Encuestas de Ecologico

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Informe Nacional CDB – Estado Plurinacional de Bolivia

Gestión 2015
Los desafíos ambientales de Bolivia en 2023:
invasiones y deforestación, ríos contaminados,
sequías y gestión de áreas protegidas
por Iván Paredes Tamayo en 11 enero 2023

 Bolivia tiene una agenda ambiental muy difícil para el 2023. La deforestación
avanza a pasos rápidos dejando bosques sin árboles.
 Existen quejas por el uso del mercurio en la explotación de oro y los pueblos
indígenas de la Amazonía boliviana intentan frenar el daño dentro de sus
territorios.
 Las sequías golpearon duramente a muchos municipios de Bolivia en el 2022,
mientras el Gobierno ha anunciado un plan para atacar el problema este año.

Detener la deforestación sigue siendo el mayor reto ambiental de


Bolivia. En 2021 y 2022, la pérdida de bosque por año estuvo por encima de las
250 mil hectáreas, según Marlene Quintanilla, experta de la Fundación Amigos de la
Naturaleza (FAN) de Bolivia. Las causas principales son las mismas de siempre: el
avance de la frontera agrícola y la ganadería, dos actividades señaladas como las
responsables de que los árboles sigan cayendo como piezas de dominó. A ello se
suma ahora la urgencia de detener las invasiones o avasallamientos en áreas
protegidas nacionales, regionales y privadas, lo que para algunos expertos es una
meta muy difícil de cumplir.

Los retos ambientales de Bolivia son muchos y son más complicados de


resolverlos cada año que pasa. A la agenda ambiental de este año hay que añadir
la falta de estrategias para reducir la minería aluvial y evitar la contaminación de
ríos amazónicos. La búsqueda de oro en reservas naturales está afectando a los
pueblos indígenas que habitan en la Amazonía boliviana, pero también genera la
presencia de otros delitos en varias zonas, como el narcotráfico y la trata de
personas.

Pero no solo la minería representa un problema para las reservas, también lo


son los proyectos de exploración de hidrocarburos impulsados por el gobierno. Por
ello, los expertos plantean como un desafío el mejorar el plan de manejo de las
áreas protegidas bolivianas. Estas han sido duramente golpeadas por las
actividades extractivas pero también por los incendios y sequías que aparecen al
final de cada año, y hasta hoy no hay una respuesta adecuada a estos desastres
que afectan a diversos ecosistemas y territorios indígenas.

Estos son los desafíos ambientales de Bolivia para el 2023.


La pérdida de bosques: un problema por solucionar

La deforestación de los bosques bolivianos empeora cada año que pasa. En


2021, la pérdida alcanzó las 268 mil hectáreas a nivel nacional. Esa cifra está lejos
de los registros históricos que, en promedio, oscilaban entre 170 mil a 200 mil
hectáreas, hasta el 2015. El registro del año pasado está más cerca a la media
anual reciente que ronda las 300 mil hectáreas, según un estudio de la Fundación
Tierra, una organización que tiene como tema central el desarrollo rural sostenible y
que presta especial atención a la población indígena, originaria y campesina.

Los altos niveles de deforestación anual han tenido correspondencia directa


con la expansión de la agricultura mecanizada que avanza sobre los bosques
tropicales de Bolivia, particularmente en el departamento de Santa Cruz. El boom
mundial de la soya fue determinante para la consolidación de la llamada Zona
Agroindustrial de Santa Cruz: un área triangular de cerca de 2,7 millones de
hectáreas.

“En algo más de tres décadas, esta zona fue desmontada, puesta en
producción para cultivos comerciales y actualmente el 85 % está deforestada. Es
decir, además de concentrar la mayor parte de la deforestación histórica de Bolivia,
esta zona se constituye en el corazón de las actuales brechas de expansión de
nuevos desmontes (deforestación)”, detalló Gonzalo Colque, investigador de la
Fundación Tierra.

Esa misma percepción la tiene Óscar Campanini, director del Centro de


Documentación e Información Bolivia (Cedib), para quien el cultivo de soya y maíz
asociado a la crianza de ganado son responsables de la acelerada expansión de la
frontera agrícola y ganadera.

“En 2021 y 2022, Bolivia se ha mantenido como uno de los principales países
con altos niveles de deforestación. La ausencia de medidas de parte del Gobierno
ratifica su apoyo al modelo del agronegocio. Cabe además destacar que la
legalización de eventos transgénicos sigue siendo y, de forma cada vez más
persistente, una demanda del sector agroindustrial al cual progresivamente cede el
Gobierno”, recalcó Campanini en una entrevista con Mongabay Latam.

Todo apunta a que la deforestación seguirá aumentando. En una


investigación reciente de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) se indica
que, entre 1986 y 2019, la pérdida de cobertura boscosa en Bolivia alcanzó la cifra
de 6 922 000 hectáreas de bosque, extensión que coincide con la expansión del
territorio destinado a cultivos y pastizales. En el mismo periodo, la actividad
agroindustrial —especialmente soya— y ganadera se incrementó en un 229 % en el
país, pasando de ocupar 2 120 430 hectáreas a 6 974 510 en todo Bolivia.
Por ello, Rosa Leny Cuéllar, directora técnica de la Fundación para la
Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC), menciona que “el principal reto que
tiene Bolivia es reducir la masiva tasa de deforestación por la expansión
descontrolada de la agroindustria y la ganadería. Bolivia durante 2021 tuvo el tercer
lugar global de deforestación absoluta y el primer lugar de tasa de deforestación per
cápita”, expresó Cuéllar a este medio. La experta señaló, además, que detrás de la
tala de bosques hay intereses económicos que favorecen a unos pocos y afectan a
millones de bolivianos.

Mongabay Latam solicitó una entrevista al viceministro de Medio Ambiente,


Magin Herrera, sobre los retos que tiene Bolivia para 2023, pero sobre el tema de la
deforestación, la autoridad solo respondió que existen estrategias para evitar la tala
de árboles sobre todo en la Amazonía.

Los últimos años la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y


Tierra (ABT), entidad encargada de sancionar la deforestación ilegal, ha emitido
miles de infracciones por faltas ambientales y forestales. De hecho, en los últimos
seis años 6463 procesos administrativos fueron iniciados a nivel nacional, de
los cuales el 62 % (4003) corresponden a infracciones por desmontes ilegales y
quemas ilegales.

La multa boliviana por tala ilegal no es efectiva porque es la más baja a nivel
sudamericano y —lo que ha sido cuestionado— las infracciones históricas desde
1996 en adelante fueron condonadas. Actualmente las multas se calculan sobre la
base de 0.20 centavos de dólar estadounidense por hectárea deforestada.

Contaminación de ríos y riesgos para los pueblos indígenas

Tres de cada diez pobladores indígenas que viven en zonas de influencia de


proyectos mineros auríferos en el norte del departamento de La Paz tienen en
promedio niveles de contaminación por mercurio que triplican el límite máximo
permitido, según un estudio de la Central de Pueblos Indígenas de La Paz. El uso
de mercurio en las puertas de la Amazonía no tiene piedad. Los ríos están
contaminados y de a pocos la actividad minera ingresa a áreas protegidas.

Las organizaciones indígenas se reunieron en la Amazonía boliviana y


convocaron al Gobierno, a comienzos de diciembre del 2022, a poner un alto a la
contaminación de los ríos producto de la actividad minera, en muchos casos
realizada de manera ilegal. Según la investigación de la Central de Pueblos
Indígenas de La Paz, 27 comunidades indígenas están afectadas por la
contaminación por el mercurio: los esse ejja, los mosetenes, los uchupiamonas,
los tacanas y los lecos son los pueblos indígenas más impactados por la
búsqueda desesperada de oro.
“Las empresas y las cooperativas están destruyendo nuestro territorio.
Nuestros niños están afectados por la contaminación por mercurio y no tenemos
una respuesta del Gobierno. Queremos hacer conocer al mundo que estamos en la
lucha por los territorios, la Amazonía y los pueblos indígenas. Ya no queremos más
los ríos contaminados con mercurio, no queremos más pescado con mercurio, no
queremos más atropello a los derechos de los pueblos indígenas”, reclamó Miriam
Pariamo, vicepresidenta de la Confederación Nacional de Mujeres Indígenas de
Bolivia (Cnamib).

La extracción de oro en Bolivia está controlada en su mayoría por los


cooperativistas mineros, por la minería aluvial de oro y con alta predominancia en el
norte del departamento La Paz. Esta minería está generando una alta presión sobre
áreas protegidas en esta región con altos impactos sobre el medio ambiente y la
salud. Estos ríos desembocan en la Amazonía y esas aguas cargadas de mercurio
afectan las comunidades indígenas.

“El lidiar con esta presión del sector cooperativista, con la alta relevancia que
está teniendo el oro en las exportaciones y con los impactos y preocupación que
generan en la población será el primer reto que tiene Bolivia para 2023”, alertó
Campanini.

La senadora Cecilia Requena, de Comunidad Ciudadana (CC), quien es


también una activista ambientalista, calificó como un “descontrol” lo que sucede con
la actividad minera en la puerta del parque nacional Madidi. La autoridad sugirió
como un reto para 2023 implementar nuevas leyes que controlen la exploración de
oro en zonas protegidas.

“Hay un descontrol de las actividades extractivas mineras, especialmente,


pero no únicamente la del oro en la cuenca amazónica. Estas actividades implican
contaminación de ríos con mercurio y otros metales pesados, deforestación,
desaparición de vida silvestre, etnocidio, trata y tráfico, articulación con otras
economías ilegales, como la del narcotráfico, destrucción de las áreas protegidas —
incluyendo las zonas más frágiles—, construcción de caminos y comunidades en
zonas de protección estricta. La rezonificación se ha vuelto un arma para facilitar la
violación ampliada de derechos de poblaciones locales y de la población en
general”, afirmó Requena a Mongabay Latam.

Ruth Alipaz Cuqui, lideresa indígena uchupiamona, explicó que para los
pueblos indígenas los retos en materia ambiental tienen que ver con la preservación
de su existencia y territorios. Ahí incluye la actividad extractiva con severos
impactos de despojo y contaminación de sus medios de vida como el agua y los
suelos.

“Hay [una] consecuente destrucción de territorios indígenas, áreas


protegidas, ríos, suelos, aire y alimentos. Lo que pasa en mi pueblo, con la mortal
actividad minera, es una muestra de que no hay control estatal”, denunció Alipaz
Cuqui.

La urgencia de salvaguardar las áreas protegidas

Bolivia tiene 22 áreas protegidas de interés nacional, que en conjunto suman


unas 17 millones de hectáreas. A estas se añaden otras 25 áreas protegidas
departamentales, con 5 millones de hectáreas, y 83 áreas protegidas municipales,
con 2 millones de hectáreas. En total, las 130 áreas protegidas representan el 25
% del territorio boliviano.

La Constitución Política del Estado de Bolivia, aprobada en 2009, en su


artículo 385 establece como área protegida un bien común que forma parte del
patrimonio natural y cultural del país, y que cumple funciones ambientales,
culturales, sociales y económicas para el desarrollo sustentable. La normativa exige
un cuidado extremo en estas zonas. Eso no sucede y es un problema que Bolivia
viene arrastrando hace años.

Las áreas protegidas fueron penetradas por actividades ilegales y algunas


incluso con proyectos de hidrocarburos con el permiso del Estado. Cuéllar alertó
que se debe mejorar significativamente la gestión de las áreas protegidas con el fin
de evitar la exploración y explotación minera e hidrocarburífera, los avasallamientos
o invasiones y las actividades ilícitas como el narcotráfico, la cacería ilegal y la
extracción de maderas.

“Se tiene que mejorar el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP).


Existe exploración y explotación tanto minera como hidrocarburífera y eso se debe
evitar. Las áreas protegidas en Bolivia están muy desprotegidas, ya que ingresan a
cometer delitos y dañan esas reservas”, lamentó Cuéllar.

Tariquía es el último ejemplo del ingreso de empresas petroleras a áreas


protegidas para explorar hidrocarburos. Esta área protegida está al sur de Bolivia,
en el departamento de Tarija, y ahí las comunidades indígenas y campesinas llevan
años tratando de que su territorio no se vea afectado por la actividad petrolera. Por
ahora esa batalla la va ganando el Gobierno. La maquinaria ya ingresó a la reserva
para abrir caminos. Además, existe una ley que permite la exploración en áreas
protegidas.

“No sabemos cómo vamos a detenerlos para que no entren. Usted sabe que
el Gobierno tiene tanto poder y no hace caso a las organizaciones sociales, no
respeta las decisiones de las bases. No respeta lo que piden las comunidades, los
pueblos indígenas. Tariquía está en riesgo”, lamentó Paola Gareca, ejecutiva de la
Subcentral de Tariquía.
Son tres las zonas establecidas dentro de la reserva de Tariquía que
son parte del proyecto de hidrocarburos: Astillero, Churumas y San Telmo.
Campanini aseguró que en la zona de Astillero los trabajos de exploración
hidrocarburífera ya se iniciaron. “Es una zona de muy difícil acceso, donde no hay
muchas comunidades y la conexión es muy limitada, entonces han ingresado por
ahí”, dijo.

Alex Villca, vocero de la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios


Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas (Contiocap), pone como reto
importante el freno a actividades extractivas en las áreas protegidas. Cita ejemplos
de Tariquía, el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) y el
parque nacional Madidi, donde existe la intención de reactivar el proyecto
hidroeléctrico Chepete-El Bala.

“Se debe frenar o detener el avance de la política hidrocarburífera sobre


territorios indígenas y áreas protegidas. Ahí está el caso de Tariquia, el parque
Aguaragüe, Madidi, Pilón Lajas. Estas son áreas protegidas donde el Gobierno
aceptó que haya política extractiva afectando a nuestros territorios, a nuestras
familias”, cuestionó Villca.

Los guardaparques son quienes cuidan las áreas protegidas. No tienen las
mejores condiciones para trabajar, pero aun así hacen lo posible, señalaron algunos
de los expertos entrevistados para este artículo. Hace 15 años se les quitó el
seguro de vida y no hay voluntad en reponer el beneficio.

“Todo el sistema nacional de áreas protegidas viene enfrentando una


situación absolutamente crítica, y los guardaparques estamos al medio de ese
conflicto, de esa crisis. Son amenazas externas, son amenazas que están
relacionadas al propio debilitamiento institucional del Servicio Nacional de Áreas
Protegidas (Sernap) por la escasez de recursos para realizar los operativos y las
necesidades que se afrontan en cada área protegida”, afirmó Marcos Uzquiano, jefe
de Protección de la Reserva de la Biósfera Estación del Beni.

El director del Sernap, Teodoro Mamani, se excusó de hablar con este


medio sobre la gestión y los retos que tiene para 2023.

Sequías, ¿una solución a la vista?

Bolivia registra intensas olas de calor —sobre todo en el oriente y Chaco— y


sequías que suponen una amenaza para la agricultura, el ambiente y la salud de las
personas. La falta de lluvias provoca pérdidas de cultivos en siete departamentos
del país. Los expertos ponen en la mesa este reto: proteger y recuperar acuíferos
en zonas afectadas.
“Se debe afrontar la situación crítica de sequía y reducción significativa de las
fuentes de agua tanto del altiplano como en las tierras bajas del Chaco y la
Chiquitanía. Esto se debe hacer mediante iniciativas de protección y recuperación
de acuíferos”, destacó Cuéllar, de la FBCB.

El viceministro de Medio Ambiente, Magín Herrera López, informó que el


Gobierno, a la fecha, registró 80 municipios que son afectados por la sequía. “En
dos semanas se elevó de una manera muy alarmante, estábamos como 30
municipios que demandaban ayuda. Posteriormente eran 55 municipios y ahora
tenemos 80 municipios que han registrado sequías y eso tiene que pasar a la
categoría de sequía agrícola y pecuaria”, relató la autoridad el pasado 9 de
diciembre.

Para este punto, el Gobierno ha diseñado una estrategia para combatir las
sequías en 2023. Herrera explicó que desde finales del 2022 y hacia el futuro se
ejecutará el Plan Plurinacional de Respuesta Inmediata a la Sequía para combatir
los embates de este fenómeno. La primera etapa del plan se implementó hasta el
31 de diciembre del año pasado, con la provisión de agua para consumo humano,
para riego y ganadería, y para consumo animal con una inversión inmediata de Bs
27 217 988, que es un aproximado de 3 942 000 dólares americanos.

Luego, se ejecutarán otras etapas en 2023 y tienen la idea de mitigar la


sequía en varias zonas. En este proyecto se incorpora la entrega de semillas y
fertilizantes para que los productores afectados puedan reactivar sus cultivos, pero
también existe un plan de transporte de agua en cisternas y búsqueda de ojos de
agua. En total se ejecutaron 17 672 millones de dólares.

En los cerros del altiplano boliviano los comuneros se reúnen para rezar de
rodillas. Piden mirando al cielo lluvias. Su ganado, sus cultivos y sus familias están
afectadas. Lo mismo sucede en el oriente boliviano. Los suelos están rajados y es
posible ver animales en el suelo sin vida. El Chaco boliviano tiene el mismo
problema.

“Las semanas pasadas han probado que la alta variabilidad climática y su


asociación a los efectos del Niño o la Niña tienen cada vez más intensos impactos
sobre Bolivia. Este año [2022] se ha observado la demora en las lluvias y hasta la
fecha una baja precipitación pluvial, otras formas de manifestación de estas
variaciones pueden ser eventos climáticos extremos con altos impactos
(inundaciones, sequías, granizadas heladas, etc.). La falta de acciones o la falta de
eficacia de parte de Gobierno para enfrentar estos cambios convertirán
seguramente este también en un gran reto del 2023”, destacó Campanini.

Asentamientos y violencia por tráfico de tierras


Uno de los desafíos del Gobierno de Luis Arce es lograr que la tierra sea

usada de manera sostenible, que se preserven los bosques y que permita una

producción eficiente. Este reto estaba trazado al inicio de su gestión, en noviembre

de 2020, pero todavía está lejos de ser una realidad, ya que se requiere la

actualización de normativas para evitar los avasallamientos. Las leyes existen, pero,

para los expertos, deberían ser más severas para castigar a quienes invaden áreas

protegidas y tierras fiscales. En este último tiempo se dieron casos de invasores

que se asentaron en áreas protegidas o tierras privadas o fiscales y agredieron a

policías y periodistas.

El caso más complicado sucedió en la provincia Guarayos, en el


departamento de Santa Cruz, donde un grupo de avasalladores tomaron predios
privados. Los comuneros denunciaron que estos invasores están armados e
identificaron al menos 30 grupos que están tras las invasiones a tierras privadas.

“No se podía llegar a las propiedades, la carretera, que es la manera más


fácil de llegar, estaba trancada. Uno podía esperar que con la presencia policial
disminuyan los asentamientos, pero, al contrario, estaban más agresivos (los
avasalladores) y llevaron adelante medidas de presión”, relató Ruddy Trep, uno de
los propietarios de una finca en Guarayos.

En este caso hubo operativos para que los grupos de invasores desalojen las
áreas y se arrestó al menos a 30 personas, quienes ahora están con detención
preventiva en cárceles de Santa Cruz. Situaciones similares ocurren en otras zonas,
incluso llegando a invadir áreas protegidas como la del Bajo Paraguá, en Santa
Cruz.

“Un reto importante es frenar o detener los distintos avasallamientos que


están perpetrados por grupos afines al Gobierno, que son los llamados
interculturales”, denunció Villca.

En la misma línea, Gonzalo Colque, de la Fundación Tierra, explicó que


existen grupos de campesinos afines al partido de Gobierno que exigen la titulación
de sus tierras y que entre ellos hay dirigentes dedicados al tráfico de tierras,
quienes inicialmente crearon comunidades compuestas por “palos blancos” para
después vender esas tierras a particulares.
“Lo que quiero decir es que de por medio hay gente que ha traficado y trafica
la tierra y está peleando por la legalización de estas propiedades”, explicó el
investigador.

Según Colque, desde que empezó la etapa de autorización de asentamientos


humanos en el oriente de Bolivia, durante el Gobierno de Evo Morales, las personas
dedicadas al tráfico de tierras acceden a información técnica del INRA, por tanto, en
función a esos datos, conocen con precisión las tierras fiscales disponibles adonde
acuden para asentarse formando comunidades.

https://es.mongabay.com/2023/01/desafios-ambientales-de-bolivia-en-2023-
invasiones-y-deforestacion/

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