Es probable que me guste pensar que esa seguidilla de situaciones desencadenó algo en mí, al estilo película americana. Algo pasa, y de repente la actitud del protagonista se modifica por completo. O va a buscar al amor de su vida a la terminal, o se va de viaje a hablar consigo mismo, o aparecen muchas imágenes seguidas dando a entender que pasaron esas cosas en un largo tramo de tiempo y que el protagonista emprendió algo, para después ver que finalmente triunfa y termina con un tácito "y fueron felices para siempre".
Como siempre, yo Natalia, inconscientemente me posiciono en protagonista de ese tipo de películas o telenovelas clichés argentinas. Es algo que no puedo evitar, y siempre estoy esperando a que de repente algo pase, me sorprenda, me haga cambiar, me transforme, me lleve a la felicidad completa. Lo contradictorio es que no creo en esa felicidad, siempre me lo digo y se los digo a todos. Pero, parece, que hay algo en mí que sí cree.
La entrada no es porque sí, no esta vez. Justamente algo me pasó, pero no algo que me lleva al cielo en un segundo. Si no algo que me hizo sentir un nudo en la garganta insoportable, una sensación de tristeza infinita. Soy muy exagerada, yo creo que ya lo dije muchas veces. Pero ese algo, o conjunto de algos, creo que me hizo despertar. Es un poco reciente así que no puedo evitar el "creo", pero tengo ganas de cambiar muchas cosas en mí, de dejar de hacer algunas y empezar a hacer otras, de irme bien lejos y pensar y escuchar música.
Entenderán que esos "algos" no se destacan por lo positivo, si no que me hicieron dar cuenta que no estuve haciendo las cosas bien, y de que necesito cambiar un poco. Me posiciona en positivo sentirme tan decidida, por más de que tal vez sea una más de mis automentiras, y que el viernes me voy a un viajecito (por tres días) con mis amigos, con los mejores, y eso es lo que necesito. Pasto, amigos, música y pensar. O, no pensar, justamente no pensar, y volver renovada.
Un viaje sin escalas para ver lo que soy