10 El Sep Del CE
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UNIDAD 2 (PARTE I)
Niño
El desarrollo sexual del niño progresa hasta una fase en que los genitales ya han tomado el papel
rector. Pero estos genitales son solo los masculinos (el pene), pues los femeninos siguen sin ser
descubiertos. Esta fase fálica, contemporánea a la del complejo de Edipo, no prosigue su
desarrollo hasta la organización genital definitiva, sino que se hunde y es relevada por el periodo
de latencia.
Cuando el niño (varón) ha volcado su interés a los genitales, lo deja traslucir por su ocupación
manual en ellos, y después tiene que hacer la experiencia de que los adultos no están de acuerdo
con ese obrar. A partir de allí, sobreviene la amenaza de que se le arrebatará esta parte tan
estimada por él. La mayoría de las veces, la amenaza de castración de la madre, la cual refuerza su
autoridad invocando al padre o al doctor, siendo ellos quienes consumaran el castigo.
La tesis es que el Complejo de Edipo del niño se va al fundamento a raíz de la amenaza de
castración. Sin embargo, esto no ocurre enseguida. Al principio el varoncito no presta creencia ni
obediencia a la amenaza. Solo tras una nueva experiencia empieza el niño a contar con la
posibilidad de una castración: la observación de los genitales femeninos, lo que lo hace
convencerse de la falta de pene en un ser tan semejante a él. Con ello se concibe la posibilidad de
la pérdida del propio pene, y la amenaza de castración obtiene su efecto.
El complejo de Edipo ofrecía al niño dos posibilidades de satisfacción, una activa y una pasiva.
Pudo situarse de manera masculina en el lugar del padre y, como él, mantener comercio con la
madre, a raíz de lo cual el padre fue sentido como un obstáculo; o quiso sustituir a la madre y
hacerse amar por el padre, con lo cual la madre quedo sobrando. La aceptación de la posibilidad
de la castración, la intelección de que la mujer es castrada puso fin a las dos posibilidades de
satisfacción derivadas del complejo de Edipo. Ambas conllevaban la pérdida del pene; una, la
masculina, en calidad de castigo, y la otra, la femenina, como premisa. Si la satisfacción amorosa
en el terreno del complejo de Edipo debe costar el pene, entonces por fuerza estallará el
conflicto entre el interés narcisista en esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los
objetos parentales. En este conflicto triunfa normalmente el primero de esos poderes: el yo del
niño se extraña del complejo de Edipo. Esto lleva a que las mociones libidinosas sean:
En conclusión, el niño sale del Complejo de Edipo por el Complejo de Castración y la secuela que
este le deja es la angustia de castración. Abandona el objeto incestuoso, se forma el superyó e
ingresa en el período de latencia.
Niña