Tenía miedo de que pasara, como si sirviera de algo tenerle respeto al paso del tiempo, como si así él fuera menos escurridizo con nosotros. Y como todo, como siempre, pasó. Pasó allá afuera, porque acá adentro va a seguir pasando el resto de mi vida.
Es eso exactamente lo que siento: que fue tan importante al punto de que muchas cuestiones con las que me encuentre en un futuro van a estar relacionadas con lo pasado en estos cinco años, y principalmente en este. Como si estos cinco años fueron sembrar algo en mí, que todavía le queda mucho por florecer.
No todo es metáfora. Tampoco todo es negativo. Tengo una mezcla de emociones difícil de apalabrar. Vienen las vacaciones, dejo de tener que despertarme a las siete de la mañana, dejo de ver a mis compañeros y amigos todos los días, se viene la facultad, quedó atrás aquello que los adultos siempre se encargaron de decirme que aproveche porque después lo iba a extrañar; etc. No se le puede poner un adjetivo a esta situación.
Voy a extrañar las caras dormidas y los chistes internos y el amor-odio con mis compañeros y las pedidas de silencio de los profesores y los malditos últimos cinco minutos interminables para el timbre y y y y y y .