de
antemano en la Bas�lica de San Pedro�. Inmediatamente se encontr� de nuevo en el
coro donde hab�a estado rezando minutos antes.
Dieciocho a�os m�s tarde esta ni�a se present� en la Bas�lica de San Pedro,
agobiada y buscando a un sacerdote con quien pudiera confesarse y recibir
direcci�n espiritual. Ya era tarde y la Bas�lica iba a cerrar, mir� a su
alrededor y vio a un fraile entrar en el confesionario y cerrar la puerta. La
joven se le acerc� y comenz� a compartirle sus problemas. El sacerdote absolvi�
sus pecados y le dio la bendici�n. La joven en agradecimiento quiso besarle la
mano, pero al abrir el confesionario solo encontr� una silla vac�a.
Un a�o despu�s, la joven fue en peregrinaci�n a San Giovanni Rotondo. Padre P�o
caminaba por los pasillos de las celdas repletos de peregrinos y al ver a la
joven entre ellos, la se�al� diciendo: �Yo te conozco, tu naciste el d�a que tu
padre muri�, la joven, sorprendida, esper� largo rato para poderse confesar con
el Padre y aclarar sus inquietudes. Padre P�o le recibe en el confesionario con
estas palabras: "Mi hija, has venido finalmente; he esperando tantos a�os por
ti!". La joven a�n m�s sorprendida le manifest� que �l estaba equivocado, siendo
�sta la primera vez que ella visitaba San Giovanni. A lo que Padre P�o contest�:
"Ya t� me conoces, viniste a m� el a�o pasado en la Bas�lica de San Pedro". La
joven se convirti� en su hija espiritual, obedeciendo siempre a sus consejos. Se
cas� y form� una s�lida y ejemplar familia cristiana.
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Ordenaci�n Sacerdotal
El 10 de agosto de 1910, Padre P�o es ordenado sacerdote en la Catedral de
Benevento, Italia. La tarde de aquel d�a, escribe esta oraci�n: �Oh Jes�s, mi
suspiro y mi vida, te pido que hagas de m� un sacerdote santo y una v�ctima
perfecta�. El d�a de su ordenaci�n, su padre se encontraba en Am�rica, pero su
madre, su hermano Miguel y su esposa, y sus tres hermanas le acompa�aron en ese
d�a tan especial. Al finalizar la Santa Misa, su madre y sus hermanos se
acercaron a la baranda para recibir su primera bendici�n. Su madre no pod�a
contener sus l�grimas, tanto de la emoci�n como del dolor de pensar en la
ausencia de su esposo, cuyo sacrificio hab�a hecho posible la ordenaci�n de su
hijo.
Como era la costumbre, el nuevo Padre celebrar�a su primera Misa en la iglesia
de su pueblo, en Santa Mar�a de los �ngeles. En la misma iglesia en la que 23
a�os antes hab�a sido bautizado, en donde hab�a recibido la Primera Comuni�n y
el Sacramento de la Confirmaci�n. El padre sol�a decirles a sus hijos
espirituales �Si ustedes desean asistir a la Sagrada Misa con devoci�n y obtener
frutos, piensen en la Madre Dolorosa al pie del Calvario�.
De regreso en Pietrelcina
Mientras m�s alto escalaba el joven sacerdote hacia la perfecci�n, m�s era
asechado por el demonio. Y mientras m�s atormentado era por Satan�s, m�s crec�a
en fe y en amor al Se�or. Poco despu�s de su ordenaci�n, le volvieron las
fiebres y los males que siempre le aquejaron durante sus estudios, y fue enviado
a su pueblo, Pietrelcina, para que se restableciera de salud.
Cada vez que se hac�a el intento para restaurarlo a la vida religiosa dentro del
monasterio, este fracasaba, pues su salud empeoraba. Su vida sacerdotal en
Pietrelcina inclu�a mucha oraci�n acompa�ada de muchas funciones religiosas, as�
como estudios teol�gicos, catecismo para los ni�os del pueblo y reuniones con
individuos y familias. Durante este per�odo en Pietrelcina, su antiguo profesor,
el ex sacerdote Tizzani, agonizaba. Su hija, vi�ndolo cerca a la muerte, llam�
al Padre P�o para que asistiera a su padre, quien providencialmente pasaba por
su casa en ese momento. El moribundo recibi� del Padre la gracia de Dios y la
salvaci�n eterna de su alma, hizo su confesi�n con l�grimas de arrepentimiento y
muri� en paz.
Primera aparici�n de los estigmas
Durante su primer a�o de ministerio sacerdotal, en 1910, el Padre P�o
manifiesta los primeros s�ntomas de los estigmas. En una carta que escribe a su
director espiritual los describe as�: �En medio de las manos apareci� una mancha
roja, del tama�o de un centavo, acompa�ada de un intenso dolor. Tambi�n debajo
de los pies siento dolor�. Estos dolores en la manos y los pies del Padre P�o,
son los primeros recuentos de las estigmas que fueron invisibles hasta el a�o
1918.
Una vez el dolor que el Padre P�o experiment� fue tan agudo, que se sacudi� las
manos, las cuales sent�a que se le quemaban, a lo que su madre le pregunt�: �Que
es eso?, es que ahora tambi�n tocas la guitarra?�. El Padre se limit� a no
responder. Este tiempo en su pueblo natal fue un per�odo de grandes combates
espirituales con el demonio, pero tambi�n de grandes consuelos a trav�s de
�xtasis y fen�menos m�sticos, tanto interiores como exteriores, espirituales y
f�sicos. El demonio sol�a aparec�rsele de distintas maneras. Algunas veces lo
hac�a en la apariencia de animales, de mujeres bailando danzas impuras, de
carceleros que lo azotaban e incluso bajo la apariencia de Cristo Crucificado,
de su �ngel de la Guarda, San Francisco de As�s, la Virgen Mar�a, tambi�n bajo
la apariencia de su director espiritual, su provincial, etc. pero despu�s de
estos asaltos del demonio, era consolado con �xtasis y apariciones de Jes�s, la
Sant�sima Virgen Mar�a, su �ngel Guardi�n, San Francisco y otros santos.
El d�a 12 de agosto de 1912 experiment� por primera vez la �llaga del amor�. El
Padre P�o le escribi� a su director espiritual explic�ndole lo sucedido: �Estaba
en la Iglesia haciendo mi acci�n de gracias despu�s de la Santa Misa, cuando de
repente sent� mi coraz�n herido por un dardo de fuego hirviendo en llamas y yo
pens� que me iba a morir�.
Por siete a�os, Padre P�o permanece fuera del Convento, en Pietrelcina.
Naturalmente, esta vida estaba en contraste con la regla franciscana y algunos
hermanos frailes se quejaron de esto. Fue entonces cuando el Superior General de
la Orden pidi� a la Sagrada Congregaci�n de los Religiosos la exclaustraci�n del
P. P�o. Fue un golpe muy duro para �l y en un �xtasis se quej� con San Francisco
de As�s. La Congregaci�n de los Religiosos no escuch� la solicitud del Superior
General y concedi� que el Padre P�o siguiera viviendo fuera del convento, hasta
que estuviera completamente restablecida su salud.
De regreso a la vida mon�stica
El d�a 17 de febrero de 1916, el Padre P�o sali� de Pietrelcina rumbo a
Foggia, donde los superiores lo llamaron para dar un servicio espiritual.
Gracias a las oraciones de Rafaelina Cerase, una se�ora muy enferma y cercana a
la muerte, el Padre P�o puede regresar definitivamente a la vida comunitaria.
Esta buena se�ora se ofreci� a Dios como v�ctima para que el Padre pudiese o�r
confesiones y con ello traer gran beneficio a las almas.
Aunque el Padre nunca m�s pudo regresar a Pietrelcina, su amor por ella nunca
disminuy�. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Padre, refiri�ndose a su pueblo
dijo: �Pietrelcina ser� preservada como la ni�a de mis ojos�. Y antes de morir,
hablando prof�ticamente dijo: �Durante mi vida he favorecido a San Giovanni
Rotondo. Despu�s de mi muerte, favorecer� a Pietrelcina�.
Primera visita a San Giovanni Rotondo
El d�a 28 de julio de 1916, el Padre P�o llega a San Giovanni Rotondo por
primera vez. San Giovanni Rotondo era en ese entonces una peque�a villa en la
pen�nsula del Gargano, rodeada por casas muy pobres, sin luz, sin agua potable
ni ca�er�a, sin caminos pavimentados y sin formas de comunicaci�n modernos, muy
parecido a la forma de vida en las villas peque�as de aquel entonces.
El monasterio se encontraba a unos dos kil�metros del pueblo y para llegar a
este, era necesario ir en mula. El monasterio contaba con una peque�a y r�stica
Iglesia de Nuestra Se�ora de la Gracia del siglo XIV.
Regreso permanente a San Giovanni Rotondo
Padre P�o fue invitado a San Giovanni por el Padre Guardi�n y su breve
visita fue del 28 de julio al 5 de agosto. Durante esta visita, la salud del
Padre parece haber mejorado un poco lo cual agrad� al Padre Provincial y este lo
mand� bajo obediencia a regresar a San Giovanni por un tiempo, hasta que
mejorase m�s su salud. El Padre regres� al Monasterio del Gargano el d�a 4 de
septiembre de 1916. En los designios del Se�or, lo que en un inicio se pens�
ser�a temporal, dur� 52 a�os, hasta la muerte del Padre.
Experiencia Militar
El Padre P�o fue llamado a las filas militares tres veces durante la Primera
Guerra Mundial y las tres veces fue regresado luego de un corto per�odo por
motivos de salud. La �ltima vez que fue llamado, su salud desmejor� tanto, que
los mismos m�dicos le dieron de baja para �permitirle morir en paz en su hogar�.
Las cortas permanencias en las filas militares causaron en �l grandes dolores en
su alma, a causa de la dureza de los soldados, las blasfemias que escuch� y el
verse alejado de la vida mon�stica. Otro gran dolor era el no poder ofrecer la
Santa Misa todos los d�as.
El Padre fue dado de baja de las filas militares con papeles que atestiguaban su
buena conducta, su honor y fidelidad a la patria, aunque se salv� de haber
confrontado cargos de deserci�n por no presentarse a una cita, a causa de un
error del cartero de San Giovanni Rotondo. Este no sab�a que Francisco Forgione
y el Padre P�o eran la misma persona y por ello no supo a qui�n darle la cita.
El seminario menor
El Padre P�o sirvi� como padre espiritual de los j�venes que formaban parte
del seminario ser�fico menor, que en ese momento estaba en San Giovanni Rotondo.
�l se encargaba de proveerles meditaciones, de confesarlos y de tener
conversaciones espirituales con ellos. Oraba mucho y vigilaba su avance
espiritual y hasta lleg� a pedir permiso para ofrecerse como v�ctima al Se�or
por la perfecci�n de este grupo a quienes como �l mismo dec�a �amaba con
ternura�.
Un d�a en que daba un paseo con los j�venes les dijo: �Uno de ustedes me
traspas� el coraz�n�. Los j�venes quedaron perplejos ante este comentario, pero
no se atrev�an a preguntar qui�n hab�a sido el culpable. �Uno de ustedes esta
ma�ana hizo una Comuni�n sacr�lega. Y saber que fui yo el que se la dio hoy
durante la Misa�. El joven culpable se arroj� a sus pies y confes� ser �l el
culpable. El Padre hizo se�a a los dem�s para que se retiraran un poco y ah�
mismo en la calle escuch� su confesi�n y lo restaur� a la gracia de Dios.
Transverberaci�n del coraz�n
La transverberaci�n es una gracia extraordinaria que algunos santos como
Santa Teresa de Jes�s y San Juan de la Cruz han recibido. El coraz�n de la
persona escogida por Dios es traspasado por una flecha misteriosa o
experimentado como un dardo que al penetrar deja tras de s� una herida de amor
que quema mientras el alma es elevada a los niveles m�s altos de la
contemplaci�n del amor y del dolor.
El Padre P�o recibi� esta gracia extraordinaria el 5 de agosto de 1918. En gran
simplicidad, el Padre le narr� a su director espiritual lo sucedido: �Yo estaba
escuchando las confesiones de los j�venes la noche del 5 de agosto cuando, de
repente, me asust� grandemente al ver con los ojos de mi mente a un visitante
celestial que se apareci� frente a m�. En su mano llevaba algo que parec�a como
una lanza larga de hierro, con una punta muy aguda. Parec�a que sal�a fuego de
la punta.
Vi a la persona hundir la lanza violentamente en mi alma. Apenas pude quejarme y
sent� como que me mor�a. Le dije al muchacho que saliera del confesionario,
porque me sent�a muy enfermo y no ten�a fuerzas para continuar. Este martirio
dur� sin interrupci�n hasta la ma�ana del 7 de agosto. Desde ese d�a siento una
gran aflicci�n y una herida en mi alma que est� siempre abierta y me causa
agon�a.�
Las estigmas de Cristo
Sin duda alguna lo que ha hecho famoso al Padre P�o es el fen�meno de los
estigmas: las cinco llagas de Cristo crucificado que llev� en su cuerpo
visiblemente durante 50 a�os. Un poco m�s de un mes despu�s de haber recibido el
traspaso del coraz�n, el Padre P�o recibe las se�as, ahora visibles, de la
Pasi�n de Cristo.
El Padre describe este fen�meno y gracia espiritual a su director por
obediencia: �Era la ma�ana del 20 de septiembre de 1918. Yo estaba en el coro
haciendo la oraci�n de acci�n de gracias de la Misa y sent� poco a poco que me
elevaba a una oraci�n siempre m�s suave, de pronto una gran luz me deslumbr� y
se me apareci� Cristo que sangraba por todas partes. De su cuerpo llagado sal�an
rayos de luz que m�s bien parec�an flechas que me her�an los pies, las manos y
el costado.Cuando volv� en m�, me encontr� en el suelo y llagado. Las manos, los
pies y el costado me sangraban y me dol�an hasta hacerme perder todas las
fuerzas para levantarme. Me sent�a morir, y hubiera muerto si el Se�or no
hubiera venido a sostenerme el coraz�n que sent�a palpitar fuertemente en mi
pecho. A gatas me arrastr� hasta la celda. Me recost� y rec�, mir� otra vez mis
llagas y llor�, elevando himnos de agradecimiento a Dios�.
Los estigmas del Padre P�o eran heridas profundas en el centro de las manos, de
los pies y el costado izquierdo. Ten�a manos y pies literalmente traspasados y
le sal�a sangre viva de ambos lados, haciendo del Padre P�o el primer sacerdote
estigmatizado en la historia de la Iglesia (San Francisco As�s no era
sacerdote).
El provincial de los Capuchinos de Foggia invit� al Profesor Romanelli, m�dico y
director de un prestigioso hospital, para que estudiara el caso y diera su
parecer. El Doctor Romanelli no tuvo la menor duda del car�cter sobrenatural del
fen�meno. Poco despu�s la Curia Generalicia de los Capuchinos en Roma envi� a
San Gionanni Rotondo a otro especialista, el profesor Jorge Festa. Sus
conclusiones fueron que �los estigmas del Padre P�o ten�an un origen que los
conocimientos cient�ficos estaban muy lejos de explicar. La raz�n de su
existencia est� mas all� de la ciencia humana�.
La noticia de que el Padre P�o ten�a los estigmas se extendi� r�pidamente. Muy
pronto miles de personas acud�an a San Giovanni Rotondo para verle, besarle sus
manos, confesarse con �l y asistir a sus Misas.
La palabra ESTIGMA viene del griego y significa �marca� o �se�al en el cuerpo�,
y era el resultado del sello de un hierro candente con el cual marcaban a los
esclavos. En sentido m�dico, estigma quiere decir una mancha enrojecida sobre la
piel, que es causada porque la sangre sale de los vasos por una fuerte
influencia nerviosa, pero nunca llega a ser perforaci�n. En cambio los estigmas
que han tenido los m�sticos son lesiones reales de la piel y de los tejidos,
llagas verdaderas como, en este caso, las han descrito los doctores Romanelli y
Festa.
La Santa Sede interviene en las investigaciones
Despu�s de minuciosas investigaciones, la Santa Sede quiso intervenir
directamente. En aquel entonces era una gran celebridad en materia de psicolog�a
experimental, el Padre Agust�n Gimelli, franciscano, doctor en medicina,
fundador de la Universidad Cat�lica de Mil�n y gran amigo del Papa P�o XI.
El Padre Gimelli fue a visitar al Padre P�o, pero como no llevaba permiso
escrito para examinar sus llagas, este reh�so a mostr�rselas. El Padre Gimelli
se fue de San Giovanni con la idea de que los estigmas eran falsos, de
naturaleza neur�tica y public� su pensamiento en un art�culo publicado en una
revista muy popular. El Santo Oficio se vali� de la opini�n de este gran
psic�logo e hizo p�blico un decreto el cual declaraba la poca constancia en la
sobrenaturalidad de los hechos.
Primera gran prueba. Diez a�os de aislamiento
En los a�os siguientes hubo otros tres decretos y el �ltimo fue
condenatorio, prohibiendo las visitas al Padre P�o o mantener alguna relaci�n
con �l, incluso epistolar. Como consecuencia, el Padre P�o pas� 10 a�os -de 1923
a 1933- aislado completamente del mundo exterior, entre la paredes de su celda.
Durante estos a�os no solo sufr�a los dolores de la Pasi�n del Se�or en su
cuerpo, tambi�n sent�a en su alma el dolor del aislamiento y el peso de la
sospecha. Su humildad, obediencia y caridad no se desmintieron nunca.
El Sacrificio de la Misa
El Padre P�o se levantaba todas la ma�anas a las tres y media y rezaba el
oficio de las lecturas. Fue un sacerdote orante y amante de la oraci�n. Sol�a
repetir: �La oraci�n es el pan y la vida del alma; es el respiro del coraz�n, no
quiero ser m�s que esto, un fraile que ama�. Celebraba la Santa Misa en las
ma�anas acompa�ado de dos religiosos. Todos quer�an verlo y hasta tocarlo, pero
su presencia inspiraba tanto respeto que nadie se atrev�a a moverse en lo m�s
m�nimo. La Misa duraba casi dos horas y todos los presentes se sumerg�an de
forma particular en el misterio del sacrificio de Cristo, multitudes se volcaban
apretadas alrededor del altar deteniendo la respiraci�n.
Aunque no existe diferencia esencial en la celebraci�n de la Santa Misa de
cualquier otro sacerdote, porque el sacerdote y la v�ctima es siempre Cristo,
con el Padre P�o la imagen del Salvador -traspasado en sus manos, pies y
costado- era m�s transparente.
El Padre P�o vive la Santa Misa, sufriendo los dolores del Crucificado y dando
profundo sentido a las oraciones lit�rgicas de la Iglesia. En los anales de la
Iglesia, Padre P�o es el primer sacerdote estigmatizado; el fue esencialmente
sacerdote, y su santidad fue esencialmente sacerdotal.
Toda su vida giraba alrededor de esta realidad en la cual prestaba su boca a
Cristo, sus manos y sus ojos. Cuando dec�a: "Esto es mi Cuerpo...Esta es mi
Sangre", su rostro se transfiguraba. Olas de emoci�n lo sacud�an, todo su cuerpo
se proyectaba en una muda imploraci�n. �La Misa�, dijo una vez a un hijo
espiritual, �es Cristo en al Cruz, con Mar�a y Juan a los pies de la misma y los
�ngeles en adoraci�n. Lloremos de amor y adoraci�n en esta contemplaci�n�.
Mientras el Padre celebraba el Santo Sacrificio, el tiempo parec�a detenerse.
Una vez se le pregunt� al Padre c�mo pod�a pasar tanto tiempo de pie en sus
llagas durante toda la Santa Misa, a lo que �l respondi�: �Hija m�a, durante la
Misa no estoy de pie: estoy suspendido con Jes�s en la cruz�.
El Padre amaba a Jes�s con tanta fuerza, que experimentaba en su propio cuerpo
una verdadera hambre y sed de �l. �Tengo tal hambre y sed antes de recibir a
Jes�s, que falta poco para que muera de la angustia. Y precisamente, porque no
puedo estar sin unirme a Jes�s, muchas veces, aun con fiebre, me veo obligado a
ir a alimentarme de su cuerpo�... �El mundo, sol�a decir el Padre P�o, puede
subsistir sin el sol, pero nunca sin la Misa�.
En una ocasi�n se le pregunt� si la Sant�sima Virgen Mar�a estaba presente
durante la Santa Misa, a lo cual �l respondi�: �S�, ella se pone a un lado, pero
yo la puedo ver, qu� alegr�a. Ella est� siempre presente. �Como podr�a ser que
la Madre de Jes�s, presente en el Calvario al pie de la cruz, que ofreci� a su
Hijo como v�ctima por la salvaci�n de nuestras almas, no est� presente en el
calvario m�stico del altar?�.
M�rtir del Sacramento de la Misericordia
Quien participara en la celebraci�n Eucar�stica del Padre P�o no pod�a
quedar tranquilo en su pecado. Despu�s de la Santa Misa, el Padre P�o se sentaba
en el confesionario por largas horas, d�ndole preferencia a los hombres, pues �l
dec�a que eran los que m�s necesitaban de la confesi�n. Al ser tantos los que
acud�an a la confesi�n, fue necesario establecer un orden, y confesarse con el
Padre P�o pod�a tomarse f�cilmente tres o cuatro d�as de espera.
Son muchos los impresionantes testimonios y las emotivas conversiones generadas
a trav�s de las Confesiones con el Padre P�o. Severo con los curiosos,
hip�critas y mentirosos, y amoroso y compasivo con los verdaderamente
arrepentidos. Uno de los dones que m�s impresionaba a la gente era que pod�a
leer los corazones. Una vez se le pregunt� al Padre por qu� echaba a los
penitentes del confesionario sin darles la absoluci�n, a lo que �l respondi�:
�Los echo, pero los acompa�o con la oraci�n y el sufrimiento, y regresar�n�. El
enojo era solamente superficial.
A un hermano le explic� una vez: �Hijo m�o, s�lo en lo exterior he asumido una
forma distinta. Lo interior no se ha movido para nada. Si no lo hago as�, no se
convierten a Dios. Es mejor ser reprochado por un hombre en este mundo, que ser
reprochado por Dios en el otro�. Un ejemplo de ello sucedi� un d�a en que el
Padre se encontr� con un joven que lloraba sin importarle el gent�o que lo
rodeaba.
El Padre se le acerc� y le pregunt� el porqu� de su llanto. El muchacho
respondi� que �lloraba, porque no le hab�a dado la absoluci�n�. Padre P�o lo
consol� con ternura diciendo: �Hijo, ves, la absoluci�n no es que te la he
negado para mandarte al infierno sino al Para�so�.
El apostolado de la alegr�a
El Padre P�o era un hombre muy duro contra todo tipo de pecado, pero tierno,
jovial y amante de la vida. Era un conversador brillante, con la astucia para
mantener en suspenso a sus oyentes. Le gustaban mucho los chistes, y en su
repertorio, no faltaban los que se refer�an a los soldados, pol�ticos y
religiosos. De la boca del Padre P�o, el chiste y la an�cdota no eran solo sano
humorismo y simple distracci�n, sino tambi�n una especie de apostolado: el
apostolado de la alegr�a y el buen humor.
Una tarde calurosa, en que paseaba, como frecuentaba hacer con sus hermanos e
hijos espirituales, les cont� esta an�cdota: �Una vez entr� de monje un joven
juglar que no consegu�a cantar los salmos ni rezar las oraciones con los
hermanos, pero en cuanto el coro quedaba vac�o, se acercaba a la estatua de la
Sant�sima Virgen y le hac�a piruetas para congraciarse con ella y con el Ni�o
Jes�s. Una vez lo vio el fraile sacrist�n y avis� al Abad. Este despu�s de
haberlo observado un rato, se maravill� de ver que la estatua de la Virgen tom�
vida. Mar�a sonre�a y el Ni�o Jes�s aplaud�a con sus manitas. Cada uno de
nosotros, dec�a el Padre, hace de buf�n en el puesto que Dios le ha asignado. El
fraile m�s ignorante, ofrec�a a la Reina del Cielo lo �nico que sab�a hacer, y
Ella lo aceptaba con gusto�.
Auxilio seguro
A muchos que acud�an a �l para pedir su intercesi�n en momentos de
necesidad, el Padre no faltaba en darles una mano con su oraci�n. En una ocasi�n
contaba un monse�or que a un campesino conocido de �l, al cual le vino un fuerte
y repentino dolor de muelas una noche, en su desesperaci�n por sentirse que el
Padre no hab�a escuchado su s�plica de intercesi�n, tom� un zapato y lo arroj�
contra el cuadrito en el que estaba la foto del Padre. Pasado el tiempo y
habiendo olvidado el gesto irreverente, fue a confesarse con el Padre, el cual
le replic� en el confesionario: �Y todav�a tienes el coraje, despu�s del
zapatazo que me distes en la cara...�.
Sanaci�n milagrosa
Una de las sanaciones m�s conocidas del Padre P�o fue la de una ni�a llamada
Gema, que hab�a nacido sin pupilas en los ojos. La abuelita de �sta la llev� a
San Giovanni Rotondo con la esperanza de que el Se�or obrara un milagro a trav�s
de la intercesi�n del Padre. El Padre la bendijo e hizo la se�al de la cruz
sobre sus ojos. La ni�a recuper� la vista, aunque el milagro no termin� all�.
Gema vio desde ese momento, sin nunca tener pupilas. Ya de adulta, Gema entr� en
la Vida Religiosa.
El Padre y los ni�os
El Padre ten�a tambi�n un gran amor por los ni�os. Cuando se le ped�a la
intercesi�n por el nacimiento de alg�n beb� que viniese con problemas, o por
alg�n ni�o que estuviese enfermo, interced�a hasta conseguir la gracia. Un
canciller a cuya esposa se le aproximaba el parto que se presentaba lleno de
dificultades, fue a consultar con el Padre y a pedir sus oraciones. �Vete
tranquilo, le dijo el Padre, y nada de operaciones�. En el momento del parto la
situaci�n se complic� y los m�dicos le dijeron que si no operaban enseguida
tem�an por la vida, tanto de la madre como del beb�. El canciller desesperado se
fue al cuarto que estaba al lado donde hab�a una fotograf�a del Padre P�o en la
pared y delante de ella comenz� a insultarlo y a decirle palabrotas. No hab�a
terminado de desahogarse cuando escuch� el llanto de un beb�. Sali� corriendo
hacia el cuarto de su esposa y encontr� un hermoso varoncito nacido �sin
operaciones�, para sorpresa de los m�dicos.
Despu�s de algunos d�as, el canciller fue a San Giovanni a confesarse y a darle
las gracias al Padre, el cual le respondi�: �Est� bien, pero todas las
palabrotas y los insultos que dijiste delante de mi fotograf�a, no tienes que
decirlos m�s�. En otra ocasi�n, un ni�o de San Giovanni Rotondo que estaba
gravemente enfermo y el cual se esperaba que pod�a morir en cualquier momento,
se ech� a re�r y recuper� la salud de forma casi instant�nea. La madre le
pregunt� que qu� sent�a y el ni�o le respondi�: �Mam�, Padre P�o me hizo
cosquillas en el pie�. El Padre le hab�a hecho cosquillas en el pie y se san�.
Hijos espirituales
El Padre P�o ten�a entre aquellos que se lo solicitaban, un grupo de hijos
espirituales a quienes promet�a asistir con sus oraciones y cuidados a cambio de
llevar una vida fervorosa de oraci�n, virtud y obras de caridad. Entre este
grupo de devotos hay un sinn�mero de an�cdotas en las que el cuidado real y
oportuno del Padre se manifest� de forma extraordinaria. Entre estas an�cdotas
est� la de un joven cuya madre lo llevaba a donde el Padre desde que este era
muy peque�o y un d�a, saliendo del convento para tomar el autob�s de regreso a
casa, un coche lo atropell� por la espalda haciendolo volar por los aires.
Mientras este volaba sobre el coche, viendo la imagen de la Virgencita del
convento al rev�s, se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Solo logr� gritar:
�Virgencita m�a, ay�dame�. Lo llevaron de inmediato al hospital y todos los
ex�menes mostraban que todo estaba en orden, aunque no se explicaban de d�nde
proven�a la sangre que hab�a en su camisa. En cuanto este pudo sali� corriendo
hacia el convento para darle las gracias al Padre que estaba rezando en el coro.
�No me des las gracias a m�, le respondi� el Padre, d�selas a la Virgen, fue
Ella�. Despu�s de mirarlo con los ojos llenos de amor y con una gran sonrisa en
los labios, le dijo: �Hijo m�o, no te puedo dejar solo ni un minuto...�
Llamado a la Co-redenci�n
La vida del Padre P�o est� tan llena de acontecimientos extraordinarios que
es necesario buscar las causas de ellos en su vida �ntima. Quien es llamado a
servir en la misi�n redentora de Jesucristo tiene que sufrir mucho moral y
f�sicamente. Estos sufrimientos lo purifican y encienden cada vez m�s del amor
de Dios. En una carta escrita por el Padre en 1913 dec�a: �El Se�or me hace ver
como en un espejo, que toda mi vida ser� un martirio�. Desde que ingres� a la
vida religiosa hasta que recibi� los estigmas, la vida del Padre P�o fue un v�a
crucis. En 1912 escribe: �Sufro, sufro mucho pero no deseo para nada que mi cruz
sea aliviada, porque sufrir con Jes�s es muy agradable�. A una hija espiritual
le dijo un d�a: �El sufrimiento es mi pan de cada d�a. Sufro cuando no sufro.
Las cruces son las joyas del Esposo, y de ellas soy celoso. �Ay de aquel que
quiera meterse entre las cruces y yo!�.
Su proyecto m�s grande en la tierra
La tarde del 9 de enero de 1940, el Padre P�o reuni� a tres de sus grandes
amigos espirituales y les propuso un proyecto al cual �l mismo se refiri� como
�su obra m�s grande aqu� en la tierra�: la fundaci�n de un hospital que habr�a
de llamarse �Casa Alivio del Sufrimiento�. El Padre sac� una moneda de oro de su
bolsillo que hab�a recibido en una ocasi�n como regalo y dijo: �Esta es la
primera piedra�. El 5 de mayo de 1956 se inaugur� el hospital con la bendici�n
del cardenal Lercaro y un inspirado discurso del Papa P�o XII. La finalidad del
hospital es curar al enfermo tanto espiritual como f�sicamente: la fe y la
ciencia, la m�stica y la medicina, todos de acuerdo para auxiliar la persona
entera del enfermo: cuerpo y alma.
Grupos de Oraci�n
�Lo que le falta a la humanidad, repet�a con frecuencia, es la oraci�n�. A
ra�z de la Segunda Guerra Mundial, el mismo Padre funda los �Grupos de Oraci�n
del Padre P�o�. Los Grupos se multiplicaron por toda Italia y el mundo. A la
muerte del Padre los Grupos eran 726 y contaban con 68.000 miembros, y en marzo
de 1976 pasaban de 1.400 grupos con m�s de 150.000 miembros. �Yo invito a las
almas a orar y esto ciertamente fastidia a Satan�s. Siempre recomiendo a los
Grupos la vida cristiana, las buenas obras y, especialmente, la obediencia a la
Santa Iglesia�.
Segunda prueba y persecuci�n
La envidia humana se ech� encima de la obra del Padre P�o. Desde 1959,
peri�dicos y semanarios empezaron a publicar art�culos y reportajes mezquinos y
calumniosos contra la �Casa Alivio del Sufrimiento�. Para quitar al Padre los
donativos que le llegaban de todas partes del mundo para el sostenimiento de la
Casa, sus enemigos planearon una serie de documentaciones falsas y hasta
llegaron, sacr�legamente, a colocar micr�fonos en su confesionario para
sorprenderlo en error.
Algunas oficinas de la Curia Romana condujeron investigaciones, le quitaron la
administraci�n de la Casa Alivio del Sufrimiento y sus Grupos de Oraci�n fueron
dejados en el abandono. A los fieles se les recomend� no asistir a sus Misas ni
confesarse con �l. El Padre P�o sufri� mucho a causa de esta �ltima persecuci�n
que dur� hasta su muerte, pero su fidelidad y amor intenso hacia la Santa Madre
Iglesia fue firme y constante. En medio del dolor que este sufrimiento le
causaba, sol�a decir: �Dulce es la mano de la Iglesia tambi�n cuando golpea,
porque es la mano de una madre�.
50 a�os de dolor y sangre
El viernes 20 de septiembre de 1968, el Padre P�o cumpl�a 50 a�os de haber
recibido los estigmas del Se�or. Fue grande la celebraci�n en San Giovanni. El
Padre P�o celebr� la Misa a la hora acostumbrada. Alrededor del altar hab�a 50
grandes macetas con rosas rojas para sus 50 a�os de sangre... De la misma manera
milagrosa como los estigmas hab�an aparecido en su cuerpo 50 a�os antes, ahora,
50 a�os m�s tarde y unos d�as antes de su muerte, hab�an desaparecido sin dejar
rastro alguno de cinco d�cadas de dolor y sangre, con lo cual el Se�or ha
confirmado su origen m�stico y sobrenatural.
El paso a la vida eterna
Tres d�as despu�s, murmurando por largas horas ��Jes�s, Mar�a!�, muere el
Padre P�o, el 23 de septiembre de 1968. Los que estaban presentes quedaron largo
tiempo en silencio y en oraci�n. Despu�s estall� un largo e irrefrenable llanto.
Los funerales del Padre P�o fueron impresionantes. Se tuvo que esperar cuatro
d�as para que las multitudes pasaran a despedirlo. Se calcula que m�s de 100 mil
personas participaron del entierro.
Una promesa de amor
Un d�a se le pregunt� al Padre: ��Jes�s le mostr� los lugares de sus hijos
espirituales en el para�so?�. �Claro, un lugar para todos los hijos que Dios me
confiar� hasta el fin del mundo, si son constantes en el camino que lleva al
cielo. Es la promesa que Dios hizo a este miserable�. �Y en el para�so,
�estaremos cerca de usted?�. �Ah tontita, �y qu� para�so ser�a para m� si no
tuviera cerca de m� a todos mis hijos?�. �Pero yo le tengo miedo a la muerte�.
�El amor excluye el temor. La llamamos muerte, pero en realidad es el inicio de
la verdadera vida. Y luego, si yo les asisto durante la vida, �cu�nto m�s los
ayudar� en la batalla decisiva!�.
Proceso de la Causa del Padre P�o
Muchas han sido las sanaciones y conversiones concedidas por la intercesi�n
del Padre P�o e innumerables milagros han sido reportados a la Santa Sede.
Los preliminares de su Causa se iniciaron en noviembre de 1969. El 18 de
diciembre de 1997, Su Santidad Juan Pablo II lo pronunci� venerable. Este paso,
aunque no tan ceremonioso como la beatificaci�n, es ciertamente la parte m�s
importante del proceso. El venerable Padre P�o fue beatificado el 2 de mayo de
1999. Tan grande fue la multitud en la Misa de beatificaci�n, que desbordaron la
Plaza de San Pedro y toda la Avenida de la Conciliaci�n hasta el r�o Tiber sin
ser estos lugares suficiente. Millones adem�s lo contemplaron por la televisi�n
en el mundo entero.
Un gran Santo para la Iglesia de hoy
El d�a 16 de junio del 2002, su Santidad Juan Pablo II canonizar� al Beato
Padre P�o, quien desde ese momento pasar� a ser el primer sacerdote canonizado
que ha recibido los estigmas de nuestro Se�or Jesucristo.
Homil�a de S.S.
Juan Pablo II en la beatificaci�n del Padre P�o
domingo 2 de mayo de 1999
Imagen de Cristo Doliente y Resucitado
1. "�Cantad al Se�or un c�ntico nuevo!" La invitaci�n de la
ant�fona de entrada expresa la alegr�a de tantos fieles que esperan desde hace
tiempo la elevaci�n a la gloria de los altares del Padre P�o de Pietrelcina.
Este humilde fraile capuchino ha asombrado al mundo con su vida dedicada
totalmente a la oraci�n y a la escucha de sus hermanos.
Innumerables personas fueron a visitarlo al convento de San Giovanni Rotondo,
y esas peregrinaciones no han cesado, incluso despu�s de su muerte. Cuando yo
era estudiante, aqu� en Roma, tuve ocasi�n de conocerlo personalmente, y doy
gracias a Dios que me concede hoy la posibilidad de inclu�rlo en el cat�logo de
los beatos.
Recorramos esta ma�ana los rasgos principales de su experiencia espiritual,
guiados por la liturgia de este V domingo de Pascua, en el cual tiene lugar el
rito de su beatificaci�n.
2. "No se turbe vuestro coraz�n; cre�is en Dios, creed tambi�n en
mi" (Jn 14, 1). En la p�gina evang�lico que acabamos de proclamar
hemos escuchado estas palabras de Jes�s a sus disc�pulos, que ten�an
necesidad de aliento. En efecto, la menci�n de su pr�xima partida los hab�a
desalentado. Tem�an ser abandonados y quedarse solos, pero el Se�or los
consuela con una promesa concreta: "Me voy a preparaos sitio" y
despu�s "volver� y os llevare conmigo, para que donde estoy yo est�is
tambi�n vosotros" (Jn 14, 2-3).
En nombre de los Ap�stoles replica a �sta afirmaci�n Tom�s:
"Se�or,
no sabemos a donde vas. �C�mo podremos saber el camino?" (Jn
14, 5).
La observaci�n es oportuna y Jes�s capta la petici�n que lleva impl�cita. La
respuesta que da permanecer� a lo largo de los siglos como luz
l�mpida para las
generaciones futuras. "Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie va
al Padre sino por mi." (Jn 14, 6).
El "sitio" que Jes�s va a preparar esta en "la casa del
Padre"; el disc�pulo podr� estar all� eternamente con el Maestro y
participar de su misma alegr�a. Sin embargo, para alcanzar esa meta solo hay un
camino: Cristo, al cual el disc�pulo ha de ir conform�ndose progresivamente. La
santidad consiste precisamente en esto: ya no es el cristiano el que vive, sino
que Cristo mismo vive en �l (Cf. Gal. 2, 20) horizonte atractivo, que va
acompa�ado de una promesa igualmente consoladora: "El que cree en mi,
tambi�n har� las obras que yo hago, e incluso mayores. Porque yo me voy al
Padre" (Jn 14, 12).
3. Escuchamos estas palabras de Cristo y nuestro pensamiento se dirige al
humilde fraile capuchino del Gargano. �Con cuanta claridad se han cumplido en
el Beato P�o de Pietrelcina!
"No se turbe vuestro coraz�n; cre�is en Dios...". La vida
de este humilde hijo de San Francisco fue un constante ejercicio de fe,
corroborado por la esperanza del cielo, donde pod�a estar con Cristo. "Me
voy a prepararos un sitio (...) Para que donde estoy yo est�is tambi�n
vosotros". �Qu� otro objetivo tuvo la dur�sima ascesis a la que se
someti� el Padre P�o desde su juventud, sino la progresiva identificaci�n con
el divino Maestro, para estar "donde esta �l"?
Quien acud�a a San Giovanni Rotondo para participar en su misa, para pedirle
consejo o confesarse, descubr�a en el una im�gen viva de Cristo doliente y
resucitado. En el rostro del Padre P�o resplandec�a la luz de la
resurrecci�n. Su cuerpo, marcado por las "estigmas" mostraba la
�ntima conexi�n entre la muerte y la resurrecci�n que caracteriza el misterio
pascual. Para el Beato de Pietrelcina la participaci�n en la Pasi�n tuvo notas
de especial intensidad: los dones singulares que le fueron concedidos y los
consiguientes sufrimientos interiores y m�sticos le permitieron vivir una
experiencia plena y constante de los padecimientos del Se�or, convencido
firmemente de que "el Calvario es el monte de los santos."
4. No menos dolorosas, y humanamente tal vez a�n m�s duras, fueron las
pruebas que tuvo que soportar, por decirlo as�, como consecuencia de sus
singulares carismas. Como testimonia la historia de la santidad, Dios permite
que el elegido sea a veces objeto de incomprensiones. Cuando esto acontece, la
obediencia es para el un crisol de purificaci�n, un camino de progresiva
identificaci�n con Cristo y un fortalecimiento de la aut�ntica santidad. A
este respecto, el nuevo beato escrib�a a uno de sus superiores: "Act�o
solamente para obedecerle, pues Dios me ha hecho entender lo que m�s le agrada a
El, que para mi es el �nico medio de esperar la salvaci�n y cantar
victoria." (Epist. I. p. 807).
Cuando sobre el se abati� la "tempestad", tomo como regla de su
existencia la exhortaci�n de la primera carta de San Pedro, que acabamos de
escuchar: Acercaos a Cristo, la piedra viva (Cf. 1 P 2, 4).
De este
modo, tambi�n el se hizo "piedra viva" para la construcci�n del
edificio espiritual que es la Iglesia. Y por esto hoy damos gracias al Se�or.
5. "Tambi�n vosotros, como piedras vivas, entr�is en
la
construcci�n del templo del Esp�ritu. (1 P 2, 5). �Qu� oportunas
resultan estas palabras si las aplicamos a la extraordinaria experiencia
eclesial surgida en torno al nuevo beato! Muchos, encontr�ndose directa o
indirectamente con el, han recuperado la fe; siguiendo su ejemplo, se han
multiplicado en todas las partes del mundo los "grupos de oraci�n". A
quienes acud�an a el les propon�a la santidad, dici�ndoles: "Parece que
Jes�s no tiene otra preocupaci�n que santificar vuestra alma." (Epist.
II, p. 153).
Si la providencia divina quiso que realizase su apostolado sin salir nunca de
su convento, casi "plantado" al pie de la cruz, esto tiene un
significado. Un d�a, en un momento de gran prueba, el Maestro Divino lo
consol�, dici�ndole que "junto a la cruz se aprende a amar." (Epist.
I, p. 339).
S�, la cruz de Cristo es la insigne escuela del amor; mas a�n, el
"manantial" mismo del amor. El amor de este fiel disc�pulo,
purificado por el dolor, atra�a los corazones a Cristo y a su exigente
evangelio de salvaci�n.
6. Al mismo tiempo, su caridad se derramaba como b�lsamo sobre las
debilidades y sufrimientos de sus hermanos. El padre P�o, adem�s de su celo por
las almas, se intereso por el dolor humano, promoviendo en San Giovanni Rotondo
un hospital, al que llamo "Casa de alivio del sufrimiento". Trato de
que fuera un hospital de primer rango, pero sobre todo se preocupo de que en
el
se practicara una medicina verdaderamente "humanizada", en la que la
relaci�n con el enfermo estuviera marcada por la m�s solicita atenci�n y la
acogida mas cordial. Sab�a bien que quien est� enfermo y sufre no s�lo
necesita una correcta aplicaci�n de los medios terap�uticos, sino tambi�n y
sobre todo un clima humano y espiritual que le permita encontrarse a si mismo en
la experiencia del amor de Dios y de la ternura de sus hermanos.
Con la "Casa del alivio del sufrimiento" quiso mostrar que los
"milagros ordinarios" de Dios pasan a trav�s de nuestra caridad. Es
necesario estar disponibles para compartir y para servir generosamente a
nuestros hermanos, sirvi�ndonos de todos los recursos de la ciencia medica y de
la t�cnica.
7. El eco que esta beatificaci�n ha suscitado en Italia y en el mundo es un
signo de que la fama del Padre P�o, hijo de Italia y de San Francisco de As�s,
ha alcanzado un horizonte que abarca todos los continentes. A todos los que han
venido, de cerca o de lejos, y en especial a los padres capuchinos, les dirijo
un afectuoso saludo. A todos, gracias de coraz�n.
8. Quisiera concluir con las palabras del Evangelio proclamado en esta misa:
"No
se turbe vuestro coraz�n; cre�is en Dios". Esa exhortaci�n de Cristo
la recogi� el nuevo beato, que sol�a repetir: "Abandonaos plenamente en
el Coraz�n Divino de Cristo, como un ni�o en los brazos de su madre". Que
esta invitaci�n penetre tambi�n en nuestro esp�ritu como fuente de paz, de
serenidad y de alegr�a. �Por qu� tener miedo, si Cristo es para nosotros el
camino, la verdad, y la vida? �Por qu� no fiarse de Dios que es Padre, nuestro
Padre?
"Santa Mar�a de las gracias", a la que el humilde capuchino de
Pietrelcina invoc� con constante y tierna devoci�n, nos ayude a tener los ojos
fijos en Dios. Que ella nos lleve de la mano y nos impulse a buscar con tes�n
la caridad sobrenatural que brota del Costado Abierto del Crucificado.
Y t�, Beato Padre P�o, dirige desde el cielo tu mirada hacia nosotros,
reunidos en esta plaza, y a cuantos est�n congregados en la plaza de San Juan
de Letr�n y en San Giovanni Rotondo. Intercede por aquellos que, en todo el
mundo, se unen espiritualmente a esta celebraci�n, elevando a ti sus s�plicas.
Ven en ayuda de cada uno y concede la paz y el consuelo a todos los corazones.
Am�n.
L�Osservatore Romano, 7 de mayo de 1999.
Para mas informaci�n: Convento PP. Capuchinos; "N. Sra.
de las Gracias" 71013 - S. Giovanni Rotondo (Foggia) Italia.
Oraci�n y
caridad: s�ntesis de su testimonio
Homil�a de Juan Pablo II en
la canonizaci�n del Padre P�o
CIUDAD DEL VATICANO, 16 junio 2002
1. �Mi yugo es suave y mi carga
ligera� (Mateo 11, 30).
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Las palabras de Jes�s a los disc�pulos, que acabamos de escuchar, nos ayudan a
comprender el mensaje m�s importante de esta celebraci�n. Podemos, de hecho,
considerarlas en un cierto sentido como una magn�fica s�ntesis de toda la
existencia del padre P�o de Pietrelcina, hoy proclamado santo.
La imagen evang�lica del �yugo� evoca las muchas pruebas que el humilde
capuchino de San Giovanni Rotondo tuvo que afrontar. Hoy contemplamos en �l cu�n
dulce es el �yugo� de Cristo y cu�n ligera es su carga, cuando se lleva con amor
fiel. La vida y la misi�n del padre P�o testimonian que las dificultades y los
dolores, si se aceptan por amor, se transforman en un camino privilegiado de
santidad, que se adentra en perspectivas de un bien m�s grande, solamente
conocido por el Se�or.
2. �En cuanto a m�... �Dios me libre gloriarme si nos es en la cruz de nuestro
Se�or Jesucristo� (G�latas 6, 14).
�No es quiz� precisamente la �gloria de la Cruz� la que m�s resplandece en el
padre P�o? �Qu� actual es la espiritualidad de la Cruz vivida por el humilde
capuchino de Pietrelcina! Nuestro tiempo necesita redescubrir su valor para
abrir el coraz�n a la esperanza. En toda su existencia, busc� siempre una mayor
conformidad con el Crucificado, teniendo una conciencia muy clara de haber sido
llamado a colaborar de manera peculiar con la obra de la redenci�n. Sin esta
referencia constante a la Cruz, no se puede comprender su santidad.
En el plan de Dios, la Cruz constituye el aut�ntico instrumento de salvaci�n
para toda la humanidad y el camino expl�citamente propuesto por el Se�or a
cuantos quieren seguirle (Cf. Marcos 16, 24). Lo comprendi� bien el santo fraile
de Gargano, quien, en la fiesta de la Asunci�n de 1914, escrib�a: �Para alcanzar
nuestro �ltimo fin hay que seguir al divino Jefe, quien quiere llevar al alma
elegida por un solo camino, el camino que �l sigui�, el de la abnegaci�n y la
Cruz� (�Epistolario� II, p. 155).
3. �Yo soy el Se�or que act�a con misericordia� (Jerem�as 9, 23).
El padre P�o ha sido generoso dispensador de la misericordia divina, ofreciendo
su disponibilidad a todos, a trav�s de la acogida, la direcci�n espiritual, y
especialmente a trav�s de la administraci�n del sacramento de la Penitencia. El
ministerio del confesionario, que constituye uno de los rasgos caracter�sticos
de su apostolado, atra�a innumerables muchedumbres de fieles al Convento de San
Giovanni Rotondo. Incluso cuando el singular confesor trataba a los peregrinos
con aparente dureza, �stos, una vez tomada conciencia de la gravedad del pecado,
y sinceramente arrepentidos, casi siempre regresaban para recibir el abrazo
pacificador del perd�n sacramental.
Que su ejemplo anime a los sacerdotes a cumplir con alegr�a y asiduidad este
ministerio, tan importante hoy, como he querido confirmar en la Carta a los
Sacerdotes con motivo del pasado Jueves Santo.
4. �T� eres, Se�or, mi �nico bien�.
Es lo que hemos cantado en el Salmo Responsorial. Con estas palabras, el nuevo
santo nos invita a poner a Dios por encima de todo, a considerarlo como nuestro
sumo y �nico bien.
En efecto, la raz�n �ltima de la eficacia apost�lica del padre P�o, la ra�z
profunda de tanta fecundidad espiritual, se encuentra en esa �ntima y constante
uni�n con Dios que testimoniaban elocuentemente las largas horas transcurridas
en oraci�n. Le gustaba repetir: �Soy un pobre fraile que reza�, convencido de
que �la oraci�n es la mejor arma que tenemos, una llave que abre el Coraz�n de
Dios�. Esta caracter�stica fundamental de su espiritualidad continua en los
�Grupos de Oraci�n� que �l fundo, y que ofrecen a la Iglesia y a la sociedad la
formidable contribuci�n de una oraci�n incesante y confiada. El padre P�o un�a a
la oraci�n una intensa actividad caritativa de la que es expresi�n
extraordinaria la �Casa de Alivio del Sufrimiento�. Oraci�n y caridad, esta es
una s�ntesis sumamente concreta de la ense�anza del padre P�o, que hoy vuelve a
proponerse a todos.
5. �Te bendigo, Padre, Se�or del cielo y de la tierra, porque... estas cosas...
las has revelado a los peque�os� (Mateo 11, 25).
Qu� apropiadas parecen estas palabras de Jes�s, cuando se te aplican a ti,
humilde y amado, padre P�o.
Ens��anos tambi�n a nosotros, te pedimos, la humildad del coraz�n para formar
parte de los peque�os del Evangelio, a quienes el Padre les ha prometido revelar
los misterios de su Reino.
Ay�danos a rezar sin cansarnos nunca, seguros de que Dios conoce lo que
necesitamos, antes de que se lo pidamos.
Danos una mirada de fe capaz de capaz de reconocer con prontitud en los pobres y
en los que sufren el rostro mismo de Jes�s.
Ap�yanos en la hora del combate y de la prueba y, si caemos, haz que
experimentemos la alegr�a del sacramento del perd�n.
Transm�tenos tu tierna devoci�n a Mar�a, Madre de Jes�s y nuestra.
Acomp��anos en la peregrinaci�n terrena hacia la patria bienaventurada, donde
esperamos llegar tambi�n nosotros para contemplar para siempre la Gloria del
Padre, del Hijo y del Esp�ritu Santo. �Am�n!
Profetiz� a Karol Wojtyla que ser�a Papa
Seg�n algunas fuentes que no hemos podido confirmar, cuando Karol Wojtyla era
un sacerdote en su nativa
Polonia, cada
vez que visitaba a Italia viajaba a San Giovanni Rotondo para
confesarse con el Padre P�o. En una de
esas ocasiones, el Padre P�o pareci� entrar en un breve trance y le dijo:
"Vas a ser Papa".. y continu�: "Tambi�n veo sangre... Vas
a ser Papa y veo sangre".
El 13 de mayo de 1981, ocurri� el
atentado contra aquel mismo sacerdote polaco, ahora S.S. Juan Pablo II. La
sangre fue derramada. El mismo Papa canoniza al Padre P�o.
El mensaje del Padre P�o coincide
con el mensaje de la tercera parte del secreto de
F�tima aunque este era aun secreto cuando ocurri� la profec�a.