Descargue como DOC, PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 7
EDIPO EN LACAN
¿De qué hablan los psicoanalistas cuando hablan de complejo de Edipo?
El niño siente un interés especial en su padre, quisiera ser como él y reemplazarlo en todo. Hace de su padre, su ideal. Esto no implica una posición femenina o pasiva respecto al padre, sino que es estrictamente masculina y se concilia muy bien con el Complejo de Edipo, a cuya preparación contribuye. Casi con estas palabras comienza Freud el capítulo 7 de Psicología de las masas y análisis del yo, titulado La identificación. Aproximadamente en el mismo tiempo de esta identificación con el padre, el niño comienza a tomar a su madre como objeto de sus pulsiones. De esta manera, se observan dos enlaces diferentes. Con la madre, de orden sexual y con el padre se juega una identificación, es el modelo al que imita. Estos dos enlaces coexisten durante un tiempo sin dificultades. Pero a medida que la vida psíquica tiende a unificación, van aproximándose hasta que terminan por encontrarse, y de esta confluencia nace el Complejo de Edipo normal. La identificación es ambivalente y así como se puede manifestarse por medio del cariño, también puede hacerlo por medio de la supresión, una manifestación del odio. En ese último caso es como una ramificación de la primera fase de la organización libidinal, la oral, en la cual el sujeto se incorporaba al objeto estimado, comiéndoselo, y al hacerlo, lo destruía. En el mito de Totem y tabú, había un padre dueño de todas las mujeres, accedía a todas. Los hijos se unieron para matarlo y obtener ellos el acceso a las mujeres. Una vez realizada la matanza, hacen la comida totémica, suponiendo que al incorporarlo iban a ser como el padre. Sin embargo surgen sentimientos ambivalentes: el amor al padre y la culpa por el parricidio. Los hijos no se permiten el acceso a las mujeres del padre. El padre muerto tiene eficacia, pues pasan de la endogamia a la exogamia. Es así como se instaura la ley de prohibición del incesto. Las mujeres de la tribu, a las que el Padre accedía y a las cuales los hermanos querían acceder, esas mismas quedan prohibidas. La identificación aspira a conformar el propio yo análogamente al otro tomado como modelo. Puede suceder más adelante, que el complejo de Edipo experimente una inversión y el varoncito adopte una posición femenina, se convierte al padre en el objeto del cual se espera satisfacer directamente las pulsiones sexuales. En este caso, la identificación con el padre constituye la fase previa a convertirlo en objeto sexual. En la identificación con el padre, éste es lo que se quiere ser. En la elección del padre como objeto sexual, es lo que se quiere tener. La diferencia está en que el factor interesado sea el sujeto o el objeto del yo. El complejo de Edipo es el fenómeno central del período sexual infantil. Luego sucede su sepultamiento, ocaso o disolución. Es reprimido y viene el período de latencia. La sexualidad infantil El desarrollo sexual del niño avanza hasta la fase en que los genitales cumplen un papel fundamental. Se la llama fase fálica, pues ese genital es sólo el miembro masculino. El genital femenino resulta aun desconocido. Cuando el niño siente interés sobre sus genitales se empieza a tocar. En cierto momento, Freud dice que se inicia la masturbación, debido a la excitación que trae el complejo de Edipo al niño. Advierte que los mayores no aprueban tales prácticas onanísticas y de alguna manera surge la amenaza de cortarle esa parte privilegiada del cuerpo. Otras veces la amenaza recae sobre la mano. Al principio el niño descree esta amenaza. El complejo de Edipo ofrecía al niño dos posibilidades de satisfacción, una activa y otra pasiva. Se podía ubicar en posición masculina, en el lugar del padre y tratar como él a su madre. En esta actitud, el padre resulta un estorbo. La otra opción es querer reemplazar a la madre y dejarse amar por el padre, resultando superflua la madre. En el niño la aceptación de la posibilidad de castración y el descubrimiento de la mujer que aparece castrada, puso fin a las dos posibilidades de satisfacción relacionadas con el complejo de Edipo. Ambas implican la pérdida del pene, la femenina como premisa, la masculina como castigo. La premisa fálica remite directamente a la castración. Así surge un conflicto entre el interés narcisista por el pene y la carga libidinosa de los objetos parentales. El periodo de latencia y el Superyo En este conflicto, generalmente, el niño se aparta del complejo de Edipo. Si por desear a la madre, el padre puede cortarle el pene, castrarlo, el miedo es mayor al deseo, y esos sentimientos incestuosos se reprimen. De esta manera entra en el período de latencia. Se constituye entonces el nódulo del superyo, que toma del padre su rigor, perpetuando la prohibición del incesto. El Edipo en las niñas En el caso de la niña, las cosas son distintas. En principio el clítoris se comporta como un pequeño pene, pero cuando la niña lo puede comparar con un pene real de un niño, encuentra al suyo muy pequeño y siente desventaja y un motivo de inferioridad. Por un tiempo cree que crecerá. Todavía no considera su falta de pene como un carácter sexual, sino que supone que tuvo un órgano como el del niño pero que lo perdió por castración. La niña acepta la castración como un hecho consumado, el niño teme el cumplimiento de una amenaza. En la mujer, sin miedo a la castración, es más atenuada la formación del superyó. El complejo de Edipo de la niña es mucho más unívoco que en el niño. En general, dice Freud, pocas veces la mujer va más allá de la sustitución de la madre y la actitud femenina con respecto al padre. En las niñas, también es la madre el 1ª objeto de amor. Para el varón lo sigue siendo, pero la niña debe hacer un cambio de zona y de objeto. Del clítoris a la vagina y de la madre al padre. La mujer sólo alcanza el complejo de Edipo positivo, después de atravesar el complejo de Edipo negativo. La función paterna Recordemos que el complejo de Edipo normal, implica que los niños estén ligados afectivamente al progenitor del sexo opuesto, y que se manifieste hostilidad hacia el de su mismo sexo. Habíamos dicho que en el varón, la madre es su primer objeto amoroso y continúa siéndolo. El padre queda en lugar de rival. Pero para la niña, en un primer tiempo, el padre también es un molesto rival. Como consecuencia de su renuncia al pene, espera una compensación. Simbólicamente, la niña pasa de la idea de tener un pene a la idea de tener un hijo. Su complejo de Edipo culmina en el deseo, retenido por mucho tiempo, de recibir un hijo del padre, como regalo. Ese deseo jamás se cumple. Los dos deseos, el de poseer un pene y el de tener un hijo del padre, perduran en lo inconsciente, intensamente cargados y ayuda a la niña para su futuro papel sexual. El complejo de Edipo se desarrolla entre el niño y la madre. La cuestión transcurre desde el niño a la madre y desde la madre al niño. Pero no debemos olvidarnos de alguien fundamental en esa relación : el padre. Lacan dice que los que intervienen en el complejo de Edipo, son 4: niño, madre, padre y el falo. En un primer momento el niño ocupa el lugar del falo de la madre. En un segundo momento, hay un corte que genera una separación entre la madre y el niño. A ese corte, Lacan lo llamará función de padre. Cuando se habla de función paterna, hablamos de la ley, hablamos de un corte. Y eso está más allá de la persona del padre. Se trata de una función. De ese modo ejerce una doble prohibición: al niño, no te acostarás con tu madre, y a la madre, no reintegrarás tu producto. En esa instancia, es un padre terrible, que dice que no, que prohibe. Del efecto de esa función de corte y las fallas de esa función, dependerán las estructuras subjetivas. En un tercer tiempo, es el de un padre permisivo, pues si bien le dice con mamá no, lo habilita para acceder al resto de las mujeres. La ley prohíbe y permite a la vez. Esto es lo que llamamos prohibición del incesto. Lo que Freud aclara, es que, en los neuróticos, se da casi siempre el complejo de Edipo completo. Esto implica que es doble, positivo y negativo, debido a la bisexualidad constitutiva en el niño. Así, lo que se juega es una doble identificación, tanto al padre como a la madre, lo mismo que en la elección de objeto sexual.
Complejo de castración
El niño percibe las diferencias externas entre hombres y mujeres, pero en
principio no asocia tales diferencias a los distintos órganos genitales. Por eso atribuye a los demás seres animados, órganos genitales similares al suyo.
Ese órgano despierta un especial interés en el niño. Trata de investigar y
comparar el suyo con el de otras personas. Al avanzar en sus investigaciones descubre que el pene no es un atributo común a todos los seres semejantes a él. En algún momento ve los genitales de una niña. La primera reacción del pequeño es negar la falta de pene en las niñas. Niegan la falta y creen que todavía es muy pequeño y que más adelante le va a crecer, cuando la niña sea mayor. Luego llega a la conclusión de que la niña tuvo pene pero se lo cortaron. La carencia de pene es interpretada como el resultado de una castración, surgiendo así, el temor ante la posibilidad de que lo mismo le suceda a él. Aún así, el niño cree que sólo algunas mujeres indignas, culpables de pensamientos malos, ilícitos han sido despojadas de su pene. Las mujeres respetables como su madre conservan el pene. La femineidad no coincide aún para el niño con la falta del miembro viril. Freud dice que el desarrollo de la sexualidad femenina es un poco más complicado. Tiene otros avatares: cambio de objeto y de zona. Las niñas también le suponen un pene a todo el mundo. Lo que en el niño es temor a la castración, en la niña es envidia del pene, a esto es a lo que Freud llamó complejo de castración
LA ESTRUCTURA NARCISISTA DE JACQUES LACAN
Por: Ruth Vallejo Castro [email protected] Otro teórico importante que vino a cambiar la concepción psicoanalítica freudiana fue el francés Jacques Lacan bajo la consigna de un "retorno a Freud", donde hace una reinterpretación de la literatura clásica a la luz de la lingüística de Saussure, la antropología de Lévi-Strauss y la dialéctica de Hegel (relación con el semejante, dialéctica del deseo y la mirada). Bajo tales fundamentos Lacan parte de la estructuración del inconsciente por el lenguaje, y le da su existencia a partir de éste "el lenguaje determina el sentido y genera las estructuras de la mente" (Bleichmar y Bleichmar, 2001, pp. 165). En el libro Sobre la Institución Familiar Lacan habla sobre la estructuración de El Estadio del Espejo que da paso a la estructura narcisista del yo. Menciona que Freud y Abraham asignaron desde 1908 un sentido puramente energético a la explicación libidinal, es decir, la catexia de la libido sobre el propio cuerpo, sin embargo Lacan avanza un paso más incluyendo el pleno sentido del mito de Narciso en términos de la implicación de la muerte, finalmente si narciso queda atrapado en esa imagen reflejada su destino es la muerte puesto que no contiene al prójimo que estructura y da forma al sujeto. Mientras queda atrapado en esta imagen especular que no parte de él sino que es puesta a partir de su relación con el otro, pero que el sujeto mismo no reconoce puesto que la ve como una imagen de sí mismo sufriendo esa sugestión emocional o motriz el sujeto no se distingue de la imagen misma. … "antes de que el yo afirme su identidad, se confunde con esta imagen que lo forma, pero que lo aliena en forma primordial" (Lacan, 1977, pp. 40). Lacan, en sus Escritos de 1966 incluye un trabajo que dio a conocer en el XVI Congreso Internacional de Psicoanálisis en 1949 y que abrió una nueva perspectiva psicoanalítica "El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica". Lacan parte de la observación de un bebé de alrededor de 6 a 18 meses que se regocija ante su imagen reflejada en el espejo, se plantea qué será lo que promueve esta respuesta y cuál será su influencia en el desarrollo del sujeto; tratando de contestarse a estas interrogantes desarrolla una teoría acerca del narcisismo y la identificación primordial. "Basta para ello comprender el estadio del espejo como una identificación en el sentido pleno que el análisis da a este término: a saber, la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen, cuya predestinación a este efecto de fase está suficientemente indicada para el uso, en la teoría del término antiguo imago" (Lacan, 1971, pp. 87) . La respuesta que da a este evento abre una perspectiva totalmente nueva, innovadora y original ante el estudio del fenómeno narcisista. Basándose en sus observaciones clínicas, no sólo en la relación del sujeto con el otro (o) (su madre a un inicio), sino con el gran Otro (O) que se relaciona el sujeto. "El hecho de que su imagen especular sea asumida jubilosamente por el ser sumido todavía en la impotencia motriz y la dependencia de la lactancia que es el hombrecito en ese estadio infans, nos parecerá por lo tanto que manifiesta, en su situación ejemplar, la matriz simbólica en la que el yo (je) se precipita en una forma primordial antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de que el lenguaje le restituya en lo universal su función de sujeto". (Ibidem, pp. 87). Dice Norberto Bleichmar en su libro El Psicoanálisis después de Freud, "En esta identificación con una imago que no es más que la promesa de lo que devendrá, hay una trampa; el sujeto se identifica con algo que no es. De hecho cree ser lo que el espejo o, digámoslo ya, la mirada de la madre le reflejan" (Bleichmar y Bleichmar, 2001, pp.170). De esta manera el bebé se identifica con la mirada que la madre le deposita en reflejo, con una imagen especular fantasmagórica, con un imaginario. Durante el transcurso de su vida el sujeto se forzará entonces a aproximarse a esta ilusión en la que ha quedado atrapado en reflejo. "El estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina las fantasías que se sucederán desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su totalidad" (Lacan, 1971, pp.90). Bajo estos argumentos Lacan afirma que el estadio del espejo no es sólo un momento del desarrollo del ser humano con la convivencia de su madre, sino que éste es una estructura, un modelo de vínculo que operará lo largo de toda la vida, mediante uno de los registros: el imaginario. En su libro "Sobre la Institución Familiar" Lacan habla de esa estructura en términos de estructura narcisista del yo en la que escribe … "queremos penetrar también su estructura mental con el pleno sentido del mito de narciso; tanto si ese sentido indica la muerte: la insuficiencia vital de la que ha surgido ese mundo; la reflexión especular: la imago del doble que lo es central, o la ilusión de la imagen, de todas maneras y en todos esos casos, ese mundo, como lo veremos, no contiene al prójimo" (Lacan, 1977, pp. 39). Sin embargo, el sujeto no es un ente aislado, con una relación dual con la madre, sino que se encuentra inmerso en una sociedad que lo sigue proviendo de identificaciones que lo obligan a seguir el modelo de aquella relación con la imago anticipatoria; en otras palabras, cuando la madre nombra al hijo con "eres el ser más preciado del mundo", está introduciendo una dialéctica de la que la criatura, es decir, el futuro adulto no podrá jamás escapar. Es a partir de esta mirada que el yo queda constituido para Lacan en términos de yo ideal, diferente al ideal del yo. El yo ideal es una imago anticipatorio adelantada de lo que no somos pero queremos llegar a ser gracias al deseo del otro. Esta es la imagen mítica narcisista, cuyo logro persigue el hombre incesantemente. "La mirada del otro me produce mi identidad por reflejo, a través de él sé quién soy y en ese juego narcisista me constituyo desde afuera" (Bleichmar y Bleichmar, 2001, pp. 172). Pero como finalmente el sujeto no puede ser el deseo del otro, de la madre, ni cumplir con su fantasía, entonces se conforma con un ideal del yo en la que su función es la de ser perpetuador de la Ley. "Es sólo un eslabón en la cadena: el hombre entregará a sus hijos el nombre (y las normas) que a su vez recibió de su padre, quien las recibió de su propio progenitor y así sucesivamente. El ingreso a la conflictiva edípica constituye, por lo tanto, un gran desafío a las ilusiones narcisistas forjadas en el estadio del espejo" (Lacan, ). En el momento en que el estadio del espejo termina, "se inaugura, por la identificación con la imago del semejante y el drama de los celos primordiales, la dialéctica que desde entonces liga al yo (je) con situaciones socialmente elaboradas". Dice Bleichmar: "Para Lacan el complejo de Edipo se desarrolla en tres tiempos, de los que el estadio del espejo constituye el primero. El devenir psíquico transcurre desde la identificación narcisista, en el orden imaginario, a la identificación simbólica con la Ley del padre, al concluir el Edipo. Entre estos dos puntos se sitúa un momento en que la relación diádica con la madre marca al niño y define su identificación con el otro, o mejor dicho, con el deseo del otro. En el estadio del espejo la criatura se identificaron una imago anticipatoria de sí misma. En un segundo tiempo, lo hace con el deseo de la madre. Finalmente al asumir la castración y comprender que ni su padre ni él mismo son el falo, que sólo pueden trasmitirlo de generación en generación, ingresará al orden simbólico, aceptará la ley. Este último paso constituiría lo que tradicionalmente se denomina disolución del complejo de Edipo, aunque en realidad los tres estilos de identificación coexisten, entremezclándose a lo largo de toda la vida" (Bleichmar y Bleichmar, 2001, pp. 170). En Escritos 1, Lacan escribe un Informe teórico presentado en el XI Congreso de los Psicoanalistas de Lengua Francesa, reunido en Bruselas a mediados de mayo de 1948, para hablar sobre "La Agresividad en Psicoanálisis", enunciando varias tesis que tienden a demostrar que la agresividad, (no biológica sino como vivencia subjetiva) surge cuando la imago especular que se ha creado es cuestionada y se produce por el encuentro entre la identificación narcisista de la que es portador el individuo y las fracturas, escisiones, rupturas, a las que esta imago es sometida. Específicamente en la Tesis IV de este articulo escribe: "La agresividad es la tendencia correlativa de un modo de identificación que llamamos narcisista y que determina la estructura formal del yo del hombre y del registro e entidades característicos de su mundo" (Lacan, 1971, pp. 102). Este teórico considera a la pulsión de muerte como expresión del narcisismo. Al quitar Lacan el aspecto biológico como explicativo de la agresión, deja únicamente el efecto de la vivencia subjetiva de la estructura narcisista como promotor de ésta, de esta manera la teorización queda más simple y lógica. "Para que sea posible la fractura, debe admitirse que antes de la identificación con la Gestalt anticipada el individuo debió tener una imago o representación dislocada, fragmentada de sí mismo". Pero agrega además que lo que el sujeto trata de perseguir a lo largo de su vida, el encuentro con esta identificación narcisista no es otra cosa mas que una cadena de significantes que forman parte de una herencia mítica, simbólica, que el hombre recibe de sus antepasados de manera ineludible. Si la agresión existe es porque cuestiona la imago omnipotente, poderosa e íntegra que el sujeto se ha formado en su yo ideal, y si hace eco el cuestionar esta imago es porque de alguna manera el sujeto sabe de la situación fragmentada y desintegrada que tenía ante de la llegada del otro (o) a su vida. "Esta relación erótica en que el individuo humano se fija en una imagen que lo enajena a sí mismo, tal es la energía y tal es la forma en donde toma su origen esa organización pulsional a la que llamará su yo. Esa forma se cristalizará en efecto en la tensión conflictual interna al sujeto, que determina el despertar de su deseo por el objeto del deseo del otro: aquí el concurso primordial se precipita en competencia agresiva, y de ella nace la triada del prójimo, el yo y del objeto…" (Lacan, 1971, 106). Ahora, si hablamos en términos del deseo desde Lacan, tenemos que mencionar que el objeto del deseo como tal, es a la vez un objeto perdido y la causa y objeto del deseo, ambas cosas al mismo tiempo. La madre responde a la necesidad manifiesta por el niño con gestos y palabras que dan a la satisfacción obtenida un goce que trasforma la necesidad en un deseo, en el deseo de obtener la gratificación gesticular de la madre o de sus palabras. A partir de este momento el niño podrá desear, pero siempre a través de una demanda dirigida al Otro. La demanda, en tanto expresión del deseo, es esencialmente una demanda de amor dirigida al otro; es demanda de ser el único objeto de deseo del Otro. Desde la perspectiva que Lacan tiene del narcisismo, surge la idea de que el deseo es una búsqueda de la satisfacción primaria. Pero más allá de la búsqueda primaria, en las búsquedas sucesivas hay ya por parte del niño un intento de significar qué es lo que desea. El deseo, en tanto deseo del deseo del otro, se transforma en el deseo de un objeto imposible de significar; el deseo renace una y otra vez sobre la falta dejada por la cosa. El objeto de deseo es el objeto "eternamente faltante" (Bleichmar y Bleichmar, 2001, pp. 190). Así el objeto de deseo, en tanto objeto faltante es, en sí mismo, el objeto productor de la falta. El niño presiente, aunque no lo llega a descubrir, que el otro padece, en su deseo, la misma falta que él sufre, y por ello aspira a convertirse en el objeto faltante (el falo). En la dialéctica del Edipo, el niño debe abandonar la posición de objeto del deseo y ocupar, por lo tanto, una posición en la cual pase a ser sujeto del deseo de objetos sustitutivos.
Referencias bibliogáficas.
Bleichmar, Norberto M., Bleichmar Leiberman Celia. El Psicoanálisis después
de Freud. Editorial Paidos. México. 2001. Lacan Jacques, Estudio sobre la Institución Familiar. Ed. 904. Buenos Aires, Argentina. 1977. Lacan, Jacques. Escritos 1. Editorial Siglo XXI. México. 1971. Laplanche J., Pontalis J.B. Diccionario de psicoanálisis. Editorial Labor, S.A. Barcelona España. Roudinesco, Elizabeth y Plon, Michel. Diccionario de Psicoanálisis. Editorial Paidos. Argentina. 1998.