Neuropsicología Forence

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 6

REVISIN

La neuropsicologa forense ante el reto de la relacin entre cognicin y emocin en la psicopata


M.A. Alczar-Crcoles a,b, A. Verdejo-Garca c, J.C. Bouso-Saiz d
LA NEUROPSICOLOGA FORENSE ANTE EL RETO DE LA RELACIN ENTRE COGNICIN Y EMOCIN EN LA PSICOPATA Resumen. Introduccin. La relacin entre dao en el lbulo frontal y criminalidad es particularmente compleja. El sustrato anatmico subyacente al comportamiento psicoptico se refleja en diferencias estructurales y funcionales vinculadas al lbulo frontal. Objetivo. Analizar las repercusiones de las alteraciones estructurales y funcionales del lbulo frontal en los sujetos psicpatas para la neuropsicologa forense. Desarrollo. Hay un cuerpo de investigacin coherente que sugiere que los problemas de inhibicin de los psicpatas se vinculan con daos estructurales o funcionales en la corteza frontal. Por otra parte, la amgdala, el hipocampo y la corteza prefrontal se integran en el sistema lmbico, que gobierna la expresin de las emociones, por lo que los psicpatas tambin podran ver afectada su capacidad de procesamiento afectivo. Las hiptesis de los marcadores somticos y de las neuronas espejo, junto con el estudio de la funcin ejecutiva, podran revelar las deficiencias de los psicpatas para experimentar empata, que es uno de los principales inhibidores de la violencia y la conducta antisocial. Conclusiones. La conexin entre disfuncin del lbulo frontal y comportamiento antisocial plantea una importante cuestin forense. En el caso de los psicpatas, para que se pueda considerar algn tipo de menor responsabilidad legal se sugiere seguir acumulando datos de investigacin de la relacin entre disfuncin del lbulo frontal y capacidad de inhibir la conducta antisocial haciendo un correcto uso de la empata y de los vnculos emocionales. [REV NEUROL 2008; 47: 607-12] Palabras clave. Cognicin. Conducta antisocial. Emocin. Funcin ejecutiva. Neuropsicologa forense. Psicopata.

INTRODUCCIN El 13 de septiembre de 1848, Phineas P. Gage sufri un horrible accidente cuando una barra metlica le atraves el crneo, lo que le produjo lesiones en el cerebro y cambi su vida despus de una sorprendente recuperacin. Dichas lesiones se localizaban en territorios cerebrales frontales. A partir de ah, Gage cambi su personalidad: de ser una persona responsable y adaptada a la sociedad, se convirti en un individuo inestable, impulsivo, indiferente ante los dems e incapaz de planificar el futuro; es decir, mostr conductas contrarias a una adecuada integracin social. De esta forma, Gage marc el origen de las investigaciones en torno a la relacin entre el lbulo frontal y los comportamientos psicopticos. En suma, Gage haba perdido la capacidad de apercibirse de los cambios que se haban producido en su forma de ser. Era como si hubiera perdido la capacidad de verse a s mismo en el espejo de las reacciones de los otros hacia l [1,2]. La relacin entre dao en el lbulo frontal y criminalidad es particularmente intrigante y compleja. Sabemos que el dao en los lbulos frontales provoca el deterioro de la intuicin, del control del impulso y de la previsin, que a menudo conducen a un comportamiento socialmente inaceptable. Esto es particularAceptado tras revisin externa: 16.10.08.
a

mente cierto cuando el dao afecta a la superficie orbital de los lbulos frontales. Los pacientes que sufren de este sndrome pseudopsicoptico se caracterizan por su demanda de gratificacin instantnea y no se ven limitados por costumbres sociales o miedo al castigo, de manera que recuerdan al patrn de comportamiento posterior a la lesin mostrado por Gage [1,3,4]. Las funciones ejecutivas se vinculan a las capacidades implicadas en la formulacin de metas, planificacin de las actividades para llevarlas a cabo y ejecucin de las conductas de forma eficaz. Como muestran las tcnicas de neuroimagen, el sustrato anatmico subyacente al comportamiento psicoptico se refleja en diferencias estructurales o funcionales vinculadas al lbulo frontal y a la corteza ventromedial, que se vinculan a la autorregulacin, la reversin del aprendizaje y la toma de decisiones. En este sentido, los psicpatas sufren un dficit en la integracin del mundo emocional con el razonamiento y la conducta [5-16]. El objetivo de esta revisin es analizar las repercusiones, para la neuropsicologa forense, de las alteraciones estructurales y funcionales que se estn encontrando en los sujetos psicpatas. CONCEPTO DE PSICOPATA Los psicpatas no tienen una prdida de contacto con la realidad, ni experimentan los sntomas caractersticos de la psicosis, como alucinaciones, ilusiones o profundo malestar subjetivo y desorientacin. A diferencia de los psicticos, los psicpatas son plenamente racionales y conscientes de lo que hacen y por qu lo hacen. Su conducta es el resultado de su eleccin, libremente realizada, convirtindose en el ms perfecto depredador de su propia especie [7,17-20]. A pesar de las dificultades conceptuales y metodolgicas que, histricamente, han caracterizado a este campo de investigacin, en la actualidad contamos con un amplio cuerpo de investigaciones que avala su trascendencia en contextos clnicos y forenses. A partir de los planteamientos de Cleckley [21] y, especialmente, a partir de los desarrollos conceptuales y metodo-

Psiclogo de la Fiscala y del Juzgado de Menores de Toledo. Ministerio de Justicia de Espaa. b Departamento de Psicologa Biolgica y de la Salud. Facultad de Psicologa. Universidad Autnoma de Madrid. c Departamento de Personalidad, Evaluacin y Tratamiento Psicolgico. Facultad de Psicologa. Universidad de Granada. d Centro de Investigacin del Medicamento. Instituto de Investigacin. Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Barcelona, Espaa. Correspondencia: Dr. Miguel ngel Alczar Crcoles. Departamento de Psicologa Biolgica y de la Salud (despacho 23). Facultad de Psicologa. Universidad Autnoma de Madrid. Ivan Pavlov, 6. E-28049 Cantoblanco (Madrid). E-mail: [email protected] Agradecimientos. A Laura Bezos, por su ayuda en la traduccin al ingls. English version available in www.neurologia.com 2008, REVISTA DE NEUROLOGA

REV NEUROL 2008; 47 (11): 607-612

607

M.A. ALCZAR-CRCOLES, ET AL

lgicos de Robert Hare, la psicopata se ha ido perfilando como una constelacin de rasgos de naturaleza afectiva, interpersonal y conductual altamente significativa en el estudio del comportamiento antisocial adulto. En la actualidad, la literatura cientfica ofrece abundantes datos que muestran la utilidad de este constructo para identificar delincuentes con indicadores graves en su carrera criminal, incluyendo altas tasas de delitos, alta probabilidad de delitos violentos, agresin en el contexto de las crceles, alta propensin a la reincidencia y mala respuesta al tratamiento [19,20,22-25]. La investigacin revela que la psicopata se compone de dos tipos de constelaciones de rasgos. La primera incluye el rea emocional o interpersonal y la segunda remite a un estilo de vida antisocial [7,22]. Hare ha construido un instrumento para la deteccin de los psicpatas, la Psychopathy Checklist (PCL) [26], que est constituido por dos factores. El factor 1 refleja caractersticas afectivas e interpersonales, como el egocentrismo, la ausencia de remordimientos, etc. El factor 2 muestra impulsividad, comportamiento antisocial y un estilo de vida inestable, y se correlaciona positivamente con el diagnstico de trastorno de la personalidad antisocial, comportamientos criminales, clase socioeconmica baja y manifestaciones de comportamiento antisocial [26-28]. Recientemente se ha aplicado a una amplsima muestra de ms de 8.000 participantes una versin informatizada, siguiendo la teora de respuesta al tem, de la escala de Hare (PCL-R) [26,29]. Como conclusiones, el grupo de Hare destaca que la escala discrimina adecuadamente entre varones de poblacin forense psiquitrica, varones delincuentes y varones que cometieron delitos en un pasado. Hare [20] concluye que la psicopata es uno de los constructos clnicos mejor validados del mbito de la psicopatologa y, sin duda, el de mayor importancia clnica dentro del sistema de justicia criminal. Otros autores coinciden con esta opinin y consideran que el delincuente psicpata es un tipo especial, cualitativamente diferente de los otros delincuentes [30-32]. Patrick [33], haciendo una revisin sobre los estudios de la psicopata y la emocin, seala que los individuos que presentan las caractersticas fundamentales del factor desapego emocional de la psicopata tienen un umbral ms alto para la reaccin defensiva. Lykken [34] propuso que el dficit fundamental de los psicpatas primarios (verdaderos) reside en el escaso miedo que sienten. No todas las personas son igual de miedosas. Esto se debe, por un lado, a que el sistema defensivo se opone al de aproximacin y, por otro, al valor adaptativo que tiene una debilitacin del sistema de evitacin en determinadas circunstancias. As, cuando los recursos son escasos, se podra considerar a los psicpatas como individuos depredadores que estn especialmente adaptados para sobrevivir en lugares donde los recursos son escasos y la tendencia a la aproximacin debe prevalecer a menos que el peligro sea inminente. De esta manera, los principales inhibidores de la violencia y la conducta antisocial (empata, vnculos emocionales, miedo al castigo, sentimientos de culpa, etc.) son inexistentes o muy deficientes en los psicpatas. Este hecho podra explicar por qu los psicpatas representan slo un 1% del total de la poblacin, mientras que entre la poblacin reclusa esta tasa se eleva al 25% [27,35-37]. BASES NEUROPSICOLGICAS Raine et al, empleando resonancia magntica estructural en una muestra de 21 pacientes psicopticos, encontraron que mostra-

ban una reduccin del 11% de la sustancia gris de la corteza prefrontal, sin que hubiera ninguna otra lesin cerebral. Por tanto, sugirieron que esta deficiencia estructural prefrontal podra estar en la base del bajo arousal, pobre condicionamiento al miedo, falta de conciencia y los problemas de autocontrol que caracterizan a la conducta antisocial y psicoptica. La causa de esta reduccin es incierta, aunque los autores sostienen que esta reduccin es, al menos en parte, congnita, antes que deberse a factores ambientales como abuso o malos tratos de los padres. Por consiguiente, las personas con ciertas formas congnitas de disfuncin cerebral podran estar particularmente predispuestas a comportamiento antisocial [3,38]. Diversos estudios realizados con resonancia magntica funcional (RMf) comienzan a dar pistas sobre los factores neurobiolgicos correlacionados con la psicopata. As, Liddle et al [39] encontraron que la inhibicin de la respuesta en los no psicpatas se asociaba a incrementos de la actividad frontal dorsolateral. Sin embargo, en los psicpatas no hubo un incremento significativo de actividad cortical durante la inhibicin de respuesta. Aunque el test era sencillo y los psicpatas lo ejecutaban bien, los autores consideraron que caba la posibilidad de que los resultados empeoraran a medida que las tareas se ajustaran a las demandas de la vida real, donde el entorno que permite inhibir determinados contextos lesivos para uno mismo o para los dems suele tener una alta carga emocional. La inhibicin de la respuesta implica la integracin y cooperacin activa de muchas regiones, incluyendo la corteza frontal, ventromedial y dorsolateral. Al respecto, estos autores sugieren que las conexiones entre la corteza prefrontal ventromedial y las regiones laterales contribuyen a la toma de decisiones. Influyen, por ejemplo, en la modulacin de la respuesta, en la planificacin del comportamiento y en la atencin. Los investigadores sealan que el control de la ejecucin de las respuestas adecuadas y la inhibicin de las respuestas inadecuadas reside en las regiones prefrontales ventromedial y dorsolateral. La primera regin es fundamental en el comportamiento adaptativo desde el punto de vista de la seleccin natural y en l se incluyen decisiones de tipo emocional, mientras que la segunda es la encargada de reflexionar en la toma de decisiones y las acciones que se derivan de ellas. Por tanto, podra extraerse la conclusin de que el comportamiento desinhibido de los psicpatas se relaciona con una disfuncin en la corteza frontal ventromedial (integracin cognitivoafectiva) y en la corteza frontal dorsolateral (inhibicin de la respuesta) o con una comunicacin ineficaz entre stas y otras regiones del cerebro. En cierta forma, podra considerarse que los psicpatas sufren dificultades para conectar las reas cerebrales cognitivas y emocionales. En una reciente investigacin se ha encontrado, mediante RMf, que un grupo de adolescentes con rasgos psicopticos, a quienes se les presentaba una tarea de reversin de aprendizaje, mostraba una mayor actividad en la corteza prefrontal ventromedial durante ensayos errneos en los que reciban castigo [2,27,39-42]. Raine [43] afirma que los psicpatas tienden a mostrar una tasa de funcionamiento reducido en las regiones izquierdas y mayor en las regiones derechas de la amgdala, el hipocampo y el tlamo. Reiteradamente se ha venido asociando la amgdala con el comportamiento agresivo, tanto en animales como en seres humanos. La amgdala se integra en una red neural clave para procesar la informacin socialmente relevante y funciona en paralelo al sistema de reconocimiento de objetos del hipocampo. La perturbacin de este sistema podra, en parte, relacionarse con

608

REV NEUROL 2008; 47 (11): 607-612

NEUROPSICOLOGA FORENSE Y PSICOPATA

el comportamiento socialmente inadecuado que muestran algunos individuos violentos, as como su incapacidad de reconocer y evaluar correctamente ciertos estmulos sociales que pueden dar lugar a conflictos. La amgdala, el hipocampo y la corteza prefrontal se integran en el sistema lmbico, que gobierna la expresin de las emociones, a la vez que el tlamo transmite inputs desde las estructuras subcorticales lmbicas hasta la corteza prefrontal. Asimismo, el hipocampo, la amgdala y el tlamo son de gran importancia para el aprendizaje, la memoria y la atencin. Anormalidades en su funcionamiento pueden relacionarse tanto con las deficiencias a la hora de dar respuestas condicionadas al miedo como con la incapacidad de aprender de la experiencia, deficiencias stas que caracterizan a los delincuentes violentos [44-47]. Raine et al [48] llevaron a cabo un estudio en el que dividieron a un grupo de asesinos en dos: depredadores y afectivos. Los primeros son asesinos controlados que tienden a planificar su crimen, que carecen de afecto y que lo ms probable es que ataquen a un extrao. Por el contrario, los asesinos afectivos actan de forma mucho menos planificada y bajo una emocin muy intensa, y lo hacen principalmente en el hogar. Los autores encontraron que la corteza prefrontal de los asesinos afectivos presentaba tasas de actividad bajas. Por otra parte, los asesinos depredadores tenan un funcionamiento prefrontal relativamente bueno, lo que corrobora la hiptesis de que una corteza prefrontal intacta les permite mantener bajo control su comportamiento, adecundolo a sus fines criminales. Ambos grupos se caracterizan porque presentan mayores tasas de actividad en la subcorteza derecha (definida como el cerebro medio, la amgdala, el hipocampo y el tlamo) que los del grupo control. Por esta mayor actividad subcortical, los asesinos de uno y otro grupo pueden ser ms proclives a comportarse agresivamente, pero los depredadores tienen un funcionamiento prefrontal lo bastante bueno como para regular sus impulsos agresivos, manipulando a otros para alcanzar sus propias metas [43]. HIPTESIS DE LOS MARCADORES SOMTICOS Los estados somticos se yuxtaponen en el procesamiento de un escenario cognitivo y ayudan a escoger una opcin de accin, activando la memoria de trabajo y sesgando la representacin de los resultados posibles. Pues bien, estas seales que provienen de la homeostasis biolgica se denominan, dentro de la hiptesis, marcadores somticos. El trmino somtico incluye tanto estructuras musculoesquelticas como viscerales y su representacin neuropsicolgica en el sistema nervioso central. De esta forma, la hiptesis de marcadores somticos es un modelo neuropsicolgico que, aplicado a la conducta psicoptica, proporciona una potente integracin de factores motivacionales, afectivos y de procesamiento de la informacin [49-51]. Con el objetivo de comprobar la hiptesis de marcadores somticos se emple una muestra de 157 varones, que se clasificaron segn su puntuacin en la PCL y a quienes se propuso como tarea la Iowa Gambling Task. Los autores concluyeron que era el nivel de ansiedad, y no la puntuacin en psicopata, la que predeca la eleccin de respuesta [26,52-54]. HIPTESIS DE LAS NEURONAS ESPEJO En el libro de ttulo homnimo [55] se propone que la zona cortical conocida como lbulo de la nsula, que se encuentra en el

fondo de la cisura lateral o de Silvio, tendra un papel clave en el reconocimiento de las emociones de uno mismo y de los dems. A semejanza de los circuitos neuronales, que almacenan recuerdos especficos, estos conjuntos de neuronas espejo parecen codificar patrones o moldes de acciones especficas. Tal propiedad permitira no slo realizar movimientos bsicos que no sean fruto de reflexin alguna, sino, adems, comprender sin necesidad de razonamientos esos mismos actos observados en otra persona. La nsula representa la zona cortical primaria para la exterocepcin qumica (olfato y gusto) y tambin para la interocepcin, es decir, la recepcin de las seales relativas a los estados internos del cuerpo [55,56]. Hutchison et al [57] registraron la actividad de determinadas neuronas en varios pacientes que, por razones teraputicas, tenan que someterse a una intervencin de ablacin parcial de la corteza del cngulo. Result que en la regin anterior de esta corteza haba neuronas que respondan tanto a la aplicacin de estmulos dolorosos a la mano del paciente como a la observacin de los mismos estmulos referidos a otros individuos. Ms recientemente, Singer et al [58] llevaron a cabo un experimento de RMf en el que se probaban dos situaciones: en la primera, los sujetos reciban un electroshock doloroso mediante electrodos puestos en la mano, mientras que en la segunda vean la mano de un ser querido a la que se haban aplicado los mismos electrodos. A estos sujetos se les deca que las personas observadas haban padecido el mismo procedimiento que el que acababan de experimentar ellos mismos. Se ha constatado que, en ambas situaciones experimentales, se activaban sectores de la nsula anterior y de la corteza cingulada anterior, lo que demuestra que no slo la percepcin directa del sufrimiento, sino tambin su evocacin, se dan mediante un mecanismo espejo. PROPUESTA INTEGRADORA Tomados en conjunto, los datos sugieren que los humanos captamos emociones, al menos emociones negativas intensas, a travs de un mecanismo directo de cartografiado en el que intervienen partes del cerebro que generan respuestas motoras viscerales. Por tanto, no es difcil apreciar las ventajas evolutivas (de supervivencia) de un mecanismo basado en neuronas espejo que fija las acciones motoras esenciales dentro de una red motora semntica de mayor extensin, por una razn poderosa: facilita la interpretacin directa e inmediata de las conductas ajenas sin necesidad de procesos cognitivos complejos. En la vida social, la interpretacin correcta de las emociones de los dems reviste importancia; de hecho, la emocin suele ser un elemento contextual clave que seala el propsito de un acto [40,56,59-63]. Asimismo, esta interpretacin de la comprensin de las emociones no se aleja mucho de la avanzada por el grupo de Damasio, segn el cual tanto el hecho de sentir una emocin en primera persona como de reconocer otra ajena dependeran de la implicacin de las zonas de la corteza somatosensorial y de la nsula. La observacin de caras ajenas que expresan una emocin determinara una activacin de las neuronas espejo de la corteza premotora. stas enviaran a las zonas somatosensoriales y a la nsula una copia de su patrn de activacin, parecida a la que envan cuando es el observador quien vive dicha emocin. La resultante activacin de las zonas sensoriales, anloga a la que se dara cuando el observador expresa espontneamente dicha emocin, estara en la base de la comprensin de las reacciones emotivas de los dems [64-66].

REV NEUROL 2008; 47 (11): 607-612

609

M.A. ALCZAR-CRCOLES, ET AL

Por otra parte, nuestro sistema motor se activa ante los movimientos faciales ajenos. Esto mismo vale tambin cuando tales movimientos no tienen ninguna valencia emocional. En consecuencia, Rizzolati y Sinigaglia [55] consideran que defender una implicacin de las zonas de la corteza sensorial en el reconocimiento de las emociones ajenas es una redundancia. Las informaciones procedentes de las zonas visuales que describen las caras o los cuerpos que expresan una emocin llegan directamente a la nsula, donde activan un mecanismo espejo autnomo y especfico, capaz de codificarlas inmediatamente en sus correspondientes formatos emotivos. La nsula es el centro de este mecanismo espejo en cuanto que no constituye slo la regin cortical en la que se representan los estados internos del cuerpo, sino que adems constituye un centro de integracin visceromotora cuya activacin provoca la transformacin de los inputs sensoriales en viscerales. De manera coherente con este planteamiento podran interpretarse los resultados de un artculo publicado recientemente en el que se ha encontrado que el polimorfismo del gen CREB1 se relaciona con alteraciones de la activacin de la regin izquierda de la nsula ante la exposicin de expresiones faciales de ira [67]. Los resultados de Singer et al [58] muestran que son tales reacciones las que cualifican tanto las respuestas emotivas de los sujetos examinados como sus percepciones de las respuestas emotivas ajenas. Esto no significa que sin la nsula nuestro cerebro no est en condiciones de discriminar las emociones ajenas, pero, citando a William James [68], estas ltimas se veran en dicho caso reducidas a una percepcin solamente cognitiva, plida, fra, despojada de todo color emotivo. Semejante color emotivo depende, en efecto, de la accin de compartir las respuestas visceromotoras que contribuyen a definir las emociones. La empata es la capacidad de sentir la misma emocin de dolor y estremecimiento desde la misma perspectiva de la persona sufriente. Ahora bien, para experimentar la empata no basta compartir la perspectiva del otro, es decir, ser capaz de ponerse en su imaginacin ante el hecho que le afecta, sino que requiere preocupacin cierta ante su propio dolor. Los psicpatas son capaces de imaginarse lo que la otra persona piensa y siente ante la situacin, pero en ellos sta es un arma de manipulacin: si es capaz de anticipar lo que imaginar y sentir el otro, el psicpata podr generar una trama ms perfecta para la manipulacin y explotacin de la vctima. La empata exige una comunidad de sentimientos: el sujeto que muestra empata es capaz de sentir que tiene delante a un ser humano que est sintiendo cosas, y l es capaz de sentir esas mismas cosas [69]. Pues bien, la empata es el inhibidor ms potente que se conoce contra la violencia y la crueldad. De esta forma, las neuronas espejo podran estar en la base de la empata y presentar algn tipo de alteracin en los psicpatas [7,17,18,27,70,71]. CONCLUSIONES En esta revisin se han presentado estudios que muestran la posible existencia de una alteracin estructural y funcional relacionada con la psicopata. Los trabajos con tcnicas de neuro-

imagen han obtenido resultados compatibles en cuanto a la posible disfuncin cerebral en los psicpatas. Los datos apuntan a la afectacin del lbulo frontal y de la amgdala, y se observa una reduccin del volumen de la corteza prefrontal y cambios en componentes del sistema lmbico involucrados en el procesamiento emocional. Las funciones ejecutivas integran procesos cognitivos y emocionales, y correlacionan las lesiones prefrontales con alteraciones en la toma de decisiones y la expresin emocional. Recientemente se ha comprobado mediante metaanlisis la relacin entre el comportamiento antisocial y problemas en tareas que requieren la participacin de las funciones ejecutivas. De esta manera, los psicpatas son un claro ejemplo de la relacin entre cognicin y emocin. Su peculiar procesamiento emocional se acompaa de manifestaciones disjecutivas [3,5,6,10,11,14,45,72-74]. La conexin entre disfuncin del lbulo frontal y comportamiento antisocial plantea una importante cuestin forense. En un sentido legal, un paciente frontal puede estar capacitado para someterse a juicio, puesto que puede entender los procesos judiciales. De forma retrica tambin puede distinguir lo correcto de lo errneo, y respondera correctamente a las preguntas sobre qu acciones son aceptables y cules no lo son. Con toda probabilidad, el paciente habra dispuesto de este conocimiento en una forma simblica incluso en el momento del crimen. Por consiguiente, una defensa que alegara enajenacin mental no sera aplicable desde un punto de vista convencional. Sin embargo, el dao frontal habra interferido en su capacidad de traducir ese conocimiento en una accin socialmente aceptable. Aunque se conozca la diferencia entre lo correcto y lo errneo, este conocimiento no puede traducirse en inhibiciones efectivas. En consecuencia, Goldberg [3] plantea un nuevo constructo legal de incapacidad de guiar el comportamiento propio pese a la disponibilidad del conocimiento requerido para recoger la relacin peculiar entre la disfuncin del lbulo frontal y la potencialidad para el comportamiento criminal. Los estudios de trastornos del lbulo frontal renen bajo el mismo foco la neuropsicologa, la tica y la ley. A medida que la profesin legal se ilustre ms sobre el funcionamiento del cerebro, la defensa basada en el lbulo frontal puede surgir como una estrategia legal junto a la defensa por enajenacin mental [3]. Esta propuesta es congruente con los planteamientos de Raine y Sanmartn: la conducta criminal debe tratarse como una enfermedad clnica [75]. Sin embargo, junto con diversos autores [7,17,18,76-79] consideramos que el psicpata es plenamente responsable ante la justicia porque aunque presentara disfunciones en su sistema nervioso, no lo obligaran a ser violento ni criminal. Solamente facilitaran la conformacin de patrones de personalidad psicopticos a lo largo del desarrollo del sujeto a travs de su historia de aprendizaje. En consecuencia, reconocemos el reto de la investigacin en psicopatologa y neuropsicologa forense para seguir estudiando la relacin entre cognicin y emocin en la personalidad psicoptica y acumulando evidencias que especifiquen los supuestos concretos en que estos sujetos puedan considerarse con menor culpabilidad legal [76,80-82].

610

REV NEUROL 2008; 47 (11): 607-612

NEUROPSICOLOGA FORENSE Y PSICOPATA

BIBLIOGRAFA 1. Damasio H, Grabowski T, Frank R, Galaburda AM, Damasio AR. The return of Phineas Gage: clues about the brain from the skull of a famous patient. Science 1994; 264: 1102-5. 2. Sanfey AG, Hastie R, Colvin MK, Grafman J. Phineas gauged: decision-making and the human prefrontal cortex. Neuropsychologia 2003; 41: 1218-29. 3. Goldberg E. El cerebro ejecutivo. Barcelona: Crtica; 2004. 4. Rilling JK, Glenn AL, Jairam MR, Pagnoni G, Goldsmith DR, Elfenbein HA, et al. Neural correlates of social cooperation and non-cooperation as a function of psychopathy. Biol Psychiatry 2007; 61: 1260-71. 5. Fishbein DH. Neuropsychological dysfunction, drug abuse and violence: conceptual framework and preliminary findings. Crim Justice Behav 2000; 27: 139-59. 6. Garca A, Tirapu J, Roig T. Validez ecolgica en la exploracin de las funciones ejecutivas. Anales de Psicologa 2007; 23: 289-99. 7. Garrido V. El psicpata. Un camalen en la sociedad actual. Valencia: Algar; 2003. 8. Gorenstein EE. Frontal lobe functions in psychopaths. J Abnorm Psychol 1982; 91: 368-79. 9. Hughes C, Russell J, Robbins W. Evidence for executive dysfunction in autism. Neuropsychology 1994; 32: 477-92. 10. Morgan AV, Lilienfeld SO. A meta-analytic review of the relation between antisocial behavior and neuropsychological measures of executive function. Clin Psychol Rev 2000; 20: 113-36. 11. Navas E, Muoz JJ. El sndrome disejectuivo en la psicopata. Rev Neurol 2004; 38: 582-90. 12. Reep R. Relationship between prefrontal and limbic cortex: a comparative anatomical review. Brain Behav Evol 1984; 25: 5-80. 13. Stuss KH, Benson S. Neuropsychological studies of the frontal lobes. Psychol Bull 1984; 95: 3-28. 14. Verdejo A, Prez M. Profile of executive deficits in cocaine and heroin polysubstance users: common and differential effects on separate executive components. Psychopharmacology 2007; 190: 517-30. 15. Volkov ND, Tancredi LR. Neural substrates of violent behavior: a preliminary study with positron emission tomography. Br J Psychiatry 1987; 151: 668-73. 16. Williamson S, Harpur TJ, Hare RD. Abnormal processing of affective words by psychopaths. Psychophysiology 1991; 28: 260-73. 17. Garrido V. Cara a cara con el psicpata. Barcelona: Ariel; 2004. 18. Garrido V. Tratamiento del agresor psicoptico. In Sanmartn J, ed. El laberinto de la violencia. Barcelona: Ariel; 2004. p. 321-30. 19. Hare RD. Without conscience. New York: Simon & Schuster; 1995. 20. Hare RD. Psychopaths and their nature: implications for the mental health and criminal justice systems. In Millon T, Simonsen E, Birketsmith M, Davis RD, eds. Psychopathy. Antisocial, criminal and violent behavior. New York: Guilford Press; 1998. p. 188-212. 21. Clekley H. The mask of sanity. St. Louis: Mosby; 1941. 22. Coke DJ, Forth AE, Hare RD. Psychopathy: theory, research and implications for society. Dordrecht: Kluwer; 1998. 23. Hobson J, Shine J, Roberts R. How do psychopaths behave in a prison therapeutic community? Psychology, Crime and Law 2000; 6: 139-54. 24. Romero E, Luengo MA, Gmez-Fraguela JA, Sobral J, Villar P. Evaluacin de la psicopata infanto-juvenil: estudio en una muestra de nios institucionalizados. Anuario de Psicologa Jurdica 2006; 15: 23-40. 25. Salekin RT, Rogers R, Sewell KW. A review and meta-analysis of the Psychopathy Checklist and Psychopathy Checklist-revised: predictive validity of dangerousness. Clinical Psychology: Science and Practice 1996; 3: 203-15. 26. Hare RD. The Hare Psychopathy Checklist-revised. Toronto: MultiHealth Systems; 1991. 27. Hare RD. La naturaleza del psicpata: algunas observaciones para entender la violencia depredadora humana. In Raine A, Sanmartn J, eds. Violencia y psicopata. Barcelona: Ariel; 2002. p. 13-57. 28. Harpur TJ, Hare RD, Hakstina, AR. Two-factor conceptualization of psychopathy: construct validity and assessment implications. J Consult Clin Psychol 1989; 1: 6-17. 29. Hare RD. Manual for the revised Psychopathy Checklist. 2 ed. Toronto: Multi-Health Systems; 2003. 30. Harris GT, Rice ME, Lalumire L. Criminal violence. The roles of psychopathy, neurodevelopmental insults and antisocial parenting. Crim Justice Behav 2001; 28: 402-26. 31. Simonsen E, Birketsmith M. Preface. In Millon T, Simonsen E, Birketsmith M, Davis RD, eds. Psychopathy. Antisocial, criminal and violent behavior. New York: Guilford Press; 1998. p. VII-IX. 32. Wong S. Psychopathic offenders. In Hodgins S, Isberner RM, eds. Violence, crime and mentally disordered offenders. Chichester: Wiley; 2000. p. 87-112. 33. Patrick CJ. Emociones y psicopata. In Raine A, Sanmartn J, eds. Violencia y psicopata. Barcelona: Ariel; 2002. p. 89-118. 34. Lykken DT. Personalidades antisociales. Barcelona: Herder; 2000. 35. Hare RD. Without conscience: the disturbing world of the psychopaths among us. New York: Pocket Books; 1993. 36. Konorski J. Integrative activity of the brain: an interdisciplinary approach. Chicago: University of Chicago Press; 1967. 37. Lang PJ. The emotion probe: studies of motivation and attention. Am Psychol 1995; 50: 372-85. 38. Raine A, Lencz T, Bihrle S, LaCasse LB, Colletti P. Reduced prefrontal gray matter volume and reduced autonomic activity in antisocial personality disorder. Arch Gen Psychiatry 2000; 57: 119-27. 39. Liddle PF, Smith AM, Kiehl KA, Mendrek A, Hare RD. Response inhibition in schizophrenia and psychopathy: similarities and differences. International Congress of Schizophrenia Research. Santa Fe, California, abril de 1999. 40. Rilling JK, King-Casas B, Sanfey AG. The neurobiology of social decision-making. Curr Opin Neurobiol 2008; 18: 159-65. 41. Scarpa A, Raine A. The psychophysiology of antisocial behavior: interactions with environmental experiences. In Walsh A, Ellis L, eds. Biosocial criminology: challenging environmentalisms supremacy. Hauppauge, NY: Nova Science; 2003. p. 209-26. 42. Finger EC, Marsh AA, Mitchell DG, Reid ME, Sims C, Budhani S, et al. Abnormal ventromedial prefrontal cortex function in children with psychopathic traits during reversal learning. Arch Gen Psychiatry 2008; 65: 586-94. 43. Raine A. Psicopata, violencia y neuroimagen. In Raine A, Sanmartn J, eds. Violencia y psicopata. Barcelona: Ariel; 2002. p. 59-88. 44. Dodge KA, Price JM, Bachorowski JA, Newman JP. Hostile attributional biases in severely aggressive adolescents. J Abnorm Psychol 1990; 99: 385-92. 45. Mirsky AF, Siegel A. The neurobiology of violence and aggression. In Reiss AJ, Miczek DA, Roth JA, eds. Understanding and preventing violence. Vol. 2. Biobehavioral influences. Washington DC: National Academy Press; 1994. p. 59-172. 46. Raine A. The psychopathology of crime: criminal behavior as a clinical disorder. San Diego: Academic Press; 1993. 47. Raine A, Buchsbaum MS, LaCasse L. Brain abnormalities in murders indicated by positron emission tomography. Biol Psychiatry 1997; 42: 495-508. 48. Raine A, Meloy JR, Bihrle JR, Stoddard J, LaCasse L, Buchsbaum MS. Reduced prefrontal and increased subcortical brain functioning assessed using positron emission tomography in predatory and affective murderers. Behav Sci Law 1998; 16: 319-32. 49. Damasio AR, Tranel D, Damasio H. Somatic markers and the guidance of behavior: theory and preliminary testing. In Levin HS, Eisenberg HM, Benton AL, eds. Frontal lobe function and dysfunction. New York: Oxford University Press; 1991. p. 217-29. 50. Gorenstein EE. A cognitive perspective on antisocial personality. In Magaro PA, ed. Cognitive bases of mental disorders. Newbury Park, CA: Sage Publications; 1991. p. 100-33. 51. Sguin JR, Sylvers P, Lilienfeld SO. The neuropsychology of violence. In Flannery DJ, Vazsonyi AT, Waldman ID, eds. The Cambridge handbook of violent behavior and aggression. New York: Cambridge University Press; 2007. p. 187-214. 52. Schmitt WA, Brinkley CA, Newman, JP. Testing Damasios somatic marker hypothesis with psychopathic individuals: risk takers or risk averse? J Abnorm Psychol 1999; 108: 538-43. 53. Bechara A, Damasio AR, Damasio H, Anderson SW. Insensitivity to future consequences following damage to human prefrontal cortex. Cognition 1994; 50: 7-15. 54. Bechara A, Damasio H, Tranel D, Damasio AR. Deciding advantageously before knowing the advantageous strategy. Science 1997; 275: 1293-5. 55. Rizzolatti G, Sinigaglia C. Las neuronas espejo. Barcelona: Paids; 2006. 56. Rizzolatti G, Fogassi L, Gallese V. Neuronas espejo. Investigacin y Ciencia 2007; 364: 14-21. 57. Hutchinson WD, Davis D, Lozano AM, Tasker RR, Dostrovosky JO. Pain related neurons in the human cingulate cortex. Nat Neurosci 1999; 2: 403-5. 58. Singer T, Seymur B, Doherty J, Kaube H, Dolan RJ, Frith CD. Empathy for pain involves the affective but not sensory components of pain. Science 2004; 303: 1157-62. 59. Paintal AS. The visceral sensations: some basic mechanisms. In Cervero F, ed. Visceral sensation. Amsterdam: Elsevier; 1986. 60. Preuschoff K, Quartz SR, Bossaerts P. Human insula activation reflects risk prediction errors as well as risk. J Neurosci 2008; 28: 2745-52.

REV NEUROL 2008; 47 (11): 607-612

611

M.A. ALCZAR-CRCOLES, ET AL

61. Seymour B, ODoherty JP, Dayan P, Koltzenburg M, Jones AK, Dolan RJ, et al. Temporal difference models describe higher-order learning in humans. Nature 2004; 429: 664-7. 62. Fogassi L, Ferrari PF, Gesierich B, Rozzi S, Chersi F, Rizzolatti G. Parietal lobe: from action organization to intention understanding. Science 2005; 308: 662-7. 63. Gallese V. Before and below theory of mind: embodied simulation and the neural correlates of social cognition. Philos Trans R Soc Biol Sci 2007; 362: 659-69. 64. Adolphs R. Cognitive neuroscience of human social behavior. Nat Rev Neurosci 2003; 4: 165-78. 65. Adolphs R, Tranel D, Damasio AR. Dissociable neural systems for recognizing emotions. Brain Cogn 2003; 52: 61-9. 66. Damasio AR. En busca de Spinoza: neurobiologa de la emocin y los sentimientos. Barcelona: Crtica; 2005. 67. Perlis RH, Holt DJ, Smoller JW, Blood AJ, Lee S, Kim BW, et al. Association of a polymorphism near CREB1 with differential aversion processing in the insula of healthy participants. Arch Gen Psychiatry 2008; 65: 882-92. 68. James W. Principios de psicologa. Madrid: D. Jorro; 1909. 69. Singer T, Seymour B, ODoherty JP, Stepahn KE, Dolan RJ, Frith CD. Empathic neural responses are modulated by the perceived fairness of others. Nature 2006; 439: 466-9. 70. Garrido V. Contra la violencia. Las semillas del bien y del mal. Valencia: Algar; 2002. 71. Redondo S. Manual para el tratamiento psicolgico de los delincuentes. Madrid: Pirmide; 2008. 72. Goldberg E, Podell K. Adaptive decision making, ecological validity, and the frontal lobes. J Clin Exp Neuropsychol 2000; 22: 56-68.

73. Papazian O, Alfonso I, Luzondo RJ. Trastornos de las funciones ejecutivas. Rev Neurol 2006; 42 (Supl 3): S45-50. 74. Martnez-Gonzlez AE, Piqueras-Rodrguez JA. Actualizacin neuropsicolgica del trastorno obsesivo-compulsivo. Rev Neurol 2008; 46: 618-25. 75. Raine A, Sanmartn J. Violencia y psicopata. Barcelona: Ariel; 2002. 76. Alczar MA. Patrones de conducta y personalidad antisocial en adolescentes. Estudio transcultural: El Salvador, Mxico y Espaa [tesis doctoral]. Madrid: Universidad Autnoma de Madrid. URL: http://www. oijj.org. [20.08.2008]. 77. Blonigen DM, Krueger RF. Personality and violence: the unifying role of structural models of personality. In Flannery DJ, Vazsonyi AT, Waldman ID, eds. The Cambridge handbook of violent behavior and aggression. New York: Cambridge University Press; 2007. p. 288-305. 78. Melton GB, Petrila J, Poythress NG, Slobogin C. Psychological evaluations for the courts. A handbook for mental health professionals and lawyers. New York: Guilford Press; 2007. 79. Esbec, E. Violencia y trastorno mental. In Consejo General del Poder Judicial, ed. Psiquiatra criminal y comportamiento violentos. Madrid: CGPJ; 2006. p. 59-154. 80. Verdejo A, Alczar MA, Gmez-Jarabo G, Prez M. Pautas para el desarrollo cientfico y profesional de la neuropsicologa forense. Rev Neurol 2004; 39: 60-73. 81. Kockler TR, Stanford MS, Meloy JR, Nelson CE, Stanford K. Characterizing aggressive behavior in a forensic population. Am J Orthopsychiatry 2006; 76: 80-5. 82. Hicks BM, Markon KE, Patrick CJ, Krueger RF, Newman JP. Identifying psychopathy subtypes on the basis of personality structure. Psychol Assess 2004; 16: 276-88.

FORENSIC NEUROPSYCHOLOGY AT THE CHALLENGE OF THE RELATIONSHIP BETWEEN COGNITION AND EMOTION IN PSYCHOPATHY Summary. Introduction. The relationship between frontal lobe damage and criminality is especially complex. The neural substrates of psychopathic behavior seem to involve structural and functional abnormalities in the frontal lobes and the limbic system. Aim. To analyze the repercussions that brain structural and functional abnormalities in psychopathic individuals may have for forensic neuropsychology. Development. Consistent evidence indicate that response inhibition problems in psychopathic subjects are linked to structural or functional damage in the frontal cortex. Furthermore, the prefrontal cortex, along with the amygdala and the hippocampus forms the limbic system, which is an important neural substrate of emotion processing; therefore the psychopaths capacity of affective processing could also be impaired. The theoretical frameworks of the somatic marker and mirror neuron hypotheses, along with the empirical study of executive functions may contribute to explain the inability of the psychopathic subjects to feel empathy, which is one of the main inhibitors of violence and antisocial behavior. Conclusions. The relationship between frontal lobe dysfunction and antisocial behavior arises an important legal issue. In order to consider some type of minor liability in the case of psychopaths it is suggested to gather further research data about the relationship between frontal lobe dysfunction and the ability to inhibit antisocial behavior by making an adequate use of empathy and emotional ties. [REV NEUROL 2008; 47: 607-12] Key words. Antisocial behavior. Cognition. Emotion. Executive function. Forensic neuropsychology. Psychopathy.

612

REV NEUROL 2008; 47 (11): 607-612

También podría gustarte