porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar

31.3.20

Cuarentena

Me entusiasmé cuando todos empezaron a decir que encerrados y solos no nos iba a quedar otra que encontrarnos con nosotros mismos. Primero, porque suena muy Casi Ángeles, obvio. Y segundo, porque creo que me vendría bien un par de revelaciones, de caída de fichas, de redescubrimientos propios y abrazos a mí misma al conocerlos. Es la oportunidad perfecta para saludar una parte nuestra que desconocíamos y enamorarnos de ella, y por ende, de nosotros. O cruzarnos con un fantasma del pasado y matarlo, o al menos divisarlo para salir a pelearle en algún momento. 

Fichas. Postas. Verdades. Con dolor o con risas, pero resoluciones. Tiene sentido. Pero es mentira. 

Es mentira porque estamos viviendo una irrealidad. Nunca viví otra cuarentena mundial, no cómo se siente que toda la sociedad tenga que encerrarse por un virus super contagioso. Nunca estuve tanto tiempo sola en casa. Nunca estuve tanto tiempo haciendo una misma cosa. No sé si estoy bien o mal. Sé que estoy. No sé cómo sería pasar una cuarentena "bien" ni cómo sería pasarla "mal". Nunca me pasó y nunca me lo imaginé. La paso. Tacho días. Estoy constantemente en una neutralidad casi asfixiante. Pero nada grave. Normal. Porque como dije, no sé cómo sería pasarla mal. Nomás me siento así: rara, desconocida, en una que jamás viví y probablemente jamás viva de vuelta. 

No puedo concluir nada porque no tengo un contexto de normalidad para entender lo que me pasa o lo que siento. Todo huele a eso: a extrañeza, a que no tiene mucho sentido estar haciendo lo que estoy haciendo pero "no me queda otra". No le doy valor a casi nada de lo que siento o pienso, porque todo está bajo ese temple de singularidad y anormalidad. Creo, en cada idea o cada percepción, que nada de eso va a tener sentido cuando volvamos a la vida real. Como cuando pensás algo fumado que te parece brillante y unas horas después no le encontrás nada interesante. 

Se me ocurre, tal vez, que la ficha va a caer el día que volvamos a la calle. Que estamos procesando muchas cosas sin poder apalabrarlas ni interpretarlas, pero que nos vamos a dar cuenta cuando todo esto se termine. Estoy ansiosa. No por triste, menos por demasiado feliz; más que nada por curiosa y aburrida. Porque si hay algo que estamos, es aburridos. Y nada mejor para un aburrido que un cambio de paradigma.

18.3.20

Las chicas del 2020

Digo por todos lados que tengo ganas de vos y me las estoy metiendo en el orto, pero si supieras, mi amor, que las pibitas de esta década no tenemos ni idea de cómo se hace eso. 
No nos guardamos nada. Preferimos quedar para la mierda, pero no con la duda. Si nos quedamos quietas es porque lo que tenemos por delante ya no nos complace. No nos interesa. No nos sirve.
Si tuviéramos ganas, mi vida, lo haríamos. Me tendrías ahí. Nos tendrían en esa llamada, ese whatsapp, o en la puerta de sus casas, como se hacía en los años de nuestros viejos. Estamos acá, y si creen que nos estamos comiendo los dedos: no se confundan. Las chicas del 2020 no nos comemos los dedos por nada. No pensamos en nada más que en lo que queremos. Que hoy, es a nosotras mismas.

Si tuviera ganas, estaría ahí. Nunca me importó la dignidad, el qué dirán; nunca me importó que no me quieran. Siempre igual lo intenté, siempre salí a buscar, siempre "me regalé", siempre hice lo que quise. No creas que me estoy muriendo de ganas. Si estoy quieta es porque quiero. Y porque lo que ofrecés, ya de verdad no me interesa.

Si no me tendrías ahí. Y estoy acá.
Con lo que me quedó. Pero acá.
Y con menos dientes, pero sonrío más que antes.