Santos y teolog�a del coraz�n - San Pio de Pietrelcina



1887-1968



"Solo quiero ser un fraile que reza..." San Padre Pio
 


CRONOLOG�A DEL P. P�O

1887 - 25 mayo:              Nace en Pietrelcina, Italia
1903 - 6 enero:               Edad 15 a�os. Entra al noviciado franciscano OFM cap en Morcone.
1904 - 22 enero:             Profesa como franciscano
1910 - 10 agosto:           Ordenaci�n sacerdotal en Benevento
1918 - 20 septiembre:     Recibe las estigmas, (llagas de Jesucristo)
1923 - 1933                    Le fue prohibido celebrar misa en p�blico y comunicaci�n con sus hijos espirituales; v�ctima de calumnias.
1947                              Comienzan los grupos de oraci�n del Padre P�o.
1956 - 5 mayo              Inauguraci�n de la Casa Sollievo della Sofferenza (alivio del sufrimiento)
1968 - 23 septiembre:     Fallece en San Giovanni Rotondo
1998 - 21 de diciembre: Reconocimiento de milagro
1999 - 2 de mayo:          Beatificaci�n
2001 - 20 de diciembre: Reconocimiento de 2� milagro
2002 - 16 junio:             Canonizaci�n en el Vaticano


San Pio de Pietrelcina, entr� en los Capuchinos con 15 a�os de edad.Ordenado el 10 de agosto de 1910.Asignado a San Giovanni Rotondo en 1916, vivi� all� hasta su muerte.Recibi� los estigmas: 20 de septiembre, 1918. Los llev� por 50 a�os.Entr� en la Vida Eterna: 23 de septiembre, 1968.Beatificado por el Papa Juan Pablo II el 2 de mayo de 1999. Canonizado por el Papa Juan Pablo II el 16 de junio del 2002.

"Solo quiero ser un fraile que reza...�
�Reza, espera y no te preocupes. La preocupaci�n es in�til. Dios es misericordioso y escuchar� tu oraci�n... La oraci�n es la mejor arma que tenemos; es la llave al coraz�n de Dios. Debes hablarle a Jes�s, no solo con tus labios sino con tu coraz�n. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el coraz�n...� -Padre P�o

El Padre P�o es uno de los m�s grandes m�sticos de nuestro tiempo, amado en todo el mundo. Nos ense�� a vivir un amor radical al coraz�n de Jes�s y a su Iglesia. Su vida era oraci�n, sacrificio y pobreza. Alcanz� una profunda uni�n con Dios.

Famoso confesor. El Padre P�o pasaba hasta 16 horas diarias en el confesionario. Algunos deb�an esperar dos semanas para lograr confesarse con �l, porque el Se�or les hac�a ver por medio de este sencillo sacerdote la verdad del evangelio. Su vida se centraba en torno a la Eucarist�a. Sus misas conmov�an a los fieles por su profunda devoci�n. Pose�a una ferviente devoci�n por la Virgen Mar�a.


DONES EXTRAORDINARIOS:
Discernimiento extraordinario: la capacidad de leer los corazones y las conciencias. Profec�a: pudo anunciar eventos del futuro. Curaci�n: curas milagrosas por el poder de la oraci�n. Bilocaci�n: estar en dos lugares al mismo tiempo. Perfume: la sangre de sus estigmas ten�a fragancia de flores.

Llegaban a verle multitud de peregrinos y adem�s recib�a muchas cartas pidiendo oraci�n y consejo. Los m�dicos que observaron los estigmas del Padre P�o no pudieron hacer cicatrizar sus llagas ni dar explicaci�n de ellas. Calcularon que perd�a una copa de sangre diaria, pero sus llagas nunca se infectaron. El Padre P�o dec�a que eran un regalo de Dios y una oportunidad para luchar por ser m�s y m�s como Jesucristo Crucificado. Su beatificaci�n fue la de mayor asistencia en la historia. La plaza de San Pedro y sus alrededores no pudieron contener la multitud que asisti� a su beatificaci�n. El Padre P�o es un poderoso intercesor. Los milagros se siguen multiplicando.
 


BIOGRAF�A


Infancia
Francisco Forgione (San Padre P�o) naci� en el seno de una humilde y religiosa familia, el Mi�rcoles 25 de mayo de 1887 a las 5 de la tarde, hora en que las campanas de la Iglesia sonaban para llamar a todos los fieles a honrar a la Virgen Sant�sima en su mes. El Beato Padre P�o naci� en una peque�a aldea del Sur de Italia, llamada Pietrelcina, una peque�a villa en la provincia de Benevento, Italia. Sus padres, Horacio Forgione y Mar�a Giuseppa de Nunzio Forgione, ambos agricultores, encomendaron la protecci�n de su reci�n nacido a San Francisco de As�s, por esta raz�n le bautizaron con el nombre de Francisco al d�a siguiente de su nacimiento.

El Padre P�o, cuando era a�n un beb�, lloraba desconsoladamente al grado que su padre no lograba descansar por la noche de lo fuerte y constante de su llanto, su padre dec�a que �al beb� nunca se le acababa el aire�. Una vez que se encontraba con su pap� a solas en casa, este no pudo consolarle para que parara de llorar y lo arroj� en la cama exclamando: �Parece que el diablo hubiese nacido en mi casa�.

Relata el Padre P�o que desde ese preciso momento, nunca m�s volvi� a llorar as�. La familia Forgione viv�a en el sector m�s pobre de Pietrelcina. Francisco fue pobre, pero como �l mismo dir�a m�s adelante, nunca careci� de nada... Los valores eran diferentes en aquella �poca; un ni�o se consideraba dichoso si ten�a lo b�sico para vivir. Fue un ni�o muy sensible y espiritual.

Inicio de sus experiencias extraordinarias
Su vida transcurri� en los alrededores de la Iglesia Santa Mar�a de los �ngeles, que podr�amos decir fue como su "hogar". Aqu� fue bautizado, hizo su Primera Comuni�n, su Confirmaci�n, y precisamente aqu�, a los cinco a�os de edad, tuvo una aparici�n del Sagrado Coraz�n de Jes�s. El Se�or pos� Su mano sobre la cabeza de Francisco y este prometi� a San Francisco que ser�a un fiel seguidor suyo. El curso de su vida y su vocaci�n quedar�a desde ese momento sellado. Padre P�o se ofrece a tan corta edad como v�ctima. Este a�o marcar�a la vida de Francisco para siempre; empieza a tener apariciones de la Sant�sima Virgen, que continuar�an por el resto de su vida.

Tambi�n ten�a trato familiar con su �ngel guardi�n, con el que tuvo la gracia de comunicarse toda su vida y el cual sirvi� grandemente en la misi�n que �l recibir�a de Dios. Es tambi�n a esta edad que los demonios comenzaron a torturarlo. El ni�o acostumbraba a cobijarse bajo la sombra de un �rbol particular durante los c�lidos y soleados d�as de verano. Amigos y vecinos testificaron que fueron en m�s de una ocasi�n las veces que le vieron pelear con lo que parec�a su propia sombra. Estas luchas continuar�an por el resto de su vida.

Fue un ni�o callado, diferente y t�mido, muchos dicen que a tan corta edad ya mostraba signos de una profunda espiritualidad. Era piadoso, permanec�a largas horas en la iglesia despu�s de Misa. Hizo hasta arreglos con el sacrist�n para que le permitiera visitar al Se�or en la Eucarist�a, en los momentos en los cuales la iglesia permaneciera cerrada.


Curado por los chiles
En tiempos en que el Padre era a�n peque�o, la tifoidea era una enfermedad mortal y el peque�o Francisco se vio al borde de la muerte a consecuencia de ella. La fiebre le llego tan alta, que el mismo doctor le inform� a su madre que al peque�o Francisco le quedaban unas cuantas horas de vida. La madre, aun con el dolor que experimentaba su coraz�n, debi� continuar sus labores dom�sticas y prepar�, como de costumbre, alimentos para los trabajadores que les ayudaban con sus tierras. La comida que Guiseppa prepar� fueron chiles fritos y los trabajadores no se los terminaron por ser tan picosos. Al peque�o enfermo, el olor de los chiles le result� muy apetecible y en cuanto se encontr� a solas, no pudiendo caminar, se arrastr� hasta el lugar en el que se encontraban los chiles que tanto le apetec�an y se los comi� todos.

Cuando termin� de comer, se regres� a su cama y sinti� una gran sed. Llam� a su hermano Miguel para que le trajera algo de tomar. Su hermano le llev� una botella de leche y le sirvi� un poco en una cuchara, como lo hab�an estado haciendo. Francisco, tom� la botella y se la tom� toda para la sorpresa de su hermano. Cuando su madre regres� m�s tarde a buscar los chiles, encontr� el plato vac�o y no se imagin� que hubiese sido Francisco el que se los hubiese comido. Aunque esta comida podr�a haber sido fatal para su salud, produjo cambios radicales. Desde ese momento, Francisco se cur� de la tifoidea y su salud se restaur� por completo.


Un milagro en su presencia
Un d�a, siendo a�n peque�o, acompa�� a su padre, Horacio, en una peregrinaci�n al Santuario de San Peregrino. La iglesia estaba llena de fieles de todas partes. Francisco se arrodill� para orar al frente del Santuario y observaba la angustia de una madre que se acerc� al altar con un ni�o deforme en sus brazos e imploraba al Santo que intercediera por la sanaci�n de su hijo.

Mientras su padre se preparaba para salir de la Iglesia, Francisco no se mov�a en profunda oraci�n de intercesi�n por el ni�o. La madre de este, en un arrebato de desesperaci�n dijo en voz alta frente a la imagen del Santo: �Cura a mi hijo, si no lo quieres curar, t�malo, yo no lo quiero� y diciendo esto, arroj� al ni�o en el altar. En el preciso momento en que el ni�o toc� el altar, �ste san� por completo. Esta experiencia del poder de la oraci�n, afianz� grandemente la confianza de Francisco en el poder de la intercesi�n de los Santos.


Primeros estudios
Francisco ten�a gran sed de aprender. Por no haber escuelas en la villa, unos granjeros se voluntarizaron para ense�ar a los ni�os del �rea. Su mayor ambici�n era que los ni�os pudieran aprender a leer y los m�s brillantes a escribir. La ense�anza se llevaba a cabo durante la noche por la necesidad existente de trabajar, tanto adultos como ni�os durante el d�a. Francisco estudiaba durante este tiempo. Otros ni�os prefer�an jugar, pero esto no era una de sus prioridades. Su preferencia era siempre pasar la mayor parte del tiempo en oraci�n y estudiar en el tiempo destinado para el aprendizaje. Padre P�o fue un ni�o disciplinado, que entend�a el sacrificio que era para sus padres patrocinar su tiempo de aprendizaje.


Estudios para prepararlo a la Vida Religiosa
Lleg� el momento en el cual Francisco manifestar� su deseo de ser religioso. Su padre, al ver la limitaci�n existente de educaci�n en la villa, emigr� a los Estados Unidos y a Jamaica buscando mejor solvencia econ�mica que le permitiera sufragar los gastos de educaci�n para Francisco. Sus padres, aunque humildes, recibieron gran sabidur�a del Se�or para ver el camino que su hijo habr�a de seguir. Hicieron grandes sacrificios para que se hiciera posible.

Fue durante este tiempo en que su madre, Giuseppa, hizo arreglos para que su hijo recibiera la formaci�n necesaria para poder ingresar en el seminario. La �nica posibilidad en ese momento era recibir clases con Don Domenico Tizzani, un exsacerdote que habiendo abandonado el ministerio, hab�a contra�do matrimonio. Don Domenico ten�a la reputaci�n de ser muy buen maestro, pero algo pasaba con el joven Francisco que parec�a tener un bloqueo mental en su presencia. Do�a Giuseppa busc� otro maestro para Francisco y lo encontr� en el maestro Angelo Cavacco. Con �l, el joven Francisco avanz� con gran rapidez y mostr� tener gran capacidad.


Preparaci�n para el Noviciado
Los d�as antes de entrar al seminario fueron d�as de visiones del Se�or, que le preparar�an para grandes luchas. Jes�s le permiti� ver a Francisco el campo de batalla, los obst�culos y enemigos. A un lado hab�an hombres radiantes, con vestiduras blancas, al otro lado, inmensas bestias espantosas de color oscuro. Era una escena aterradora y las rodillas del joven Francisco comenzaron a temblar. Jes�s le dice que se tiene que enfrentar con la horrenda criatura, a lo que Francisco responde temeroso, rog�ndole al Se�or que no le pidiera cosa semejante de la cual no podr�a salir victorioso. Jes�s vuelve a repetir su petici�n dej�ndole saber que estar�a a su lado. Francisco entonces entra en un feroz combate, los dolores infligidos en su cuerpo eran intolerables, pero sali� triunfante. Jes�s alert� a Francisco de que entrar�a en combate nuevamente con este demonio a lo largo de toda su vida, que no temiera: �Yo estar� protegi�ndote, ayud�ndote, siempre a tu lado hasta el fin del mundo�. Esta visi�n particular petrific� a Padre P�o por 20 a�os.

El d�a antes de entrar al Seminario, Francisco tuvo una visi�n de Jes�s con su Sant�sima Madre. En esta visi�n, Jes�s posa Su mano en el hombro de Francisco, d�ndole valor y fortaleza para seguir adelante. La Virgen Mar�a, por su parte, le habla suavemente, sutil y maternalmente penetrando en lo m�s profundo de su alma.


Ingreso en el Noviciado de Morcone
Padre P�o siempre camin� el sendero estrecho, no permiti�ndose lujos ni nada que le pudiera desviar de su relaci�n con Jes�s. A los 15 a�os de edad, Francisco hab�a adelantado lo suficiente como para entrar al Seminario; ser�a Fraile Capuchino. Ingres� con la Orden Franciscana de Morcone el 3 de enero de 1902. Quince d�as despu�s de su entrada, el d�a 22 de enero de 1902, Francisco recibi� el h�bito franciscano que est� hecho en forma de una cruz y percibi� que desde ese momento su vida estar�a �crucificada en Cristo�, tom� adem�s, por nombre religioso, Fray P�o de Pietrelcina en honor a San P�o V.

La Fraternidad Capuchina en la cual ingres� era una de las m�s austeras de la Orden Franciscana y una de las m�s fieles a la regla original de San Francisco de As�s. El ayuno y la penitencia eran pr�cticas habituales. El Fraile P�o abraz� todas las formas de autoprivaci�n, comiendo siempre muy poco, en una ocasi�n se aliment� �nicamente de la Eucarist�a por 20 d�as y aunque d�bil f�sicamente se presentaba a clases con preclara alegr�a. Fue una de las mejores �pocas de su vida: "Soy inmensamente feliz cuando sufro, y si consintiera los impulsos de mi coraz�n, le pedir�a a que Jes�s me diera todo el sufrimiento de los hombres".


Primera bilocaci�n
En 1905, solo dos a�os despu�s de haber entrado al Seminario, el Fraile P�o experimenta por primera vez la bilocaci�n. Rezando acompa�ado de otro fraile en el coro, una noche fr�a de enero, alrededor de las 11:00 de la noche, se encontr� a s� mismo muy lejos, en una casa muy elegante en la cual un padre de familia agonizaba en el mismo momento que su hija nac�a. Nuestra Sant�sima Madre se le apareci� al Fraile P�o dici�ndole: �Encomiendo esta criatura a tus cuidados; es una piedra preciosa sin pulir. Trabaja en ella, l�strala, hazla brillar lo m�s posible, porque un d�a me quiero adornar con ella�. A lo que �l contest�: ��C�mo puede ser esto posible si soy un pobre estudiante, y todav�a ni siquiera s� si tendr� la fortuna de llegar a ser sacerdote? Y si no llegara a ser sacerdote, �c�mo podr�a ocuparme de esta ni�a estando tan lejos?�. La Virgen le contest�: �No dudes. Ser� ella quien venga a ti, pero la conocer�s de antemano en la Bas�lica de San Pedro�. Inmediatamente se encontr� de nuevo en el coro donde hab�a estado rezando minutos antes.

Dieciocho a�os m�s tarde esta ni�a se present� en la Bas�lica de San Pedro, agobiada y buscando a un sacerdote con quien pudiera confesarse y recibir direcci�n espiritual. Ya era tarde y la Bas�lica iba a cerrar, mir� a su alrededor y vio a un fraile entrar en el confesionario y cerrar la puerta. La joven se le acerc� y comenz� a compartirle sus problemas. El sacerdote absolvi� sus pecados y le dio la bendici�n. La joven en agradecimiento quiso besarle la mano, pero al abrir el confesionario solo encontr� una silla vac�a.

Un a�o despu�s, la joven fue en peregrinaci�n a San Giovanni Rotondo. Padre P�o caminaba por los pasillos de las celdas repletos de peregrinos y al ver a la joven entre ellos, la se�al� diciendo: �Yo te conozco, tu naciste el d�a que tu padre muri�, la joven, sorprendida, esper� largo rato para poderse confesar con el Padre y aclarar sus inquietudes. Padre P�o le recibe en el confesionario con estas palabras: "Mi hija, has venido finalmente; he esperando tantos a�os por ti!". La joven a�n m�s sorprendida le manifest� que �l estaba equivocado, siendo �sta la primera vez que ella visitaba San Giovanni. A lo que Padre P�o contest�: "Ya t� me conoces, viniste a m� el a�o pasado en la Bas�lica de San Pedro". La joven se convirti� en su hija espiritual, obedeciendo siempre a sus consejos. Se cas� y form� una s�lida y ejemplar familia cristiana.


Ordenaci�n Sacerdotal
El 10 de agosto de 1910, Padre P�o es ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento, Italia. La tarde de aquel d�a, escribe esta oraci�n: �Oh Jes�s, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas de m� un sacerdote santo y una v�ctima perfecta�. El d�a de su ordenaci�n, su padre se encontraba en Am�rica, pero su madre, su hermano Miguel y su esposa, y sus tres hermanas le acompa�aron en ese d�a tan especial. Al finalizar la Santa Misa, su madre y sus hermanos se acercaron a la baranda para recibir su primera bendici�n. Su madre no pod�a contener sus l�grimas, tanto de la emoci�n como del dolor de pensar en la ausencia de su esposo, cuyo sacrificio hab�a hecho posible la ordenaci�n de su hijo.

Como era la costumbre, el nuevo Padre celebrar�a su primera Misa en la iglesia de su pueblo, en Santa Mar�a de los �ngeles. En la misma iglesia en la que 23 a�os antes hab�a sido bautizado, en donde hab�a recibido la Primera Comuni�n y el Sacramento de la Confirmaci�n. El padre sol�a decirles a sus hijos espirituales �Si ustedes desean asistir a la Sagrada Misa con devoci�n y obtener frutos, piensen en la Madre Dolorosa al pie del Calvario�.


De regreso en Pietrelcina
Mientras m�s alto escalaba el joven sacerdote hacia la perfecci�n, m�s era asechado por el demonio. Y mientras m�s atormentado era por Satan�s, m�s crec�a en fe y en amor al Se�or. Poco despu�s de su ordenaci�n, le volvieron las fiebres y los males que siempre le aquejaron durante sus estudios, y fue enviado a su pueblo, Pietrelcina, para que se restableciera de salud.

Cada vez que se hac�a el intento para restaurarlo a la vida religiosa dentro del monasterio, este fracasaba, pues su salud empeoraba. Su vida sacerdotal en Pietrelcina inclu�a mucha oraci�n acompa�ada de muchas funciones religiosas, as� como estudios teol�gicos, catecismo para los ni�os del pueblo y reuniones con individuos y familias. Durante este per�odo en Pietrelcina, su antiguo profesor, el ex sacerdote Tizzani, agonizaba. Su hija, vi�ndolo cerca a la muerte, llam� al Padre P�o para que asistiera a su padre, quien providencialmente pasaba por su casa en ese momento. El moribundo recibi� del Padre la gracia de Dios y la salvaci�n eterna de su alma, hizo su confesi�n con l�grimas de arrepentimiento y muri� en paz.


Primera aparici�n de los estigmas
Durante su primer a�o de ministerio sacerdotal, en 1910, el Padre P�o manifiesta los primeros s�ntomas de los estigmas. En una carta que escribe a su director espiritual los describe as�: �En medio de las manos apareci� una mancha roja, del tama�o de un centavo, acompa�ada de un intenso dolor. Tambi�n debajo de los pies siento dolor�. Estos dolores en la manos y los pies del Padre P�o, son los primeros recuentos de las estigmas que fueron invisibles hasta el a�o 1918.

Una vez el dolor que el Padre P�o experiment� fue tan agudo, que se sacudi� las manos, las cuales sent�a que se le quemaban, a lo que su madre le pregunt�: �Que es eso?, es que ahora tambi�n tocas la guitarra?�. El Padre se limit� a no responder. Este tiempo en su pueblo natal fue un per�odo de grandes combates espirituales con el demonio, pero tambi�n de grandes consuelos a trav�s de �xtasis y fen�menos m�sticos, tanto interiores como exteriores, espirituales y f�sicos. El demonio sol�a aparec�rsele de distintas maneras. Algunas veces lo hac�a en la apariencia de animales, de mujeres bailando danzas impuras, de carceleros que lo azotaban e incluso bajo la apariencia de Cristo Crucificado, de su �ngel de la Guarda, San Francisco de As�s, la Virgen Mar�a, tambi�n bajo la apariencia de su director espiritual, su provincial, etc. pero despu�s de estos asaltos del demonio, era consolado con �xtasis y apariciones de Jes�s, la Sant�sima Virgen Mar�a, su �ngel Guardi�n, San Francisco y otros santos.

El d�a 12 de agosto de 1912 experiment� por primera vez la �llaga del amor�. El Padre P�o le escribi� a su director espiritual explic�ndole lo sucedido: �Estaba en la Iglesia haciendo mi acci�n de gracias despu�s de la Santa Misa, cuando de repente sent� mi coraz�n herido por un dardo de fuego hirviendo en llamas y yo pens� que me iba a morir�.

Por siete a�os, Padre P�o permanece fuera del Convento, en Pietrelcina. Naturalmente, esta vida estaba en contraste con la regla franciscana y algunos hermanos frailes se quejaron de esto. Fue entonces cuando el Superior General de la Orden pidi� a la Sagrada Congregaci�n de los Religiosos la exclaustraci�n del P. P�o. Fue un golpe muy duro para �l y en un �xtasis se quej� con San Francisco de As�s. La Congregaci�n de los Religiosos no escuch� la solicitud del Superior General y concedi� que el Padre P�o siguiera viviendo fuera del convento, hasta que estuviera completamente restablecida su salud.


De regreso a la vida mon�stica
El d�a 17 de febrero de 1916, el Padre P�o sali� de Pietrelcina rumbo a Foggia, donde los superiores lo llamaron para dar un servicio espiritual. Gracias a las oraciones de Rafaelina Cerase, una se�ora muy enferma y cercana a la muerte, el Padre P�o puede regresar definitivamente a la vida comunitaria. Esta buena se�ora se ofreci� a Dios como v�ctima para que el Padre pudiese o�r confesiones y con ello traer gran beneficio a las almas.

Aunque el Padre nunca m�s pudo regresar a Pietrelcina, su amor por ella nunca disminuy�. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Padre, refiri�ndose a su pueblo dijo: �Pietrelcina ser� preservada como la ni�a de mis ojos�. Y antes de morir, hablando prof�ticamente dijo: �Durante mi vida he favorecido a San Giovanni Rotondo. Despu�s de mi muerte, favorecer� a Pietrelcina�.


Primera visita a San Giovanni Rotondo
El d�a 28 de julio de 1916, el Padre P�o llega a San Giovanni Rotondo por primera vez. San Giovanni Rotondo era en ese entonces una peque�a villa en la pen�nsula del Gargano, rodeada por casas muy pobres, sin luz, sin agua potable ni ca�er�a, sin caminos pavimentados y sin formas de comunicaci�n modernos, muy parecido a la forma de vida en las villas peque�as de aquel entonces.

El monasterio se encontraba a unos dos kil�metros del pueblo y para llegar a este, era necesario ir en mula. El monasterio contaba con una peque�a y r�stica Iglesia de Nuestra Se�ora de la Gracia del siglo XIV.


Regreso permanente a San Giovanni Rotondo
Padre P�o fue invitado a San Giovanni por el Padre Guardi�n y su breve visita fue del 28 de julio al 5 de agosto. Durante esta visita, la salud del Padre parece haber mejorado un poco lo cual agrad� al Padre Provincial y este lo mand� bajo obediencia a regresar a San Giovanni por un tiempo, hasta que mejorase m�s su salud. El Padre regres� al Monasterio del Gargano el d�a 4 de septiembre de 1916. En los designios del Se�or, lo que en un inicio se pens� ser�a temporal, dur� 52 a�os, hasta la muerte del Padre.


Experiencia Militar
El Padre P�o fue llamado a las filas militares tres veces durante la Primera Guerra Mundial y las tres veces fue regresado luego de un corto per�odo por motivos de salud. La �ltima vez que fue llamado, su salud desmejor� tanto, que los mismos m�dicos le dieron de baja para �permitirle morir en paz en su hogar�. Las cortas permanencias en las filas militares causaron en �l grandes dolores en su alma, a causa de la dureza de los soldados, las blasfemias que escuch� y el verse alejado de la vida mon�stica. Otro gran dolor era el no poder ofrecer la Santa Misa todos los d�as.

El Padre fue dado de baja de las filas militares con papeles que atestiguaban su buena conducta, su honor y fidelidad a la patria, aunque se salv� de haber confrontado cargos de deserci�n por no presentarse a una cita, a causa de un error del cartero de San Giovanni Rotondo. Este no sab�a que Francisco Forgione y el Padre P�o eran la misma persona y por ello no supo a qui�n darle la cita.


El seminario menor
El Padre P�o sirvi� como padre espiritual de los j�venes que formaban parte del seminario ser�fico menor, que en ese momento estaba en San Giovanni Rotondo. �l se encargaba de proveerles meditaciones, de confesarlos y de tener conversaciones espirituales con ellos. Oraba mucho y vigilaba su avance espiritual y hasta lleg� a pedir permiso para ofrecerse como v�ctima al Se�or por la perfecci�n de este grupo a quienes como �l mismo dec�a �amaba con ternura�.

Un d�a en que daba un paseo con los j�venes les dijo: �Uno de ustedes me traspas� el coraz�n�. Los j�venes quedaron perplejos ante este comentario, pero no se atrev�an a preguntar qui�n hab�a sido el culpable. �Uno de ustedes esta ma�ana hizo una Comuni�n sacr�lega. Y saber que fui yo el que se la dio hoy durante la Misa�. El joven culpable se arroj� a sus pies y confes� ser �l el culpable. El Padre hizo se�a a los dem�s para que se retiraran un poco y ah� mismo en la calle escuch� su confesi�n y lo restaur� a la gracia de Dios.


Transverberaci�n del coraz�n
La transverberaci�n es una gracia extraordinaria que algunos santos como Santa Teresa de Jes�s y San Juan de la Cruz han recibido. El coraz�n de la persona escogida por Dios es traspasado por una flecha misteriosa o experimentado como un dardo que al penetrar deja tras de s� una herida de amor que quema mientras el alma es elevada a los niveles m�s altos de la contemplaci�n del amor y del dolor.

El Padre P�o recibi� esta gracia extraordinaria el 5 de agosto de 1918. En gran simplicidad, el Padre le narr� a su director espiritual lo sucedido: �Yo estaba escuchando las confesiones de los j�venes la noche del 5 de agosto cuando, de repente, me asust� grandemente al ver con los ojos de mi mente a un visitante celestial que se apareci� frente a m�. En su mano llevaba algo que parec�a como una lanza larga de hierro, con una punta muy aguda. Parec�a que sal�a fuego de la punta.

Vi a la persona hundir la lanza violentamente en mi alma. Apenas pude quejarme y sent� como que me mor�a. Le dije al muchacho que saliera del confesionario, porque me sent�a muy enfermo y no ten�a fuerzas para continuar. Este martirio dur� sin interrupci�n hasta la ma�ana del 7 de agosto. Desde ese d�a siento una gran aflicci�n y una herida en mi alma que est� siempre abierta y me causa agon�a.�


Las estigmas de Cristo
Sin duda alguna lo que ha hecho famoso al Padre P�o es el fen�meno de los estigmas: las cinco llagas de Cristo crucificado que llev� en su cuerpo visiblemente durante 50 a�os. Un poco m�s de un mes despu�s de haber recibido el traspaso del coraz�n, el Padre P�o recibe las se�as, ahora visibles, de la Pasi�n de Cristo.

El Padre describe este fen�meno y gracia espiritual a su director por obediencia: �Era la ma�ana del 20 de septiembre de 1918. Yo estaba en el coro haciendo la oraci�n de acci�n de gracias de la Misa y sent� poco a poco que me elevaba a una oraci�n siempre m�s suave, de pronto una gran luz me deslumbr� y se me apareci� Cristo que sangraba por todas partes. De su cuerpo llagado sal�an rayos de luz que m�s bien parec�an flechas que me her�an los pies, las manos y el costado.Cuando volv� en m�, me encontr� en el suelo y llagado. Las manos, los pies y el costado me sangraban y me dol�an hasta hacerme perder todas las fuerzas para levantarme. Me sent�a morir, y hubiera muerto si el Se�or no hubiera venido a sostenerme el coraz�n que sent�a palpitar fuertemente en mi pecho. A gatas me arrastr� hasta la celda. Me recost� y rec�, mir� otra vez mis llagas y llor�, elevando himnos de agradecimiento a Dios�.

Los estigmas del Padre P�o eran heridas profundas en el centro de las manos, de los pies y el costado izquierdo. Ten�a manos y pies literalmente traspasados y le sal�a sangre viva de ambos lados, haciendo del Padre P�o el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia (San Francisco As�s no era sacerdote).

El provincial de los Capuchinos de Foggia invit� al Profesor Romanelli, m�dico y director de un prestigioso hospital, para que estudiara el caso y diera su parecer. El Doctor Romanelli no tuvo la menor duda del car�cter sobrenatural del fen�meno. Poco despu�s la Curia Generalicia de los Capuchinos en Roma envi� a San Gionanni Rotondo a otro especialista, el profesor Jorge Festa. Sus conclusiones fueron que �los estigmas del Padre P�o ten�an un origen que los conocimientos cient�ficos estaban muy lejos de explicar. La raz�n de su existencia est� mas all� de la ciencia humana�.

La noticia de que el Padre P�o ten�a los estigmas se extendi� r�pidamente. Muy pronto miles de personas acud�an a San Giovanni Rotondo para verle, besarle sus manos, confesarse con �l y asistir a sus Misas.

La palabra ESTIGMA viene del griego y significa �marca� o �se�al en el cuerpo�, y era el resultado del sello de un hierro candente con el cual marcaban a los esclavos. En sentido m�dico, estigma quiere decir una mancha enrojecida sobre la piel, que es causada porque la sangre sale de los vasos por una fuerte influencia nerviosa, pero nunca llega a ser perforaci�n. En cambio los estigmas que han tenido los m�sticos son lesiones reales de la piel y de los tejidos, llagas verdaderas como, en este caso, las han descrito los doctores Romanelli y Festa.


La Santa Sede interviene en las investigaciones
Despu�s de minuciosas investigaciones, la Santa Sede quiso intervenir directamente. En aquel entonces era una gran celebridad en materia de psicolog�a experimental, el Padre Agust�n Gimelli, franciscano, doctor en medicina, fundador de la Universidad Cat�lica de Mil�n y gran amigo del Papa P�o XI.

El Padre Gimelli fue a visitar al Padre P�o, pero como no llevaba permiso escrito para examinar sus llagas, este reh�so a mostr�rselas. El Padre Gimelli se fue de San Giovanni con la idea de que los estigmas eran falsos, de naturaleza neur�tica y public� su pensamiento en un art�culo publicado en una revista muy popular. El Santo Oficio se vali� de la opini�n de este gran psic�logo e hizo p�blico un decreto el cual declaraba la poca constancia en la sobrenaturalidad de los hechos.


Primera gran prueba. Diez a�os de aislamiento
En los a�os siguientes hubo otros tres decretos y el �ltimo fue condenatorio, prohibiendo las visitas al Padre P�o o mantener alguna relaci�n con �l, incluso epistolar. Como consecuencia, el Padre P�o pas� 10 a�os -de 1923 a 1933- aislado completamente del mundo exterior, entre la paredes de su celda. Durante estos a�os no solo sufr�a los dolores de la Pasi�n del Se�or en su cuerpo, tambi�n sent�a en su alma el dolor del aislamiento y el peso de la sospecha. Su humildad, obediencia y caridad no se desmintieron nunca.


El Sacrificio de la Misa
El Padre P�o se levantaba todas la ma�anas a las tres y media y rezaba el oficio de las lecturas. Fue un sacerdote orante y amante de la oraci�n. Sol�a repetir: �La oraci�n es el pan y la vida del alma; es el respiro del coraz�n, no quiero ser m�s que esto, un fraile que ama�. Celebraba la Santa Misa en las ma�anas acompa�ado de dos religiosos. Todos quer�an verlo y hasta tocarlo, pero su presencia inspiraba tanto respeto que nadie se atrev�a a moverse en lo m�s m�nimo. La Misa duraba casi dos horas y todos los presentes se sumerg�an de forma particular en el misterio del sacrificio de Cristo, multitudes se volcaban apretadas alrededor del altar deteniendo la respiraci�n.

Aunque no existe diferencia esencial en la celebraci�n de la Santa Misa de cualquier otro sacerdote, porque el sacerdote y la v�ctima es siempre Cristo, con el Padre P�o la imagen del Salvador -traspasado en sus manos, pies y costado- era m�s transparente.

El Padre P�o vive la Santa Misa, sufriendo los dolores del Crucificado y dando profundo sentido a las oraciones lit�rgicas de la Iglesia. En los anales de la Iglesia, Padre P�o es el primer sacerdote estigmatizado; el fue esencialmente sacerdote, y su santidad fue esencialmente sacerdotal.

Toda su vida giraba alrededor de esta realidad en la cual prestaba su boca a Cristo, sus manos y sus ojos. Cuando dec�a: "Esto es mi Cuerpo...Esta es mi Sangre", su rostro se transfiguraba. Olas de emoci�n lo sacud�an, todo su cuerpo se proyectaba en una muda imploraci�n. �La Misa�, dijo una vez a un hijo espiritual, �es Cristo en al Cruz, con Mar�a y Juan a los pies de la misma y los �ngeles en adoraci�n. Lloremos de amor y adoraci�n en esta contemplaci�n�. Mientras el Padre celebraba el Santo Sacrificio, el tiempo parec�a detenerse.

Una vez se le pregunt� al Padre c�mo pod�a pasar tanto tiempo de pie en sus llagas durante toda la Santa Misa, a lo que �l respondi�: �Hija m�a, durante la Misa no estoy de pie: estoy suspendido con Jes�s en la cruz�.

El Padre amaba a Jes�s con tanta fuerza, que experimentaba en su propio cuerpo una verdadera hambre y sed de �l. �Tengo tal hambre y sed antes de recibir a Jes�s, que falta poco para que muera de la angustia. Y precisamente, porque no puedo estar sin unirme a Jes�s, muchas veces, aun con fiebre, me veo obligado a ir a alimentarme de su cuerpo�... �El mundo, sol�a decir el Padre P�o, puede subsistir sin el sol, pero nunca sin la Misa�.

En una ocasi�n se le pregunt� si la Sant�sima Virgen Mar�a estaba presente durante la Santa Misa, a lo cual �l respondi�: �S�, ella se pone a un lado, pero yo la puedo ver, qu� alegr�a. Ella est� siempre presente. �Como podr�a ser que la Madre de Jes�s, presente en el Calvario al pie de la cruz, que ofreci� a su Hijo como v�ctima por la salvaci�n de nuestras almas, no est� presente en el calvario m�stico del altar?�.


M�rtir del Sacramento de la Misericordia
Quien participara en la celebraci�n Eucar�stica del Padre P�o no pod�a quedar tranquilo en su pecado. Despu�s de la Santa Misa, el Padre P�o se sentaba en el confesionario por largas horas, d�ndole preferencia a los hombres, pues �l dec�a que eran los que m�s necesitaban de la confesi�n. Al ser tantos los que acud�an a la confesi�n, fue necesario establecer un orden, y confesarse con el Padre P�o pod�a tomarse f�cilmente tres o cuatro d�as de espera.

Son muchos los impresionantes testimonios y las emotivas conversiones generadas a trav�s de las Confesiones con el Padre P�o. Severo con los curiosos, hip�critas y mentirosos, y amoroso y compasivo con los verdaderamente arrepentidos. Uno de los dones que m�s impresionaba a la gente era que pod�a leer los corazones. Una vez se le pregunt� al Padre por qu� echaba a los penitentes del confesionario sin darles la absoluci�n, a lo que �l respondi�: �Los echo, pero los acompa�o con la oraci�n y el sufrimiento, y regresar�n�. El enojo era solamente superficial.

A un hermano le explic� una vez: �Hijo m�o, s�lo en lo exterior he asumido una forma distinta. Lo interior no se ha movido para nada. Si no lo hago as�, no se convierten a Dios. Es mejor ser reprochado por un hombre en este mundo, que ser reprochado por Dios en el otro�. Un ejemplo de ello sucedi� un d�a en que el Padre se encontr� con un joven que lloraba sin importarle el gent�o que lo rodeaba.

El Padre se le acerc� y le pregunt� el porqu� de su llanto. El muchacho respondi� que �lloraba, porque no le hab�a dado la absoluci�n�. Padre P�o lo consol� con ternura diciendo: �Hijo, ves, la absoluci�n no es que te la he negado para mandarte al infierno sino al Para�so�.


El apostolado de la alegr�a
El Padre P�o era un hombre muy duro contra todo tipo de pecado, pero tierno, jovial y amante de la vida. Era un conversador brillante, con la astucia para mantener en suspenso a sus oyentes. Le gustaban mucho los chistes, y en su repertorio, no faltaban los que se refer�an a los soldados, pol�ticos y religiosos. De la boca del Padre P�o, el chiste y la an�cdota no eran solo sano humorismo y simple distracci�n, sino tambi�n una especie de apostolado: el apostolado de la alegr�a y el buen humor.

Una tarde calurosa, en que paseaba, como frecuentaba hacer con sus hermanos e hijos espirituales, les cont� esta an�cdota: �Una vez entr� de monje un joven juglar que no consegu�a cantar los salmos ni rezar las oraciones con los hermanos, pero en cuanto el coro quedaba vac�o, se acercaba a la estatua de la Sant�sima Virgen y le hac�a piruetas para congraciarse con ella y con el Ni�o Jes�s. Una vez lo vio el fraile sacrist�n y avis� al Abad. Este despu�s de haberlo observado un rato, se maravill� de ver que la estatua de la Virgen tom� vida. Mar�a sonre�a y el Ni�o Jes�s aplaud�a con sus manitas. Cada uno de nosotros, dec�a el Padre, hace de buf�n en el puesto que Dios le ha asignado. El fraile m�s ignorante, ofrec�a a la Reina del Cielo lo �nico que sab�a hacer, y Ella lo aceptaba con gusto�.


Auxilio seguro
A muchos que acud�an a �l para pedir su intercesi�n en momentos de necesidad, el Padre no faltaba en darles una mano con su oraci�n. En una ocasi�n contaba un monse�or que a un campesino conocido de �l, al cual le vino un fuerte y repentino dolor de muelas una noche, en su desesperaci�n por sentirse que el Padre no hab�a escuchado su s�plica de intercesi�n, tom� un zapato y lo arroj� contra el cuadrito en el que estaba la foto del Padre. Pasado el tiempo y habiendo olvidado el gesto irreverente, fue a confesarse con el Padre, el cual le replic� en el confesionario: �Y todav�a tienes el coraje, despu�s del zapatazo que me distes en la cara...�.
Sanaci�n milagrosa

Una de las sanaciones m�s conocidas del Padre P�o fue la de una ni�a llamada Gema, que hab�a nacido sin pupilas en los ojos. La abuelita de �sta la llev� a San Giovanni Rotondo con la esperanza de que el Se�or obrara un milagro a trav�s de la intercesi�n del Padre. El Padre la bendijo e hizo la se�al de la cruz sobre sus ojos. La ni�a recuper� la vista, aunque el milagro no termin� all�. Gema vio desde ese momento, sin nunca tener pupilas. Ya de adulta, Gema entr� en la Vida Religiosa.


El Padre y los ni�os
El Padre ten�a tambi�n un gran amor por los ni�os. Cuando se le ped�a la intercesi�n por el nacimiento de alg�n beb� que viniese con problemas, o por alg�n ni�o que estuviese enfermo, interced�a hasta conseguir la gracia. Un canciller a cuya esposa se le aproximaba el parto que se presentaba lleno de dificultades, fue a consultar con el Padre y a pedir sus oraciones. �Vete tranquilo, le dijo el Padre, y nada de operaciones�. En el momento del parto la situaci�n se complic� y los m�dicos le dijeron que si no operaban enseguida tem�an por la vida, tanto de la madre como del beb�. El canciller desesperado se fue al cuarto que estaba al lado donde hab�a una fotograf�a del Padre P�o en la pared y delante de ella comenz� a insultarlo y a decirle palabrotas. No hab�a terminado de desahogarse cuando escuch� el llanto de un beb�. Sali� corriendo hacia el cuarto de su esposa y encontr� un hermoso varoncito nacido �sin operaciones�, para sorpresa de los m�dicos.

Despu�s de algunos d�as, el canciller fue a San Giovanni a confesarse y a darle las gracias al Padre, el cual le respondi�: �Est� bien, pero todas las palabrotas y los insultos que dijiste delante de mi fotograf�a, no tienes que decirlos m�s�. En otra ocasi�n, un ni�o de San Giovanni Rotondo que estaba gravemente enfermo y el cual se esperaba que pod�a morir en cualquier momento, se ech� a re�r y recuper� la salud de forma casi instant�nea. La madre le pregunt� que qu� sent�a y el ni�o le respondi�: �Mam�, Padre P�o me hizo cosquillas en el pie�. El Padre le hab�a hecho cosquillas en el pie y se san�.


Hijos espirituales
El Padre P�o ten�a entre aquellos que se lo solicitaban, un grupo de hijos espirituales a quienes promet�a asistir con sus oraciones y cuidados a cambio de llevar una vida fervorosa de oraci�n, virtud y obras de caridad. Entre este grupo de devotos hay un sinn�mero de an�cdotas en las que el cuidado real y oportuno del Padre se manifest� de forma extraordinaria. Entre estas an�cdotas est� la de un joven cuya madre lo llevaba a donde el Padre desde que este era muy peque�o y un d�a, saliendo del convento para tomar el autob�s de regreso a casa, un coche lo atropell� por la espalda haciendolo volar por los aires. Mientras este volaba sobre el coche, viendo la imagen de la Virgencita del convento al rev�s, se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Solo logr� gritar: �Virgencita m�a, ay�dame�. Lo llevaron de inmediato al hospital y todos los ex�menes mostraban que todo estaba en orden, aunque no se explicaban de d�nde proven�a la sangre que hab�a en su camisa. En cuanto este pudo sali� corriendo hacia el convento para darle las gracias al Padre que estaba rezando en el coro. �No me des las gracias a m�, le respondi� el Padre, d�selas a la Virgen, fue Ella�. Despu�s de mirarlo con los ojos llenos de amor y con una gran sonrisa en los labios, le dijo: �Hijo m�o, no te puedo dejar solo ni un minuto...�


Llamado a la Co-redenci�n
La vida del Padre P�o est� tan llena de acontecimientos extraordinarios que es necesario buscar las causas de ellos en su vida �ntima. Quien es llamado a servir en la misi�n redentora de Jesucristo tiene que sufrir mucho moral y f�sicamente. Estos sufrimientos lo purifican y encienden cada vez m�s del amor de Dios. En una carta escrita por el Padre en 1913 dec�a: �El Se�or me hace ver como en un espejo, que toda mi vida ser� un martirio�. Desde que ingres� a la vida religiosa hasta que recibi� los estigmas, la vida del Padre P�o fue un v�a crucis. En 1912 escribe: �Sufro, sufro mucho pero no deseo para nada que mi cruz sea aliviada, porque sufrir con Jes�s es muy agradable�. A una hija espiritual le dijo un d�a: �El sufrimiento es mi pan de cada d�a. Sufro cuando no sufro. Las cruces son las joyas del Esposo, y de ellas soy celoso. �Ay de aquel que quiera meterse entre las cruces y yo!�.


Su proyecto m�s grande en la tierra
La tarde del 9 de enero de 1940, el Padre P�o reuni� a tres de sus grandes amigos espirituales y les propuso un proyecto al cual �l mismo se refiri� como �su obra m�s grande aqu� en la tierra�: la fundaci�n de un hospital que habr�a de llamarse �Casa Alivio del Sufrimiento�. El Padre sac� una moneda de oro de su bolsillo que hab�a recibido en una ocasi�n como regalo y dijo: �Esta es la primera piedra�. El 5 de mayo de 1956 se inaugur� el hospital con la bendici�n del cardenal Lercaro y un inspirado discurso del Papa P�o XII. La finalidad del hospital es curar al enfermo tanto espiritual como f�sicamente: la fe y la ciencia, la m�stica y la medicina, todos de acuerdo para auxiliar la persona entera del enfermo: cuerpo y alma.


Grupos de Oraci�n
�Lo que le falta a la humanidad, repet�a con frecuencia, es la oraci�n�. A ra�z de la Segunda Guerra Mundial, el mismo Padre funda los �Grupos de Oraci�n del Padre P�o�. Los Grupos se multiplicaron por toda Italia y el mundo. A la muerte del Padre los Grupos eran 726 y contaban con 68.000 miembros, y en marzo de 1976 pasaban de 1.400 grupos con m�s de 150.000 miembros. �Yo invito a las almas a orar y esto ciertamente fastidia a Satan�s. Siempre recomiendo a los Grupos la vida cristiana, las buenas obras y, especialmente, la obediencia a la Santa Iglesia�.


Segunda prueba y persecuci�n
La envidia humana se ech� encima de la obra del Padre P�o. Desde 1959, peri�dicos y semanarios empezaron a publicar art�culos y reportajes mezquinos y calumniosos contra la �Casa Alivio del Sufrimiento�. Para quitar al Padre los donativos que le llegaban de todas partes del mundo para el sostenimiento de la Casa, sus enemigos planearon una serie de documentaciones falsas y hasta llegaron, sacr�legamente, a colocar micr�fonos en su confesionario para sorprenderlo en error.

Algunas oficinas de la Curia Romana condujeron investigaciones, le quitaron la administraci�n de la Casa Alivio del Sufrimiento y sus Grupos de Oraci�n fueron dejados en el abandono. A los fieles se les recomend� no asistir a sus Misas ni confesarse con �l. El Padre P�o sufri� mucho a causa de esta �ltima persecuci�n que dur� hasta su muerte, pero su fidelidad y amor intenso hacia la Santa Madre Iglesia fue firme y constante. En medio del dolor que este sufrimiento le causaba, sol�a decir: �Dulce es la mano de la Iglesia tambi�n cuando golpea, porque es la mano de una madre�.


50 a�os de dolor y sangre
El viernes 20 de septiembre de 1968, el Padre P�o cumpl�a 50 a�os de haber recibido los estigmas del Se�or. Fue grande la celebraci�n en San Giovanni. El Padre P�o celebr� la Misa a la hora acostumbrada. Alrededor del altar hab�a 50 grandes macetas con rosas rojas para sus 50 a�os de sangre... De la misma manera milagrosa como los estigmas hab�an aparecido en su cuerpo 50 a�os antes, ahora, 50 a�os m�s tarde y unos d�as antes de su muerte, hab�an desaparecido sin dejar rastro alguno de cinco d�cadas de dolor y sangre, con lo cual el Se�or ha confirmado su origen m�stico y sobrenatural.


El paso a la vida eterna
Tres d�as despu�s, murmurando por largas horas ��Jes�s, Mar�a!�, muere el Padre P�o, el 23 de septiembre de 1968. Los que estaban presentes quedaron largo tiempo en silencio y en oraci�n. Despu�s estall� un largo e irrefrenable llanto. Los funerales del Padre P�o fueron impresionantes. Se tuvo que esperar cuatro d�as para que las multitudes pasaran a despedirlo. Se calcula que m�s de 100 mil personas participaron del entierro.


Una promesa de amor
Un d�a se le pregunt� al Padre: ��Jes�s le mostr� los lugares de sus hijos espirituales en el para�so?�. �Claro, un lugar para todos los hijos que Dios me confiar� hasta el fin del mundo, si son constantes en el camino que lleva al cielo. Es la promesa que Dios hizo a este miserable�. �Y en el para�so, �estaremos cerca de usted?�. �Ah tontita, �y qu� para�so ser�a para m� si no tuviera cerca de m� a todos mis hijos?�. �Pero yo le tengo miedo a la muerte�. �El amor excluye el temor. La llamamos muerte, pero en realidad es el inicio de la verdadera vida. Y luego, si yo les asisto durante la vida, �cu�nto m�s los ayudar� en la batalla decisiva!�.


Proceso de la Causa del Padre P�o
Muchas han sido las sanaciones y conversiones concedidas por la intercesi�n del Padre P�o e innumerables milagros han sido reportados a la Santa Sede.
Los preliminares de su Causa se iniciaron en noviembre de 1969. El 18 de diciembre de 1997, Su Santidad Juan Pablo II lo pronunci� venerable. Este paso, aunque no tan ceremonioso como la beatificaci�n, es ciertamente la parte m�s importante del proceso. El venerable Padre P�o fue beatificado el 2 de mayo de 1999. Tan grande fue la multitud en la Misa de beatificaci�n, que desbordaron la Plaza de San Pedro y toda la Avenida de la Conciliaci�n hasta el r�o Tiber sin ser estos lugares suficiente. Millones adem�s lo contemplaron por la televisi�n en el mundo entero.


Un gran Santo para la Iglesia de hoy
El d�a 16 de junio del 2002, su Santidad Juan Pablo II canonizar� al Beato Padre P�o, quien desde ese momento pasar� a ser el primer sacerdote canonizado que ha recibido los estigmas de nuestro Se�or Jesucristo.


Homil�a de S.S. Juan Pablo II en la beatificaci�n del Padre P�o
domingo 2 de mayo de 1999

Imagen de Cristo Doliente y Resucitado

1. "�Cantad al Se�or un c�ntico nuevo!" La invitaci�n de la ant�fona de entrada expresa la alegr�a de tantos fieles que esperan desde hace tiempo la elevaci�n a la gloria de los altares del Padre P�o de Pietrelcina. Este humilde fraile capuchino ha asombrado al mundo con su vida dedicada totalmente a la oraci�n y a la escucha de sus hermanos.

Innumerables personas fueron a visitarlo al convento de San Giovanni Rotondo, y esas peregrinaciones no han cesado, incluso despu�s de su muerte. Cuando yo era estudiante, aqu� en Roma, tuve ocasi�n de conocerlo personalmente, y doy gracias a Dios que me concede hoy la posibilidad de inclurlo en el cat�logo de los beatos.

Recorramos esta ma�ana los rasgos principales de su experiencia espiritual, guiados por la liturgia de este V domingo de Pascua, en el cual tiene lugar el rito de su beatificaci�n.

2. "No se turbe vuestro coraz�n; cre�is en Dios, creed tambi�n en mi" (Jn 14, 1). En la p�gina evang�lico que acabamos de proclamar hemos escuchado estas palabras de Jes�s a sus disc�pulos, que ten�an necesidad de aliento. En efecto, la menci�n de su pr�xima partida los hab�a desalentado. Tem�an ser abandonados y quedarse solos, pero el Se�or los consuela con una promesa concreta: "Me voy a preparaos sitio" y despu�s "volver� y os llevare conmigo, para que donde estoy yo est�is tambi�n vosotros" (Jn 14, 2-3).

En nombre de los Ap�stoles replica a �sta afirmaci�n Tom�s: "Se�or, no sabemos a donde vas. �C�mo podremos saber el camino?" (Jn 14, 5). La observaci�n es oportuna y Jes�s capta la petici�n que lleva impl�cita. La respuesta que da permanecer� a lo largo de los siglos como luz lmpida para las generaciones futuras. "Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mi." (Jn 14, 6).

El "sitio" que Jes�s va a preparar esta en "la casa del Padre"; el disc�pulo podr� estar all� eternamente con el Maestro y participar de su misma alegr�a. Sin embargo, para alcanzar esa meta solo hay un camino: Cristo, al cual el disc�pulo ha de ir conform�ndose progresivamente. La santidad consiste precisamente en esto: ya no es el cristiano el que vive, sino que Cristo mismo vive en l (Cf. Gal. 2, 20) horizonte atractivo, que va acompa�ado de una promesa igualmente consoladora: "El que cree en mi, tambi�n har� las obras que yo hago, e incluso mayores. Porque yo me voy al Padre" (Jn 14, 12).

3. Escuchamos estas palabras de Cristo y nuestro pensamiento se dirige al humilde fraile capuchino del Gargano. �Con cuanta claridad se han cumplido en el Beato P�o de Pietrelcina!

"No se turbe vuestro coraz�n; cre�is en Dios...". La vida de este humilde hijo de San Francisco fue un constante ejercicio de fe, corroborado por la esperanza del cielo, donde pod�a estar con Cristo. "Me voy a prepararos un sitio (...) Para que donde estoy yo est�is tambi�n vosotros". �Qu� otro objetivo tuvo la dur�sima ascesis a la que se someti� el Padre P�o desde su juventud, sino la progresiva identificaci�n con el divino Maestro, para estar "donde esta �l"?

Quien acud�a a San Giovanni Rotondo para participar en su misa, para pedirle consejo o confesarse, descubr�a en el una imgen viva de Cristo doliente y resucitado. En el rostro del Padre P�o resplandec�a la luz de la resurrecci�n. Su cuerpo, marcado por las "estigmas" mostraba la ntima conexi�n entre la muerte y la resurrecci�n que caracteriza el misterio pascual. Para el Beato de Pietrelcina la participaci�n en la Pasi�n tuvo notas de especial intensidad: los dones singulares que le fueron concedidos y los consiguientes sufrimientos interiores y m�sticos le permitieron vivir una experiencia plena y constante de los padecimientos del Se�or, convencido firmemente de que "el Calvario es el monte de los santos."

4. No menos dolorosas, y humanamente tal vez a�n ms duras, fueron las pruebas que tuvo que soportar, por decirlo as�, como consecuencia de sus singulares carismas. Como testimonia la historia de la santidad, Dios permite que el elegido sea a veces objeto de incomprensiones. Cuando esto acontece, la obediencia es para el un crisol de purificaci�n, un camino de progresiva identificaci�n con Cristo y un fortalecimiento de la aut�ntica santidad. A este respecto, el nuevo beato escrib�a a uno de sus superiores: "Act�o solamente para obedecerle, pues Dios me ha hecho entender lo que m�s le agrada a El, que para mi es el �nico medio de esperar la salvaci�n y cantar victoria." (Epist. I. p. 807).

Cuando sobre el se abati� la "tempestad", tomo como regla de su existencia la exhortaci�n de la primera carta de San Pedro, que acabamos de escuchar: Acercaos a Cristo, la piedra viva (Cf. 1 P 2, 4).  De este modo, tambi�n el se hizo "piedra viva" para la construcci�n del edificio espiritual que es la Iglesia. Y por esto hoy damos gracias al Se�or.

5. "Tambi�n vosotros, como piedras vivas, entr�is en la construcci�n del templo del Esp�ritu. (1 P 2, 5). �Qu� oportunas resultan estas palabras si las aplicamos a la extraordinaria experiencia eclesial surgida en torno al nuevo beato! Muchos, encontr�ndose directa o indirectamente con el, han recuperado la fe; siguiendo su ejemplo, se han multiplicado en todas las partes del mundo los "grupos de oraci�n". A quienes acud�an a el les propon�a la santidad, dici�ndoles: "Parece que Jes�s no tiene otra preocupaci�n que santificar vuestra alma." (Epist. II, p. 153).

Si la providencia divina quiso que realizase su apostolado sin salir nunca de su convento, casi "plantado" al pie de la cruz, esto tiene un significado. Un d�a, en un momento de gran prueba, el Maestro Divino lo consol�, dici�ndole que "junto a la cruz se aprende a amar." (Epist. I, p. 339).

S�, la cruz de Cristo es la insigne escuela del amor; mas a�n, el "manantial" mismo del amor. El amor de este fiel disc�pulo, purificado por el dolor, atra�a los corazones a Cristo y a su exigente evangelio de salvaci�n.

6. Al mismo tiempo, su caridad se derramaba como b�lsamo sobre las debilidades y sufrimientos de sus hermanos. El padre P�o, adem�s de su celo por las almas, se intereso por el dolor humano, promoviendo en San Giovanni Rotondo un hospital, al que llamo "Casa de alivio del sufrimiento". Trato de que fuera un hospital de primer rango, pero sobre todo se preocupo de que en el se practicara una medicina verdaderamente "humanizada", en la que la relaci�n con el enfermo estuviera marcada por la ms solicita atenci�n y la acogida mas cordial. Sab�a bien que quien est� enfermo y sufre no s�lo necesita una correcta aplicaci�n de los medios terap�uticos, sino tambi�n y sobre todo un clima humano y espiritual que le permita encontrarse a si mismo en la experiencia del amor de Dios y de la ternura de sus hermanos.

Con la "Casa del alivio del sufrimiento" quiso mostrar que los "milagros ordinarios" de Dios pasan a trav�s de nuestra caridad. Es necesario estar disponibles para compartir y para servir generosamente a nuestros hermanos, sirvi�ndonos de todos los recursos de la ciencia medica y de la t�cnica.

7. El eco que esta beatificaci�n ha suscitado en Italia y en el mundo es un signo de que la fama del Padre P�o, hijo de Italia y de San Francisco de As�s, ha alcanzado un horizonte que abarca todos los continentes. A todos los que han venido, de cerca o de lejos, y en especial a los padres capuchinos, les dirijo un afectuoso saludo. A todos, gracias de coraz�n.

8. Quisiera concluir con las palabras del Evangelio proclamado en esta misa: "No se turbe vuestro coraz�n; cre�is en Dios". Esa exhortaci�n de Cristo la recogi� el nuevo beato, que sol�a repetir: "Abandonaos plenamente en el Coraz�n Divino de Cristo, como un ni�o en los brazos de su madre". Que esta invitaci�n penetre tambi�n en nuestro esp�ritu como fuente de paz, de serenidad y de alegr�a. �Por qu� tener miedo, si Cristo es para nosotros el camino, la verdad, y la vida? �Por qu� no fiarse de Dios que es Padre, nuestro Padre?

"Santa Mar�a de las gracias", a la que el humilde capuchino de Pietrelcina invoc� con constante y tierna devoci�n, nos ayude a tener los ojos fijos en Dios. Que ella nos lleve de la mano y nos impulse a buscar con tes�n la caridad sobrenatural que brota del Costado Abierto del Crucificado.

Y t�, Beato Padre P�o, dirige desde el cielo tu mirada hacia nosotros, reunidos en esta plaza, y a cuantos est�n congregados en la plaza de San Juan de Letr�n y en San Giovanni Rotondo. Intercede por aquellos que, en todo el mundo, se unen espiritualmente a esta celebraci�n, elevando a ti sus s�plicas. Ven en ayuda de cada uno y concede la paz y el consuelo a todos los corazones. Am�n.

L�Osservatore Romano, 7 de mayo de 1999.

Para mas informaci�n: Convento PP. Capuchinos; "N. Sra. de las Gracias" 71013 - S. Giovanni Rotondo (Foggia) Italia.


Oraci�n y caridad: s�ntesis de su testimonio
Homil�a de Juan Pablo II en la canonizaci�n del Padre P�o
CIUDAD DEL VATICANO, 16 junio 2002
 

1. �Mi yugo es suave y mi carga ligera� (Mateo 11, 30).

Las palabras de Jes�s a los disc�pulos, que acabamos de escuchar, nos ayudan a comprender el mensaje m�s importante de esta celebraci�n. Podemos, de hecho, considerarlas en un cierto sentido como una magn�fica s�ntesis de toda la existencia del padre P�o de Pietrelcina, hoy proclamado santo.

La imagen evang�lica del �yugo� evoca las muchas pruebas que el humilde capuchino de San Giovanni Rotondo tuvo que afrontar. Hoy contemplamos en �l cu�n dulce es el �yugo� de Cristo y cu�n ligera es su carga, cuando se lleva con amor fiel. La vida y la misi�n del padre P�o testimonian que las dificultades y los dolores, si se aceptan por amor, se transforman en un camino privilegiado de santidad, que se adentra en perspectivas de un bien m�s grande, solamente conocido por el Se�or.

2. �En cuanto a m�... �Dios me libre gloriarme si nos es en la cruz de nuestro Se�or Jesucristo� (G�latas 6, 14).

�No es quiz� precisamente la �gloria de la Cruz� la que m�s resplandece en el padre P�o? �Qu� actual es la espiritualidad de la Cruz vivida por el humilde capuchino de Pietrelcina! Nuestro tiempo necesita redescubrir su valor para abrir el coraz�n a la esperanza. En toda su existencia, busc� siempre una mayor conformidad con el Crucificado, teniendo una conciencia muy clara de haber sido llamado a colaborar de manera peculiar con la obra de la redenci�n. Sin esta referencia constante a la Cruz, no se puede comprender su santidad.

En el plan de Dios, la Cruz constituye el aut�ntico instrumento de salvaci�n para toda la humanidad y el camino expl�citamente propuesto por el Se�or a cuantos quieren seguirle (Cf. Marcos 16, 24). Lo comprendi� bien el santo fraile de Gargano, quien, en la fiesta de la Asunci�n de 1914, escrib�a: �Para alcanzar nuestro �ltimo fin hay que seguir al divino Jefe, quien quiere llevar al alma elegida por un solo camino, el camino que �l sigui�, el de la abnegaci�n y la Cruz� (�Epistolario� II, p. 155).

3. �Yo soy el Se�or que act�a con misericordia� (Jerem�as 9, 23).

El padre P�o ha sido generoso dispensador de la misericordia divina, ofreciendo su disponibilidad a todos, a trav�s de la acogida, la direcci�n espiritual, y especialmente a trav�s de la administraci�n del sacramento de la Penitencia. El ministerio del confesionario, que constituye uno de los rasgos caracter�sticos de su apostolado, atra�a innumerables muchedumbres de fieles al Convento de San Giovanni Rotondo. Incluso cuando el singular confesor trataba a los peregrinos con aparente dureza, �stos, una vez tomada conciencia de la gravedad del pecado, y sinceramente arrepentidos, casi siempre regresaban para recibir el abrazo pacificador del perd�n sacramental.

Que su ejemplo anime a los sacerdotes a cumplir con alegr�a y asiduidad este ministerio, tan importante hoy, como he querido confirmar en la Carta a los Sacerdotes con motivo del pasado Jueves Santo.

4. �T� eres, Se�or, mi �nico bien�.

Es lo que hemos cantado en el Salmo Responsorial. Con estas palabras, el nuevo santo nos invita a poner a Dios por encima de todo, a considerarlo como nuestro sumo y �nico bien.

En efecto, la raz�n �ltima de la eficacia apost�lica del padre P�o, la ra�z profunda de tanta fecundidad espiritual, se encuentra en esa �ntima y constante uni�n con Dios que testimoniaban elocuentemente las largas horas transcurridas en oraci�n. Le gustaba repetir: �Soy un pobre fraile que reza�, convencido de que �la oraci�n es la mejor arma que tenemos, una llave que abre el Coraz�n de Dios�. Esta caracter�stica fundamental de su espiritualidad continua en los �Grupos de Oraci�n� que �l fundo, y que ofrecen a la Iglesia y a la sociedad la formidable contribuci�n de una oraci�n incesante y confiada. El padre P�o un�a a la oraci�n una intensa actividad caritativa de la que es expresi�n extraordinaria la �Casa de Alivio del Sufrimiento�. Oraci�n y caridad, esta es una s�ntesis sumamente concreta de la ense�anza del padre P�o, que hoy vuelve a proponerse a todos.

5. �Te bendigo, Padre, Se�or del cielo y de la tierra, porque... estas cosas... las has revelado a los peque�os� (Mateo 11, 25).

Qu� apropiadas parecen estas palabras de Jes�s, cuando se te aplican a ti, humilde y amado, padre P�o.

Ens��anos tambi�n a nosotros, te pedimos, la humildad del coraz�n para formar parte de los peque�os del Evangelio, a quienes el Padre les ha prometido revelar los misterios de su Reino.

Ay�danos a rezar sin cansarnos nunca, seguros de que Dios conoce lo que necesitamos, antes de que se lo pidamos.

Danos una mirada de fe capaz de capaz de reconocer con prontitud en los pobres y en los que sufren el rostro mismo de Jes�s.

Ap�yanos en la hora del combate y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegr�a del sacramento del perd�n.

Transm�tenos tu tierna devoci�n a Mar�a, Madre de Jes�s y nuestra.

Acomp��anos en la peregrinaci�n terrena hacia la patria bienaventurada, donde esperamos llegar tambi�n nosotros para contemplar para siempre la Gloria del Padre, del Hijo y del Esp�ritu Santo. �Am�n!
 


Profetiz� a Karol Wojtyla que ser�a Papa



Seg�n algunas fuentes que no hemos podido confirmar, cuando Karol Wojtyla era un sacerdote en su nativa Polonia, cada vez que visitaba a Italia viajaba a San Giovanni Rotondo para confesarse con el Padre P�o. En una de esas ocasiones, el Padre P�o pareci� entrar en un breve trance y le dijo: "Vas a ser Papa".. y continu�: "Tambi�n veo sangre... Vas a ser Papa y veo sangre".

El 13 de mayo de 1981, ocurri� el atentado contra aquel mismo sacerdote polaco, ahora S.S. Juan Pablo II.  La sangre fue derramada.  El mismo Papa canoniza al Padre P�o.

El mensaje del Padre P�o coincide con el mensaje de la tercera parte del secreto de F�tima aunque este era aun secreto cuando ocurri� la profec�a.
 


 

 


 

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