Parte 5

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Parte 5

Todo el techo tenía manchas de humo, los antiguos


inquilinos eran fumadores empedernidos. Macce había
aprendido a apreciar la cierta poesía que había en ello,
de alguna manera reflejaba la vida de un adicto. Todavía
lo contemplaba como si fuera una pintura.

Su teléfono sonó. El repentino quiebre al silencio la


sobresaltó, levantándola del suelo de su desordenada
sala de estar. Maldijo una y otra vez mientras buscaba
algunas cosas por el sucio apartamento. Vació un cajón
en su habitación en busca de ropa limpia y comenzó a
buscar sus cosas, miró en el fregadero de la cocina, la
secadora... la alfombra del baño. ¿Cómo habían
terminado las llaves en el baño? No había tiempo para
resolverlo. Agarró su abrigo y se puso sus zapatillas
mientras salía de su apartamento. En el ascensor trató
de arreglarse el pelo en una coleta, se miró en el espejo,
no convencida, se subió la capucha.

- Me gusta ese abrigo.

Su vecino tenía una edad similar a la suya, de expresión


y modales afables, de piel rojiza, ojos rasgados y alta
estatura.

- Gracias. - Sonrió.
- Aunque, no estoy seguro de la elección de
calzado.
- ¿Qué tienen de malo?
- No es muy adecuado para este clima…
- ¡Combina! ¿Quieres que use botas con este
abrigo?
- Puedo verlo funcionar.
- No tengo tiempo para cambiar mi elección de
calzado, voy tarde a mi cita.
- Ah. ¿Tu novio está esperando?
- No... eh... cita médica.
- Oh, entiendo. Buena suerte entonces...

Afuera estaba lloviendo, su vecino tenía razón, las


zapatillas no eran la mejor elección. Pero no había
tiempo para vanidades.
- ¿Cómo estás hoy?

Esa pregunta pareció resonar en su cabeza.


- Estoy bien. Ha sido... bueno. Dormí hasta tarde.
Entonces, como que… recién estoy empezando el
día.

Su terapeuta la observó jugueteando con los dedos.

- ¿Cómo está tu descanso? ¿Tu calidad de


sueño?
- Sí... ha sido...

Se dio cuenta de que se había olvidado de limpiar los


vidrios rotos de la ventana que había roto anoche. Se
había despertado gritando. El ventanal había estallado,
pero no recuerda haberlo golpeado, habría tenido algún
tipo de moratón si lo hubiera hecho.

- Todavía he estado teniendo episodios...


- ¿Estás tomando tus medicamentos?

Guardaba una botellita oculta en la lámpara de techo de


la sala de estar, se había inyectado la noche anterior,
solo quería dormir. Había dormido hasta pasadas el
medio día sin pensar siquiera en ello. Miró el reloj en la
habitación, sobre su terapeuta.

- Sí,los estoy tomando.


- ¿Ha habido algo inusual en los episodios que
has estado teniendo?
- No... solo lo mismo de siempre.
- Pareces distraída, ¿hay algo de lo que te
gustaría hablar?
- ¿Se supone que esto me ayuda a mejorar?
- Sabes que sí.
- Porque no me he sentido mejor, ni diferente
que antes.
- A veces, para algunas personas, lleva más
tiempo recuperarse...
- Han pasado meses, en un par más será un año.
Y no siento que mejoro.-Tomó un segundo para
componerse- No puedo dormir y cuando
duermo están las pesadillas. No salgo mucho
por miedo a que algo desencadene los
ataques. Camino rápido bajo los edificios
porque siento que en cualquier momento
se me vienen encima. ¡Y estoy cansada!

Seguía jugueteando con los dedos. Su terapeuta se


tomó un momento.

- ¿Has hablado con tu madre o tu padre?


- Sí, me llaman todos los días. Hablamos de
nuestro día y... eso es prácticamente todo.
- Me dijiste, hace un par de sesiones... que tu
padre te pidió que te mudaras con ellos.
- No puedo hacer eso. No puedo. Tienen su vida
y no puedo... cargarlos con todo esto.
- Macce... quieren ayudarte. Te aman y quieren
estar allí para ti. Estoy segura de que mudarte
con ellos haría las cosas mucho más fáciles
para ti.

Los ojos de Macce brillaban, conteniendo las lágrimas.

- No quiero que me vean así. Tengo mis buenos


y malos días, no creo que puedan manejarlo.
Especialmente mi mamá. Desde... - Su
terapeuta asintió - Está mejor así. Quiero que
las cosas sigan como están.
- Lo entiendo. ¿Qué pasa con tu amiga? Umm...
Kihanna. ¿Has hablado con ella?
- No, no lo he hecho.
- ¿No te ha llamado?
- Lo ha hecho... pero, simplemente... no he
tenido tiempo, ¿sabes? Para hablar.
- ¿Por qué no la llamas? Creo que ahora es el
momento en que la necesitas cerca. No
necesitas hablar de esto si no quieres. Solo
invitala a salir, almuerzo, dar un paseo... A
veces, un amigo puede hacerte sentir más
cómodo que los padres. Te quita cierta presión
de encima.
- Si, a lo mejor lo intente...
La ciudad de Coreneim era muy ajetreada y bulliciosa.
Pasando por los caminos grises entre los grandes
edificios y las luces artificiales de los letreros. Las
carreteras una encima de la otra con sus diferentes
niveles se cruzaban y enredaban en sus rutas, naves
volando, trenes zumbando a lo lejos, el ruido de los
peatones ocupados, empujándose entre sí para llegar a
su destino lo más rápido posible... Algunos dedicando
tiempo a la recreación, bebiendo alcohol, apostando y
bailando... Era fácil apreciar la escena, que se mostraba
a través de los elegantes vitrales de los clubes,
restaurantes y bares. A pesar de que para algunos podía
ser molesto, había cierta calidez en el ambiente de la
ciudad. A muchos les atraía el ambiente nocturno de la
ciudad.
El tren no estaba lleno, aún no era la hora pico, cuando
la gente salía del trabajo para ir a casa. A Macce no le
gustaba mucho el tren, estaba lleno de pantallas
publicitarias por todas partes y a veces bloqueaba la
vista de los paisajes de la ciudad a través de las
ventanas. Y los vagones llenos de gente la hacían
sentirse un poco claustrofóbica.

Lo que más odiaba del tren eran los rieles estacionarios


en los que aterrizaba el tren, era una muerte dolorosa
allí abajo, pero aún así se preguntaba cuán dolorosa y
cuánto tiempo experimentaría sus sentidos antes de
quedar inerte para siempre. Estaba inmersa en sus
pensamientos cuando escuchó un ruido cerca. Era una
joven que luchaba por abrir su cochecito para su bebé,
Macce observó la escena durante un segundo, nadie se
detuvo para ayudarla.

- Déjame ayudarte - ofreció con una sonrisa un


tanto forzada pero amable.
- ¡Oh, gracias! Esto de ser mamá novata... - rió
nerviosamente - Gracias, ¡hiciste mi día!
- Es un placer - asintió admirando la escena de la
mujer colocando con cuidado a su bebé en el
cochecito. Carraspeó un poco incómoda -
¿Necesitas ayuda con algo más?
- Umm... no - respondió amablemente - Gracias.
- Está bien... umm... que tengas una buena
noche.
Macce retrocedió y en ese momento llegó el tren.

La hermosa tarde se había convertido en una noche


oscura, unas pocas gotas de lluvia comenzaron a caer
de nuevo. Macce se ajustó la capucha y caminó hacia
un vecindario no tan amigable. En una esquina mal
iluminada yacía una sombra, sobre un contenedor de
basura.

- ¿Tienes algo para mí? - Su voz apenas se oyó.


- ¿Qué? - Saltó asustada la sombra, dejando
escapar una nube de humo de su boca.
Observó a Macce de pies a cabeza y saltó
desde el contenedor de hojalata. - ¿Qué
quieres?
- ¿Tienes algo...?
- Eso depende…

Macce le mostró un par de barras plateadas, él quería


agarrarlas, pero ella las sacó.

- ¿Son reales?
- ¿No deberías saberlo?
- Vaya... Está bien. ¿Cuántas?
- Cinco.
- ¡Cinco! - Escupió, mostrando sus asquerosos
dientes. - Nah, con eso compras... tres, y estoy
siendo generoso aquí...
Sus modales rudos y tono burlón no la intimidaron, ella
simplemente lo miró fijamente a los ojos.

- Sé lo que cuestan, dame cinco.- Dijo fría.


- Bueno, entonces has estado fuera del negocio
mucho tiempo, el precio subió...
- No ha subido...
- ¿Qué sabes tú?
- Sé cómo funciona. Ahora, dame las cinco
botellas o las sacaré yo misma.

Macce lo hizo retroceder un poco, pero él siguió


poniendo una sonrisa falsamente inocente.
- Está bien... - Discutió defensivamente, levantando
las manos. - No hace falta ponerse agresiva.
Podemos hacer un trato... - Alcanzó una cajita bajo
el contenedor y sacó cinco botellas de un líquido
amarillento, casi fosforescente. - Pero aquí está el
trato, la próxima vez que quieras comprar, ven a mí,
¿vale? Estoy en este lugar a menudo, si no, bajo el
puente cerca de "Sapton Spice", o el "Uggash Ravee
Rich". Puedes preguntar por Buleco, o por Layo, tu
humilde servidor. ¿Entendido?

Macce tole quitó las botellitas, arrojó las barras de plata


al suelo y se alejó.
- ¡De nada! ¡Un verdadero placer hacer negocios
contigo! - Gritó el hombre harapiento riendo
sarcásticamente.
A unas cuadras de allí, había una calle encantadora. Era
una antigua avenida, con unos pocos árboles, algunas
tiendas casi todas cerradas ya, y algunos perros
callejeros durmiendo en cajas de frutas en la entrada de
las tiendas o los edificios.

El edificio de Macce estaba custodiado por un perro


enérgico. Ella lo acarició antes de entrar. En su piso vivía
una encantadora anciana, que parecía estar apurada en
el pasillo.

- Buenas tardes, Sra. Birren. - Saludó Macce.


- Buenas tardes... - Respondió distraída - ¡Leeor,
date prisa!
- ¿Va a salir? ¿Va de paseo?
- Oh no. Conseguí un trabajo, en un café
nocturno de 26 horas.
- ¿Y te llevas a Leeor contigo? - Preguntó
preocupada.
- Es solo por un par de horas hasta que Sheera
termine su turno.

Macce echó un vistazo al pequeño Leeor de siete años,


parecía aburrido y llevaba su mochila escolar.

- No puedes hacer que vaya, está cansado,


seguramente tiene tarea y... no tienes por qué
preocuparte, me quedaré con él hasta que
llegue Sheera.
- Oh no, no puedo, gracias, pero no...
- Es realmente un placer, no hay problema...
- Prefiero que no...
- Sra. Birren, cuidaré de él, puede confiar en mí.
Además, me vendría bien algo de compañía en
este momento.
- No es eso, es solo que no tengo... no tengo
dinero, así que...
- ¿Cómo se atreve? No necesita preocuparse por
eso. - La reprendió.
- ¿Estás segura?
- ¡Por supuesto!
- ¿Qué dices, Lee? ¿Quieres quedarte con
Macce?
El niño asintió tímidamente con una pequeña sonrisa.

Macce casi había olvidado el estado de su apartamento.

- Uh, perdón por el desorden. - Dijo


juguetonamente, mientras rápidamente
despejaba un poco de espacio en la mesa
central de la sala de estar.
- Mi mamá te castigaría si viera tu lugar.
- No se lo cuentes, por favor.
- No te preocupes, no lo haré.

Macce le sonrío con ternura y le lanzó un beso. Cogió la


chaqueta donde guardaba las botellas que acababa de
comprar, la tiró debajo de su cama y cerró la puerta tras
de sí. Puso a Leeor a hacer su tarea mientras ella hacía
las tareas domésticas, había mucho por hacer.

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