Chiquitania
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V
“El fuego es un monstruo que nos está amenazando. Todo es cenizas y miedo”,
narra con desesperación Iván Quezada, alcalde de Roboré. En los últimos cinco
días, el fuego ha consumido más de 450 000 hectáreas de bosque, cifra que
sumada a las hectáreas devastadas desde que empezaron los incendios
forestales en Bolivia este año bordea el millón, según fuentes oficiales.
Cada año, en esta época, los chaqueos —quemas para preparar el terreno para la
siembra o para la crianza de ganado— se realizan en el territorio boliviano,
generando muchas veces estos focos de calor que pueden salirse de control. Pero
a diferencia de temporadas anteriores, este año, un polémico decreto aprobado
por el Estado, que promueve la ampliación de la frontera agrícola y permite la
“quema controlada” en áreas de uso forestal, ha detonado una situación sin
precedentes. La Chiquitanía está en emergencia.
Antecedentes peligrosos
En Bolivia, el chaqueo es una costumbre arraigada que, a pesar de los daños que
ocasiona y de que es sancionada por ley, no ha podido ser frenada. Todo lo
contrario, las recientes decisiones políticas la han alentado, en lugar de
controlarla.
Roboré y las comunidades aledañas que son 33, están en emergencia. Si bien son
ocho las comunidades que han sido afectadas directamente por el fuego, ninguna
se libra del humo, del calor y por supuesto del temor.
Roboré es un municipio del departamento de Santa Cruz que tiene mucho bosque,
pero es un bosque seco y hace tres meses que no llueve, lo que ha agravado la
situación y ha convertido a la región en material combustible. Una pequeña chispa
es suficiente.
El activista y diplomático Pablo Solón, que fue parte del Gobierno de Evo Morales
hasta el 2011, lleva un recuento de las cifras de deforestación. Según sus
registros, el 2012 la deforestación en el departamento de Santa Cruz bordeó 100
000 hectáreas, el 91 % era deforestación ilegal. Cinco años más tarde, un tercio
de esta pérdida de bosque fue legalizada por el gobierno. En el 2015, de las 240
000 hectáreas deforestadas en Bolivia, 204 000 pertenecían a Santa Cruz.
El año 2016 se deforestaron 295 777 hectáreas en el país, según datos oficiales
de la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT) en
Bolivia. Hace unos días, la misma ABT habló de 953 000 hectáreas de bosques
quemados en lo que va de 2019.
“Si tomamos como año base el 2012, donde se habrían deforestado 128 043
hectáreas, la deforestación de este año sería más de siete veces mayor; y si
tomamos solo la deforestación de la Chiquitania, sería tres veces mayor”, sostiene
Pablo Solón.
¿Bosques o votos?
El tema de la deforestación masiva este año por incendios no solo se explica por
razones económicas sino político-electorales. En sus primeros años, el MAS se
opuso a los biocombustibles, pero en su proyecto continuista pasó a promover el
etanol y el biodiesel argumentando que se ahorrarían muchos recursos en la
importación de gasolina y, en alianza con los sectores agroindustriales del oriente
del país, presentó a los biocombustibles como energía “verde”.
El área que ahora está en cenizas era hogar y lugar de origen, por ejemplo, de la
Frailea chiquitana, una planta endémica del lugar. Como esta quedaron
calcinadas especies grandes, pequeñas y únicas.
“Desde cuántas hectáreas de bosque han sido dañadas, hasta ver si hay especies
que se pueden rescatar”, dijo y agregó que además se debe hacer un monitoreo
para evaluar cuánto tiempo puede tardar en recuperarse el bosque y el
fortalecimiento de las plantas.
La ingeniera ambiental, Cecilia Tapia, asegura que el principal daño fue a los
suelos, la biomasa boscosa, y la biodiversidad que se albergaba. “Habrá que
acudir a estudiar y hacer un inventario del área quemada. Pero entre los impactos
de consideración tenemos suelos, aire (aumento de gases de efecto invernadero)
y contaminación de agua, además de la pérdida del paisaje que igual es de
impacto socioambiental”.
La tragedia no puede ser medida, las pérdidas tampoco. Y, mientras tanto, nadie
todavía ha puesto sobre la mesa de debate la suspensión de los permisos para
“las quemas controladas”.
Expertos biólogos prevén que los incendios en la Chiquitanía de Santa Cruz, que
arrasaron hasta la fecha más de un millón de hectáreas, dejarán al menos seis
consecuencias que afectarán al ecosistema y, por ende, a la población.
El fuego afectó sobre todo al bosque seco chiquitano, pero también arrasó
importantes zonas de cinco parques nacionales y áreas protegidas.
La pérdida de humedad; la alteración de ciclos de lluvia en el lugar y zonas
aledañas (afecta al país); la disminución de lluvias, que provoca sequías más
severas y prolongadas; el inicio del proceso de una posible desertificación; el
impacto en la provisión de oxígeno, y la afectación en el sistema de
aprovisionamiento de agua para las poblaciones, agricultura y ganadería son las
consecuencias que se irán viendo en corto plazo, según coincidieron tres
expertos.
Para entender las posibles consecuencias, los expertos explican que primero se
debe establecer que los ecosistemas forestales cumplen con una serie de
funcionalidades o servicios, los que serán afectados de acuerdo al daño que dejen
los incendios.
El ecólogo vegetal y bioclimatólogo Milton Fernández y la especialista en ecología
animal Jennifer Cahill detallaron que los bosques que se vieron afectados por los
incendios de agosto tienen características únicas que permitieron que se
mantengan en el tiempo llegando a adaptarse a procesos largos de baja humedad
y sequía.
“La Chiquitanía es un espacio bastante amplio y los bosques tienen una
característica climáticamente particular: son bosques secos porque tienen que
tolerar entre tres a cinco meses de ausencia de lluvia, esto condiciona que la
vegetación se seque en ese tiempo. Al estar rodeadas de una cobertura vegetal
constituida por especies de gramíneas o pastos, esta vegetación, con la estación
seca, constituye un combustible potencial”, señaló Fernández.
Al haberse perdido un porcentaje del bosque en la zona oriental, las
funcionalidades ecosistémicas se verán afectadas.
En este sentido, Fernández detalló que los bosques proveen de humedad
atmosférica, lo que ayuda a producir lluvias locales, pero también, a la vez, forman
parte de un centro ciclónico que atrae vapor del océano Atlántico y eso produce
mayor volumen de lluvia en la zona y que luego se distribuye a lo largo de la
cordillera de los Andes.
En cuanto a un inicio de un proceso de desertificación, los expertos detallaron que
“si es que la pérdida de la cobertura vegetal disminuye en un 35 por ciento,
entonces corremos ese serio riesgo”.
El otro proceso afectado será el de la eliminación de dióxido de carbono, tomando
en cuenta que las plantas absorben este componente y lo convierten en oxígeno.
Por lo mismo, los niveles de contaminación seguirán siendo altos y no habrá
reducciones del mismo. La provisión de oxígeno también será mermada.
De acuerdo a la explicación que dieron ambos expertos, se afectaron 30 a 40
especies nativas; a esto se suma que existen varias especies endémicas. El daño
también podría haber afectado a los parientes silvestres de plantas cultivadas, las
cuales pueden servir para el mejoramiento genético en casos específicos que se
requiera.
Cahill explicó que la Chiquitanía es un “centro de origen de la planta cultivada”.
CAUSAS:
A todos los niveles, para supervisar y/o evitar los asentamientos en tierras de
producción forestal permanente, en el cumplimiento de los planes de
ordenamiento predial y en el respeto del Plan de Uso del Suelo del departamento
de Santa Cruz asi como la falta de investigación, seguimiento y sanciones a los
casos conocidos de incendios ilegales de años anteriores.
CONSECUENCIAS: