Wednesday, December 24, 2008
HOY NACE UN NIÑO
Tuesday, December 23, 2008
POR TU AUSENCIA
POR TU AUSENCIA
Sunday, December 21, 2008
SUPRIMIR UN BLOG, SIN UN ADIÓS
Algunos no suprimen su blog, se limitan a silenciarlo. Pero nos dejan lo que escribieron, como José Ángel cuya última página suelo leer de vez en cuando y que contó cosas nuestras en su blog, como Gatito Viejo, con quien fuimos fieles corresponsales durante casi dos años. Éstos blogueros silenciados permiten que volvamos por allí -de puntillas o dejando nuestros comentarios- y así, conservamos archivos de una gran calidad literaria y gráfica, como el de Danae. Otros desactivan la posibilidad de hacer comentarios nuevos y quieren permanecer aparentemente solos en el espacio, como Amanda. Esta Amanda tremenda, que compartió con todos nosotros (con una sinceridad espeluznante) el día a día riguroso de su ruptura matrimonial, dejándonos al final una última entrada en la que -bajo el epígrafe "el futuro"- con esa fotografía del agua que cae en la alberca y se funde en ella, parece anunciarnos la opción por el anonimato.
Friday, December 19, 2008
PRESENCIA DE FERNANDO SARRÍA
Una noche tras otra, al volver de una cena con los amigos, te das cuenta de que las palabras te han ocultado, de que no has podido evitar esconderte, por pura timidez, entre galas y fuegos de artificio, por pura necesidad menesterosa de la atención de los demás y de su amor.
Saturday, December 13, 2008
DIAS DE POESÍA EN ZARAGOZA
Iba en el AVE pensando en qué diría. Tenía que decir algo, estaba anunciado. En este viaje se mezclaban tantas cosas...Empezó siendo un poema que irradiaba en mí algo profundo. Pero había también un factor biográfico: este viaje parecía un bucle del destino. Leí aquél poema y deseé editar el libro. Luego resultó que la autora -la misteriosa mujer de pelo irlandés- era de Zaragoza. Allí, hace veinticinco años fui muy desgraciado. Y ahora regresaba a esa ciudad que nunca supe hacer mía, esa ciudad en la que iba por las calles como encerrado en una cárcel. Para mí era importante volver, era importante encontrar esa ciudad, ahora, tanto tiempo y tantas cosas después, de la mano de una amiga -la primera allí- alguien a quien no conocía. El poema era pues, también, un regreso para mí.
En el AVE había cargado con "Doctor Pasavento", para releer cómo Vila-Matas cuenta que también él pensaba en el AVE de qué hablaría al llegar a Sevilla. El viaje hoy era a la inversa, pero el tema -en definitiva- el mismo: cómo la realidad se confunde con la ficción, cómo se preñan una a la otra, cómo a veces siente uno como si esperase que el cuento de su vida se siga contando por su cuenta.
Pesaba mucho para mí el paralelismo: la sincronicidad te deja perplejo, como si se tratase de un diseño artístico del destino. Por eso, durante el viaje, pensé contar que hace veintinco años estaba en Zaragoza desesperadamente solo, que hace diez años era yo el autor que presentaba su libro y Bernardo Víctor Carande -mi amigo ya muerto- el editor que amparó en su colección una novela de un autor desconocido, mi novela, que contaba aquellos años míos en Zaragoza. Pensé decir que "El Desembarco" había nacido como editorial -precisamente- para publicar un texto de Bernardo, una humilde columna de periódico del "Hoy" de Badajoz, titulada "Añora el hambre de Van Gogh" -que me llegó muy dentro- y en la que Bernardo rememora a Vicent Van Gogh por esos campos de la Camargue francesa, con sus pinceles al cinto y su caballete a cuestas, anda que te andarás, sin haber comido nada, pintándose lo que se le presenta, si es un cielo nublado o un trigal, si pobre, por lo mismo libre...Ese texto había despertado en mí un deseo, no conocido hasta entonces: el de editar. Ese mismo deseo que había sentido de nuevo leyendo "Regreso a Taormina"...Añoraba Bernardo ese hambre de Van Gogh cuando tenía que hacer pasillos para rellenar instancias, pedir subvenciones, llevar ese papeleo burocrático para el que no servía, para el que ningún poeta sirve, con tal de llevar adelante la finca que su padre le dejó, Capela, su pequeña explotación ganadera, de la que vivía.
Y yo pensaba que -si no lo suficientemente valiente para vivir con la libertad que él- al menos como editor vivía la pobreza, en un voluntario apartamiento del tráfico comercial, con la perentoriedad de poder ser cada libro el último de mi vida como editor, lo que enriquece la elección, lo mismo que se llena de valor y autenticidad la vida que está a punto de perderse.
Y meditaba en todo esto -que era mío, pero era pasado- cuando llegué a Zaragoza para la presentación del libro. Pero no dije nada de lo que había escrito.
Ya he vuelto. Se presentó el libro, "Ocho islas y un invierno". Pero sucede que conocí a Marta Navarro, su autora. A ella y a Chesus Yuste, a Fernando Sarría, a Luisa Miñana...compartí ese momento de celebración con sus amigos, con Alfredo, con Mónica, con Inma...con José Antonio Labordeta, en la distancia, con la poesía de Pedro Casaldáliga, presente entre nosotros desde Brasil...Han sido días de amistad y de poesía.
Tuesday, December 09, 2008
HOUDINI, POR ARTE DE MAGIA
El AVE me conducía hacia el norte, pero hasta unos días después no pensaba volver a Zaragoza. Mi primera noticia de Houdini fue en esos lejanos años que viví en esa ciudad. Aparecía en una filmación de los años veinte, en Nueva York, en otra película, “Ragtime”, de Milos Forman, que se estrenaba en un cine del Paseo de la Independencia. Yo iba al cine los sábados por la tarde. En la ciudad no había otra cosa que hacer. Era barato y me encontraba solo. De hecho fui a ver "Ragtime" dos días consecutivos (tanto me gustó). Escapar era para mí –en 1981- algo impensable. Estaba sometido a un destino que yo mismo había forzado y cuyo final incierto me tenía atrapado en esa ciudad...Paseaba por las calles como si llevase una camisa de fuerza puesta, una de esas camisas de fuerza de las que siempre escapaba Houdini.
Muchos años después había visto en televisión “Katchanka”. El niño protagonista está también encerrado, en una casa en el campo, lejos de sus amigos, aburrido. El niño encuentra entonces un libro que cuenta la vida de Houdini, un libro en el que el niño aprende el arte de escapar, el arte de desmaterializarse y desaparecer. Houdini, su nuevo héroe, había sido un niño pobre y solitario, había tenido que trabajar de limpiabotas, luego de aprendiz de un cerrajero y contorsionista en un circo; había aprendido a aguantar todo eso, a aguantar el dolor, a aguantarlo todo, para ser el mejor mago del mundo y desaparecer. Houdini se había casado con Bess, una chica menuda y morena, a la que hacía desaparecer en sus números juveniles. El niño, al leer esta parte de la vida del mago, probablemente soñaba con encontrar también una chica con la que poder compartir sus juegos, con la que tener la misma complicidad que ellos tenían.
Viendo en el AVE la película, viendo a Houdini con los pies encadenados, para ser introducido boca abajo en una pecera, recuerdo cómo a Houdini le gustaba el peligro de la inmersión, desafiando a la asfixia. Y recuerdo ese dato biográfico que leí en algún lugar y que crea un vínculo misterioso entre el mago y yo. Ambos, siendo niños (concretamente, a los siete años) vivimos la experiencia de caer a un río y estar a punto de ahogarnos. Recuerdo, haber contemplado el sol a través del agua y las burbujas de mi propia respiración, mientras caía al fondo. Y luego, al recuperar la consciencia, recuerdo la impresión extrañamente irreal de la gente que me rodeaba; era como si estuviese "en otro mundo". Había escapado de la muerte. O había vuelto de ella.
Escapar cuando uno está a punto de ahogarse. Hundirse y salir a flote de nuevo. Eso es la vida. Burlar a la muerte, irse y volver. Escapar puede ser tan fácil como ser capaz de esconder una pequeña llave en cualquier orificio del cuerpo, o –como hacía Houdini- tragarla y regurgitarla luego. Eso no es más que un truco: pero en Houdini, junto al truco está la verdad, el trabajo constante, durante años, para aprender a aguantar, a aguantar el frío, mediante inmersiones en bañeras con hielo; aguantar la respiración, hasta casi de tres minutos; aguantar los golpes que cualquier desconocido quisiera propinarle (uno de ellos, que le sorprendió antes de que pudiera prepararse para encajarlo, le llevó a la muerte, en 1926). Houdini aguantaba todo, y aguantaba con una sonrisa. Porque sabía fingir. En el fondo era un hombre del espectáculo, un actor o si se quiere, un farsante. El siguió siendo siempre un niño pobre, un niño judío, un niño junto a su madre, a la que adoraba, con una pasión extraña.
Por arte de magia, con Houdini, he escapado hoy de nuevo, escribiendo esta entrada, a Zaragoza, a la sala de proyección en que un joven asustado libraba una batalla con la desesperanza.