Tema 3. Los Sofistas y Sócrates.

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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA. CURSO 2016/17.

PRIMERA PARTE: LA FILOSOFÍA ANTIGUA.


TEMA 3. LOS SOFISTAS Y SÓCRATES.

RESUMEN. El siglo V a.C. es un momento de florecimiento cultural en Grecia, especialmente en Atenas. En la ciudad gobernada
por Pericles se reúnen multitud de intelectuales, algunos filósofos “presocráticos” y otros a los que la tradición ha denominado
“sofistas”. La mayoría de los sofistas (Protágoras y Gorgias son los más conocidos) se presentan como maestros profesionales y
consejeros privados, especialistas en retórica y en asuntos jurídicos (son sobre todo expertos en las técnicas oratorias; enseñan a
hablar para triunfar en la sociedad). Además, sus opiniones o teorías versan sobre asuntos políticos, éticos y antropológicos relativos
al funcionamiento de la polis (el problema de la “physis” pasa a segundo plano): qué es la justicia o la virtud, cuál es el origen de la
sociedad y de las leyes, qué papel tiene la educación, en qué consiste ser un buen ciudadano, etc. A veces se interesan también por
asuntos epistemológicos (la posibilidad o no de un conocimiento objetivo, el valor del lenguaje en el conocimiento, etc.). Los rasgos
principales de su pensamiento son estos. El relativismo político y moral (los criterios acerca de lo que es justo y bueno son
subjetivos, “según cada uno”, o relativos a cada cultura, época o circunstancia…No hay nada justo o bueno absolutamente). El
convencionalismo (las normas políticas y morales son meros artificios creados por los hombres para organizar la sociedad, para unos
sofistas las normas son una necesidad de la civilización, para otros son inventos nocivos cuando tratan de reprimir la voluntad de los
más fuertes). El pragmatismo (una norma política o ética es justa o buena cuando es útil para lograr lo que particularmente nos
interesa). La educación, basada en el dominio de la persuasión por el lenguaje, es un medio para el triunfo social. Escepticismo (el
conocimiento objetivo no es posible, la verdad es según cada uno, se “crea” mediante el lenguaje y en función de lo que nos interesa).
Agnosticismo (no podemos demostrar la existencia de los dioses; la religión es mayormente una útil convención social). En la
segunda mitad del siglo V a.C. aparece la figura de Sócrates, personaje complejo y ambivalente (tan admirado por unos como
denostado por otros –murió ajusticiado por los atenienses—). La tradición nos lo ha presentado como un modelo de virtudes, tanto
intelectuales como morales, que le convierten en el perfecto “anti-sofista”. Su pensamiento es igualmente la antítesis del pensamiento
de los sofistas. Según Sócrates lo justo y lo bueno han de poder definirse de manera racional y objetiva (universalismo). Las leyes
son convenciones, pero han de expresar valores objetivos: lo que es verdaderamente justo y bueno (realismo, esencialismo). Contra el
pragmatismo ramplón de los sofistas, Sócrates afirma que la finalidad de las leyes y las normas es el conocimiento y la virtud como
bienes en sí mismos, pues son la condición para la realización humana y para el logro del bien común; en este sentido conocimiento y
bondad son inseparables, solo el sabio puede ser bueno, el mal no es más que ignorancia (racionalismo, intelectualismo moral). La
educación tiene, así, un papel clave, pero no como técnica para el triunfo social, sino como medio para la realización humana y el
logro de la justicia y el bien común. Sócrates no es un escéptico, cree que el conocimiento de la verdad es posible, mediante la razón
(no mediante los sentidos), pues ésta es común e idéntica para todos; por eso dialoga con todos, buscando mediante la razón el
conocimiento de las definiciones universales. Por último, Sócrates parece tener una cierta noción religiosa de lo que es el alma
humana, pero siempre dentro de un marcado racionalismo.

ÍNDICE DEL TEMA.


1. Los sofistas, quiénes son y qué piensan.
1.1. Quienes son los sofistas.
1.2. Características de los sofistas.
1.3. El pensamiento de los sofistas.
2. La filosofía de Sócrates.
2.1. Quién es Sócrates.
2.2. Características de Sócrates.
2.3. El pensamiento de Sócrates.
Bibliografía y materiales complementarios.
Selección de textos.
Actividades.
Entradas del blog relacionadas con este tema.

CONTENIDOS MÍNIMOS.

1. Teorías filosóficas comunes a los sofistas: escepticismo, relativismo y convencionalismo


2. El método socrático y la crítica a los sofistas: el universalismo socrático.
3. El intelectualismo moral

CONTENIDOS A REPASAR DE FILOSOFÍA DE PRIMERO.


Las dimensiones de la persona: moralidad y racionalidad. La visión griega del hombre: el héroe homérico. Concepto
socrático del ser humano. Principales teorías sobre la moral humana. La Ética como reflexión sobre la acción moral:
carácter, conciencia y madurez moral. Relativismo y universalismo moral. El origen de la Ética occidental: Sócrates
versus Sofistas. La búsqueda de la felicidad. Los fundamentos filosóficos del Estado. Principales interrogantes de la
Filosofía política. El convencionalismo en los Sofistas.
1. LOS SOFISTAS, QUIÉNES SON Y QUÉ PENSABAN.

1.1. Quienes son los “sofistas”.

Durante el siglo V a.C., el mundo helénico se encuentra en su apogeo económico, político y cultural
(momento de esplendor al que se llamará luego época “clásica”). Y el epicentro de este apogeo es Atenas,
una próspera y poderosa ciudad (polis) que, bajo el gobierno democrático de Pericles, se convierte en la
capital cultural de Grecia 1. En esta época Atenas se pobló de artistas e intelectuales de la talla del escultor
Fidias, los dramaturgos Aristófanes, Esquilo, Sófocles o Eurípides, de poetas como Simónides, de
historiadores como Heródoto o Tucídides, y de filósofos como el pluralista Anaxágoras, Zenón de Elea y los
sofistas, entre los que, los más famosos fueron Protágoras y Gorgias. A finales de siglo, cuando Atenas entra
en decadencia tras la guerra con Esparta, brillará la figura del filósofo Sócrates, personaje fascinante y
polémico que morirá ajusticiado por los propios ciudadanos en el 399 a.C.

Durante esta época a los filósofos y otros intelectuales se les denomina a veces “sofistas” (“sabios”).
Aunque seguramente los ciudadanos llamaban “sofistas” a todo tipo de filósofos, la tradición ha querido
distinguir a un grupo de ellos, atribuyéndoles unas características especiales, y distinguiéndolos así de otros
filósofos de la época como Anaxágoras o Sócrates. De estos filósofos “sofistas” conservamos los nombres de
Protágoras, Gorgias, Pródico, Hipias, Trasímaco, Antifonte, Critias y otros. Aunque es de Protágoras y de
Gorgias de los que más información tenemos (aunque tampoco mucha) 2.

1.2. Características de los sofistas.

 Se presentan como consejeros y maestros profesionales. Prometen enseñar a los jóvenes, a cambio de
un salario, a ser ciudadanos virtuosos (lo que, para la mentalidad de los griegos, quiere decir, ciudadanos
que sobresalgan sobre los demás en influencia política, éxito social, riqueza, fama, etc.).
 Lo que saben y enseñan es, sobre todo, el arte de la retórica y la oratoria o elocuencia, es decir, el arte
de componer y emitir discursos (sobre todo, de contenido político y jurídico). Transmitían la idea de que
cualquiera que domine el arte de las palabras tiene asegurado el triunfo social 3. Conscientes del poder de
la palabra (“Ese poderoso soberano que con un cuerpo muy pequeño y totalmente invisible realiza
acciones sobrehumanas”, dice Gorgias4), los sofistas hacen alardes de su habilidad en certámenes de
oratoria en los que defienden, alternativamente, y con igual poder de convicción, tanto una idea como su
contraria5.
 A diferencia de los filósofos “presocráticos”, cuya preocupación es la “physis” (la pregunta por la
realidad o naturaleza), los sofistas están especialmente interesados en los asuntos relativos a la “polis” (la
ciudad) y al “nomos” (la ley), esto es, en las cuestiones políticas, éticas, sociales y antropológicas (qué
es lo justo, lo bueno, en qué consiste la sociedad, qué es el hombre y en qué consiste su excelencia o
virtud como ciudadano6, etc.).

1.3. El pensamiento de los sofistas.

1
A Atenas se le llama la “escuela de Grecia”. El papel de Pericles parece decisivo. Además de un brillante general y político, fue un promotor de
las artes y las ciencias. Entre sus consejeros figuraban el filósofo Anaxágoras y el sofista Protágoras.
2
Y casi toda proveniente de Platón, que no era muy “amigo” de los sofistas.
3
En las polis griegas y, en especial, en la democrática Atenas de esta época, un “buen ciudadano” es el que interviene exitosamente en los asuntos
públicos que se debaten en la Asamblea mediante una exposición convincente de sus propias opiniones. Los procesos judiciales dependían
igualmente de la capacidad de acusadores y defensores para convencer al jurado. En este sentido, los sofistas prometen una educación “moderna”
y práctica a los hijos de los acaudalados ciudadanos atenienses, muy distinta ya de la educación tradicional (basada en la memorización de los
poemas homéricos y el conocimiento de los mitos) y dirigida a dominar las técnicas oratorias útiles para desenvolverse en los tribunales y las
asambleas políticas.
4
La palabra, sigue Gorgias, “puede eliminar el miedo, suprimir la tristeza y generar alegría” y, en definitiva, mover a cualquiera a hacer unas
cosas u otras...
5
Se dice que el sofista Antifonte escribió para el mismo proceso hasta cuatro discursos: uno a favor y otro contra la acusación, uno a favor y otro
contra la defensa. Parece que también durante esta época eran frecuentes las competiciones entre sofistas (o aspirantes a sofista) en la que los
“concursantes” tenían que improvisar un discurso sobre el tema que se les propusiera o bien preparar discursos dobles (antilogías), uno
defendiendo una idea y otro defendiendo la contraria. En estos alardes retóricos era muy famoso Gorgias, capaz, entre otras cosas, de escribir un
famoso discurso en defensa de la mítica Elena (la mujer cuya seducción por el príncipe Paris provocó, según la leyenda, la guerra de Troya).
6
Hay que recordar que, en la Grecia antigua, la noción de “ser humano” era casi inseparable de la noción de “ciudadano” o habitante de una
“pólis”. Por así decir, no se comprende la humanidad fuera de un entorno social, específicamente de ese entorno social que es la ciudad-estado.
Aunque no todos pensaban exactamente lo mismo, podemos establecer ciertas ideas comunes:

(A) Lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto es… Según cada uno, o según cada cultura, época,
circunstancia… (Relativismo ético y político).

Antes del siglo V a.C., los griegos creían que las leyes de sus ciudades estaban establecidas desde el
principio de los tiempos, a veces por antepasados míticos o heroicos, o por dioses. Los reyes y los señores
mantenían en vigor esas leyes tradicionales o “sagradas”, y a nadie se le ocurría poner en duda su prestigio y
autoridad. Del mismo modo, el modelo de “buen ciudadano” era tan simple como inamovible, consistía poco
más que en pagar las deudas, respetar a los dioses, ser hospitalario, y defender con valentía a la patria en caso
de guerra. En cierto modo se creía que las leyes políticas eran leyes naturales (parte integrante de las leyes
que gobernaban el cosmos entero) 7, eternas y comunes a todos los hombres (es decir, a todos los griegos 8).
Esta seguridad en la universalidad e invariabilidad de lo que se creía “justo” o “bueno” se pierde en el siglo
V.9 Los griegos de esta época han acumulado ya demasiada experiencia política como para creer que solo hay
un modo posible de concebir la justicia. Las constantes reformas sociales, la complejidad de las grandes
“polis”, el nuevo modo democrático de gobernar (en el que las leyes cambian según a la gente les parecen
buenas o malas), y el conocimiento cada vez más extenso de otros pueblos (y, por tanto, de otros modos de
vivir y de organizar la convivencia) les han mostrado que sobre el asunto de lo “justo” y lo “bueno” hay
muchísimas opiniones o visiones, cada una de ellas tan válida –para los que la mantienen— como las demás.
¿Hay algún modo de establecer cuál de estas opiniones es realmente verdadera? Los sofistas, y muchos otros
intelectuales y políticos de la época, creen, en general, que no. Según ellos, nadie puede tener una idea
objetiva o universal acerca de qué sea justo o bueno para todos. Lo bueno y lo justo –piensan ellos— son el
resultado de apreciaciones subjetivas de cada individuo o bien convenciones establecidas por cada pueblo o
grupo social. Así, más que expresar una realidad objetiva o natural, las leyes políticas o morales expresarían
los distintos deseos, necesidades e intereses de cada individuo o cultura. A esta idea se le denomina
relativismo político y moral. El sofista Protágoras expresa esta idea con su famosa frase “el hombre es la
medida de todas las cosas”. Hay que añadir que, pese a lo dicho, el relativismo de los sofistas no es absoluto.
Muchos aceptaban que ciertas leyes políticas y morales eran de universal aceptación por todas las culturas (el
respeto a los padres, la hospitalidad, la repugnancia hacia el incesto y otras serían normas objetivamente
justas y comunes a todos los hombres y culturas10).

(B) Las leyes y las normas (políticas y morales) son… Un “invento” de los hombres (Convencionalismo).

Gran parte del respeto tradicional a las leyes viene motivado en su supuesto origen mítico o divino (o incluso
cósmico). Pero en el siglo V se generaliza la idea de que las leyes de la polis son simples convenciones, esto
es, disposiciones humanas fruto de un acuerdo o imposición. En cada grupo humano –dicen los sofistas— se
han establecido ciertas normas como fruto, bien de un “pacto social” 11, bien de la imposición de los más

7
En este sentido, los filósofos presocráticos todavía hablaban de la “Justicia” como de un concepto a la vez cósmico y político. Así, la “Justicia”
era, de un lado, la ley suprema que gobernaba la naturaleza (haciendo que sus elementos se sometieran, en sus movimientos y cambios, a ciertos
límites, con el fin de lograr la armonía o equilibrio cósmico); pero, de otro lado, la “Justicia” era también la ley de la ciudad, y la ley dentro de
cada individuo, y su función era sujetar las acciones humanas a ciertos límites o normas que no podían ser rebasadas sin incurrir en un castigo
inevitable De hecho, ese es el argumento de muchas tragedias griegas: la inevitabilidad o necesidad del castigo que tarde o temprano llega al que
ha sobrepasado los límites de la “justicia”. De otro lado, la concepción de la sociedad y el hombre como si fueran un “microcosmos”, esto es, una
especie de imagen o copia del “macrocosmos” y relacionado analógicamente con él, es una creencia mítica y filosófica habitual en casi todas las
culturas antiguas.
8
No podemos decir que en la época arcaica fuera común una noción universalista o ecuménica de “ser humano”. Los hombres propiamente dichos
eran los griegos, que más que una raza era un conjunto de gentes unidos por el uso de una lengua común (el griego). Los que no hablaban griego,
los “bárbaros” (“bárbaro” designa, etimológicamente, al que no habla griego ni, por tanto, una lengua “civilizada”) eran poco más que seres
“infrahumanos”.
9
Se pierde también la noción de “Justicia” como concepto cósmico, tan corriente en los presocráticos. El atomista Demócrito parece demostrar
que el cosmos puede explicarse de forma puramente mecánica, como un simple movimiento de átomos en el vacío, sin necesidad de ninguna
“Justicia” que gobierne este movimiento.
10
Algunos sofistas (como Hipias o Antifonte, según algunos intérpretes) mantienen que ciertas leyes morales y políticas no son meras
convenciones artificiales, sino principios universales presentes en todos los hombres de cualquier cultura y condición. En estas normas
connaturales a todos los hombres (tales como la reverencia a los dioses, el respeto a los padres, el agradecimiento, la hospitalidad, la repugnancia
ante el incesto, etc.) se ha querido ver un precedente de lo que luego será denominado “derecho natural”, no en el sentido de “ley de la
naturaleza”, sino en el sentido de unas normas morales que se consideran sagradas e indiscutibles (algo así como lo que para algunos representan
actualmente los derechos humanos).
11
Esta idea del “pacto o contrato social” como origen de la sociedad (que es un tópico de la filosofía política desde el Renacimiento), puede verse
ya anticipada en la sofística. Así, es insinuada en la teoría política de Protágoras, y más explícitamente en el Anónimo de Jámblico. Aristóteles
atribuye esta idea al sofista Licofrón y Platón también la cita dando a entender que es una idea común al ambiente intelectual de su tiempo (por
poderosos. Las leyes no son pues eternas ni universales, sino variables y diferentes para cada grupo cultural.
Del mismo modo que se establecen se pueden cambiar. A esta teoría se le llama convencionalismo12. Para
algunos sofistas, el carácter convencional de las leyes y normas no las hacía menos valiosas. Las leyes –
decían— eran un noble invento de la humanidad para hacer posible la convivencia; sin ellas no habría vida
civilizada, sino una guerra de todos contra todos (pues todos querrían apropiarse de lo que no es suyo,
aprovecharse de los más débiles, tomarse la “justicia” por su mano, etc.) 13. Otros, por el contrario, pensaban
que las leyes no eran más que “inventos” o artificios con que los más “débiles” pretendían someter a los más
fuertes y poderosos. Para estos otros sofistas, no había más ley legítima que el dominio de los más fuertes (y
las leyes convencionales solo eran válidas cuando sancionaban este dominio, es decir, cuando las
promulgaban, para su propio interés, los más poderosos) 14.

(C) Lo bueno y lo justo es…Lo que nos resulta útil o conveniente (Pragmatismo).

Las leyes, dicen la mayoría de los sofistas, son convenciones útiles (o, al menos, deberían ser útiles). Es
decir, su valor se mide no por su “bondad” o “justicia” intrínseca, sino por su eficacia a la hora de garantizar
el éxito en la convivencia y el logro de los objetivos comunes del grupo (o bien el logro de los intereses de
los más poderosos del grupo, según algunos sofistas). Del mismo modo, las acciones humanas serán
“buenas” o “malas” no porque lo sean en sí (como si hubiera una “bondad” y “maldad” absolutas), sino en
función de lo útiles o inútiles que sean para conseguir nuestros fines y objetivos particulares (el bienestar, la
riqueza, el éxito, etc.). A esta teoría se la denomina pragmatismo: lo justo y lo bueno es lo que me es útil (o
lo que es útil al grupo o sociedad). Los sofistas (de todos los tiempos) defienden, por ejemplo, una política
exterior pragmática, orientada a satisfacer los intereses (económicos, estratégicos, etc.) de la polis, a costa de
lo que sea (a costa de provocar guerras, por ejemplo, de engañar a otras polis, etc.) 15. En la política interior lo
mismo, las acciones del ciudadano están orientadas a conseguir el máximo beneficio de las leyes, a intentar
cambiarlas en función de sus intereses (aunque perjudiquen a otros), etc. Justo para esto los sofistas
prometían enseñar a sus alumnos a litigar con éxito en los tribunales, a hacer prevalecer su opinión en la
asamblea, etc. Por otra parte, pragmatismo, relativismo y convencionalismo están muy relacionados. Que lo
bueno y lo justo sean “según cada individuo o cada cultura” (relativismo) quiere decir que están en relación
con lo que cada individuo o cultura considera útil o beneficioso. Cuando las leyes no son útiles, basta con
cambiarlas (al fin y al cabo son meras convenciones). Este pragmatismo político y ético es llevado por los
sofistas a otros ámbitos, como el epistemológico (“verdad” es lo que nos conviene)16, al religioso (si los
mitos son valiosos no es por ser ciertos, sino por ser útiles, por ejemplo para que la gente cumpla las leyes,
dice algún sofista), y, por supuesto, al educativo…

(D) La educación es…Un medio para triunfar en la vida.

El pragmatismo lo aplicaban los sofistas a su idea de lo que era la educación. La educación no consistía tanto
en transmitir conocimientos verdaderos al alumno, como en hacerlo experto en técnicas útiles para triunfar
en la sociedad. Y la técnica más útil para ello (entonces y ahora) era la de saber hablar y convencer a los
demás (la retórica y la oratoria). Dicho de forma más cruda: lo que enseñaban los sofistas era a hacer pasar
por verdades lo que más interesara, persuadir, seducir o incluso “manipular” con el lenguaje. Así, enseñaban
ejemplo, en República, 359a).
12
Los sofistas defienden el convencionalismo para explicar, en general, todo lo relativo a la cultura. Así, no solo son convencionales las leyes
políticas y las normas morales, también los mitos, las creencias sobre el mundo, lo que se considera artístico, el mismo lenguaje (el significado de
las palabras) es también fruto de convenciones.
13
Estos sofistas, entre los que se encuentran Protágoras, Licofrón y otros, añadían que las leyes justo por ser obras humanas (y no productos de la
naturaleza) merecían consideración y respeto. En un famoso mito, contado por Protágoras en un diálogo de Platón, se narra como los dioses
dieron a todos los hombres la habilidad para el conocimiento y la habilidad política (la facultad de crear leyes). El conocimiento, se dice, había de
servirle para sobrevivir frente a la naturaleza, y la habilidad política para sobrevivir en la relación con los demás hombres.
14
En opinión de estos otros sofistas (Trasímaco, Calicles, Antifonte…) e intelectuales de la época (como el historiador Tucídides), las leyes
convencionales son inútiles, y carecen de verdadera legitimidad, pues los hombres, que son egoístas por naturaleza, se las saltan siempre que
pueden (recordad el mito del “anillo de Giges”); y así debe ser, pues las únicas leyes que merecen verdadero respeto (por ser las más verdaderas y
objetivas, las que reinan en la naturaleza) son las que otorgan todos los derechos al más capaz, poderoso y astuto (la ley del más fuerte). Las leyes
convencionales solo funcionan y son legítimas cuando se parecen a esta ley natural, es decir, cuando son impuestas por los más poderosos (en su
propio beneficio) y son aceptadas por los demás por miedo al castigo. Esta teoría (defendida tantas veces en la historia –lo veremos en autores
modernos como Hobbes o Nietzsche—) inaugura una distinción importante en la filosofía política, la que se da entre derecho natural (objetivo,
universal) y derecho positivo (subjetivo, convencional), añadiendo que, para estos filósofos, el derecho natural se “legitima” por la fuerza o el
poder (tienes tanto derecho como poder o fuerza, ni más ni menos).
15
Durante esta época la política exterior ateniense se ha vuelto sumamente “pragmática”. Cabeza de un imperio comercial y una liga política, parece
que los políticos de Atenas se sintieron tentados de identificar el interés colectivo (de todas las polis de la liga) con el suyo propio.
16
Como diría Nietzsche dos mil y pico años después: “la verdad es la mentira que nos resulta útil”.
a componer discursos para ganar juicios –fuéramos o no culpables—, o para ganarse el apoyo de la gente –
como hacen los políticos—, o para negociar cualquier cuestión de la que se pudiera obtener beneficio… 17 A
la acusación de que esto equivalía a veces a engañar y a cometer injusticias, los sofistas replicaban
aduciendo que, como no había realmente nada objetivamente verdadero o injusto (todo es relativo), no tenía
sentido decir que alguien mentía o hacía lo injusto… A favor de los sofistas cabe decir que concebían al ser
humano como un ser susceptible de ser cambiado (y mejorado) por la educación. Antes de ellos (y todavía
durante mucho tiempo después) la idea preponderante era que el valor o calidad de las personas dependía en
gran medida de su raza o etnia y de su origen familiar (así, los griegos de buena familia eran considerados a
priori sabios, buenos, justos…, mientras que los no griegos, o aquellos que no provenían de una familia con
reputación, eran considerados a priori torpes, ignorantes, poco honrados, etc.). Los sofistas difundieron la
idea de que cualquiera podía hacerse sabio y virtuoso si era convenientemente educado (la virtud puede
enseñarse, decían, si bien por virtud entendían como ya sabemos, el logro de la excelencia como ciudadanos,
el triunfo social). Hay que añadir que los sofistas cobraban (y no poco, parece) por dar sus clases, luego, en
el fondo, solo los más pudientes (los que ya se suponía que estaban hechos de “buena pasta”) podían ser
educados por ellos.

(E) Nada es verdad ni mentira… (Escepticismo).

Los sofistas no solo afirman que lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, etc. (los valores, las normas y
leyes) sean relativos a cada persona o cultura, sino que también lo es el modo de percibir y conocer el mundo
(relativismo epistemológico). Nadie puede decir tajantemente que tal idea u opinión sea verdadera o falsa
(para unos será falsa y para otros verdadera, según “lo vea cada uno” 18). Por lo tanto, el conocimiento
objetivo es imposible; en esta idea consiste el escepticismo (el escéptico es el que niega saber realmente nada
–nada merece ser creído—, pues no es posible ninguna verdad objetiva). Democríto, el filósofo atomista, ya
decía que la percepción humana no puede captar como son realmente las cosas (átomos y vacío), sino solo
sus apariencias, por tanto, el conocimiento humano (que depende, según Demócrito y probablemente los
sofistas, de la percepción) no es posible 19. El sofista Gorgias lleva esta posición al extremo cuando afirma
que nada se puede conocer, ni siquiera “según nosotros”, pues la conexión entre nuestra mente y el mundo
real no está probada (muchas veces pensamos, soñamos, etc., cosas que no son, ¿cómo sabemos que nuestra
mente está pensando en lo que de verdad es?). Y añade que, si se pudiera conocer algo, no se podría
comunicar a nadie (pues la conexión entre las palabras y las cosas es…totalmente inventada, ¿qué tiene que
ver una vaca con la palabra “vaca”?) 20… En suma, para los sofistas el conocimiento y la verdad no son
posibles, así que lo único que cabe es la apariencia de conocimiento y de verdad (la verosimilitud), y es esto
lo que enseñaban muchos sofistas: a crear una apariencia de verdad usando el poder de sugestión del
lenguaje.

(F) De los dioses… No podemos saber nada (Agnosticismo).

Durante el siglo V parece que la población culta se vuelve más descreída con respecto a los mitos y la
religión tradicional. Algunos filósofos antiguos, como Jenófanes (uno de los eleatas), ya había insinuado que
los dioses son invenciones de los hombres y que cada cultura los crea a su manera (los etíopes chatos y
negros, los tracios rubios y de ojos claros, etc.). La crítica a la religión se acompaña a veces de explicaciones
racionales acerca de su origen o significado. Por ejemplo, se atribuye al sofista Critias la explicación de la
religión como “el invento de un hombre sagaz para que los humanos respetaran las leyes incluso aunque no
hubiera nadie delante (al pensar que los dioses si que los observaban)”. Por esa misma época Demócrito daba
17
Los sofistas también eran maestros de “moral”, pero esto no en un sentido sustantivo (no enseñaban qué era bueno o malo), sino en un sentido
cabe decir “técnico” o “psicológico”. Así, decían enseñar las habilidades de autocontrol o pericia psicológica necesaria para satisfacer
equilibradamente nuestros deseos (fueran cuales fueran).
18
Cada individuo percibe las cosas de una manera (por ejemplo, los alimentos saben distinto según los gustos de quienes los toman, según estén
sanos o enfermos, etc.). Por tanto, para cada uno la verdad consiste en su modo de ver el mundo, sus propias opiniones (para unos es verdad que
tal alimento es dulce, para otro es verdad que el mismo alimento es amargo, etc.).
19
Nótese la diferencia entre relativismo moral y relativismo epistemológico. El primero afirma que no hay valores absolutos y comunes para todos.
El segundo dice que aunque hay un mismo mundo para todos no podemos verlo o conocerlo tal cual (escepticismo), sino cada uno desde su
subjetiva forma de verlo.
20
Gorgias iba más allá y llegó a afirmar que el mundo en realidad no existe. Su argumento, a imitación de los de Parménides, pretendía ser
estrictamente lógico. Decía que el mundo, caso de existir, era eterno o no eterno. Si era eterno era infinito (sin principio ni final) y, como tal, no
podía estar en ningún sitio (pues lo infinito no cabe en ningún sitio, ni puede ocupar ningún espacio que esté fuera de él, pues si hubiera un
“fuera” de él, no sería infinito), y si no podía estar en ningún sitio es que no existía. Si por el contrario no fuera eterno tendría que haber nacido
de algo distinto de él, pero algo que no sea el mundo solo puede ser nada, ahora bien, de la nada no nace nada, luego el mundo tampoco podría
existir si no fuera eterno. Conclusión: el mundo no puede existir (A Gorgias puede considerársele un precursor del nihilismo).
otra explicación racional al comportamiento religioso: él afirmaba que la creencia en los dioses se debía al
miedo, sobre todo al que sienten los hombres ante los fenómenos naturales. El sofista Pródico mantenía la
teoría de que los dioses eran el fruto de la veneración que el hombre sentía por cosas que le resultaban
especialmente útiles, como el sol, los ríos, etc. En cualquier caso, la opinión más generalizada entre los
sofistas parece ser la de Protágoras: “Con respecto a los dioses no puedo conocer ni si existen ni si no
existen, ni cual sea su naturaleza, porque se oponen a este conocimiento muchas cosas: la oscuridad del
problema y la brevedad de la vida humana”. A esto se le llama “agnosticismo”.

Los sofistas: los chicos malos de la filosofía21.


La valoración tradicional de los sofistas los deja en muy mal lugar. Empezando por Platón (que es la principal fuente de que
disponemos para conocer a los sofistas 22) y Aristóteles, para quienes los sofistas no eran más que unos “falsos sabios”, más
pendientes del triunfo social y la obtención de riquezas que de la búsqueda de una verdad en la que, por otra parte, muchos de ellos
no creían. En su propio tiempo se les tildaba a veces de charlatanes, descreídos y de corruptores de la juventud (de ello fue
acusado, por ejemplo, Sócrates, quién para la mayoría de los ciudadanos atenienses no era sino uno más entre los sofistas)... Más
modernamente se ha intentado revalorizar la obra de los sofistas subrayando la importancia y novedad de muchos de sus
planteamientos en torno al origen de la sociedad (con la formulación de la idea del pacto o contrato social), la naturaleza de las
leyes y las normas (la oposición entre derecho “natural” y derecho positivo o convencional, etc.), o la propia entidad del hombre
como ciudadano educable independientemente de su etnia y posición social. Pero más aún que esto, los sofistas adelantan (en una
época y cultura, por cierto, muy parecida a la nuestra) una serie de ideas y actitudes intelectuales que son las señas de identidad de
gran parte del pensamiento contemporáneo (por ejemplo, de la llamada “filosofía postmoderna”): el relativismo moral y
epistemológico, el convencionalismo, el pragmatismo, el escepticismo, el agnosticismo… Son tan comunes hoy como empezaron
a ser allá por el siglo V a.C en la Atenas de los sofistas.

2. LA FILOSOFÍA DE SÓCRATES.

2.1. ¿Quién es Sócrates?

Sócrates es…muchas cosas: un símbolo de ciertas ideas y cierta actitud filosófica, una creación literaria
de Platón, un mito de la cultura occidental, un personaje legendario y… una persona real de la que apenas
sabemos que nació y murió (ajusticiado) en Atenas durante la última mitad del s.V a.C. La figura de Sócrates
es compleja y ha sido valorada de forma ambivalente. Para muchos de sus contemporáneos no fue sino un
sofista más, acusado de poner en duda los valores tradicionales y de corromper a la juventud (por eso motivo
lo procesaron y condenaron a muerte los atenienses). Para una elite, encabezada por su discípulo Platón, fue
justo lo contrario: el más justo de los ciudadanos de una Atenas que se deslizaba velozmente a su propia
destrucción, arruinada y vencida en la larga guerra con Esparta y envuelta en sucesivas crisis sociales y
políticas23. Su valoración histórica es también variable: para unos (quizás la mayoría) fue un filósofo
enormemente influyente (a través de Platón, pues él no dejó nada escrito) y un modelo moral que ha
inspirado a los hombres de todas las culturas y épocas. Para otros fue un filósofo limitado y decadente, y
moralmente poco más que un “santón” mitificado por la historia. En cualquier caso, la tradición, inclinada
del lado del platonismo, nos ha legado la versión más halagüeña de Sócrates, y nos lo presenta (sea cierto o
no) como un dechado de virtudes, tanto intelectuales como morales. 24

2.2. Características de Sócrates.

21
Así titula Matthew Stewart el capítulo sobre los sofistas en su divertida historia de la filosofía (“La verdad sobre todo”. Taurus, 2002).
22
Estos son, junto a Sócrates, los protagonistas habituales de sus diálogos.
23
Sócrates nace y muere en Atenas, aproximadamente del 470 al 399 a.C., por lo que su madurez corresponde al último tercio del siglo V. Durante
estos años el mundo griego transita desde su época de mayor esplendor (el periodo “clásico”) hasta el inicio de su imparable decadencia. Desde e l
431 se ha iniciado el largo conflicto entre Atenas y Esparta; esta guerra, que acaba en el 404 con la victoria de Esparta, no sólo arruina a las dos
potencias, también acaba con la supremacía comercial de los griegos en el Mediterráneo y rompe para siempre el delicado equilibrio político y
social que representaban los regímenes democráticos Las necesidades de guerra convierten la democracia ateniense en una sucesión de periodos
de excepción, de escándalos de corrupción y de procesos y purgas políticas. A esta desastrosa situación se suma una crisis moral generalizada que
no pocos griegos achacan a la mala influencia de los sofistas (quiénes, con su relativismo, habrían erosionado la fe en los valores morales y
políticos que fundamentaban la unidad y fortaleza de los griegos). Y justamente para muchos atenienses Sócrates no era sino un sofista más. En
su comedia Las nubes, Aristófanes se burla de él tachándolo de mero charlatán, que es lo que mucha gente pensaba en general de los sofistas. Y
en el proceso que acabo con su ajusticiamiento la principal acusación que recibió fue la de atacar la religión y corromper moralmente a los
jóvenes, que era también la acusación que solían recibir los sofistas.
24
Que Sócrates aparezca a nuestros ojos tan virtuoso no es ajeno al cambio de significado que la palabra virtud adquiere, justamente, en el
pensamiento de Sócrates y Platón (y que nosotros hemos, en general, adoptado). Para un sofista o para un griego tradicional algunas de las
“virtudes” que atribuimos a Sócrates no eran precisamente “virtudes”.
La mayoría de las características atribuidas por la tradición a Sócrates parecen estar pensadas para
presentarlo como lo contrario a un sofista (y realmente sus ideas, como veremos en seguida, eran justo la
antítesis del pensamiento de los sofistas).

 Sócrates era lo contrario a un sofista en cuanto a sus rasgos intelectuales y su rol como filósofo.

- Es seguido por un montón de discípulos pero el no se concibe como maestro de nadie. Más que
enseñar, lo que dice hacer es ayudar a sacar de otros lo que ya saben (se llama a sí mismo “partero de
almas”).
- Además dice no saber nada (“solo sé que no sé nada”) o carecer de una doctrina propia.
- Por esto su modo de tratar las cuestiones es distinto al de otros filósofos que sí dicen tener doctrina
propia (como los sofistas) y que dan discursos exponiéndolas. Frente al monólogo de éstos, Sócrates
utiliza el diálogo o método “mayeútico” que se despliega en dos fases: (a) la fase negativa o irónica,
en la que el filósofo, fingiéndose ignorante, intenta con preguntas aparentemente inocentes que su
interlocutor se de cuenta de lo infundado o prejuicioso de sus opiniones y, así, se preste a la búsqueda
filosófica; (b) la fase positiva en la que, a través del diálogo, se van proponiendo distintas hipótesis
acerca de lo que se trata de saber o definir (la bondad, la justicia, la belleza, etc.) para, a continuación,
someterlas sucesivamente a prueba. Una característica sorprendente de los diálogos socráticos, tal
como nos los presenta Platón, es que casi siempre su final es abierto, indeterminado. Sócrates y sus
interlocutores reconocen sin más que el problema ha quedado sin resolver y que volverán a intentarlo
en otra ocasión.25
- Además, Sócrates no cobra por hablar, como los sofistas, y está a disposición de cualquiera que quiera
dialogar con él. La filosofía es una actividad libre y desinteresada, venderla al mejor postor es
denigrarla.
- Lo que más importa no es “saber hablar” sino si lo que se dice es verdadero o falso 26. Sócrates es
humilde en cuanto al saber, pero no escéptico (cree que existe la verdad, aunque sea muy difícil
hallarla). Su humildad es a veces aparente, irónica y tiene un fin didáctico: aparenta que no sabe para
que hable el otro y muestre así lo infundado y contradictorio de sus creencias.

 Sócrates también es lo contrario a un sofista en cuanto a sus rasgos morales.

- Cree que lo importante es conocerse a sí mismo y llevar una vida digna dedicada al pensamiento (no
triunfar en política o hacerse rico). Piensa que solo el sabio puede ser bueno y feliz.
- Es austero y pobre, enemigo de los lujos27, sobrio de costumbres, domina el autocontrol de las
pasiones (se muestra sereno e impasible incluso en el momento de la muerte) 28, es valeroso y leal en la
guerra, sincero, respetuoso con las leyes (incluso cuando le perjudican: puede huir de su injusta
condena a muerte, pero no lo hace por respeto a la ley), y piensa que es mejor sufrir una injusticia
que cometerla. Por esto último pone en juego su vida desobedeciendo al tirano Critias cuando éste le
ordena prender a un hombre justo para ajusticiarlo (es incapaz de hacer algo contra su conciencia,
que es como un “espíritu” o “démon” que lleva dentro y le habla).
25
Si queréis conocer con exactitud cómo dialogaba Sócrates podéis leer algunos diálogos de Platón, sobre todo los primeros (en los que se supone
que aparece retratado, con mayor fidelidad, el Sócrates real). Todos estos diálogos son muy breves y fáciles de leer: Apología y Critón, que tratan
del proceso y condena de Sócrates, Eutifron, sobre la piedad, Ion, sobre la poesía, Lisis sobre la amistad, Cármides, sobre la sabiduría, Hipias
mayor, sobre la belleza, Hipias menor, sobre la mentira y la relación entre el mal y la ignorancia, Laques, sobre el valor, o Protágoras, un diálogo
más complejo, que trata de los sofistas y de si se puede o no se puede enseñar a ser moralmente bueno... (Existen muchas ediciones en castellano
de estos diálogos, la más prestigiosa es la de la editorial Gredos, que presenta en un solo volumen todos estos diálogos).
26
El lenguaje no crea la verdad, sino que ayuda a descubrirla. Esto sugiere además el término “diálogo”, que significa “a través del lógos”
(lenguaje, razón, palabra…), entendiendo así al lenguaje como un medio y no como un fin. Todo lo contrario de la concepción más sofística, que
entiende al lenguaje como un fin en si mismo: si no hay verdad alguna que descubrir con el lenguaje éste se convierte en fin y no en medio; si el
lenguaje no puede decir la verdad (como afirma Gorgias, porque ésta no existe), el lenguaje sólo puede decirse a sí mismo . Esto último es,
justamente, la esencia de la retórica (y del pensamiento sofista): la verdad no es externa al lenguaje sino “interna” a él, de manera que cuanto más
consciente de sí es el lenguaje (y, por tanto, con más pericia se despliega en el discurso) más verdad es capaz de expresar...
27
Es famosa la frase que le atribuye Diógenes Laercio a Sócrates un día en que éste se detuvo ante una tienda de Atenas repleta de mercancias:
“¡Mira cuantas cosas necesitan los atenienses para mantenerse vivos!”. En cuanto a las muestras de resistencia (al hambre, al frío, incluso al vino)
y valor en la guerra hay que leer como lo cuenta su amante Alcibíades en el Banquete de Platón.
28
Es famoso por mantenerse sereno siempre (por mucho que beba), por resistir los encantos sexuales de los jóvenes que le persiguen (como
Alcibíades, al que rechaza por ser bello solo “por fuera”), por ser casi inmune a las inclemencias del tiempo, a las incomodidades y peligros de la
guerra, etc. Hay que leer como lo cuenta el despechado Alcibíades en el Banquete de Platón. Incluso en el momento de la muerte se mantiene,
según cuenta Platón (en el Fedón), increíblemente impasible y sereno. A esto último no sería ajeno su creencia en la inmortalidad del alma
(aunque se duda de que esta creencia fuera asumida por el Sócrates original).
 En lo que sí coincide con los sofistas es en su interés casi exclusivo por los asuntos relativos a la “polis”,
es decir, por los problemas morales, políticos, sociales, etc. Pero, como decíamos, su pensamiento es, a
este respecto, totalmente distinto al de los sofistas.

2.3. El pensamiento de Sócrates.

El pensamiento de Sócrates puede caracterizarse como sigue, si bien habéis de recordar que casi todo lo que
sabemos de Sócrates responde a la recreación que hace Platón de él, con lo cual nunca sabremos hasta que
punto lo que Platón pone en su boca es del propio Sócrates o cosecha de su famoso discípulo.

(A) Lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto es…Según la razón (Universalismo u objetivismo moral y
político).

Frente al relativismo de los sofistas, Sócrates piensa que las leyes y los valores políticos y morales (lo justo y
lo bueno) han de tener validez absoluta o universal (lo justo y lo bueno han de serlo para todos, no según
cada uno, como dicen los relativistas). Su pensamiento arranca de las contradicciones lógicas del relativismo.
Si el relativista dice que la idea de justicia es diferente para cada uno (o para cada cultura o época) está
diciendo que la justicia es y no es lo mismo, pues, según los sofistas, cualquier concepción de la justicia es
“justa” (define con igual validez la justicia), por lo que todas deberían ser equivalentes, pero, por el
contrario, el sofista afirma que dichas concepciones son diferentes y no equivalentes. Esto es contradictorio,
luego el relativismo no es una teoría válida. De entrada, si queremos discutir acerca de la justicia hemos de
compartir todos una misma definición básica, pues si no ¿de qué discutimos? Por lo tanto, ha de haber una
definición fundamental y universal de Justicia. Justamente, el objetivo de Sócrates en muchos de los diálogos
platónicos es el de buscar la definición de términos como “justicia”, “bondad”, “virtud”, etc. Es cierto que,
en la mayoría de los diálogos, no se logra el objetivo de definir objetiva y universalmente el concepto moral
o político del que se trata (los diálogos acaban a menudo sin concluir nada positivo). Pero, pese a eso,
Sócrates siempre se muestra convencido de que tal objetivo es posible. Esto lo diferencia de los sofistas que
creen, de entrada, que es imposible hablar en serio de una definición válida para todos de lo que sea lo justo,
lo bueno, lo legal, etc.

(B) Las leyes… Han de ser realmente justas (Realismo o esencialismo moral y político).

En línea con lo anterior, para Sócrates las leyes y los valores morales no son simplemente el fruto de una
convención, sino que han de responder a lo que realmente es justo y bueno. Es obvio que las leyes las
instituyen los humanos en el marco de una sociedad y época determinada. Pero esto no quiere decir que
valga cualquier ley que se instituya o convenga, sino solo la que es realmente justa, es decir la que expresa
mejor lo que es objetiva y realmente justo y bueno (la ley es convencional, la justicia no) 29. En cualquier
caso, el buen ciudadano ha de respetar las leyes convencionales vigentes (que nunca serán perfectamente
justas, dado que los hombres, sus creadores, no son perfectos), siempre que su cumplimiento no violente
nuestra conciencia (en cuyo caso debemos desobedecerlas y asumir las consecuencias).

(C) Lo que de verdad es útil y nos conviene es… Ser sabios y buenos. (Racionalismo o intelectualismo
moral).

El pragmatismo de los sofistas declara que lo justo y bueno es lo que nos conviene y nos es útil. Pero no se
pregunta qué es lo que realmente nos conviene. Supone que es el triunfo individual en cuanto a los negocios
y a la vida social y política, pero no aclara ni justifica todo esto (¿Para qué es útil ser rico? ¿En qué consiste
el triunfo social? ¿En una sociedad de esclavos sería ser “el mejor esclavo”? ¿Vale la pena triunfar en la
política a cualquier precio y sea cual sea esa política?...). Y además el sofista se contradice (lo justo y bueno
es según cada uno, pero resulta que –según él— es en el fondo lo mismo para todos: triunfar, ser rico, etc.).
Sócrates propone que, antes de nada, lo realmente útil es conocer qué es realmente útil para nosotros, y para
ello lo primero es “conocerse a uno mismo” para descubrir cuáles son nuestros verdaderos intereses. El
29
En un lenguaje más actual diríamos que el “derecho positivo” (las leyes efectivas que regulan una sociedad) ha de ser una expresión o
articulación concreta del “derecho natural” (los principios y valores universales que se deducen de la idea objetiva de justicia y bondad).
hombre descubre entonces que lo más valioso y perdurable de nosotros es el alma, y que lo que más nos
interesa es cuidarla. Dado que los deseos y necesidades del alma no residen fundamentalmente en lo material
(pues ella misma, el alma, no es algo material), se equivoca quien cree que lo que realmente nos interesa es
vivir lujosamente, poseer un físico atractivo, gozar de los placeres sensuales, etc. Por el contrario, lo más
interesante y valioso para el alma es la sabiduría y la rectitud moral. Solo el sabio y justo es feliz, dice
Sócrates, pues solo él da a su alma lo que necesita (conocimientos, satisfacción moral…) y se desarrolla
como ser humano. Por tanto, lo realmente útil es buscar la sabiduría y ser justos. Ambas cosas no están
desconectadas, pues el alma es una sola y, además, no se puede ser justo y bueno sin conocer qué es lo justo
y lo bueno. Además, como el saber verdadero (probado) es el que se justifica con razones, lo justo y lo bueno
ha de ser lo que la razón nos dicte, y como la razón es común a todos los hombres, también lo justo y lo
bueno lo será, de manera que, quien actúa justa y racionalmente actúa también en comunión con el resto de
los hombres30 (y esto, y no otra cosa, es el “triunfo social” o la excelencia política: lograr que la convivencia
esté regida por las mejores razones –y no por las pasiones particulares—). A esta teoría socrática se le llama
“intelectualismo moral”. Una de sus consecuencias más originales y controvertidas es que “nadie hace el mal
a sabiendas” o que “el mal es ignorancia”. Es decir, todo el mundo actúa creyendo que lo que hace es
racionalmente lo mejor31, y si lo que hace resulta ser malo o injusto es porque se ha equivocado (creía hacer
lo mejor pero se equivocaba y hacía lo peor). Por tanto, el “malo” no merece castigo (no es culpable, él
obraba con la mejor intención) sino que necesita educación (para que no confunda el bien con el mal). Otra
consecuencia, no menos polémica, es que “basta saber lo que es bueno para hacerlo”; según Sócrates nadie
está tan loco como para, sabiendo lo que es mejor, elegir y hacer lo peor 32. Y una última consecuencia,
totalmente opuesta a las ideas de los sofistas, es que “es mejor sufrir el mal a cometerlo”. Si hago el mal lo
que sufre es mi alma (que es lo más importante de mí) 33, si me hacen el mal, lo que mayormente sufre es solo
mi cuerpo…

El cálculo de placeres. La moral y la razón.


¿Qué es lo que la razón determina como objetivamente “bueno” para nosotros? ¿Qué significa actuar racionalmente en el ámbito
moral? En un primer momento significa que el hombre ha de guiar su conducta en virtud de un cálculo racional por el que evalúa
qué placeres son convenientes y cuáles no (en razón de sus consecuencias futuras en términos de dolor). Sócrates recomienda, en
este sentido, que escojamos aquellos placeres que en términos absolutos (considerando el corto, medio y largo plazo) nos
proporcionen, al final, más gozo que dolor y que, en ese sentido, hagamos un esfuerzo de disciplina y autocontrol racional para
evitar los placeres que, a la larga, resultan más dolorosos que propiamente placenteros 34. Pero este cálculo (que también
recomendaban algunos sofistas) va en Sócrates de lo “cuantitativo” a lo “cualitativo”: no se trata solo de medir la cantidad de
placer o dolor que proporcionan nuestras elecciones morales, sino más bien de saber qué tipo de “placeres” son los mejores para el
hombre: los relativos al cuerpo o los relativos al alma (los placeres sensuales o los placeres intelectuales derivados de la
comprensión de lo que son las cosas). La moral socrática es racional en estos dos sentidos: en cuanto estima que los placeres
intelectuales son mejores que los sensuales35, y en cuanto es propiamente la razón la que justifica esta jerarquía de placeres.

(D) La educación es…el medio para desarrollar el alma y para lograr el bien común.

La conexión entre el conocimiento y el bien, propia del intelectualismo moral de Sócrates, supone a la
educación como la clave para el logro de la felicidad individual (entendida como desarrollo del alma) y, a la
vez, como la condición para una sociedad justa (idea que recogerá Platón en la República). Además, dado
que “el mal es ignorancia” lo que corresponde a los “malvados”, es decir, a los ignorantes es educación, no
castigo ni venganza. Obviamente, este planteamiento de la educación no tiene nada que ver con el de los
sofistas. Para estos la educación es una técnica para ser más convincente en la defensa de los intereses
individuales (centrados en el éxito social, el prestigio, la riqueza…), pasando por encima del bien común (no
hay, además, “bienes” claramente comunes). Para Sócrates, en cambio, la educación es el único modo
posible para lograr, a la vez, la satisfacción de los verdaderos intereses individuales (la realización humana a

30
En la medida, claro está, en que el resto de los hombres se comporten como lo que son: seres racionales.
31
Incluso el ladrón o el criminal hacen lo que creen mejor (porque creen mejor anteponer sus intereses o deseos sobre los intereses y deseos de los
demás). Otra cosa es que actuar así sea realmente lo mejor para ellos (Sócrates diría que se equivocan y se hacen mal a sí mismos creyendo
hacerse un bien).
32
Es una doctrina tan controvertida porque casi todo el mundo cree que, muchas veces, aunque sepamos lo que es bueno no llegamos a hacerlo
porque nos falta fuerza de voluntad. Lo que pretende demostrar Sócrates es que la voluntad está absolutamente determinada por el entendimiento.
Queremos (eso es la voluntad, la facultad de querer) lo que entendemos que es bueno; no podemos querer lo que entendemos que es malo…
33
Pues se conduce ignorantemente, lo cual es malo para el alma.
34
Por ejemplo: hay muchos placeres inmediatos que, a medio o largo plazo resultan tan perjudiciales que, en general, no valen la pena (comer o
beber alcohol en exceso, fumar, no hacer ningún tipo de actividad física...)
35
Aunque Sócrates no desprecia los placeres del cuerpo, tan sólo les da su “lugar” como placeres “inferiores” a los del alma.
través del conocimiento racional y el autocontrol de las pasiones) y del bien colectivo (a través de leyes
realmente justas, es decir, racionales). La educación socrática (a través del diálogo y la filosofía) tiene como
fin hacernos sabios para conocer lo que es racional y objetivamente bueno y justo. Solo desde una noción
objetiva (no subjetiva ni relativa) de lo justo pueden hacerse leyes realmente válidas para todos, y que todos
han de comprender como justas y respetables en tanto seres igualmente racionales.

(E) La confianza en la razón (racionalismo).

Sócrates no es un escéptico. Cree que el conocimiento objetivo es posible, incluso en el ámbito de los valores
(lo bueno, lo justo). Por eso se empeña en dialogar con unos y con otros buscando las definiciones
verdaderas de las cosas. Este conocimiento objetivo no se basa en la percepción (que, en efecto, como dicen
los sofistas, no siempre ofrece conocimientos objetivos –cada uno percibe las cosas desde su perspectiva—),
sino en la razón, donde no hay perspectivas individuales (un argumento racional o lógico es correcto o
incorrecto para todo el mundo que lo comprende, no depende de “como lo vea uno”, pues no hay nada que
ver en él). Por ello es el diálogo racional (eliminando contradicciones y buscando los mejores argumentos)
dónde cabe buscar ese conocimiento objetivo.

(F) El “dios” interior…

Mucho se ha hablado del “daimon” que Sócrates decía oír en su interior (y que le impedía ejecutar acciones
contra su conciencia). También de su supuesta creencia en la inmortalidad del alma (aunque no se sabe hasta
que punto esto es una aportación enteramente platónica). ¿Era Sócrates una persona religiosa? La mayoría
afirma que Sócrates es básicamente un racionalista (cuando defiende la inmortalidad del alma lo hace desde
criterios racionales, ofreciendo un argumento tras otro). Y su “daimon” puede no ser más que un referencia,
quizás un tanto mística, a ese “uno mismo” cuyo conocimiento es necesario para una vida plena, es decir,
una referencia a lo más unitario y estable del alma de cada persona, aquella parte de nosotros donde reside la
exigencia de racionalidad a la vez que el criterio más insobornable de justicia y bondad.

Material elaborado por Víctor Bermúdez Torres (IES “Santa Eulalia”, Mérida, 2012)

BIBLIOGRAFÍA Y OTROS MATERIALES COMPLEMENTARIOS.

- LUJÁN, E. Y MELERO, A. SOFISTAS. TESTIMONIOS Y FRAGMENTOS. GREDOS, 2002.


- GUTHRIE, W.K.C. HISTORIA DE LA FILOSOFÍA GRIEGA (T. III) SIGLO V. ILUSTRACIÓN. GREDOS, 1988.
- CALVO MARTÍNEZ, T. DE LOS SOFISTAS A PLATÓN. CINCEL, 1991.
- PARAIN, B (DIR.) HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, VOL. 2. , SIGLO XXI, 1978.
- STARR, CH. G. HISTORIA DEL MUNDO ANTIGUO. , AKAL, 1974.
- RODRIGUEZ ADRADOS, F. ILUSTRACIÓN Y POLÍTICA EN LA GRECIA CLÁSICA. ALIANZA, 1966.
- TOVAR, A. VIDA DE SÓCRATES, ALIANZA, 1986.
- PLATÓN, DIÁLOGOS, GREDOS. (SOBRE TODO: CRITÓN, APOLOGÍA DE SÓCRATES, FEDÓN, BANQUETE)
- JENOFONTE: RECUERDOS DE SÓCRATES, BANQUETE, APOLOGÍA DE SÓCRATES, GREDOS.
- ARISTÓFANES. LAS NUBES. LISÍSTRATA. DINERO. ALIANZA, 1987.
- RENAULT, M. ALEXIAS DE ATENAS. EDHASA, 1992.
TEXTOS SELECCIONADOS

“Protágoras de Abdera fue el primero en sostener que sobre cualquier cuestión existen dos discursos
mutuamente opuestos. (…) Otra obra suya comenzaba así: ‘Sobre los dioses no puedo tener la
certeza de que existen ni de que no existen ni tampoco de cómo son en su forma externa’ (…) Por
culpa del inicio de este escrito suyo fue expulsado de la ciudad por los atenienses, que quemaron
también sus libros en el ágora. (…) Fue el primero en cobrar una remuneración por sus clases. (…)
Se cuenta que, en cierta ocasión, en que reclamó sus honorarios a su discípulo Evatlo, como éste le
respondiera ‘es que aún no he ganado ningún juicio’, replicó: ‘de acuerdo, pero si lo gano yo,
puesto que lo he ganado, debo cobrarlos; y también si ganas tú, dado que lo has ganado.’ (…) Al
comienzo de sus discursos demoledores exclamó: ‘el hombre es medida de todas las cosas, de las
que son, puesto que son, de las que no son, puesto que no son’ (…) ‘Sabio llamo yo a quien logre
cambiar a cualquiera de vosotros, de forma que lo que le parece y es para él malo le parezca y sea
para él bueno. (...) Se debe efectuar un cambio hacia una disposición mejor. El médico realiza este
cambio con medicinas mientras que el sofista lo hace con discursos.’” (Doxografía sobre
Protágoras).

“No conocemos ningún hecho en sí y parece absurdo pretenderlo. Todo es subjetivo, os digo, y al
decirlo ya es sólo una interpretación. El mundo es algo “cognoscible” en cuanto la palabra
“conocimiento” tiene algún sentido; pero al ser susceptible de diversas interpretaciones, no tiene un
sentido fundamental sino muchísimos sentidos. Perspectivismo. (…) La verdad es el error sin el que
no puede vivir ningún ser viviente de determinada especie. El valor para vivir es lo que decide en
último término. El sentido de la verdad debe entenderse como medio de conservación del hombre,
como voluntad de poder. Nuestro amor a lo bello, igualmente, es también una voluntad de crear
formas. Sólo podemos comprender, en realidad, el mundo que nosotros hacemos. (…) La
valoración: ‘yo creo que esto y aquello es así’ es la esencia de la verdad. En la valoración quedan
expresadas condiciones de observación y de crecimiento. (...) La confianza en la razón acredita su
utilidad para la vida. (...) Los supuestos esenciales de todo lo vivo y de su vida son: un repertorio de
creencias, la posibilidad de juzgar, la ausencia de dudas sobre todos los valores esenciales. Lo
importante, por consiguiente, es que algo sea tenido por verdadero aunque no lo sea. (…) El criterio
de la verdad está en razón directa del aumento del sentimiento de fuerza. (F. Nietzsche La voluntad
de poder. 476, 488, 490, 502, 528]

“Sicilia dio a luz, en la ciudad de Leontinos, a Gorgias, al cual creemos que debe atribuirse la
paternidad del arte oratorio de los sofistas. (…) Es hermoso tener capacidad para educar a los
hombres, como tenían Gorgias de Leontinos, Pródico de Ceos e Hípias de Élide.” (Doxografía
sobre Gorgias).

Discurso del No-Ser.

“Gorgias de Leontinos, en el libro Sobre lo que no es o sobre la Naturaleza desarrolla tres


argumentos sucesivos. El primero es que nada existe; el segundo, que, aún en el caso de que algo
exista, es inaprensible para el hombre y el tercero, que, aún cuando fuera aprensible, no sería
comunicable. (…) Que nada es, es argumentado de este modo. Si algo es, o bien es lo que es o lo
que no es, o bien tanto lo que es como lo que no es (...) Es claro por un lado que lo que no es, no es.
(...) Pero tampoco lo que es es pues si lo que es es o bien es eterno o engendrado o ambas cosas.
Pero si es eterno no tiene principio (...) y al no tener principio es infinito. Y entonces no se
encuentra en ninguna parte (...) ya que no es infinito lo que está contenido en otro, porque el
continente es mayor que el contenido. Pero tampoco lo que es puede ser engendrado ya que o
procedería de lo que es o de lo que no es. No puede proceder de lo que es pues ya es. Ni tampoco
procede de lo que no es, ya que lo que no es no puede engendrar nada. Ni puede ser eterno y
engendrado a la vez, pues ambas alternativas se destruyen mutuamente. (...) Y resulta fácil
demostrar que tampoco es a un tiempo lo que es y lo que no es ya que entonces lo que no es sería
idéntico a lo que es en cuanto al ser. Luego nada es. (…) Y aún en el caso de que sea, es
incognoscible. (...) Pues si los contenidos del pensamiento no son, lo que es no es pensado. Ahora
bien los contenidos del pensamiento no son, (...) pues si fueran, todo lo pensado sería, lo cual es
absurdo. Pues no porque alguien piense a una persona volando, la persona vuela. (...) Y aún si algo
fuese pensable, no sería comunicable. (...) Pues no son las cosas lo que comunicamos a los demás
sino la palabra, que es diferente de las cosas. De la misma forma que lo visible no puede hacerse
audible ni a la inversa, así también, puesto que lo que es tiene su fundamento fuera de nosotros, no
puede convertirse en palabra nuestra. (Doxografía sobre Gorgias).

“Trasímaco.- Yo afirmo que lo justo no es más que la conveniencia del más fuerte. (...) Cada forma
de gobierno establece leyes de acuerdo con su conveniencia, (...) y una vez que ha establecido las
leyes, suele demostrar a sus súbdito que lo justo es lo que les resulta conveniente, y al que
transgrede esta conveniencia lo castigan como violador de la ley.” (Platón, República I)

“Glaucón.- Se dice que el cometer injusticia es un bien en sí, y un mal el padecerla. Pero es mayor
el mal del que la padece que el bien que proporciona al que la comete. Por eso una vez que los
hombres comenzaron a cometer y a sufrir injusticias, y a sentir las consecuencias de tales hechos,
decidieron los que no tenían poder para evitar los daños ni para evitar las ventajas que lo mejor era
establecer convenios con el fin de no cometer ni padecer injusticias. De aquí nacieron las leyes y se
llamó legal y justo a lo que la ley ordena. Para probarte mejor que sólo por impotencia los buenos
no son malos, hagamos una suposición: demos a todos justos e injustos, un poder igual para hacer lo
que quieran y después sigámoslos. En cuanto al poder, yo les concedo el que se cuenta que tuvo
Guiges, quien según la fábula poseía un anillo que le hacía invisible. Ahora bien, si hubiera dos
anillos como aquél, de los cuales llevase uno puesto el justo y otro el injusto, es opinión común que
sus conductas no diferirían en nada, y así quedaría demostrado que nadie es justo por voluntad, sino
por necesidad. Supongamos además que el injusto, pese a cometer las perores fechorías goza de una
intachable reputación mientras que el justo pese a su bondad es mal considerado. ¿Cuál de los dos
podremos decir que será más feliz? Adimanto.- Pero además, Sócrates, los que recomiendan ser
justo no alaban la justicia en sí misma, sino la reputación moral que de ella resulta.” (Platón,
República).

“Alcibíades.- A Sócrates, señores, yo intentaré elogiarlo de la siguiente manera: por medio de


imágenes. (...) Pues en mi opinión es lo más parecido a esos silenos existentes en los talleres de
escultura que fabrican los artesanos con siringas o flautas en la mano y que, cuando se abren en dos
mitades, aparecen con estatuas de dioses en su interior. Y afirmo además que se parece al sátiro
Marsias. Así pues que eres semejante a éstos, al menos en la forma, Sócrates, ni tú mismo podrás
discutirlo. Pero también te pareces en lo demás. (...) Tú te diferencias de él sólo en que sin
instrumentos, con tus meras palabras haces lo mismo. (...) Cuando le escucho, mi corazón palpita
más que el de los poseídos. (...) Sólo ante él de entre todos los hombres he sentido lo que no se
creería que hay en mí: el avergonzarme ante alguien. (...) Sabed que no le importa nada si alguien es
bello, (...) ni si es rico, ni si tiene algún otro privilegio de los celebrados por la multitud. Por el
contrario considera que todas estas posesiones y que nosotros no somos nada. Pasa toda su vida
ironizando y bromeando con la gente, más cuando se pone serio y se abre, no sé si alguien ha visto
las imágenes de su interior. (…) (Platón. Banquete. 215a y ss. Extractos)

“Sócrates.- ¿Es que no has oído que soy hijo de una excelente y vigorosa partera llamada Fenáreta?
(…) ¿Y no has oído también que practico el mismo arte? (...) Mi arte de partear tiene las mismas
características que el de ellas, pero se diferencia en el hecho de que asiste a los hombres y no a las
mujeres, y examina las almas de los que dan a luz, pero no sus cuerpos. Ahora bien, lo más grande
que hay en mi arte es la capacidad que tiene de poner a prueba si lo que engendra el pensamiento
del joven es algo imaginario y falso o fecundo y verdadero. Eso es así porque, igual que las
parteras, soy estéril en sabiduría. (...) Sin embargo los que tratan conmigo (...) hacen admirables
progresos si el dios se lo concede.” (Platón. Teeteto. 149a y ss. Extractos).

“De mi sabiduría, si hay alguna y cuál es, os voy a presentar como testigo al dios que está en
Delfos. (...) Pues bien, una vez [mi amigo Querefonte] fue a Delfos y tuvo la audacia de preguntar
al oráculo (...) si había alguien más sabio que yo. La Pitia le respondió que nadie era más sabio. (...)
Y durante mucho tiempo estuve yo confuso sobre lo que en verdad quería decir. Más tarde, a
regañadientes, me incliné a una investigación del oráculo del modo siguiente. Me dirigí a uno de los
que parecían ser sabios. (...) Ahora bien, al examinar a éste, (...) me pareció que otras muchas
personas creían que ese hombre era sabio, y especialmente, lo creía él mismo, pero que no lo era. A
continuación intentaba yo demostrarle que el creía ser sabio, pero que no lo era. Así me gané la
enemistad de él y de muchos de los presentes. (...) Después de esto iba yo uno tras otro (...) y, ¡por
el perro!, (...) me pareció que los de mayor reputación estaban casi carentes de lo más importante
para el que investiga según el dios. (...) A causa de esta investigación, atenienses, me he creado
muchas enemistades, (...) y han surgido muchas tergiversaciones y el renombre de que soy sabio.
(...) Es probable que el dios sea en realidad sabio y que en este oráculo diga que la sabiduría
humana es digna de poco o de nada. Y parece que habla de Sócrates (...) como si dijera: ‘Es el más
sabio, el que, de entre vosotros, hombres, conoce, como Sócrates, que en verdad es digno de nada
respecto a la sabiduría’. (Platón. Apología de Sócrates. 20e y ss. Extractos).

“Ahora, por primera vez comparezco ante un tribunal a mis 70 años. Simplemente soy ajeno al
modo de expresarse aquí. (...) os pido que me permitáis mi manera de expresarme (...) y pongáis
atención solamente a si digo cosas justas o no.” (...) (Platón. Apología de Sócrates).

“Me parece que los hombres educados en su juventud en el foro y los negocios, comparados con las
personas versadas en filosofía, son como esclavos comparados con hombres libres. Los unos tienen
siempre tiempo y conversan juntos en paz y, como suele decirse, a sus anchas, siéndoles indiferente
tratar una materia con extensión o con pocas palabras, siempre que lleguen a la verdad. Los otros,
en el foro, por el contrario, no tienen tiempo que perder cuando hablan; el agua que corre en la
clepsidra que mide su discurso les obliga a apresurarse. (...) En sus disputas siempre estriba algún
interés y, con frecuencia, la vida. Esto les hace ardientes, hábiles en adular al juzgador y en
complacerle con sus actos. Por lo demás su alma es pequeña y sin rectitud, porque la servidumbre
en que se encuentra desde la juventud le impide elevarse y la despoja de su nobleza. (...) Los
verdaderos filósofos ignoran desde su juventud el camino que conduce a la plaza pública. Los
tribunales en que se administra justicia, el sitio en que el senado se reúne, y los demás lugares de la
ciudad en que se forman estos hombres les son desconocidos. (...) Por eso, querido amigo, en las
relaciones públicas y privadas y cuando se ve obligado a hablar ente los tribunales de cosas que
están a sus pies, hace reír (...) y pasa por imbécil.” (Platón, Teeteto)

ACTIVIDADES

1. Explica en qué consiste el pensamiento de los sofistas haciendo especial hincapié en su


escepticismo, su relativismo y su convencionalismo.
2. Explica el método filosófico de Sócrates y su universalismo en torno a la cuestión de lo bueno y
lo malo.
3. ¿En qué consiste el intelectualismo moral que defiende Sócrates?

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