TFG Carballal Gandoy Alba A
TFG Carballal Gandoy Alba A
TFG Carballal Gandoy Alba A
Estudiante
Alba Carballal Gandoy
DNI 34278731Z
Expediente 10068
Tutor
José Fariña Tojo
Departamento de Urbanismo y Ordenación del Territorio
Aula TFG 2
Javier García-Gutiérrez Mosteiro, coordinador
Consuelo Acha Román, coordinadora adjunta
Julio 2016
Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid
Universidad Politécnica de Madrid
Índice
Resumen 5
Introducción
El origen de la presencia de la ciudad en la literatura 7
El contexto literario y artístico 8
El estado de la cuestión 10
Conclusiones 81
Fuentes
Bibliografía 85
Anexo: Relación ampliada de bibliografía primaria 87
Procedencia de las ilustraciones 89
Resumen
Palabras clave
1. María Zambrano, “Del escri- Como muestra de todo lo dicho hasta ahora, y sin ir más lejos, leer el
bir”; artículo publicado en el perió-
Apocalipsis bíblico es, en muchos casos, leer un reproche salvaje a Babilo-
dico El País el 16 de junio de 1985.
2. Luis García Jambrina, “Lite- nia (figura 0.1), la gran ciudad que lo cambió todo:
ratura y ciudad”; artículo publicado
en la revista digital Clarín el 3 de ju-
Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran
lio de 2006; http://www.revistacla-
rin.com/807/literatura-y-ciudad/. Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo
Consultado el 3 de junio de 2016.
8 Tiempo de silencio
El contexto literario
En tiempos convulsos, el arte es convulso. El primer tercio del siglo XX en
España no es una excepción a esta regla, y además de sucederse casi sin tre-
gua hechos que cambiarían de forma definitiva el curso de la historia del
país, se sucedieron de igual modo un arsenal de corrientes literarias y ar-
3. Apocalipsis, 18: 1-5.
Introducción 9
0.2. Camilo José Cela en 1949, Tras el año 1962 y hasta el final de la dictadura, la introducción de nue-
retratado por Nicolás Muller.
vas técnicas narrativas y poéticas extranjeras propicia el nacimiento de una
0.3. Carmen Laforet en 1944,
tras ganar el premio Nadal con novela de corte experimental, que regresa al intimismo de la primera pos-
Nada.
guerra y en la que la forma, en muchas ocasiones, importa más que el con-
0.4. Luis Martín Santos en 1962, en
su biblioteca personal. tenido. Además de varios de los escritores ya mencionados, como Gala o el
0.5. Rafael Sánchez Ferlosio en la camaleónico Cela, en esta etapa cobran importancia firmas como las de Pere
actualidad.
Gimferrer (figura 0.6) o Fernando Arrabal (figura 0.7). Por último, tras la
muerte de Francisco Franco en 1975, la narrativa retoma un cierto clasicis-
mo olvidado en las décadas precedentes, y el ser humano vuelve a situarse
en el centro de las preocupaciones de los escritores. A partir de este momen-
to, una nueva hornada de novelistas jóvenes, entre los que se encuentran
Antonio Muñoz Molina (figura 0.8) o Eduardo Mendoza (figura 0.9), reco-
gen el testigo. La producción literaria en España no sólo se multiplica ante
la creciente demanda de un nuevo público lector, sino que sus temas se di-
versifican y surge un gran interés por el pasado reciente de un país que, tras
años de espera, estrenaba entonces una democracia hecha a su medida.
10 Tiempo de silencio
¿Qué es hoy la ciudad para nosotros? Creo haber escrito algo como
un último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más
difícil vivirlas como ciudades. Tal vez estamos acercándonos a un
momento de crisis de la vida urbana y Las ciudades invisibles son
un sueño que nace del corazón de las ciudades invivibles. Se habla
hoy con la misma insistencia tanto de la destrucción del entorno
natural como de la fragilidad de los grandes sistemas tecnológicos
que pueden producir perjuicios en cadena, paralizando metrópolis
enteras. La crisis de la ciudad demasiado grande es la otra cara de
la crisis de la naturaleza. La imagen de la ‘megalópolis’, la ciudad
continua, uniforme, que va cubriendo el mundo, domina también
mi libro. (...) Lo que le importa a mi Marco Polo es descubrir
las razones secretas que han llevado a los hombres a vivir en las
ciudades, razones que puedan valer más allá de todas las crisis. Las
ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos,
signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos
los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son
sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos,
de recuerdos. Mi libro se abre y se cierra con las imágenes de
ciudades felices que cobran forma y se desvanecen continuamente,
escondidas en las ciudades infelices.4
Al despegarnos un poco de la literatura y adentrarnos en el ámbito ensa- 4. Italo Calvino, Las ciudades
yístico, es necesario mencionar dos obras de dos autores españoles que, si invisibles (1972; formato: libro elec-
trónico; Madrid: Editorial Siruela,
bien no se centran exactamente en el tema aquí tratado, presentan sendas 2013).
Introducción 11
aproximaciones a dos temas que, tanto por su método de estudio como por
su contenido, resultan de interés para este trabajo. En Las ciudades y los es-
critores, del filósofo Fernando Savater, se plantea un recorrido por las prin-
cipales ciudades de Occidente y se evidencia el profundo vínculo que unió
a algunos de los mayores escritores de todos los tiempos con las ciudades
en las que residieron. Por otra parte, Imágenes de la ciudad. Poesía y cine,
de Whitman a Lorca, del teórico y crítico literario Darío Villanueva, pone
en relación las imágenes urbanas presentes en la obra de algunos grandes
poetas, como Charles Baudelaire o Walt Whitman, con la visión de la ciu-
dad que ofrece el séptimo arte. En el prólogo de este libro podemos encon-
trar, así, otro punto de vista sobre el nexo que une urbe y narración. En pa-
labras del propio Villanueva:
Por último, el libro que, aunque de manera más general, se relaciona más Página siguiente.
0.11. Cubiertas de las dieciséis
directamente a nivel temático con el presente trabajo es La ciudad en la li- novelas escogidas, en función de
teratura. Un análisis geográfico de la literatura urbana, del geógrafo Car- su relevancia y de la presencia en
ellas de Madrid y Barcelona, para
les Carreras i Verdaguer. En esta obra se analizan más de doscientas obras realizar el presente trabajo. Imagen
de elaboración propia.
literarias desde la perspectiva de la geografía urbana, y se propone un mé-
todo analítico que combina el análisis bibliográfico y literario con el traba-
jo de campo realizado por el autor a lo largo de más de setenta ciudades de
todo el mundo. A pesar de que la perspectiva de la que parte Carreras i Ver-
daguer entronca más con la disciplina geográfica que con la urbanística, La
ciudad en la literatura ha resultado muy útil para esta investigación, tanto
a nivel formal como metodológico.
Madrid
Para ilustrar el modo en el que se representó simbólicamente el Madrid
franquista en la novela española, se han escogido tres obras representati-
vas cuya situación temporal coincide con la época en la que fueron escritas:
los cuarenta años que duró la dictadura de Francisco Franco. Así, se parti-
rá de una serie de fragmentos escogidos de La colmena (1951), de Camilo
José Cela; El Jarama (1955), de Rafael Sánchez Ferlosio; y Tiempo de silen-
cio, de Luis Martín Santos, para reconstruir la imagen literaria de la capi-
tal en aquellos años.
1.1. Camilo José Cela, posando
junto a varias de sus obras tras ser
galardonado con el premio Nobel de
Literatura en 1989.
Decía Camilo José Cela (1916-2002; figura 1.1) que «la más noble función
de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista,
1.2. Recorrido que realiza Martín
Marco en La Colmena por el barrio del tiempo que le ha tocado vivir». En este sentido, La Colmena (figura 1.5),
de Salamanca. Elaboración propia.
novela que escribió en 1951, constituye un fiel reflejo no sólo de las costum-
bres de las gentes, las diversas maneras de vida o las actividades que se da-
ban cita en el seno de la ciudad de Madrid, sino también de Madrid en sí
mismo, de sus calles, de sus ritmos y del ambiente que definía a la urbe.
Cela presenta así un Madrid dinámico que encuentra su razón de ser 1.3. Una de las paradas del
recorrido de Martín Marco en La
en virtud del paseante que lo camina, del peatón que lo recorre o del ve- colmena: la salida del metro de
cino que lo vive. Esta manera de representar su ciudad, siempre en mo- Diego de León, en 1950.
1.4. Vista aérea de la calle
vimiento, acompaña al autor y define su Madrid en prácticamente todos madrileña de General Mola,
los puntos de la novela, incluso cuando el personaje no la está recorrien- actualmente Príncipe de Vergara,
en 1956.
do más que con la imaginación:
Martín Marco vaga por la ciudad sin querer irse a la cama. No lleva
encima ni una perra gorda y prefiere esperar a que acabe el metro,
a que se escondan los últimos amarillos y enfermos tranvías de la
noche. La ciudad parece más suya, más de los hombres que, como
él, marchan sin rumbo fijo con las manos en los vacíos bolsillos
— en los bolsillos que, a veces, no están ni calientes—, con la
cabeza vacía, con los ojos vacíos, y en el corazón, sin que nadie se lo
explique, un vacío profundo e implacable.9
8. Ibídem.
9. Ibídem.
18 Tiempo de silencio
Rafael Sánchez Ferlosio (1927; figura 1.7) ganó, en 1955, el premio Nadal
con su novela El Jarama (figura 1.8). Esta obra marcó un hito en la narrati-
va española de posguerra, y se convirtió en el libro abanderado del realis-
mo social. Hay quien, siguiendo a la historiadora de la literatura Erika Wis-
cher, la considera «la novela más influyente del medio siglo en España»10.
1.7. Rafael Sánchez Ferlosio, en una
fotografía actual, retratado por el
fotógrafo Pedro Gutiérrez Cruz.
—Pues donde esté una chica de ese tiempo con una bonita falda, lo
demás es estropearse la figura. Pierden el gusto en ese Madrid; no
saben ya qué ponerse.
—Bueno, en Madrid, te digo yo que te ves a las mujeres vestidas con
un gusto como en tu vida lo has visto por los pueblos. ¡Vaya telas y
vaya hechuras y vaya todo!
—Eso no quita. También se contempla cada espectáculo que es la
monda. Al fin y al cabo es el centro, la capital de España; vaya, que
todo va a dar a ella; por fuerza tiene que estar allí lo mejor y lo peor.
—Pues hay más cosas buenas que no malas, en Madrid.
—Para nosotros, a lo mejor, los que venimos del campo. Pero anda
y vete a preguntárselo a ellos. Y si no, la muestra. Aquí mismo la
tienes; míralos como se vienen a pasar los domingos. ¿Eh? Será
porque ya se aburren de tanta capital; si estuvieran a gusto no
saldrían. Y que no es uno ni dos… ¡es que son miles!, los que salen
10. Erika Wischer, Historia de la
cada domingo, huyendo de la quema. Por eso nadie puede decir en literatura. Volumen sexto: el mun-
dónde está lo bueno; de todo se acaba cansando la gente, hasta en do moderno, de 1914 hasta nuestros
días (1982; formato: libro electróni-
las capitales.11 co; Madrid: Akal, 2004).
11. Rafael Sánchez Ferlosio, El
A diferencia de lo que sucedía en La colmena, donde todos los persona- Jarama (1955; formato: libro elec-
trónico; Barcelona: Ediciones Des-
jes situaban su acción inmersos en la ciudad de Madrid, en El Jarama nos tino, 2012).
La ciudad franquista descrita durante el franquismo 19
ción en este fragmento en el que dos vecinos del ámbito rural hablan so-
bre el río Manzanares (figura 1.9):
16. Ibídem.
24 Tiempo de silencio
Así, Tiempo de silencio se erige como la novela que mejor pone de ma-
nifiesto las diferencias existentes entre la estructura social ‘oficial’ y la ‘no
oficial’ del Madrid de posguerra, y también entre éstas y lo que suponía
la gran ciudad para un hombre del medio rural. Así, representa la oficia-
lidad de las instituciones, de los representantes políticos del franquismo
y sus promesas, o de los barrios burgueses y de clase media que sostienen,
con su mera existencia, el orden establecido; pero también la no oficia-
lidad de los barrios periféricos, de la dejadez hacia ellos por parte de las
mismas instituciones y de la informalidad en la que se ven condenados a
existir. Su gran expresividad literaria, además, ayuda a afianzar la estre-
cha relación entre la realidad social representada y el propio género narra-
tivo, que alcanzan una identidad sin precedentes. La obra, de este modo,
es mucho más que un mero documento casi gráfico de la situación políti-
ca y ética de la capital del país, y es capaz de elevar a Madrid a la catego-
ría de símbolo: símbolo, por supuesto, de su sociedad urbana, pero tam-
bién de sus enormes contradicciones:
Un aire marino, pesado y fresco, entró en mis pulmones con 18. Carmen Laforet, Nada (1944;
la primera sensación confusa de la ciudad: una masa de casas formato: libro electrónico; Barcelo-
na: Ediciones Destino, 2010).
La ciudad franquista descrita durante el franquismo 27
20. Ibídem.
21. Ibídem.
La ciudad franquista descrita durante el franquismo 29
Esta metamorfosis del espacio urbano también se describe a través de los 1.20. La miliciana Marina Ginestà
en 1936, en el tejado del Hotel
ojos de Eduardo, el hermano de Sol. Su primera visión de la ciudad posee la Colón, con Barcelona de fondo.
artificialidad propia de quien no conoce algo más que de forma trivial: Fotografía de Hans Gutmann.
La ciudad era ahora una ciudad distinta. Por las calles, antes
limpias, se amontonaba la basura. Las gentes iban mal vestidas.
Casi ningún hombre llevaba corbata. Los primeros días en que se
aventuró a salir, Eduardo avanzaba tímidamente, mirando ávido
1.21. Portada de la primera edición
a un lado y otro. Los edificios que creyó seguros, inconmovibles,
íntegra de Luciérnagas, publicada parecían llenarse de un temblor irreal, fantástico. En los balcones,
por Ediciones Destino en 1993.
grandes carteles y banderas, hombres con fusiles y ametralladoras.
Por las calles, hombres vestidos con mono azul o con el torso
desnudo, con rojos pañuelos al cuello, desfilaban puño en alto.
Camiones y coches, atiborrados de hombres y mujeres, huían
vertiginosamente, llenos de voces roncas, de armas amenazantes.
Los bares, los teatros, los restaurantes, tampoco eran los mismos.
Turbas de gentes desarrapadas los invadían, sentándose con los
pies sobre la mesa, escupiendo al suelo. Una risa larga, bronca
y baja, parecía recorrer aquellos lugares. Por las noches y en el
atardecer, grandes resplandores rojizos lamían las paredes de las
casas. Alguna campana, insólita, terrible llamaba a quién sabe qué,
o quién, antes de caer entre los escombros. Una nube de ceniza
surgía de las ventanas quemadas. Los perros, exasperados, se
reunían a ladrar en torno, con las cabezas alzadas. Luego, huían
juntos, hacia otro lugar. Los perros, de pronto, se llenaron de una
piedad salvaje, terrible. La única piedad que quedaba en la tierra,
se diría.26
26. Ibídem.
32 Tiempo de silencio
Por las calles que iban a la plaza del mercado, bajaban y subían
carros y camionetas, y los hombres del matadero con la bata
manchada de sangre y media ternera a la espalda, entraban en el
mercado. Las floristas ponían ramos en los cucuruchos de hierro
llenos de agua que hacían los ramos de flores. Los crisantemos
despedían un hedor amargo. La colmena vivía.27
Por otra parte, si su visión de la ciudad se identifica con cuestiones tan tan-
gibles —y, por contraste, de carácter tan poco intelectual, ámbito reservado
entonces a los hombres— como los olores del mercado o los colores de una
floristería, es precisamente por la condición de la protagonista, una mujer jo-
ven que está destinada a encontrar su razón de ser en hacer feliz a su marido,
cuya incursión en la vida pública, salvo en ocasiones especiales contadas, se
limita a ir al mercado (figuras 1.25 y 1.26) a realizar las compras del hogar jun- 27. Mercè Rodoreda, La plaza
to al resto de mujeres. A lo largo de buena parte del libro, Natalia se conforma del Diamante (1962; formato: libro
electrónico; Buenos Aires: Editorial
con este tipo de vida, aunque no es capaz de encontrar en él la felicidad: Edhasa, 2002).
La ciudad franquista descrita durante el franquismo 33
28. Ibídem.
34 Tiempo de silencio
Y andaba por las calles, sucias y tristes de día, oscuras y azules por
la noche, toda de negro y, arriba de todo, como una mancha blanca,
la cara que se me estaba haciendo pequeña.29
El último de los escritores escogidos para dibujar este retrato litera- 1.26. El Mercado del Borne de
Barcelona, en 1963, fotografiado por
rio de la Barcelona franquista descrita durante la dictadura es Juan Marsé Eugeni Forcano.
(1933; figura 1.27). En esta ocasión, por considerar que en ambas se represen-
tan dos mundos muy diferentes de una misma ciudad, se han escogido dos
de las novelas que conforman su obra: Últimas tardes con Teresa (1966) y Si
te dicen que caí (1973). La Ciudad Condal tiene, en los dos libros, un carác-
ter lo suficientemente importante como para ser considerada como un per-
sonaje más de la narración. Sin embargo, hay notables diferencias entre la
visión que presenta una y la que presenta la otra, lo cual, teniendo en cuen-
ta que pertenecen a la producción de un mismo escritor, es bastante signi-
ficativo. Así, mientras que Últimas tardes con Teresa presenta dos mundos 29. Ibídem.
La ciudad franquista descrita durante el franquismo 35
Comparar este fragmento con la descripción del mismo barrio que el pro-
pio Marsé propone en Si te dicen que caí (figura 1.29) sirve para compren-
der que el punto de vista desde el que se aborda la cuestión urbana en una 1.29. Primera edición de Si te dicen
que Caí, de Juan Marsé, ganadora
y otra obra es radicalmente opuesto. Esto no sólo tiene que ver con un cam- del premio Novela de México en
bio de perspectiva del autor, sino también con el espacio temporal que se- 1973.
32. Ibídem.
33. Juan Marsé, Últimas tardes
con Teresa (1966; formato: libro
electrónico; Barcelona: DeBolsillo,
2016).
La ciudad franquista descrita durante el franquismo 39
El último de los grandes temas que se van a ilustrar aquí con respecto a
la percepción urbana de Marsé es el de la provisionalidad. Una vez más, la
representación de esta cuestión varía mucho en las dos obras, fundamen-
talmente debido a la vivencia del barrio como un lugar ajeno en el primer
caso y como un lugar propio en el segundo. Por otra parte, también es ne-
cesario resaltar que, en la obra de Marsé, la adecuación de los registros y los
ambientes a la clase social del personaje es fundamental, por lo que es ló-
gico que las descripciones de las barriadas informales y provisionales diste
mucho de ser uniforme en ambas obras. Así, en Últimas tardes con Teresa la
fragilidad del Carmelo se reviste con una pátina de nostalgia incluso cuan-
do se describe a través de la percepción de uno de sus vecinos:
Así, el escritor Juan Marsé se convierte, con estas dos obras y muchos
otros libros posteriores que el autor ambienta en la misma ciudad, en el re-
34. Ibídem. tratista literario de Barcelona por excelencia, y tanto Últimas tardes con
35. Juan Marsé, Si te dicen que Teresa como Si te dicen que caí se erigen como dos de las novelas que mejor
caí (1973; formato: libro electróni-
co; Barcelona: DeBolsillo, 2016). representan las diferencias existentes entre los suburbios urbanos como lu-
40 Tiempo de silencio
El papel de la censura
En el año 1939 se provocó una profunda fractura en la producción litera-
ria española. La imposición de un régimen político totalitario, de carácter
dictatorial, supuso el exilio o la muerte de gran parte de los mejores litera-
tos en activo hasta el momento, dada su pertenencia al bando republica-
no. Por otro lado, la censura sobre los escritores que decidieron o pudie-
ron permanecer en el país fue férrea, y esta presencia muda en la historia
de nuestra literatura nunca ha sido lo suficientemente valorada como una
de las cuestiones con mayor incidencia sobre la producción novelística
durante los años del franquismo. Así, se pueden distinguir dos tipos fun-
damentales de censura: por supuesto, es necesario hablar de aquélla ejer-
cida por parte de los censores, que podaban y transformaban los textos
hasta adecuarlos a la ‘moral’ del régimen; pero no podemos olvidar la po-
tente huella de la autocensura, que llevó a muchos autores a cambiar pá-
rrafos enteros por miedo, a buscar maneras alternativas de decir lo mismo
de un modo más sutil o irónico y también, por desgracia, a dejar olvida-
das en un cajón hasta la llegada de la democracia algunas de las mejores
obras de nuestra literatura.
respecto, cabe recordar un artículo de Sergi Doria, en el que se citan las pa-
labras que la censura le dedica a la citada novela:
Por los tiempos en los que Si te dicen que caí se escribía, incluso
en el año dificil en que los adictos a Marsé pudimos leerla en
Seix Barral, la libertad de expresión era todavía un sueño escrito
con spray por las paredes, una amenaza y una promesa, una
ambición tan física como la de respirar con plenitud que se iba
logrando diariamente, con persecuciones y castigos, con heroísmos
menores y constantes. Como Marsé, aunque más tarde que él,
muchos nos dábamos cuenta de que la única manera de hacer
posible la libertad de expresión era practicándola, aprendiendo a
decir exactamente lo que a uno le daba la gana, disfrutando con
entusiasmo y naturalidad aquel tumulto de bienes tardíos que
nos iban llegando desordenadamente, ya fueran libros, revistas,
músicas, emisoras de radio, periódicos.
En un acto de valentía insensata, Marsé decidió escribir una novela
como si la censura franquista no existiera, como si no existiera
el franquismo. Treinta años después esta novela puede leerse no
sólo como uno de los grandes hitos de la literatura española y de
la propia trayectoria de Marsé, sino también como un verdadero
manifiesto por la libertad de expresión, un monumento literario 40. Palabras citadas en la
que consagra el empeño de no seguir doblegándose, de no aceptar introducción del artículo “Juan
Marsé y la censura franquista”;
nunca más la monotonía de la obediencia.40 publicado en el portal cultural de la
FNAC, clubcultura.com; http://www.
En marzo de 1977, la edición de Seix Barral de Si te dicen que caí conse- clubcultura.com/clubliteratura/
ce n s u r a d o s / m a r s e i n t r o. h t m .
guía el primer puesto en la lista de los libros más vendidos en España. Consultado el 29 de mayo de 2016.
La ciudad franquista descrita durante el franquismo 47
2 La ciudad franquista
descrita en democracia
Madrid
Con el objeto de mostrar cómo se representó, en la novela española, el Ma-
drid franquista tras la muerte del dictador, se han seleccionado dos obras
fundamentales escritas en dos tiempos diferentes, pero ambas en democra-
cia: de un lado, la Trilogía de Madrid (1984), de Francisco Umbral, publica-
da en la época de la transición democrática y de la movida madrileña; de
otro, La caída de Madrid (2000), de Rafael Chirbes, que vio la luz en los al-
bores del siglo XXI. Una serie de fragmentos escogidos de estas dos obras y
la comparación entre ellas nos servirán como punto de partida para recons-
truir y comprender la imagen simbólica del Madrid franquista en la nove-
la escrita en democracia.
2.1. El escritor Francisco Umbral,
a comienzos de la década del 2000,
posa frente a su biblioteca personal.
Si hay un escritor en España que hizo de una ciudad su leit motiv, ese fue
Francisco Umbral (1932-2007; figura 2.1). Así, cuando era preguntado sobre
su Madrid, ese protagonista tan presente a lo largo de toda su obra, contes-
taba que «Madrid es un género literario». Buena muestra de ello es su Trilo-
gía de Madrid (1984; figura 2.2), un libro que más de autobiográfico es me-
morístico, ya que a través de la visión de un joven aspirante a escritor traza
un recorrido imaginado que ilustra a la perfección un siglo entero de Ma-
drid: un relato lleno de nombres propios, constumbres, canciones, calles,
plazas y locales. El Madrid de Umbral es costumbrista y sarcástico pero, a
diferencia del de Cela, también es tierno y grandioso:
por unos tiempos que, aún siendo peores, estaban colmados de una auten-
ticidad hoy perdida:
42. Ibídem.
La ciudad franquista descrita en democracia 51
Cuando escribe sobre Madrid, el sarcasmo más duro del Umbral colum-
nista sale a relucir en los pasajes en los que se refiere a los más pudientes:
no deja títere con cabeza al hablar de las señoras ricas, la clase política o los
niños que lo tienen todo mientras los pobres lavan sus miserias en el río. En
definitiva, es un retrato de un Madrid clasista, en la línea del Madrid fran-
quista descrito durante la dictadura por sus colegas de entonces —Martín
Santos, Sánchez Ferlosio o el propio Cela. Sin embargo, el sarcasmo de Um-
bral es mucho más amable y permisivo que el tremendismo de Martín San-
tos o el realismo extremo de Ferlosio, cuya literatura era mucho más com-
prometida políticamente que la de este autor:
Rafael Chirbes (1949-2015; figura 2.5) es una de esas figuras que han defen-
dido, a lo largo de toda su trayectoria, una literatura ideológicamente com-
prometida y estéticamente arriesgada. Frente a la enorme tendencia aséptica
del arte y la cultura de la segunda mitad de siglo, Chirbes mira al mundo con
una actitud crítica hacia la realidad social y, en este caso, histórica. La caída
de Madrid (2000; figura 2.6) es una novela ubicada temporalmente en las 24
horas anteriores a la muerte de Franco, y constituye un relato coral —aun-
que muy tupido y con muchos menos personajes que, por ejemplo, La col-
mena— del Madrid de mediados de la década de 1970. Así, con respecto a la
posición eminentemente urbana de la resistencia antifranquista, el autor tra-
ta de revelar, de un modo no neutral, las relaciones entre los seres humanos
que pueblan la urbe y su entorno próximo, político y social, para ponernos a
todos frente al espejo y hacernos conscientes de la responsabilidad que de-
bemos portar sobre nuestros hombros. Como ejemplo, valga este fragmento,
en el que un joven intelectual y revolucionario se cuestiona si las ideas que
defienden no deberían estar en las calles y pertenecer a todos:
acodaba en las barras de los bares con un palillo entre los dientes,
de cara al televisor, y comentaba el golazo que acababa de meter
Pirri. (…) Y los árboles florecían. Y las parejas se paseaban por los
caminos secretos del parque del Retiro y se escondían detrás de los
setos y se tumbaban bajo las encinas de la Casa de Campo.45
Sólo algunos de los más de quinientos libros que Jordi Sierra i Fabra
(1947; figura 2.9) ha publicado a lo largo de su prolífica trayectoria tienen
una temática de corte histórico. De entre ellos, destaca la serie de novelas
policiacas ambientadas en la Barcelona de posguerra que narran la historia
del inspector Mascarell. Es precisamente en esta serie donde se encuentran
las dos novelas que vamos a tratar aquí: Siete días de julio (2010) y Dos días
de mayo (2013). A pesar de la corta distancia temporal existente tanto en-
tre sus fechas de publicación como entre los años en los que se ubican sus
acciones, las dos obras plantean dos maneras totalmente diferentes de re-
tratar la Barcelona de la década de 1940. Veamos, primero, cómo la descri-
be Sierra y Fabra en Siete días de julio:
Un mes antes, una semana antes, incluso tres días antes, eso habría
parecido un sueño. Barcelona. El mismo nombre sonaba irreal.
¿Existía Barcelona? ¿Qué Barcelona? De la última, la de enero del
39, ya no quedaba más que un recuerdo. Igual que una hermosa
mujer después de sufrir un accidente del que ha sobrevivido con el
rostro desfigurado. Sigue siendo ella, pero irreconocible. Una mujer
que, quizás, hubiera preferido estar muerta.49
Con esa afirmación de que ‘poco a poco, la vida volvía a Barcelona’ el au-
tor sitúa a su personaje en otro punto de vista: a pesar de todos sus rece-
los fundados con respecto al régimen dictatorial del momento, el inspec-
tor ve que la ciudad, poco a poco y gracias a sus vecinos, va saliendo a flote,
que el hambre y la miseria de la primera posguerra va quedando atrás y que
50. Jordi Sierra i Fabra, Dos días
de mayo (2013; formato: libro elec-
el espacio público y los edificios destrozados por las bombas y los tiroteos
trónico; Plaza & Janés Editores, se empiezan a rehabilitar y a poder utilizar con normalidad de nuevo:
2013).
58 Tiempo de silencio
2.12. Fachadas dañadas tras Pese a todo, siempre sucede que es el carácter del propio personaje el
la Guerra Civil en Barcelona, a
principios de la década de 1940. que dibuja la ciudad de una manera determinada, y este caso no es una ex-
cepción. Así, el inspector de policía republicano, que ha estado en la cár-
cel y ha sido vejado y torturado, pero que aún así sigue en pie y trabaja por
aquello en lo que cree en un contexto de represión, ve en su ciudad, Barce-
lona, un reflejo de lo que él mismo es: la ve vejada y destruida, pero digna,
luchadora y en pie.
Y, del mismo modo que en Siete días de julio hay, entre tanta destruc-
ción, signos de orgullo y de lucha, en Dos días de mayo también encontra-
mos indicios de un derrotismo que sería más propio de la anterior novela:
Sin embargo, dejando aparte estas excepciones, que son —aunque signi-
ficativas— minoritarias, el tono de las dos novelas se mantiene diferencia-
do, de tal manera que Siete días de julio es más desgarradora y pesimista, y
en Dos días de mayo comienzan a verse signos de una cierta recuperación,
a pesar de las carencias urbanas y políticas existentes en la Barcelona de la
década de 1940. Las dos caras de esta moneda se representan por separa-
do en estas dos obras. Por un lado, nos encontramos con el miedo oculto e
implícito en la ciudad del primero de los dos libros:
Por el otro, nos encontramos la Ciudad Condal del año 1949, en la que, si
bien la miseria y el chabolismo seguía imperando, comenzaban a apreciarse
signos inequívocos de recuperación, como la construcción de nuevos edi-
ficios, la llegada para trabajar de inmigrantes de otras nacionalidades o la
reanudación de la actividad fabril y productiva del sector secundario:
Esta ley no es más que la culminación formal de una tendencia que, des-
de principios del siglo XXI, se ha instalado en la sociedad española: el inte-
rés por el pasado reciente del país y la necesidad de justicia para las víctimas
del franquismo. La cultura, por supuesto, no ha sido ajena a este asunto, y
desde entonces se han sucedido innumerables películas (figura 2.16), obras
de teatro, piezas musicales y, por supuesto, libros, en los que se trata de re-
cuperar una memoria colectiva que hasta principios de siglo permanecía
oculta, por considerarse una de nuestras múltiples vergüenzas pasadas.
En este sentido, y centrándonos en las novelas que nos ocupan en este
trabajo, existe una clara diferencia entre la obra escrita en 1984, la Trilogía
de Madrid de Umbral, que no tenía mayor interés por la memoria histórica
que el de retratar, de manera bastante amable, las vivencias madrileñas del
propio escritor; y las dos novelas de Jordi Sierra i Fabra, Siete días de julio y
Dos días de mayo, escritas ya bien entrado el siglo XXI y cuya vocación por
desenterrar y narrar el pasado cercano de Barcelona es absoluta.
El caso de Rafael Chirbes, sin embargo, es tan paradigmático como con-
creto. Adelantándose a cualquier moda, es uno de los autores que, a lo largo
58. Extracto de la Exposición
de su trayectoria literaria, más interés ha mostrado por narrar el franquismo de motivos de la Ley 52/2007, de
desde el punto de vista de quienes perdieron la guerra. Buen ejemplo de ello 26 de diciembre, sobre Memoria
Histórica.
La ciudad franquista descrita en democracia 63
es, sin duda, la novela aquí escogida, La caída de Madrid, que ya en el 2000
refleja sin tapujos los problemas urbanos acarreados por la posguerra y la
pérdida de libertades que siguieron a la Guerra Civil. Sin embargo, el autor
valenciano es también uno de los más críticos con la citada Ley de Memo-
ria Histórica, ya que considera que no es lo suficientemente dura y que no
llega al fondo de la cuestión, ya que, para él, avanzar hasta el final requería
una valentía y una asunción de responsabilidades que nadie en este país es-
taba dispuesto a asumir. Su postura queda retratada en estas palabras, pro-
nunciadas en el contexto de una entrevista sobre su novela En la orilla:
Sacar a la luz el crimen originario era tirar por los suelos el retablo
de las maravillas de la Transición, descubrir que el país entero se
2.16. Fotograma de la película La
voz dormida, dirigida por Benito había levantado sobre una monstruosa ilegalidad, volver el juego
Zambrano en 2011 y basada en
del ajedrez al inicio de la partida que se interrumpió el 18 de julio
la novela homónima de Dulce
Chacón, publicada en 2002. Su del 36. ¿Qué institución del Estado, qué fortuna, qué empresa
acción se desarrolla entre los
años 1939 y 1963, en la posguerra
podía soportar eso que tú llamas llegar hasta el final?, ¿no se había
española, y se sitúa en la cárcel levantado todo esto sobre purgas, requisas, usurpaciones…? ¿quién
madrileña de las Ventas y en una
pequeña pensión de la calle Atocha. podía exhibir una legitimidad de origen?59
Madrid
Para ilustrar la representación, en la literatura española, del Madrid pos-
franquista descrito tras la Transición, se han seleccionado dos obras icóni-
cas escritas en dos momentos diferentes del periplo democrático español:
por una parte, El invierno en Lisboa (1987; figura 3.3), de Antonio Muñoz
Molina, publicada cuando la década dorada de 1980 tocaba a su fin; por
otra, El cielo de Madrid (2005), de Julio Llamazares, que vio la luz bien en-
trado el siglo XXI, pero que se ambienta en tiempos de la Movida y la Tran-
sición. Una serie de fragmentos seleccionados de estas dos novelas nos ser-
virán, en la última parte de este trabajo, como ejemplo para comprender el
gran cambio en la imagen simbólica del Madrid democrático con respecto
al Madrid franquista, y para reflejar cómo esta peculiar transformación se
ve plasmada en la novela.
3.1. El escritor ubetense Antonio
Muñoz Molina, en una fotografía
reciente. Autor: Esteban Cobo.
vacío la transparencia del aire, una claridad que hace más agudas
las aristas blancas de los edificios y en la que los pasos y las voces
resuenan como en una ciudad desierta.60
62. Ibídem.
63. Ibídem.
64. Ibídem.
68 Tiempo de silencio
66. Ibídem.
70 Tiempo de silencio
Otra cuestión en la que se hace hincapié en esta obra y que, hasta aho-
ra, nos habíamos encontrado en las descripciones de Barcelona pero no en
las de Madrid, es la de la belleza del paisaje urbano. Como ejemplo, basta
leer este fragmento, en el que el pintor protagonista se despide, a su modo,
de su ciudad:
67. Ibídem.
La ciudad posfranquista descrita en democracia 71
69. Ibídem.
La ciudad posfranquista descrita en democracia 73
Barcelona
El brutal cambio en la representación literaria de esta ciudad en las novelas es-
critas y ambientadas en democracia tiene nombre propio: Eduardo Mendoza
(1943; figura 3.11). Por ello, para ilustrar esta transformación en la imagen sim-
bólica de Barcelona tras la Transición se han escogido dos novelas de este au-
tor, como son El misterio de la cripta embrujada (1978; figura 3.13), que se en-
marca en el comienzo de la andadura democrática de la ciudad; y El laberinto
de las aceitunas (1982; figura 3.15), que narra las aventuras del mismo perso-
naje en la década de 1980. La serie de novelas del detective sin nombre —en
la que se incluyen las dos obras seleccionadas— supone un verdadero punto
de inflexión en la visión urbana de Barcelona, cuya percepción por los autores
posteriores a Mendoza que centran su mirada en un tiempo contemporáneo
se verá condicionada por su iconoclastia. De este modo, se tratarán de definir
las características de la Barcelona literaria en tiempos plenamente democrá-
ticos, tanto de escritura como de acción de la novela, y se señalarán las dife-
rencias evidentes que estas novelas, de tono irónico y desenfadado, marca-
ron con respecto a toda la producción novelística anterior, que proporcionaba
invariablemente una visión melancólica y atractiva de la Ciudad Condal.
3.11. El escritor barcelonés
Eduardo Mendoza, en una
fotografía reciente.
71. Ibídem.
7 2 . E d u a rd o Me n d oz a , E l
laberinto de las aceitunas (1982;
formato: libro electrónico;
Barcelona: Seix Barral, 2011).
La ciudad posfranquista descrita en democracia 75
Frente a este tipo de edificios, concebidos para las clases baja y media
que querían ser propietarios a toda costa, en las novelas de Mendoza tam-
bién aparecen otro tipo de viviendas: las casas situadas en barrios de verda-
dero lujo, en los que residía la aristocracia catalana:
73. Ibídem.
74. Eduardo Mendoza, El miste-
rio de la cripta embrujada (1978; for-
mato: libro electrónico; Barcelona:
Seix Barral, 2011).
76 Tiempo de silencio
que hace que incluso las miserias urbanas y la pobreza parezcan atractivas
—es lo que sucede en Nada, de Laforet, pero también en las Últimas tar-
des con Teresa de Marsé—, en las novelas escritas en el siglo XXI por Jor-
di Sierra i Fabra sobre la Barcelona de posguerra la visión es radicalmen-
te distinta, y la melancolía se ha transformado en rebeldía y tristeza.
Por otra parte, también es interesante comprobar cómo la percepción
de los autores que vivieron y describieron estas dos ciudades durante el
franquismo contrasta de un modo muy vivo con la de aquellos escritores
que representaron en sus novelas las mismas ciudades, contemporáneas
a sí mismos, en democracia.
De este modo, mientras que el Madrid franquista era percibido en el
imaginario colectivo de la literatura coetánea como una ciudad de carác-
ter costumbrista, con grandes problemas de infraestructuras, de vivienda
y de pobreza, y sin demasiadas ambiciones más allá de la de ser un lugar
de residencia para un enjambre de personas que, día a día, luchaban por
sobrevivir en la gran ‘colmena’; la percepción cambia de manera total con
la llegada de la democracia y de los movimientos contraculturales que le
fueron propios. La Movida Madrileña lo cambió todo, y la percepción so-
cial y literaria de la ciudad no es una excepción: sin previo aviso, el mis-
mo Madrid que una década atrás era vista como un lugar sin pretensiones,
triste, gris, agobiante e incluso feo; en las novelas ambientadas en tiem-
pos democráticos empieza a percibirse como un sitio atractivo y lleno de
cultura, de movimiento y de juventud: el lugar en el que había que estar,
allí donde las cosas estaban sucediendo. Con la diversión y las libertades
recién adquiridas llegó el color, y con él, el Madrid que se plasma en estas
obras es una ciudad llena de oportunidades, en la que cualquiera puede
contribuir a la reconstrucción simbólica de una urbe aún por hacer. Para
percibir este cambio de paradigma, la lectura de la novela de Julio Llama-
zares, El cielo de Madrid, es especialmente significativa.
En este sentido, es paradójico que la trayectoria literaria de la Ciudad
Condal dibuje el camino contrario. Así, la pátina de nostalgia, de melan-
cólica belleza y de singularidad romántica que percibimos en la Barcelo-
na franquista, descrita por los autores de la época, con la llegada de la de-
mocracia se va desvaneciendo y, tras la Transición, los escritores prefieren
describirla como una ciudad más mundana, menos exclusiva y con mayo-
res problemas de los que a menudo se nos sugiere de manera oficial. No
cabe duda de que Eduardo Mendoza y su serie de novelas del detective sin
nombre —entre las que se cuentan El misterio de la cripta embrujada y El
laberinto de las aceitunas— ha tenido un papel especialmente activo en
esta desmitificación de Barcelona, pero su visión irónica —incluso sarcás-
tica en determinados momentos— sobre esta ciudad se corresponde con
la imagen simbólica de una urbe, en aquellos momentos, demasiado vol-
cada en lo institucional y muy alejada de los movimientos culturales que
invadían las calles de otras ciudades como Madrid, y que abrían el campo
de acción a la experimentación, a las innovaciones artísticas y a los nue-
vos modos de vida recién llegados de otros países más adelantados que la
España de la década de 1980.
Conclusiones 83